CÓMO CHINA DOMINA EL MUNDO
La expansión de China por el mundo es como un gas inodoro: apenas te das cuenta y ya lo tienes dentro de tus pulmones. Atrapa de manera invisible, silenciosa, dulce, sin estridencias ni grandes alharacas, pero arrolladora. Es constante y eficaz. La fragancia de la omnipresencia china en todo el planeta ha dejado de ser una quimera para mutarse en poder real. Eso sí, un poder amable, «blando», que evita la confrontación política con los gobiernos y se mueve entre las sombras con el discreto sigilo de un gato antes de capturar a su presa. Así ha ido creciendo progresivamente el Dragón Rojo como actor internacional, luciendo un estilo único, muy diferente al prodigado por los otros grandes gendarmes históricos del planeta, lo cual está provocando un enorme nerviosismo entre los dirigentes de EE UU.
Lo cierto es que las diferencias entre Washington y Pekín a la hora de dominar geopolíticamente la faz de la Tierra son abismales. Dos ejercicios de control planetario más opuestos que la noche y el día. En 2007, el diario Le Monde calificó a EE UU como «el imperio de la guerra permanente». Si hacemos un rápido repaso a la trayectoria de ese país, comprobaremos que ese calificativo responde a múltiples hechos consumados que así lo fundamentan. Solo en 2013, el periodista Kevin Gosztola calculó que EE UU participaba en guerras o prestaba ayuda militar efectiva a fuerzas militares locales en 74 países, principalmente de Oriente Medio y África. Esta ha sido la receta estadounidense predilecta para dirigir el mundo. En 1947, el historiador Charles Beard expresó resumidamente la doctrina de seguridad nacional diciendo que consistía en «la guerra perpetua para una paz perpetua». Y aunque Beard aludía al período presidencial de Roosevelt y Truman, la elocuente expresión sigue siendo válida para describir toda la geoestrategia posterior de la Casa Blanca. Si acaso aún resulta más evidente tras los atentados del 11-S y la persecución global del terrorismo.
EL MONSTRUO DE LOS MIL TENTÁCULOS
Dicha doctrina, además, se ha mantenido en el tiempo con independencia del color político del presidente. Para el profesor de Relaciones Internacionales de Harvard, Stephen Walt, existe una «alianza neocon-liberal» de apoyo a la guerra como instrumento de acción política entre demócratas y republicanos. «La
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