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El séptimo glitch
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Libro electrónico542 páginas5 horas

El séptimo glitch

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Información de este libro electrónico

Tras el glitch producido por un ataque de ciberterrorismo, una jugadora novata queda atrapada dentro del juego online de realidad virtual The Game. Para poder escapar, deberá alcanzar la séptima grieta, pero con cada grieta que supera, los glitches que se originan tras el ataque inicial se vuelven más devastadores.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 may 2017
ISBN9781547502844
El séptimo glitch

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    Vista previa del libro

    El séptimo glitch - Ronel van Tonder

    Dedicatoria

    A Juan, Zaza y Bella

    Una familia perfecta, si alguna vez hubo una así.

    Nota de la autora

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, y no debe entenderse como un acto terrorista.

    Índice

    Dedicatoria

    Prólogo

    CAPÍTULO UNO: De pesca con arpón

    CAPÍTULO DOS: Un abanico y sales aromáticas

    CAPÍTULO TRES: Lo que The Game te da, The Game te lo quita

    CAPÍTULO CUATRO: No temas al vacío

    CAPÍTULO CINCO: Contra el lag

    CAPÍTULO SEIS: Más fácil que dios

    CAPÍTULO SIETE: Ocho leones y una jaula

    CAPÍTULO OCHO:¿Quién engañó a Jessica Rabbit?

    CAPÍTULO NUEVE: No odies al jugador, odia el juego

    CAPÍTULO DIEZ: Destroza los paquetes

    CAPÍTULO ONCE: Cierra la puerta trasera

    Epílogo

    Sobre la autora

    Prólogo

    GENERAL GAMING PRESENTA: THE GAME

    Prepárate para la experiencia de juego en línea más inmersiva que nunca hayas imaginado: descubre el primer y único Massive Multiplayer Online Dreamscape.

    The Game te volará la mente.

    7  géneros RPG que te ofrecen una gran cantidad de opciones:

    * Fantasía

    * Salvaje oeste

    * Ciencia ficción

    * Carreras

    * Aventura

    * Simulador de vida

    * Bélico

    Adéntrate en tu nuevo mundo

    * Presume del mundo abierto más grande

    * Cinemáticas increíbles, físicas asombrosas y los mejores gráficos que jamás hayas visto

    * Compatible con la tecnología Mindware* para una inmersión completa

    Fantasía con una pequeña dosis de realidad

    * La más alta tecnología sincroniza tu color de ojos real con el de tu personaje

    * Una gran personalización con cientos de opciones de piel, pelo y vestimenta con la que podrás crear tu personaje perfecto

    * Traducción automática desde cualquier idioma

    Campañas de un solo jugador, multijugador y cooperativo

    * Realiza emocionantes misiones con tus amigos

    * Modos puzzle, muy difícil y muy fácil disponibles

    * Forma grupos en línea y reclama nuevos territorios

    * Envía mensajes a tus contactos o habla con ellos mediante chat de voz y de vídeo

    Nota: solo soporta la versión Mindware 3.9 o superior. General Gaming no se hace responsable de pérdidas o daños ocasionados por el uso incorrecto de Mindware para jugar a The Game. Visite la sección de ayuda en nuestra página para comprobar si soporta su versión de Mindware. Está estrictamente prohibido el uso de copias ilegales de The Game o del hardware y se encuentra penado por la ley.

    CAPÍTULO UNO

    De pesca con arpón

    El kraken era tal y como Kitty lo imaginaba: gigante, húmedo, viscoso, y con una ira que haría estremecer el mismísimo infierno. Un gigantesco tentáculo golpeó el suelo a solo un metro de ella, creando una onda expansiva.

    —¡No funciona! —le gritó una voz—. ¡Prueba otra cosa!

    Kitty apretó los dientes y saltó para apartarse momentos antes de que el grueso y oscilante apéndice se deslizase por el suelo que ella pisaba. Acto seguido empuñó su espada y se lanzó hacia delante, intentando cortar el miembro que la buscaba ciegamente. Detrás del monstruoso tentáculo de cinco metros, la figura del kraken cubría el cielo, bloqueando los rayos solares que conseguían pasar a través de los bramantes nubarrones en las alturas.

