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Camino Hacia la Esperanza
Camino Hacia la Esperanza
Camino Hacia la Esperanza
Libro electrónico333 páginas8 horas

Camino Hacia la Esperanza

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Camino Hacia la Esperanza es una historia conmovedora en la que el autor se relata de como pasó de vivir en las calles a convertirse en un empresario exitoso. El libro aporta una lección para todos y demuestra que, aunque la vida pueda ser cruel y brutal, incluso los más desfavorecidos pueden superar las probabilidades y encontrar la felicidad: Su propia Camino Hacia la Esperanza. La narración que capta la atención y resuena con autenticidad; a menudo es triste, chocante, pero al final edificante y motivador.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento26 ene 2017
ISBN9781507170434
Camino Hacia la Esperanza
Autor

Eder Holguin

Eder Holguin's story was not always a success story. Born in Medellin, Colombia, he spent years as a young teen living on the streets, selling household goods door-to-door in order to eat and pay his way through school. A natural salesman and imaginative promoter, Holguin learned the secrets and psychology of marketing on the most fundamental level ?? face to face with the customer. By the time he was 16, Holguin had borrowed seed money, hired his own sales team, and had launched a low-budget direct-sales operation. At night, he took high school courses, and spent his spare hours at the local library. Over the next few years, with his fortunes slowly rising, Holguin acquired a business management degree from a local university, graduating near the top of his class. Eventually, he was able to work his way from Colombia to the U.S., landing in high-velocity New York City with little money and just a few phone numbers. "Sure, it was intimidating to a newcomer, but I was computer oriented and knew I could find a way to transfer my sales and marketing skills to the online media space. It didn't happen overnight, that's for sure, but I had another handy skill: sheer determination." Never forgetting his own humble roots, Eder Holguin has reached out to help others who are unable to help themselves. For example, he is a member of the New York marketing and organizing committee for 'El Banquete del Millon', an important charity fundraiser held annually in various cities around the world. Sponsored by the El Minuto de Dios Corporation, the international event generates millions for homeless families in Colombia. "We help feed the poor, build affordable housing, and provide educational opportunities. It offers hope for a better life to those who might otherwise have no hope at all." Reaching out on another front, Eder Holguin is in the process of establishing a foundation dedicated to rescuing street children in Colombia. "I was once a homeless kid in Medellin and understand what needs to be done to make a positive, permanent difference in young lives. For obvious reasons, the foundation is close to my heart and I plan to have it up and running within the next year."

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    Camino Hacia la Esperanza - Eder Holguin

    NO FICCION/NARRACION PERSONAL

    CAMINO HACIA LA ESPERANZA

    Por Eder Holguín

    Introducción

    ¿Te sientes frustrado con la situación actual en la que vives?  ¿Te imaginas de las muchas maneras en la que la vida podría ser mejor?  ¿Crees que tus sueños están tan lejos de tu alcance que no tiene sentido seguir intentando?  Yo entiendo exactamente cómo te sientes.  Yo escribí este libro para mostrarte que tus sueños son tan importantes que nunca deberías rendirte, sin importa tan imposible que parezca.  Yo deseo que tu sepas que siempre hay esperanza.  Sin importa lo mal de la situación actual en la que vives, siempre hay esperanza.  No abandones tus sueños.

    Camino Hacia la Esperanza es acerca de mi jornada personal, relatada en la manera clásica de la tradición del aprendizaje, probando que, aunque la vida pueda ser fea y brutal, hasta la persona más desventajada puede vencer y encontrar la felicidad: su propio Camino Hacia la Esperanza.  Del narrativo fluye y resuena la autenticidad; a menudo hay momentos tristes, sorprendentes, pero últimamente alentador y motivacional. 

