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Luis de Oteyza y el oficio de investigar
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Libro electrónico411 páginas5 horas

Luis de Oteyza y el oficio de investigar

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Este libro se adentra en los apasionantes orígenes del periodismo de investigación en España, y lo hace a través de un acercamiento conciso y certero a cuatro de sus figuras más relevantes: Manuel
Aznar Zubigaray, Rafael López Rienda, Víctor Ruiz Albéniz y, ante todo, Luis de Oteyza, intrépido director de La Libertad que en 1922 se jugó la vida cruzando el frente de batalla para entrevistar al líder rifeño Abd el-Krim, cuando este aún tenía en su poder a centenares de soldados españoles.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 nov 2015
ISBN9788416616077
Luis de Oteyza y el oficio de investigar

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    Luis de Oteyza y el oficio de investigar - Antonio Rubio

    #PeriodismoVivo.

    Capítulo I: Luis de Oteyza

    Luis de Oteyza, periodista de investigación

    La noche del 20 de julio de 1921, los periodistas madrileños discutían en corrillos animados en la Central de Teléfonos, que estaba a la entrada de la calle de Alcalá. Pronto, muchas tertulias que se prolongaban hasta la madrugada en los cafés vecinos se animaron con el tema de la guerra de Melilla. Unos centenares de metros más abajo, en el Ministerio de la Guerra, instalado en el palacio de Buenavista, la agitación rivalizaba con el estupor. La posición de Igueriben, conquistada días antes, estaba a punto de caer: Fernández Silvestre, comandante general de toda la zona, obseso por la idea de llegar hasta Alhucemas, se encontraba a pocos kilómetros, en Annual, posición clave de esta punta de lanza tan precipitadamente esgrimida contra las regiones controladas por los rifeños bajo el mando de Mohamed Abd el-Krim el-Jatabi.

    De esta forma tan clara y directa describe el historiador Manuel Tuñón de Lara la situación que se vivía en Madrid pocas horas antes del desastre de Annual, donde el general Fernández Silvestre, desobedeciendo las órdenes del general Dámaso Berenguer, Alto Comisario Español en el Protectorado de Marruecos, y con el apoyo del monarca Alfonso XIII, llevó a la muerte a más de 8.000 soldados españoles. Y continúa el historiador narrando los hechos posteriores a aquella noche, el 21 y 22 de julio, cuando los rumores se convirtieron en realidad y, más tarde, en noticia:

    Durante cuarenta y ocho horas aumentaron los rumores y el Gobierno enmudecía. La tarde del día 22 (se refiere al 22 de julio de 1921), todo Madrid, toda España supo que la zona oriental del Protectorado se había hundido estrepitosamente y que los marroquíes marchaban sobre Melilla. Las reacciones pasaban de la consternación a la cólera. Tan sólo el día 23 habló el ministro de la Guerra a los periodistas para decirles que las pérdidas «no han sido aún determinadas, pero son numerosas». Aguardó aún veinticuatro horas para anunciarles la muerte —¿desaparición?, ¿suicidio?— del general Fernández Silvestre.

    Tuñón de Lara, en ese segundo tiempo, cuando el rumor ya es noticia, desastre, masacre y escabechina, se pregunta qué había ocurrido en Annual y qué pasaba en Melilla. Es decir, el historiador se plantea el «antes» y el «después» de aquellos sucesos (Annual, 21 de julio de 1921): «Retrocedamos ahora para ver cómo se habían desarrollado los acontecimientos que llevaron a semejante situación en el Protectorado».

    Partiendo de aquellos hechos y haciendo de historiador, o de periodista de investigación —los dos investigan y exploran la historia—, he retrocedido hasta julio de 1921 y he buscado a través de los periodistas que se encontraban delante de la Central de Teléfonos de Madrid, de los que estaban en el Protectorado de Marruecos y de los que después fueron a investigar, qué ocurrió realmente en Annual, por qué ocurrió, quiénes fueron los causantes y qué repercusiones tuvieron después en la historia de España.

