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CodiceMixe2012
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Libro electrónico567 páginas8 horas

CodiceMixe2012

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Yoshua Hoch es profesor de computación en el Instituto Tecnológico de Durango. Nacido de un matrimonio alemán–mixe, ya que su padre fue un investigador alemán y su madre una aborigen mixe, pasa su niñez en el tranquilo y pequeño pueblo donde nació y, tras vivir felizmente al lado de sus padres, los pierde de manera trágica cuando apenas cumple diez años de edad. Los mixes son un grupo étnico que habita en el sureste mexicano, en el Estado de Oaxaca.

Luego de vivir esta desgracia, es llevado a la Ciudad de México para vivir como hijo adoptivo de una familia acomodada, donde el padre es también alemán. Vivir bajo ese techo le permite desarrollarse normalmente y terminar la carrera de Actuario, pues es un enamorado de la matemática.

Impulsado por su deseo de superación, parte a los Estados Unidos a estudiar una maestría en ciencias de la computación en Stanford, California, y es allá donde conoce a Nora, una mexicana norteña, con quien se casa y conciben a Mexy, su linda hija.

Regresan a México, a Torreón, donde viven los padres de Nora. Es ahí donde tienen cierta dificultad para encontrar trabajo. Fortuitamente se incorporan al Instituto Tecnológico de Durango.

Nora muere ocho años después, dejándolo viudo y solo con Mexy, a quien de ahora en adelante Yoshua dedicará su vida.

Dedicado plenamente a la formación de su hija y teniendo como labor primordial sus clases de desarrollo de sistemas computacionales, en el Instituto conoce y se enamora de Nínive, una bella alumna que es cortejada por uno de sus alumnos preferidos.

Mexy, su hija, solicita a su padre le cuente todo sobre su vida; Yoshua accede y viene a recordar muchas vivencias, recuerdos y recupera objetos olvidados, así como la amenaza de una profecía sobre el fin del mundo en un mensaje, legado de su madre, que tiene que descifrar.

Nínive se titula y vuelve a reencontrarse con Yoshua para comenzar un noviazgo. Luego, el destino se encarga de tomar ahora a esta clase de personas como a tantos otros grupos vulnerables y los pone en un grave peligro, siendo atrapados por el crimen organizado. Yoshua debe hacer uso de sus profundos conocimientos matemáticos y computacionales y recurrir a los más avanzados recursos tecnológicos para construir un arma mediante la cual intentarán escapar de una muerte segura, apoyándose de una profecía maya sobre el fin del mundo en 2012 sobre la cual su abuela mixe le había contado y que por fin descifra.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ago 2012
ISBN9781476092355
CodiceMixe2012
Autor

Jose de Jesus Grande Puigdomenech

I was born (May 16,1954) and I live in San Luis Potosí, México. I'm a man, married, three children.

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    CodiceMixe2012 - Jose de Jesus Grande Puigdomenech

    Parte I - Definir y Planear el Proyecto

    Capítulo 1 - Inicio de clases

    Yoshua bebe rápido su café con leche, lleva la taza al fregadero, se pone el delgado suéter y levanta su pesada mochila; tiene prisa. Son las siete y media de la mañana y debe salir corriendo de casa para llevar a Mexy a la escuela. Aunque la hora de entrada para los niños de primaria es a las ocho, él debe llegar también antes de esa hora al Tecnológico, esa fresca mañana de aquel lunes 22 de agosto de 2005, para dar inicio a las clases del semestre.

    -¡Mexy, date prisa! ¡Se nos hace tarde! -gritó Yoshua a su hija de nueve años.

    -¡Voy Papayo! ¡Déjame nada más meter el lonche a mi mochila! -respondió Mexy.

    Yoshua sonrió por lo gracioso que se oía su apodo de padre en esa ligeramente ronca voz infantil. "Papayo" era un vocablo exclusivo para ser utilizado entre ellos y nadie más. Aunque Mexy lo llamaba así toda la vida, aún estando en público, Yoshua no permitía a nadie más que le llamara así y en realidad, nadie más que Mexy podía llamarlo así.

