Globalización y derecho
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Globalización y derecho - Gustavo Zafra Roldán
Globalización y derecho / La Fundación ; compilado por Gustavo Zafra Roldán y Carlos Julio Pineda ; editor María Emma Restrepo. -Bogotá : Politécnico Grancolombiano c2003.
254 p. : il. ; 17x23 cm. - (Serie Globalización)
ISBN: 958-8085-52-7
1. GLOBALIZACIÓN 2. GEOPOLITÍCA 3. GOBERNABILIDAD 4. CULTURA 5. MERCADO FINANCIERO INTERNACIONAL 6. SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN 7. GLOBALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN 8. ÉTICA
I.Tít.II. Fundación Politécnico Grancolombiano, Institución Universitaria III. Zafra Roldán, Gustavo, comp IV Pineda, Carlos Julio, comp V Restrepo, María Emma, ed. VI. Serie
338.91 cd 21 ed.
© FUNDACIÓN POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO 2003
Calle 57 No. 3-00 Este
PBX: 3468800 Fax: 3 46 92 56
Bogotá, D. C. Colombia
PRIMERA EDICIÓN 2003
ISBN: 958-8085-52-7
Número de Ejemplares: 100
Editorial Politécnico Grancolombiano
Bogotá, D.C. Colombia
VICERRECTORIA ACADÉMICA
Facultad de Negocios Internacionales
COMPILADORES
Gustavo Zafra Roldán
Carlos Julio Pineda Suárez
EDITORA
María Emma Restrepo P
Departamento de Comunicaciones y Editorial
restre po@pol igran .edu.co
COORDINACIÓN DE PRODUCCIÓN EDITORIAL
Eduardo Norman Acevedo
Departamento de Comunicaciones y Editorial
ednorman@poligran.edu.co
CORRECCIÓN DE ESTILO
Gustavo Patiño Díaz
DIAGRAMACIÓN Y ARMADA ELECTRÓNICA
DISEÑO DE CARÁTULA
Formato Comunicación Diseño
Editorial perteneciente a la Asociación de Editoriales
Universitarias de Colombia, ASEUC.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su totalidad ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuparación de información en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro óptico para fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.
A la doctora Virginia Sánchez López,
ex directora del Centro Cultural de ¡a
Universidad de Salamanca en Bogotá,
en reconocimiento a los invaluables
servicios que ha prestado a la alianza
estratégica para el estudio de la
globalización.
GLOBALIZACIÓN:
ENTRE SILVESTRE Y AGRESTE
Definida sin novelerías, la Globalización es el proceso natural inexorable de aumento de las relaciones interpersonales e internacionales que viene gestándose desde el comienzo de la civilización humana, con un aceleramiento enorme y progresivo en el siglo XX— especialmente en la última década- y en el comienzo del siglo XXI, producido principalmente por un desarrollo vertiginoso de los medios de comunicación.
A pesar de que en el momento actual de la historia la Globalización ya involucra los temas fundamentales de la humanidad, el fenómeno no ha sido encarado con suficiente seriedad por la cultura mundial, ni está siendo objeto de reglamentaciones que permitan vislumbrar soluciones efectivas a los graves problemas de la sociedad global, y los países avanzados no parecen muy dispuestos a aceptar regulaciones al laissez faire laissez passer
de la economía de mercado.
En el campo económico el balance es desolador. Según la ONU, más de 850 millones de personas (14,7% de la población mundial) son analfabetas; 826 millones (13,77% de la población mundial) carecen de una alimentación adecuada; cerca de 1.500 millones (25% de la población mundial) carecen de agua potable; 2.400 millones (40% de la población mundial) no tienen servicios sanitarios; 1.200 millones (20% de la población mundial) viven bajo el umbral de la pobreza absoluta, es decir, con menos de un dólar estadounidense por día, y más de 1.000 millones (16,67% de la población mundial) se encuentran desempleadas. En Colombia, que no se encuentra entre los países más pobres de la Tierra, un 25% de la población (alrededor de 12 millones de personas) es indigente y un 77%, incluyendo ese porcentaje de indigencia, es pobre. Y según la misma ONU, esta situación de pobreza concuerda con una inequidad exorbitante, ya que, en resumidas cuentas, el 40% más rico de la población mundial percibe el 94,4% de los ingresos mundiales, en tanto que el 60% menos pudiente recibe sólo el 5,60%, y el 20% más pobre obtiene tan sólo el 1,4%.
