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El análisis de las relaciones internacionales
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El análisis de las relaciones internacionales

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La autoridad de K. W. Deutsch —figura de prestigio internacional— para escribir este libro, es ampliamente reconocida. Acerca de esta obra suya ha escrito: se trata de "una introducción al estudio de las relaciones internacionales en nuestra época", esto es, de una introducción al arte y la ciencia de la supervivencia de la humanidad. "Si se destruye la civilización dentro de los próximos treinta años, no será por causas del hambre y las plagas, sino por obra de la política exterior y de las relaciones internacionales. Podemos enfrentar el hambre y las pestes, pero aún no somos capaces de controlar el poder de nuestras propias armas y de nuestra conducta como Estados nacionales.
"Equipados con instrumentos sin precedentes, que permiten desarrollar la acción nacional en forma de ideologías y armas, los Estados nacionales se han convertido en vehículos cada vez más peligrosos del conflicto internacional, cuyas posibilidades de escalada pueden llevar a la destrucción mutua y a la aniquilación final. El Estado nacional mantiene el poder de controlar la mayoría de los eventos que ocurren dentro de sus límites, pero de muy pocos de los eventos —o aun de las acciones— que se producen más allá de ellos.
"Las relaciones internacionales pertenecen al sector de la acción humana donde la inevitable interdependencia se une a un control inadecuado. No podemos escapar de las cuestiones mundiales ni configurarlas totalmente a nuestra voluntad. Sólo es posible tratar de adecuar el mundo a la vez que nos adecuamos a él. Dentro de este ámbito limitado, debemos conservar y, cuando sea posible, acrecentar nuestros más entrañables valores.
"Mis propios valores quedarán de manifiesto a lo largo del libro. El lector puede compartirlos o rechazarlos, o seleccionar algunos de ellos. He tratado de fundamentar todos mis juicios y de no permitir que mis preferencias me engañaran. El lector puede decidir por sí mismo en qué medida he fracasado o tenido éxito en esta búsqueda de realismo y realidad. Puede verificar los hechos presentados aquí y agregar otros que considere pertinentes. Es importante que trate de hacerlo, pues todos estamos vinculados con la misma empresa: la búsqueda de un camino tolerable hacia la paz y la libertad en todas partes. Es una búsqueda difícil, pero no podemos eludirla." (Del prefacio del autor.)
Sin lugar a dudas este es uno de los mejores libros de geopolítica internacional contemporánea que se haya escrito después de la Segunda Guerra Mundial, que por su visión, su contenido y sus enseñanzas es un documento de obligatoria tenencia para politólogos, geopolitógos, diplomáticos, historiadores, militares y policías de todos los países, analistas de opinión, estrategas de campañas políticas, docentes de ciencias sociales, profesionales en relaciones internacionales, centros de estudios políticos y en general personas interesadas en conocer la fenomenología sociopolítica del siglo XXI.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 dic 2017
ISBN9781370711628
El análisis de las relaciones internacionales
Autor

Karl W. Deutsch

Karl Wolfgang Deutsch (–) fue un científico social y político nacido en Praga-Checoslovaquia en una familia alemana el 21 de julio de 1912 falecido en Cambridge Massachussetts el 1 de noviembre de 1992. Su trabajo se centró en el estudio de guerra y paz, nacionalismo, cooperación y comunicación. También se le conoce por su interés en introducir métodos cuantitativos y análisis de sistema formales dentro del campo de las ciencias políticas y sociales, y es uno de los científicos sociales más conocidos del siglo XX.Karl estudió Derecho en la Universidad alemana de Praga, donde se graduó en 1934. Suspendió sus estudios complementarios cuando su abierta postura antinazi provocó la oposición del alumnado pro-Nazi. En 1939, Deutsch obtuvo una beca para llevar a cabo estudios superiores en la Universidad de Harvard donde recibió un segundo doctorado en ciencia política en 1951.Durante Segunda Guerra mundial, trabajó para la Oficina de Servicios Estratégicos, y participó como estudiante de posgrado en la conferencia de San Francisco que tuvo como consecuencia la creación de las Naciones Unidas en 1945. Deutsch enseñó en varias universidades; primero en el MIT, de 1943 a 1956; después en la Universidad de Yale hasta el año 1967; y de nuevo en Harvard, hasta 1982. Actuó como Profesor de la Paz Internacional de Stanfield en Harvard, cargo que ocupó hasta su muerteDeutsch trabajó exhaustivamente en el campo de la cibernética, sobre la aplicación de modelos de simulación y dinámica de sistemas para el estudio de los problemas sociales, políticos y económicos, conocido como problemas retorcidos. Se basó en iniciativas anteriores para refomar el mundo tales como las adelantadas y promovidas por los autores del Club de Roma en Los Límites del Crecimiento, de Donella Meadows, et al. (1972). Introdujo nuevos conceptos en la literatura, como fue la Comunidad de Seguridad.Ocupó muchos otros puestos de prestigio; fue miembro del consejo de la Fundación de Sociedad Mundial en Zürich, Suiza de 1984 en adelante. También, fue elegido Presidente de la Asociación Americana de Ciencia Política en 1969, de la Asociación Internacional de Ciencia Política en 1976, y de la Sociedad de Investigación de Sistemas Generales en 1983. De 1977 a 1987, fue Director del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales de Berlíin (Wissenschaftszentrum Berlina für Sozialforschung, WZB) en Berlín.