    Al fin salieron. En el auto, camino a la escuela como casi todos los días, Yoshua charló con Mexy sobre algo en particular. Algún compañero de trabajo le había recomendado en alguna ocasión que es una, muy buena costumbre, platicar con los hijos cotidianamente, para así interesarlos en las cosas de la vida. Su compañero le recomendó que bastaba aplicar sólo unos cuantos minutos diarios, con esa atención de calidad, para propiciarles a los hijos un buen desarrollo. Asimismo, ello permitiría conocerlos y dirigirlos mejor. También su amigo estaba en contra de costumbres tales como aplicar la "ley del hielo" a las personas y no hablarles, y menos a familiares.

    Con el tiempo, y en la última etapa de su vida, puesto que se acercaba aceleradamente a los cuarenta, Yoshua iría descubriendo que es muy necesario en las relaciones humanas, al tratar a las personas, a cualquier persona, escucharlas bien y no simplemente oírlas. Del escuchar, dejar hablar y tratar de comprender lo mejor posible los mensajes de nuestros interlocutores, resulta la base para una buena comunicación, evitar malos entendidos, pleitos y otras cosas desagradables. Antes de esta época él no era así; por lo general descuidaba muchos de estos detalles. Muchos aprenden muchas cosas siendo mayores.

    Esta práctica de las pláticas con su hija recomenzó unos días antes, cuando Mexy regresó a clases, el pasado día primero de agosto, al comenzar a cursar la niña el cuarto año de primaria. Para iniciar en esta ocasión que nos ocupa, Yoshua dirigió la plática hacia las asignaturas típicas de dicho grado escolar.

    -Mexy, -dijo Yoshua- ¿en cuarto están estudiando geografía?

    -Sí Papayo, pero cada vez vamos más lejos. -respondió Mexy.

    -¿Cómo que más lejos? -refunfuño Yoshua.

    -Sí Papayo, el año pasado estudiamos todo el Estado de Durango y ahora vamos a ver todititito México. -dijo la niña.

    -Claro, van a abarcar mucho más y se van a poner más interesantes esas clases, ¿no? -puntualizó Yoshua.

    -Sí. Ya sé dónde está el Estado donde naciste, Papayo. -dijo Mexy.

    -¿Qué?, ¿Oaxaca? ¿Y qué te han dicho de ahí? -fingiendo saber poco Yoshua, como invitando a que su hija le ilustrara y poder así tener tema de conversación.

    -Pues, que es un lugar muy bonito, que ahí nació Benito Juárez y que ahí festejan la Guelagueza que acaban de pasar por la tele, nos dijo la maestra. -respondió Mexy.

    -Se dice Guelaguetza, con tza, tza al final, hija. -corrigió Yoshua, riendo un poco.

    -Bueno, eso. -haciendo muina Mexy al recibir la corrección de su papá.

    Yoshua quedó callado un momento pensando que, habiendo él nacido allá y estando tan cerca, nunca presenció esta famosa festividad de la cual recordó que, para la gente de su pueblo, era algo sagrado y respetuoso; que nada tenía que ver con todo el manipuleo que se hace ahora con fines puramente turísticos.

    -¿Y sabes quién fue Don Benito Juárez, Mexy? -continuó Yoshua.

    -Sí, fue un gran presidente de México hace muchos años. -respondió con autoridad la niña y continuó:- Él fue el que dijo: "El respeto al derecho ajeno, es la paz".

    -Muy bien. A ver, ¿qué más has aprendido de Oaxaca? -inquirió su papá.

    -Además de eso, que hay muchos, muchos municipios y muchos más pueblitos. Que es un Estado lleno de gente muy diversa. -dijo ella- Pero me gustaría más que tú me dijeras todo lo que sabes de tu tierra, Papayo, tú que eres de allá.

    -Claro que sí. -respondió su papá, continuando:- Si me tienes paciencia, ahora que tengamos un poco de tiempo te contaré cómo fue mi vida allá. Por lo pronto, bájate y métete rápido a la escuela porque se me hace tarde. Adiós Chula, nos vemos al rato.

    -¡Adiós, Papayo! -se despidió Mexy, besando en la mejilla a su papá.

    Mexun, que era el verdadero nombre de la chiquilla, bajó del auto y entró a toda prisa a la escuela. Yoshua esperó hasta ver que ella hubiese entrado completamente y arrancó el auto para dirigirse al Tecnológico.