    Hoy día, acercándome a los cuarenta años, soy un empresario neoyorquino exitoso en la industria multimedia en línea.  Sin embargo, cuando era niño a mediados de los años 80’, me hui de una vida en un hogar aterrorizante y acabé viviendo en las calles de Medellín, Colombia por años.  Era una existencia inestable en una época en la que se describían la ciudad como ‘la más peligrosa del mundo’.  Un lugar en donde narcotraficantes internacionales como Pablo Escobar reinaba y en donde podías salir disparado por una mirada equivocada a la persona equivocada.  La jornada increíble de vivir bajo aquellas circunstancias al llegar a ser un empresario exitoso y cómo, por el esfuerzo, dedicación y trabajo duro, yo podía llegar donde hoy estoy es lo que cuento en este libro.  Estos son lecciones y principios de la vida que son aplicables a todo el mundo.

    Más que nada espero que este libro te sirva como una fuente de inspiración; que, al leerlo, te des cuenta de que tú también puedes realizar tus sueños.  Cuando escribía este libro, mi intención era proveerte una fuente de inspiración a través de mi historia y ayudarte a entender que no eres la victima de tus circunstancias actuales.  Tú tienes el poder de crear tu propia vida.  Las decisiones que tomas y las cosas que haces hoy determinarán tu futuro.  Sin importa cuántas veces hayas fallado en el pasado, ni cuantas veces hayas hecho intentos; al cambiar tu actitud y tomar decisiones diferentes, tú también puedes cambiar tu vida y también puedes llegar a ser exitoso.  ¡Logra tus sueños y vive una vida feliz!

    A los que son víctimas de abusos, y al presente viven en el terror, por favor encuentra la ayuda que necesites.  Abre tus ojos, y date cuenta de que nadie merezca ser víctima del abuso físico o verbal.  Mereces valorarte y amar quien eres.  Una vez que haces esto, y descubres tu propio valor, la vida te dará nuevas oportunidades y te traerá nuevas personas. 

    Capítulo Uno

    Mi madre siempre me había dicho que mi nacimiento le había arruinado la vida. A las altas horas de la noche, ella volvía a casa embriagada y me despertaba. Yo era un niño pequeño y siempre le temía a ella. Ella era una persona violenta y no le importaba nada lastimarme. Se sentaba junto a mi cama llorando mientras me contaba de que terrible era su vida, de que era injusta, de cómo le odiaba a mi padre y de cómo todo le salió mal. Ella era la víctima proverbial quien nada más se enfocaba en las influencias negativas de todo el mundo que le rodeaban, ignorando sus propias fallas y culpándole a todo el mundo y a todas las circunstancias por su miseria e infelicidad. Lo que más lamentaba era de no haberme abortado cuando se encontró embarazada de mí. Hubiera tenido un futuro, una frase que siempre terminaba diciendo. Al oír esta frase, sabía que ella le iba dar rinda suelta a su ira. En su mente, yo era la causa de su miseria y tristeza. Luego, después de hacerme cosas terribles, acababa yo en el hospital varias veces.  Sospechaba que pronto se iba a acabar mi vida.  Aún a la edad de 7 años, me di cuenta de que algún día mi madre me iba a matar, solo no sabía cómo ni cuándo.

    Me despertaba en la noche y sentía miedo. Le temía a ella, y temía perderle a todo como mis pequeños juguetes o a los que les importaba de lo que me hubiera pasado. Si me matara ella, me preguntaba, ¿qué hará con mi cadáver? Me atemorizaba la idea de estar enterrado en secreto en algún lugar. ¿Se lo confesaría a alguien? ¿Se enteraría alguien de que estaba muerto yo? Me acuerdo claramente del momento en el que ella me apuñaló en el brazo con el tenedor. Yo había repetido algo que ella había dicho, durante su embriaguez, acerca de la adicción del vecino a las apuestas.

    Apenas se me registró el dolor, pero estaba yo aterrorizado y desesperado por huirme de ella. Huyéndome, andaba por toda la ciudad usando mi camiseta para detener el sangrado. Cuando se oscureció, volví a casa silenciosamente y sentí alivio al descubrir que ella se había salido embriagándose con sus amigos. Creo que aquel fue el día en el que comencé por la primera vez hacer mis planes—mis planes desesperados.

