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La resistencia republicana en las entidades federativas de México
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La resistencia republicana en las entidades federativas de México

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El propósito de esta obra es estudiar cómo se vivió este proceso histórico en cada rincón de México. La historia de este país no se puede comprender a cabalidad sin analizar lo acontecido en los estados de la República. Las historias matrias conforman a la historia patria. Hay aspectos comunes en todas las regiones. El país entero se dividió entre republicanos y monarquistas, pero en todas, a pesar de sus conflictos políticos internos, se formaron juntas patrióticas y se organizó la resistencia republicana. En la medida de sus posibilidades, colaboraron con hombres y pertrechos en la defensa del país. La lucha contra la intervención extranjera cohesionó a la nación mexicana.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ago 2013
ISBN9786070303906
La resistencia republicana en las entidades federativas de México

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    La resistencia republicana en las entidades federativas de México - Patricia Galeana

    Integrantes

    ENTRE TE DEUMS Y LAS BAYONETAS FRANCESAS:

    LA RESISTENCIA REPUBLICANA

    EN LAS ENTIDADES FEDERATIVAS

    PATRICIA GALEANA¹

    La Intervención Francesa –a diferencia de la invasión de Estados Unidos de 1846 a 1848–, no sólo fue la ocupación más prolongada que ha sufrido nuestro país en toda su historia, sino que llegó a todos los rincones del territorio nacional.

    Los fines imperialistas napoleónicos quedaron al descubierto tras el desembarco de sus tropas en Veracruz. Se disolvió la Alianza Tripartita, conformada por Inglaterra, España y Francia, para cobrar sus deudas a México. El general Carlos Fernando Latrille, conde de Lorencez, violó lo convenido en La Soledad y avanzó hacia la ciudad de México, pero fue detenido por Ignacio Zaragoza al frente del Ejército de Oriente en los fuertes de Loreto y Guadalupe, en las afueras de Puebla, el 5 de mayo de 1862.

    Este hecho dio inicio a la lucha por la Segunda Independencia de México, con el fin de preservar su soberanía y no convertirse en un protectorado francés. El triunfo de la Batalla de Puebla no sólo detuvo un año el avance napoleónico, sino que infundió confianza en la victoria final.

    Con el objetivo de establecer un imperio subsidiario de Francia, el ejército de Napoleón III se empeñó en acabar con la resistencia republicana, que se organizó en una guerra de guerrillas en todo el territorio nacional, y resultó invencible.

    El 26 de mayo de 1863, después de una resistencia heroica durante 62 días de sitio, Federico Forey, el nuevo general en jefe del ejército invasor tomó Puebla y llegó a la ciudad de México en junio del mismo año.

    Posteriormente Aquiles Bazaine, al frente del ejército napoleónico, fue el encargado de terminar con la resistencia republicana. Para ello emprendería sendas campañas militares en cada una de las regiones del país. El Imperio francés desplazaría cerca de cincuenta mil destacados miembros de su ejército por todo el territorio mexicano.

    La Cordeliere bombardeó Mazatlán; también ocupó lo mismo Ciudad del Carmen que Tampico. El general Castagny y Márquez tomaron Michoacán; el general Félix Carlos Douay la zona de Jalisco; el comandante Charles Louis Desiré Dupin ocupó la Huasteca, y así sucesivamente, hasta que en 1867 las tropas francesas, desgastadas por las guerrillas, abandonaron el territorio nacional sin haber podido derrotarlas.

    El propósito de la obra La resistencia republicana en las entidades federativas de México es estudiar cómo se vivió este proceso histórico en cada rincón de México. Nuestra historia no se puede comprender a cabalidad sin analizar lo acontecido en los estados de la República. Las historias matrias conforman a la Historia Patria. Veamos.

    Los franceses desembarcaron en el puerto de Veracruz en diciembre de 1862. Norma Zubirán Escoto ² nos refiere lo sucedido en este estado, en particular en Tlacotalpan, en la Costa de Sotavento, centro de la resistencia republicana.

    Para los franceses era de suma importancia controlar el puerto de entrada y la salida de productos nacionales y extranjeros, así como el acceso de la costa veracruzana al interior del territorio. Una vez instalados en la ciudad de México mantuvieron como prioridad controlar las costas del Golfo de México, con el fin de asegurar las vías de abastecimiento y privar a los republicanos de los recursos que pudieran obtener por mar. Para ello establecieron guarniciones al sur de Minatitlán y en Tampico.

    Las operaciones del gobierno republicano en Veracruz estuvieron a cargo del general Alejandro García. La población del estado que fuera sede del gobierno constitucional durante toda la guerra civil de Reforma mantuvo una posición liberal y no consideró invencibles a los franceses, afirma Zubirán. Maximiliano llegó al puerto veracruzano el 28 de mayo de 1864 y mantuvo como principal prioridad la protección de las comunicaciones con el exterior, misión que fue encomendada al conde de Thun.

    La autora concluye que es necesario corregir la visión generalizada de que el fin del Segundo Imperio se debió a que Estados Unidos, libre de la Guerra de Secesión, se opuso a la intervención europea y a que Francia tuvo que retirar su ejército por la amenaza prusiana, minimizando así la importancia de la resistencia republicana en todo el territorio nacional, que fue lo que realmente impidió el establecimiento del gobierno imperial.

    El 5 de mayo de 1862, los franceses fueron derrotados en Puebla, la ciudad de mayor importancia entre Veracruz y la capital de la República. Puebla fue escenario de acontecimientos decisivos para la historia nacional. Humberto Morales ³ nos refiere las tres batallas de Puebla: la del 5 de mayo; la resistencia de 62 días al sitio de mayo de 1863; y la del 2 de abril de 1867. El autor refiere cómo el ayuntamiento poblano solventó gastos tanto de la Intervención como de la proclamación del emperador. Concluye que la resistencia republicana se ubicó en la zona norte del estado.

    Willebaldo Herrera Téllez⁴ presenta lo acontecido en Tlaxcala. El 1º de enero de 1862 se convocó a la población a empuñar las armas o proporcionar pertrechos militares para apoyar la causa republicana. Tlaxcala fue declarado en estado de sitio como medida preventiva.

    Las fuerzas tlaxcaltecas combatieron en la Batalla del 5 de Mayo al mando del general Antonio Carbajal y junto con las fuerzas del general Tomás O’Horan. El autor concluye que, pese a su cercanía con Puebla, en Tlaxcala no se registró ningún hecho de armas de gran magnitud.

    El 9 de febrero de 1862 la primera embarcación francesa, la cañonera La Grenade, llegó a Isla del Carmen. Los puertos del Carmen y de Campeche tenían gran importancia geoestratégica y económica debido a las aduanas que allí se encontraban. Campeche buscaba erigirse como estado desde 1857.⁶ José Manuel Alcocer ⁷ nos refiere la actitud de las élites yucatecas contra el gobierno constitucional y su reconocimiento del Imperio a finales de 1863, tras lo cual los puertos campechanos fueron bombardeados en diversas ocasiones.

    El encargado de desarrollar el proyecto imperial en Campeche fue Manuel Méndez.⁸ En este periodo se incrementó la actividad marítima, creándose las prefecturas y capitanías de puerto para abarcar no sólo el Golfo de México, sino el Pacífico, el Mar de Cortés y el de California. Hay que recordar que Maximiliano daba una gran importancia a la Marina, ámbito que no se había abordado por la República.

    El autor refiere que la actividad cultural presentó un considerable incremento, principalmente la teatral, debido a la gran cantidad de barcos que arribaron. Además, la emperatriz Carlota visitó Campeche en noviembre de 1865.

    Alcocer concluye que uno de los capítulos más importantes de la resistencia republicana en la región fue la liberación de la Isla del Carmen el 23 de abril de 1867. Este acto fue fundamental para que los liberales lograran liberar la ciudad de Campeche en junio de 1867. Al ver perdida la causa imperialista, el prefecto imperial pactó con Pablo García la entrega de la plaza sin derramamiento de sangre. Con ello, el estado recuperó su soberanía, se juzgaron a los imperialistas y sus colaboradores, y se licenció a las tropas liberales.