    De todos aquellos periodistas, muchos y muy buenos, he elegido cuatro que dieron a sus crónicas y reportajes un punto de profundidad, precisión, datos, documentación e investigación que no tenía el resto. Esos cuatro son Manuel Aznar Zubigaray (El Sol), Víctor Ruiz Albéniz (Diario Universal), Rafael López Rienda (Diario Marroquí) y Luis de Oteyza (La Libertad). El último, Oteyza, el más reportero de todos ellos, se atrevió a cruzar las líneas enemigas y presentarse delante del líder de la cabila de Beniurraguel y de los rifeños, causante de aquella matanza, Mohamed Abd el-Krim El Jattabi, y preguntar: ¿por qué? La respuesta del que más tarde sería el presidente de la República del Rif (1923-1926) fue clara y contundente:

    El Rif no ha combatido a los españoles, sino al partido imperialista que quiso avasallarle […]. El Protectorado que un día creímos aceptable, hoy sabemos que no lo es. Ni una posición, ni un soldado.

    Y en ese mano a mano entre el director de La Libertad y el guía espiritual y político de la República del Rif, el periodista aclara y puntualiza: «Pero reconocer vuestra independencia sería inútil. Otras naciones intervendrían». Abd el-Krim El Jattabi responde con contundencia y desafío:

    ¡Que lo hagan! Con quien sea lucharemos hasta el exterminio… ¡Con quien sea! El Rif ha vivido siempre independiente, sin reconocer dominación ninguna. Y así sigue, y así seguirá.

    Luis de Oteyza, como un auténtico reportero y periodista de investigación, convirtió aquel encuentro y aquellas crónicas en el campamento de prisioneros que los rifeños habían montado en Axdir, a siete kilómetros de Alhucemas y ciento veintitrés de Melilla, en una extraordinaria serie que fue publicando en el diario La Libertad y, después, como hacen los auténticos periodistas de investigación, plasmó en un libro todo lo que no pudo incluir en el serial, con documentos y manuscritos del propio Abd el-Krim y unas excelentes fotos del joven y brillante fotógrafo Alfonso Sánchez, ‘Alfonsito’.

    Cómo y de qué manera afronta Luis de Oteyza la entrevista con Abd el-Krim, en territorio enemigo y con una pistola cerca de su cabeza, es una auténtica clase de periodismo que debería estar en los manuales de las facultades de esta disciplina y en los másteres de Investigación.

    Hoy se puede decir y sostener que fueron ellos —Manuel Aznar Zubigaray, Víctor Ruiz Albéniz, Rafael López Rienda y Luis de Oteyza— los primeros periodistas que practicaron en España, de manera formal, el periodismo de investigación y que, además, «provocaron algún tipo de cambio» o lo que el maestro Ryzard Kapuściński calificaba como periodismo intencional.

    Esos cuatro periodistas investigaron, descubrieron y revelaron qué ocurrió entre 1921 y 1923, y supieron aplicar la teoría o filosofía del maestro norteamericano Robert Allan Caro cuando dice que «el tiempo es igual a la verdad, cuanto más tiempo le dedique uno a una historia, más cerca estará de la verdad».

    Todos ellos aplicaron esas técnicas antes de que el mejor reportero del siglo XX las pusiera por escrito:

    […] Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista.

    El Kapuściński español

    Esta es la introducción que hace en el año 2000 Sergio Dahbar, editor del diario El Nacional de Venezuela, con motivo de la recopilación de los trabajos y publicaciones de Luis de Oteyza, Obras selectas, por la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas:

    Hubo un tiempo en que el periodismo mordía el polvo de la aventura. Ese tiempo estuvo marcado por periodistas como Luis de Oteyza, que comenzaron a cambiarle el rostro a los medios de comunicación a principios del siglo y no cesaron en su empeño. Crearon diarios y semanarios, dieron la vuelta al mundo, enfrentaron peligros, revelaron informaciones desconocidas, pelearon por acabar con las injusticias que unos hombres les hacen a otros hombres. Cabe recordarlos como lo mejor que ha reunido una profesión que nunca pareciera tener tiempo para homenajear a sus propios héroes.