    ***                              ***

    Eran los años 1970, y vivíamos en Medellín, la Republica de Colombia, la cual en aquella vez era una ciudad el tamaño de Philadelphia en los Estados Unidos.  Medellín se encuentra en el oeste de Colombia, localizada una milla sobre el nivel del mar en el clima templado de la Valle de Aburrá de la Codillera Central.  En las últimas décadas, la cuidad ha crecido grandemente al llegar a ser la segunda más grande, mayormente debido a una fuerte industrialización.  Tanto conocido, Medellín era, por un periodo de tiempo, la base principal del narcocartel mundial de Pablo Escobar hasta que fue asesinado en un tiroteo con los comandos militares en el año 93’.  Durante los años 80, cuando crecía yo, Medellín era conocida como la cuidad más violenta del mundo, sin rival – en términos del derramamiento de sangre y reguero de cadáveres—hasta la guerra mexicana contra las drogas a comienzos del siglo 21. 

    En mi niñez, no existía en realidad una clase media en Medellín.  Uno era rico o pobre.  Los ricos vivían en las zonas hermosas de la ciudad, documentada desde los colonizadores españoles del siglo 17; o en barrios lujosos, enclaves urbanos tales como el Envigado, el Poblado y Laureles.  Los pobres eran designados a habitar en viviendas alquiladas y en hogares improvisados de los barrios urbanos más pobres a lo largo del Rio Medellín, el cual era toxico para sus nadadores.  Algunos pobres vivían mejor que otros, viviendo en una casa verdadera o en un edificio de apartamentos sin importarles las malas condiciones.

    Nuestra familia se hallaba en el grupo posterior, la clase media alta de los pobres.  Pero en este nivel, todos estábamos en la misma situación soportando la misma lucha día a día para sobrevivir.  Después de trabajar horas extras en empleos que pagaban un sueldo poco suficiente para vivir.  La mayoría de las personas volvían a casas con poca comida y poca felicidad.  Moscas y bebes llorando, basura y agua sucia apestosa, maldiciones y hogares rotos eran escenas conocidas en los cerros de las comunas orientales.  Se le desmenuzaban a uno día tras día.

    A los que se encontraban al fondo de la sociedad, Medellín solo les ofrecía una vida marcada de trabajo arduo, escasez y muerte prematuro.  Y los que vivían en las comunas deplorables entre los cerros que rodeaban Medellín, la vida les ofrecía un infierno tras otro.  Sin transporte público, tenían que luchar cada mañana por horas para hallar trabajos indignos solo para terminar volviendo a casa medio muerto con unas monedas en el bolsillo como premio por sus esfuerzos.

    Mis padres se conocieron en la escuela secundaria.  Mi padre, Juan Holguín, estaba por cumplir los dieciocho años y mi madre, Cecilia Zapata, tenía dieciséis años.  Le gustaba a ella porque era buen parecido y que se creía muy confiado; a su vez mi padre creía que ella era una chica bonita, dócil, popular de buena presentación y bien vestida.  Se casaron en la bella capilla de Villa Hermosa y se fueron a vivir con la madre de mi padre, Emma.  El encontró un trabajo en Coltejer, una de las fábricas textiles más grande de Medellín, y mi madre era ama de casa.  Al fin del año nací yo en septiembre de 1972.  Eso es cuando comenzaron los problemas. 

    Ahora que soy adulto comprendo más o menos lo que realmente sucedió entre mis padres cuando era muy niño por las muchas historias que les oí decir a varias fuentes.  No había manera para que mi madre tan jovencita e inexperta pudiera cumplir con los estándares establecidos por Abuelita Emma.  Mi padre estaba acostumbrado a que su madre le hiciera todo, sin esfuerzo alguno de su parte.  Le preparaba comidas especiales, le lavaba y le planchaba la ropa cada día e hizo todo para él con pocas finanzas.  De hecho, mi padre era mimado y mi Abuela Emma lo trataba como si fuera el rey del castillo, el síndrome del Hijo Favorecido lo cual es típico de las madres colombianas, o mejor decir, con algunas madres colombianas.  Al contrario, mi madre no tenía experiencia alguna en cómo ser una esposa y madre; aún era una niña con sus propios deseos egocéntricos e intereses de una adolecente.  No quiso humillarse y servirle a cada deseo caprichoso de su esposo ni prestarle la atención a que le exigía.  Cada vez se ponía más crítico de ella como una esposa especialmente cuando estaba embriagado.  Le regañaba constantemente por no ser una mejor madre para el bebé Eder.  Una vez vi una foto de mí en los brazos de mi madre a los 5 meses; ella no se veía nada feliz y tampoco yo.