    Raúl Vela Sosa y Raúl Vela Manzanilla⁹ presentan los acontecimientos de la Península de Yucatán,¹⁰ la cual fue el vértice del proyecto de Maximiliano para crear un reino en Centroamérica, unido al Imperio Mexicano. Los autores nos refieren los sondeos realizados entre la clase política peninsular sobre la factibilidad de ubicar a Mérida como la ciudad central del proyecto centroamericano. Este fue el propósito del viaje de la emperatriz Carlota a Yucatán.

    Sobre la resistencia republicana los autores destacan las acciones de Manuel Cepeda Peraza, Benemérito del estado, entre otros. Concluyen que con la restauración de la República se fundó el Instituto Literario, institución liberal y republicana que hoy es la Universidad Autónoma de Yucatán.

    Desde el 23 de noviembre de 1862 los franceses trataron de tomar el puerto de Tampico. Luis Raymundo Hernández Alvarado¹¹ muestra cómo la población se organizó en juntas patrióticas para su defensa. Además, para ayudar a la resistencia los rancheros facilitaron caballos y alimentos, y las mujeres hicieron colectas e hilaron sábanas y vestuario para los hospitales, entre otras actividades.

    Tamaulipas fue la base de la ocupación militar y de las comunicaciones con el noreste del territorio. El estado atravesó por una crisis política entre los partidos liberales, agudizada por la intromisión de Santiago Vidaurri, cuando se apropió de los ingresos de las aduanas fronterizas y de Tampico.

    El 30 de abril de 1865 el imperialista Tomás Mejía logró controlar Matamoros, con los beneficios de la adquisición de armas en Brownsville, gracias al apoyo de los confederados estadounidenses y el tráfico algodonero.

    Hernández Alvarado señala que los periódicos¹² de la época destacan la tendencia antiimperialista del estado. Mariano Escobedo, encargado de la resistencia republicana en el norte del país, logró vencer y expulsar al ejército invasor de Tampico en agosto de 1866.

    El autor concluye que, al término de la Intervención Francesa, el país quedó en la ruina, aunque se reafirmó como Estado nacional. Los tamaulipecos consolidaron su identidad regional y sentido de pertenencia a México. Héroes locales lograron un alcance nacional, como el guerrillero Pedro José Méndez; se aplicaron juicios de infidencia contra los imperialistas y desapareció el Partido Conservador.

    Los franceses llegaron a la ciudad de México el 1º de junio de 1863. Fueron recibidos con repiques de campana y Te Deums por parte del clero, mientras que la población los recibió con guirnaldas de flores y como salvadores de la religión católica, que nadie perseguía.

    Después, los habitantes de la ciudad capital vieron sorprendidos el enfrentamiento entre las autoridades eclesiásticas y los franceses. No obstante, recibieron apoteóticamente a los emperadores.¹³ Cronistas de la época consideran que la recepción ofrecida a Maximiliano y Carlota fue equiparable a la entrada de Iturbide a la consumación de la Independencia.

    Vicente Quirarte ¹⁴ nos relata, a guisa de montaje teatral, el periodo comprendido entre el arribo de Maximiliano y Carlota a la ciudad de México, el 12 de junio de 1864, hasta la entrada victoriosa del presidente Juárez, el 16 de julio de 1867.

    Quirarte recuerda que Antonio García Cubas describió la capital mexicana como el escenario donde, durante los conflictos, se dio pie a representaciones de opereta.¹⁵ Así, Maximiliano entró a la ciudad de México por la calle de Plateros, cautivado de inmediato por la escenografía [...] que le ocultaba hechos significativos de la historia urbana. Ya a finales de abril de 1865, después de su visita a Puebla, Maximiliano y Carlota fueron recibidos con frialdad.

    El autor concluye que, al regreso de Juárez a la capital el 16 de julio de 1867, el Ayuntamiento se apresuró a preparar un sobrio y republicano Arco del Triunfo. Cuando el presidente dio su mensaje cedió los honores de la victoria a la tercera persona, encarnada en el pueblo y el gobierno de la República.

    María del Carmen Salinas Sandoval¹⁶ refiere lo acontecido en el Estado de México. Su gobernador, el general Felipe Berriozábal, sumó sus tropas al Ejército de Oriente y aportó cerca de 4,500 hombres a las huestes republicanas.¹⁷

    Salinas refiere que el Ayuntamiento de Toluca se pronunció contra la Intervención, aunque el Imperio recibió la aprobación de las élites de hacendados y comerciantes. La resistencia popular se manifestó en el grupo de chinacos que organizó Vicente Riva Palacio, quien como otros intelectuales, León Guzmán entre ellos, tomaron las armas. En febrero de 1867, las tropas del general Riva Palacio entraron a Toluca obligando a los franceses a retirarse. La autora concluye que las tropas del estado también participaron en el asalto final a Querétaro.

    El gobierno constitucional dividió al Estado de México en tres distritos militares para organizar a la resistencia republicana. María Eugenia Arias Gómez¹⁸ refiere cómo el distrito con cabecera en Cuernavaca fue el antecedente del estado de Morelos. Durante el Segundo Imperio Cuernavaca se convirtió en el bastión principal de los imperialistas en la región, siendo la sede de las autoridades políticas y eclesiásticas. La población también se manifestó en favor del Imperio.

    Desde 1862, el diputado Ignacio Manuel Altamirano obtuvo el permiso del presidente Juárez para formar guerrillas en el rumbo de Cuernavaca. La autora concluye que el triunfo republicano en la ciudad de la eterna primavera, en 1867, se debió a los esfuerzos de Altamirano, Ignacio Figueroa y Francisco Leyva. Un año más tarde se presentó la propuesta de erigir como entidades soberanas a Morelos e Hidalgo, separándolas del Estado de México.

    A la llegada de los franceses, Hidalgo formaba parte del segundo distrito militar del Estado de México. Luis Rublúo ¹⁹ destaca la participación del grupo Carabineros a caballo, provenientes de la ciudad de Pachuca, en la célebre Batalla del 5 de Mayo de 1862. Dos años después del triunfo de la República, el presidente Juárez expidió el Decreto por el que Hidalgo se convirtió en estado.

    Carlos Armando Preciado de Alba²⁰ explica lo acontecido en Guanajuato al llegar las noticias de la Intervención Francesa. El gobernador Manuel Doblado envió fuerzas militares a la ciudad de Puebla, se organizaron juntas patrióticas y surgieron diversas publicaciones periódicas para defender la integridad del territorio nacional y a las instituciones liberales.

    La ocupación de Guanajuato se dio el 8 de diciembre de 1863, cuando Tomás Mejía entró a la ciudad, seguido del general Félix Douay. Maximiliano nombró a Luis Robles Pezuela como comandante militar de la entidad para acabar con los ataques guerrilleros, que contaban con el apoyo de la población. Doblado salió hacia el norte para unirse al gobierno juarista.

    El autor concluye que fue hasta diciembre de 1866 cuando comenzó el éxodo de los franceses establecidos en Guanajuato. El 26 de enero de 1867, las fuerzas republicanas regresaron al estado y el presidente Juárez nombró gobernador interino y comandante militar al general León Guzmán.

    El gobernador de Querétaro, Silvestre Méndez, envió una brigada de mil soldados para apoyar a Zaragoza y ofreció al presidente Juárez la capital del estado como residencia de los Poderes Generales. Ángela Moyano Pahissa ²¹ nos refiere lo acontecido en este estado, donde las guerrillas no fueron la excepción. Posteriormente, cuando Maximiliano decidió refugiarse en Querétaro para enfrentar a los republicanos, la autora refiere los trabajos de fortificación y las vicisitudes que sufrió la población.