    Por lo menos habían conseguido alejarlo lo suficiente de las olas. La criatura tenía una gran ventaja peleando desde el agua. Mierda, si ya tenía demasiada ventaja agarrado a un pilar. El kraken parecía demasiado estúpido con su amorfa cabeza y sus movimientos de zombi como para saber el significado de la palabra «ventaja», pero había dudado a la hora abandonar la seguridad de sus turbias aguas.

    Las flechas de Kitty fueron el factor decisivo en la contienda.

    Después de que una docena de ellas hubiesen perforado la piel traslúcida que envolvía sus blandas entrañas, el kraken emitió un grito desgarrador y levantó su gordo trasero de las espumosas olas que rompían a su alrededor.

    Kitty no paraba de pensar en huir y cuando esa cosa por fin había decidido atacarles, William estaba cerca. Demasiado cerca. El kraken había atrapado a William antes de que ella terminase su grito de victoria.

    Con esa criatura tan amenazante frente a ella, era hora de acercarse lo suficiente como para afrontar lo que estaba sucediendo en su primera cita, y su arco ya no era la herramienta adecuada para el trabajo.

    La espada de Kitty silbaba al viento mientras rebanaba el apéndice que, aun cortado, temblaba en la arena grisácea de la única playa de Chimera. Aunque «playa» no era la palabra correcta. Claramente, faltaban las gaviotas, y no había montículos de arena en los que colocar la sombrilla y broncearte mientras ahuyentas a los vendedores de helado.

    La playa estaba desierta, descuidada y lo único que hacía que se quedasen los ya mencionados vendedores de helado era una fina línea de arena que separaba las agitadas aguas de los acantilados. Sin embargo, incluso esta era como gravilla y estaba llena de los restos de las abundantes víctimas del kraken.

    La espada de Kitty no hizo mucho daño, unos míseros diecinueve puntos. Y con un vistazo rápido pudo concluir que al enorme kraken todavía le quedaban cientos de puntos de vida para que explotara, o implosionara, o desapareciera. Kitty separó los dientes dejando escapar un grito y se apartó del combo de latigazos de los tentáculos.

    —¡Usa tu hechizo de fuego! —le gritó William.

    Kitty lo miró. El kraken no paraba de mover a William por la niebla que se formó por las agitadas aguas. Este por su parte se retorcía sin parar, sin que esto lo ayudase a liberarse. Hacía ya un rato que su casco vikingo había caído, y unos dedos efímeros jugaban con su mata de cabello rubio.

    —¿No te acuerdas? —dijo Kitty, apresurada— ya he usado mi último hechizo de fuego para aquel Faerie Hart encantado —a lo que William solo respondió poniendo sus ojos en blanco.

    —¡Entonces uno de electricidad! —su voz se tornó en llanto— o aire, o... ¡Yo que sé, joder, Kitty, haz algo! Así no puedo atacar y encima me ha envenenado. —William apartaba su cabeza mientras el kraken emitía un sonido que podía entenderse como un agradecimiento por la comida en una distorsionada poesía krakeniana—. ¡Y date prisa!

    Kitty pretendía quejarse, pero cerró la boca de inmediato y abrió su inventario. Le quedaba un pergamino... y no tenía ni idea de si el kraken tendría un noventa por ciento de resistencia a lo que sea que hiciera el pergamino.

    No tardó en equipárselo y un andrajoso pergamino apareció en su mano a la vez que la espada desaparecía automáticamente. Entonces levantó su mano, ese pedazo de pergamino parecía demasiado fino y estropeado como para usarlo contra esa montaña de carne resbaladiza que era el iracundo kraken.

    —¡Eh, irrumator!

    El kraken, una vez distraído del manoseo de pelo a William, le echó a Kitty una mirada que denotaba miopía, y que ella sintió recorriéndola hasta sus temblorosas piernas.

    —¡No lo mires! —gritó William—. Tiene el ojo de medusa activado. ¡Kitty, cierra los ojos!