    Mamá no sabía cocinar, y esto le fastidiaba aún más a mi padre.  Puesto que era joven, atractiva, y dinámica, por lo natural a Cecilia le importaba más la ropa, salir con amigos, la música pop al corriente, asistir a las fiestas, y divertirse.  Mi padre no estaba de acuerdo y siempre le tenía celos por la manera en que ella fácilmente hacía amigos.  Se discutían de como ella coqueteaba.  Cuando yo era más grande, mi madre siempre me decía, tu padre me trató como basura.  Expresándose con jergas tradicionales colombianas, decía, "¡él no es nada más que un Zumbambico!, su término favorito que significa algo como un idiota completo".

    Mi padre no tan solo era un mimado, pero también era un enojón.  Pronto, su ira contra mi madre progresó de nada mas gritarle a desatar una rabia fuera de control.  Los ataques verbales de pronto se convertían en abuso físico.  Por las cosas más insignificantes él se ponía furioso, y de golpe comenzaba a darle bofetadas a Mamá.  Pero eso no era suficiente castigo por sus fallas de no ser buena esposa y madre.  Después de una de aquellas palizas, le arrojaba al sótano húmedo y oscuro y allí le encerraba por horas.  Tu padre me hizo la vida una pesadilla, me quejaba muchas veces. "Debí haberlo matado al sinvergüenza mientras dormía. ¡No, debí haberlo matado al zumbambico antes de embarazarme de ti!  ¡Es lo que debí haber hecho!"

    Es poco sorprendente que la única manera en la cual mi madre joven podía tratar con aquel esposo monstruo era encontrar consolación en el alcohol, al igual que les pasa a tantas personas imponentes del mundo; hasta les pasa a las personas poderosas del mundo.  Aprendí que algunas personas literalmente no pueden lidiar con la vida sin ello.  Al pasar el tiempo, Mamá comenzó a embriagarse demasiado y a llegar muy tarde a casa, lo cual le dio más excusas a mi Padre para que la castigara con ataques violentos y más encierros en el sótano, un ciclo vicioso que duraba en la relación de ellos. 

    Una noche, después de que mi madre llegó a altas horas a casa, Papá agarró las llaves de ella y le echó fuera de la casa.  ¡Vete a vivir con tus amigos, perra! gritó vulgarmente y suficiente fuerte para que lo oyeran toda la vecindad. 

    Hacía mucho tiempo que nadie sabía si mi madre estaba muerta o viva. 

    ***                              ***

    Ahora que quedamos mi padre, Abuelita Emma y yo, la casa se sentía más tranquila.  Comencé mis estudios en el jardín de infancia y comprendía el mundo que me rodeaba, pero la mayor parte de las cosas aprendí de la televisión, la cual nos trajo tierras lejanas dentro de nuestra sala humilde.  La TV de por cierto me educó.  Una de mis memorias más temprana era de la curiosidad que daba ver el apagón de 1977 en la Ciudad de Nueva York. Me fascinaba observarle a la gente de tal ciudad tan grande navegar por las dificultades temporales los cuales para nosotros aquí eran parte de la vida cotidiana.  Lo más fascinante era que éstas dificultades salieron en las noticias por todo el mundo; pero nosotros vivíamos así todas las semanas.  Me acuerdo de haber visto recortes del periódico acerca de un hombre que se llamaba Elvis Presley quien había fallecido, y todo el mundo hacía una gran cosa acerca de él. 

