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Al servicio del extranjero: Historia del servicio vasco de información (1936-43)
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Libro electrónico821 páginas9 horas

Al servicio del extranjero: Historia del servicio vasco de información (1936-43)

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Este libro reconstruye de forma rigurosa, inédita y amena, la historia del espionaje nacionalista vasco desde 1936 a 1943. Gracias a la documentación obtenida durante más de cinco años en diversos archivos públicos y privados de España, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, además de numerosos testimonios directos, Al servicio del extranjero revela el drama humano y la trascendencia política de los servicios de espionaje vascos.

El rigor y novedad de la documentación recopilada convierten al libro en el referente obligado para aquellos que quieran profundizar en un contexto, desconocido hasta ahora, de la historia de España y conocer el desarrollo del movimiento nacionalista vasco en su complejidad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jul 2015
ISBN9788491140665
Al servicio del extranjero: Historia del servicio vasco de información (1936-43)

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    Al servicio del extranjero - Juan Carlos Jiménez de Aberásturi

    226/275P345.

    Capítulo I

    El Servicio Vasco de Información

    1.1. LA GUERRA CIVIL: EL COMIENZO

    En la madrugada del 6 de mayo de 1943 salía en camión de la cárcel de Porlier (Madrid) un pequeño grupo de condenados a muerte. Su destino, como era frecuente en aquella época, ser fusilados contra las tapias del cementerio. Encabezaba el grupo Luis Álava y Sautu, un ingeniero vasco de acendrado catolicismo, un personaje muy alejado de lo que el franquismo presentaba entonces como prototipo de los «enemigos de España». Su acusación: traición por actuar al servicio del extranjero. La descripción sacada de la cárcel en aquella época, nos puede dar una idea del dramático ambiente de aquella madrugada:

    «Eran las seis y media de la mañana y en el camión los llevaron a las tapias del cementerio para el fusilamiento. Luis seguía tan sereno y rezando por los otros siete que con él estaban y pedía a Nuestro Señor tuviese compasión de ellos; y ¡aquellos pobres compañeros que iban a morir sin conciliarse con Dios! Los pusieron en el paredón con las manos atadas, unos a otros como suele hacerse. Andrés (Asiain) hizo que lo atasen con Luis y por encima de las esposas arrollaron el rosario entre los dos, y cuando el jefe del piquete iba a dar la señal de ejecución, hubo un revuelo entre los siete presos y pidieron la confesión. Querían ir también ellos donde iba Luis. El capellán pidió se aplazase la ejecución y ¡qué acto de perfecta contricción tan sublime y tan grande la de aquellos hombres y cuán misericordioso fue Dios al concederles su perdón! ¡Y cómo el alma de Luis resplandecía al ver sus súplicas conseguidas! El capellán absolvió a aquellos hombres y impuso el escapulario del Carmen y murieron»¹.

    Así terminaba, con la ejecución de su responsable, el nacionalista Luis Álava, una etapa –la comenzada en la guerra civil– del Servicio Vasco de Información.

    Volvamos pues hacia atrás para estudiar el origen del Servicio Vasco de Información al que hay que situar en plena guerra civil. Previamente conviene subrayar claramente que pertenece, por su organización, estructura, apoyos y explotación política, al mundo nacionalista y fundamentalmente estará controlado por el PNV², aunque en ocasiones aparezca como ramificaciones más o menos etéreas del Gobierno Vasco que es quien lo financia aparentemente o, en otras, cuente con la colaboración de miembros de otros partidos –fundamentalmente ANV (Acción Nacionalista Vasca)– o de gentes sin partido. En cualquier caso si surge como una organización auxiliar del PNV, enseguida se integra, sin perder su orientación política, en el conjunto de los servicios del Gobierno Vasco, siendo financiado por sus presupuestos y dependiendo directamente de Presidencia, es decir de Aguirre. Cuando en mayo de 1942 el lendakari ofreció a la OSS (Office of Strategic Services-Oficina de Servicios Estratégicos de los EEUU) el servicio vasco en América señaló en un memorandum dirigido a los responsables de esta organización que el Servicio Vasco de Información había sido durante la guerra civil una sección del Estado Mayor del Ejército de Euzkadi pero que a partir de 1937, al ser reorganizado tras la caída del frente Norte, había pasado a depender directamente de Presidencia³.

    Desde los primeros momentos del conflicto, José María Lasarte, diputado por el PNV en las últimas elecciones de la República en 1936, pasó por decisión del EBB (Euzkadi Buru Batzar) –el máximo órgano de dirección del partido– a las órdenes directas del lendakari Aguirre. Lasarte (1912-1974) –que más tarde, en la posguerra, llegaría a ser consejero del Gobierno Vasco en el exilio y abandonaría la política en 1952 para dedicarse a los negocios– era entonces un joven abogado nacionalista unido por lazos familiares con el presidente del Gobierno de Euzkadi ya que el hermano más joven de Aguirre estaba casado con M.ª Ángeles, la hermana más joven de Lasarte. Aguirre le encargó desde el comienzo de la guerra organizar los contactos entre el interior, es decir Bilbao –donde se encuentra ubicado el Gobierno Vasco y en concreto el hotel Carlton sede de la Presidencia– y la Delegación de Bayona⁴, teniendo en cuenta que en esta época una parte del País Vasco se encuentra ya en poder de los franquistas. Inmediatamente marcha a Bayona, la ciudad más importante de la costa vasco-francesa, capital de la provincia de Labourd en el País Vasco francés. Cuenta, en estos primeros momentos, con la colaboración de Antonio Irala, secretario general de la Presidencia de 1936 a 1938, que ha sido enviado a Francia como delegado de compras del Gobierno y ha reclutado a algunos hombres de su confianza en la zona fronteriza. Irala es un personaje que jugará un papel importante en el exilio vasco y sobre todo en la organización del Servicio Vasco de Información. Abogado, dirigente del PNV, participó en las negociaciones con los italianos que desembocaron en el «Pacto de Santoña». Al caer Vizcaya se trasladó a Santander y de allí, en agosto, marchará a la Delegación del Gobierno Vasco en Bayona donde actuará como subdelegado. Se dedicará a diversas tareas políticas y organizativas en relación con Francia y Cataluña. En 1938, se trasladará a París donde será designado como delegado del Gobierno Vasco en la compañía «Air Pyrénées». Este mismo año, por encargo de Aguirre será destinado a Nueva York para organizar allí la Delegación del Gobierno en Estados Unidos, siendo el primer delegado en este país. Posteriormente, en 1939, volverá de nuevo a Francia donde le coge la invasión alemana. Refugiado en la zona no ocupada, logrará embarcar con destino a México adonde llega en 1942, reincorporándose a la Delegación de Nueva York y a diversas tareas políticas en Latinoamérica, en relación con los servicios de información como veremos más adelante. En 1949, con ciudadanía estadounidense, volverá a Francia, instalándose en San Juan de Luz⁵.

    La Delegación Vasca en Bayona en 1937. (FSA/AN.)