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    El análisis de las relaciones internacionales - Karl W. Deutsch

    INDICE

    Prefacio

    Introducción

    Primera parte

    Diez cuestiones fundamentales

    Herramientas de pensamiento

    El poder y el Estado nacional

    Los límites del poder: Símbolo y realidad

    Segunda parte

    Grupos e intereses

    El poder de las élites

    Grupos de interés de finalidad general

    Tercera parte

    Cómo un Estado se controla a si mismo

    Cómo se hace la política exterior

    El análisis de las relaciones internacionales

    Cómo surgen los conflictos entre los Estados

    Diplomacia y coaliciones

    Fallas de los controles y formas de guerra

    Algunas alternativas de la escalada y de la guerra

    Integración Internacional y Supranacional

    Organizaciones universales de finalidad general

    Las organizaciones regionales y la integración

    Cómo alcanzar y mantener la integración

    Bibliografía

    PREFACIO

    Una introducción al estudio de las relaciones internacionales en nuestra época es una introducción al arte y la ciencia de la supervivencia de la humanidad. Si se destruye la civilización dentro de los próximos treinta años, no será por causa del hambre y las plagas, sino por obra de la política exterior y de las relaciones internacionales. Podemos enfrentar el hambre y las pestes, pero aún no somos capaces de controlar el poder de nuestras propias armas y de nuestra conducta como Estados nacionales.

    Al poseer instrumentos sin precedentes, que permiten desarrollar la acción nacional en forma de ideologías y armas, los Estados nacionales se han convertido en vehículos cada vez más peligrosos del conflicto internacional, cuyas posibilidades de escalada pueden llevar a la destrucción mutua y a la aniquilación final. El Estado nacional mantiene el poder de controlar la mayoría de los eventos que ocurren dentro de sus límites, pero de muy pocos eventos —o aún acciones— que se producen más allá de ellos.

    Las relaciones internacionales pertenecen al sector de la acción humana donde la inevitable interdependencia se une a un control inadecuado. No podemos escapar de las cuestiones mundiales ni configurarlas totalmente a nuestra voluntad. Sólo es posible tratar de adecuar el mundo a la vez que nos adecuamos a él. Dentro de este ámbito limitado, debemos conservar y, cuando sea posible, acrecentar nuestros más entrañables valores.

    A medida que la práctica de las relaciones internacionales se vuelve más difícil y decisiva, el estudio de éstas trata de mantenerse al mismo paso. Los extraordinarios progresos ocurridos en este campo en las últimas tres décadas incluyen cambios en los conceptos y teorías básicos, estimulados por el encuentro de las ciencias más nuevas de la conducta (psicología, sociología y antropología) con otras disciplinas de más antigua data (ciencia política, historia y economía).

    Estos cambios teóricos fueron acompañados por el desarrollo de nuevos métodos de investigación, el empleo de procedimientos estadísticos de análisis y la creciente disponibilidad de datos empíricamente verificables.

    A lo largo de este libro he tratado de introducir al lector en esos tipos más recientes de investigación y análisis. Todos estos cambios hicieron que el estudio de las relaciones internacionales resultara más profesional que nunca, con lo cual buena parte de la literatura anterior, aunque de ningún modo toda, se volvió anticuada.

    Pero las relaciones internacionales y la política exterior son demasiado importantes como para dejarlas en manos de los especialistas. Muchos jóvenes pensaron que los asuntos mundiales no tienen por qué interesarles, hasta que las juntas de reclutamiento les dijeron algo distinto. Si nuestras vidas están tan profundamente influidas por las cuestiones internacionales, y nuestras respuestas a ellas resultan tan esenciales, debemos aumentar nuestra capacidad de comprensión, decisión y acción.

    El conocimiento es diferente de los valores. Los valores motivan la búsqueda de conocimiento y hacen que algunas de sus consecuencias nos resulten más notables que otras. El conocimiento nos dice cuáles de nuestros valores pueden estar en conflicto, y dónde y cuándo nuestros medios comienzan a lesionar y destruir nuestros fines en lugar de servirlos.