Las naciones desarrolladas, directamente o a través de los organismos multilaterales, vienen promoviendo la liberalización de los mercados como una panacea de la cultura económica, pero los resultados de esa política, independientemente de las bondades que pueda tener, en la práctica no han sido favorables para los países subdesarrollados, ya que la mayoría de éstos ha visto disminuir su crecimiento económico y aumentar sus enormes y crecientes masas de desempleados y subempleados. Las naciones pobres se ven obligadas a abrirse a las importaciones por medio de los acuerdos bilaterales o multilaterales, los tratados de la Organización Mundial del Comercio (OMC) o el GATT, con tal de obtener unos préstamos ligeramente privilegiados del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), indispensables para el sostenimiento de sus finanzas públicas.
El mundo desarrollado recibe trabajadores de los países menos privilegiados solamente en la medida necesaria para su desarrollo económico. Dentro de este flujo estos países pobres se tienen que conformar con perder una parte considerable de sus recursos humanos calificados, pues las remesas en dinero que éstos retornan a sus familias paradójicamente se han convertido en una de sus principales fuentes de divisas: es lo que se conoce lacónicamente como las exportaciones invisibles. El mundo no ha podido derrotar la diabólica paradoja o trampa demográfica según la cual el crecimiento de la población es inversamente proporcional al nivel de desarrollo de las naciones, lo que produce un envejecimiento de las poblaciones de los países ricos y un aumento de las generaciones jóvenes en los países pobres, con un acceso muy insuficiente a la educación, que genera un déficit educativo creciente y aparentemente insuperable.
Como la producción de conocimiento, ciencia y tecnología por parte de las sociedades subdesarrolladas es prácticamente nula, su competitividad en los mercados internacionales no mejora sino muy lentamente, y esos factores primordiales de la producción en el mundo globalizado les llegan casi exclusivamente a través de las empresas multinacionales, que previamente han garantizado su monopolio sobre los derechos de propiedad industrial e intelectual. Los casos de generosidad intelectual, como el del Massachusets Institute of Technology (MIT), que puso todo su conocimiento a disposición de la humanidad a través de Internet, son escasos y exóticos, y es posible que el mundo subdesarrollado no esté ni siquiera en capacidad de aprovecharlos.
La mayoría de los productos primarios o agropecuarios se encuentran sobreofertados, como el café, o no pueden competir con los cuantiosos subsidios de los países desarrollados a sus productores, lo que ha generado un gran desplazamiento del campo hacia las ciudades en los países pobres, los cuales se transformaron prematuramente en sociedades urbanas. Increíblemente algunos países subdesarrollados tienen que importar alimentos en cantidades mayores que las que pueden exportar.
En fin, la sociedad internacional globalizada no ha establecido casi ningún mecanismo formal de búsqueda de la equidad en el mundo, y por ello los pobres están a merced de la caridad, cuya principal fuente son actualmente las famosas Organizaciones no Gubernamentales (ONGs), que supuestamente han cobrado poderes excesivos, al igual que las compañías multinacionales. Pero la caridad pura y simple, es decir, la ayuda desinteresada, es irrisoria, pues la mayoría de las ONGs, sin que sus fines dejen de ser loables, son financiadas por las grandes corporaciones privadas y tienen fines relacionados con el perfeccionamiento de los mecanismos del sistema económico imperante, como ocurre con las entidades sin ánimo de lucro que se dedican a la lucha contra la corrupción. Por esta razón, el capitalismo pareciera no admitir las soluciones sistemáticas y definitivas a los grandes problemas de la humanidad, como la pobreza, y no sólo esto sino que hasta ahora diera la impresión de que el sistema necesitara de la pobreza para su desarrollo. Alguna vez fui testigo de que en la región colombiana de Urabá no se podían regalar las cajas sobrantes de banano a los pobres, pues se deprimían los precios, por lo cual la única solución era tirarlas al mar. En el capitalismo las soluciones definitivas son utopías ¿ Que pasaría en el mundo, por ejemplo, si los ingentes recursos que se destinan a la construcción de armas de destrucción masiva se dedicaran a alimentar y educar a los pueblos necesitados? ¿ Acaso la generalización de la educación aumentaría excesivamente los costos laborales?