    Fue en 1936 cuando, poco después de la caída de Irún, un pequeño grupo de nacionalistas que había pasado a Hendaya, comenzó de manera improvisada a llevar algunas tareas de enlace con el interior. Pepe Michelena, que era de la Junta Local del PNV de Irún, junto con su hermano Juan José y otros correligionarios montaron el embrión del servicio. El padre de los Michelena, también nacionalista, pertenecía al PNV de San Sebastián y regentaba en esa época una agencia de Aduanas en Irún, con sucursal en Hendaya. Otro de sus hijos, que era sacerdote en Irún y compositor, marcharía más tarde a Francia, instalándose en Dax cuyo obispo, monseñor Mathieu, será protector del exilio nacionalista. Junto con los hermanos, también iruneses, Agesta –Gabriel y Ramón– y el pasaitarra Cándido Echeverría⁶, constituyeron en las ofici nas de los Michelena en Hendaya este primer núcleo de lo que luego sería, al desarrollarse, el servicio de información. Este último consiguió en esos primeros momentos una pequeña embarcación con la que se llevaron a cabo misiones de enlace con Zarauz, Zumaya y Deva adonde, en ocasiones, transportaron medicinas y de donde se trajo información.

    El enlace marítimo fue utilizado frecuentemente, sobre todo en la primera etapa de la guerra y se organizó con el «Mourisca», barco de pesca llegado a Bilbao tras la evacuación de Guipúzcoa que había sido adscrito a la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi en octubre de 1936. Estaba al mando del comandante Vicente Artadi Bilbao –un avezado marino que había comenzado de grumete en uno de los últimos veleros que realizaban el viaje de Bilbao a Filipinas–. Natural de Mundaca, militante del grupo nacionalista liberal Acción Nacionalista Vasca (ANV), hombre ya entonces de cierta edad –en torno a los 60 años–, fue el responsable de llevar a cabo estas misiones de enlace que realizaba de noche navegando muy pegado a la costa. Artadi entregaba el material a Irala en el hotel Carlton, sede de la Presidencia en Bilbao y luego volvía a Bayona con el correo que allí le encomendaban. El barco cambiaría más adelante su denominación por la de «Arabarra» D-4, haciendo aproximadamente un viaje al mes, aunque a partir de abril de 1937 la creciente actividad de los buques franquistas frente al Abra le obligaría a mantenerse hasta el fin de la guerra en el puerto de Bayona.

    Desde entonces, el servicio de enlace marítimo Bilbao-Bayona se llevará a cabo utilizando dos lanchas rápidas de recreo, denominadas «Txepetx» y «Kayue»⁷, adscritas igualmente a la Marina Auxiliar de Guerra de Euzkadi, que podían burlar con facilidad el bloqueo franquista y que continuarán su labor hasta la caída de Bilbao en junio.

    Si bien Lasarte será el responsable político, la dirección técnica la llevará Pepe Michelena y el grupo entrará en acción pronto, cuando todavía se combate en Vizcaya⁸. En diciembre de 1936 este último viajó a Bilbao desde Bayona para entrevistarse con Aguirre y Joseba Rezola, secretario de Defensa, con el fin de intentar organizar los contactos de radio regulares Bayona-Bilbao para la transmisión de información. Como código de cifrado se eligió un ejemplar de El Quijote e inmediatamente Michelena volvió a Bayona y comenzó a transmitir desde los barcos. Hizo el mismo viaje de nuevo, en dos o tres ocasiones, a Bilbao antes de su ocupación desplazándose por mar en un bote a motor.

    El «Servicio» utiliza, desde comienzos de octubre de 1936, la emisora de un pesquero situado al efecto en Bayona, el «Trintxerpe», para enlazar por radio con Bilbao. Las comunicaciones se mantenían directamente bajo la responsabilidad de Pepe Michelena con la ayuda de los hermanos Agesta. Para ello el barco salía a alta mar, más allá de las aguas territoriales francesas y enlazaba con otro barco, el «Domayo⁹, fondeado en la ría de Guernica, que retransmitía después a la Presidencia en el hotel Carlton de Bilbao a través de la estación del monte Archanda. Más tarde, en noviembre de 1936, el «Trintxerpe» regresó a Bilbao y fue sustituido en Bayona por el «Domayo» que, recién incorporado a la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi adoptará, a partir de mayo de 1937, la denominación de «Napartarra», siendo tripulado en su totalidad por afiliados al PNV y hombres de absoluta confianza del partido. En realidad lo que hicieron fue intercambiarse las funciones. En un principio, la tripulación del «Domayo» compuesta por 10 hombres, estaba al mando de Luciano Andonegui, de 38 años, con título de patrón de cabotaje de 1.ª clase¹⁰. Al comenzar la guerra se encontraba trabajando como capitán del vapor «Oquendo» en cuya compañía armadora prestaba servicio desde hacía tres años. Al ser requisado por la Comisaría de Guerra de Guipúzcoa realizó varios viajes a Francia, participando en la evacuación de la población civil de San Sebastián. Una vez trasladado a Vizcaya se dedicó, con este barco, a la pesca y a la recogida de minas hasta que, por orden de Eguía, el Jefe de la Marina de Euzkadi, se incorporó al «Domayo» con el cargo de capitán. El resto de la tripulación estaba compuesta por Hilario Burgaña Belaustegui, de 26 años, marinero, que en julio de 1938 pasaría al servicio de «Mimosas», como recadista de la Sección de Prensa y Propaganda; Ignacio Burgaña Belaustegui, de 28 años, marinero; Cesáreo Burgaña Belaustegui, de 30 años, marinero, también más tarde al servicio de «Mimosas» como ordenanza; José Luis Cincunegui Achúcarro, de 25 años, marinero, que tras la finalización de las tareas de información en el «Napartarra» prestaba sus servicios como chófer en la Delegación de Euzkadi en Bayona; Nemesio Bullain Balenciaga, de 34 años, cocinero y José Carballar Carballar, de 35 años, de profesión engrasador. Originariamente pertenecían también a la tripulación Martín Arritonaindia, marinero apresado a bordo del «Galdames» cuando se dirigía a Bilbao; Miguel Astigarraga, primer mecánico que cayó preso de los franquistas en la capital vizcaina y Pablo Garmendia, marinero, que se incorporó al grupo de bailes vascos promovido por el Gobierno Vasco en el exilio para actividades de propaganda, «Eresoinka»¹¹.

    El «Domayo» que llegó al puerto de Bayona el día 26 de noviembre de 1936 permanecerá aquí el resto de la guerra. La comunicación sobre todo tipo de asuntos de interés político-militar se mantendrá a partir de entonces a través de la emisora del buque directamente con la Presidencia del Gobierno Vasco, vía la estación de Archanda, sin salir a alta mar, y desde el mismo puerto. En Bilbao, recibía los mensajes Tomás López Otamendi que en agosto de 1937 será hecho prisionero en Santoña y será condenado a muerte y fusilado por haber desempeñado esta función¹².

    Desde finales de 1936 el enlace queda perfectamente organizado y se mantendrá ininterrumpidamente hasta después de la ocupación de Bilbao, suspendiendo el contacto por radio tras la caída de Laredo el 26 de agosto de 1937. Luego se pensó en restablecerlo con Barcelona pero en marzo de 1938 la emisora del barco, que había sido alquilada a una casa belga, fue incautada y depositada en la Aduana del puerto de Bayona por falta de pago. También se llevaron a cabo muchos pasos terrestres por la zona fronteriza de Sara-Larrún en colaboración con el contrabandista, y futuro alcalde de este pueblo fronterizo, Paul Dutournier.