    Mis propios valores quedarán de manifiesto a lo largo del libro. El lector puede compartirlos o rechazarlos, o seleccionar algunos de ellos. He tratado de fundamentar todos mis juicios y de no permitir que mis preferencias me engañaran. El lector puede decidir por sí mismo en qué medida he fracasado o tenido éxito en esta búsqueda de realismo y realidad. Puede verificar los hechos presentados aquí y agregar otros que considere pertinentes. Es importante que trate de hacerlo, pues todos estamos vinculados con la misma empresa: la búsqueda de un camino tolerable hacia la paz y la libertad en todas partes. Es una búsqueda difícil, pero no podemos eludirla.

    Al escribir este breve libro diversas personas me ayudaron de muchas maneras. Los colegas cuyos puntos de vista aproveché en varias oportunidades incluyen a Hayward R. Alker (h.), Gabriel Almond, Kenneth E. Boulding, Richard C. Chadwick, Robert Dahl, Alexander Eckstein, Rupert Emerson, Lewis J. Edinger, Cari J. Friedrich, Harold Guetzkow. Ernst B. Haas, Stanley Hoffmann, Michael Hudson, Samuel Huntington. Alex Inkeles, Irving Janis, Herbert C. Kelman, Henry Kissinger, U. W. Kitzinger, Hans Kohn, Harold Lasswell, Daniel Lerner, Seymour Martin Lipset. Roy C. Macridis, Robert Margolin, Richard L. Merritt, James Grier Miller. Joseph Nye, Talcott Par-sons, John Plamenatz, Ithiel Pool, Donald J. Puchala, Lucian Pye, Anatol Rapoport, Rudolph Rummel, Bruce M. Russett. Dankwart Rustow, Burton Sapin, I. Richard Savage, Thomas C. Schelling, Erwin Scheuch, J. David Singer, Richard C. Snyder, Harold Sprout, Raymond Tanter, Robert Triffin, Sidney Verba, Hermann Weilenmann, y el inolvidable Norbert Wiener cuya pérdida lamentamos. Ninguno de ellos, por supuesto, tiene responsabilidad alguna en lo referente a mis puntos de vista o a los errores que haya cometido.

    Deseo agradecer la ayuda que me prestaron en la investigación, computación y otras cuestiones, Irvin C. Bupp, James Chapman, Gordon Fowler, Linda Groff, Peter Natchez y Brigitte Rosenbusch, y la valiosa colaboración de Helen D. Alsen y Lucille McKenna como secretarias.

    El primer borrador de varios capítulos fue redactado en el ambiente de estudio ideal de la Villa Serbelloni de la Fundación Rockefeller en Bellagio, Italia. La investigación utilizada en este libro fue apoyada en parte por la Carnegie Corporation, por las Universidades de Harvard y de Yale y por el Mental Health Research Institute de la Universidad de Michigan.

    Karl w. Deutsch

    Universidad de Harvard

    INTRODUCCIÓN

    Tal como lo ven los norteamericanos, la mayor parte del mundo está habitada por extranjeros. Es decir, de los 3200 millones de personas que pueblan el mundo, menos de 200 millones —menos de uno sobre dieciséis— son norteamericanos. Son una minoría de la humanidad, no sólo en número sino también en territorio, propiedad, conocimiento y (presumiblemente) poder.

    Aunque Estados Unidos es un país grande ocupa menos de medio continente, que sólo es uno entre cinco. En términos económicos, aun con el método más favorable de estimación, tienen menos de un tercio del producto bruto nacional del mundo, y su parte en la producción mundial de acero y de energía es aún menor.

    Lo mismo vale para la producción de conocimiento: sólo un puñado de ganadores del Premio Nobel, y una minoría de los grandes inventores y descubridores del mundo fueron norteamericanos. Todos estos hechos sugieren que mucho menos de la mitad del potencial mundial en cuanto a poder político y militar está bajo el control nacional directo de Estados Unidos.

    Pero el mismo problema lo enfrentan todas las otras naciones: cada una de ellas es también una minoría dentro de la humanidad. Por ejemplo los chinos, por muchos que sean, son menos de un cuarto de la humanidad, y toda la población de la India (contada como un solo pueblo) no llega a sumar un sexto.

    Y por más que se haya desarrollado en años recientes el poderío industrial de la Unión Soviética, su población es menos de una quinceava parte de la humanidad y sus ingresos sólo llegan más o menos a la mitad de los correspondientes a los Estados Unidos, o sea, menos de un sexto del total mundial. Todas las otras naciones del mundo son todavía mucho más pequeñas, y por ende constituyen grupos mucho más minoritarios en la Tierra.