    Una vez que se retiró el ejército imperial, Julio Cervantes fue nombrado gobernador de Querétaro. El 5 de julio ofreció un homenaje al presidente Juárez, quien en la capital del estado proclamó el 15 de julio el triunfo de la República, concluye la historiadora.

    José Herrera Peña²² refiere la participación de los batallones de la División Michoacán, bajo las órdenes de Epitacio Huerta, en las batallas de Acultzingo y del 5 de Mayo en Puebla.²³ El autor señala que las primeras acciones militares en territorio michoacano tuvieron lugar en noviembre de 1863, las cuales no cesaron sino hasta mayo de 1867.²⁴

    Herrera Peña refiere que la táctica del general José María López Uraga, jefe del Ejército del Centro, fue entregar las poblaciones sin disparar un tiro. En Zitácuaro, los franceses encontraron una ciudad vacía, ya que todos sus habitantes se habían ido a las montañas, protegidos por una pequeña guarnición republicana. En Paracho se encontraron con la misma situación, por lo que las fuerzas imperiales se dedicaron a saquear la ciudad y se retiraron al día siguiente sin pena ni gloria.

    El autor destaca la acción de los chinacos, en su mayoría campesinos, comerciantes, rancheros y artesanos, quienes hicieron que la campaña de los franceses en Michoacán les fuera interminable. Morelia estuvo ocupada del 28 de noviembre de 1863 al 13 de febrero de 1867. Para el mes de mayo todo el territorio estaba limpio de enemigos, concluye Herrera Peña.

    La caída de Isla del Carmen en poder de los franceses fue el acto que marcó el inicio de las acciones contra Tabasco. Para el 3 de junio de 1863 inició la invasión de su territorio. Jesús Arturo Filigrana Rosique ²⁵ narra la defensa de la soberanía tabasqueña, bajo la responsabilidad de Victorio Victorino Dueñas, organizada a través de compañías de voluntarios denominados Defensores de la Independencia. Se estableció una contribución extraordinaria a la propiedad rústica y urbana para sufragar los gastos de la guerra.

    Tabasco estuvo en poder de las fuerzas invasoras por un breve periodo de siete meses, de julio de 1863 a febrero de 1864, y fue casi totalmente liberado antes de la llegada de Maximiliano a Veracruz. Con excepción de la villa de Jonuta, que de manera intermitente fue ocupada por los invasores, quienes tenían en Isla del Carmen una base de operaciones navales y de bloqueo marítimo contra el puerto de Frontera.

    Filigrana Rosique destaca que quien gobernó el territorio tabasqueño fue Gregorio Méndez Magaña, conforme a las leyes republicanas, y no un prefecto o representante alguno del Imperio. Concluye que los republicanos tabasqueños eran hacendados, rancheros, comerciantes, campesinos y peones, quienes sintieron la necesidad de empuñar las armas y organizar la defensa del país.

    María Elena Tovar González²⁶ hace el recuento de lo sucedido en Chiapas. La autora refiere que ante el llamado del presidente Juárez, el gobernador chiapaneco Juan Clímaco Corzo decretó el 30 de diciembre de 1861 que todo varón de 16 a cincuenta años tenía la obligación de formar parte de la Guardia Nacional. Chiapas contribuyó con 550 hombres armados para incorporarse al Tercer Batallón, dirigido por el general Miguel Negrete, bajo las órdenes del general Mariano Escobedo, el 30 de mayo de 1862.

    Tras la derrota en el sitio de Puebla de 1863, los imperialistas chiapanecos Juan Ortega y el padre Víctor Antonio Chanona se pronunciaron contra el gobierno estatal. El avance de las fuerzas imperialistas fue respondido por las fuerzas republicanas, y una vez recuperada la ciudad de San Cristóbal se tomó la resolución de cambiar la capital a Tuxtla Gutiérrez, en febrero de 1864.

    La autora concluye su texto refiriéndose al derrocamiento del líder liberal Ángel Albino Corzo,²⁷ muestra del enfrentamiento entre los propios caudillos republicanos. Pantaleón Domínguez tomó el poder e imposibilitó el regreso de los imperialistas que se habían refugiado en Guatemala.

    Al tomar los franceses la capital de la República, el gobierno constitucional se trasladó a San Luis Potosí. María Teresa Quezada Torres ²⁸ refiere que, tras el desembarco de las tropas invasoras, el presidente Juárez declaró en estado de sitio a las entidades federativas amenazadas y nombró jefes militares para organizar la guerra. El general Jesús González Ortega fue designado comandante militar de los estados de San Luis Potosí, Zacatecas y Aguascalientes.

    La autora refiere que el estado de San Luis Potosí contribuyó con el envío de destacamentos y pertrechos, convirtiéndose en un importante reducto liberal. Paradójicamente, el presbítero Ignacio Montes de Oca y Obregón, que años más tarde sería obispo de San Luis, recibió el juramento de Maximiliano como emperador de México el 10 de abril de 1864, en el castillo de Miramar, en Italia.

    Para el Imperio, San Luis Potosí fue un centro estratégico de abasto militar. Las tropas del general Castagny llegaron junto con Tomás Mejía, en julio de 1865, para emprender la persecución de Juárez. La historiadora concluye que a finales de 1866, Mariano Escobedo recuperó terreno gracias a su capacidad militar y al armamento proveniente de los Estados Unidos. En la medida en que los republicanos ganaban posiciones, las tropas francesas comenzaron a reconcentrarse en la ciudad de México para evacuar el territorio. Las fuerzas conservadoras que habían quedado en San Luis Potosí abandonaron la plaza y se refugiaron en Querétaro. A fines de diciembre de 1866 los republicanos ocuparon nuevamente la ciudad de San Luis Potosí y quedó restablecido el gobierno estatal.

    Flor de María Salazar Mendoza²⁹ nos muestra otra forma de resistencia frente a la Intervención Francesa y el Imperio: la resistencia pacífica a través de la celebración de la fiesta cívica del 5 de mayo. Afirma que los potosinos estuvieron en favor del sistema republicano; políticos, intelectuales, hacendados y comerciantes facilitaron recursos para resistir la invasión.

    La noticia de la victoria del 5 de mayo de 1862 apareció en el Boletín Oficial del Ejército del Interior tres días después; los potosinos salieron a las calles para mostrar su regocijo. Siete días más tarde organizaron un simulacro de la batalla. Los intelectuales se dedicaron a la redacción de discursos patrióticos sobre la batalla y el general Zaragoza.

    La autora concluye que en las celebraciones de 1867 ya se vislumbraba la caída del Segundo Imperio, mientras que la presencia de Juárez en la celebración encendió los ánimos. Los Hijos del Potosí decoraron las fachadas de sus casas y presentaron todo género de espectáculos, con lo que se hizo partícipe a toda la población.

    Como hemos visto hasta aquí, en todos los estados se organizaron juntas patrióticas y se enviaron hombres y pertrechos para repeler la invasión, algo que no había ocurrido durante la invasión estadounidense, cuando hubo muchos estados que no contribuyeron ni con un hombre ni con un peso a la defensa del país. Ciertamente, también hubo partidarios de la Intervención y el Imperio en muchos estados.

    El caso del estado de Guerrero es referido por Jaime Salazar Adame,³⁰ quien narra cómo las fuerzas republicanas guerrerenses participaron en la defensa de Loreto. Durante la ocupación francesa Diego Álvarez, hijo de Juan Álvarez, era el gobernador de Guerrero. El ejército imperial ocupó sólo el norte del estado, ya que el sur estuvo siempre en poder de los republicanos.

    Francisco José Ruiz Cervantes³¹ señala que Oaxaca fue escenario de importantes y frecuentes combates durante la Intervención Francesa. Se conformaron sendos batallones de oaxaqueños que participaron en la Batalla de Puebla, defendiendo la ladrillera de Azcárate, en el camino de Amozoc. Dos mil hombres armados conformaron el Batallón La Patria, mientras que los batallones Morelos y Guerrero se integraron a las filas del Ejército de Oriente. También los batallones Juárez y Libres combatieron al enemigo.

