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El desastre de Annual a través de la prensa
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Libro electrónico464 páginas

El desastre de Annual a través de la prensa

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En julio de 2021 se cumplieron cien años del desastre de Annual. En el entonces Protectorado español, hoy Marruecos, la jarca del líder rifeño Mohamed Abd el-Krim atacó a las tropas del general Fernández Silvestre cuando este avanzaba de Melilla a Alhucemas para conquistarla. Aquellos sucesos acabaron con la vida de más de 13.000 soldados españoles, llevaron a la guerra del Rif (1921-1923) y sus consecuencias marcaron el devenir de España. Este libro se basa en la prensa y los periodistas de la época y analiza cómo y de qué forma ocurrió el desastre de Annual. La obra repasa los periódicos de entonces, sus tendencias e ideología y cómo funcionaba la censura.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 may 2022
ISBN9788418913532
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    El desastre de Annual a través de la prensa - Antonio Rubio

    1. Momento histórico: el Rif, 1921-1923

    1. Resumen histórico

    Se ha cumplido el centenario del desastre de Annual y tenemos que mirar atrás para entender el hoy y recuperar la desmemoria: #MirandoAtrasAdelante.

    Por eso hoy vamos a hacer periodismo: tiraremos de hemeroteca y de algo de historia y conoceremos a los autores materiales e intelectuales de aquel desastre.

    En 1906 se celebró en Algeciras (Cádiz) una conferencia internacional que tenía como único objetivo el reparto colonial de Marruecos. Al norte de aquel país estaba el Rif, un terreno abrupto y muy pobre, poblado por cabilas siempre dadas a la lucha armada. Por ello, la penetración del Ejército español en aquellas tierras resultó lenta y difícil.

    En 1921, la presencia española en el Rif llegaba a puntos muy alejados de las ciudades de Melilla y Ceuta, que eran españolas la primera desde 1497 y la segunda desde 1668. La zona más oriental, la dependiente de Melilla, presentaba graves problemas: el número de tropas españolas era reducido y estaban mal equipadas. En muchas ocasiones estaban alejadas de los pozos de agua y aisladas unas de otras. Una buena parte de esos efectivos estaba compuesta por soldados rifeños que, en cuanto las cosas se pusieron mal, no dudaron en pasarse al enemigo.

    El Ejército español, además, se encontraba con que las tribus del Rif estaban siendo agitadas por su caudillo, Mohamed Abd el-Krim. El líder rifeño pasó, en poco tiempo, de ser un colaborador de la Administración española a ser el organizador de un levantamiento que estuvo a punto de conseguir la independencia del Rif y convertir aquella región en una república.

    El 1 de junio de 1921 las tropas españolas instalaron en Abarrán una posición defendida por 500 soldados, de los que una gran parte eran rifeños. Poco después, la posición fue atacada por 3.000 cabileños que se hicieron rápidamente con ella, y los rifeños que estaban en el Ejército español se pasaron a Abd el-Krim.

    Tras la caída de Abarrán los rifeños llegaron hasta Igueriben. Allí, el 16 de julio, las tropas de Abd el-Krim atacaron el convoy de suministros que abastecía la nueva posición y dejaron a Igueriben sin comida y sin agua.

    La posición de Igueriben estaba bajo el mando del comandante Julio Benítez y tenía una fuerza de 300 hombres. De todos ellos solo 20 llegaron hasta Annual, pero más tarde murieron por el sobreesfuerzo realizado.

    El 21 de julio, los rifeños rodean Annual e inician un furioso ataque. Ante la desesperada situación, el general Fernández Silvestre decide la retirada, que terminará convirtiéndose en una desbandada y más tarde en un desastre. De Annual quedó, además de miles de muertos, más de 300 prisioneros españoles, que finalmente fueron liberados por Abd el-Krim en 1923 a cambio de un rescate millonario.

    Pero el caso más espectacular y sangriento fue el de Monte Arruit. Allí, 3.000 soldados resistieron un asedio de las tropas rifeñas que al final les costó la vida a todos ellos.

    Tras aquellos sucesos y los numerosos casos de falta al deber militar de muchos oficiales se propició una investigación, que fue encargada al general Juan Picasso. Sus conclusiones, el Informe Picasso[1], fueron devastadoras; incluso insinuaban la implicación del propio monarca, Alfonso XIII.

