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Construyendo lo global. Aporte al debate de Relaciones Internacionales
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Libro electrónico612 páginas11 horas

Construyendo lo global. Aporte al debate de Relaciones Internacionales

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Relaciones de conocimiento centro-periferia: hegemonía, contribuciones locales e hibridación , Migración internacional de colombianas en la Ciudad de México: transnacionalismo y globalización ; La Unión Europea como actor global del soft al hard power: ¿una potencia civil?; El papel de los actores internos en los procesos de integración: el caso de la CAN ; Secutirización en tiempos de globalización: elementos para el análisis en el área Andina ; y Colombia y el nuevo panorama de la integración regional , son algunos de los temas que aborda esta obra fruto del trabajo colaborativo de 21 destacados académicos, expertos en el tema de las Relaciones Internacionales. La obra, dirigida a estudiantes de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, así como a investigadores y profesionales en distintas materias, se propone aportar a la reflexión y al debate en temas internacionales, para contribuir a rediseñar-repensar asuntos clave de política exterior, seguridad, integración y fenómenos globales, y a la proyección de Colombia en el cambiante escenario mundial.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2011
ISBN9789587412680
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    Construyendo lo global. Aporte al debate de Relaciones Internacionales - Horacio Godoy

    Horacio J. Godoy

    Roberto González Arana

    Gabriel Orozco Restrepo

    Editores

    Construyendo lo global : aportes al debate de relaciones internacionales / ed., Horacio J. Godoy, Roberto González Arana, Gabriel Orozco Restrepo ; Gerhard Drekonja-Kornat … [et al.]. -- Barranquilla, Col. : Editorial Universidad del Norte, reimpr., 2011.

    441 p. ; 24 cm.

    Incluye referencias bibliográficas al final de cada capítulo.

    ISBN 978-958-741-173-7 (impreso)

    ISBN 978-958-741-176-0 (PDF)

    ISBN 978-958-741-268-0 (impreso)

    1. Relaciones internacionales. 2. Colombia --Relaciones Exteriores-- Estados Unidos. 3. Estados Unidos --Relaciones Exteriores-- Colombia. 4. Tratados comerciales --América Latina. 5. Colombia --Relaciones Exteriores-- Europa. 6. Europa --Relaciones exteriores-- Colombia. I. Godoy, Horacio J. II. González Arana, Roberto. III. Orozco Restrepo, Gabriel. IV. Drekonja-Kornat, Gerhard. V.Tít.

    (327.09861 C758 22 ed.) (CO-BrUNB)

    www.uninorte.edu.co

    Km 5 vía a Puerto Colombia, A.A. 1569,

    Barranquilla (Colombia)

    © Editorial Universidad del Norte, 2011

    © Horacio J. Godoy, Roberto González Arana y Gabriel Orozco Restrepo, 2011

    Primera edición, septiembre de 2011

    Primera reimpresión, diciembre de 2011

    Coordinación editorial

    Zoila Sotomayor O.

    Diseño y diagramación

    Munir Kharfan de los Reyes

    Diseño de portada

    Joaquín Camargo Valle

    Corrección de textos

    María Guerrero C.

    Conversión a ePub

    Dirección en TIC

    Víctor Peralta M.

    Hecho en Colombia

    Agradecimientos

    Los editores agradecemos y reconocemos el apoyo del Vicerrector Académico de la Universidad del Norte, Alberto Roa Varelo, quien impulsó y animó el desarrollo de este proyecto editorial; al Decano de la División de Humanidades y Ciencias Sociales, José Amar Amar; y a Sara Elena Plata, profesora del Departamento de Historia y del Departamento de Relaciones Internacionales, quienes apoyaron de muy diversas formas para la cristalización de este libro. También a Sandra Álvarez, a Zoila Sotomayor y su equipo editorial y a los pares evaluadores por sus comentarios y sugerencias.

    En el transcurso del proyecto colaboraron estudiantes del programa de Relaciones Internacionales quienes prestaron un aporte clave para que este libro se publicara, entre ellos queremos destacar la labor de Kelin Pino, María Auxiliadora González, Raissa Meneses, Eliana Sanandrés Campis, Melisa Lesser y Sara Numa.

    Por supuesto, reiteramos nuestro profundo agradecimiento a todos los académicos que generosamente aportaron sus ensayos para la cristalización de este proyecto editorial.

    Los editores

    Horacio J. Godoy. Doctorando en Ciencia Política, Florida International University, M. A. Syracuse University. Coordinador de la Maestría en Relaciones Internacionales y profesor del Departamento de Historia y ciencias Sociales, Universidad del Norte. Miembro del grupo Agenda Internacional de la Universidad del Norte.

    Roberto González Arana. Ph.D en Historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia.  Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas, Universidad del Atlántico. Profesor Titular del Departamento de Historia, Universidad del Norte. Investigador del grupo Agenda Internacional. Director del Instituto de Altos Estudios Sociales y Culturales de América Latina y el Caribe, Universidad del Norte. Autor de Las revoluciones latinoamericanas del siglo XX (Ed. Morevellado, 2006); Integración en América Latina y el Caribe (Ediciones Uninorte, 2001), y Colombia y Cuba: Del distanciamiento a la cooperación (Ediciones Uninorte, 1998).

    Gabriel Orozco Restrepo. Ph.D. en Economía y Relaciones Internacionales. Magíster en Diplomacia y Relaciones Internacionales. Filósofo. Se ha desempeñado como consultor y profesor investigador en instituciones de educación superior, como la Universidad Militar Nueva Granada, la Escuela Superior de Guerra y Organizaciones No Gubernamentales. Actualmente se desempeña como profesor de la Universidad del Norte, coordinador del grupo de investigación Agenda Internacional y director del proyecto de investigación Cultura del riesgo en comunidades vulnerables.