    El trabajo del «Servicio» es cubierto y apoyado por José Manuel Oruezabala, representante del Gobierno Vasco en Bayona¹³ que se había instalado el 10 de diciembre de 1936 en los locales oficiales de la Delegación, en el n.º 8 de la Avenue Maréchal Foch y que, en un principio, era quien había coordinado las primeras labores de información en la zona.

    En febrero de 1937 se decidió instalar un receptor del servicio en un piso, manteniéndolo al margen del emisor que continuaba en el barco. Michelena se entrevistó con Oruezabala quien decidió situarlo en un apartamento en la misma casa donde él tenía su domicilio privado ya que el local de la Delegación no reunía condiciones adecuadas por ser una planta baja y abierto, aparte de otras características que dificultaban la recepción. Posteriormente Oruezabala comunicó a Michelena que había que abandonar el proyecto ya que en la misma casa vivían elementos fascistas que podían poner en peligro la misión. Tras un desplazamiento de Michelena a Bilbao, donde consultó a las autoridades del Partido, el PNV decidió que el «Servicio» se instalase en una pequeña villa y que los gastos de alquiler correrían a su cargo. En este momento, los miembros del «Servicio» –los hermanos Michelena, los hermanos Agesta, Cecilio Zarranz y José Luis Ituarte, «Artibai»– dependían directamente del PNV, cobrando 1.000 francos mensuales, mientras que el delegado –Oruezabala– cobraba en estas mismas fechas 4.000 francos del Gobierno. Sin embargo, poco después, el «Servicio» pasaba a integrarse plenamente en la Delegación de Bayona que se hacía cargo de sus gastos y mantenimiento, incorporándose Pedro María Urquidi al servicio junto con Zarranz¹⁴.

    Irala, que colabora estrechamente con Michelena, recibe la ayuda de Pedro Lecuona, el cónsul republicano en Hendaya, que era simpatizante del PNV y le nombró delegado de la Comisión de Abastos del Consulado. Este hecho fue denunciado en un informe enviado a Barcelona en el que se decía que el despacho de Irala en el Consulado continuó siendo utilizado, después de su partida, por un hermano de Irujo y por varios sacerdotes vascos y que estaba al servicio exclusivo del PNV y del Gobierno Vasco. También se acusaba a Irala de cobrar comisiones en sus transacciones comerciales y de ser proclive a los fascistas¹⁵.

    Al grupo inicial se van uniendo después nuevos colaboradores, todos ellos hombres de confianza del PNV. Así, tras la caída de Bilbao en junio del 37, se sumarán al grupo Pablo Beldarrain –perito industrial en los astilleros «Euskalduna» y fundador del batzoki de Abando (Vizcaya)–, Perico Olariaga, Pedro Beitia y el radiotelegrafista Cecilio Zarranz «Koike».

    Tras la ocupación del País Vasco por los franquistas y la desaparición del frente Norte, ya avanzado el año 1937, el «Servicio de Información y Propaganda» como se le denomina oficialmente al principio, presentándose también en ocasiones como S.I.P. (Servicio de Información de Presidencia), firmemente controlado por el PNV, se instala en la «Villa des Mimosas», avenida del Cardinal Lavigerie, en uno de los barrios residenciales de Bayona. El «Servicio» será conocido generalmente con el nombre de esta villa. Desde aquí se trabajará en diferentes direcciones: información, propaganda, contactos, boletines, etc. Se logrará desenmascarar las actividades de los franquistas en el País Vasco-francés y se conseguirá también conocer, al comienzo de la guerra, lo tratado en algunas de las reuniones de la Junta Carlista de Guerra celebradas en la villa «Nacho-Enea» de San Juan de Luz. En este caso concreto el mérito será de uno de los componentes del grupo, Cándido Echeverría, quien utilizaba un método sencillo, según puede verse en la descripción que, con motivo de su fallecimiento hacía uno de sus compañeros: «Te llamábamos «Sukalde» por haber captado a media docena de neskas¹⁶ de servicio en residencias de gentes aristócratas o adineradas, venidas a Iparralde¹⁷ para evitarse las incomodidades de la situación guerrera, pero conectadas con los franquistas, y por las que se enteraba de las andanzas de éstos, a veces de importancia. Como aquella reunión de la Junta de Guerra Carlista en la villa «Nachonea» de Donibane (St. Jean de Luz), poco después del bombardeo de Gernika, cuando se confiaba que el bombardeo haría abrir los ojos a los carlistas sobre su entrega a los franquistas. Pero la reunión se desarrolló normalmente, sin dar a demostrar indignación ni ruptura»¹⁸. Desgraciadamente, la actividad del «Servicio Técnico de Información», como se le conoció también al comienzo, sufrirá un duro golpe por un imprudente reportaje periodístico realizado por un sobrino de Churchill que puso al descubierto sus actividades¹⁹. Este férreo control del PNV sobre la organización del «Servicio» hizo que sus actividades escapasen a cualquier supervisión propiamente gubernamental. Esta situación quedaba reflejada en la carta que Teodoro Golmayo, delegado político de los socialistas vascos en la Delegación del Gobierno Vasco en Bayona, remitía a los dirigentes del PSOE vasco, Juan de los Toyos, secretario de los socialistas vascos y Juan Gracia, consejero de Asistencia Social:

    «Todas las cartas y demás correspondencia está controlada en absoluto por los Nacionalistas. Villa Mimosas, donde se halla la Oficina de Prensa y Propaganda tiene la clave radiotelegráfica. Está absolutamente en manos de ellos sin intervención nuestra ni de nadie. De esa villa, un tal Michelena manda correspondencia oficial, cuyo sobre lo firma él, personalmente, ignorándose por mí qué cargo ostenta, ya que el sobre cerrado lo manda a la Secretaría de la Presidencia. Deben decirme si puedo y debo intervenir en esto, por lo menos para cerciorarme si el contenido es oficial»²⁰.

    1.2. LA CONSPIRACIÓN FASCISTA EN EL PAÍS VASCO-FRANCÉS

    Los franquistas eran muy activos en el País Vasco francés y su presencia y actividades habían sido denunciadas ya por la prensa del Frente Popular francés desde los primeros momentos de la sublevación. Incluso antes se habían extendido los rumores de conspiraciones de las ligas fascistas francesas en contacto con los fascistas españoles. En el año 1935 el Ministerio francés de Justicia y el de Interior habían investigado las denuncias hechas públicas por el semanario comunista de la zona vasca, L’Etincelle, en las que el autor de varios artículos, un profesor del liceo de Béziers, acusaba a los militantes de las ligas fascistas y de la importante y extensa organización derechista «Croix de Feux» («Cruces de Fuego») de dedicarse al tráfico de armas en la zona fronteriza²¹.