    Tras la derrota, en el oriente del Rif, solo Melilla quedó en poder español. El resto fue organizado como un estado independiente bajo el mando de Abd el-Krim. Las penosas condiciones económicas llevaron al líder rifeño a enfrentarse con los franceses en abril de 1925, y esa acción propició el fin de Abd el-Krim y de su república.

    Los franceses se pusieron de acuerdo con los españoles para acabar con Abd el-Krim: se reunieron en Madrid representantes de ambos Ejércitos y decidieron atacar al líder rifeño por dos frentes diferentes y al mismo tiempo.

    El 10 de septiembre de 1925 se produjo el desembarco en la bahía de Alhucemas. Las tropas españolas penetraron hasta Axdir, capital del Estado rifeño. Después siguieron hacia el sur, hasta entrar en contacto con las francesas. Finalmente, Abd el-Krim se entregó a las autoridades de París, quienes lo confinaron en la isla de la Reunión. Murió en El Cairo (Egipto) en 1963.

    2. Antecedentes históricos y acuerdos internacionales

    Tras la conferencia internacional de Algeciras de 1906, donde se confirmó el statu quo europeo sobre Marruecos, el duque de Almodóvar del Río, ministro de Estado, declaró: «La colaboración entre España y Francia, con respecto a la política marroquí, no puede ser más que muy útil para la amistad entre ambos países» (Betegón, 1906: 120)[2].

    Sin embargo, la prensa de aquella época se mostraba dividida ante los criterios del ministro de Estado. Los periódicos conservadores[3] veían en este nuevo tratado importantes ventajas y prestigio internacional para España, y los liberales[4], aun señalando los aspectos positivos del acuerdo, insistían en la necesidad de que nuestro país se mostrase amigo de Francia, pero no vasallo.

    Fruto inmediato de ese compromiso fue la reactivación de la acción militar en Marruecos, pasiva desde que, en 1893, el general en jefe del Ejército de África, Arsenio Martínez Campos, repeliera la agresión a Melilla de los rifeños rebeldes en la que murió el general de división y gobernador militar de la plaza Juan García Margallo.

    La colaboración con Francia dentro del territorio que comprendía el Protectorado marroquí quedó ratificada el 27 de noviembre de 1912 mediante un nuevo acuerdo. Este pacto sustituyó a otro anterior, el de 1904, que se había firmado en secreto entre los dos países, Francia y España.

    El tratado de 1912 fue el fruto de un largo proceso de compensaciones internacionales y equilibrio de potencias colonialistas por el reparto de los territorios del norte de África. Finalmente, España ocupó tres áreas del territorio marroquí cuyas fronteras estaban distribuidas de la siguiente manera: Melilla, al este; Ceuta, al norte y Larache, al oeste.

    El problema de estas tres áreas de influencia española es que estaban muy alejadas las unas de las otras, a pesar de que en 1913 se montó una comandancia en cada una de ellas. Pero en medio de esos cientos de miles de kilómetros cuadrados quedaban dos territorios muy complicados y difíciles: Yebala y el Rif.

    El general Dámaso Berenguer[5] calificó estos territorios como «la espina del Rif» y «el hueso de la Yebala», por sus peculiaridades geográficas y por su tradicional rebeldía. Hechos que se confirmaron años después, en 1921, con el desastre de Annual y las graves consecuencias que después acarrearon para España y los españoles: golpe del general Primo de Rivera, fin del reinado de Alfonso XIII, alzamiento o sublevación del general Francisco Franco, guerra civil e instauración de la dictadura.

    3. Los problemas del Protectorado

    Hay que recordar que España y Francia, cuando se convirtieron en cabezas del Protectorado, pensaban que Marruecos era un país unido o que se podía convertir en tal en poco tiempo, pero esos planteamientos estaban totalmente alejados de la realidad.

    A modo de simple explicación de la situación vivida en aquellos momentos hay que recordar que Marruecos presentaba una orografía de sinuosas montañas y cerrados valles que acentuaban la diversidad lingüística e incluso el tribalismo religioso de los morabitos o santuarios locales, dentro de la cohesión que le daba el islam.