    Introducción

    Horacio J. Godoy

    Roberto González Arana

    Gabriel Orozco Restrepo

    Transitamos por un mundo en el que las sociedades son cada vez más interdependientes y las tecnologías de la información y la comunicación alteran nuestra forma de relacionarnos y la comprensión del mismo. Surge como un imperativo plantear estrategias innovadoras y creativas de relación con los distintos actores sociales. En este sentido, el estudio y aporte al debate de relaciones internaciones es una cuestión crucial para una inserción exitosa en el escenario mundial. Esta obra se convierte así en un insumo fundamental para rediseñar-repensar los temas claves de política exterior, seguridad, integración y fenómenos globales en la proyección de Colombia en un dinámico escenario mundial.

    Lo anterior es prioritario, más aun, si tenemos en cuenta que en Colombia el desarrollo de la disciplina de Relaciones Internacionales es aun algo incipiente como campo de conocimiento de una realidad social particular. Paradójicamente, los programas formativos universitarios en todo el país que ofrecen contenidos curriculares con el enfoque de Relaciones Internacionales han crecido sustantivamente. Fue precisamente como respuesta a la necesidad de avanzar en la conformación de una comunidad académica en este nuevo campo que se creó la Red Colombiana de Relaciones Internacionales (REDINTERCOL). Esta se fundó con la intención de llenar ese vacío y crear canales comunicantes entre las distintas instancias que trabajan, investigan y capacitan en diferentes temas alrededor de lo internacional. Fruto del trabajo en la Red se llevó a cabo el I Congreso de Relaciones Internacionales realizado en la Universidad del Norte de Barranquilla durante el segundo semestre de 2009. En ese congreso resultó notable la participación de investigadores de todas las regiones de Colombia, lo que constituye una muestra importante del desarrollo de la disciplina en el país. De este esfuerzo y encuentro de investigadores se presenta una selección de textos sobre algunos de los temas claves en relaciones internacionales.

    La primera sección está dedicada a estudios que se centran en la discusión alrededor de la globalización, como marco general que incluye un amplio espectro de procesos. Desde ensayos que se centran en problemas de la construcción del orden en el sistema internacional, al análisis de los procesos de toma de decisiones, a los múltiples problemas que presentan los procesos de movimientos de personas a través de las fronteras. El desarrollo de Relaciones Internacionales como disciplina, aun de formación reciente en Colombia, enfrenta un gran desafío ante la necesidad de profundizar y ampliar la investigación en los principales temas de la agenda global. Los trabajos incluidos en esta sección son una buen muestra de lo amplio y variado de los temas que integran esta agenda; sin embargo, igualmente se destaca la ausencia de estudios relacionados con problemas de desarrollo social o temas medio ambientales que son de una importancia fundamental y que seguramente se irán abordando en investigaciones futuras.

    La segunda sección recoge un nutrido número de textos sobre asuntos de integración regional y de seguridad. El interés en el tema de integración se justifica en un momento en que los ya largos esfuerzos por crear instituciones regionales atraviesan procesos de cambio, replanteamientos y nuevos replanteamientos. El interés en torno a la integración y seguridad regional, tema de varios de los artículos incluidos, pone de manifiesto uno de los procesos más dinámicos en la actualidad de la región, hecho urgente frente a los grandes cambios en el sistema global. El interés en temas de seguridad muestra que esto no solo ha sido una prioridad en la agenda nacional, sino también una búsqueda por esclarecer los problemas recurrentes del terrorismo, los conflictos limítrofes o la carrera de armamentos a través de un conjunto articulado de teorías y campos conceptuales no restringidos a los ámbitos académicos norteamericanos o europeos. Dicho en otras palabras: los trabajos en el ámbito de seguridad buscan acercarse a problemáticas, amenazas o procesos desde una lectura latinoamericana que no sucumba a la hegemonía académica del establecimiento epistemológico occidental.

    La tercera sección reúne diversos análisis de las relaciones internacionales de Colombia. En el caso colombiano, se trata de explorar además de qué forma las relaciones con los Estados Unidos inciden en los nexos del país con la región pues, como bien sabemos, durante la última década el país se fue aislando por la obsesión en la securitización de su agenda internacional. En esta sección se incluyen algunos trabajos que aunque rebozan el marco de Colombia, nos hablan de procesos que resultan relacionados y con una incidencia importante en la estructura de las relaciones exteriores colombianas en el futuro cercano.

    Sea este el momento de fortalecer las redes y los estudios en torno a relaciones internacionales para un justo balance entre la necesidad de inmediatez y el análisis profundo que permita tomar decisiones más acertadas, no sólo en asuntos tradicionales de política exterior, sino también en los temas más nuevos de la agenda internacional, en donde, sin duda alguna, Colombia con sus actores sociales tiene que replantear su papel y posición, haciendo valer su interés nacional, pero también construyendo lo global desde el debate riguroso y responsable.

    Este libro, por lo tanto, es el fruto de un trabajo colaborativo entre numerosas personas. Como conjunto, delinea una actividad cuantiosa de producción investigativa que se está llevando a cabo en universidades y centros de investigación en Colombia. Como oferta, es un esfuerzo para contribuir a la reflexión y el debate en temas internacionales, tanto en el país como en la región.

    PARTE 1

    Problemas globales

    ¿El fin de la doctrina Monroe?

    Gerhard Drekonja-Kornat[*]

    El actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no sólo debe luchar contra una profunda crisis financiera-económica, sino se encuentra con una Latinoamérica que demuestra una autoconfianza inusual y reclama atención. Esto se corresponde con un desgaste del poder de Estados Unidos —su actuación unipolar en el sistema internacional ha llegado a sus límites— que hace necesarias nuevas formulaciones. En el mundo post-americano[1] Washington tiene que aprender a convencer y a coordinar. Los representantes de un segundo mundo[2] emergente empujan hacia adelante, por lo que las metrópolis tradicionales —hasta ahora intocables en su calidad de core powers— tienen que aprender a avenirse con nuevos actores. Brasil, definitivamente, forma parte de este grupo. La unipolaridad está siendo reemplazada por la multipolaridad con todas sus dificultades y riesgos implícitos, pero también con todas sus oportunidades. Es posible que en los próximos años observemos cómo un novedoso equilibrio de poder, esta vez no limitado a Europa, como lo fue en el siglo XIX, sino global, reemplaza la dominancia de Estados Unidos.