La anterior situación económica ha generado una gran inestabilidad política en las naciones pobres, las cuales no han podido consolidar sus sistemas democráticos, como ocurre en Colombia a causa de su problema subversivo.
En el aspecto ambiental y ecológico la situación no es más halagüeña y tampoco se está garantizando un desarrollo sostenible de la sociedad humana. Los países desarrollados son los principales causantes del daño ecológico que la humanidad le ha infligido al planeta Tierra, valorado en US $ 600.000 millones en la cumbre ecológica de Río de Janeiro llevada a cabo en 1992, y no han manifestado intenciones serias de reparar lo que les corresponde. La segunda cumbre, realizada diez años después, el año pasado (2002), en Johannesburgo, Suráfrica, también se caracterizó por un mar de diagnósticos sin soluciones.
Aunque el aumento del nivel de las aguas oceánicas producido por la destrucción de la capa de ozono de la atmósfera y el fenómeno del calentamiento global, ya empezó a causar hecatombes ecológicas (sequías, inundaciones o huracanes), el país más influyente del mundo, los Estados Unidos, se ha negado rotundamente a suscribir el Protocolo de Kyoto sobre gases contaminantes. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas ( FNUAP), cada ser humano requiere 50 litros de agua por día para sobrevivir, y un poco más del 45% de los 9.000 millones de habitantes que tendrá el mundo en el año 2050, no tendrá cómo suplir sus necesidades hídricas básicas. La sola América Latina tendría que invertir en gestión e infraestructura de recursos hídricos por lo menos 100.000 millones de dólares en los próximos 15 años. Esto demuestra que la explosión demográfica, que ha perdido vigencia como problema mundial, sigue siendo un asunto de la mayor importancia, no sólo por razones alimentarias sino principalmente educativas y ecológicas. Los países subdesarrollados, a su vez, no tienen recursos económicos suficientes para proteger su medio ambiente de fenómenos como la deforestación, el deterioro de la biodiversidad, la extinción de especies animales, la contaminación atmosférica y la contaminación de los ríos y los mares.
El ordenamiento jurídico internacional es igualmente muy frágil. A pesar de la influencia del Derecho Romano sobre todos los sistemas legales del mundo, el desarrollo del Derecho Internacional Privado es todavía muy incipiente. Refiriéndome a un asunto de mi familia, nos tomó varios años conseguir una firma de abogados que efectivamente se encargara de reclamar el reembolso de los gastos médicos de mi padre, fallecido en 1998, a una aseguradora en los Estados Unidos que lo negó arbitrariamente; el caso era muy pequeño para llamar la atención de la mayoría de los abogados, pero muy grande para que mi familia pudiera costear unos honorarios legales excesivos.
En los últimos tiempos sí que hemos podido comprobar la fragilidad del Derecho Internacional Público ante las increíbles contradicciones del mundo actual. Acabamos de ser testigos de cómo la primera potencia mundial, los Estados Unidos, e Inglaterra, con el apoyo de otros países, entre ellos Colombia, tomaron la determinación de invadir a Irak para derrocar la oscura dictadura de Saddam Hussein, en abierta violación del ordenamiento jurídico de la ONU. En general, el poder vinculante de los tratados internacionales es muy débil. Ya mencionamos la negativa de los mismos Estados Unidos a formar parte del Protocolo de Kyoto, un acuerdo que es vital para los intereses y, quizás, para la supervivencia de la humanidad. Igualmente se negó a participar en el tratado de creación de la Corte Penal Internacional. También hicimos alusión a la obvia dificultad que han tenido los países pobres para competir contra los subsidios que los Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea les dan a sus productores agropecuarios, en cuantía cercana a los US $500.000 millones por año, y al mismo tiempo comprometerse a liberar sus mercados mediante tratados bilaterales o los tratados de la OMC y el GATT. Esta política de liberación es promovida por los países desarrollados directamente o a través del FMI como principal organismo financiero internacional, y desafortunadamente sus resultados no han sido muy favorables desde el punto de vista social. Los acuerdos subregionales de integración económica han tenido algunos resultados positivos entre sus partícipes, pero se ven cada vez más supeditados a los acuerdos con los Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea.
