Desnudando la piel de áfrica
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En la presente obra se parte del origen de la magia tradicional africana, dejando ver los errores que las divinidades, los hombres y los ancestros han cometido por su paso en esta tierra.
Para resolver los problemas que los aquejan, utilizan la fuerza vital, es decir, la magia contenida en su espíritu, en su Ori (dios personal). El hombre africano se despigmentó en su andar por el tiempo, perdiendo y ganando melanina, según la zona geográfica que habitaba y el clima que había en su hábitat. Así, el sol y el frio fueron los causantes de los cambios en la pigmentación de su piel, por lo que surgieron diferentes tonos de piel, además de distintas formas de pensar y actuar.
Si se conoce el pasado, comprenderemos el presente y proyectaremos nuestro espacio-tiempo. Hoy en día todas las culturas voltean su mirada y regresan a casa, al origen de la humanidad que es África, no sólo por la espiritualidad, sino por geoestrategia política y económica. Si el boabab –árbol sagrado de las culturas ancestrales africanas– fue castigado por sus creadores por querer ser superior a ellos, por su altura y grandeza, porque se llenó de soberbia y vanidad, motivo por el cual lo plantaron al revés. No fue una enseñanza para el boabab, sino un recordatorio para el ser humano de que debemos regresar al árbol de la palabra, a la etnofilosofía ancestral.
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Desnudando la piel de áfrica - Francisco Mariano Perez
Índice
Prólogo
Introducción
Capítulo I
Fuerza vital, vibración y frecuencia
Sangre: los secretos de África
La religión tradicional africana y el sacrificio
La palabra, la postura y los gestos en el sacrificio
Magia y los secretos en África
Las máscaras: magia y arte sagrado
Capítulo II
Origen del tambor
El tambor y la alteración de conciencia
El tambor africano y su uso terapéutico
Oralidad en la magia africana
Religiones tradicionales africanas: pasado y presente
La mujer, la mejor maga en el África tradicional
La mujer y la brujería con los ashanti
Capítulo III
Preparación sacerdotal okomfo en las religiones tradicionales
La tradición proverbial africana y la magia
La profetización
La adivinación
El oráculo y el ratón en el África tradicional
Los oráculos de los lobi, los nankanse y sus espíritus
El oráculo de los dogón yurugu goro el zorro
Los oráculos entre los azande, el oráculo benge, el oráculo del veneno
El oráculo yoruba y la profetización
Capítulo IV
La influencia de otras culturas en el oráculo de Ifa
La adivinación de origen africano y su práctica en México
Nigromancia y las religiones afroamericanas
Sugestión y fanatismo en las religiones afroamericanas
Del miedo y la sugestión al turismo religioso
Capítulo V
Las religiones de origen africano y la delincuencia
La prohibición del sacrificio animal en la actualidad
La sustitución de la sangre en el sacrificio ritual
Un dibujo de un personaje animado Descripción generada automáticamente con confianza mediaEl Centro de Estudios de las Culturas Africanas (CECA) se basa en el principio de que la información debería de ser científica, académica y respetuosa de las leyes y normas de cada país para generar un bienestar social y cultural.
El Centro de Estudios de las Culturas Africanas CECA nace con la finalidad de acercar la cultura madre, la cultura africana, a la sociedad universitaria y al público en general, ya que si logramos conocer el origen de la humanidad transformaremos el mundo.
Proponemos como primer punto fomentar la lectura, esto es, que todas las personas con valores y espíritu libre pueda acceder a ella, la cual nos ha enseñado que ayudar a otras personas es lograr la mejor versión de sí mismos.
Icono Descripción generada automáticamentePrólogo
En la presente obra se parte del origen de la magia tradicional africana, dejando ver los errores que las divinidades, los hombres y los ancestros han cometido por su paso en esta tierra.
Para resolver los problemas que los aquejan, utilizan la fuerza vital, es decir, la magia contenida en su espíritu, en su Ori (dios personal). El hombre africano se despigmentó en su andar por el tiempo, perdiendo y ganando melanina, según la zona geográfica que habitaba y el clima que había en su hábitat. Así, el sol y el frio fueron los causantes de los cambios en la pigmentación de su piel, por lo que surgieron diferentes tonos de piel, además de distintas formas de pensar y actuar.
Si se conoce el pasado, comprenderemos el presente y proyectaremos nuestro espacio-tiempo. Hoy en día todas las culturas voltean su mirada y regresan a casa, al origen de la humanidad que es África, no sólo por la espiritualidad, sino por geoestrategia política y económica. Si el boabab –árbol sagrado de las culturas ancestrales africanas– fue castigado por sus creadores por querer ser superior a ellos, por su altura y grandeza, porque se llenó de soberbia y vanidad, motivo por el cual lo plantaron al revés. No fue una enseñanza para el boabab, sino un recordatorio para el ser humano de que debemos regresar al árbol de la palabra, a la etnofilosofía ancestral.