    La pérdida de la unipolaridad atemoriza a quienes deciden en Estados Unidos. "Is America in decline?", preguntó la redacción de la revista Foreign Affairs en su publicación de mayo/junio de 2008. ¿Se perderá el control, articularmente, sobre el hemisferio sur? En los últimos tiempos, una cuestión que algunos analistas han tratado de forma provocativa e irónica[3]. En el último Task Force Report sobre Latinoamérica patrocinado por el Council on Foreign Relations se resume: "If there was an era of U.S. hegemony in Latin America, it is over"[4]. Y todos, especialmente los colegas en los Estados Unidos, hablan de la muerte de la doctrina Monroe[5].

    ¿Es verdad? Si se trata de un nivel abstracto, todos tenemos razón. La doctrina Monroe, esas dos referencias cortas en el discurso del presidente James Monroe ante al Congreso del 2 de diciembre de 1823, y más dramático el Roosevelt Corollary del 6 de diciembre de 1904 (con la tesis que los Estados Unidos no sólo tienen el derecho, sino el deber de intervenir en la Cuenca del Caribe en caso de caos) murió. Otro asunto, sin embargo, es la política de seguridad de una superpotencia con visiones globales que implica el control de espacios estratégicos, p.e. en el Caribe y en América el Sur; es la tarea del Pentágono garantizar en tales escenarios acceso a energía, materias primas y bases militares, para lo cual se necesitan socios, voluntaria o involuntariamente.

    Los diplomáticos y analistas latinoamericanos observan estos debates abiertos en el imperio con una mezcla de irritación, espanto y diversión: si Washington cree que nos está perdiendo, ¡algo debemos de haber hecho para poner este proceso en marcha o haberlo acelerado! Ciertamente, la pérdida de la absoluta supremacía de Washington que había originado la unipolaridad, no significa primordialmente un equilibrio en los desafíos geopolíticos del hemisferio sur. Más bien, los nuevos y decisivos centros de poder que insisten en la existencia de la multipolaridad han surgido en otros lugares: en India y China en Asia, en Rusia, en el mundo árabe, en Irán. China, fuertemente interesada en la seguridad de los recursos latinoamericanos, persigue últimamente una estrategia dedicada de forma clara al continente[6].

    Brasil y México, de todos modos, antes en la periferia, hoy están en este grupo. Si bien México cojea debido a su proximidad con Washington, Brasil sí desempeña un papel crucial. Sin embargo, no son las fórmulas clásicas de poder como el territorio, la extensión geográfica, los recursos, etc.[7] lo que realmente fomenta la nueva autoconfianza, sino un sentimiento de progreso, una auto concienciación y una capacidad de modernización que el Norte ya no puede impedir o reprobar. A esta situación contribuye en parte un resurgimiento del nacionalismo, así como también actitudes antiimperialistas, siempre tan eficaces. No obstante, la naturaleza del nuevo perfil latinoamericano está fundada en la autoconfianza obtenida por la revalorización de sus recursos. El evidente impulso que permite la bonanza de los recursos que favorece a Latinoamérica ha tardado, en general, un tiempo en ser entendida.

    Latinoamérica ya ha disfrutado anteriormente de una situación similar. Entre 1880 y 1930 se atravesaron diferentes ciclos de materias primas que, en términos macroeconómicos, enriquecieron partes del continente. En aquella época nadie hablaba del subdesarrollo. Los cambios en el comercio internacional, los logros científicos y las innovaciones tecnológicas, sin embargo, hicieron caer los precios, destruyeron los monopolios y despojaron de significado estratégico a las materias primas agrarias y minerales de Latinoamérica.

    Interrumpido por un breve auge en la demanda durante la Segunda Guerra Mundial y en el tiempo de la Guerra de Corea, en la década de 1950 comienza el descenso de los bienes provenientes de Latinoamérica de forma aparentemente duradera, al mismo tiempo que se inicia la revolución electrónica. Consecuentemente, varias generaciones fracasaron en sus planes de modernización y en sus políticas de desarrollo[8]. ¿De qué manera una política y un comercio exterior autónomos podían ser posibles bajos condiciones tan adversas en Latinoamérica?, fue el tema de un apasionado debate teórico a través de todo el continente que, por ejemplo, planteaba el paso directo de las industrias pesadas a una futura industria del saber desprovista de materias primas[9]. Especial énfasis hay que hacer en los fructíferos debates dentro de RIAL (Programa Conjunta de Relaciones Internacionales de América Latina) entre 1978 y 1990: mientras los académicos internacionales abrazaban la teoría de la dependencia, en RIAL se comenzó a teorizar en torno a la autonomía relativa.[10]

    Sin embargo, la trampa de la deuda en la que cayeron grandes partes del continente latinoamericano en los años ochenta, convirtió tales proyecciones en obsoletas. Latinoamérica tuvo que ceder ante el dictado de la reforma neoliberal, que desmanteló la burocracia estatal históricamente propiciada por la doctrina cepalina[11], por lo que más de veinte años, entre los años ochenta y los noventa, han pasado a la historia como la década perdida.