La situación de los derechos humanos en el mundo es virtualmente caótica, debido a la incapacidad de las instituciones jurídicas internacionales para proveer soluciones a problemas de carácter global, como la violencia, la corrupción y el comercio de drogas ilícitas. Por lo general, el poder económico de las potencias mundiales cuenta con el sustento de unas maquinarias bélicas capaces de destruir naciones enteras en pocos segundos, pero esas potencias no respetan sus tratados ni siquiera entre ellas mismas. Actualmente estamos viendo cómo los Estados Unidos incumplen sus Acuerdos Bilaterales de Limitación de Armas Estratégicas (SALT I y SALT II) y de Reducción de Armas Estratégicas (Start), ambos con Rusia, al continuar con su desarrollo de mecanismos de interceptación de misiles nucleares desde el espacio sideral, lo que se ha dado en llamar periodísticamente la guerra de las galaxias
. En el momento actual, en la práctica, no pueden construir y blandir armas nucleares o, en general, de destrucción masiva
, sino los países que se alínean con los Estados Unidos, como lo ha hecho Israel, y adoptan una fachada democrática, o de lo contrario corren el riesgo de ser clasificados como integrantes del eje del mal
y sufrir las consecuencias que está viviendo Irak en estos días. Claro que en algunos casos, como el de Pakistán, el requisito de la fachada democrática se puede obviar. Dejo constancia de que con este planteamiento no me estoy pronunciando a favor del régimen de Saddam Hussein ni de ningún otro similar. Dentro del juego de espionajes que han generado las maquinarias bélicas, para citar un caso tragicómico que me viene a la memoria, la justicia de los Estados Unidos condenó al espía Robert Aldrich Ames, natural de ese país, a cadena perpetua, y en la sentencia correspondiente quedó bien clara la razón de la condena: porque hacía lo mismo que hacen los espías estadounidenses en contra de Rusia. Para defender sus intereses o, en los términos de Samuel Huntington, sus civilizaciones o sus identidades culturales, del influjo de esas potencias económicas y militares, algunos países subdesarrollados acuden a la forma común de violencia al menudeo de la época actual, cual es el terrorismo, y parece increíble comprobar que este tipo de violencia se ejerce principalmente por medio de armas producidas por los mismos países poderosos, los cuales se lucran grandemente de su comercio en todo el mundo. La efectividad del Derecho Internacional Humanitario como medio de humanización de la guerra ha sido muy insuficiente, ya que quien es capaz de matar está dispuesto a violar cualquier derecho.
La corrupción es un problema connatural al sistema capitalista. Una de sus más tremendas manifestaciones es el comercio de drogas ilícitas, en relación con el cual el mundo globalizado tolera graves inequidades. Los países productores de sustancias sicotrópicas, que por lo general son pobres, para evitar la estigmatización y el señalamiento internacional deben juzgar a los narcotraficantes, superando la corrupción de sus sistemas judiciales, y son los que ponen los muertos y las víctimas del narcoterrorismo, aunque no se quedan en su economía con más del 20% del precio de venta de la droga al consumidor; en tanto que en los países consumidores, que por lo general son los más desarrollados y son los causantes del problema, se queda cerca del 80% del precio final, sin que sea aparente que ellos persigan especialmente a los intermediarios que reciben la mayor parte de las utilidades. Esto siempre ha constituido un gran misterio para mí. Además, los gobiernos de esos grandes países consumidores se niegan sistemáticamente a considerar la alternativa de la legalización y reglamentación de la producción y el consumo de drogas ilícitas, con el objeto de tratar la adicción más como enfermedad que como delito, a pesar de que en la intelectualidad mundial existe casi consenso respecto de la conveniencia de esta estrategia.
