¿Aún no tienes planes para Halloween? Has llegado al lugar indicado. En un nuevo capítulo de “Mis Terrores Favoritos”, hemos invocado a unos personajes muy especiales. Sí, querido remaker, esta noche nos reunimos en aquelarre para hablar de “Las Brujas de Eastwick” (87), película dirigida por George Miller y maravillosamente interpretada por un enorme Jack Nicholson, una ingenua Michelle Pfeiffer, una incontestable Cher y una liberada Susan Sarandon.

Con este elenco, nada puede salir mal. ¿O sí? Porque, según cuentan las crónicas, el rodaje fue de los más conflictivos de la época. En gran parte por las presiones de unos productores, encabezados por Jon Peters, que trajeron de cabeza al bueno de Miller, que casi debutaba en tierras estadounidenses tras su exitosa Mad Max.
Y es que la historia, basada remotamente en una novela de John Updike, a pesar de sus aciertos, no tenía un alien. Y eso es algo que Peters no podía soportar.

Afortunadamente, George Miller, arropado por Nicholson, consiguió poner algo de cordura en esta historia, y hablar de lo que realmente le preocupaba. La lucha del bien contra el mal, el empoderamiento femenino, la ruptura con los convencionalismos, y el amor, un amor que muestra su lado más tóxico en esta cinta.

Todos estos elementos fueron realzados por un equipo de excepción, con un John Williams nominado al Óscar por esta maravillosa y juguetona banda sonora, un más que notable Vilmos Zsigmond al otro lado de la cámara, y con un Robin R. Bottin encargado de los efectos visuales.
Repasamos todos estos temas, así como el mito de la bruja, y de los elementos sobrenaturales de la película.
Y para ello, sumamos a nuestro equipo al amigo Israel Gordon, experto en la materia, co-creador del podcast Ecos de lo Remoto, y habitual en nuestro programa, que nos ilumina en esta noche oscura y mágica, con la luz de su sabiduría. Y es que era necesario que alguien frenara los impulsos lujuriosos y caóticos de nuestro colaborador Óscar Cabrera, que se ha dejado crecer para la ocasión un matojo de rizos encrespados en las axilas, en un patético intento de sentir y conectar con su lado femenino. Y todo ello ante la espantada mirada del hechicero supremo, el incombustible Juan Pablo Molina, que tiene preparado bajo la mesa más de un muñeco vudú, por si la ocasión lo demanda, fabricado con la cera de sus propias orejas.
Y si todo esto no es motivo suficiente para aterrar tu aguerrido corazón, remaker, es que no tienes.
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