    Luis de Oteyza García fue periodista, diputado, novelista, aventurero, poeta, fundador y director de La Libertad y embajador de la II República española en Venezuela. Pero Oteyza, ante todo, fue un reportero que nunca dudó en poner en peligro su vida por una buena información, estuviera donde estuviera la noticia. Prueba de ello es que el director de La Libertad cruzara las líneas enemigas para entrevistarse en territorio enemigo con el líder de los rifeños, realizando un trabajo periodístico que sirvió para que el Gobierno cambiara su actitud con respecto a los 491 prisioneros españoles que estaban en manos de Abd el-Krim y pagara cuatro millones de pesetas por su libertad (en el momento de su liberación sólo quedaban 331, el resto fue muriendo durante su cautiverio).

    Fue uno de los pocos periodistas españoles que en aquellos momentos buscó respuestas a las preguntas que llegó a hacerse el historiador Tuñón de Lara cuando describía los corrillos y reuniones que montaron los periodistas el 21 de julio de 1921 junto a la Central de Teléfonos de la calle Alcalá de Madrid. Oteyza, tras contactar y entrevistar a Mohamed Abd el-Krim, uno de los causantes de aquella masacre, explica por qué decidió ir hasta Axdir, donde el líder de los rifeños tenía su cuartel general y retenía a los militares españoles:

    Era que dirigía yo La Libertad cuando Abd el-Krim se alzó en el Rif contra la soberanía española, conquistando las plazas de nuestra ocupación y aprisionando las tropas que las guarnecían. Y pensé que había de darse a los lectores de mi periódico una información hecha en el campo enemigo, recogiendo las declaraciones del afortunado caudillo de los beniurriagueles y de las quejas de sus prisioneros.

    La historiadora María Rosa de Madariaga, en la reedición de su libro España y el Rif[2] (2000), tuvo que incluir, en reconocimiento al director de La Libertad, una página donde refleja lo importante que fue el periodista en su época y el valor histórico de sus informaciones:

    Quiero dejar constancia de que la desconfianza o los recelos de los investigadores hacia las informaciones periodísticas como fuentes fidedignas y la cautela con que se las tiene en cuenta, excepto cuando se trata, por supuesto, de estudios sobre la opinión pública, no están siempre justificados, máxime cuando se trata de testimonios vivos, directos y sinceros como el de Luis de Oteyza quien, arrastrando la hostilidad de la mayoría de sus colegas de la prensa, se propuso decir al público español las cuatro verdades, exponiendo con valentía y honestidad, la realidad de unos hechos que cuidadosamente se ocultaban o se presentaban deformados.

    Madariaga, especialista en temas del Rif, se refiere al magnífico trabajo periodístico que realizó Oteyza sobre Mohamed Abd el-Krim. Tras los sucesos de Monte Arruit y Annual el director de La Libertad, sin dudarlo un momento, dejó su despacho en Madrid y en compañía del fotógrafo ‘Alfonsito’ Sánchez Portela, hijo del famoso Alfonso, y de Pepe Díaz, fotógrafo de Prensa Gráfica, se dirigió hacia Marruecos y entró en tierras enemigas para localizar, primero, y entrevistar, después, al líder rifeño. Madariaga reconoce el valor histórico-documental de los trabajos periodísticos de Oteyza en el estudio introductorio del libro cuando afirma que «las declaraciones de Mohamed ben Abd el-Krim y su hermano Hammed (Mahomed) a Luis de Oteyza confirman en gran parte lo que revelan otros documentos de archivo».

    Antes de adentrarme más en la aportación periodística de Oteyza en la historia del Rif y demostrar que fue uno de los creadores o pioneros del periodismo de investigación en España, quiero aportar unos breves apuntes biográficos sobre su persona y sus inicios profesionales.

    Luis de Oteyza nació en Zafra (Badajoz) el 30 de junio de 1883 «en el seno de una familia distinguida, oriunda de las provincias norteñas del País Vasco, aunque establecida por varios años en Madrid»[3]. A los pocos días del nacimiento la familia volvió a su ciudad de residencia, Madrid, donde Oteyza cursó sus estudios. Seducido por la idea de viajar, el joven inició el curso preparatorio para ingresar en la Escuela Naval, pero el desastre de la Marina Española en Cuba y Filipinas le obligó a cambiar de idea y se matriculó en la Escuela de Ingeniería de La Moncloa, carrera que abandonó poco después.