    Porfirio Díaz reorganizó en Oaxaca los contingentes militares después de la Batalla de Puebla, a donde llegó Aquiles Bazaine a finales de 1864.³² Díaz fue apresado, aunque logró escapar y coordinó los focos rebeldes en la mixteca. El autor concluye que Díaz consideró a la victoria de Miahuatlán la batalla más estratégica de las que sostuvo contra la intervención, pues fue la que le permitió recuperar Oaxaca, luego Puebla y, finalmente, la capital del país.

    En el estado de Jalisco, Mario Aldana Rendón³³ refiere que Pedro Luis Ogazón organizó una Guardia Nacional y una Junta Patrióti-con el fin de alentar el patriotismo de los ciudadanos. Por órdenes del Ministerio de Guerra, el 20 de junio de 1863 Ogazón entregó el gobierno y la comandancia militar del estado al general José María Arteaga. Aquiles Bazaine tomó Guadalajara a finales de 1864, prácticamente sin resistencia, y Artega tuvo que retirarse. Aldana señala que, ante el avance francés, muchos republicanos de la entidad consideraron su causa como perdida y se acogieron al indulto que ofreció el Imperio. Otros permanecieron en pie de lucha, hasta que Maximiliano decretó la Ley del 3 de Octubre de 1865, a partir de la cual muchos republicanos en todo el país fueron tratados como bandidos y pasados por las armas, como fue el caso de José María Arteaga.

    El autor menciona que en 1866 las tropas imperialistas se fueron retirando de Jalisco, dejando tras de sí una estela de destrucción, de saqueo y de asesinatos masivos. La caída de Guadalajara favoreció la rápida liberación de la mayor parte del territorio, instalándose de inmediato los ayuntamientos republicanos.

    Mario Aldana Rendón³⁴ también nos presenta los acontecimientos en Nayarit, durante el periodo que nos ocupa. En ese entonces el cantón de Tepic era parte de Jalisco y estaba dominado por Manuel Lozada, por lo que el autor centra su atención en las acciones del nayarita.

    Conocido como el Tigre de Álica, Lozada fue lo mismo contrabandista al servicio de la compañía Barrón y Forbes,³⁵ que reivindicador de los derechos de los indígenas, en particular de los agrarios; y el bandido que asolaba la región.

    De tendencia conservadora, Lozada se alzó al grito de Religión y fueros contra la Constitución de 1857. Durante la guerra de Reforma, Miramón lo apoyó nombrando territorio al distrito de Tepic. Aldana refiere que en 1861 el gobierno constitucional lo declaró fuera de la ley junto con los más conspicuos líderes conservadores.³⁶

    En 1863 Lozada se adhirió al Imperio, cuyo gobierno reconoció la independencia del cantón de Tepic y su pueblo natal fue designado San Luis de Lozada. Apoyó a los franceses para que pudieran controlar el sur de Sinaloa y Sonora. Maximiliano le otorgó la Espada de General y Napoleón III lo condecoró con la Legión de Honor. En 1866, viendo que el Imperio sucumbía, se declaró neutral. El autor concluye que seguiría ejerciendo su cacicazgo en el occidente de México hasta su fusilamiento en 1873.³⁷

    Sergio Venancio Osegueda³⁸ aborda la situación de Colima, y desde una perspectiva comparada analiza las formas de gobierno republicano e imperial, de 1861 a 1867. Refiere que durante el régimen imperial el prefecto del departamento, José María Mendoza, le disputó grandes extensiones territoriales a Michoacán y Jalisco para controlar la resistencia de los llamados bandidos de Juárez. El autor concluye que el estado atravesó un difícil periodo entre escaramuzas militares y venganzas entre los grupos dominantes.

    José Antonio Gutiérrez³⁹ refiere que el estado de Aguascalientes se distinguió por su liberalismo. Tanto José de Jesús Terán, gobernador por el Partido Liberal, como su sucesor, Esteban Ávila, fueron anticlericales. Gutiérrez refiere que cuando parecía que el liberalismo tenía controlado al estado, el bandolerismo se unió a los invasores y Bazaine llegó a la entidad en 1864. Ante esta situación, Ávila cometió muchos excesos, lo que le mereció la orden del presidente Juárez para ser sustituido por Ponciano Arriaga.

    El autor concluye que en los años de la Intervención, Aguascalientes osciló entre la mala administración y el bandolerismo, lo cual paralizó el comercio y todas las actividades productivas. Aguascalientes volvió a la constitucionalidad en diciembre de 1866 cuando el coronel Jesús Gómez Portugal entró victorioso en la ciudad. Juárez lo nombró comandante militar y gobernador provisional del estado.

    De la resistencia republicana en Zacatecas, Marco Antonio Flores Zavala⁴⁰ destaca la participación de Jesús González Ortega y su desplazamiento del espacio literario al político y militar. Recuerda que en 1860, González Ortega dirigió las principales batallas de la guerra civil y venció al general Miguel Miramón en Calpulalpan, dando el triunfo a la causa liberal.

    González Ortega encabezó al Ejército Mexicano en el sitio de Puebla. Después de la derrota del 17 de mayo de 1863, fue detenido por los franceses junto con otros militares liberales y logró huir para reasumir el gobierno de Zacatecas. El autor señala que González Ortega le disputó la Presidencia de la República a Juárez en 1865, organizando en Estados Unidos su campaña para obtener su apoyo en la sucesión presidencial. Flores concluye que después del sitio de Puebla, González Ortega titubeó para apoyar a Juárez y no volvió a presentar batalla a los conservadores ni a los invasores.

    Antonio Arreola Valenzuela,⁴¹ por su parte, destaca las acciones del general José María Patoni, comandante de la División de Durango y subjefe del Ejército de Occidente, del que era jefe González Ortega.

    En septiembre de 1864, ambos combatientes informaron al presidente Juárez que era imposible continuar la guerra por falta de recursos y de gente. Juárez desaprobó la actitud de los generales y ordenó que la tropa quedara al mando de Antonio Carbajal y de Manuel Quezada. El autor concluye que ante el fracaso del primer Cuerpo del Ejército de Occidente, Juárez cambió la sede de los poderes federales de Durango al estado de Chihuahua. ⁴²

    Lo acontecido en el estado de Nuevo León está íntimamente ligado con las acciones del cacique Santiago Vidaurri. Héctor Jaime Treviño Villarreal,⁴³ nos narra que Ignacio Zaragoza era conocido en la región noreste en virtud de que fue uno de los subordinados de Vidaurri, del cual se había distanciado por diferir de sus posiciones políticas. El autor comenta que la experiencia adquirida en la guerra contra los indios apaches y comanches fue una gran escuela para el triunfador de la Batalla de Puebla.

    Villareal señala que Vidaurri se insubordinó al gobierno constitucional. Por otra parte, se negó a dar los fondos de las aduanas fronterizas, desde Piedras Negras hasta Matamoros, para la defensa del país frente a la intervención. Argumentó que requería recursos para combatir a los indios bárbaros.

    Una vez que Juárez instaló su gobierno en el norte del país trató de dialogar con Vidaurri, por lo que se dirigió a Monterrey; sin embargo, su intento fracasó. Esto condujo al presidente a tomar una serie de medidas en contra de Vidaurri, separando a los estados de Nuevo León y Coahuila, y declarándolo traidor a la Patria.

    Ante el avance del ejército francés, Juárez tuvo que salir de Monterrey, que fue tomada por el general Armand Alexandre de Castagny; Juárez nombró a Mariano Escobedo como gobernador de Nuevo León.

    El autor estima que la influencia cultural francesa en Nuevo León se refleja especialmente en la música y los bailes: la polka, la redova, el shotís, la mazurca y el huapango adquirieron diversos matices con la introducción de nuevos instrumentos musicales y diferentes maneras de vestir. También hubo influencia en la arquitectura y en la gastronomía, entre otros rubros.

