La improbable humildad de Nikolaj Coster-Waldau.

A MEDIDA QUE EL SHOW MÁS GRANDE DE LA TIERRA SE ADENTRA EN SU TEMPORADA FINAL, LA ESTRELLA DE GAME OF THRONES HABLA SOBRE LAS DESPEDIDAS, LA REDENCIÓN Y EL EXTRAÑO EFECTO DE MOVIMIENTO DE LAS HDTV.

NIKOLAJ COSTER-WALDAU ESTÁ SENTADO EN EL VESTÍBULO DE UN PINTORESCO CINE SUBURBANO, PERO SU MENTE ESTÁ EN OTRA PARTE. ES UN RECINTO EN MAL ESTADO QUE ABRIÓ SUS PUERTAS A MEDIADOS DEL SIGLO XX Y PARECE QUE APENAS HA SIDO RENOVADO DESDE ENTONCES. NO OBSTANTE, MÁS QUE ABANDONADO, EL LUGAR SE SIENTE DESGASTADO POR EL USO AMOROSO Y CONSTANTE DE VARIAS GENERACIONES DE USUARIOS, COMO SI SE TRATASE DE UN VIEJO SOFÁ FAVORITO. HOY, EN LAS HORAS DE DESCANSO DEL CINE, EL LOBBY SE VUELVE EL ÁREA DE PREPARACIÓN PARA UNA SESIÓN DE FOTOS, Y EN MEDIO DE LOS PERCHEROS Y ALFOMBRAS VIEJAS ESTÁ COSTER-WALDAU: LISTO PARA LA CÁMARA CON UN TRAJE NEGRO Y ELEGANTE, CON UN TIPO DE APARIENCIA QUE, A LA VEZ, LO HACE PARECER FAMILIAR E INALCANZABLE. SILENCIOSAMENTE, CON LAS CEJAS FRUNCIDAS, SE INCLINA HACIA DELANTE EN UNA SILLA PLEGABLE, PROFUNDAMENTE CONCENTRADO. QUIZÁ ESTÉ REFLEXIONANDO SOBRE EL FINAL DE JUEGO DE TRONOS, O EL MOMENTO DE TRANSICIÓN EN EL QUE SE ENCUENTRA AHORA, O EL CAMINO HACIA SU SEGUNDA NOMINACIÓN AL EMMY, O…