    Su trayectoria periodística comenzó en 1905. Oteyza realizó sus primeros trabajos en la revista El Globo, que dirigía Pío Baroja. Allí hizo de redactor de noticias deportivas. Un año más tarde ya colaboró en La Nación y en Madrid Cómico.

    En 1907 Luis de Oteyza se casó con María Hernández de Tejada y se trasladó a Oviedo, donde consiguió un empleo en un banco. En ese nuevo oficio de administrativo estuvo muy poco tiempo.

    Con posterioridad entró a formar parte del equipo de redactores de la revista La Tierra de Cartagena. Después pasó a El Liberal de Murcia, periódico del que se convirtió en su director en poco tiempo. De 1909 a 1912 trabajó como redactor de El Liberal de Barcelona, rotativo que dirigió desde 1912 hasta 1914. Más tarde volvió a Madrid para colaborar en El Liberal y El Imparcial.

    En 1919 los compañeros de Oteyza en El Liberal de Madrid lo eligieron por unanimidad como director, pero la empresa, sorprendentemente, nombró a Enrique Gómez Carrillo, escritor guatemalteco. Esas discrepancias entre empresa y periodistas provocaron que gran parte de ellos abandonara el periódico, con Oteyza a la cabeza, y fundara uno nuevo que se llamó La Libertad.

    Ese periódico siempre estuvo asociado al político liberal Santiago Alba, que en 1917 fundó el partido Izquierda Liberal y que llegó a ser ministro de Estado en el gobierno de García Prieto. Alba estaba relacionado con el empresario vasco Horacio Echevarrieta, quien hizo llegar al líder rifeño Abd el-Krim los cuatro millones de pesetas que costó rescatar a los prisioneros de Annual y Monte Arruit.

    La Libertad salió a la calle el 13 de diciembre de 1919, pero una demanda por competencia ilícita de El Liberal provocó que el primero tuviera que cambiar de nombre por un tiempo y adoptara el de El Popular. La demanda se resolvió rápidamente y el 1 de enero de 1920 La Libertad volvió a los lectores con Oteyza como director.

    En 1920 La Libertad se posicionó apoyando a los mineros de carbón de Riotinto, que se habían declarado en huelga. La valiente actitud del diario, que denunció las inhumanas condiciones de vida que soportaban aquellos trabajadores y sus familias, enfrentó al periódico con la derecha más tradicional. Entre julio y agosto de 1921, como consecuencia del desastre de Annual, La Libertad alcanzó récord de ventas en España: entre 200.000 y 230.000 ejemplares. Se da la circunstancia, de que más de la mitad de la tirada del periódico se vendía en Madrid.

    La Libertad siempre mantuvo una política crítica con las informaciones gubernamentales que el Gobierno facilitaba sobre la campaña en África, y Oteyza, desde su puesto de director, llevó a cabo varias iniciativas periodísticas contra el control informativo que ejercía el Ejecutivo y en febrero de 1922 desarrolló una «campaña de opinión» sobre la actuación española en Marruecos y recogió en el periódico las posturas de personas relevantes del mundo de la política, la religión y lo social. Participaron, entre otros, Indalecio Prieto, Alejandro Lerroux y Amós Salvador. En la cobertura informativa de la campaña de Marruecos, La Libertad también contó con firmas ilustres, como la de Eduardo Ortega y Gasset.

    Especialmente polémica fue la publicación el 16 de noviembre de 1921 de una carta de Abd el-Krim dirigida al redactor de La Libertad Rafael Hernández, en la que el líder rifeño fijaba las condiciones de entrega de los prisioneros españoles que estaban en su poder desde el desastre de Annual (cuatro millones de pesetas y la devolución de todos los musulmanes recluidos en cárceles españolas). El ministro de la Guerra, Juan de la Cierva, consideraba que la publicación de esas cartas elevaba a Abd el-Krim a la categoría de jefe único de los rifeños y lo igualaba al jefe del Estado español, circunstancia que consideraba humillante.