    Lucas Martínez Sánchez ⁴⁴ destaca la participación de las brigadas originarias de Coahuila contra la Intervención Francesa, así como las acciones militares de mayor importancia en el estado. Señala que el estado de Coahuila de Zaragoza recuperó su soberanía con el decreto juarista de 1864. Sin embargo, en el mismo año salieron de la ciudad de Saltillo las fuerzas que la guarnecían, por lo que los funcionarios en turno se vieron obligados a servir al Imperio. No obstante, los empleados y vecinos informaban a los republicanos sobre todos los movimientos del enemigo. Esto lo informó el Ayuntamiento al triunfar la República, por lo que a nadie se podía considerar como traidor. El autor mensiona que con el triunfo de la República se inició la reconstrucción del estado. El gobernador Viesca expidió la Ley de Instrucción Pública, mediante la cual se creó el Ateneo Fuente.

    R. Arturo Román Alarcón⁴⁵ nos refiere la fuerza de la resistencia republicana en Sinaloa donde, a pesar de las divisiones internas por el poder estatal, se organizó un contingente de dos mil hombres que recibió el nombre de Brigada Sinaloa, que luchó con el Ejército del Centro en la defensa del país.

    Román señala que Mazatlán era el centro comercial más próspero del noroeste y el principal puerto del Pacífico mexicano; y que contaba con una de las pocas aduanas marítimas que estaba en manos de los liberales y que suministraba ingresos al gobierno de Juárez. Era también la llave para conquistar Sonora, donde Napoleón III pretendía establecer una colonia francesa proveedora de algodón, en lugar de la Luisiana.

    Las tropas de Castagny devastaron el sur del estado, pero no lograron dominarlo. Los franceses tomaron Mazatlán el 10 de diciembre de 1864, al mando del comandante Gazielle. Dos años duró la ocupación, hasta noviembre de 1866, cuando Mazatlán fue abandonada por las tropas francesas.

    Los contingentes de sinaloenses, al mando del general Ramón Corona, participaron en la toma de Querétaro del 15 de mayo de 1867, así como en la de la ciudad de México en julio del mismo año. Las acciones de Ramón Corona, Antonio Rosales, Ángel Martínez y Domingo Rubí fueron clave para que los franceses no lograran el control total del noroeste.

    El autor sostiene que la lucha contra la intervención ayudó a conformar la nacionalidad mexicana. A través de las movilizaciones voluntarias o forzadas de los ciudadanos para que pelearan por la defensa del país se integró la nación. Este fue el caso de la Brigada Sinaloa, que se trasladó al sur y centro del país.

    Rigoberto Rodríguez Benítez ⁴⁶ nos presenta lo acontecido en los dos años ⁴⁷ que los franceses, junto con los imperialistas mexicanos, ocuparon el sur de Sinaloa, teniendo a Mazatlán como centro de operaciones, a través de la obra de Eustaquio Buelna.⁴⁸

    Este último da cuenta tanto de las diferencias entre los líderes regionales y locales, como de sus actos de resistencia. Destaca la victoria de Antonio Rosales en la Batalla de San Pedro, llamada por ello el 5 de Mayo de Occidente. Rodríguez concluye que la obra de Buelna es resultado de una acuciosa investigación histórica, por lo que la considera una referencia obligada para la microhistoria sinaloense.

    La situación de Chihuahua durante la Intervención es presentada por Víctor Orozco⁴⁹, quien nos refiere las pugnas políticas internas. En 1864 el presidente Juárez declaró en estado de sitio a la entidad, disolvió los poderes locales y mandó sustituir al gobernador Luis Terrazas por Jesús José Casavantes. Sin embargo, su gobierno duraría poco, ya que a su renuncia fue sustituido por el general Ángel Trías Álvarez. El autor destaca la formación de cuerpos voluntarios enlistados para combatir a las fuerzas imperiales, así como la aportación de armas y dinero para la causa republicana.

    Ante el avance francés, el 12 de octubre de 1864 llegó a la capital del estado el presidente de la República, quien después se mudaría a Paso del Norte. Su llegada a esta parte de la frontera fue aprovechada por el general en jefe de las fuerzas francesas, Aquiles Bazaine, para que Maximiliano decretara la Ley del 3 de Octubre de 1865, con el argumento falaz de que Juárez había abandonado el territorio nacional y que la causa republicana ya no existía. Juárez regresaría a la ciudad de Chihuahua hasta el retiro de los franceses. Orozco concluye que para junio de 1866 el estado se encontraba libre de invasores y soldados del Imperio.

    En Sonora, las divisiones internas llevaron al reconocimiento del Imperio. De acuerdo con la autora Zulema Trejo,⁵⁰ Maximiliano fue reconocido porque ello implicaba el desconocimiento de Ignacio Pesqueira como gobernador del estado. La autora señala que la resistencia republicana en Sonora estuvo a cargo de Jesús García y no de Ignacio Pesqueira, como se ha dicho.

    Trejo concluye que los franceses consideraron a la resistencia republicana en el norte del país como un grave peligro para el gobierno imperial, principalmente por el suministro de armamento desde Estados Unidos. Por ello, en 1866 fue publicado un decreto del gobierno imperial que castigaba con pena de muerte a todo aquel sonorense que apoyara la causa republicana, ya sea que le proporcionara armamento, alimentos, escondite o información.⁵¹ Finalmente, el 14 de noviembre de 1866 el estado que Napoleón III pensara convertir en protectorado francés quedó libre de invasores.

    Jorge Martínez Zepeda⁵² nos presenta los acontecimientos en Baja California, península que siempre fue deseada por Estados Unidos. El autor inicia su texto haciendo mención de lo acontecido en el territorio bajacaliforniano desde la Guerra de Reforma. Recuerda que en el Tratado McLane-Ocampo se establecía el libre tránsito de estadounidenses por el Golfo de California, aunque finalmente fue rechazado por Estados Unidos. Cabe añadir que este tratado era una alianza política, económica y militar con Estados Unidos ante el pacto de los conservadores con Napoleón III, en marzo de 1859.⁵³ El Senado norteamericano lo rechazó por prevalecer el proteccionismo sobre el libre comercio, tanto en el norte como en el sur, y entre los republicanos así como entre los demócratas.

    A continuación, Martínez refiere que después de más de un año de ocupación francesa, y estando por llegar Maximiliano a territorio nacional, junto con la penuria del gobierno republicano y la falta de población en Baja California, se otorgó la concesión para colonizar los terrenos baldíos de la península. Dicha concesión se otorgó al estadounidense Jacobo P. Leese el 30 de marzo de 1864. Se trabajó, particularmente, alrededor de Bahía Magdalena, pero en 1871 fueron detectadas varias anomalías que causaron que el gobierno les rescindiera el contrato, señala el autor.

    Durante el Segundo Imperio la península quedó gobernada por los republicanos, al mando de Antonio Pedrín, quién comunicó al presidente de la República sobre el movimiento popular [...] para resistir a la dominación del titulado Emperador de México, y reclamó que el territorio no hubiera recibido comunicación oficial del gobierno.

    Después del triunfo de la República en mayo de 1868, Benito Juárez nombró al general Bibiano Dávalos como jefe político y comandante militar de la Baja California. El autor concluye que el retraso de las comunicaciones provocó el aislamiento de la península durante todo este periodo.

    Como podemos apreciar, hay aspectos comunes en todos los estados de la República. El país entero se dividió entre republicanos y monarquistas, pero en todos, a pesar de sus conflictos políticos internos, se formaron juntas patrióticas y se organizó la resistencia republicana. En la medida de sus posibilidades, cada uno colaboró con hombres y pertrechos en la defensa del país.

    Hace 150 años que el Ejército Mexicano logró detener el avance del Ejército Francés en su camino para tomar la capital de la República. La victoria sorprendió a ambos contendientes por igual, detuvo por un año el avance de las tropas napoleónicas e infundió confianza en el triunfo final de la resistencia republicana.