    Me acuerdo de las cosas pequeñas, cosas tontitas.  Me acuerdo de que mi Abuelita me puso sobrenombres como papacito el cual era uno de sus favoritos y significa niño bonito pequeñito.  Luego, los niños de la vecindad me pusieron otro sobrenombre.  Cuando me hice aficionado de la película Superman y del protagonista Christopher Reeve, comenzaron a decirme Ederman.  Creo que vi la película unas 10 veces; era yo tan obsesionado con ella que andaba con una bandeja roja atada a mi cuello.  Al principio solo la llevaba en casa, pero eventualmente empecé a llevarla a la escuela también.  ¿Es Superman? ¡No, es Ederman!  Eso es lo que casi todo el mundo me decía, Ederman.  Aquellos sabelotodos lo creían muy gracioso sacarle provecho a mi héroe de esa manera.  Al pasar el tiempo se puso viejo la broma, pero se me pegó el sobrenombre.  Ahora y adelante yo era Ederman. Todavía, de vez en cuando, uso mi sobrenombre como mi firma.

    Mi padre seguía trabajando en la empresa textil Coltejer y Abuelita Emma cuidaba de mí a la misma vez que hacía todos los quehaceres domésticos y mantenía nuestro hogar limpio y ordenado, a pesar de ser un hogar humilde.  Caminábamos al mercado bullicioso en donde cautelosamente elegía productos frescos para comer.  Ella también me llevaba Al Centro en donde se encontraba Junín- el lugar más popular del centro de Medellín.  Estaba repleto de cines, vendedores ambulantes y tenía un parque con bellas fuentes.  A menudo tomábamos un descanso para comer empanadas y tomar chocolate y a veces me compraba helado o caramelos.  Recuerdo de que para mí el hecho de escoger meriendas era un asunto de seria consideración y tomaba mi tiempo para escoger bien.

    Sin importa tan poco dinero tenía para las compras, Emma siempre acabó preparando comidas deliciosas:  Sancochos, Bandeja paisas y otros platos tradicionales colombianos relleno de puerco y pollo.  Era una señora dulce, la sal de la tierra, muy cariñosa y generosa.  Abuelita Emma era la primera persona a quien yo le importaba sinceramente.

    Después de un cierto tiempo, cuando estaba yo en el primer o segundo grado, mi madre volvió a la familia.  Ella vivía cerca y deseaba ver a su hijito. Yo oía decir que hubo escándalos y peleas y que eventualmente mi padre se puso de acuerdo con dejar que me llevara con ella por unos días (mi madre le amenazaba con acudirse al juzgado a demandar por custodia).  Sin embargo, a mama no le importaba nada verme.  Solo me usaba para vengarse de mi padre.  Muchas veces se llenaba la mente con ideas irracionales así. 

    Durante el tiempo en el que no estaba, ella se había convertido en una alcohólica total y en una drogadicta de consumo diario.  En lugar de llevarme al parque de atracciones como me había prometido, me llevaba a los bares más horribles y sucios de Lovaina y a las partes peligrosas de Guayaquil.  De vez en cuando tuvimos que alojarnos en esos lugares y yo los observaba a hombres y mujeres consumir drogas y cambiar de manos el dinero.  Lo único que le preocupaba a mi madre era encontrar dinero para las drogas y el licor.  Solo puedo imaginarme lo que hizo para topar con el dinero (Yo oía decir que prefería más al ‘bazuco’, una cocaína mezclada con pasta de coca y marihuana.)  Se hundía en su dolor y tristeza sin tomarme en cuenta a mí.  Es decir, mi madre sentía la necesidad de drogarse para lidiar con la vida.

    Claro, aquel entonces no yo entendía nada de eso.  No comprendí todo el dolor que experimentaba ella hasta muchos años después, y esa comprensión me ayudó desarrollar una cierta compasión por ella.  Mas ahora, solo sabía que mi madre no era una persona con la que quería estar, con toda su embriaguez, su mal hablar y todas esas personas asquerosas.  Me parecía más como una bruja que se aterrizaba del cielo a llevarme a lugares repulsivos, hacerme pasar momentos horribles, y luego desaparecerse por un par de meses.  Lo único que me agradó de ella era su dulce ausencia. 