    En el período de 1989/1990, después de la implosión de la Unión Soviética, el triunfo hegemónico de Estados Unidos parecía ser permanente, especialmente en lo relacionado a Latinoamérica. Una vez superadas las dos primeras crisis del petróleo (1973/1974 y en los ochenta), el precio de los hidrocarburos se desplomó como consecuencia de la abundancia de todo. Al final de la década de los noventa no sólo abundaban los productos agrarios y las materias primas a precios bajos, sino también la energía, para regocijo de los principales países industriales. América Latina, por su parte, pronto comenzó a exportar masivamente mano de obra barata; surgió el fenómeno de las migraciones.

    A partir de 2001, los sucesos del 9 de septiembre en Nueva York conmocionaron el sistema internacional permanentemente y dejaron a Estados Unidos paralizados por el terror. A raíz de estos sucesos pasó desapercibido, en un primer momento, el inicio del alza en los precios de los bienes agrarios, minerales y energéticos, un aumento que no se había considerado posible, como consecuencia del ascenso económico de Asia, con India y la China continental a la cabeza. En cuanto a Latinoamérica, se necesitaría un discurso de Enrique Iglesias, en aquel entonces Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, durante la reunión anual de este instituto financiero celebrada en Lima en 2004, quien imploró a la audiencia que dejara por fin de lamentarse por los injustos terms of trade y que aprovechara la bonanza de los precios y sus efectos sobre el futuro económico y político de Latinoamérica. Entretanto, el precio del petróleo de exportación a veces oscila erráticamente debajo o encima de los 100 dólares por barril, todos los recursos minerales obtienen excelentes precios y la era en la que los bienes agrarios eran baratos ha llegado a su fin. El año 2009 implica simplemente una pausa para esta tendencia.

    Latinoamérica dispone de estos tres recursos (minerales, energéticos y agrarios) y puede, por lo tanto, participar en el sistema internacional con una inusitada fuerza de negociación. Ni siquiera los mejores profetas hubieran podido predecir esta situación: en 1986 en una notable descripción del escenario vaticinado para el año 2000 se figura y se propone un espacio latinoamericano —por supuesto totalmente integrado— y todo lo ideológicamente posible, también el socialismo, pero no se menciona el potencial de un boom de las materias primas[12].

    En efecto, las materias primas de por sí no explican la dinámica autoconfianza latinoamericana que preocupa actualmente a Washington, sobre todo teniendo en cuenta la crisis económica mundial de 2008/2009 que ha frenado momentáneamente esta tendencia. Precios favorables de los productos de exportación juegan un papel importante, pero lo decisivo continúa siendo lo psicológico-político y, en este contexto, Sudamérica en especial muestra un desarrollo compacto.

    Hablar de Sudamérica es importante porque en la actualidad el concepto de Latinoamérica existe sólo virtualmente. En realidad el continente se está dividiendo por lo menos en tres partes: Primero, México, Centroamérica y partes del Caribe están cayendo cada vez más en el abrazo de Estados Unidos que busca, junto con Canadá, crear el espacio norteamericano. Así pues, la opulenta retórica cargada de nacionalismo y antiimperialismo, creada históricamente por la Revolución Mexicana hace precisamente cien años, ha sido apagada por la simbiosis económica y política con el Norte, si bien es cierto que el flujo legal e ilegal de migración latina causada por la pobreza equilibra en parte esta situación y crea un espacio cultural híbrido pero carente de potencial emancipatorio. (Por el contrario, las remesas, es decir, las transferencias de dinero que los emigrantes envían a sus familias en sus países de origen, contribuyen a mejorar la calidad de vida de las clases bajas particularmente, además de mantener viable al sector informal).

    Segundo, el Caribe, junto con Cuba, una región que demuestra su creatividad artística, importante para el futuro.

    Tercero, es en Sudamérica donde esta vigorosa metamorfosis, apoyada por el boom de los recursos naturales, está creando un nuevo perfil. Los factores que intervienen son variados: las reivindicaciones de las etnias indígenas, los afro-latinos, las mujeres, viejas y nuevas iglesias, en fin, las acciones y las iniciativas de movimientos de base cuyos representantes están saliendo de su silencio histórico y difundiendo sus reclamos emancipatorios con claro impacto sobre la política diaria. En este contexto hay que considerar también el resurgir del populismo político que no encuentra nada positivo en la democracia liberal debido a que, evidentemente, es incapaz de reducir la pobreza y las diferencias sociales y que, por lo tanto, elige preferentemente formas de comunicación más mediales y plebiscitarias. (El filósofo esloveno Slavoj Žižek lo llama la lógica afín al capitalismo de la democracia liberal). Finalmente, una conciencia soberana robustecida en todo el aspecto político de Sudamérica, que mira con recelo los abrazos de Estados Unidos a través de los tratados de libre comercio, y que está probando formas estructuradas, autóctonas y más flexibles de cooperación regional, pero renunciando a mecanismos centrales de conducción.

    Estos factores, sumados a precios realistas de materias primas y energéticas, resultan en una Sudamérica que está aprendiendo a presentarse segura de sí misma pero que al mismo tiempo lucha por encontrar un común denominador puesto que no todos hablan el mismo lenguaje político. Por un lado, observamos los populismos nacionalistas indigenistas: Venezuela, con Hugo Chávez; Bolivia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, dando el toque centroamericano con su acendrado sandinismo, y Dominica por el Caribe. Por otro lado, el grupo moderado de gobiernos reformistas afines a la socialdemocracia europea: Chile, Uruguay, desde hace poco también Paraguay, pero sobre todo, Brasil. En el medio se encuentran variantes que no están definidas claramente: Argentina y Perú. Honduras hoy es para verificar o falsificar la tesis.

    Colombia se sale del esquema por cooperar estrechamente con Estados Unidos en todas las áreas, incluyendo lo militar. Sobre este caso hay que reflexionar aparte, por su aislamiento en el concierto sudamericano (ver el encuentro presidencial en Bariloche en agosto de 2009).