    Entró en el viejo pero bello y sobrio plantel del Instituto Tecnológico de Durango, institución federal de educación superior; una institución prestigiosa y consolidada en el Estado de Durango, para la cual él nunca podría haberse imaginado que fuese a trabajar. Cuando ingresó ahí como empleado, precisamente como profesor, pensó que sería únicamente por un lapso corto, pero a la fecha había cumplido ocho años de labores y se había enamorado del ambiente de trabajo reinante en esta escuela.

    Registró su entrada apenas a tiempo y salió del edificio administrativo, para dirigirse al salón de clase donde comenzaría su curso. En el camino escuchó un pst, pst. Al voltear, se vio alcanzado por la Licenciada Fernanda Llerena, su amiga y compañera académica.

    -Hola guapo, ¿cómo estás? -dijo Fernanda a Yoshua, teniendo cuidado que nadie más oyera el piropo que le profería.

    -Hola Fer. Yo bien, ¿y tú cómo estás? -respondió Yoshua, acercando su mejilla a la de ella para saludarse.

    -¿Yo? También muy bien. -y, teniendo cuidado de que nadie más la escuchara, Fernanda añadió en voz baja:- ¿No te parece que estoy muuuuuy bien Yo?

    -Claro. Es obvio que eso no se tiene por qué preguntar; eres una bella mujer. -Añadió Yoshua.

    - Y claro, ¡Yo también está requete bien! -en voz aún más baja, acercándose y refiriéndose a él. Luego se despidió:- Bueno. Me quedo aquí Yo -indicó Fernanda, agitando los dedos de la mano derecha y dirigiéndose a su salón de clase.

    -Nos vemos al rato. -cerró el diálogo Yoshua.

    El salón de clase de Yoshua quedaba aún más lejos y en el camino, pensó que era un poco incómodo tratar con Fernanda, porque estaba casada con otro compañero profesor, muy amigo de él, pero sin embargo había notado que desde hacía tiempo sólo, hacia él, ella se dirigía así, un poco empalagosa, ¿o resbalosa?

    -¡Profe! ¡Profe! -gritó un muchacho, diciendo luego:- ¿Adónde va? Ya se pasó, éste es nuestro salón.

    Yoshua agradeció a Salvador Luengas, un discípulo suyo un año atrás en un par de cursos, el haberlo sacado de esos pensamientos absurdos y que trastornaban la mente de un hombre que, apenas un año antes, había perdido a su esposa. Terminó pensando que la actitud de Fernanda para con él resultaba más que nada cruel, aunque quizá ella lo hacía con otra intención y no con el afán de fastidiarlo. Cambió de rumbo su mente y sonrió hacia sus alumnos, que se concentraban a la puerta del salón de clase, para entrar.

    Yoshua entró al salón, una vez que dejó pasar antes que él, al acelerado grupo de veintisiete estudiantes inscritos en el curso "Fundamentos de Desarrollo de Sistemas", asignatura que forma parte del programa de estudios de la carrera de Ingeniería en Sistemas Computacionales. Los estudiantes cursaban por lo general esta asignatura en el sexto de los diez semestres necesarios para terminar la carrera. Salvador Luengas era un caso especial. Aunque cursaba el cuarto semestre, tenía la intención de adelantarse un poco en el ámbito del desarrollo de sistemas computacionales y solicitó el curso en esta oportunidad. Salvador quería comerse el mundo de un bocado.

    Yoshua, que comenzaba a tomar plena consciencia del ritmo de las cosas en el Tecnológico, veía cómo los estudiantes recién llegados de la preparatoria se comportan de una manera muy inquieta y ruidosa pero, a medida que van pasando los semestres, hay en ellos una verdadera transformación, no sólo corporal sino intelectual. Al final de la carrera la gran mayoría de ellos ha madurado, viéndose en muchos un cambio enorme. Salvador era un caso acelerado en ello y quizá por este tipo de detalles, Yoshua se sentía plenamente satisfecho de su noble labor como mentor.