    Ella hizo lo que William le dijo entre gritos y comenzó a mover el pergamino de un lado a otro con las esperanza de que pareciera más amenazante de lo que parecía en su mente.

    —¡Utiliza el Vórtice Implaclable! —Por supuesto, no había ni que decirlo, pero ya era difícil controlarse sin tener que esforzarse en no parecer una gran novata.

    Entonces se escuchó un aullido. No era un animal, sino la pura brutalidad del viento moviéndose a una velocidad que hacía que el cuerpo humano expulsase sus líquidos. Kitty se quedó ojiplática mientras contemplaba aterrorizada el torbellino que rodeaba lo que antes era el kraken. Ahora, solo había unos trozos de carne ensangrentados dando vueltas, ya que el viento convirtió al monstruo en sushi de kraken.

    Y, entre toda esa destrucción y sangre, podía vislumbrar cabellos rubios.

    —¡William! —gritó Kitty.

    O al menos intentó gritar, porque el viento se llevaba su voz antes siquiera de que llegase a sus oídos.

    —¡William!

    Sobre el torbellino aparecieron una serie de números: 57, 159, 241, 573, 72, 319; no paraban de girar, ajenos al frenético viento. El torbellino comenzó a desplazarse, aventando las agitadas aguas por las que pasaba.

    Kitty se derrumbó, con sus rodillas en el suelo. Su espada había reaparecido en el momento en el que completó el vórtice y la empuño con fuerza sin pensarlo, lo que hizo que sus nudillos se tornasen blancos.

    —Will. —El torbellino borró el susurro.

    Unos segundos más tarde, había desaparecido, dejando ver unos nubarrones cuyos rayos impactaban contra la ondulante superficie del mar de Chimera, que se había tragado a William.

    Kitty echó a correr y abrió su inventario para guardar la espada. Entonces acudió al cuadro de chat de The Game, que en el caso de Chimera era un trozo de pergamino, y le mandó un mensaje a William.

    BAD_KITTY_69: STAS BIEN?

    No hubo respuesta, por lo que echó un vistazo a la orilla. Estaba vacía y sabía que no habría nadie para ayudarla, ya que no había visto a ningún jugador desde hacía más de cuatro horas.

    BAD_KITTY_69: DONDE STAS?

    Seguía sin responder.

    Kitty notaba cómo trataban de formarse las lágrimas en sus ojos. Por supuesto no en este mundo, sino en el mundo real, donde estaba dormida. El cansancio se manifestó en ella mediante un dolor punzante en las extremidades y un  gran peso que devoraba su mente.

    Futue te ipsi. —Sus manos se hundían en la arena al apoyarlas para levantarse—. ¿Me oyes? —gritó mientras miraba a su alrededor buscando algo en lo que desahogarse, algo que encarnase la grieta de Chimera. No, algo que representase todo lo sórdido del mundo de The Game.

    —¿Me oyes? ¡Es mundus excrementi! ¡Futue te ipsi! —Miró al frente, pronunciando esas imprecaciones arcaicas hacia la tormenta que se avecinaba en Chimera.

    —...ayuda...

    Futue te... —Kitty paró de maldecir y miró a su alrededor, como si buscase algo en la costa.

    Con el ceño fruncido, se apartó del semicírculo que habían dibujado sus pies en la arena.

    —¿Hola? —rebotando por el eco, su voz volvió a ella desde la irregular fisura del escarpado acantilado detrás de ella.

    La primera vez que la vio, pensó que solo se trataba de un añadido de programación del juego. Entonces apareció el kraken, y se olvidó de las cuevas para concentrarse en las pociones y en desenvainar sus armas de dos manos.

    —...ayuda, por favor...

    Kitty se detuvo y se inclinó hacia atrás. Miró a su alrededor, pero la playa permanecía vacía. No se había movido nada excepto las sedientas olas que rompían en el manto de arena grisácea.