    Por su parte, el diario La Dépêche denunciaba, ya en febrero de 1936, la instalación de los jefes derechistas españoles en la zona fronteriza de Hendaya a Biarritz y sus actividades anti-republicanas. El periódico comunista L’Humanité informaba, días después del alzamiento militar, sobre la existencia de un «cuartel general» de los fascistas detectando la presencia de Gil Robles y Juan March en la costa vasco-francesa. El 26 de este mes de julio, el periódico Le Midi Socialiste afirmaba que los monárquicos franceses atravesaban los bosques del País Vasco llevando armas a sus amigos carlistas de Navarra y denunciaba la presencia de agentes alemanes en Bayona así como las labores de reclutamiento para el campo franquista llevadas a cabo por María del Pilar del Castillo, hija del antiguo embajador español en Lima. En agosto se acusaba a tres agentes franquistas en Biarritz, el conde de los Andes, el duque de Saint Cyr y Matilde Jiménez, la amante de Juan March, de actividades conspirativas. En un informe de la policía de Hendaya de este mismo mes se subrayaba el ambiente monárquico que se respiraba en la costa vasca e identificaba al conde de los Andes, que recibía las directrices del exembajador español en Francia, Quiñones de León, como el dirigente de la conspiración anti-republicana. Entre los que más destacaban estaban Andrés Soriano y Roxas, súbdito español nacido en Manila que habitaba en la villa «Campos-Enea» desde abril de 1933 y viajaba frecuentemente a Filipinas para atender a sus negocios. Tenía reputación de francófilo y frecuentaba mucho al conde de los Andes. En su casa se había hospedado el infante don Juan durante su paso por San Juan de Luz. Su cuñado Saénz de Vicuña, conocido por sus ideas monárquicas, vivía también en San Juan de Luz y colaboraba con los insurrectos. Los hermanos Olazábal, Ignacio y Rafael, eran de tendencia carlista y el primero, que se daba a la bebida «cuando está borracho manifiesta ruidosamente en público sus ideas carlistas con vivas a los insurrectos». El informe policial citaba a otros personajes similares como Lizarraga, Mendieta, Saénz y Fernández Casariego, Velarde, antiguo gobernador de Bilbao y de Asturias donde había participado en la represión de octubre del 34, y la condesa de Monterrón «persona muy autoritaria» que tenía un hijo de 22 años alistado en el bando rebelde. Todos ellos estaban domiciliados en villas de San Juan de Luz y se trasladaban con frecuencia a Pamplona. Lo más curioso es que incluía en el bando anti-republicano a Luis Arana Goiri, hermano del fundador del nacionalismo vasco, entonces excluido del PNV, del que decía que era «un nacionalista vizcaino cuyo partido tiene muchos adeptos que luchan con el «Frente Popular español». Por esta razón ARANA habría querido mantenerse fuera de la contienda. Pero desde que su hijo ha sido cogido como rehén en Bilbao, este hombre habitualmente moderado se ha puesto muy nervioso y habría proferido palabras amenazantes contra el gobierno español y los milicianos»²².

    Nicolás Franco, el hermano del futuro Caudillo que era muy conocido en Hendaya donde veraneaba antes de la guerra, contaba allí con un agente a su servicio llamado Fernando Hospital, natural de Burgos, que tenía entonces 37 años²³.

    Poco después, los comunistas volvieron a la carga señalando que tres camiones cargados de explosivos habían pasado la frontera el día 15 de octubre en dirección a la zona franquista, habiéndose detectado incluso la presencia del mismo coronel de La Rocque, jefe de los «Croix de Feux», en Mauléon dirigiendo las operaciones²⁴.

    Por su lado, la agencia de prensa republicana en Francia – Agence Espagne– alertaba en su boletín del 19 de diciembre de 1936 (n.º 699) sobre la presencia de bases submarinas alemanas en Pasajes, El Ferrol, Villagarcía (Vigo), Sevilla y Málaga.

    Las actividades de espionaje a favor del campo franquista se habían organizado también en el interior de la zona gubernamental vasca, es decir el territorio bajo el control del Gobierno Provisional de Euzkadi, desde los primeros momentos de la guerra. El Tribunal Popular de Justicia de Euzkadi había juzgado y condenado a varias personas como espías antes de terminar el año 1936. El caso más famoso –pero no el único– fue el instruido, el 28 de octubre en Bilbao, por espionaje y traición contra dos súbditos extranjeros, Wilhelm Wakonigg Hummer y Emil Schaeidt Schneider, detenidos cuando iban a embarcar en el buque británico «Esmouth» para huir al extranjero. Wakonigg, de 65 años de edad en aquel momento, era sospechoso de pasar información al enemigo y por eso estaba muy vigilado. No hay que olvidar que había sido acusado de parecidas actividades a favor del Imperio durante la I Guerra Mundial, en detrimento de las navieras vascas. Al registrar sus equipajes, los agentes de aduanas marítimas, que actuaban cumpliendo órdenes de Luis Ortúzar, Inspector General de Orden Público del Gobierno Vasco, –pese a la resistencia de Wakonigg que alegaba que se trataba de la valija diplomática– encontraron abundante material de espionaje: dos planos de la Ría de Bilbao, un sobre con dos cartas y una tarjeta, un sobre dirigido al general jefe del Ejército del Norte rebelde y una carpeta consular con documentos oficiales²⁵. El juicio celebrado en Bilbao el 18 de noviembre, demostró la culpabilidad de los acusados y la colaboración de varios cómplices que actuaron conjuntamente en la conspiración. Wakonigg era muy conocido en Bilbao donde se había casado con una joven de padre francés apellidada Poirier y de madre vasca, Bolívar, propietaria de un renombrado comercio textil denominado «Gastón y Daniela». Frecuentaba el café «Lyon d’Or» donde era contertulio de conocidos bilbainos como Pedro Eguileor o José Félix Lequerica. Gran amigo de Ramón Aldasoro –que era su abogado– entonces consejero del recién creado Gobierno Vasco, tenía una hija suya casada con el nacionalista Luis Ortúzar, arriba citado. Había sido también cliente del bufete de Jesús M.ª Leizaola –en ese momento consejero de Justicia– cuando trabajaba en Bilbao antes de la guerra. De nacionalidad austríaca –había nacido (1874) en Littai (Yugoslavia), en el disuelto imperio austro-húngaro– llevaba viviendo desde 1902 en Bilbao adonde había llegado como ingeniero de «La Basconia, S.A.». Tenía importantes negocios propios y mantenía relaciones con la casa Krupp, representando también a otras industrias alemanas. Durante la I Guerra Mundial había sido cónsul del imperio austro-húngaro organizando –según se decía en Bilbao– una red de espionaje en favor de las potencias centrales, ocupándose del avituallamiento de los submarinos alemanes que operaban en el Cantábrico y que llegaron a hundir varios barcos de la naviera «Sota». Después de la guerra se ocupó de la instalación, en 1921, de la emperatriz Zita y sus hijas en Lequeitio donde habitaron el palacio de Uribarren tras la muerte de su marido, Carlos de Habsburgo. Acostumbraba a visitar frecuentemente a la emperatriz y mantuvo con ella una gran amistad hasta el punto que fue madrina de su hija menor. Al estallar la guerra civil representó al Gobierno austríaco y al húngaro y actuó en algún momento como encargado de Negocios de la Alemania nazi, organizando la evacuación de sus súbditos²⁶.

    Octavilla distribuida en el campo franquista y editada en Valladolid en plena Guerra Civil, probablemente por los servicios de Prensa y Propaganda de la Junta Técnica del Estado, es decir, el Cuartel General del Generalísimo.

