Los miserables de alma vomitamos recuerdos

Por Oliver Kuri

Los miserables de alma vomitamos recuerdos (Canciones de amor, nostalgia y soledad) es una breve muestra de textos escritos en distintos momentos durante casi los últimos 25 años -- muchos de ellos "mirando al techo". Esta colección no lleva un orden cronológico ni de otra índole, por lo que son notables los "cambios de humor" al pasar cada página. De la depresión adolescente al cuestionamiento de la divinidad, pasando por la ternura del romanticismo hasta el drama del abandono. Cada una de estas "canciones" fue imaginada con su propia música -una música que sólo suena en mi cabeza-, y todas ellas han formado y siguen formando parte esencial del soundtrack de mi vida.

• Idioma: Español
• Editorial: Club Silencio
• Fecha de lanzamiento: 23 may 2016
• ISBN: 9781533791252

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LA MATÉ PORQUE ERA MÍA

"Yo dedico esta canción

A esa nube decidida

A oscurecer mi sol, mis días"

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Antes de desnudar su alma prefería desnudar su piel

No le importaba perder su nombre, quería ser anónima

Su voz perforaba y dejaba grietas en todos los templos

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El pulso de su corazón era un cataclismo en el universo

Cuando los dos pozos que tenía por ojos derramaban ira

Y no había razón, no había alguna ciencia que la descifrara

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Yo la conocí una tarde gris, de esas que sobran en esta ciudad

Y una rebelión se gestó en mi entraña y perdí el control

Sin vacilación, le ofrecí mis sueños y ella, con violencia, los asesinó

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Conseguí arrastrarme hasta donde estaba y alabé su sombra

Y no me importaba revolcarme en lodo si podía beberla

Su flavo licor ya me había embriagado y era la doctrina que regía mi vida

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Los días corrían, unos como instantes, otros eran siglos

Pero mi paciencia se desmoronaba pues no me gustaba compartir mi ruina

Sí, yo renuncié a mi libertad por pertenecerle... y lo disfrutaba

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Y así llegó el día, el amargo día, en que decidí que se terminaba

Que no aguantaría ya más su traición, aún guardaba algo de mi dignidad

Entonces salí, tomé el automóvil y corrí a buscarla, sabía dónde hallarla

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La esperé oculto en aquel rincón donde tantas veces se burló de mí mientras yo la amaba

Cuando apareció se quedó mirando a mi corazón y en un desafío preguntó: ¿qué harás?

Saqué la navaja y en un grito ahogado lloré estas palabras: me has dejado solo

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Y así sucedió