    Yoshua comenzó esta primera clase presentándose ante los alumnos que aún no lo conocían. Anotó en el pizarrón el nombre de la asignatura y el suyo: YOSHUA HOCH. Tenía por costumbre no utilizar sus grados de estudio; le parecía petulante. Además, acostumbraba sólo utilizar su apellido paterno, porque hasta ahí era relativamente fácil leer, pronunciar y escribir su nombre, no muy común por cierto.

    Su apellido materno, QUETESPAVINU, cuando aparecía, despertaba asombro, muchas preguntas, cuchicheos de toda la gente y una gran dificultad para leerlo, escucharlo, pronunciarlo y escribirlo; así que, por esto y no por que se avergonzara de él, no lo tomaba en cuenta más que para las necesidades estrictamente formales y legales.

    Uno de estos casos era cuando Yoshua formaba parte de algún jurado en la titulación de alguno de sus alumnos. Por lo general los padres, familiares y amigos del sustentante eran invitados a estos actos donde por obligación se pronunciaban los nombres de personas completos. A Yoshua no le parecía esto porque, al ser pronunciado su segundo apellido, la gente se sobresaltaba y se comenzaba a mirar entre sí por lo desconocido e incomprensible que se oía. Algunos se llegaron a atrever preguntarle si éste era de origen rumano.

    Pasó lista a los alumnos para comenzar a relacionar sus caras con sus nombres y de esa manera irles conociendo poco a poco, cosa en que siempre tuvo dificultad. Reconocía que él no era bueno para memorizar nombres, fechas o cosas así; se aprendía sólo lo que le parecía más importante; tampoco se creía capaz como buen fisonomista.

    Al pronunciar el nombre de Nínive Covarrubias, casi al principio de la lista, le llamó la atención el timbre de voz de la alumna al responder el clásico "presente". Su voz tenía un tinte cálido, pausado y elegante. Al voltear a verla, se sorprendió que esta voz tan agradable y sensual, quedara como anillo al dedo a una joven alta, guapa, esbelta, de tez morena, cabello súper negro al igual que sus ojazos y una cara muy bella. Volvió a la lista para continuar.

    Simultáneamente a la toma de lista, solicitó de sus alumnos le anotaran nombre y correo electrónico en una hoja de papel, para registrarlo en su lista de correo y enviarles por ese medio la documentación formal del curso, que se componía del programa de estudios de la asignatura y la planificación de las clases, así como material complementario que servía de guía de estudio a los alumnos.

    Continuó en esa misma clase haciendo hincapié en que la actividad de desarrollo de sistemas computacionales es esencial en la carrera de un ingeniero de su tipo y planteó preguntas como: ¿qué es la ingeniería?, ¿qué significa ingeniero? Solicitó la participación de algunos de ellos y la respuesta más popular fue: "un ingeniero es una persona que tiene ingenio", a lo cual él indicó que no, que el término ingeniero viene de aquellos hombres que se dedicaban desde la antigüedad a inventar, crear o desarrollar máquinas. Dejaba claro que, para poder hacer máquinas, el ingenio era necesario, pero también les decía que el ingenio lo podría tener cualquier otra persona que se aplicara a cualquier otra cosa. Pensó que, año con año, al plantear la misma pregunta, sus alumnos le daban más o menos la misma respuesta y ¿cuántos, incluso de sus compañeros profesores, desconocían también este significado?

    Al ir haciendo estas preguntas, Yoshua dirigía inconscientemente la mirada hacia Nínive Covarrubias, que con gran aplomo conectaba su mirada con la del profesor y la mantenía, teniendo éste que posarla rápidamente en otro alumno. Salvador Luengas se dio cuenta de ese detalle y Nínive también. Finalizó la clase encargando la tarea de buscar, leer y estudiar la información sobre el concepto de "sistema", sus características y particularidades. Al día siguiente plantearía preguntas al respecto y de esa manera enriquecería la clase.

    Al salir de esta primera clase lo alcanzó Salvador Luengas que, como se dijo, había cursado con Yoshua las asignaturas de "Fundamentos de Programación y Programación Orientada a Objetos. Ambas asignaturas del primero y segundo semestre de la carrera, respectivamente. Salvador era un alumno que demostraba demasiado interés y pasión por lo aprendido de Yoshua, quien a su vez, y sin ser su tutor directo, se convirtió para Salvador en una especie de sensei, en su guía. Salvador no era brillante pero sí tenaz, no era eficiente pero sí eficaz. Yoshua sabía que esta clase de personas son las que terminan triunfando, gracias a esas características y no dependiendo tan sólo del ingenio".