    —¿Hay alguien ahí? —exclamó con una voz quebrada. Aclaró su voz y volvió a intentarlo—. Sal de ahí antes de que lance unas bolas para sacarte de ahí. —La frase se repitió en su mente y añadió: «pero... bolas de fuego, no... no las bolas de ahí abajo»,

    Lo único que obtuvo por su amenaza fue un sonido que podía ser un quejido o una risita aguantada. Entonces echó sus hombros hacia atrás.

    —¿Hola? —Esa voz quebrada le hacía sentir mejor.

    No era una novata, pero sin William a su lado se sentía como si tuviera dos pies izquierdos. Siempre encontraban la forma de combinar sus habilidades para mandar a volar a sus enemigos, o mandarlos a la tumba, con el mínimo de tiempo y el máximo de caos.

    —...ayúdame, por favor...

    Kitty arrastraba los pies por la arena cuando se esforzaba por andar. A los pocos pasos de entrar en la fría grieta, la tenue luz de Chimera se extinguía.

    Por tanto, sacó una antorcha de su inventario que iluminó las paredes con un color anaranjado. Al parecer, unas sombras merodeaban detrás de las rocas, pero solo eran unos barriles y un montón de tela desechada. La cueva era pequeña, pero lo que le faltaba de amplitud lo compensaba en altura. Ni siquiera la luz de la antorcha alcanzaba el techo.

    Kitty volvió a mirar al montón de tela. Se estaba moviendo. Entonces colocó la antorcha frente a la tela. Estaba demasiado tensa como para gritar por la sorpresa cuando el montón se movió y descubrió una delgada y pálida cara que salió de entre los trapos.

    —Por favor —susurró el hombre—. Ayúdame.

    . . .

    Kitty tardó unos segundos en sacar la voz de los pulmones, con el corazón todavía acelerado. Tenía que ser un jugador; lo normal es que los PNJ (Personaje No Jugador) se hagan notar iniciando una nueva misión solo con estar en la misma región que ellos.

    —¿Quién eres?

    —Por favor... —la voz del hombre era tan insegura como su mirada—. ¿Tienes una poción de salud? —de las sombras apareció un par de ojos hundidos en una cara sudorosa.

    —Yo, eh... ja, ja[1]. Un momento.

    Kitty abrió su inventario a un lado para revisarlo sin perder de vista al desconocido al mismo tiempo. No parecía tener fuerzas para levantarse, y menos para saltar sobre ella y rajarla con un arma oculta, pero no había llegado tan lejos hasta el nivel del jefe de Chimera sin ser precavida en cada situación.

    Encontró la poción de salud, la más pequeña que tenía en el inventario, que brillaba con un tono rojizo, y la soltó en el suelo de la cueva. El hombre intentó cogerla, pero su mano se quedó a más de un metro.

    Kitty se acercó con cuidado, recogió la poción y la soltó otra vez. Esta vez se quedó al alcance del hombre. De repente, se desvaneció y un segundo después el hombre se levantó. Su cara reflejaba salud y sus ojos brillaban con una luz terrorífica. Entonces levantó una mano.

    Excre... —Kitty se detuvo mientras la cueva se oscurecía.

    La antorcha había desaparecido y ella comenzó a barrer el aire con su espada. Sin embargo, el hombre se había ido. Kitty se giró, intentando golpear otra vez, pero la espada sólo golpeó unas motas de polvo cuyo único delito fue bailar en torno a un rayo de luz que provenía de una fisura en el techo.

    Irrumator, —Kitty tomó aliento y marchó hacia delante blandiendo su espada preparada para cualquier cosa. Ya parecía demasiado ruidoso el crujido de sus botas de punta de acero contra el suelo de la cueva, pero su respiración lo era aún más.

    Salió de la cueva, buscando con la mirada por toda la costa. Sin embargo, estaba tan vacía como cuando entró a la cueva. Un escalofrío en sus hombros le hizo darse la vuelta, pero ya no había ningún hombre extraño en la entrada. ¿Era un PNJ?, lo dudaba, ya que ayudar o estorbar a un PNJ habría hecho que su registro de misiones se actualizase.