    Junto a estos dos fueron juzgados también otros implicados como José Anglada España, de 44 años, comandante de Infantería que sería degradado y condenado a muerte. Éste, tomando como base fotografías aéreas, señaló detenidamente al enemigo los objetivos a bombardear, preferentemente grandes industrias, cuarteles, depósitos de intendencia y hasta los edificios que alojaban al presidente Aguirre y a sus consejeros. También Julián Munsuri Echevarría, de 44 años de edad, conocido abogado de Bilbao, fue condenado a reclusión perpetua al igual que Julio Hernández Mendirichaga, de 61 años de edad, industrial y consejero de varios bancos y el mencionado Emilio Schaeidt. Federico Martínez Arias, de 50 años de edad, gerente de la empresa S.I.G.A. y cónsul de Paraguay en Bilbao que había dado instrucciones a su Gobierno para que influyera en las naciones de Latinoamérica para negar e impedir cualquier acción a favor de la República²⁷ y actuado como coordinador en la centralización de la documentación, fue condenado a la pena de muerte y fusilado, junto a Wakonigg y José Anglada, en el cementerio de Derio el 19 de noviembre de 1936, tras haber desestimado el lendakari Aguirre el recurso de gracia. Wakonigg –que poco antes de la descarga gritó ¡Heil Hitler!– fue visitado en la cárcel el día anterior a la ejecución por su yerno Ortúzar y por el propio Leizaola que pasaron la noche con él.

    Como derivación de estas actividades de espionaje, fue detenido, juzgado y condenado igualmente a muerte el 11 de noviembre, previa degradación, otro militar, Pablo Murga Ugarte, capitán de ingenieros, vecino de Algorta que, habiendo participado en la construcción de las fortificaciones del cinturón de Bilbao y recorrido todos los sectores del frente en labores de inspección, había remitido un informe al jefe del Estado Mayor del Ejército del Norte franquista, a través del cónsul de Paraguay, Martínez Arias²⁸.

    Estos acontecimientos y actuaciones hicieron sonar la alarma contra la «quinta columna» y los espías franquistas. La prensa pro-gubernamental de Bilbao llamó a la vigilancia y denunció el peligro de los espías enemigos. El periódico nacionalista Tierra Vasca del 18 de noviembre, el mismo día en que se celebró el juicio oral público ante el Tribunal Popular de Vizcaya, advertía en un editorial: «Nuestro enemigo está a un lado y a otro de las trincheras... Viste como nosotros, habla como nosotros y pasea a nuestro lado por las calles... Por eso es preciso vivir vigilantes y ojo avizor, como el gudari en las trincheras observa el menor movimiento del contrario para evitar la sorpresa. Y así, como éste, cuando puede, procura inutilizar al enemigo antes de que comience a hostilizarle, es necesario que también aquí, en la retaguardia, se le impida hacer uso de sus armas contra nosotros»²⁹.

    Si, por otro lado, la zona vasco-francesa fue el centro del espionaje franquista y de la conspiración anti-republicana desde el comienzo de la guerra³⁰, los sublevados contaron con la ayuda y complicidad de agentes alemanes, italianos, fascistas franceses e, incluso, policías y agentes del SR – Service du Renseignement– (Servicio de Información) francés³¹, organizando desde muy pronto un servicio de información, reclutamiento y propaganda aunque en un principio se hizo de manera poco coordinada.

    En agosto de 1936 existían tres centros organizados, el de la Junta Carlista de Guerra que funcionaba desde 1935 en San Juan de Luz, ubicado en la villa «Nacho-Enea», situada en el n.º 17 de la avenida de Larreguy, frente al cementerio de la ciudad, que había sido adquirida en marzo de ese año por Antonio Angulo, marqués de Caviedes; el de los aristócratas pro-monárquicos, formado por gran número de condes y marqueses, y un tercer grupo de regionalistas de derecha catalanes a las órdenes de Cambó, compuesto por representantes de la Lliga encabezados en Francia por José Bertrán y Musitu (1875-1957). Éste no era ningún novato ni un desconocido. Abogado de formación era uno de los fundadores de la Lliga, siendo diputado y subsecretario de Finanzas cuando Cambó fue ministro, en 1921. Al año siguiente, ocupó durante tres meses, en el Gobierno de Sánchez Guerra, el cargo de ministro de Gracia y Justicia y en el período de 1917 a 1923 fue el principal organizador de las fuerzas parapoliciales conocidas con el nombre de Somatén, dedicadas a la represión de los anarquistas y del movimiento obrero en Cataluña. Con la proclamación de la República actuó como abogado de los intereses de Alfonso XIII y al estallar la guerra civil salió de España el mismo 19 de julio con destino a Suiza, regresando posteriormente a Francia.

    Uno de los primeros centros improvisados de la conspiración franquista se situó en la villa «La Ferme» en Bayona. Su propietaria era la condesa francesa de Gironde. Pronto se transformó en una oficina centralizada dirigida por un tal Llorenti, de nacionalidad argentina. En la villa se había instalado un aparato de radio para las transmisiones. A la condesa de Gironde le entró miedo y los incipientes servicios franquistas se transfirieron a la villa «Nacho-Enea»³² el 20 de agosto de este año.

    En estos mismos días del comienzo de la guerra, en agosto concretamente –antes de que se lleve a cabo este traslado– se organiza una reunión en la villa «La Ferme» convocada por Francisco Moreno Zulueta, conde de los Andes, con el acuerdo de Quiñones de León, y un agente alemán del Abwehr –el servicio militar alemán de información y contraespionaje– llamado Franz Ritter Von Goss. Conviene, antes de seguir adelante, subrayar la importancia del primero ya que tenía una amplia experiencia política. En efecto, Francisco Moreno Zulueta (1881-1966), el sexto conde de los Andes y noveno marqués de Mortara, era uno de los más grandes terratenientes jerezanos, habiendo sido presidente del Banco de Madrid desde su fundación en 1920 (exBanco Hispano-Austro-Húngaro). Fue también diputado y subsecretario de la Presidencia con Antonio Maura en 1907, desempeñando el cargo de ministro de Economía con Primo de Rivera, en 1925, y de Hacienda como sustituto de Calvo Sotelo. Sobre él pesaba una orden de detención dictada por la «Comisión de Responsabilidades» creada para juzgar los delitos de los colaboradores de la Dictadura. En 1932 llegó a participar en el levantamiento contra la República del general Sanjurjo, viviendo desde entonces en Francia, concretamente en Biarritz, donde le cogió la sublevación. Terminada la guerra civil será nombrado Jefe de la Casa de Alfonso XIII en 1940.

    Estado actual de las villas «Nacho-Enea», en la avenida Larreguy, n.º 17, de San Juan de Luz (arriba), y «La Grande Frégate», en la calle Frégate n.º 3 (actualmente villa «Chrysis»), en Biarritz (abajo), sedes de la conspiración franquista en la costa vasco-francesa durante la Guerra Civil. (Archivo Aberásturi.)

    A esta reunión acuden –además de los arriba mencionados– representantes de los diferentes grupos pro-franquistas. Se encuentran allí, además de José Bertrán y Musitu, su hijo Felipe Bertrán y Güell y su sobrino Manuel Doncet; el conde de Nava del Tajo y un militar, José M.ª Marcet y Vidal, que vivía con su padre –Plácido– de 61 años de edad. Marcet tenía 44 años, era natural de Cartagena y estaba, según un informe republicano que le calificaba de «activísimo e inteligente», encargado de coordinar los servicios de información y organizar las acciones armadas contra las representaciones republicanas en Francia en estrecho contacto con los espías fascistas italianos de la zona del suroeste de Francia³³. La policía francesa tenía fichado a Luis Marcet y Vidal, un hermano suyo, apodado «el general», industrial en Barcelona y en la época jefe de la Policía Militar de Zaragoza. Según esta fuente, el 5 de marzo había participado en un atentado planeado para volar un puente en Perpiñán por donde circulaban camiones que se dirigían hacia Barcelona. Tenía numerosos contactos con agentes en esta ciudad y en Toulouse, ciudades a las que acudía con frecuencia³⁴.