    También existía en Marruecos una variedad étnica, con la mezcla de árabes, bereberes y un amplio mestizaje de ambos grupos que estaban repartidos en 66 cabilas o tribus, de las cuales 22 eran de origen árabe y con una autoridad, la del sultán, más teórica que real.

    La zona de influencia del sultán era de unos 200.000 kilómetros cuadrados y llegaba a una población de unos cuatro millones de habitantes, que era conocida por los nativos con la denominación de Blad El-Mazjen. Después existían otros territorios, como Blad Es-Siba, con unos 600.000 kilómetros cuadrados y casi ocho millones de habitantes y que no estaban sometidos al sultán, Muley Hafid, sultán de Fez.

    Precisamente, la zona marroquí administrada por España era un muestrario de enclaves insumisos, y en concreto las regiones del Rif y de Yebala eran conocidas por su tradicional rebeldía, por la presencia de las tribus más guerreras y fanáticas y por el caudillismo de importantes hombres de la zona que se caracterizaban por su enemistad con el sultán y con los administradores extranjeros. Entre todos ellos destacaban el Roghi (el Pretendiente), el Raisuli (el Sabio), señor de la región de Yebala (cuyo apodo encontramos escrito también en la prensa de la época como Raisuni) y los miembros de la familia de Abd el-Krim, que dominaban la cabila de los Beni Urriaguel, en el Rif.

    El general Martínez Campos, que llegó a ser general en jefe del Ejército de África, describe cuáles eran los problemas del Protectorado español en Marruecos (declaraciones recogidas por Ignacio Lozón en Las responsabilidades del desastre de Annual):

    Yo soy, hasta cierto punto, partidario de la copia; pero de una copia bien hecha, no de una copia que parece una caricatura. No tenemos la misma capacidad en nuestros funcionarios… Francia puede tener una corte jalifiana con un lujo grande, porque así corresponde a la importancia del territorio y de la población; Francia puede tener un alto comisario de elevada categoría y un secretario general y un jefe del Ejército que sea teniente general. Pero una de las cosas más burdas que ocurren en nuestra zona es que, teniendo una pequeña extensión, con una escasa población que asciende a unos 600.000 habitantes tratemos de llevar a cabo una monstruosa organización parecida a la que lleva Francia para una zona veinte veces mayor y con una población diez veces más grande. (Lozón Uruñena, 1981: 24)

    4. El desastre de Annual

    Cuando, ya en el exilio, se le preguntaba a Alfonso XIII por el año más aciago de su reinado, sin detenerse a pensarlo, respondía (en una entrevista concedida al diario La Nación, de Buenos Aires) que fue 1921 el más triste de todos: «Por un lado la agudización del problema terrorista, con la radicalización sindicalista y patronal, que se concretó en el asesinato de Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros. Y por otro, el tremendo desastre de Annual» (Tuñón de Lara, 2000: 153).

    El historiador británico Charles Petrie, de tendencia conservadora, sostiene que la dictadura de Franco no hubiera sobrevenido sin el desastre de Annual (21 de julio de 1921). Esa teoría no solo la mantiene Petrie, sino que ya se ha generalizado entre diferentes investigadores de la guerra del Rif (Juan Pando), y existe la convicción de que el problema marroquí, y en concreto la crisis de Annual, constituyó el mayor traumatismo de cuantos vivió la monarquía de Alfonso XIII.

    El periodista y político Indalecio Prieto escribió desde el exilio de México: «Las Juntas de Defensa abrieron en 1917 la primera grieta en el régimen monárquico. Esa, como las sucesivas cuarteradas y el derrumbamiento final, provinieron de África. Marruecos acabó con la monarquía y ha estado a punto de acabar con España» (Prieto, 1967: 49).

    5. Los protagonistas

    En la crisis militar de Annual intervinieron varios protagonistas. En primer término, el líder de la revolución rifeña Mohamed Abd el-Krim y el general Manuel Fernández Silvestre, jefe de la Comandancia Militar de Melilla. En un segundo plano, el general Dámaso Berenguer, alto comisario de España en el Protectorado marroquí, y el propio rey Alfonso XIII. Detrás, los jefes y oficiales, cuyos nombres quedarían en la gran nómina de los héroes o de las víctimas, y los miles de soldados, auténticos protagonistas de aquellas trágicas jornadas.