    El tratamiento que dio el periódico a la guerra de África no sólo le granjeó la enemistad de la clase política, sino que también se ganó el enfrentamiento de muchos de los periódicos de la época, entre ellos ABC, que lo tildó de «antipatriota y traidor».

    Los reportajes de Oteyza en Marruecos, con entrevista incluida a Abd el-Krim, y el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, fueron los momentos informativos más importantes del periódico. Hay que recordar, desde el punto de vista histórico, que Oteyza y La Libertad apoyaban el pago del rescate de los prisioneros que estaban en manos del líder rifeño. El empresario vasco Horacio Echevarrieta, mentor del periódico madrileño, participó activamente ante Abd el-Krim y el Gobierno español para que finalmente se llegara a un acuerdo en el tema de los prisioneros y en el pago del rescate.

    Como muchos otros periodistas de la época, Luis de Oteyza también hizo sus pinitos en política. Animado por Alba, se presentó a las elecciones de 1923 y fue elegido diputado por Huelva, aunque su mandato duró tan sólo tres meses, de junio a septiembre, debido al golpe militar de Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923).

    En 1925 Oteyza abandonó La Libertad, entre otras cosas porque el empresario Juan March adquirió el diario. El periodista se marchó a recorrer mundo, empezando por Filipinas, donde residía su hermano Carlos. De esa época son sus obras de ficción y sus libros de viajes más famosos: El diablo blanco (1928), De España al Japón y En el remoto Cipango (1927).

    Una vez que se restableció la República, en 1931, el periodista regresó a España y estuvo aquí durante cuatro años. Posteriormente, en 1933, se trasladó a Caracas como ministro plenipotenciario del Gobierno de la República española en Venezuela. Desempeñó ese cargo durante tres años. En ese período publicó en La Esfera una serie de columnas que luego recopiló en libros: Las mujeres de la literatura y Los dioses que se fueron.

    En 1936, en pleno nacimiento de la democracia en Venezuela, Oteyza volvió a Madrid, pero por poco tiempo. Había estallado el levantamiento franquista y el periodista tuvo que abandonar de nuevo un país al que nunca más regresó.

    Oteyza se dirigió a Nueva York, y allí realizó trabajos especiales para El Excelsior de México, Crítica de Buenos Aires, La Esfera de Caracas y el Diario de la Marina, de José Ignacio Rivero ‘Pepín’, que invitó al periodista a trabajar para él en La Habana. Al mismo tiempo, Oteyza colaboró con los periódicos más prestigiosos del continente.

    En 1943 el periodista volvió a Venezuela, donde murió el 10 de marzo de 1961, después de una breve estancia en Bogotá para colaborar con la revista Sábado.

    El primer «equipo de investigación»

    Oteyza tenía la idea en la cabeza desde la primera guerra de África en 1909, pero fue durante el verano de 1922 cuando decidió realizar un arriesgado viaje al corazón del Rif para entrevistar a Abd el-Krim y visitar a los prisioneros españoles que estaban en su poder.

    Luis de Oteyza tenía trabajando a un redactor de La Libertad, Rafael Hernández, ‘Rafaelito’ (como lo llama él mismo en Abd el-Krim y los prisioneros), para conseguir los contactos necesarios que le permitieran acceder al caudillo rifeño. Rafael Hernández acompañó al director de La Libertad, al fotógrafo Alfonso Sánchez, ‘Alfonsito’, y a Pepe Díaz hasta Orán. Una vez allí el periodista se encargó de facilitarle el resto del viaje a la expedición que había llegado desde Madrid. Finalmente Oteyza y sus compañeros llegaron hasta la playa de Suani, antesala del encuentro con Abd el-Krim y posterior entrevista con el líder rifeño.

    Ese hecho o exclusiva periodística fue recogido en la portada de La Libertad el 4 de agosto de 1922 bajo el siguiente titular: «Luis de Oteyza visita el campo enemigo. Reportaje sensacional». Las crónicas del periodista se publicaron en días sucesivos, hasta el 14 de agosto.