    En la reunión se acuerda, en estrecho contacto con el general Mola, centralizar los diferentes servicios franquistas en «Nacho-Enea» separando los servicios de información y el activismo armado, de los servicios de propaganda y representación oficiosa, con lo que los carlistas que hasta entonces ocupaban la villa quedan relegados a un segundo plano.

    El conde de los Andes contó desde el principio con la colaboración del mencionado Franz Ritter Von Goss, que apareció en las primeras semanas de la sublevación en Biarritz. Nacido en Munich, residía en España desde 1922 como agente de la Marina de Guerra alemana aunque había actuado aquí durante la I Guerra Mundial a favor de su país. Cuando en 1928, el servicio de información de ésta se fusionó con el del Ejército de Tierra, creándose el Abwehr, Von Goss pasó a depender de este organismo. Uno de los altos cargos de esta nueva organización militar, el coronel Karl Erich Kühlenthal, viajó en esta fecha a España para reorganizar el servicio, visitando Madrid, Barcelona y el Marruecos español, marchando luego a Italia y Francia. Kühlenthal, enviado por el jefe del Abwehr, el almirante Canaris, figuraba en aquel entonces como coronel jefe de la Dirección General de Estadística del Ejército de Tierra alemán, cobertura de este servicio de información. Mantendría estrechas relaciones con el entonces teniente coronel –y futuro ministro de Asuntos Exteriores franquista– Juan Beigbeder que había residido en Alemania como agregado militar en la embajada de España años antes de la toma del poder por los nazis. En su estancia en Madrid se entrevistó con el rey Alfonso XIII y con el general Primo de Rivera, introduciendo a Von Goss como representante militar alemán ante el Estado Mayor del ejército español. Más tarde, y con el grado de general, desempeñará el cargo de agregado militar de la embajada alemana en París con jurisdicción sobre España y Portugal realizando informes sobre la situación española y viajando a Marruecos en compañía de Beigbeder. Al estallar la sublevación militar Franco y Beigbeder le solicitaron, vía telegráfica, ayuda en aviones para poder transportar las tropas de África. Kühlenthal colaboró durante la guerra civil con el jefe del contraespionaje alemán en España, Joachim Rohleder.³⁵

    Franz Von Goss, activo agente Abwehr en España durante la Guerra Civil. (Fotografía: cortesía Ángel Viñas.)

    Por su parte, el conde de los Andes, que formó parte del Directorio de la Dictadura de Primo de Rivera, había tenido durante su mandato contactos con los servicios de información alemanes y éstos se habían establecido a través de Von Goss. En 1933 éste fue nombrado delegado de la agencia de prensa nazi DNB (Deutsche Nachrichtenbüro), en Madrid, por Goebbels y en 1935 consejero de prensa de la embajada nazi, siendo de hecho el responsable de la propaganda nazi en España en estos momentos. Estando en San Sebastián al comienzo de la guerra se trasladó a San Juan de Luz donde restableció el contacto con el conde de los Andes³⁶, como se ha visto más arriba.

    «Nacho-Enea» se convirtió en el centro oficioso de los rebeldes y lugar de organización de las operaciones de información bajo la dirección de Iñigo Bernoville, militante de la organización pro-fascista Action Français e, corresponsal del periódico homónimo y propietario de un comercio de radio («Radio Nox» en el n.º 2 de la avenue Albert I), en Bayona–. Bernoville llegó a instalar allí una emisora, el 23 de agosto de 1936, pero la Police Spéciale de Hendaya logró captar sus emisiones³⁷. Como cobertura se creó una agencia de importación-exportación de prensa que cubría los diferentes servicios de propaganda, ayuda, información e, incluso, un grupo de acción al mando del militar José M.ª Marcet.

    En esta primera organización de los servicios de los sublevados interviene activamente ocupando un lugar de responsabilidad, José del Castillo, que había sido secretario de la embajada española en París cuando –en tiempos de Alfonso XIII y la Dictadura– era embajador José María Quiñones de León (1873-1956). Ambos se habían pasado a la sublevación al estallar el alzamiento militar. Quiñones de León era el hijo del antiguo agregado militar de la embajada española en París y había estudiado en el liceo Saint Louis de la capital francesa. Con 21 años volvió a España donde entró en la política siendo elegido diputado monárquico por la provincia de León en 1902. Más tarde volvió a París donde ocupó el puesto de agregado de la embajada y residió permanentemente. Nombrado consejero de embajada en 1914 colaboró durante la I Guerra Mundial, junto con el rey Alfonso XIII, en la ayuda a los prisioneros franceses en Alemania logrando incluso la liberación de un gran número de ellos. Posteriomente fue nombrado representante español en la Sociedad de Naciones donde favoreció la política francesa al apoyar el mandato de este país sobre Siria. Por todo ello, es decir por lo que se consideraban servicios prestados a la causa francesa, fue condecorado solemnemente con la Gran Cruz de la Orden de la Legión de Honor y con la medalla de oro del Reconocimiento Francés. Ésta era la razón por la que tenía muy buenas relaciones con los medios políticos franceses y, particularmente, con los militares. Al ser proclamada la República, dimitió de su puesto de embajador quedándose en París. A partir de la sublevación militar comenzó a participar activamente en todas las conspiraciones y actividades de espionaje a favor de los rebeldes³⁸. Entre sus colaboradores había un gran número de aristócratas españoles que veraneaban o se habían establecido en Francia al proclamarse la República y se habían incorporado a la sublevación desde los primeros momentos, como el mencionado conde los Andes, exministro de la Dictadura y recaudador de fondos para el alzamiento; el marqués de Linares; el marqués de los Arcos (Luis Martínez de Irujo y Caro); el conde de Nava del Tajo (Félix Vejarano); el marqués de Caviedes (Antonio Angulo); el marqués de Arriluce de Ibarra; el duque de Bailén; el marqués de la Granja y el marqués de Portago (Antonio Cabeza de Vaca y Carvajal). Éste formó parte de la Junta Nacional creada en Londres nada más estallar la sublevación militar y era sobrino del consejero de la embajada española en París, así como amigo de Karl Dumont, miembro de la sección política del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. El general Mola le encomendó, en los primeros momentos de la sublevación, la entrega de una carta a Von Neuraht, ministro nazi de Asuntos Exteriores.

    José Bertrán y Musitu, creador y jefe del SIFNE. Fue ministro de Gracia y Justicia durante el reinado de Alfonso XIII, dirigente de la Lliga Regionalista y subsecretario de Finanzas en el Ministerio de Cambó.