    En esta ocasión, Salvador le acompañó hasta las oficinas académicas, preguntándole a Yoshua cuándo comenzarían y practicarían el desarrollo de sistemas, manifestando por su inquietud que él deseaba comenzar ya. Yoshua le explicó que sería pronto, que tuviera paciencia, porque cuando llegara el momento de practicar dicha disciplina se iban a poner las actividades muy laboriosas. Salvador se despidió atentamente de su mentor agradeciéndole su atención.

    Yoshua se dirigió a su cubículo, donde tenía a su disposición un escritorio con su sillón, un par de sillas, un librero y un cesto de basura. La institución le proporcionaba una computadora de escritorio que él siempre rechazaba, argumentando que se enviara a algún laboratorio, argumentando que ahí se aprovecharía mejor.

    Él se había acostumbrado a "cargar con su cruz", es decir, compraba con cierta periodicidad, desde su aparición, una computadora portátil que contara con los últimos adelantos de la tecnología, la cual tenía consigo en todo lugar. Yoshua se había hecho dependiente de tan maravilloso invento puesto que ahí podía manejar toda su información, tanto la académica como la particular y aún la de algún negocio que a veces se cruzara por ahí.

    En el cubículo quedaban únicamente algunos libros y los trabajos en papel de los alumnos de cursos de semestres y años anteriores. En la época reciente Yoshua iba acostumbrando paulatinamente a sus alumnos a realizar la entrega de trabajos en medios más modernos, o sea en archivos de computadora, pensando que con ello contribuía a un menor consumo de papel, salvándole la vida a algunos pobres árboles. En general solicitaba a sus alumnos el envío de sus trabajos vía correo electrónico.

    Yoshua poseía también una cafetera, en la que calentaba agua para tomar algunas variedades de té. Durante los seis meses que siguieron a la muerte de Nora, agobiado por las presiones y por la pena, se hizo adicto al café; sin embargo, llegó a notar que dicho consumo, en lugar de ayudarlo, lo llevaba a estados de excitación, nerviosismo e incluso de insomnio. Decidió dejar el café y en su lugar, de vez en cuando se tomaba una taza de té. Éste generalmente era de manzanilla, porque después de dejar el café, comenzó a probar una gran variedad de hierbas para hacer té y en alguna ocasión tuvo problemas con la visión y en otra con su intestino, razón por la cual decidió no tomar más que manzanilla, y aun ésta, en pocas dosis.

    Acomodó sus arreos en el cubículo y pasó a la oficina de su jefe, el Licenciado Rodrigo Arredondo, originario de Durango y graduado como Licenciado en Administración Académica de la universidad local. Se dice que el desarrollo y la consolidación del Tecnológico de Durango se deben en gran parte a que la institución ha contratado a especialistas en la administración académica para hacerse cargo de los puestos directivos. Zapatero a tus zapatos.

    Para coadyuvar en el objetivo anterior, la institución proporciona a los profesores una capacitación técnica y docente, pertinente al grupo de ingenieros y licenciados aplicados a dar clase y de esa forma lograr una relevante superación académica, amén de los esfuerzos que ha hecho la institución para mantener una buena vinculación con el entorno. Con base en esto último, el Tecnológico establece sus líneas de trabajo a partir de lo que demanda ese entorno y dirige todos sus desarrollos hacia él, justamente hacia sus necesidades. La pertinencia en esto es una de las bases del éxito de la institución.

    -¡Hola Rodrigo! -llegó sonriendo Yoshua con su jefe.

    -¡Hola Yo! ¿Cómo comenzamos? -respondió Rodrigo.

    -Bien, todo en orden. Ya pasé por mi primer grupo y a las diez continúo con los otros tres. Al primer grupo no asistieron tres alumnos, que espero se presenten pronto para que no se atrasen. -aseveró Yoshua.