    La riqueza en energía y en materias primas, la abundancia de productos agrarios de exportación, todo esto absorbido por la aspiradora que representa el boom económico asiático, sumado a la voluntad de reformar, al cambio político y al orgullo de la soberanía, condimentado con el nacionalismo, la resistencia contra la globalización neoliberal y los diferentes grados de antiimperialismo, son el origen del conglomerado actual en Sudamérica, que reclama nuevas estructuras no sólo a nivel interno sino también internacional.

    La Venezuela de Hugo Chávez, si bien a veces ruidosa, forma retóricamente la punta de la lanza. Pero quién realmente juega en la posición de defensor en el equipo sudamericano es el brasilero Luiz Inácio Lula da Silva, cuya prudencia —convertida en realidad por el brillante equipo del Itamaraty— respalda siempre el pragmatismo diplomático. Este rasgo es tanto más importante en cuanto contribuye a mantener bajo control a las antípodas que constituyen Venezuela y Colombia. En Bruselas se ha percibido también el papel de intermediario que desempeña Brasil por lo que la Unión Europea ha establecido un partenariado estratégico bilateral con este país, confiriéndole la misma importancia que a Estados Unidos, Canadá, Rusia, China y Sudáfrica.

    El significado histórico de este grupo de Estados sudamericanos que no son ideológicamente homogéneos, es la forma de entender la integración en diametral oposición a Estados Unidos y que se basa principalmente en el desarrollo de infraestructuras transfronterizas y en la cooperación en el sector energético, sin buscar una estructuración institucional especial. En el marco de estos objetivos han surgido en el último tiempo nuevas organizaciones. Una de las más importantes es la Unión de Nacionales Sudamericanas (UNASUR), incluyendo su propio Consejo de Seguridad. (Mercosur, el esquema más viejo, parece perder contenido hoy día.)

    El proyecto favorito de Hugo Chávez se conoce como ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) y tiene como fin frenar los errados intentos de Washington por integrar a Latinoamérica; la idea de crear una zona de libre comercio panamericana desde Alaska hasta la Tierra del Fuego ya no sirve y ha sido reemplazada por tratados bilaterales[13]. Pero en primer lugar, la multifacética cooperación en el sector energético, financiada con la riqueza petrolera de Venezuela, gracias al marcapasos que representa la PDVSA: la petrolera estatal venezolana, fortalece no sólo a las empresas estatales de energía en Sudamérica (que en la época neoliberal fueron en parte privatizadas), sino que también intenta substraer del mercado internacional el petróleo y el gas producido en la región y ofrecerlo de forma alternativa a los consumidores regionales.

    El hecho de que Brasil, hasta ahora con un gran déficit en esta área, alcance la autonomía energética gracias a nuevos descubrimientos y en el futuro adquiera el estatus de exportador de petróleo, convierten este proyecto en algo realista, aún cuando algunas de las propuestas venezolanas —como por ejemplo el oleoducto continental desde Venezuela hasta Argentina— terminen siendo obras faraónicas. Del mismo modo, no hay que olvidar que en el sector energético no existe unanimidad: mientras Venezuela y Bolivia condenan la alternativa de la bioenergía, Brasil ha iniciado (al igual que Colombia) un gran programa para suministrar etanol y productos similares a Estados Unidos.

    Brasil, sin duda, es hoy primus entre pares. Los éxitos parciales alcanzados por la misión de paz en Haití de los países latinoamericanos que fue dirigida por Brasil, confirman el rol de este país. Brasil, además, prefiere utilizar argumentos comerciales: con un Consejo de Defensa la producción brasilera de armas, notablemente eficiente (vehículos de exploración, aviones de entrenamiento, misiles de corto alcance, dispositivos electrónicos), tendría asegurado los lucrativos mercados locales entre sus vecinos, quienes hasta el momento han preferido comprar en Norteamérica o Europa (y además no sólo liberaría a Venezuela del boicot que Washington ha impuesto sobre Caracas en lo relacionado a tecnología militar avanzada, sino que también reduciría la opción de comprar de forma masiva en Rusia)[14]. Es tan visible en nuevo perfil del Brasil que aún los europeos lo ven con inquietud: "Whose side is Brazil on?, pregunta la revista inglesa The Economist (15 de agosto de 2009), temiendo que Brasilia se aliara demasiado con el autoritarismo venezolano o el fundamentalismo árabe.

    En realidad, Estados Unidos y Europa no tienen nada que temer: ¡no van a perder a Latinoamérica! ¿Quién se le va quitar? Tampoco la perderán si se inicia una alianza militar-tecnológica entre Caracas y Moscú y si los barcos venezolanos y rusos realizan maniobras conjuntas en el Caribe. (En comparación, la alianza militar entre Brasil y Francia, incluyendo la compra de submarinos con propulsión atómica, obviamente no preocupa a nadie.) Sin duda, la prudencia brasilera contribuirá a equilibrar la situación. Pues, lo que en Sudamérica está cobrando forma de un mosaico de la cooperación puede resultar atractivo tarde o temprano para el resto del continente que ya dejó de incubar fundamentalistas antioccidentales. Incluso, para una futura Cuba. Lo único que ha cambiado es la actitud sumisa de las décadas pasadas. Y esto, después de todo, debería satisfacer a Washington que supuestamente ya no quiere ejercer la hegemonía[15].

    Hace 40 años, el escritor uruguayo Eduardo Galeano —en ese entonces redactor jefe de la combativa revista Marcha— publicó el libro Las venas abiertas de América Latina haciendo posible una nueva forma de interpretar la historia de Latinoamérica que fue recibida con mucho entusiasmo, sobre todo en Europa. A pesar de una serie de errores en ciertos detalles y algunos comentarios irónicos, por ejemplo, la obra titulada el Manual del Idiota Latinoamericano, sigue siendo válida como metáfora y sólo en la versión española tiene más de 70 ediciones, por lo que Francis Fukuyama le dedicó a este tema una conferencia internacional y un libro[16]. En marzo de 2009, durante la V Cumbre de las Américas, celebrada en Trinidad y Tobago con la participación de todos los jefes de Estado latinoamericanos y caribeños, el libro adquirió el estatus de ícono con la entrega de un ejemplar que le hizo Hugo Chávez al presidente de Estados Unidos.