    Cuando el director Oteyza se planteó llegar hasta el líder rifeño lo hizo como un auténtico periodista de investigación. Evitó viajes oficiales, salvoconductos y otras cuestiones que sólo sirven para decirle a los otros (gobierno, militares y competencia) dónde estás y a dónde vas.

    Luis de Oteyza y los fotógrafos ‘Alfonsito’ y Pepe Díaz (Prensa Gráfica) formaron uno de los primeros, o el primer equipo de investigación periodística de España. Los tres se pusieron a estudiar mapas de Marruecos y a buscar alternativas no oficiales para llegar hasta la ciudad de Axdir, donde Mohamed Abd el-Krim tenía su cuartel general. Según informó El Telegrama del Rif, en su edición del día 4 de agosto de 1922, en ese equipo de periodistas dirigidos por Oteyza también iban Rafael Hernández Ramírez y Teresa Escoriaza. Estos dos últimos, al parecer, realizaron labores de apoyo al director de La Libertad durante el tiempo que estuvo en Melilla.

    Algunos historiadores apuntan que fue Dris ben Said (amigo de Abd el-Krim y a la vez relacionado con el empresario minero Horacio Echevarrieta) quien facilitó el contacto con el líder musulmán. El plan era penetrar en el territorio rifeño desde Argelia, atravesando la zona francesa y utilizando las redes de contrabando entre esta zona y la española.

    Pero no todo iba a ser tan fácil. Al llegar a Uxda, el equipo de investigación que había formado Oteyza fue detenido por la policía francesa y obligados a volver a Orán. En un nuevo intento Oteyza decidió entrar en el reino de Abd el-Krim a través de Melilla. El periodista pidió permiso a las autoridades militares para montar en el vapor Gandía que llevaba provisiones a los prisioneros. Una vez allí se las apañó para entregar al jefe Haddu Beni Alí El Maalem tres cartas: una para Abd el-Krim, otra para su tío Abd es-Selam y una tercera para el cuñado del líder rifeño, Mohammed Azerkan, más conocido como ‘Pajarito’.

    En esas misivas el director de La Libertad solicitaba a Abd el-Krim que le dejara atravesar sus límites y tuviera a bien recibirlo y entrevistarlo. Esta es la carta que el periodista envió al líder rifeño y que está reflejada en su libro Abd el-Krim y los prisioneros:

    Sidi Mohamed Abd el-Krim.

    Aydir.

    Muy señor mío: Con la carta que le acompaño como garantía me permito rogar a usted se sirva autorizarme para pasar a verle.

    Acaso ni mi nombre ni mi personalidad le sean desconocidos, pues espero que durante su estancia entre mis compatriotas de Melilla haya tenido usted ocasión de ver mi periódico y saber quién es su director.

    Y así, ya comprenderá mi interés. Deseo informar a los lectores de La Libertad —los más numerosos y los más comprensivos de España— de cuanto a los propósitos se refiere. Creo sinceramente que la pugna entre ustedes y nosotros es un problema de desconocimiento, y que el conocernos unos y otros sería la paz. Le ofrezco, pues, con tan buena finalidad, la ocasión de presentarse ante el público español. ¿La acepta usted?… Si lo hace, como supongo, estaré a su disposición donde, cuando y como quiera.

    Dispuesto a entregarme a su caballerosidad, espero sus órdenes.

    Suyo afectísimo seguro servidor, que estrecha su mano.

    Luis de Oteyza.

    La respuesta no tardó en llegar y, además, por boca del propio El Maalem[4]: «Te esperaré aquí mismo durante tres días. Trae en tu barco una bandera blanca y entra en la bahía al amanecer».

    Oteyza tuvo que regresar al puerto de Melilla y buscar «una lancha motora de pescadores» y un patrón, que por «muchos duros», se atreviera a volver al lugar de la cita.

    Una vez solucionado el problema del transporte, el reportero fue a ver al Alto Comisario, Luis Silvela, para pedirle que esa noche no se cañoneara la bahía de Alhucemas. Inexplicablemente, el militar accedió.