    Al final, temía que otra visita estaba por acercarse, le pregunté a mi Abuelita si tuve que irme con mi mamá.  Al escuchar acerca de los lugares a los cuales mi madre me llevaba y de las personas con las que andaba (Creo que me caían lagrimas también), Abuelita Emma me dijo que no tenía que irme más con ella.  No le cuentes nada a tu padre, me instruyó.  Yo misma hablaré con Cecilia. 

    Luego, mi madre dejó de buscarme y comencé a sentirme a salvo.  Abuelita Emma me protegió a mí.  Eso de por sí recordaré por siempre. Sí, por siempre.

    Tampoco me olvidaré del día en el que todo se desmoronó y fui lanzado a las garras horríficas de mi madre.

    Era aquel día en que volví de la escuela al encontrarle a mi padre llorando.  Esto nunca hacia; sabía que había ocurrido algo terrible.  Abuelita está internada en el hospital, logró decirme entre sollozos.

    Al día siguiente, no asistí a las clases y mi padre faltó el trabajo para que fuéramos a visitarle a Abuelita.  Cuando la vi acostada en la cama del hospital, viéndose pálida y frágil, intentaba detener las lágrimas, pero no pude al verla estirarse el brazo para tocarme.  Me obligaron salir para que mi padre pudiera estar con ella a solas.  Fue la última vez en la que vi a Abuelita Emma.  Aquella noche o al día siguiente sufrió un derrame cerebral y se falleció mientras dormía.  Me acuerdo de despertarme y escucharle a mi papa llorar toda la mañana.  No era necesario que le preguntara el por qué; Yo sabía lo que había sucedido y podía verlo en sus ojos.

    En aquella época, yo estaba en el segundo grado.  Hice todo lo que podía para lidiar con la perdida la Abuelita Emma (la considero como mi mamá verdadera), pero era un periodo de soledad y tristeza.  Tenía esperanzas de que mi padre y yo pudiéramos esforzarnos a reconstruir una nueva vida y quizás algún día vivir felices.  Me cuidaba a mí mismo y asistía a las clases mientras él trabajaba en la fábrica textil.  Pero esto resulto a ser nada más que un sueño vano e infantil. 

    En realidad, Papá tomó muy mal la muerte de su madre. Comenzó a deteriorarse en la embriaguez y se quedaba afuera toda la noche.  Me quedaba despierto pensando en donde podía estar él y en que nos pasaría a nosotros.  Al día siguiente, si había desayuno comía lo que pudiera encontrar, una arepa con quesito y un poco de chocolate caliente tal vez, y después me fui a las clases.  Sin embargo, no lograba concentrarme en los estudios ni en otra cosa. 

    No tardó mucho antes de que mi padre, severamente depresivo, comenzara a faltar el trabajo pasando la mayor parte de su tiempo en las barras de la vecindad con sus amigos tomando aguardiente.  A veces daban fiestas que duraban varios días lo cual le hizo faltar mucho el trabajo. No le importaba nada su vida ni la mía.  Cuando lo despidieron en la fábrica, se perdió toda la razón.  Su comportamiento llegó a ser errático e impredecible.  Vendió la casa de Abuelita Emma y desperdició la ganancia (oía decir que él se suponía haberla compartido con sus 2 hermanos) en el alcohol, en las fiestas y en cualquier cosa que le ayudara a olvidar de su angustia.  Pasaban días sin que llegara a casa.