    No obstante, la perspectiva ahora ha cambiado. En 2009/2010 lo importante no es la sangre derramada de las venas abiertas de Latinoamérica, sino el mensaje de que los recursos de la región —finalmente bajo el control de gobiernos populares— pueden aportar valor. Y es Brasil, una vez más, quien marca la dirección: en junio de 2009, en la ciudad rusa de Yekaterimburgo, el presidente Lula participó en la creación del BRIC (la agrupación estratégica de Brasil, Rusia, India y China) para no permitir más venas abiertas en el futuro. Estados Unidos tendrá que avenirse con estos nuevos actores. Las intervenciones clásicas, como aquellas del siglo XIX y XX en Latinoamérica, son obsoletas y la doctrina Monroe, con el intervencionismo de antes, ya no puede efectuarse.

    Lo que queda, sin embargo, son las contradicciones que emanan de los intereses globales de una superpotencia, quiere decir los Estados Unidos con su búsqueda por el control de espacios. Es la futura tarea de los internacionalistas latinoamericanos de avenirse con esto. O, en otras palabras, definir nuevamente el contenido de una autonomía relativa para el siglo XXI.


    [*] Doctor en Ciencia Política; Universidad de Cornell. Profesor Emérito Universidad de Viena. gerhard.drekonj@univie.ac.at

    [1] Fareed, Z. The Post-American World. Nueva York: Ed. W.W. Norton & Company, 2008.

    [2] Khanna, P. The Second World. Empires and Influence in the New Global Order. Nueva York: Random House, 2008.

    [3] Por ejemplo, hace poco tiempo Janette Habel en Washington a-t-il perdu l’Amérique latine? En Le Monde Diplomatique. París, diciembre, 2007.

    [4]US-Latin American Relations: A New Direction for a New Reality. New York: Council on Foreign Relations, 2008.

    [5]Por ejemplo, Julia Sweig del Council on Foreign Relations: Yo creo que el consenso ahora es que la doctrina Monroe se acabó. En: Semana, agosto 24, 2009, p. 58.

    [6]Chinas Policy Paper on Latin America and the Caribbean. 5 de noviembre de 2008. Se puede encontrar en Google con el link, gov.cn Policy Paper on Latin America.

    [7] En la definición de Wilhelm Fucks, Formeln zur Macht (Fórmulas al poder). Stuttgart: Deutsche Verlagsanstalt, 1965.

    [8] Urquidi, V. L. Otro siglo perdido. Las políticas de desarrollo en América Latina (1930-2005). México DF: El Colegio de México, 2006.

    [9] Drekonja, G. y Tokatlian, J. G. (Eds.), Teoría y práctica de la política exterior latinoamericana. Bogotá: CEI-FESCOL, 1983.

    [10] Tickner, A. Los estudios internacionales en América Latina. Subordinación intelectual o pensamiento emancipatorio? México D.F.: Alfaomega, Centro de Estudios Internacionales, CESO, y Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, 2002. Ver especialmente el capítulo 6 sobre el RIAL, p. 119ss.

    [11]CEPAL: Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile. Su sigla en inglés es ECLA.

    [12] Martner, G. (Coord.), América Latina hacia el 2000. Opciones y estrategias. Caracas: Nueva Sociedad, 1986.

    [13] Se trata de un juego de palabras: ALBA significa amanecer y pretende diferenciarse así de la obscuridad tormentosa del ALCA, sigla en español del Free Trade Area of the Americas (FTAA), la zona de libre comercio iniciada por Estados Unidos (con muchos tropiezos) para todo el continente americano, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego.

    [14] Finalmente, en Estados Unidos se reconoce la potencia del nuevo Brasil. Ver Juan de Onis, Brazil´s Big Moment, en: Foreign Affairs, October/December, 2008.

    [15] Luis Maira, antes dedicado al RIAL, ahora diplomático y analista chileno y el observador más perspicaz del escenario internacional en Latinoamérica, comparte esta opinión. Ver El próximo gobierno estadounidense y la América Latina del Sur, en Foreign Affairs Latinoamérica, n.° 4, México DF, 2008.

    [16] Fukuyama, F. (Ed.), Falling Behind. Explaining the development gap between Latin America and the United States. New York: Oxford University Press, 2008.

    Relaciones de conocimiento centro-periferia: hegemonía, contribuciones locales e hibridización

    Arlene B. Tickner[*]

    Históricamente, los estudios de relaciones internacionales, así como los demás campos de las ciencias sociales en los países de la periferia, han sido descritos en términos de su apego a modelos estadounidenses y europeos, y la existencia asimétrica de flujos de conocimiento entre norte y sur (Holsti, 1985; Richard, 2001). En otras palabras, la sensación que prima es de un norte exportador de conocimiento y un sur importador y consumidor de este.

    La dependencia intelectual del sur ha sido analizada desde varios ángulos. Primero, las categorías y los conceptos diseñados en el primer mundo pueden tener una escasa aplicación cuando estos se insertan en contextos sociales y culturales distintos, hasta tal punto que pueden volverse disfuncionales y contraproducentes. Por ejemplo, en el campo de las relaciones internacionales las teorías provenientes de los Estados Unidos, basadas en el quehacer de las grandes potencias y la centralidad del poder, tienen poca relevancia para pensar la política internacional de un país como Colombia.