    Kitty se alejó de la cueva con el ceño fruncido. Ya no le molestaba el kraken, el mar se había calmado un poco. Las olas, que todavía estaban cubiertas de espuma, rompían contra la arena. Incluso habría sido un sonido agradable si no fuese por el ocasional chirrido de una harpía que pasase volando.

    Kitty abrió el cuadro de chat de The Game. Aunque un aviso de mensaje nuevo le habría avisado si Will respondía, se decepcionó al no encontrar mensajes nuevos.

    BAD_KITTY_69: POR FAVOR, DIME QUE STAS BIEN

    Seguía sin responder.

    Kitty cerró el cuadro de chat y se derrumbó en la arena con un suspiro mientras miraba el romper de las olas durante unos minutos antes de rebuscar en su inventario y encontrar una manzana. Aunque no sabía a nada, la mordió y vio cómo su barra de salud se llenaba. Después se comió una rebanada de pan con queso y, ya desesperada, se bebió tres jarras de aguamiel. Odiaba usar pociones de salud. Una vez  su salud se llenó casi por completo, se levantó, movió sus hombros y se dirigió hacia la salida de la costa tambaleándose por culpa del aguamiel que se había bebido a grandes tragos.

    —No te asustes, —dijo una voz desde detrás.

    Kitty golpeó con su espada el brazo del hombre, aunque no pareció sorprenderle esto, ya que la única reacción al golpe fue un tic en la ceja izquierda. En el mundo real, el terror formó un nudo en la garganta de Kitty. Su espada se movió amenazante entre ellos hasta que consiguió sacar una pregunta de su muda garganta.

    —¿Cómo has...?

    —Un pergamino de teletransportación. —El hombre se mantuvo fuera del alcance de la espada mientras la miraba con cuidado—. No he tenido tiempo de ponerme la armadura y esa espada parece muy afilada cuando te apuntan con ella, colega.

    Kitty siguió blandiendo la espada, moviéndola de un lado a otro por si el hombre decidía saltar sobre ella, pero simplemente se quedó ahí, mirándola mientras masajeaba el brazo que le acaba de golpear.

    —¿Y tú eres?, —preguntó Kitty.

    —Lucy, —respondió el hombre.

    —¿Lucy? —Kitty frunció el ceño, ya que la voz que provenía del personaje era claramente masculina. No importa la raza, alianza, hermandad, credo o especie que eligieses, ya que The Game mantenía tu color de ojos natural y tu propia voz. Quizás a eso se refería el juego con dosis de realidad... ¿quién sabe?

    —Exacto, Lucy —confirmó el hombre.

    —Kitty —dijo ella después de esperar unos segundos a que él preguntase su nombre—. ¿Estás solo?

    —Bueno, no has visto a mis amigos por ahí conmigo, ¿no?

    Kitty bajó la espada. —¿Qué ha pasado?

    —Los derrotó el kraken, colega. —Lucy señaló el mar con su barbilla. Tenía un marcado acento australiano que desentonaba con el paisaje de la costa de rocas grisáceas de Chimera.

    —Yo conseguí refugiarme en la cueva. Las cosas se pusieron demasiado feas fuera. Para cuando el monstruo se retiró, yo ya lo había usado todo: pociones de salud, comida, pergaminos de regeneración, y tenía muy poca salud como para llevar armadura o armas. Si no hubieses llegado en ese momento...

    —Entonces habrías muerto, reaparecido, y habrías podido seguir jugando —Kitty envainó ruidosamente su espada y señaló al jugador—. Ahora me debes una poción de salud, «colega».

    Se dio la vuelta y se dirigía hacia la salida de la costa cuando, unos minutos después, le llegó el sonido de pasos detrás de ella. ¿Por qué la seguía?

    —Escuche el sonido de una pelea —dijo Lucy— y el kraken ya no estaba. ¿Lo has derrotado tú?

    —Algo así —dijo Kitty encogiéndose los hombros.

    —Es increíble. ¿A qué nivel estás?

    Ella lo miró con la mano todavía en la empuñadura de su espada. —¿Entonces tú tampoco puedes ver la información del jugador?