    Sin embargo, por grandes o pequeños que sean, todas las naciones del mundo, incluido E.U.A., deben tomar muy en cuenta lo que están haciendo los extranjeros y, si desean realizar más de lo que pueden lograr con sus propios recursos limitados, deben buscar la cooperación de esos extranjeros. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo, porque los extranjeros pueden ser muy diferentes, comenzando por características tan obvias como la apariencia. Más de dos tercios de la humanidad son no blancos (NA-1) por ejemplo, y a fines de este siglo es probable que esa proporción se eleve a los tres cuartos.

    NA-1 No blancos incluye a los pueblos de piel negra, marrón, roja y amarilla, todos ellos grupos minoritarios dentro del total de la humanidad.

    Además, más de dos tercios de la humanidad son no cristianos. Pero si los cristianos son una minoría en el mundo, otro tanto ocurre con los musulmanes, los judíos, los budistas, los hindúes, los comunistas, los aristotélicos, los positivistas lógicos y los adherentes de cualquier otra religión, filosofía o ideología organizada. Son todas minorías dentro de la humanidad y, en verdad, en la medida de nuestro conocimiento, siempre lo han sido.

    La humanidad tiene mucho en común en lo que respecta a la naturaleza humana y a las necesidades y esperanzas humanas; pero hasta ahora ha mostrado una irremediable diversidad de lenguaje, cultura, religión, filosofía, ideología y, sobre todo, gobierno. Hasta este momento nunca fue controlada o manejada en forma efectiva por un solo gobernante, una sola organización o un solo credo, aunque en el curso de la historia, tal como en nuestra época, muchos gobernantes, organizaciones y credos trataron o pretendieron hacer exactamente eso.

    Aunque los hombres son irremediablemente distintos, también son inevitablemente interdependientes; y en algunos aspectos esta interdependencia ha aumentado en esta época en que el mundo se va empequeñeciendo. Después de todo, aun los pueblos más ampliamente separados del mundo sólo pueden vivir a lo sumo a una distancia equivalente a la mitad del perímetro de la Tierra: más o menos 20.000 kilómetros, o aproximadamente la distancia que separa a la ciudad de Nueva York de Saigón, en Vietnam del Sur.

    La mayoría de los otros lugares de la Tierra están mucho menos distantes: Pearl Harbor en Hawái; Tokio e Hiroshima en Japón; playas Omaha y Utah en la península francesa de Normandía; Berlín dividida entre Alemania del Este y del Oeste; Taipéi en la isla de Taiwán; Seúl en Corea del Sur; Port Said al borde del canal de Suez, en Egipto; Budapest en Hungría; Beirut en el Líbano; La Habana en la isla de Cuba.

    Los eventos espectaculares que ocurrieron en cada uno de estos lugares en algún momento durante la vida de la presente generación de adultos implicaron una significativa diferencia para la vida del pueblo norteamericano. Esos eventos influyeron sobre sus negocios y sus oportunidades personales, y también sobre sus impuestos, y han alargado la lista de miembros de las fuerzas armadas muertos en guerras abiertas o no declaradas, en suelo extranjero.

    Esta interdependencia ha ido aumentando rápidamente en lo que respecta a cuestiones militares. Todos los lugares de la Tierra están hoy a menos de dos días de vuelo en jet, contados desde el punto más lejano. Con proyectiles guiados la distancia es aproximadamente de cuarenta minutos.

    Una comunicación mundial casi instantánea, relegada durante mucho tiempo a aparatos inalámbricos y carentes de imágenes, se produce ahora en forma de sonido más imágenes de color por vía de la televisión, retransmitidas por satélites de comunicaciones que giran en torno de la Tierra. (Los satélites, dotados de poderosas cámaras fotográficas, permitieron al espionaje alcanzar nuevas alturas, tanto físicas como de refinamiento.)

    Hay otros signos, quizá más sutiles, de la creciente interdependencia. La tasa del impuesto a los réditos en los Estados Unidos, según se ha dicho, se establece en Moscú, puesto que nuestro gobierno y nuestros votantes han sentido que debemos por lo menos igualar y compensar el poderío y los gastos militares de Rusia. Razonando de la misma manera, elementos adicionales de nuestra tasa de impuesto a los réditos han sido fijados en Pekín y en Hanoi.

    Sin embargo, los gobiernos de Moscú y de Pekín han afirmado que deben por lo menos igualar y compensar la parte de nuestro poder que podría dirigirse contra ellos; y así, puede decirse que parte de sus gastos militares —y por ende de los sacrificios de las amas de casa rusas y chinas— ha sido determinada por las decisiones políticas que se tomaron en Washington. Y lo que es cierto respecto de las naciones más grandes y poderosas del mundo, no es menos cierto respecto de las más pequeñas.

