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Caja Negra
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Libro electrónico76 páginas1 hora

Caja Negra

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Cuentos escritos en distintas épocas y que esperaron ¡nada menos que 23 años! (varios de ellos) para ser publicados. Hay historias para todos los gustos, desde una madre y su hijo que esperan ansiosamente la llegada del día del padre para entregar su regalo al jefe de familia, pasando por una mujer que se pudre lentamente (literalmente hablando), hundida en la rutina hogareña, y terminando por una melancólica mirada al mundo, donde una pregunta se desgaja suave, pero inquisitivamente, y va llenando un breve espacio con esa indefinible tristeza en que nos deja a veces la vida actual.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 nov 2017
ISBN9781370398386
Caja Negra
Autor

Horacio Lobos Luna

Profesor de Castellano y Filosofía, desde Vallenar, Chile. Predilección por la lectura, escritura y enseñanza, además del trabajo creativo gráfico y audiovisual en general. Spanish Language and Philosophy teacher, from Vallenar, Chile. Keen on reading, writing and teaching, plus creative, graphic and visual work.

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    Caja Negra - Horacio Lobos Luna

    El cuento que daba nombre a esta compilación de cuentos, Caja negra, no existe a estas alturas del partido. Sería inútil explicar el porqué de esta desaparición (aunque la palabra supresión sería más correcta en este caso), lo que sí corresponde dejar claro es que el título, aunque el cuento no se encuentre por ningún lado en este libro, no nace independiente del contenido del libro, es decir, no escapa a la usanza habitual de bautizar todo un conjunto de cuentos con el nombre de uno que va incluido entre ellos. Antiguamente, y más de algún autor lo habrá practicado hoy por hoy probablemente, más que nada como un lujoso arcaísmo, se solía poner un título original a un libro de cuentos, con independencia de si tal título figuraba dentro del conjunto editado. En este caso lo de Caja negra venía en la versión original en que iban a ser impresos estos mismos cuentos. La impresión nunca se realizó. Ahora se realiza de manera artesanal, por no decir doméstica. El título se queda, claro, por lo sugerente, hecho que dejé bien consignado (lo de sugerente del título) en el prefacio que se supone iría en aquella antigua impresión que jamás fue. Prefacio también desapareció junto a esa compilación, en algún recóndito rincón del disco duro de otro computador. Ahora, aquí, se hacen presentes una vez más los susodichos cuentos, excepto el susodicho, con otros tantos agregados que no estaban en la editio prima, porque todavía no habían sido escritos (año 1996 más o menos).

    Al pie de cada cuento figura el año aproximado de creación, que es un cómputo bastante preciso, exceptuando los que van de 1990 a 1999, en los que puede haber algún margen de error mínimo; la memoria falla y nunca fui dado a anotar la fecha de cada cuento que terminaba. El del 2003 está claro, nunca tan arteriosclerótico. Ahora viene la misión de comentar las razones sobre el contenido de cada cuento y sus motivaciones ambientales, etc., etc., cosa que ya he hecho unas tres veces con vistas a ediciones que jamás fueron. No es que me queje, pero sería una lata eterna tanto para uno como para el que lee empezar con todos esos detalles. Sin embargo, daré algunas pistas básicas para entender la génesis de estos cuentos: los del período de 1988 están influidos por Cortázar, García Márquez, Juan Rulfo y Vargas Llosa; los que hayan leído algo de estos autores percibirán lo que va en ellos de esa influencia, los que no probablemente no son muy buenos lectores y tienen en sus manos este volumen casero más por amistad que por otra cosa, así que en ese caso da lo mismo; son cuentos iniciales, rescatados de un montón más que escribía en ese tiempo en un cuaderno de doscientas hojas y otros más escritos a máquina; el resto que no fue rescatado es sólo paja molida. Los del período 1990-1993 corresponden a una época en que prácticamente no escribí nada, se nota en que el único de esa época es Diciembre, y no fue elegido entre muchos, simplemente fue el único que escribí en ese período; lo habría dejado afuera, pero sirve para hacer bulto (cuento descaradamente cortazariano). Los de 1994-1999 son de la época en la Universidad de La Serena; aquí las temáticas varían, y el mar aparece como elemento fuerte porque vivir en Coquimbo City y no dejarse influir por el aire marino es difícil. Finalmente, el de 2003 aparece como un apendicitis (no se le puede llamar apéndice), o mejor, la secuela de la primera novela terminada hace dos años atrás (de esa comentaré en su momento, si llega).

    JUEGO DE CALENDARIO

    Hoy es el día del padre. No le he dicho nada a mamá para no preocuparla. Estará sentada frente al televisor, como lo hace todos los días a esta hora, cuando pasan las teleseries que tanto le gustan. Lo habrá olvidado como todos los años. Está tan vieja la pobre que es difícil para ella pensar con claridad. Ahora le ha dado por creer que papá estará de regreso muy pronto. A mí realmente no me molesta el tener que oírla quejarse de la venida de papá a casa, lo que de verdad me revienta es enterarme de que se lo ha contado a medio mundo y todos andan ya murmurando cosas. Estoy seguro de que la tratan de loca y a mí de pobre diablo. Es natural. Todos saben que papá ya no aparece más en carne y hueso. Nunca más. Ella creerá sentirlo caminar hacia la puerta de la calle por la vereda, acercarse, mientras se comprime en su asiento llena de miedo. Pero no aparecerá más que muerto en el marco de la puerta y en su mente. Entonces verá que esperó y se impacientó en vano. Y se reirá como nunca lo ha hecho y yo la haré callar para que el barrio no comente cosas ni pueda oírla. No me gusta que el barrio comente por lo bajo; eso es lo que más me fastidia, que de frente se sonríen y me miran hasta amablemente, mientras que por detrás... Hipócritas. Hablarán con ella de la llegada de papá como si nada supieran del asunto y le dirán: Sí, claro, ¿y cuándo llega? Ella les contestará evasivamente en un día o dos y yo trataré de convencerla; entonces ella me saldrá con eso de que no debería andar diciendo que papá no vendrá más y que está muerto, que podrían murmurar cosas sobre mí, que no estoy en mi sano juicio o algo... La pobre. Es imposible convencerla de nada. Y seguirá mirando el televisor, ahora.

    (Tiene que besarla... eso, eso... oh, pero qué

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