    —No, desde el segundo glitch. ¿A cuántos has dejado atrás?

    Kitty giró su cabeza. —¿Quién lo pregunta?

    En vez de contestar, preguntó —¿cuál es tu nickname?.

    —BAD_KITTY_69, —contestó Kitty.

    —¿Tampoco se ven las características en tu perfil? —Preguntó Lucy—. ¿Te quedan unas pocas vidas por lo menos?

    Kitty abrió su cuadro de chat sin perder más tiempo. Se había añadido una nueva petición de amistad en su cuadro de amigos. Ella resopló mientas se giraba para verlo, y volvió a pisar la arena.

    —¿LUCY_FUR_666?

    El hombre se mostró impasivo. —¿Así es?

    —No está mal —admitió Kitty mientras aceptaba su solicitud de amistad y cerraba el menú.

    Sus ojos recorrieron la negra vestimenta del hombre. Llevaba un gran sobrero y unos pantalones negros estrechos con botas oscuras. Su chaqueta marrón parecía ser de cuero y de su cintura colgaban dos cinturones vacíos.

    —¿Se supone que eres un asesino o algo así?

    Lucy se miró por un momento y se detuvo. Kitty también paró, se cruzaron las miradas mientras el hombre negaba con la cabeza y levantaba un brazo.

    Un temblor lo agitó.

    Su personaje se distorsionó entre una nube de píxeles blancos y verdes antes de volver a tomar forma. Cuando terminó, ya no llevaba esos ropajes extranjeros, sino una brillante armadura de acero que lo cubría con crestas de un metal azul uniendo las articulaciones a un torso moldeado con más músculos de los que requería un bípedo.

    —Mi personaje debe haber sufrido un glitch. Eso era de Helical.

    Kitty se quedó boquiabierta. —¿Eres de Helical?

    Él lanzó un escudo gigante que reflejaba las espumosas olas detrás de ella antes de que desapareciese en su inventario.

    Lucy se giró hacia ella emitiendo un sonido metálico. —Lo último que recuerdo es estar sentado en la taberna de Rusted Mug... —su voz se fue debilitando y sus ojos estaban ocultos tras la sombra del elegante visor de su armadura.

    —Entonces has llegado tan lejos como nosotros. ¿Cómo se llega a la Arena de combate?

    Lucy miró por encima de sus hombros con los ojos todavía ocultos.

    —Desde aquí queda un largo camino, —dijo Lucy.

    —No tan largo. —Kitty abrió su inventario y sacó un trozo de pergamino enrollado, que apareció en sus manos desenrollado y lo leyó por encima otra vez—. Dice que la salida más cercana está por allí. —Kitty señaló al grupo de nubes del fondo.

    Lucy no se giró para ver a dónde señalaba.

    —¿Puedo verlo? —su voz resonaba dentro de la armadura.

    —¿No conseguiste uno? —Kitty le enseñó el pergamino antes de guardarlo en su inventario.

    —Yo estaba en Helical, —dijo Lucy—, quizás el tuyo sea diferente.

    Kitty se encogió de hombros y se acercó cuando una ráfaga de viento revolvió su pelo, haciendo ondear la larga tela que cubría su inadecuada y débil armadura, de un nivel mucho menor del que asumía que era la armadura brillante de acero de Lucy.

    Soltó el pergamino en el suelo y Lucy lo recogió. Lo levantó como si fuese a pronunciar un decreto y durante un momento, el pergamino emitió un brillo azul claro.

    —Eh...

    Lucy lo dejó en el suelo. —No, lo mismo que el mío.

    Ella recogió el pergamino, lo abrió y le echó un vistazo.

    —¿Qué le has hecho?

    —Nada. —Lucy mostró su mano, cerrando y abriendo los dedos, que también brillaron durante un segundo. —Adivina qué personaje todavía está afectado por el glitch.

    Kitty se apartó por instinto.

    —Tranquila —dijo Lucy mientras levantaba una mano—. Sólo tengo que salir de esta grieta.

