El cantante de gospel
Por Harry Crews y Kiko Amat
4/5
()
Información de este libro electrónico
Los lugareños lo idolatran de un modo absurdo y le atribuyen poderes curativos que no posee. Él, atormentado por la dramatización de su farsa, no quiere que la verdad salga a la luz, pues teme que la magnitud de la decepción pueda resultar calamitosa.
Como afirma Kiko Amat en el prólogo, "Enigma es un pueblo lleno de retraso, burricie, violencia, racismo e, inevitablemente, fanatismo religioso, rama cristiana sureña extrema. Palurdos locos y creyentes: una eterna receta para la catástrofe".
Lee más de Harry Crews
Coche Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFestín de serpientes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa maldición gitana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl amante de las cicatrices Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodo lo que necesitamos del infierno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDesnudo en Garden Hills Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Relacionado con El cantante de gospel
Títulos en esta serie (19)
¿Qué pasa con Kansas?: Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa escuela de la ignorancia: Y sus condiciones modernas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Guerrilla Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa taberna errante Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Los situacionistas: Historia crítica de la última vanguardia del siglo XX Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGeorge Orwell: O el horror a la política Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Llamamiento: Y otros fogonazos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPanegírico: Tomos primero y segundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Escritos políticos: Guerra de Argelia, Mayo del 68, etc. 1958-1993 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl cantante de gospel Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Correo Dadá: Una historia del movimiento dadaísta contada desde dentro Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuerpo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Primeros materiales para una teoría de la Jovencita Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstrella del alba Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fuera de lugar: Conversaciones entre crisis y transformación Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesYippie! Una pasada de revolución Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa revuelta del pueblo cucaracha Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMayo del 68: la palabra anónima: El acontecimiento narrado por los participantes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesThoreau: Biografía esencial Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Libros electrónicos relacionados
Rocanrol Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuerpo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una infancia: Biografía de un lugar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHavana Room Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRaúl Ruiz: Recobrando el tiempo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa noche a través el espejo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Urgente decir te amo (1932-1942) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDeudas contraídas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesProscritos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las mujeres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRetrato Underground Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEvguénie Sokolov Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDonde no se hiela el tiempo: Escritos sobre música Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiscursos desde la juventud contemporánea Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa caída: Memorias de un padre en 424 pasos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Pinches burritos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El arte de viajar: Antología de crónicas periodísticas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNo sé si no en la herida: Antología de poetas líquidos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA los actores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos ojos del huracán Calificación: 4 de 5 estrellas4/5De lo inútil Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAhora y en la hora de nuestra muerte: Ultimos rescoldos de unas vidas que se apagan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRegreso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGermanet Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesInstantáneas de mundo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vanidad de la caballería Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLimbo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mayo del cuarenta y cinco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos poetas malditos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Fantasía para usted
El Paraíso Perdido: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Método Quántico. El código secreto para ganar dinero. Magia mental para ganar dinero y otras yerbas. PRIMERA PARTE Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Viaje al centro de la Tierra: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El retrato de Dorian Gray: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos de terror Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Te deseo tanto... Novela erótica Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Guerra de los Cielos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El bárbaro y las brujas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Necronomicon Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Necronomicón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cantar de mío Cid: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Ensayo sobre la ceguera de José Saramago (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Mad Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Llamada de Chtulhu Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Historia de un crimen perfecto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Primera plegaria del testamento del Gris Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El príncipe y el mendigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lucifer el hijo de Dios Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Narrativa completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Sombra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Albert Camus, El Rebelde Existencial Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Senda De Los Héroes (Libro #1 de El Anillo del Hechicero) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El cuervo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Biblia de los Caídos. Tomo 1 del testamento de Nilia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Biblia de los Caídos. Tomo 3 de los testamentos del Gris y de Sombra Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Ángel Caído Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para El cantante de gospel
1 clasificación0 comentarios
Vista previa del libro
El cantante de gospel - Harry Crews
mutuamente
uno
Enigma, en el estado de Georgia, era una calle sin salida. Habían plantado el juzgado justo en medio de la autopista 229, en el punto donde la carretera terminaba de manera abrupta, como una cinta cortada por la mitad, al borde del pantano de Big Harrikin. Desde la ventana de la celda de la cara norte del juzgado, Willalee Bookatee Hull divisaba todo el pueblo. Se balanceaba suavemente, distribuyendo el peso de un pie al otro. Detrás de él, sobre una mesa de madera, un plato de alubias se cuajaba bajo una fina capa de grasa y dos panecillos descansaban junto al plato. En una de las esquinas de la celda, un cubo servía de orinal y, por encima, a la altura de los ojos, alguien había escrito a lápiz en la hoja de un bloc el reglamento de la cárcel del condado de Lebeau.
En el asfixiante calor de la celda, Willalee Bookatee se balanceaba como el péndulo de un reloj ante el brillante marco de luz de la ventana. No se oía nada salvo el continuo zumbido de las moscas que se quedaban adheridas al plato. El sol se alzaba al oeste, dividiendo la calle en luces y sombras. En el otro extremo del pueblo, donde la autopista 229 se abría paso a través de la llanura ardiente, había una mula atada bajo la rácana sombra de un cinamomo. Dormía bajo una silla de montar, mientras moscas repletas de sangre revoloteaban lánguidamente a su alrededor. En la parte soleada de la calle había un Buick del año 1948 con una cola de zorro en la antena y una pegatina de Viva la Armada en la luna trasera, aparcado delante de la droguería de Marvin, que además de tienda era la oficina de correos y tenía colgada de un poste la bandera de Estados Unidos. El Buick era el único coche en toda la calle. Hacía dos meses que no llovía.
Willalee Bookatee seguía balanceándose, medio aturdido, perdido en una especie de ensueño, con la mirada más ocupada en la pancarta de lienzo con letras rojas, blancas y azules que atravesaba la calle que en los granjeros o sus mulas amarradas. La pancarta, fijada en uno de sus extremos a la tienda de semillas de Harvey y del otro a la funeraria de Enigma, rezaba así: ¡BIENVENIDO A CASA, CANTANTE DE GOSPEL! Aunque Willalee Bookatee predicaba los Evangelios y conocía de memoria largos fragmentos de las Escrituras, no sabía leer. Pero sí sabía, como todo ser humano en Enigma, que el Cantante de Gospel volvía a casa. Se habían preparado para la ocasión, deseaban que llegase el momento y rezaban por ello. Por todo el pueblo ardía furiosamente un ansia irrefrenable por ver, escuchar y –si Dios lo quería– tocar al Cantante de Gospel, que sin ayuda de nadie había concentrado la atención de todo el universo en Enigma, Georgia. El Cantante de Gospel había dado un propósito y un significado a sus vidas por la sencilla razón de que podían decir cosas como «soy del mismo pueblo que el Cantante de Gospel» o «le conozco desde que era un renacuajo».
Willalee había visto al Cantante de Gospel en innumerables ocasiones en la televisión Muntz que había comprado en Albany, Georgia, y que había traído a casa en la parte de atrás de un carromato de trementina para ponerla en su cabaña. ¡Y ahora el Cantante de Gospel regresaba a casa! ¡Estaría aquí, en Enigma! Pasearía de nuevo por el pueblo su magnífico cuerpo, alto y rubio; tan magnífico, alto y rubio que ofendía la ropa que lo cubría, daba igual lo cara o entallada que fuera. Y lógicamente la ropa que llevaba era cada vez más cara, porque el Cantante de Gospel había pasado del estudio de televisión en Albany al de Tallahassee, luego al de Atlanta, después al de Memphis y, finalmente, al de Nueva