Desafortunadamente, las posibilidades de las jurisdicciones o cortes internacionales para ofrecer soluciones a los graves problemas del mundo globalizado son muy escasas. En otro caso personal, recuerdo que hace varios años estuve considerando con un gran jurista la posibilidad de reclamar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por algunos de los atropellos cometidos por el Estado, la sociedad y la justicia colombianos contra mi padre y mi familia, pero llegamos a la conclusión de que no teníamos la capacidad económica para soportar los considerables costos del proceso, y de que no se justificaba un esfuerzo tan grande para lograr, en el mejor de los casos, una reivindicación meramente simbólica.
Resulta claro, pues, que el proceso de Globalización requiere de un verdadero ordenamiento jurídico internacional, como cuestión de vida o muerte de la humanidad.
La Globalización cultural, en general, no ha sido más afortunada que la económica, la política, la ambiental o la jurídica. En el sistema capitalista global no cabe sino la cultura con mercado o cultura con rating
. Las costumbres asociadas con el capitalismo y la economía de mercado se han ido generalizando, en detrimento de formas de vida más espirituales o cooperativas. Estamos clonados por el capitalismo, lo que constituye un fenómeno más peligroso aún que la clonación genética o biotecnológica. Hoy en día resulta casi impensable el surgimiento de una verdadera cultura de la solidaridad humana. La privilegiada capacidad de razonar del ser humano no le ha servido solamente para generar un increíble desarrollo cultural, científico y tecnológico, sino también para caracterizarse como una de las especies más perversas y crueles de la Tierra, quizás la única capaz de ejercer la violencia no sólo contra las demás sino contra sí misma, y de destruir hasta su propio medio ambiente. Visto que el razonamiento no era la gran panacea, tal vez la única virtud que le queda al ser humano para distinguirse radicalmente de las demás especies animales carnívoras es el espíritu de bondad y de amor al prójimo, que para no limitarlo a una connotación religiosa, prefiero denominarlo sentido de solidaridad, equidad o generosidad, pues yo reduje toda mi espiritualidad escuetamente a este principio, y no soy una persona religiosa, ni pertenezco a ninguna religión, aunque las respeto a todas. Si digo que no pertenezco a ninguna religión en particular, es porque me siento más bien perteneciente al verdadero fundamento esencial de todas ellas, que es, precisamente, el sentido de solidaridad, aunque soy consciente de cuán corto se queda uno en la práctica de tal virtud. Ese espíritu de bondad o sentido de solidaridad - cómo quiera llamársele - en realidad es la única verdadera fuente de felicidad del ser humano, pues nadie puede ser verdaderamente feliz en este mundo mientras existan los desequilibrios que he querido ejemplificar en el presente escrito. Según el novelista inglés William Sommerset Maugham en su bella novela El Filo de la Navaja, el espíritu de bondad es la fuerza espiritual más poderosa del ser humano. Con fundamento en este planteamiento creo que la meta global de la Globalización - valga la redundancia - debe ser construir una cultura mundial basada no en el ánimo de lucro, como ocurre actualmente en el sistema de economía de mercado que se impuso en el mundo, sino en el sentido de solidaridad.
Todo lo anterior no quiere decir que yo comparta la tesis tradicional del izquierdismo ortodoxo de que todos los males de la humanidad son por culpa del sistema capitalista o de los Estados Unidos o de los países desarrollados. Por el contrario, pienso que los problemas de los países pobres son originalmente producto de sus propias limitaciones, pero en lo que sí convengo es en que las potencias mundiales han perdido la oportunidad histórica de procurar más efectivamente, en su propio beneficio, el desarrollo de las naciones atrasadas.
Aunque es imperioso reconocer que el mundo y la humanidad se encuentran gravemente amenazados, no todo en el orden mundial actual es malo. En cada uno de los campos a que nos hemos referido existe por lo menos alguna base sobre la cual empezar a cambiar el rumbo de la Globalización, para transformar el mundo, que parece ser hoy por hoy un proyecto inviable, en un proyecto factible y feliz. En el campo económico existe el capitalismo, al cual podría aplicársele la paradoja de Platón y Winston Churchill respecto de la democracia como sistema político, según la cual es el peor sistema que existe pero no se conoce ninguno mejor; los Estados Unidos, pueden ser considerados un imperio
detestable, como todos los imperios, pero aún así es el imperio
más benévolo de la historia, sustentado democráticamente en un pueblo bondadoso. En el campo político existe la propia democracia como sistema perfectible. En el campo ambiental existe el diagnóstico. En el campo jurídico existe un principio de régimen legal internacional. En el ámbito cultural existe el germen del espíritu de bondad.