    El gobierno constitucional difundió la celebración del triunfo del 5 de mayo para alentar al ejército y a la población a seguir luchando hasta alcanzar la victoria: la preservación de la soberanía nacional. Las celebraciones del 5 de mayo constituyeron, en sí mismas, una forma de la resistencia frente a la ocupación extranjera.

    En esos años la nación se cohesionó en rechazo a la intervención extranjera. Se consumó, en palabras de Benito Juárez, la segunda Independencia de México: del triple yugo de las potencias extranjeras, la Iglesia y las clases privilegiadas.

    LA RESISTENCIA REPUBLICANA CONTRA

    LA INTERVENCIÓN FRANCESA EN AGUASCALIENTES

    JOSÉ ANTONIO GUTIÉRREZ G.¹

    MARCO HISTÓRICO

    Aguascalientes es uno de los estados más pequeños del país, pues su extensión es apenas de 5,589 km cuadrados. Está ubicado en el centro-occidente de México y lo limitan al oriente, sureste y sur el estado de Jalisco y al suroeste-poniente, norte y noreste el de Zacatecas. Consta de sólo once municipios y sus habitantes no llegan al millón y medio. De 1980 a la fecha el estado cambió de agrícola y textil-artesanal a industrial; en él se encuentran importantes fábricas como Nissan, Xerox y otras mecánico-industriales.

    Durante los tres siglos de la Colonia fue alcaldía mayor y subdelegación, y después de la Independencia quedó anexado como departamento al estado de Zacatecas. Sin embargo, las clases altas, los hacendados y comerciantes, se plantearon la opción de emanciparse con la doble esperanza de fomentar la riqueza y de que los impuestos y beneficios que le extraía Zacatecas se quedasen en Aguascalientes. Su representación de 1835 al Soberano Congreso General pidió la autonomía, argumentando que las leyes liberales del estado de Zacatecas, malas y viciosas, serían la ruina y la disolución para la sociedad y que les imponían gabelas y gravámenes excesivos en las testamentarías; también que las reformas de tipo religioso aprobadas por el Congreso estatal eran dañinas por tener el pernicioso fin de hacer desaparecer, si fuere posible, el catolicismo nacional mexicano.²

    El gobernador de Zacatecas, Francisco García Salinas, se había opuesto a los afanes centralizadores del general Antonio López de Santa Anna, por lo que éste decidió someterlo. A su paso por Aguascalientes, camino de Zacatecas, la sociedad hidrocálida le hizo un notable recibimiento; aprovechando el momento los vecinos principales le pidieron separar a Aguascalientes de Zacatecas, a lo que accedió, y por decreto federal de 23 de mayo de 1835 fue erigido en Territorio de la Federación y nombrado gobernador Francisco García Rojas; con ello Santa Anna satisfacía a los aguascalentenses y debilitaba al gobernador Salinas y a su estado liberal. Por la ley del 30 de diciembre de 1836 en que fue dividido el país en departamentos, Aguascalientes pasó a tener esa denominación.

    Por la situación que vivía el país y porque su principal mercado, Zacatecas, se había casi cerrado, Aguascalientes entró en años de crisis y depresión profunda, de la que comenzó a recuperarse hasta fines de 1844. Por azares del destino Aguascalientes fue anexado nuevamente a Zacatecas. A través del decreto del 22 de agosto de 1846 el Plan de la Ciudadela declaró estados federales a todos los departamentos que existían y se convocó a las legislaturas para reformar la Constitución vigente de 1824, pero sin conculcar ésta.

    Bajo este contexto y con rango y carácter de estados soberanos, el 6 de agosto fueron convocados los representantes de éstos para elaborar las reformas pretendidas, pero Aguascalientes fue excluido al no figurar en el decreto del Plan de la Ciudadela, por lo que no apareció en el Acta de Reformas de 1847 derivada de la convocatoria. Ciertamente la omisión de Aguascalientes en el Acta infringía tanto la Constitución de 1824 como el Acta mencionada, porque expresamente señalaban que debía consultarse a las legislaturas de los estados para hacer cualquier reforma constitucional. El Artículo 50, parte 7ª, de la Constitución de 1824 dice: Se pueden unir dos o más Estados a petición de sus Legislaturas para que formen uno solo; por lo tanto Aguascalientes ya existía como estado y su legislatura no fue consultada.

    Extrañó tanto a los aguascalentenses como a la gente de las otras entidades que no se consultara a ninguna legislatura estatal para extinguir Aguascalientes, lo que evidenciaba que se estaban dando irregularidades en el caso, razón por la cual la entidad encontró apoyo para recuperar su autonomía. También se menciona que el gobierno federal obró así porque el gobernador Felipe Cosío se opuso a echar mano de los bienes de manos muertas para cubrir los gastos de la guerra contra Estados Unidos. La realidad fue que al no figurar Aguascalientes como entidad independiente en la mencionada Acta de Reformas de 1847 volvió a anexarse al estado de Zacatecas.

    Los notables aguascalentenses y su gobernador, Felipe Cosío, se inconformaron y buscaron el apoyo popular y el de algunos estados para justificar su rebeldía ante la disposición del Congreso Federal. Argumentaron que, pese a ser un estado pequeño, su economía era boyante y se habían establecido escuelas en la capital y los municipios y un colegio de estudios superiores sin la intervención de Zacatecas, pese a ser su obligación: Ni [siquiera] pagó al único preceptor de una mala escuela que había.³ Le hacían saber lo siguiente:

    Su población ha aumentado, su comercio notoriamente ha tenido una mejora instantánea y perceptible que admira y promete perspectiva halagüeña para lo futuro. Las manufacturas mejoran por el aumento de consumo que paralelamente tienen, y el desarrollo de la agricultura es sorprendente por el aumento de labores [...]; y por el notorio aumento de la población agrícola que tiene y promueve todos los días medios de producto y subsistencia con la exportación de semillas para los estados de San Luis, aun hasta Catorce y Saltillo, Zacatecas, Guanajuato y Guadalajara, dándole un manantial de riqueza al general de Estado.

    La campaña propagandística que realizaron la población y el gobierno de Aguascalientes en favor de su independencia fue difícil de rebatir, por estar basada principalmente en sus antecedentes constitucionales. En mayo de 1849 solicitó el Ayuntamiento al gobierno general que fuese discutido en las cámaras el asunto de la erección del estado de Aguascalientes; lo mismo hicieron en julio. Argüían en su petición que el Acta de Reformas de mayo de 1847 era confusa porque no señalaba que debiera figurar como partido del estado de Zacatecas; pero no ocurrió nada positivo y los aguascalentenses siguieron esperando la ocasión propicia. Ésta se dio al proclamar el general López Uranga, en Guadalajara, en octubre de 1852, el Plan del Hospicio, que desconocía al gobierno de Mariano Arista y llamaba a ocupar la Presidencia a Santa Anna. Aunque las Bases para la Administración de la República –dadas a conocer en octubre de 1853– señalaban que las ciudades, pueblos y distritos que se hubieran separado de los estados a que pertenecían volvieran a su antiguo ser y demarcación, no figuró el partido de Aguascalientes. Finalmente, por decreto del 10 de diciembre se le dio la calidad de departamento, con el mismo territorio que tuvo a consecuencia de lo dispuesto por las leyes de 30 de diciembre de 1836 y 30 de julio de 1838. La Constitución de 1857 lo convirtió en uno más de los estados de la República.