    Mohamed Abd el-Krim, «el siervo del Generoso», es una de las personalidades señeras del nacionalismo norteafricano y símbolo del anticolonialismo europeo. El suyo es un nombre de imborrable y dramático recuerdo para miles de familias españolas que perdieron a sus hijos o allegados en aquellas tierras del Rif, donde se libraron muchas batallas entre el Ejército español y los seguidores de Abd el-Krim con un balance de miles de muertos. Algunos historiadores y periodistas de la época llegan a los 13.000 muertos por la parte española.

    Han pasado muchos años desde aquel 21 de julio de 1921, día del desastre de Annual, y el nombre de Abd el-Krim sigue sonando en el panorama histórico y periodístico. La figura del líder rifeño fue reivindicada y estudiada en profundidad por los historiadores más importantes del Magreb en un congreso que se celebró en la ciudad marroquí de Alhucemas entre el 10 y 12 de julio de 2004. En años posteriores la figura de Abd el-Krim se ha convertido en una bandera reivindicativa contra el reino de Marruecos por parte de los ciudadanos del Rif.

    El periodista estadounidense David S. Woolman, en su libro Abd el-Krim y la guerra del Rif, rememora al líder berebere de esta forma:

    En los remotos valles del Rif, donde suenan el tañido de las flautas y el repique de los tambores, hombres con cara de halcón y barbas grises todavía cuentan, en los patios de las casas rifeñas, las hazañas de aquellos días magníficos cuando el nombre de Abd el-Krim y los rebeldes del Rif eran temas de conversación del mundo entero. (Woolman, 1971: 261)

    Mohamed Abd el-Krim nació en 1882 en Axdir y era hijo de Abd el-Krim el-Jatabi, «el Orante». El periodista granadino Fabián Vidal[6] cuenta que Abd el-Krim se considera descendiente de españoles porque un vasco de apellido Urriaguel y evadido del presidio de Melilla se había refugiado en aquella región de Alhucemas, dando nombre a la cabila con su numerosa descendencia.

    Abd el-Krim era un hombre con alta formación intelectual. Estudió en las escuelas de Melilla, más tarde ingresó en la universidad de Tetuán y en 1906 dirigió un suplemento en árabe que aparecía en el periódico El Telegrama del Rif[7], que se editaba en la misma ciudad.

    En Melilla, Abd el-Krim también ejerció la función docente y de juez. Fue profesor de chilha o cherja, dialecto del árabe que se habla en la zona del Rif, en la escuela fundada por el general Gómez Jordana, y llegó a ser cadí, juez de paz, en la zona de Melilla.

    Hay que recordar que la familia de Abd el-Krim había colaborado con la Administración española, especialmente el padre, en temas comerciales y mineros. Como consecuencia de esas relaciones el hermano menor de Abd el-Krim viajó en 1917 a Madrid para estudiar Ingeniería de Minas y se hospedó en la Residencia de Estudiantes, uno de los centros nacidos de la Institución Libre de Enseñanza, que en aquella época dirigía Alberto Jiménez Fraud.

    A pesar de las aparentes buenas relaciones de la familia Abd el-Krim con España, las cosas se truncaron y Mohamed se convirtió en el principal y más peligroso enemigo de las tropas españolas destacadas en el Protectorado de Marruecos. Las causas de la ruptura entre ambas partes fueron varias y dependen del historiador o periodista que las narre.

    Unos achacan la enemistad de Abd el-Krim hacia España al tiempo que permaneció en la prisión de Melilla, a instancia del Gobierno francés, por su acercamiento a posturas germanófilas durante la Primera Guerra Mundial. David Woolman recuerda en su libro: «… aquella decisión de España resultó muy negativa en los ambientes rifeños. Quedaron estupefactos ante ese repentino cambio de política» (Woolman, 1971: 280).