Mtra. Karla Lucía Rodríguez Álvarez
Introducción
La presente obra nos llevará a realizar un viaje al pasado de la cultura madre: la africana, donde conoceremos su forma de interpretar la realidad y la idea que se formaron algunas de las principales etnias tradicionales con respecto a la naturaleza, el cosmos y dios, así como sus divinidades.
En la actualidad, los valores y enseñanzas de estas etnias se han perdido. De ahí surge mi propuesta por dos motivos: el primero es demostrar que se puede llegar a un punto de unificación de la ciencia y las religiones tradicionales africanas, tomando como base el proceso interpretativo de la vivencia africana, los mitos, leyendas, proverbios y sus estructuras sociales mediante la etnofilosofía africana, de la cual emerge una visión particular del mundo, llamada negritud, cuyos principales representantes son Paul Kagame y Leopold Sedar Sengor (Kagame, 1976, pp. 129-155).
El segundo motivo es demostrar el mal uso que se hace de las religiones tradicionales africanas y el impacto que sus prácticas han generado en la sociedad mundial actual, donde el comportamiento negativo y delincuencial de una pequeña parte de sus practicantes y devotos los han llevado a formar células del crimen organizado. Tomamos como premisa que el ser humano es un ente social y que su comportamiento depende de cada individuo y de la influencia que tenga el grupo de pertenencia y de otros circundantes, de ahí que el comportamiento humano tenga características específicas en sus vivencias y en su toma de conciencia, lo que se ve reflejado en la falta de valores que desencadenan una práctica sin ética, carente de valores morales que arrastran a sus practicantes a sentirse inmunes ante las autoridades, comportamiento presente no sólo en el continente americano, sino también en el africano.
El pensamiento y la filosofía de vida africana se basa en la ética, las buenas costumbres y el apoyo mutuo con un comportamiento humanitario. Esta forma de vida la retrata el filósofo John Samuel Mbiti (1997, pp. 282-305). Cuando nos aclara que los africanos han llegado a estas conclusiones a través de una larga, observación y reflexión
.
Tal punto de vista se aplica en este momento histórico, en el cual se ha desvirtuado la esencia de la filosofía y religión africanas, lo que da como resultado que figuren en la sociedad actual como religiones extremistas y generadoras de conflictos sociales, debido a que sus practicantes utilizan la sugestión, el fanatismo y el terror psicológico para influir en el comportamiento de las personas, provocar miedo y someter. Ante esto, se pone en riesgo la estabilidad emocional, familiar y económica de quienes consultan a los practicantes de estas creencias, pues algunos seudo sacerdotes se aprovechan del desconocimiento que hay sobre estas prácticas ancestrales, por lo cual se va perdiendo la verdadera esencia, el corpus de las religiones tradicionales y su magia ancestral. Esta situación desvirtúa su práctica y su visión cosmogónica, que es parte primordial de la vida cotidiana de las culturas tradicionales africanas, las cuales desarrollaron valores morales y espirituales, un gran legado compartido de forma ancestral, donde el primer gran ancestro espiritual es Dios, a partir del cual se establece un orden geopolítico, económico y cultural en todas las etnias, así como en sus reinos. Lo anterior determina el elemento clave para las culturas africanas, en las que la búsqueda esencial es el equilibrio en esta vida, la dicha y felicidad en la venidera. Por ello es esencial retomar los principios básicos, por ejemplo, el concepto de ubuntu, ética y filosofía humanística que centra su atención en las alianzas entre la gente y las relaciones mutuas. El término ubuntu tiene su origen en las lenguas bantú de África del sur y se define como vinculación del individuo en sus múltiples relaciones con otras personas. Así, el concepto parece adquirir un sentido religioso.
El arzobispo Desmond Tutu (Ngomane, 2009, pp. 10-18) definió esta filosofía en 1999 en los siguientes términos:
Una persona con ubuntu está abierta y disponible para los demás, da firmeza al otro, no se siente amenazada, ya que percibe al otro como capaz y bondadoso. Porque él o ella se siente seguro de sí mismo; esta seguridad le viene de su conciencia de participar de una totalidad mayor; dicha persona se ve disminuida cuando otras personas están humilladas o disminuidas; cuando el otro está torturado u oprimido.
Cabe hacer notar que el desarrollo de las culturas africanas estuvo marcado por las condiciones geográficas y climáticas del continente. Recordemos que la gran mayoría de los países africanos no tienen salida al mar, y en otros puntos geográficos cuentan con selva, sabana húmeda, sabana seca y semidesierto, desierto, macizo montañoso y clima mediterráneo, geografía que trajo consigo la migración, lo que generó que sus relaciones no fueran lo suficientemente fluidas y sí con un grado de peligrosidad mayor.