    Todas las naciones son interdependientes en lo referente a política y estrategia. Ninguna nación, por pequeña que sea, puede ser dueña de su destino en espléndido aislamiento, dueña de su sangre y su tesoro; pero ninguna nación, por grande que sea, puede forzar a las otras a plegarse a sus mandatos ni convertirlas rápidamente a sus propias creencias.

    No obstante, somos interdependientes con el resto del mundo en muchos otros aspectos, y no simplemente en la política y el poder. Todos sabemos vagamente que la ciencia, la tecnología y la medicina son internacionales, pero pocos de nosotros nos hemos detenido a pensar exactamente lo que esto significa.

    Significa, como hecho escueto, que ningún pueblo y ningún país del mundo podría haber alcanzado su presente nivel de tecnología, prosperidad y salud —ni podría mantener su presente tasa de progreso— sin la ayuda decisiva de descubrimientos y contribuciones foráneos. Un importante líder de la ciencia norteamericana, el físico Karl T. Compton, recordaba en una oportunidad a sus conciudadanos que sólo tres de los doce descubrimientos básicos que permitieron la liberación de energía atómica fueron realizados por norteamericanos. El hecho de que una cuarta parte de este descubrimiento capaz de cambiar la faz del mundo constituyera la contribución de una decimosexta parte de la humanidad (que es, como recordamos, la parte correspondiente al pueblo norteamericano) puede muy bien ser una razón de orgullo nacional, pero el hecho de que dependamos de los extranjeros para las tres cuartas partes de este conocimiento decisivo puede muy bien ayudar a que nos veamos en una perspectiva más adecuada.

    Ningún país podría mantener a muchos de sus habitantes en condiciones de vida sin ayuda de los extranjeros. En nuestros hospitales y consultorios médicos se salvan diariamente miles de vidas mediante la aplicación de sueros y remedios descubiertos por científicos de otros países.

    En el último medio siglo se descubrió la penicilina en Inglaterra, las sulfamidas en Alemania, los isótopos radiactivos en Francia, la insulina en Canadá. Si en todos nuestros envases de remedios se escribieran con caracteres brillantes los nombres y los países de sus descubridores, recibiríamos una lección de ciudadanía mundial en el mostrador de cada farmacia; y si mañana todos los remedios descubiertos por extranjeros perdieran su poder, el número de muertos en nuestras calles sería impresionante.

    Pero hay otra cara de la moneda: aunque los países del mundo se están volviendo más interdependientes respecto de la estrategia y la ciencia, y quizá de la política exterior, va disminuyendo un poco su interdependencia en lo que se refiere al lenguaje, la educación, la economía y, quizá, la política interior.

    Más adelante, en este libro, examinaremos algunas pruebas que sugieren que la importancia relativa de las dos viejas lenguas mundiales, el francés y el inglés, ha ido declinando un poco, y que en muchas regiones del mundo han ocupado por lo menos parte del lugar de éstas una pluralidad de lenguas nacionales, y a veces regionales.

    En la mayoría de los países, el progreso económico y cultural va acompañado por un aumento del uso de su propia lengua nacional, y también por una declinación de la proporción de estudiantes (y por ende, más tarde, de líderes ' educados en el exterior. Entre los estudiantes secundarios norteamericanos, los que estudiaban fuera de los Estados Unidos al comienzo de la década de 1960 llegaban a más o menos el 0,5 por ciento del total, y esta pequeña proporción se redujo aun algo después de 1965, por el impacto del reclutamiento.

    En forma similar, junto con el progreso económico y el crecimiento de la población, va declinando la proporción entre comercio exterior y producto bruto nacional. La tecnología moderna es una tecnología de sustitutos: mucho de lo que debía importarse en el pasado, tal como lana o seda, puede reemplazarse ahora por algo de fabricación nacional, tal como el orlón o el nilón.

    Al mismo tiempo, una parte creciente del ingreso nacional consiste en servicios producidos en su mayor parte dentro del país, tales como habitación, escuelas, cuidados sanitarios, etcétera. Como resultado, los exportadores e importadores, y todos los grupos de interés vinculados con el comercio exterior, tienden ahora a controlar una proporción cada vez menor de la riqueza y la mano de obra de cada país, y por lo tanto participan cada vez menos de los recursos potenciales que permiten ejercer influencia en la política.