    Capítulo Dos

    A pesar de que mi padre hizo todo intento a mantener la casa, la muerte de Abuelita Emma era una carga que le pesaba más de lo que podía aguantar.  Al pasar el tiempo, el estar de luto, la embriaguez y la severa depresión todo llegó a estallar su pobre corazón y alma resultando en su internación en el hospital.  Las memorias que tengo acerca de este periodo son opacas y turbias, pero recuerdo la imagen de como mi padre se mutó a ser una sombra del hombre confiable trabajador que era antes; durante esta temporada de gran dolor y angustia del corazón, se le reemplazó el carácter macho con un carácter errático e inestable de emociones que en cualquier momento y en cualquier lugar estaba dispuesto a reventar.  Mi padre pasaba bastante tiempo fuera del hogar, como mencioné antes...sin duda alguna su ausencia era debido a la vergüenza que sentía por las condiciones en las que se había descendido.  Además, estoy seguro de que al muy profundo de su ser él deseaba evitar que su hijo observara más escándalos por los ataques de nervios de su padre.

    A continuo se inundaba a su cuerpo y a su ser en el paralizante, destructivo alcohol hasta alcanzar a un punto de exceso mortal y como consecuencia empezaba a sufrir los efectos dañinos de la severa intoxicación de alcohol.  Su cuerpo y su mente, que estaban acostumbrados a una rutina saludable de ricas comidas, ejercicios y suficiente sueño, deterioraron por reemplazar a estos 3 hábitos por el consumo de alcohol, alcohol, y aún más alcohol. 

    Luego de una increíble borrachera de 10 días en la cual anduvo murmurando y tambaleando por allí, por allá cada vez más profundo estupor (y cada vez más peligroso), por fin la familia intervino.  La habilidad de absorber enormes cantidades de alcohol, de apariencia de súper-humano, al final llegó a su límite.

    Fue el siempre fiable Tío Fabio (también quien durante esta dura etapa) quien entró en acción al navegarle a mi padre lejos de su autodestrucción que le impulsaba directo al sepulcro.

    Fabio envolvió este bulto de persona que una vez era mi padre, lo lavo, lo visitó de prendas limpias y lo llevo a toda prisa al hospital.  El presentía que el cuerpo de su pobre hermano que, por fin colapsó bajo el estrés de un constante flujo torrencial de licor.

    Lo único que sabía era que a mi padre se le internaron el hospital por algo.  No me acuerdo de cuál era la explicación que me dijeron o de si en verdad había una explicación.  Después de todo yo era nada más que un niño pequeño con apenas 7 años de vida, en mi presencia se comunicaron con discreción los adultos en mi hogar y todos los detalles pesados que sucedían fuera de mi vista a menudo no me los contaron.  Solo era luego de muchos años que se me describió los detalles oscuros de esta temporada dolorosa en la vida de mi padre...

    Es afortunado que usted se lo trajo aquí hoy, Señor Fabio, el médico le informo a mi tío.  No cabe duda de que, dejado a sus propios medios, de pronto este hombre se hubiera encontrado en la etapa terminal de intoxicación alcohólica.  Es muy posible que le hayas salvado la vida.  Un trago más añadido a su estado presente todo deteriorado, y lo hubiera lanzado al envenenamiento, la locura, y al final a una coma y muerte. 

    ¿Va a estar bien?

    Debe recuperarse sí, pues, físicamente, dijo el doctor.  Pero psicológicamente los mismos factores siguen presentes.  Estamos limpiando a su sistema entero.  Puesto que se quede completamente desintoxicado, le toca un periodo de descanso y recuperación.  Se sentirá débil...muy débil.  Le sugiero a usted que busque a quien le atienda y le cuide Y..., el médico le dio una mirada seria a mi tío, saca todas bebidas alcohólicas fuera de su alcance si tan solo por un poco de tiempo.  Si no, los veré aquí de nuevo, y quizás bajo circunstancias más graves y trágicas. 

    Le comprendo perfectamente, doctor. 

    Mi tío me describió la escena que le dio la bienvenida al entrar en el cuarto del hospital en donde se hallaba su hermano orgulloso e independiente: allí estaba mi padre atado a la cama con sujeción; tubos metidos en sus miembros y tubos metidos en su boca, aguantando la desintoxicación completa de fluidos de su cuerpo.  Esencialmente, le habían metido varios tubos

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