    Oteyza y su equipo desembarcaron en Suani y llegaron, primero, hasta Mahomed Abd el-Krim, el hermano pequeño, y más tarde, ante el auténtico líder de la República del Rif, Mohamed Abd el-Krim El Jattabi. Oteyza describió el ambiente con el que se encontró, en primer lugar, cuando llegó ante Mahomed Abd el-Krim, el pequeño, y cómo comenzó la entrevista: «…medio tendido sobre blanda arcatifa y recostado en cómodos almohadones, tomo una taza del sabroso té con hierbabuena y fumo una pipa del aromático kif». Y después entró en materia: «Y así, me lanzo a interrogar, bien que sin sacar el lápiz ni abrir el carnet». Oteyza, con sus apuntes, estaba dando una lección magistral de cómo hay que afrontar determinados momentos para sacar la máxima información sin molestar ni herir la sensibilidad del entrevistado o del anfitrión (de esa forma se saca más información que en una entrevista típica de pregunta-respuesta).

    Tras un tiempo de «chau-chau», como decían los bereberes rifeños cuando se dedicaban a la plática, Oteyza se dio cuenta que había llegado el momento de entrar de lleno en el tema que lo había llevado hasta allí y empezó a preguntar a Mahomed:

    —¿Os causaría una gran sorpresa, al atacar Annual, no que la posición cayera, pues al atacarla es porque esperabais conseguirlo, pero sí que todas las demás posiciones se desplomasen también?

    Al fin, Mahomed Abd el-Krim toma la palabra (dice Oteyza):

    —Pero, ¿cree usted eso? ¿Hay alguien en España que crea eso?

    —Estaba pues, preparado el alzamiento.

    —Desde abril —responde Mahomed— y crea usted que no nos costó gran trabajo hacerlo.

    La conversación llegó, según describe Oteyza en sus crónicas, hasta el tema de los policías indígenas que formaban parte del Ejército español, de cómo estos sabían perfectamente lo que iba a pasar y de cómo fueron silenciados «con muchos duros».

    Oteyza sabía que aquel primer encuentro con Mahomed, el que fuera estudiante de ingeniero de minas en Madrid, y algunos seguidores de Abd el-Krim, era un examen y que en caso de aprobarlo le permitirían llegar hasta el mismísimo presidente rifeño.

    El pequeño de los Abd el-Krim quería que Oteyza, Sánchez y Díaz (que estaban junto a su director, callados y escuchando) supieran los motivos reales por los que los rifeños se levantaron contra España:

    «Los beniurriagueles no se habían sometido jamás a ningún dominio extraño. ¡Ni el poder del sultán reconocían! Y mi familia, los Abd el-Krimnes, descendientes de El Jattabi, un jalifa que gobernó en la tribu hace siglos, eran en la tribu la suprema autoridad. Mi padre, al morir el suyo, tomó el mando. Mi padre era un hombre ilustrado y progresivo, que comprendió la necesidad de civilizar el Rif. Para ello preparó a sus hijos. Yo, que era un niño, fui enviado a Málaga a un colegio, donde cursé el bachillerato y la carrera de maestro normal, siendo mandado a Madrid después para estudiar para ingeniero. Mi hermano, ya mayor, abogado y sacerdote árabe, marchó a Melilla. Mi padre, considerando que lo que se proponía había que conseguirlo con la ayuda de una nación europea, escogió a España, la más próxima y la de carácter más parecido al nuestro. Quería una unión con ella y preparaba la aceptación del Protectorado, de un Protectorado de verdad.

    Este había de ser conservando a los moros sus usos, sus costumbres y sus leyes, y la ocupación militar, poniendo las fuerzas al servicio, a la orden de las autoridades indígenas. Esto esperaba mi padre; pero vio que era al contrario. Y vio que era, además, con arbitrariedades, con abusos, con atropellos. Protestó entonces ante los gobernantes de España y de Marruecos. La contestación fue decirle que se pusiera en manos de Jordana. Se negó y encarcelaron a Mohamed.

    Pacientemente esperó mi padre a que este fuera liberado y pudiera retirarse de Melilla. Enseguida aguardó el fin del curso para que llegase yo a Alhucemas sin obstáculos en el

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