    LA GUERRA DE REFORMA, COYUNTURA DE ENCRUCIJADA

    Enseguida haré una breve síntesis de la Guerra de Reforma para entender mejor los hechos en que Aguascalientes y el país se vieron inmersos, y de los que se derivaron cambios importantes en la vida sociopolítica. Por lo dramático y difícil de la situación la consideramos una verdadera encrucijada. Desde 1821, año en el que logró su emancipación de España, México no había podido conseguir la unión y paz reales, pues aunque los mexicanos celebraron con júbilo su Independencia, no tardó en oscurecerse el horizonte nacional por una serie de revoluciones, alzamientos, asonadas, luchas fratricidas y por la invasión de algunas potencias extranjeras y de los Estados Unidos, que codiciaban las riquezas nacionales. De estos acontecimientos el país no salió bien librado: primero, porque no le permitieron organizar su economía y su vida social; segundo, porque la intervención estadounidense lo colocó al borde de perder su autonomía, que le había costado mucha sangre y sacrificios.

    Después del Tratado de Paz, Amistad y Límites con los Estados Unidos, los primeros pasos del gobierno se encaminaron a crear un clima de seguridad y de orden; no obstante, el regreso del general Santa Anna a la Presidencia generó tanto malestar que motivó un nuevo alzamiento, la Revolución de Ayutla, que lo obligó a dejar el poder en 1855. Los líderes del movimiento nombraron presidente al general Ignacio Comonfort, liberal moderado, que propuso cambios sustanciales sin provocar ni herir a quienes se oponían al Plan de Ayutla. Su carácter religioso y moderado ocasionó desunión entre los liberales puros, pero no obstó para que trabajara porque los preciosos frutos de la revolución se hicieran efectivos.

    Como carecía el país de un estatuto con el cual conservar firmemente la integridad territorial y la unidad interior, se hizo una nueva Constitución. La reacción de la jerarquía eclesiástica y de los grupos conservadores contra ella y contra las Leyes de Reforma no se hizo esperar, porque consideraban que se conculcaban sus derechos; por eso, aparecieron en el estado de Puebla y en otros lugares grupos armados que enarbolaban la bandera de Religión y Fueros. Comonfort no aguantó la presión y defeccionó el 17 de diciembre de 1857, y se adhirió a los golpistas de Tacubaya, encabezados por el general Félix Zuloaga. Este rompimiento del orden constitucional precipitó al país a una sangrienta guerra: la de Reforma. Paradójicamente hubo dos gobiernos en el país: el itinerante, de Benito Juárez; y el de Zuloaga en la capital, este último apoyado por los ultraderechistas y protagonista durante gran parte de la etapa de la guerra.

    En las elecciones de 1857 para gobernador de Aguascalientes obtuvo el triunfo Jesús Terán Pereda, del Partido Liberal, pero estuvo en el puesto escasas semanas porque el presidente Comonfort lo nombró ministro de Gobernación; se encargó del gobierno Mario López de Nava. Durante su administración el estado promulgó su primera Constitución, publicada el 23 de octubre, que fue un simple plagio de la de Zacatecas. A Nava le siguió en el gobierno Francisco Flores Alatorre. Debido a los constantes cambios de estafeta en el gobierno por la guerra, y a los frecuentes saqueos, las arcas del estado estuvieron permanentemente exhaustas, mismas que de por sí nunca se habían distinguido por su suficiencia. Flores Alatorre dejó el gobierno en José María Chávez, pero como continuaron los abusos y el desgobierno –era frecuente que la población un día estuviera del lado de los liberales y al día siguiente de los conservadores, aunque más de parte de estos últimos porque entendían del mismo modo las creencias religiosas–, el gobierno central envió como gobernador y comandante militar al coronel Jesús Gómez Portugal, a quien le tocó sancionar la Ley de Nacionalización de Bienes de la Iglesia, expedida el 12 de julio de 1859, mediante la cual se pretendía crear pequeños agricultores propietarios.

    Tal intención se desvirtuó al provocarse el latifundismo, en cuanto que sólo podían comprar las tierras propiedad de manos muertas quienes tenían medios. Gómez Portugal y sus allegados se echaron sobre ellas con una rapiña insaciable. Semejante alarde de avaricia encontró fuerte oposición de la población, por lo que Gómez Portugal –presionado por esta circunstancia y porque se acercaban las fuerzas conservadoras– prefirió dejar el gobierno y se incorporó al Ejército Liberal del Norte. En el verano de 1859 se posesionaron definitivamente los liberales del estado, pero por el desorden existente hubo dificultad para encontrar a alguien que quisiera encargarse del gobierno. Después de ofrecerlo a diversas personas y a todos los diputados, se animó Esteban Ávila, quien conociendo las consecuencias de una negativa tenaz, aceptó. Fue electo en febrero de 1860.⁵ Tampoco pudo controlar la situación debido a que los liberales se habían escindido en dos bandos, moderados y puros o rojos.

    Ávila se apoyó en los puros para gobernar. Hizo sentir a la población su anticlericalismo; trabajó para que el pueblo se olvidara del gobierno de los frailes que sólo le ofrecían procesiones y lo tenían en la ignorancia. Estas y otras acciones en contra de la jerarquía eclesiástica hicieron que el pueblo se separara más de él; por ejemplo, no le perdonaron que ordenara bajar las campanas de los templos de la villa para construir cañones, ni que mandara derruir las tapias de la huerta y cementerio de San Diego, para embellecer la ciudad, aumentar el número de casas y proteger siempre a las últimas clases del pueblo.⁶ Lo que más hirió el sentir religioso fue que encarcelara a Francisco J. Conchos, cura de Rincón de Romos, porque tronaba desde el púlpito contra el gobierno e incitaba al pueblo a la rebelión, y que exigiera a los clérigos del estado controlar sus prédicas.⁷ Quizá fueran en ese momento medidas de gobierno acertadas, pero no necesarias, pues existían otras más importantes y urgentes que descolgar campanas y apresar o amordazar a clérigos.

    Conforme avanzó el año de 1860 los liberales estrecharon cada vez más el cerco a los conservadores. Dos derrotas propiciadas en el verano al general conservador Miguel Miramón en tierra aguascalentense –Peñuelas y Lomas de las Ánimas– por el general González Ortega dejaron definitivamente al estado en manos de los liberales, lo que les permitió concentrar sus fuerzas para asediar Guadalajara, la cual tomaron el 3 de noviembre.

    Restaba apoderarse de la capital del país para rubricar el triunfo definitivo y allá marcharon con más de treinta mil hombres. La batalla decisiva ocurrió los días 22 y 23 de diciembre en el pequeño pueblo de San Miguel Calpulalpan, donde Miramón fue completamente derrotado. La victoria les abrió las puertas de la ciudad de México. A principios de enero de 1861 se instalaron ahí las autoridades supremas y, con ello, volvió el orden constitucional.

    Los meses siguientes al triunfo liberal fueron desconcertantes para Aguascalientes y para el país. En el estado, la lucha por el control del poder se tornó encarnizada entre los dos grupos liberales: moderados y puros. Y si agregamos la presencia de bandas y la falta de fondos para hacer frente a lo más indispensable entendemos mejor su situación. Ávila no era mal gobernante, pero lo perdió el darle prioridad a cuanto pedían los puros; externaba en toda reunión que quería ser el más rojo entre los rojos.⁸ Si algo distinguió a su gobierno fue la libertad que dio a la prensa. El Crepúsculo Literario, sociedad formada por entusiastas enciclopeditas franceses, publicó en el periódico del mismo nombre diferentes trabajos que manifestaban ideas avanzadas, entre otras las de Proudhon.

    Otro fenómeno que inquietó a Aguascalientes los meses siguientes al triunfo liberal fue el bandolerismo, pues las gavillas armadas se multiplicaron al liberarse a los soldados de ambas facciones. Azotaban el campo y los pueblos; el señuelo de aventura y la esperanza de conseguir buenos botines atraía a no pocos campesinos empobrecidos. El bandolerismo y la política fueron inseparables en Aguascalientes esos años, pues tanto el bando liberal como el conservador empleaban a las bandas para obtener protección o como cuerpo ofensivo. La inseguridad reinaba en los caminos, al extremo de que el correo casi nunca llegaba; la misma ciudad se vio frecuentemente amenazada. Prototipo de bandido fue Juan Chávez, el hombre más fuerte, querido por unos y odiado por otros. Su gavilla, compuesta de contingentes de rancheros, era el ejército más poderoso del estado. En este punto es necesario señalar que las crónicas de entonces tildan de bandoleros a todos aquellos que se oponían al gobierno en turno, fueran conservadores o liberales. Ávila terminó su mandato sin pena ni gloria, pues en su administración apenas avanzó la entidad. Su mayor timbre de gloria fue la Ley Agraria, fechada el 17 de agosto de 1861, que en lugar de beneficiar a los campesinos pobres acarreó anarquía.