Lo anterior provocó que zonas como la del semidesierto y desierto del sur (Kalahari) y del norte (Sahara), así como la selva húmeda tropical del centro, permanecieran prácticamente inalteradas hasta nuestros días. Así, en estos lugares casi aislados y sus zonas limítrofes, las tradiciones ancestrales tuvieron la posibilidad de mantenerse de manera inmejorable, no así en las regiones costeras del norte, noroeste y este, junto a las tierras de pastoreo (Etiopía), al igual que en Sudán y África oriental, donde las modificaciones fueron más evidentes (Cherkaoui, 2008, pp. 41-48).
A pesar de estas vicisitudes, se conservó la herencia ancestral casi intacta, no así en las zonas islamizadas (Sudán oriental y central), por lo que en todas las sociedades africanas, sin excepción, la gente tuvo una noción de dios, expresada en proverbios, frases lapidarias, canciones, oraciones, nombres, mitos, leyendas y ceremonias religiosas, lo cual se transmitió por tradición oral. Estas creencias consideraban que Dios es quien en realidad salva, es fuente y receptáculo de la vida humana y de todo el Universo. Estos son algunos de los muchos atributos antropomórficos de Dios que están influidos por el entorno histórico, geográfico, social y cultural de cada pueblo.
Capítulo I
La fuerza vital, vibración y frecuencia
Las religiones tradicionales africanas consideran que cada ser está dotado de fuerza vital y que su energía puede crecer o decrecer. La fuerza vital en el ser humano nace al momento de su procreación; el feto nace de la sangre menstrual retenida, después de la concepción y del esperma del padre, en ambos líquidos rebosa la fuerza vital, la cual confiere al cuerpo la capacidad motriz y mantiene así su capacidad funcional íntegra. La fuerza vital se encuentra contenida en todo lo que se mueve y, por consiguiente, en todo lo que desprende o produce calor. Por ejemplo, la sangre que circula sin interrupción y en los órganos que la contienen: corazón, hígado y riñones, así como toda acción física que genere secreciones como el sudor, órganos sexuales, el semen, las palabras y emociones de las cuales se desprenden sentimientos y acciones, por ejemplo, lágrimas, risas, odio. También contienen una gran cantidad de fuerza vital los cabellos, uñas, saliva y huesos, ya que están en crecimiento o movimiento constante. En física se dice que todo movimiento genera energía o calor, motivo por el cual estos elementos se usan para controlar, perjudicar e influir en la fuerza libre de la persona, la cual confiere la capacidad de discernir afectando la fuerza de voluntad en la persona, lo que la lleva a actuar de manera inconsciente alterando su orden natural. Cabe aclarar que los espíritus negativos se alimentan de nuestras emociones, de nuestra fuerza vital, con lo que decrece la energía y se anula la fuerza libre. En otras palabras, es cuando se cree que la persona actúa deliberadamente por estar influenciado por otra persona mediante energías vibratorias en una frecuencia negativa, que se conoce como brujería.
De lo antes expuesto se desprende el pensamiento africano, el cual establece que el Universo está interconectado por una enorme red de fuerzas que interactúan entre sí y los seres humanos vivos, fallecidos, e inclusive, los no nacidos, que se sitúan en el centro de esa cadena vital, dando como resultado que todas las fuerzas vitales estén interconectadas, ejerciendo influencias entre sí, situándose en un orden jerárquico de fuerzas.
Dios, ancestros, divinidades y espíritus de la naturaleza, todas las fuerzas vitales y libres deben de ser puestas en pro del crecimiento y evolución del género humano.
Esta forma de pensamiento de carácter holístico y global es la fuente primordial de la fuerza vital de Dios y de todos los seres, donde las piedras tienden a acrecentar la fuerza vital por medio de los rituales.
La etnofilosofía africana se basa en las narraciones, en mitos, proverbios y leyendas. El sacerdote ruandés Kagame (1976, pp. 130-135) comparte este pensamiento y visión particular del mundo, también Sedar Sengor coincide con esta filosofía, pero la llama negritud
, y agrega que el africano se acerca a la realidad por el camino de la emoción, mas no por los senderos de la lógica.
Preponderantemente, los africanos creen en un Dios supremo, a quien llaman de diferentes maneras, pero todos los nombres convergen en la fuerza vital, como afirma Rodríguez (1989, pp. 235), que dice que la religión tradicional contiene la noción del ser supremo, pero no se identifica con el Dios de los cristianos.
La fuerza vital es el centro de la vida, la vida es la base de la ética, esperando una vida de unión fraternal, la figura del brujo resulta antagónica y es la representación del mal, el destructor de la vida, que procura satisfacer sus necesidades a costa de las penurias de otros, por lo que al brujo y hechicero se les considera portadores de los males sociales. Recordemos que Dios establece un orden cósmico, el cual no debe alterarse indebidamente, el ser humano se encuentra en el centro, pero no es el dueño. Si la persona mantiene su fuerza vital protegida por medio de ceremonias y rituales, conserva un pensamiento sano y libre de sugestión y fanatismo, lo que le facilitará vivir en armonía