El derecho de propiedad sobre un cadáver
El fin de la vida siempre ha constituido un tema de preocupación para el ser humano y, por lo tanto, ha sido sujeto de reflexión desde ámbitos como la filosofía, la religión, la política y la ciencia, entre muchos otros. La incertidumbre acerca de si encontraremos vida después de la muerte alimenta la necesidad del ser humano de otorgar sentido a su existencia.
Esta incertidumbre a la que nos referimos ha conllevado la formación de diferentes concepciones sobre el cadáver a lo largo de la historia que, como consecuencia, ha sido venerado y considerado de diferentes formas, además de atribuírsele diversos significados. Desde los entierros de faraones en las impresionantes pirámides egipcias a los ritos de sepultura de las culturas prehispánicas, e incluso hasta las ideas recientes de criogenización, la preservación del cadáver ha sido objeto de las inquietudes del ser humano respecto de qué sucede una vez que fallecemos.
Durante mucho tiempo, la dificultad para determinar si una persona había muerto no permitió la disposición del cadáver y menos la dación de éste. En nuestro país, históricamente el devenir del cadáver ha ido de la mano de los ideales de la religión católica y, por ende, el pensamiento habitual consistía en que las personas debían ser sepultadas en lugares adecuados para el descanso espiritual, ya fuera un cementerio, un nicho familiar
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