    Es difícil pero necesario sintetizar los resaltados generales de esta primera observación de hechos y tendencias. Todo pueblo, toda raza, todo credo es sólo una minoría en un mundo de extranjeros, que resulta a la vez inevitable e imposible manejar. Es en muchos sentidos inmanejable debido a su pluralidad y diversidad; y es inevitable porque nuestra interdependencia con los otros países y pueblos es muy grande y muy real.

    En algunos aspectos, esta interdependencia ha ido creciendo en las últimas décadas, mientras en otros aspectos ha ido declinando. Por lo tanto, en casi todos los países del mundo la política exterior y la política interna son empujadas y tironeadas a menudo, al mismo tiempo, en diversas direcciones contradictorias, y la seguridad y prosperidad de cada país, e incluso la supervivencia de la humanidad, pueden depender del resultado de estas múltiples disputas.

    Las relaciones internacionales son demasiado importantes como para ignorarlas, pero resultan también muy complejas como para que se las pueda comprender de primo intento. Debemos tratar de hacer algo mejor.

    En una emergencia médica, todos los que tienen formación en esa ciencia están obligados a prestar los primeros auxilios y a ayudar de cualquier otra manera a sus congéneres, en la medida de lo necesario. Sabemos en medicina que el individuo es una víctima de la enfermedad, pero que también es un agente importante de su propia recuperación. Algo similar vale en el caso del ciudadano.

    Puede ser la víctima de la política, pero también puede hacer mucho por mejorarla y mejorar su propio destino y el de su país. Nosotros, que tenemos la oportunidad y el privilegio de recibir una educación más elevada, debemos a nuestros semejantes la mejor ayuda que podamos darles, como ciudadanos informados, competentes y responsables de nuestros países y del mundo; debemos hacer todo lo posible para llegar al núcleo de las cuestiones y tratar de ayudar a cada uno y a todos a enfrentarse con las crisis y emergencias recurrentes en la política internacional de nuestro tiempo.

    Pero en este caso es tan necesaria la competencia como la compasión. En medicina, un ignorante bien intencionado no es un médico sino un curandero. En una emergencia puede poner en peligro la vida del paciente. En política, un ciudadano lleno de entusiasmo y celo pero mal informado, constituye una amenaza. El y sus compañeros pueden poner en peligro las libertades y la vida de millones de personas, incluida la propia. En nuestra época, las ruinas de Hamburgo y Berlín, de Hiroshima y Tokio, se irguieron como monumentos al elevado costo de la ignorancia en política internacional.

    Por lo tanto, debemos estudiar las relaciones internacionales del modo más profundo, cuidadoso y responsable que nos permita nuestro limitado tiempo y recursos. Es probable que ningún otro tema tenga una repercusión tan directa sobre lo que el estadista norteamericano Bernard Baruch llamó una vez una elección entre la vida y la muerte'.

    Este breve libro sólo puede ofrecer una primera introducción a ese estudio. Abarcará cinco secciones. La primera tratará de lo que queremos conocer: la sustancia de las relaciones internacionales. La segunda sección preguntará cómo podemos llegar a conocer nuestro tema; se referirá a los métodos de investigación y análisis, de observación y, a veces, incluso de experimentación.

    La tercera sección sintetizará algunos de los resultados obtenidos. La cuarta sección explorará diversas implicaciones de esos resultados. Y la quinta y última sección examinará algunos de los próximos pasos que pueden darse en nuestra búsqueda de conocimiento verificable y utilizable, y de acción provechosa y efectiva.

    PRIMERA PARTE

    LO QUE QUEREMOS CONOCER: LA SUSTANCIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

    Mucho de lo que queremos saber acerca de las relaciones internacionales puede agruparse en diez cuestiones fundamentales. En una u otra forma, esas cuestiones han sido formuladas durante muchos siglos por los científicos políticos, así como por los líderes políticos y los ciudadanos comunes.

    Para muchas preguntas derivadas de esas cuestiones fundamentales hay respuestas tradicionales de alguna clase, habitualmente de varias; pero como ocurre en la mayoría de los campos del conocimiento, esas respuestas tradicionales deben ser tomadas con precaución.

    Es más difícil obtener respuestas más precisas a esas preguntas, y aún más alcanzar siquiera un pequeño conocimiento acerca de ellas que pueda ser sometido a prueba, reproducido y verificado impersonalmente o, de lo contrario, desaprobado, de modo que se lo pueda llamar en algún sentido conocimiento científico.

    Sin embargo, debemos tratar de obtener tal conocimiento, y en su búsqueda, nuestras diez cuestiones fundamentales con sus preguntas pueden ayudarnos a hacer que ésta siga siendo pertinente para lo que deseamos y necesitamos saber.