    En un informe del comisario especial de la Policía de Hendaya, François Dedieu, de diciembre de 1936, dirigido al comisario divisionario, se acusaba a Bernoville de organizar desde «Nacho-Enea» el tráfico de moneda con España y actividades de espionaje. Dedieu colaboraba estrechamente con Anastasio Blanco que dirigía el servicio republicano de información desde Hendaya y, por rencillas internas de este servicio, había sido acusado falsamente de ser militante de la organización derechista Parti Social Français. Dedieu señalaba a su superior cómo, desde agosto de 1936, se había detectado una actividad sospechosa en la villa alquilada por Bernoville al marqués de Caviedes. Entre los implicados se encontraba Antonio Angoso Rojas, de Irún, de 54 años, que figuraba como secretario de la villa. Angoso era agente de aduanas en Irún y durante la Dictadura había formado parte del Ayuntamiento de esta ciudad fronteriza en representación de «Renovación Española». Seguiría trabajando en «Nacho-Enea» hasta abril de 1937 en que se trasladó a vivir a San Sebastián. El comisario incluía en su informe una relación de los principales agentes franquistas:

    – Juan Cantarell, industrial, domiciliado en San Sebastián y detenido en Hendaya por traer correspondencia de España.

    – Francisco Peña Torres, nacido en 1899, que disponía de un automóvil.

    – Félix Vejarano y Bernardo de Quirós, conde de Nava del Tajo, secretario de embajada y excónsul en Rumanía.

    – Luis Martínez de Irujo y Caro, marqués de Los Arcos, agregado de la embajada española en el Vaticano y también en Londres, así como secretario de la embajada española en México, habiendo ejercido diferentes cargos diplomáticos en Panamá, siendo en el momento de la sublevación consejero de la embajada española en Washington³⁹. Era probablemente a él a quien se refería un informe de los primeros momentos –diciembre de 1936– de la Delegación del Gobierno de Euzkadi en Bayona en el que se señalaba que en una excelente villa llamada «Mohernando» situada cerca del campo de deportes de Aguilera en Biarritz, habitaba «un tal Caro que debe ser de Madrid, viudo y otro Sr. de la Riva, de Barcelona, también viudo, acompañados de sus familiares. En esa villa hay siempre gran movimiento de coches, con preferencia de noche y utilizando frecuentemente la puerta secundaria de la parte trasera de los jardines. El día 14 del corriente, el Sr. Caro salió tocado con una boina roja. Sus salidas al campo faccioso son numerosas y últimamente se dice que ha estado en la provincia de Toledo para donde salió diciendo que tenía que ver cómo estaban sus fincas. Se han comprobado visitas a dicha villa de individuos que llevaban bandas sobre el pecho y fajines...»⁴⁰.

    Otros colaboradores eran José Manuel Boffil Gasset, Rogelio Vidal Carbonell y Carmen Zapino Barcaiztegui. Esta última, que era amiga íntima de la marquesa de Gironde, había pertenecido a la «Junta de Señoras de Renovación Española», y había permanecido escondida en un caserío de Azpeitia (Guipúzcoa) de julio a septiembre de 1936, huyendo a San Juan de Luz a finales de este mes donde actuaba como secretaria general de «Nacho-Enea».

    En el invierno de 1936 gran número de agentes, colaboradores y contactos del campo franquista pululaban en torno a «Nacho-Enea». En estos primeros momentos, recién ocupado San Sebastián pero cuando aún permanecía activo el frente vasco, la capital guipuzcoana desempeñaba un importante papel al mantener una fluida relación con los servicios franquistas en Francia. Un gran número de vascos pro-fascistas colaboraba en la organización y sus actividades no escapaban a la atención del Servicio Vasco de Información. Rafael Olazábal, «casado con una John», según se señalaba, era uno de los responsables de «Nacho-Enea», colaborando estrechamente con Luis Martín Lafont, de Bilbao, conocido como «el Andorrano», de quien se sabía que hacía frecuentes viajes a San Sebastián, se ocupaba de la expedición de pasaportes y tenía una amante que residía en la villa «La Ferme». Se sospechaba que había intervenido en la detención de don Pedro Chalbaud, miembro de una las grandes familias vizcainas, cuando se encontraba en San Sebastián. Un empleado de la empresa vizcaína «Echeverría, S.A.», llamado Guimerá, de origen catalán o valenciano, dirigía uno de los grupos de espionaje de San Juan de Luz, utilizando a un grupo de chicas jóvenes que se dedicaban a seguir a los refugiados que llegaban de Bilbao o Santander, destacando entre todas ellas por su actuación, una apellidada López Dóriga. Otro de los vascos que acudían a «Nacho-Enea» era Manuel Galíndez que había sido multado y posteriormente amnistiado en Bilbao por las autoridades gubernamentales vascas. El 26 de noviembre de 1936 se había detectado su presencia en Burdeos adonde se había desplazado para recoger cuatro camionetas de la Cruz Roja. Allí se juntó con Perico González, hijo de don Juan, de Elorrio (Vizcaya). Dos días después, Galíndez pasó a Irún con una camioneta y el día 3 de diciembre hizo lo mismo Fernando Gavillar con otra, acompañado de su hermano, de Pepe Mendoza y de Sabino Inchaurza que se les habían unido en Bidart. Otro vizcaino, Enrique Goiri, gerente de la «Naviera Iturri», pasaba frecuentemente a San Sebastián y se sabía que en una ocasión había efectuado una compra de 1.200 impermeables en Gran Bretaña para los militares insurrectos. Se conocía igualmente que el colegio San Luis Gonzaga de Bayona –el mismo en el que estuvo interno Sabino Arana una temporada– era un centro de conspiración fascista en el que destacaba Ramón Berraondo, exfutbolista de San Sebastián, junto con Irisarri y Nieto. En ocasiones se había podido observar la presencia de militares franceses. Juan Zubizarreta, de unos 45 años, natural de Azcoitia, que actuaba como sacristán en la catedral de Bayona, donde llevaba residiendo desde hacía más de 15 años, destacaba notoriamente por su postura anti-republicana. Los «facciosos» vascos fichados por el servicio nacionalista eran muy abundantes: Alejandro Bengoechea, de Deusto, y José San Martín, de «Maquinaria y Seguros» de Bilbao; Dámaso Escauriaza, hijo de un consejero del Banco de Vizcaya que hacía de correo entre San Sebastián y Burgos; Cardenal, de la sastrería del mismo nombre de Bilbao que actuaba con Manuel Castellón y Ramón Olalde, de Durango; Casimiro Amorrortu, de «Cambio Bilbao»; Ildefonso Arrola, exalcalde de Santurce; Luis Barreiro, de la Cámara de Comercio de Bilbao; Julián Tramazayguez, de San Sebastián, dedicado a la exportación de frutas, etc⁴¹.

    El 26 de septiembre de 1936, pocos días después de haber sido ocupado San Sebastián por los militares insurrectos y con motivo de las denuncias del Frente Popular de Bayona, se efectuaría un registro en la villa siendo procesados los detenidos, recibiendo posteriormente la orden de expulsión. El 20 de febrero de 1937 ante una denuncia por posesión de armas en la villa «Nacho-Enea» la policía francesa llevará a cabo un nuevo registro. En el acta realizada con tal motivo se describe el descubrimiento de una emisora, varios bidones y unas cajas con cables⁴². Bernoville, que figura como artista pintor, de 53 años, domiciliado en la rue Sopite de San Juan de Luz, será interrogado y declarará no saber nada de este material. Será acusado de falsificación de pasaportes, tenencia de explosivos y violación de la ley francesa de radiodifusión. Sin embargo estos cargos pronto serían sobreseidos gracias a la diligente intervención del diputado derechista vasco francés Jean Ybarnégaray y a las gestiones de Quiñones de León⁴³.