    Segundo, el predominio de la ciencia social occidental en los países subdesarrollados tiene el efecto de negarles a estos la condición de sujetos activos en la construcción de su propio conocimiento. La precariedad de la periferia como fuente de conocimiento se relaciona con el carácter autorreferencial de diversos campos de estudio a nivel internacional. En relaciones internacionales, un famoso dicho como los fuertes hacen lo que quieren mientras que los débiles hacen lo que les toca, pronunciado por Tucídides hace más de 2000 años, reproduce la idea de que los países del sur son irrelevantes para el estudio de la política global. En palabras de Kenneth Waltz, uno de los autores internacionalistas más importantes en la historia de este campo, sería absurdo construir una teoría de las relaciones internacionales basada en países como Malasia y Costa Rica (1979: 72). De lo anterior se desprende el hecho de que cualquier proceso de transmisión de conocimiento entre norte y sur implica procesos de dominación, explotación y hegemonía.

    Tercero, la gran mayoría del conocimiento sobre la periferia es producida por académicos de los países céntricos, con lo cual se reterritorializa dentro de los canones sociales de la academia occidental. La representación de la periferia constituye un medio por el cual el centro también se define en términos de superioridad y diferencia (Doty 1996: 3). Por ejemplo, conceptos como el subdesarrollo, la democracia iliberal y la debilidad estatal constituyen tres formas en las que la periferia ha sido representada por el centro en función de lo que le hace falta en vez de lo que tiene (Escobar, 1998). La repetición e institucionalización del discurso académico sobre la periferia conduce a su naturalización, con lo cual los conceptos señalados aparecen como objetivos, neutrales y estáticos en vez de construidos y subjetivos. Según Roxanne Lynn Doty (1996: 8), la hegemonía radica precisamente en la generación de categorías con carácter estático para interpretar el mundo, ya que estas determinan las formas en las que se pueden analizar y confrontar realidades específicas.

    A pesar de que la hegemonía intelectual ejerce un efecto real sobre el conocimiento en nuestros países, relativamente pocos esfuerzos han sido realizados para determinar cómo es que viaja el conocimiento entre el centro y la periferia, y cómo este se transforma a la hora de ser absorbido por filtros locales como la cultura. En este texto exploraré tres casos distintos de intercambio de conocimiento entre América Latina y los Estados Unidos, haciendo uso del campo de las relaciones internacionales como caso de estudio (Tickner, 2002).

    Con ello, intentaré argumentar que la importación de conocimiento hegemónico de parte de la periferia necesariamente implica su transformación y adaptación al contexto local. Asimismo, a pesar de que se afirma que la periferia no es productora de sus propias ideas, hay antecedentes importantes en América Latina de producción de conocimiento autóctono; el pensamiento cepalino y la dependencia son los más importantes, y han sido exportados a los países céntricos y consumidos también por ellos. Finalmente, la absorción de modelos importados, por lo general, se da dentro de un contexto de conocimiento local preexistente, con lo cual el contenido de ambos, saberes externos y saberes locales, se modifica.

    CASO UNO: LA TEORÍA DE LA MODERNIZACIÓN Y EL PENSAMIENTO CEPALINO

    El primer caso tiene que ver con las formas en que el subdesarrollo se ha analizado históricamente en América Latina. Durante los años cincuenta y sesenta tendieron a coexistir dos escuelas distintas para dar cuenta de este fenómeno: la teoría de la modernización o la teoría desarrollista, creada en los Estados Unidos; y la escuela cepalina, liderada originalmente por Raúl Prébisch, el primer director de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

    La teoría de la modernización buscó explicar el subdesarrollo y la modernización como un proceso lineal por medio del cual las diferentes sociedades adquirían valores occidentales que les permitieran efectuar la transición de sociedades tradicionales a sociedades modernas. La hipótesis central de la teoría era que los valores, las instituciones y las actitudes características de las sociedades tradicionales constituían la causa principal del subdesarrollo en la región, así como el mayor obstáculo a su modernización (Valenzuela & Valenzuela, 1978).

    Como resultado, la teoría de la modernización caracterizaba a los países en desarrollo como sociedades duales en las que coexistían zonas tradicionales, atrasadas, por lo general agrícolas, y zonas dinámicas, modernas e industriales. Así, se consideraba que la transición hacia la modernización ocurría por medio de la adquisición de los valores occidentales modernos —materializados en partidos políticos modernos, la democracia, una división real de poderes, un poder legislativo funcional, gremios, entre otros— de parte de las elites políticas y económicas en América Latina.

    La CEPAL, en contraste con la teoría de la modernización, intentó explicar el subdesarrollo de América Latina en función de las dinámicas propias del sistema internacional capitalista, y no como producto de carencias preexistentes dentro de los países de la región. En consecuencia, el pensamiento cepalino buscó ilustrar cómo la expansión del capitalismo, la división internacional del trabajo y la inserción de las economías latinoamericanas dentro del sistema global producían relaciones asimétricas entre los países fuertes, denominados céntricos por Prébisch, y los países de la periferia. Específicamente, la concentración de la producción en bienes primarios fue identificada como la causa principal de las relaciones comerciales desiguales sufridas por los países latinoamericanos, dada la inelasticidad de su demanda en términos de precio e ingreso (United Nations-ECLA, 1950).

    En respuesta a este diagnóstico, la CEPAL señaló la necesidad de orientar la producción de la región hacia bienes manufacturados, a fin de volver sus economías menos vulnerables a los cambios en el mercado global. El instrumento interno por el cual esta transformación debía efectuarse era la industrialización por sustitución de importaciones (ISI), la cual requería de una intervención activa del Estado en la regulación de la economía. A nivel regional, la CEPAL también impulsó procesos de integración en toda América Latina para aumentar la capacidad colectiva de los países para relacionarse con el capitalismo global y para protegerlos de sus efectos más nocivos (Cardoso, 1972: 48).