    CAPÍTULO 1

    DIEZ CUESTIONES FUNDAMENTALES

    Las diez cuestiones fundamentales de las que nos ocuparemos son las siguientes:

    1. Nación y mundo: ¿Cuáles son las relaciones que existen entre una nación y el mundo que la rodea? ¿Cuándo, cómo y con qué velocidad es probable que surja un pueblo, un Estado y una nación, y cuándo, cómo y con qué velocidad pueden desaparecer? Mientras subsisten ¿cómo se relacionan con otros pueblos, Estados y naciones? ¿Cómo se comportan con los pequeños grupos que existen dentro de ellos, y con los individuos, y cómo se relacionan con las organizaciones internacionales y con el sistema político internacional?

    2. Guerra y paz: ¿Cuáles son los determinantes de la guerra y la paz entre las naciones? ¿Cuándo, cómo y por qué comienzan, siguen y terminan las guerras? ¿Cómo funcionaron estos procesos en el pasado, cómo funcionan hoy y cómo es probable que funcionen en el futuro? ¿Cuánta lucha es probable que soporte un pueblo y de qué clase? ¿Cuándo, con qué propósitos y en qué condiciones?

    3. Poder y debilidad: ¿Cuál es la naturaleza del poder o debilidad de un gobierno, o de una nación, en la política internacional? ¿Cuáles son las fuentes y condiciones de tal poder? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cuándo, cómo y por qué cambia el poder?

    4. Política internacional y sociedad internacional: ¿Qué es política en las relaciones internacionales, y qué no lo es? ¿Cuál es la relación que existe entre política internacional y vida de la sociedad de naciones?

    5. Prosperidad y pobreza: ¿De qué magnitud es la desigualdad en la distribución de la riqueza y la renta entre las naciones del mundo? ¿De qué magnitud es la desigualdad respecto de otros valores relacionados con aquélla, tales como la expectativa de vida o la educación? ¿Son las diferencias económicas entre las naciones mayores o menores que dentro de ellas, tal como ocurre entre grupos étnicos o raciales, o entre regiones o clases? ¿Crecen o decrecen algunas de estas desigualdades? ¿Con qué velocidad y en qué medida? ¿Qué determina la naturaleza de estas distribuciones y la magnitud y dirección de estos cambios? ¿Qué podría hacerse para producir en forma deliberada tales cambios? ¿Con qué velocidad y en qué medida?

    6. Libertad y opresión: ¿Cuánta gente se preocupa por la independencia de otros pueblos o países, y cuántos se preocupan por la libertad dentro de su propio país y nación? ¿Qué es lo que están dispuestos a hacer en ese sentido? ¿Cuándo y en qué condiciones? ¿Qué es lo que la gente percibe como libertad: una amplia gama de elecciones con tolerancia para las minorías y para el inconformidad individual, o la sumisión masiva al dominio de la mayoría, a la tradición, a algún líder en el que confía o a alguna tiranía que le agrada y a la que está acostumbrada? ¿En qué medida perciben la libertad como un valor en sí misma, y en qué medida la ven sobre todo como un instrumento para alcanzar otros valores que para ellos son más importantes?

    ¿Qué condiciones influyen sobre tales percepciones y elecciones, o las modifican? ¿Con qué velocidad y en qué medida? ¿De qué magnitud son las diferencias existentes entre las clases y cantidades de libertad que la gente desea en las distintas naciones, y en los diferentes grupos dentro de una nación? ¿De qué magnitud son las diferencias en las clases y cantidades de libertad que obtienen? ¿Hasta dónde v con qué velocidad cambian estas distribuciones? ¿Cuándo y en qué condiciones?

    7. Percepción e ilusión: ¿Cómo perciben a sus propias naciones los líderes y miembros de ellas, y cómo perciben a otras naciones y a las acciones que éstas realizan? ¿En qué medida son realistas o ilusorias esas percepciones? ¿Cuándo, en qué sentido y en qué condiciones? ¿En qué condiciones son perceptivos los gobiernos y los electorados, y respecto de qué materias se muestran obtusos o ciegos? ¿En qué medida los gobiernos nacionales funcionan como fuente del engaño masivo, el mito y el autoengaño? ¿Qué efecto tiene todo esto sobre la capacidad de los gobiernos y los Estados nacionales para controlar su propia conducta y prever las consecuencias de sus acciones? ¿Cuál es el error promedio de los estadistas? ¿Con qué frecuencia toman algunas decisiones importantes acerca de la guerra o la paz sobre la base de algún error fundamental en un punto de hecho? ¿Qué podría hacerse, de ser posible, para que los errores sean más raros y la percepción más realista?