    También se achaca el distanciamiento de Abd el-Krim de los planteamientos y política española a diversos enfrentamientos que tuvo con el general Fernández Silvestre, pero siempre desde un punto de vista personal. Aunque, quizás, la decisión del líder rifeño se produjo por la suma de varias cuestiones, entre las que no se descartan su relación con movimientos revolucionarios europeos y la contradictoria, insegura y débil acción política de España en Marruecos.

    Cuando en 1919 el hermano de Abd el-Krim, Mhammed, partió de España en viaje de vacaciones, de las que nunca volvió, habló con Jiménez Fraud, el director de la Residencia de Estudiantes, y le explicó las razones de la postura política de su familia con respecto a la zona del Rif y el Protectorado:

    Nosotros queremos abrir camino en este país a la civilización europea, y particularmente española; y facilitar el desarrollo de la agricultura, industria y comercio, pero carecemos de recursos y ayuda suficiente de parte de la nación protectora para hacer eficaz nuestra labor (…). Esto es lo que le obliga a mi padre a retirarse de la política y a quedarnos nosotros aquí, porque el Rif, siendo de poca cultura, nos perjudica siempre por nuestra acción con España, y como tampoco España nos ayuda, resulta imposible aguantar el peso de los dos.

    Otro de los protagonistas de los sucesos de Annual fue Manuel Fernández Silvestre. El general Silvestre respondía, perfectamente, al modelo del militar africanista que se había incorporado a la vida marroquí en 1904 y que traía la experiencia de Cuba, donde recibió sus primeras heridas de guerra.

    Fernández Silvestre, según los estudiosos del desastre de Annual Juan Pando y Pablo La Porte, era un hombre impetuoso, de soluciones inmediatas y que se caracterizaba por crear problemas más que por solucionarlos.

    El general Silvestre, según sus detractores, era un hombre de cierto atractivo y de gran popularidad, que tenía los favores de Alfonso XIII. Ese favoritismo real creó enfrentamientos entre los jefes del Ejército español que estaban en el Protectorado marroquí.

    Tras el fallecimiento del general Gómez Jordana, el 18 de noviembre de 1918, la Alta Comisaría quedó vacante y el nombramiento recayó en el general Dámaso Berenguer, otro de los africanistas nacidos en Cuba y formados militarmente en las guerras coloniales, que además poseía una larga y brillante hoja de servicios.

    Berenguer también se caracterizaba por ser un hombre estudioso, gran administrador y que confiaba en que la penetración en Marruecos y el camino de la pacificación pasaban más por la habilidad y prudencia política que por la acción directa y las fuerzas de las armas.

    El plan del general Berenguer para el Protectorado marroquí, que consistía en un equilibrio entre la vía militar y la gestión política, dio pronto sus frutos. En 1919 consiguió neutralizar las cabilas de Ayera y un año más tarde, en 1920, el dominio completo de la región de Yebala. En octubre de ese mismo año Berenguer conquistó la ciudad de Xauen, pero el plan del general no comprendía ninguna operación para el Rif.

    El general Fernández Silvestre, con los favores de Alfonso XIII, fue nombrado comandante general de Melilla, antes lo había sido de Ceuta por espacio de seis meses. Ese nombramiento conllevó una serie de enfrentamientos con los jefes militares de la zona y especialmente con el alto comisario, el general Berenguer.

    Los roces entre los dos generales provocaron una falta de coordinación en las operaciones militares realizadas en el Protectorado español en Marruecos y a la larga tuvieron consecuencias nefastas y muy dramáticas.

    Silvestre, con más antigüedad en el generalato que Berenguer, actuó con tal independencia que algunos calificaron su comportamiento de insubordinación. El periodista y político Indalecio Prieto escribió en sus Crónicas de guerra que «la comandancia de Melilla se convirtió así en cantón autónomo e independiente. Berenguer se allanó a ello y esa fue su culpa» (Prieto, 2001: 45).

    6. Silvestre y Alfonso XIII

    En 1921 y desde la Comandancia de Melilla el general Fernández Silvestre, que ya era comandante general de la zona, ideó un plan para conquistar Alhucemas: adentrarse a través de territorio enemigo creando una serie de posiciones.