    A pesar de asociar el subdesarrollo de América Latina con el entorno internacional, y no con las condiciones domésticas propias de los países regionales, el pensamiento cepalino se nutrió ampliamente de la teoría de la modernización a la hora de formular sus propuestas para superar esta situación. Por ejemplo, el descuido del sector agrícola que las políticas preferenciales de la ISI impulsó, reflejó la convicción de que las zonas rurales constituían la fuente principal del atraso de la región. Así, las políticas impulsadas por la CEPAL buscaron no sólo eliminar los intereses latifundistas en el campo, en principio algo muy positivo, sino que también repercutieron en la reducción de fuentes de empleo en los sectores rurales de la región (Fishlow, 1988). Por su parte, y de manera similar a la teoría de la modernización, la CEPAL colocó una gran fe en las elites progresistas de la región, provenientes de los nuevos partidos de centro y centro-izquierda que venían formándose entre los años cincuenta y sesenta, los cuales, se suponía, se encargarían de sacar a sus respectivos países del atraso al inyectarles valores modernos.

    CASO DOS: TEORÍA DE LA DEPENDENCIA

    Aunque las recomendaciones de la CEPAL se implementaron de forma entusiasta en toda América Latina, el agotamiento de las primeras etapas de la sustitución de importaciones produjo una serie de críticas respecto de la viabilidad de esta estrategia de desarrollo. Se crearon serios desbalances sectoriales, se debilitó el sector agrícola, la capacidad de absorción de la mano de obra nacional se redujo a raíz del tránsito hacia industrias intensivas en insumos tecnológicos, hubo crisis fiscales agudas, así como niveles altos de inflación; y peor aún, la industrialización por sustitución de importaciones creó un nuevo tipo de dependencia frente a las importaciones y la inversión extranjera (Santos, 1969).

    La teoría de la dependencia nació del seno de la escuela cepalina, al tiempo que trató de corregir lo que percibía como algunas de sus limitaciones. Compartió muchos supuestos fundamentales de la CEPAL —el carácter desigual de las relaciones de intercambio en la economía global, la división del mundo entre centro y periferia, la inserción desventajosa de América Latina en la división internacional del trabajo con base en su especialización en bienes primarios— pero también rechazó el proyecto de modernización gradualista propuesto por ella, el cual estaba altamente influenciado por la teoría de la modernización que primaba en los Estados Unidos.

    Asimismo, a pesar de que el pensamiento cepalino y la dependencia recalcaron la división internacional del trabajo como el principal obstáculo para la realización del desarrollo nacional, los autores de la dependencia tenían de presente el papel de la historia en la creación y recreación de relaciones dependientes. En otras palabras, la dependencia no es una condición estática sino que cambia constantemente como resultado de las transformaciones en el capitalismo global. Lo anterior pone de presente que el desarrollo tampoco constituye un proceso lineal y uniforme, como lo suponen la teoría de la modernización y la escuela de la CEPAL.

    En su libro clásico, Dependencia y desarrollo en América Latina, Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto (1969) basan su análisis del subdesarrollo en la región en un supuesto básico que comparten todos los autores de la dependencia: el subdesarrollo es producto directo de la expansión del sistema capitalista, el cual vincula a diversas economías al sistema global según sus respectivos aparatos productivos. La dependencia se mantiene a través de esta división internacional del trabajo, así como por medio de las relaciones de dominación económica y política que ella genera dentro de los países dependientes. La construcción de coaliciones estratégicas entre grupos dominantes en el centro y la periferia, así como la explotación semi-feudal de las zonas marginadas de los países periféricos a fin de fomentar procesos de urbanización y modernización en las ciudades, constituyen dos manifestaciones de este proceso.

    Cardoso y Faletto (1969: 30) afirman que una comprensión adecuada de la dependencia significa no sólo un análisis de las fuerzas externas que producen históricamente situaciones de dependencia, sino también de las configuraciones específicas de clase que estas producen dentro de los países. Así, las dimensiones interna y externa, social, económica y política de la dependencia se vuelven importantes a la hora de examinar el surgimiento de formaciones sociales en América Latina en períodos históricos distintos.

    Según autores como Theotonio dos Santos (1969; 1973), Cardoso (1972) y Osvaldo Sunkel (1980), una etapa distinta de dependencia se inició entre los años treinta y cincuenta, dada la transformación de algunas de las economías más avanzadas de la región, en particular Brasil, Argentina, Chile y México. De la especialización en la producción de bienes primarios, estos países pasaron a producir bienes industrializados, propuesta que se generalizó en América Latina a raíz de las formulaciones de la CEPAL. Precisamente, lo que se conocía como la dependencia transnacional radicaba en la importancia de las economías más desarrolladas de la región para los intereses o mercados de consumidores. Santos (1968: 1), en particular, observa que la industrialización capitalista en la región y la presencia del capital extranjero constituyeron dos facetas del mismo proceso, es decir, lo uno no podría haber prosperado sin lo otro.

    Lo anterior sugiere que las transformaciones en el carácter del capitalismo global necesariamente implican cambios en las relaciones de dominación y subordinación entre centro y periferia. Cardoso (1972: 43-44) afirma que esta etapa de dependencia transnacional produjo nuevas formas de interacción entre empresas multinacionales y burguesía local, y distintas formas de negociación entre estas y el Estado. Por lo tanto, la naturaleza específica de la dependencia en distintos contextos nacionales fue determinada por el peso relativo de los actores transnacionales y los Estados nacionales latinoamericanos.

    Para Cardoso (1974), el desarrollo dependiente, en vez del desarrollo del subdesarrollo, término acuñado por André Gunder Frank (1977), fue el principal resultado de la dependencia transnacional. Contrario a los argumentos predominantes de esta escuela, en el sentido de que la dependencia impedía el crecimiento de las economías periféricas, en situaciones caracterizadas por la industrialización (justamente lo que la CEPAL impuso en América Latina como salida a la

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