    Cuando la situación se encontraba en el momento más tirante entre las dos facciones llegó la noticia a Aguascalientes de que España, Francia e Inglaterra habían fondeado sus naves en Veracruz para exigir el pago de sus deudas. El gobierno de la nación declaró estado de sitio en los estados de Aguascalientes, San Luis Potosí y Zacatecas, y encargó al gobierno del estado la recaudación de un impuesto extraordinario. El bandolero Juan Chávez pidió la amnistía para luchar contra los invasores, pues era mexicano, antes que partidario; se puso al servicio del Estado y fue nombrado comandante de las fuerzas rurales.⁹ El gobierno se puso en actividad y reclutó gente para el frente; en un acto solemne posterior se tomó el juramento a la bandera del Segundo Batallón Ligero y el 24 de febrero el gobernador Ávila formuló la proclama bélica contra el invasor y se puso al frente de la tropa.¹⁰

    Abusando Ávila de las facultades extraordinarias que le había concedido el Congreso con motivo de la guerra cometió una serie de desmanes escandalosos que llegaron a oídos del presidente Juárez, por lo que lo sustituyó por el licenciado Ponciano Arriaga. Teniendo en cuenta el supremo gobierno la gran división existente ordenó hacer elecciones para gobernador,¹¹ las que se llevaron a cabo el domingo 19 de octubre de ese año de 1862, resultando ganador José María Chávez y sustituto Jesús Gómez Portugal. El principal problema al que se enfrentó Chávez al tomar posesión fue el bandolerismo, alentado por los conservadores y los ejércitos franceses. Este era el panorama que vivía Aguascalientes al iniciar la Intervención Francesa.

    LA INTERVENCIÓN FRANCESA

    Triunfantes los liberales y una vez establecido el orden constitucional por el que se habían luchado a lo largo de tres años, se abocaron a organizar la administración. Juárez encontró a un país exhausto y cansado de luchas intestinas y un erario sin fondos para hacer frente a los compromisos más indispensables, por lo que el 17 de junio de 1861 acordó el Congreso Nacional suspender los pagos de la deuda externa, motivo por el que nuestro país vio peligrar su existencia independiente y soberana: Francia, Inglaterra y España se presentaron en Veracruz con el pretexto de exigir el pago que se les adeudaba. El gobierno de Juárez argumentó la imposibilidad de hacerlo por encontrarse el país arruinado, debido a que la guerra civil había destruido la estructura productiva y sumido en la miseria a la población.

    Inglaterra y España optaron por retirarse cuando el gobierno les garantizó, en el Tratado de La Soledad, que sus derechos quedarían a salvo. No así los franceses, que en lugar de regresar como se había acordado en el Tratado, avanzaron al interior del país en plan conquistador, desligados ya de sus aliados de aventura. El 5 de mayo de 1862 fueron derrotados por los mexicanos, en Puebla; pero luego de recibir nuevos refuerzos al mando del mariscal Aquiles Bazaine volvieron a marchar el año siguiente al interior del país; después de vencer a los mexicanos justamente en Puebla tomaron la ciudad de México en junio de 1863, apoyados por los conservadores. El gobierno republicano en pleno abandonó la capital y marchó hacia San Luis Potosí, y más tarde hacia el norte, para defender su legitimidad.

    El mariscal Elías F. Forey, comandante de la expedición francesa, quedó como autoridad suprema y en tal condición proclamó un manifiesto en el que dio a conocer a los mexicanos que quienes combatieran con las armas a las fuerzas de la intervención verían confiscados sus bienes y sufrirían despiadada persecución y castigo.

    Igualmente, se encargó de conformar un gobierno provisional: una Junta Superior de Gobierno compuesta por 35 miembros, la Regencia Provisional –formada por los generales Juan N. Almonte, Mariano Salas y el arzobispo de México Pelagio Antonio de Labastida– y la Asamblea de Notables, constituida por 215 miembros de todo el país. La Junta Superior decidió que el tipo de gobierno de la nación fuera una monarquía moderada hereditaria, con un príncipe católico a la cabeza, y que el soberano tomara el título de emperador. Se ofreció la corona al archiduque austriaco Fernando Maximiliano y a sus descendientes. Éste aceptó en abril de 1864 y se embarcó en la fragata Novara, llegando a Veracruz el 28 de mayo y a la ciudad de México el 12 de junio, fijando su residencia en el Castillo de Chapultepec.

    Patrocinaba el nuevo gobierno Napoleón III, emperador de los franceses. Aseguraba que lo hacía para darle paz al país, salvar a siete millones de habitantes, víctimas de diez mil ladrones, y de feroces aventureros que lo tiranizaban y explotaban; los franceses conceptualizaban a México como un hogar por excelencia de revoluciones y pensaban que sólo con el establecimiento de una monarquía podía retornar al orden y alcanzar el progreso. Resulta claro, también, que la intervención significaba para el sobrino de Bonaparte el pretexto idóneo para poner un dique al creciente poderío estadounidense, pero la realidad era otra: ambicionaba las riquezas y la privilegiada naturaleza de México.

    En el momento en que Maximiliano desembarcó en tierras mexicanas el ejército franco-conservador controlaba únicamente la franja que unía a Veracruz con la capital y algunas partes del territorio nacional; el resto seguía reconociendo al gobierno de Benito Juárez. Es decir, el archiduque se encontró con que su Imperio se sostenía en las bayonetas francesas y conservadoras, más que en la aceptación popular.

    Luego de nombrar a su gabinete Maximiliano expidió un Estatuto Provisional a fin de preparar la organización definitiva del Imperio,¹² y para que sirviera de norma. Se señaló que el Emperador gobernaría por medio de un Ministerio, compuesto de nueve departamentos ministeriales, encomendados al Ministro de la Casa Imperial: de Estado, de Negocios Extranjeros y Marina, de Gobernación, de Justicia, de Instrucción Pública y Cultos, de Guerra, de Fomento y de Hacienda.¹³ El Estatuto ponía especial empeño en la reconstrucción y aseguramiento del nuevo orden y, para ello, debían sanearse las finanzas, ordenar la vida política y organizar el ejército; en él se dispuso que, con el fin de lograr una administración política y militar más eficiente se fraccionara el territorio nacional en unidades más pequeñas que las existentes. Se divide por ahora, para su administración, en cincuenta departamentos, cada Departamento en distritos, y cada Distrito en municipalidades. Una ley fija[rá] el número de distritos y municipalidades, y su respectiva circunscripción.¹⁴ Al frente de cada departamento el archiduque puso a un prefecto:

    Los Prefectos son los subdelegados del Emperador para administrar los departamentos cuyo gobierno se les encomienda, y ejercen las facultades que las leyes les demarcan. Cada Prefecto tendrá un Consejo de Gobierno departamental, compuesto del funcionario judicial más caracterizado, del Administrador de Rentas, de un propietario agricultor, de un comerciante y de un minero o industrial, según más convenga a los intereses del Departamento.¹⁵

    Se conformaron también ocho divisiones militares, con sedes en Toluca, Puebla, San Luis Potosí, Guadalajara, Monterrey, Durango, Mérida y Culiacán, y en cada lugar se puso un comandante, subprefecto a su vez de la Guardia Rural de los departamentos.¹⁶ El Estatuto establece igualmente la elección de comisarios imperiales y

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