    —¿De esta grieta? —Kitty resopló—. Más bien de este juego. Will y yo... —Kitty se detuvo—. ¡Excrementi!

    Se giró rápidamente, pero Lucy la agarró del brazo. Kitty se soltó con el ceño fruncido.

    —¿No estás sola? —debido a su rostro cubierto, todo lo que ella podía analizar era la voz, pero su voz inexpresiva no le decía nada.

    —No, no estoy sola, capullo —dijo Kitty—. Me tengo que ir.

    Estaba en el límite de la costa con sus pies en la blanda arena y buscó con la mirada algo que le diera una pista sobre qué hacer. Si pudiese encontrar un barco, o construir una balsa... había madera y demás cosas en el interior del territorio. Quizás hubiese un PNJ cerca que le mandaría una misión que la llevase exactamente a donde había mandado a Will. —¿Dónde estaría?

    —¿Has intentado mandarle un mensaje?

    Kitty perdió el equilibrio y cayó en la arena. Un guantelete de acero se posó sobre su brazo y la levantó. Ella se soltó de nuevo.

    —¿Crees que soy idiota? —dijo Kitty—. No me responde.

    —¿Qué ocurrió?

    —Yo... Nosotros estábamos... —Kitty se llevó las manos a la cara, exhalando mientras se zafaba de Lucy con una mirada que solo denotaba ira—. Cometí un error. El hechizo que usé para derrotar al Kraken se tragó también a Will y todo lo que sé es que está en algún lugar por allí. —Señaló sin seguridad a un cúmulo de nubes.

    —¡Qué coincidencia! Por ahí es exactamente... —intentó decir Lucy.

    —Escucha, Lucy —le interrumpió Kitty—. No te ofendas, pero...

    —¿No quieres que te ayude?

    La boca de Kitty se abrió unos segundos antes de emitir algún sonido.

    —No, no necesito tu...

    Lucy se acercó a ella. —¿Sabes lo que te espera tras esas nubes? —la armadura movió su cabeza negando—. ¿Acaso tienes alguna idea?

    —¿De qué hablas?

    Lucy se acercó aún más a ella. —¿De verdad crees que el Kraken era el jefe?

    —¿Qué estás...? pues claro. —Levantó su mano—. Tenía como tropecientos millones de vida...

    —Te equivocas. Ah, te equivocas tanto...

    Kitty se amedrentó. —¿Y cómo puedes saber eso?

    —Completé esta zona hace horas antes de ir a Helical. —Comentó Lucy hablando despacio—. Lo que significa que ya he derrotado a este jefe.

    —Creía que estabas atrapado en la cueva por culpa del Kraken. —Kitty se cruzó de brazos.

    El guante de Lucy se dirigió al visor de su armadura y lo levantó tras unos segundos.

    —Ya he estado aquí antes. —Dijo hablando con frases truncadas—. Derroté al jefe, me fui a Helical y entonces The Game sufrió un glitch... —suspiró molesto— ...otra vez, y llegué otra vez aquí, pero muy débil. No podía equiparme ninguna de mis armas ni armaduras, y por eso, colega, me derrotó el Kraken.

    —Deberías haber empezado por ahí. —Murmuró Kitty—. ¿Quién es el jefe entonces?

    El casco de Lucy desapareció. Sus ojos oscuros brillaban tras su cabello negro. Es muy probable que no hubiera podido elegir el aspecto de su personaje si de verdad había acabado en este acantilado por culpa del glitch. Sus ojos debían ser los mismos que los de su cuerpo en el mundo real.

    —¿Qué dice tu misión? —preguntó Lucy.

    —Mi... —Kitty no acabó la frase y abrió la misión—. Bla, bla, princesa... —murmuró—. Bla, bla, atrapada...

    —¿Dónde está la princesa? —Lucy recorrió todo el paisaje con su brazo—. No la veo, y sé cómo es porque ya la he visto antes.

    —¡No me destripes el final! —Kitty hizo un gesto de molestia.

    —Te diré una cosa. —El casco de Lucy volvió a aparecer, y con este un mandoble que hacía parecer la espada de Kitty un simple juguete.