    8. Actividad y apatía: ¿Qué parte y qué grupos de la población manifiestan un interés activo en la política? ¿Qué parte y qué grupos lo muestran respecto de las cuestiones internacionales? ¿Qué condiciones tienden a ampliar o disminuir estas proporciones de participantes activos? ¿Con qué velocidad y en qué aspectos? ¿Qué estratos más amplios de la población deben considerarse relevantes para la política en algún lugar y momento?

    ¿Cuáles son las condiciones que probablemente cambien la magnitud de estos estratos políticamente relevantes? ¿Cuáles son los efectos de tales cambios en el monto de participación política real y potencial en los procesos de la política y en sus resultados? Particularmente, ¿cuáles son los efectos que los cambios en el grado de participación de la masa en política producen sobre la conducción y el resultado de los asuntos internacionales? ¿Qué clases de políticas y de asuntos mundiales pueden existir entre poblaciones que están limitadas, en gran medida, a una economía de subsistencia y que se muestran apáticas respecto de las cuestiones políticas? ¿Y qué clase de política nacional e internacional es probable que desarrollen a causa de un agudo aumento en el uso de la moneda y en las comunicaciones de masas, el aprendizaje de la lectura y escritura, la movilidad social y la participación política? Es obvio que éste es un serio problema en los países en desarrollo, pero también lo es para países grandes y avanzados tales como los Estados Unidos de América, Francia y la Unión Soviética.

    9. Revolución y estabilidad: ¿En qué condiciones es probable que sean derrocados los gobiernos? ¿Cuándo, en qué condiciones y en qué medida es probable que élites dirigentes enteras o clases privilegiadas pierdan parte de su poder y posición? ¿Qué cambios permanentes o irreversibles producen las revoluciones? ¿Cuándo y cómo se descartan en todo o en parte sistemas enteros de carácter legal, económico o social, o pautas íntegras importantes de cultura, y se los reemplaza posiblemente por otros sistemas y pautas? ¿Con qué velocidad ocurren estos amplios procesos de cambio, y a qué costo de daño material y sufrimiento humano? ¿Sobre qué grupos de la población recaen esos costos, por un lapso breve o prolongado? ¿Qué beneficios a corto o largo plazo producen esos cambios, y a quiénes se los otorga? ¿Qué tiempo se requiere para que se establezca la estabilidad política y social después de un período de revolución?

    ¿Cómo, con qué resultados y a qué costos para quiénes? ¿Y cuáles son los efectos de tales procesos de revolución, contrarrevolución y posible estabilización de un orden político o social viejo o nuevo, sobre el curso de la política internacional? ¿Cómo, en síntesis, pueden afectar las revoluciones internas a los asuntos internacionales, y cómo pueden afectar las influencias extranjeras y los eventos internacionales a la estabilidad o el derrocamiento revolucionario de los regímenes internos y los sistemas políticos de determinados países? ¿Qué pueden hacer los gobiernos, estadistas y electorados respecto de estos procesos? ¿En qué medida pueden ser influidos o controlados esos procesos mediante la acción deliberada? ¿Cuándo, a qué costo y en qué dirección?

    10. Identidad y transformación: ¿Cómo conservan su identidad los individuos, los grupos, los pueblos y las naciones a través de todos estos cambios? ¿En qué consiste esta identidad, en lo que respecta a los elementos o aspectos de su estructura interna, y qué diferencia producen en su conducta observable? ¿En qué medida la propia identidad constituye una necesidad real de las personas y los grupos, y qué ocurre si esa necesidad no se satisface? ¿En qué medida es un valor en sí misma esa identidad propia, y en qué medida es una condición o un instrumento para alcanzar otros valores? ¿Cómo se adquiere el sentido de la identidad y la realidad de la identidad, y cómo se los pierde? ¿Hasta dónde, con qué rapidez y en qué condiciones? ¿En qué medida las personas, clases, élites, gobiernos, pueblos y naciones son todos como leopardos, que no pueden cambiar sus manchas, y en qué medida son capaces de transformación y auto-transformación?

    Para reformular ahora la primera pregunta de este párrafo: ¿En qué medida pueden cambiar su conducta, metas, su estructura interna y su carácter, y en qué medida pueden, con todo, preservar a través de estos cambios su propia identidad? ¿Cuáles son los efectos que la transformación de las personalidades y grupos produce sobre una nación, y la transformación de una nación sobre las personalidades y grupos? Particularmente, ¿cuáles son los efectos de los cambios internacionales sobre la transformación nacional y la identidad nacional, y cuáles son los efectos de la transformación de una nación, o de algunos grupos o clases sociales dentro de ella, sobre otras naciones y sobre el sistema internacional?

    Es evidentemente más fácil formular tales preguntas

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