    En la primavera de ese mismo año, 1921, Silvestre había logrado situar tropas españolas desde Nador, ciudad situada a unos 12 kilómetros de Melilla, hasta Abarrán, pasando por Igueriben, Annual, Ben Tieb, Dar Drius, Monte Arruit y Zeluán.

    La operación de Silvestre resultó ser una temeridad porque colocó una serie de posiciones, cada vez más avanzadas, que abarcaban una extensión de 6.000 kilómetros cuadrados con tan solo 18.000 hombres para defender y controlar todo el territorio presuntamente conquistado. Además, la mayoría de ellos eran soldados bisoños, llegados a Marruecos en febrero de ese mismo año, carentes de instrucción, inexpertos, mal equipados y psicológicamente atenazados por la leyenda de crueldad que precedía las actuaciones de los rifeños, los hombres de Abd el-Krim, que además eran grandes conocedores de aquellas tierras.

    El peso de la campaña de África recaía directamente sobre las espaldas de las clases menos favorecidas:

    Prueba de ello es la Ley de Reclutamiento de 1912, que permitía redenciones a los cinco o seis meses de servicio contra cuotas de 1.500 a 2.000 pesetas. El estado de guerra crónico en el norte de África, una mortalidad en la campaña alta, condiciones del servicio degradantes, etc. convertían el pago de la cuota en una necesidad que endeudaba de por vida a las familias más pobres. (Tuñón de Lara, 1973: 384 y 385)

    La pregunta que todavía permanece en el aire, tras más de 100 años de los sucesos de Annual, es: ¿cuál fue la actuación o comportamiento de Alfonso XIII ante la descabellada operación de Silvestre?

    Pero lo cierto es que los muertos de Annual y el efecto del desastre se precipitaron pesadamente sobre Alfonso XIII. También es cierto que el rey, en más de una ocasión, fomentó el protagonismo de algunos jefes del Ejército español en Marruecos y que después los generales devolvían las atenciones o favores reales con firmes adhesiones a la Corona.

    El ejemplo más directo fue el de Silvestre. El comandante general de Melilla, que en mayo de 1921 visitó al rey Alfonso XIII en Madrid, creía tener, directa o tácitamente, la aprobación del monarca para culminar la operación que ya había comenzado.

    Pocos días después de la visita a Madrid, concretamente el 1 de junio, Silvestre conquistó Abarrán y dejó en esa posición, que se encontraba a cinco horas de marcha de Annual, a tan solo 500 hombres.

    Los rifeños, atentos al error cometido por el comandante general de Melilla, atacaron la posición de Abarrán con 3.000 hombres y consiguieron reconquistarla. Se dio la circunstancia de que las tropas españolas, los 500 hombres que dejó Silvestre en la posición, estaban integradas en gran parte por indígenas de la región, que no tardaron mucho en pasarse a las filas de su líder natural, Mohamed Abd el-Krim.

    El general Berenguer, alto comisario del Protectorado, no supo apreciar el grave error de Abarrán y tampoco captó el primer aviso del gran desastre que se avecinaba en fechas próximas. Berenguer siguió dejando hacer a Silvestre mientras él se entregaba a la parte occidental y a la campaña de Beni-Aros.

    El 7 de julio Silvestre estableció una nueva posición en Igueriben, que consideraba básica para asegurar la defensa de Annual. Nueve días más tarde, el 16, los rifeños de Abd el-Krim atacaron el convoy de suministros que abastecía la nueva posición y que venía de Annual y dejaron a Igueriben sin comida y sin agua.

    La posición de Igueriben estaba bajo el mando del comandante Julio Benítez y tenía una fuerza de 300 hombres. De todos ellos solo 20 llegaron hasta Annual, pero la mayoría de esa veintena murió más tarde por el sobreesfuerzo realizado.

    Poco después 10.000 fieles de Abd el-Krim sitiaron Annual, que fue abatida por el fuego enemigo desde las montañas que rodeaban la posición. Y así comienza el gran desastre.

    La noche del 21 al 22 de julio de 1921 el general Fernández Silvestre, favorito de Alfonso XIII, convocó una reunión de jefes y oficiales en su tienda. Había que tomar una decisión inmediata y se acordó, finalmente, evacuar la posición. Es decir, abandonar Annual.

    La retirada hacia Monte Arruit estaba decidida,

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