    Continuó la charla con la llegada de otros profesores que también pasaban a saludar al jefe. Algunos sólo saludaban y regresaban a la clase de las nueve, mientras que los que tenían la hora libre, pasaban un poco más de tiempo charlando. Luego regresaban a su cubículo para poner en orden sus papeles y preparar las siguientes clases. Una de las profesoras que tenía esa hora libre de clase era Fernanda, que visitando en esa ocasión ese departamento, se sumó a la tertulia matutina.

    Fernanda era una señora guapa, de mediana estatura y buena conformación. Su esposo, el Ingeniero Rosalío González, se ocupaba en ese momento de dar una clase. Fernanda se acercó al grupo con la clásica actitud de algunas mujeres, tarareando una canción y haciendo aspavientos para llamar la atención. Le gustaba ser vista y admirada por sus atuendos elegantes. Usaba grandes arracadas y una buena cantidad de maquillaje muy bien aplicado.

    Así, Fernanda se integró y participó de la charla compuesta por cinco compañeros, entre ellos Yoshua, al cual repasaba con la vista de cuando en cuando. Yoshua también veía a Fernanda, pero con menos frecuencia, apreciando sus interesantes atributos. En varias ocasiones, sobre todo este último año, Yoshua había sorprendido a Fernanda con la vista fija en él y perdida a la vez.

    Algunas de esas veces Fernanda salía de su enajenamiento y reaccionaba con algún guiño de ojo hacia Yoshua; eso sí, siempre y cuando nadie se diera cuenta. En otras ocasiones Fernanda no se daba cuenta que, viendo a Yoshua y no percibiendo que él la veía, permitía que Yoshua estudiara con detenimiento la situación, y se diera perfectamente cuenta de que él la atraía.

    Al cabo de algunos minutos más, el jefe académico hizo el sutil signo de que iba a realizar una llamada telefónica con un efecto semiótico para todos, que indicaba debían retornar al trabajo.

    Yoshua daba clase a cuatro grupos. El de las ocho de la mañana ya mencionado, era el de su mayor especialidad. Los grupos de las diez de la mañana a la una de la tarde quedaban en segundo término sobre sus preferencias y versaban sobre los tópicos de Bases de Datos, Programación y Matemáticas, en las diferentes modalidades que se ofertan en el plan de estudios. Un escenario semejante al de la primera clase se desarrolló para las tres restantes y terminó sus labores docentes poco antes de la una de la tarde, saliendo casi en carrera para subir al auto y recoger a Mexy en la escuela.

    Encontró a la niña en la puerta de la escuela primaria federal donde asistía y la recogió. Luego se dirigió al rumbo de la casa donde vivían y que habían comprado a nombre de Nora en el año 2000. La muerte de Nora fue un duro golpe para Yoshua pero, como una compensación, aunque de las no muy deseadas, fue la condonación de la hipoteca por parte del banco y una pensión vitalicia por parte de la Federación. Así, Yoshua no pasaba penurias financieras de ninguna clase y tenía suficientes fondos para llevar una vida holgada junto con su hija.

    Antes de llegar a su casa pasó con Doña Gumersinda, dueña de un negocio de comida casera donde hacía más de tres años compraban los alimentos de mediodía para la familia. La sazón de la Señora Gumersinda era excelente y tenía la virtud de organizar muy bien sus menús, tanto en la variedad de platillos como en su balance alimenticio, además de realizar de forma muy limpia su preparación. Aunque esta comida costaba un poco más que en otros negocios del ramo, valía la pena pagar por la diferencia.

    Ese día, la Señora Gumersinda le tenía preparado a Yoshua un paquete que contenía un guiso de bistec con salsa, arroz, ensalada y tortillas, justo a la medida. Yoshua recogió el paquete y se dirigió a casa para dejar a Mexy. Ella esperaría ahí a su papá hasta la hora de su salida del Instituto, pasadas las cuatro y media de la tarde. El lonche que su papá le preparaba en la mañana y que llevaba a la escuela le permitía soportar el hambre del mediodía.

    Yoshua regresó al Tecnológico cerca de la una y media de la tarde para continuar con sus actividades, que consistían en apoyar un proyecto en proceso, cuyo desarrollo estaba a cargo de un equipo de profesores y estudiantes. Éste, como otros proyectos permitían, mediante la intervención de una Unidad de Vinculación, el que la institución se hiciera de fondos, los cuales eran destinados a su equipamiento, otorgar becas para los estudiantes e ingresos extra para los profesores participantes. Así, Yoshua, además de su sueldo y la pensión de Nora, se veía beneficiado también de manera regular con un extra.