Partiendo de que la libertad debe ser el atributo o facultad social más importante del ser humano, el problema esencial es que la humanidad ha vivido toda su historia bajo sistemas sociales, políticos y económicos de carácter determinista
y no ha podido crear un sistema basado en un liberalismo social, en el que la libertad individual esté supeditada a la libertad igualitaria de todos los integrantes de la sociedad. El sistema capitalista que se impuso en el mundo está basado primordialmente en el liberalismo económico, y sus factores determinantes son el interés individual o el ánimo de lucro, de manera que los individuos no toman sus decisiones en función de las conveniencias sociales sino de sus propios intereses. En el otro extremo, el sistema comunista, que hasta ahora ha fracasado tan estruendosamente, se suponía que el factor determinante iba a ser la presunta naturaleza económica o trabajadora del ser humano, de acuerdo con la teoría filosófica del materialismo histórico dialéctico, pero ésta terminó supeditada a los intereses individuales de las élites burocráticas gubernamentales. Desafortunadamente, las verdades monumentales que descubrió Carlos Marx, en medio de otras tantas falacias, no se pudieron traducir en los niveles de igualdad y bienestar social a que ese gran pensador aspiraba. En estos días estamos siendo testigos de la última tanda de las medidas típicas que tiene que tomar la dictadura de Fidel Castro en Cuba, uno de los últimos regímenes comunistas propiamente dichos del mundo, para apuntalar su permanencia en el poder: el fusilamiento de tres secuestradores de una embarcación que pretendían huir de la isla, y la condena sumaria de los 75 principales líderes opositores al régimen a un promedio de veinticinco años de prisión.
En ese liberalismo social, que constituye un ideal de la humanidad, debe primar la equidad sobre la eficiencia, según el premio Nobel de Economía Amartya Sen, y las decisiones debieran tomarse como si sus agentes desconocieran cuáles van a ser su rol y su fortuna en la vida social, de manera que siempre tengan la preocupación de preservar las condiciones de equidad en que competirán, según el gran analista social John Rawls, como lo explica el ex ministro de Hacienda colombiano Juan Manuel Santos Calderón en un excelente artículo publicado recientemente en las Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo (4 de mayo). El criterio propuesto por Rawls, denominado el velo de la incertidumbre
, es extremadamente útil e ingenioso, pero hay que tener cuidado de que el rasero estrictamente equitativo no impida la toma de decisiones de riesgo, que muchas veces son indispensables para procurar el progreso de la civilización.
A lo que aspiro con este prólogo es a transmitir la idea de que la Globalización es desde ya uno de los temas más importantes del tercer milenio de la era cristiana y, por tanto, debe ser uno de los objetos principales de los llamados think tanks
o tanques de pensamiento
que están proliferando en todo el mundo.
Por esta razón, la Corporación Escenarios, de Colombia, la Universidad de Salamanca, de España, a través de su Centro Cultural en Bogotá, y la Fundación Politécnico Grancolombiano, Institución Universitaria, también de Colombia, con el liderazgo del expresidente de la República de Colombia Ernesto Samper Pizano como Presidente de la Corporación Escenarios, hemos establecido una alianza estratégica con el objeto de realizar diversas actividades orientadas al estudio, el análisis y la comprensión del fenómeno de la Globalización, de las cuales ya están en curso las siguientes:
Bajo la dirección del mismo expresidente Samper se conformó un grupo de trabajo integrado, además, por la Directora del Centro Cultural en Bogotá, Virginia Sánchez López, varios directivos y profesores del Politécnico Grancolombiano, entre ellos el suscrito, y un conjunto de profesionales destacados en diversas disciplinas. Este grupo se reúne entre dos y tres veces por mes y se beneficia también con la participación ocasional de especialistas o estudiosos de temas o cuestiones específicas.
Nos proponemos convocar anualmente a un seminario dedicado al estudio de algún aspecto de la Globalización. El primero de estos seminarios se llevó a cabo entre los días 4 y 7 del mes de septiembre del año pasado (2002) en Paipa, Boyacá, con el objeto de tratar el tema