Aprender a cambiar con mindfulness
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Aprender a cambiar con mindfulness ofrece un recorrido inspirador y ameno por los fundamentos del liderazgo personal y por los mecanismos del aprendizaje organizativo. Con una explicación rigurosa y con ejemplos prácticos, incluye ejercicios para desarrollar habilidades personales y facilitar así la transformación hacia un futuro mejor.
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Aprender a cambiar con mindfulness - Andrés Martín Asuero
proponga.
1.
Qué es ser humano
y cómo afrontar el cambio
«El verdadero éxito consiste en descubrir quién eres, en lugar de calcular qué serás.»
FRANZ KAFKA
El cuento del león y las ovejas
Hay un cuento de la tradición sufí,7 una rama mística del Islam, sobre unos cazadores que, después de abatir una leona, vieron que ésta tenía un parto espontáneo del que nacía un cachorro. Tomaron al recién nacido y se lo llevaron consigo. Al día siguiente, cansados de cargar con el cachorro se lo dieron a un pastor que encontraron, quien lo sacó adelante alimentándolo con la leche de las ovejas.
Casi un año después, el joven león vivía plácidamente entre las ovejas como cualquiera de éstas. Aunque era un adolescente, su tamaño ya destacaba en el rebaño. Ignorante de su origen, el joven león se movía siempre en grupo como cualquier animal gregario. Su identificación con el rebaño era tal que balaba, se quejaba, se aburría, desafiaba a los mayores y se pavoneaba como hace cualquier oveja adolescente.
Un día, mientras el rebaño pastaba en un valle, un león salvaje que descansaba en la montaña se dio cuenta de que entre las ovejas había un joven león pastando amigablemente. Esta sorprendente estampa le llenó de ira. No podía tolerar que un miembro de su especie viviera como una vulgar oveja y decidió tomar cartas en el asunto.
El león descendió al valle hecho una furia, con un solo rugido hizo que el pastor huyera despavorido, se deshizo de los perros y atacó al rebaño, matando un par de ovejas, hasta conseguir agarrar al joven león por el pescuezo, como un gato enorme con su cachorro. Cuando lo tuvo controlado lo llevó sobre un risco, lejos del rebaño y le dijo:
–Pero bueno, ¿no te da vergüenza vivir así? Dios mío, ¿cuándo se ha visto un león entre las ovejas?
–Beee –gritaba despavorido el joven león.
–Deja de balar, que eres un león, ¡por favor!
–Beee –seguía gritando el joven, muerto de miedo.
–Mírate –le dijo, llevándole a una charca donde se reflejaba su imagen–. ¿No ves que eres un león, como yo, y no una triste oveja como ésas?
El leoncito, al verse reflejado, dejó de balar y empezó a dudar de su condición. Nunca se le había pasado por la cabeza que podía ser distinto a las ovejas.
–Toma –le dijo, mientras le acercaba un trozo de carne fresca–. Come.
El leoncito apartó la cabeza, nunca había comido carne y la idea le horrorizaba, era comerse a una de sus compañeras.
–Come –insistió el león hasta que el joven lo probó y, para su sorpresa, no le disgustó aquello, incluso se atrevió con otro bocado.
–¿Ves? –le dijo el león–. Ahora que empiezas a darte cuenta de quién eres, debes aprender a rugir como un león de verdad y dejar de emitir ese ridículo balido de oveja.
–Grrrr… beee –intentó el leoncito.
–¡Así no, caray! Fíjate: Grrrrrrrr –replicó el león.
El joven dejó el rebaño y se fue con el león, aprendiendo a cazar y vivir en las montañas. Un día, meses más tarde, casi sin darse cuenta, el joven lanzó su primer rugido, que terminó por despertar su instinto. Entonces, rugió de nuevo con una potencia y una intensidad que retumbó en todo el valle, se había dado cuenta de quién era. El león mayor sonrió de satisfacción, las cosas eran finalmente como debían ser.
Dicen los sufíes que ese rugido del león, cuando cae en la cuenta de su verdadera naturaleza, es igual al grito que emite una mujer o un hombre cuando cae en la cuenta de que él o ella es un ser humano. Porque los sufíes piensan que los seres humanos también tenemos este trastorno de personalidad: vivimos como ovejas sin saber que somos leones.
Cuando un estudiante dice: «Me suspendieron el examen», ¿cómo se está comportando? ¿Como oveja o como león? Cierto, como oveja, mientras que cuando aprueba dice: «Mamá, he aprobado», porque para lo bueno sí solemos ser leones. De la misma forma, cuando un compañero de trabajo responde a nuestra pregunta con: «Esa solicitud o ese informe se perdió», como si el documento tuviera vida propia y se perdiera por sí mismo, también está hablando como una oveja. El león diría: «No sé dónde está el informe o solicitud». Cuando alguien apela al tráfico para explicar que llegó tarde, o a que no tuvo tiempo para explicar por qué algo quedó sin hacer, se está comportando como oveja. El león asume que llega tarde porque sale tarde o porque calcula mal el tiempo necesario para el desplazamiento, igual que si algo está sin hacer es porque él o ella decidieron hacer otra cosa en su lugar. Otro ejemplo: cuando alguien replica algo así como: «No se nos explicó cómo hacer esto» o «No se nos avisó de la reunión aquella», ¿qué es, oveja o león? Aquí lo delata el uso del plural, que identifica al grupo. Un león diría: «Yo no sé hacerlo o no sabía que teníamos esa reunión». Finalmente, cuando un cliente o familiar crea una situación de tensión, quien dice: «¡Es que me sacas de quicio!» o «¡Me pones de los nervios!», correcto, es la oveja. El león no pierde los nervios fácilmente, por eso es el rey de la