    De todas maneras, las actividades de la central franquista no era ningún secreto celosamente guardado y el mismo Prefecto había informado, en febrero de 1937, a su Gobierno de la publicación de un reportaje aparecido en el periódico La Voz de España de San Sebastián, con fecha 9 de este mes, en el que se reseñaban detalladamente las actividades de «Nacho-Enea» lo que, en su opinión, demostraba «la actividad, en nuestro territorio, de sujetos extranjeros, contrariamente a las reglas elementales de la más estricta neutralidad»⁴⁴. Efectivamente, bajo el título de «El requeté al servicio de España. Enlace «Nacho-Enea» se describía la creación de este servicio desde el mismo 19 de julio del 36, promovido por Rafael Olazábal con la finalidad, en su comienzo, de enlazar San Juan de Luz con Pamplona. ¿Cuál era su objetivo? «Pues sencillamente, un servicio motorizado, altamente patriótico y nacional, con una misión precisa, reservada, necesaria y leal...». Presentaba a «Nacho-Enea» como un servicio de enlace militar que contaba con gran número de automóviles y modernas motocicletas que llevaban a cabo el contacto diario entre San Juan de Luz y toda la España franquista, recorriendo Pamplona, Zaragoza, Burgos, Valladolid, Salamanca, Ávila, Talavera y frente de Madrid. Recorría diariamente 3.000 kms y visitaba más de 80 dependencias oficiales, desde el Cuartel General del Generalísimo y el de Mola, hasta las Juntas de Mando de Falange y Comisarías Carlistas de Guerra, pasando por los Estados Mayores, Oficinas de Prensa y Relaciones Exteriores⁴⁵.

    A finales de marzo de 1937 ante la constante vigilancia de la policía francesa los franquistas decidieron traspasar algunos de sus servicios a la villa «La Grande Frégate», rue des Vagues, en Biarritz, situada cerca de la villa «Eugenie» ocupada entonces por el conde de los Andes a quien se la había alquilado su propietario Mariano Iturralde, exsecretario de la Legación española en Caracas. De esta manera quedaban al resguardo de miradas indiscretas⁴⁶.

    Después de las detenciones y debido a la intervención del general Mola se llegó a un acuerdo para intentar ordenar las actividades de «Nacho-Enea». Se buscó cambiar, por lo menos en apariencia, sus funciones, orientando sus actividades a las de representación oficiosa de los sublevados nombrando para ello como responsable, en octubre de 1936, al marqués de Los Arcos. De esta manera, a comienzos de 1937, los servicios de información dejan estas instalaciones que pasan a desempeñar el papel de Consulado oficioso y trasladan la central de espionaje al «Grand Hotel» de Biarritz donde ocupan varias habitaciones y al que acuden con frecuencia agentes alemanes. A la cabeza del servicio se encuentra en estos momentos Francisco Moreno, conde de los Andes, junto con el militante de la Lliga catalanista, Bertrán y Musitu, su hijo Felipe Bertrán y Güell y su sobrino Manuel Doncel⁴⁷. Este traslado inquietaba a la policía francesa ya que mientras «la oficina de San Juan de Luz parecía querer limitarse de cara a las autoridades francesas al papel de un consulado forzosamente oficioso, el nuevo servicio de Biarritz iba a asumir una tarea mucho más oculta: la del espionaje. Esta tarea a favor de los rebeldes españoles, se reveló particularmente peligrosa a partir del día en que se constataron las idas y venidas de numerosos alemanes»⁴⁸.

    Todas estas actividades despertarán el interés de la prensa francesa que seguía acusando a los franquistas por sus actividades conspirativas. El 31 de marzo de 1937, el periódico Le Petit Journal denunciaba con grandes titulares a «Nacho-Enea»: «Quand on conspire sur la Côte Basque» («Cuando se conspira en la Costa Vasca»). La periodista Madeleine Jacob describía el clima de «espionitis» que se vivía en la costa vasco-francesa y las actividades, a plena luz del día, de lo que consideraba «una embajada clandestina de un Gobierno clandestino, el de Franco, no reconocido por nosotros». Igualmente señalaba en su artículo, la complicidad y colaboración del cónsul francés en San Sebastián, Lasmastres, con el responsable de «Nacho-Enea», el derechista Bernoville⁴⁹.

    En abril, Geoffrey Frazer denunciaba igualmente, en esta ocasión desde el periódico Ce Soir, las actividades secretas de los franquistas en colaboración con el espionaje alemán. Citaba en concreto al teniente coronel Karl Von Rau, uno de los colaboradores de Nicolai, el gran maestro de espías alemán, director del servicio secreto durante la I Guerra Mundial, que había sido «prestado» por Canaris, su sucesor, a Franco. Su ayudante, el capitán Rieser, especializado en la emigración rusa, había desempeñado misiones de gran confianza en Gran Bretaña y en América Latina. Ambos habían organizado redes nazis de información por cuenta del Abwehr en España, Portugal, Marruecos y en la misma Francia donde la organización trabajaba para Franco. La central de este servicio en Francia se encontraba en un hotel de París, que no citaba, y en el que, según él, Propper de Callejón, que sería de 1939 a 1941 primer secretario de la embajada franquista en París⁵⁰, junto con unas quince personas, dirigía el servicio. Sin embargo, señalaba como auténtico responsable del mismo a M. Rodez, diputado catalán y antiguo ministro de Educación con la dictadura de Primo de Rivera. Ambos trabajaban con un oficial austríaco y con un alemán que se hacía llamar Schulz. El grupo estaba en relación con la embajada alemana y, en concreto, con el agregado naval Lietzmann quien, a través de ellos, mantenía el contacto con el teniente capitán Maier, igualmente agregado naval en la representación nazi en Salamanca que antes había ocupado su puesto en París. El periodista escribía que había visto a Lietzmann y a Callejón reunidos en un restaurante alsaciano de los Campos Elíseos, con otro alemán llamado Heinz Von Philipsborn, capitán de reserva que durante la guerra había sido oficial de enlace entre el Alto Mando alemán y el Ministerio de la Guerra. Desempeñando este cargo conoció a Von Faupel de quien se hizo amigo y que en ese momento era el embajador nazi ante Franco y su consejero militar⁵¹. Se ocupaba de mandar voluntarios al campo franquista y de conseguir material de guerra en contacto con «Nacho-Enea». Denunciaba que los servicios alemanes habían montado un servicio de espionaje por toda Francia, sobre todo a través de una «Hafendienst Am» (Oficina de Servicio de Puertos) situada en Berlín, que aunque ahora era aprovechada por los franquistas para vigilar las actividades y tráfico de los republicanos en realidad estaba organizada claramente contra Francia. Los responsables de esta red en Francia eran Helmuth Hoffman y el barón Boris Von Kirsten⁵². A finales de abril, el comunista Lucien Sampaix denunciaba a su vez desde las páginas de L’Humanité la impunidad de los agentes de Franco en la costa vasca, señalando que habían instalado una emisora en la villa «La Grande Frégate» de Biarritz, desde donde operaba el «2.º Bureau»

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