    —Te ayudaré con todo esto... —su espada resplandeciente brillaba mientras señalaba aquel cúmulo de nubes amenazantes que rodeaban el mar como si de un collar se tratasen, ocultando todo más allá de la línea que se formaba a unos metros—. Encontramos a tu amigo y entonces nos dirigimos a la Arena. —Se giró hacia ella—. ¿Te parece bien? —Dijo de repente.

    —Puedo hacerlo sola. —Ojalá su voz no hubiese sonado tan débil.

    Lucy clavó la espada en la arena y extendió su mano.

    —¿Hay trato?

    Kitty frunció el ceño. —Como sea, pero devuélveme mi poción.

    Lucy apartó la mano y cogió su espada de la arena. —Te daré la próxima que consiga. No me queda ninguna, ¿recuerdas?

    Ella asintió mientras miraba la devastada costa.

    La espada de Lucy apuntaba de nuevo al cúmulo de nubes. —Por ahí está la princesa. Solo tenemos que llegar ahí y liberarla. Supongo que tu media naranja estará ahí, sano y salvo.

    —Tu plan hace aguas —dijo Kitty—. Dejé mi barco en el otro bikini de metal.

    Lucy la miró por encima del hombro ocultándose tras el casco.

    —No te preocupes —dijo confiado—. Nunca salgo de casa sin uno.

    Kitty hizo un gesto extrañada—. ¿Sin un bikini de metal?

    —Sin un barco. —Le corrigió Lucy, pero Kitty pudo escuchar una pequeña risita proveniente del caso.

    . . .

    Kitty se agarró a la baranda del barco. Rechinaba sus dientes como intentando resistir el viento que arremetía contra su cabello y su ropa.

    —¿No hay una parte interior? —gritó.

    Una ola consiguió subirse y ponerle todo el pelo mojado en la cara. Entonces entrecerró los ojos intentando ver algo a través del gran cúmulo de nubes negras que los rodeaba.

    —Solo tenía madera para una barca. —Le contestó Lucy gritando.

    La pequeña barca se mecía entre las olas del tamaño de casas como una hoja en el curso de un río.

    Por suerte, o por una mala programación, todavía no habían volcado, pero solo era cuestión de tiempo, o quizás de experiencia.

    Esto propició una pregunta. —¿Necesitas experiencia para remar esta cosa?

    —No —respondió Lucy— lo que significa que puedes empezar a remar tú también, colega.

    Kitty apretó los labios y se agarró a la baranda unos segundos más antes de obligarse a soltarse. Su personaje comenzó a remar sin que su cerebro tuviese que darle ninguna orden. The Game la colocó justo detrás de Lucy con sus manos pegadas al remo. Comenzó a remar por su cuenta, mientras ella miraba a su alrededor sin fijar la vista en el mar que los mecía continuamente.

    —¿De verdad esta es la única manera? —preguntó Kitty.

    —La única que conozco. —A Lucy se le cambió la armadura por ropa de civil automáticamente cuando subieron a la barca. Quizás el juego pensó que no era buena idea hundirse con una armadura. Por otra parte, se le repegaban los pantalones oscuros y la camisa blanca debido a la humedad.

    Kitty agitó la cabeza antes de darse cuenta de que Lucy no podía verla. El intento de armadura que ella llevaba se había transformado en la misma ropa, de no ser por el cordón en la parte del cuello y su camisa sujeta a la cintura con cinturón de cuero.

    —No lo pillo —dijo Kitty—. ¿Por qué no te has teletransportado antes de que te golpease el Kraken?

    Lucy miró atrás por encima de su hombro, esperando un momento antes de responder.

    —El hechizo estaba en el barril, el que estaba en la cueva. Lo encontré cuando ya estaba dentro. Había una manzana, una botella de agua y una carta que comenzaba una misión que no podría completar.

    Kitty abrió la boca pero el monólogo de Lucy se hacía tan eterno como la lluvia que se cernía sobre ellos.

    —¿Quieres saber qué decía? Es bastante ñoño, la verdad.

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