    Dando las cuatro y media de la tarde, Yoshua registró su salida del plantel y regresó a casa, donde Mexy lo esperaba para comer.

    -¡Ya llegué Mexy! -gritó Yoshua al llegar.

    -¡Sí Papayo! -respondió ella.

    -Oye hija, ¿con quién estabas cuando te recogí a la una? -preguntó Yoshua.

    -¡Ah! Con una compañera. -respondió ella.

    -Sí pero, ¿quién es?, ¿cómo se llama? -volvió a preguntar Yoshua.

    -¡Ah! Se llama Alhelí, Alhelí Martínez. -respondió ella.- Y fíjate Papayo, que me invita a su casa para hacer la tarea y a jugar.

    -Bueno. -respondió él- Vamos a hablar con su mamá y, si ella acepta, podrás ir. Ah, y que conste que no es una promesa que te hago, todo depende también si lo permiten los horarios. ¿De acuerdo?

    -Sí Papayo. -finalizó Mexy con resignación.

    De esta manera, durante la comida, Yoshua y Mexy charlaban diariamente sobre las incidencias de la jornada y, cerca de las seis de la tarde, Mexy reanudaba la realización de sus tareas escolares, para lo cual solicitaba de manera frecuente el apoyo del padre. Mexy, a pesar de ser una chiquilla brillante, demandaba de su papá, más que la ayuda para realizar la tarea, el tiempo que necesitaba para compensar la falta de su madre, la falta de ese esencial e insustituible cariño. En este aspecto, Mexy rayaba en ocasiones en la tiranía, tratando a toda costa de mantener a su papá cerca de ella. De conservar esta actitud en el futuro, causaría el que Yoshua pensara en renunciar el rehacer su vida, buscando otra compañera.

    Capítulo 2 - Día del abuelo

    Yoshua pasó el resto de la semana sin novedad. Cumplió con la rutina establecida que consistía en llevar y traer de la escuela a Mexy, impartir las clases en el Tecnológico, las cortas tertulias con los compañeros, las reuniones periódicas de trabajo y el trabajo extra de los proyectos; en fin, los apresuramientos de la vida normal.

    En la clase del más relevante de sus cursos, lo más importante fue la presentación del tema "ciclo de vida de los sistemas, lo cual emocionó enormemente a Salvador Luengas, que comenzó a correr a la biblioteca para obtener material acorde a la bibliografía recomendada por Yoshua y devorarla intelectualmente. El concepto que remachó en su mente Salvador Luengas fue que, dentro del ciclo de vida, se ubica el ciclo de desarrollo" de un sistema.

    Poco después, Yoshua ilustró a sus alumnos sobre la estrategia general del "ciclo de desarrollo", estando organizado éste en cuatro etapas básicas: Análisis, Diseño, Construcción y Entrega; tal estrategia está basada en el método científico, sobre el cual discurrió tan atinadamente René Descartes y que fue mencionado por el profesor.

    También se le grabó a Salvador el que Yoshua les dijera que todo modelo, método o estrategia de desarrollo de cualquier clase de producto debía tener estas etapas, más o menos en ese orden; que el método formal de resolver problemas también seguía estos principios, no importando su naturaleza ni su ámbito.

    Nínive Covarrubias, por su parte, estaba inquieta. Apenas estaba comenzando a conocer a su nuevo profesor sintió que había algo diferente en él, algo que llamaba su atención. Nínive provenía de una familia humilde, de gente de muy escasos recursos y siempre tuvo carencias, sobre todo materiales.

    Al tener la oportunidad de estudiar una carrera profesional, nació en Nínive un sentimiento de revancha hacia la vida. Dentro de su escala de valores fue remontando la idea de poseer riqueza, de lo cual no tenía idea alguna de lo que se trataba, porque nunca había tenido algo de valor, refiriéndose desde luego a lo monetario. Asimismo, en ella se mantenía latente un inmenso vacío de amor, ocasionado en parte por la falta de su padre quien, en su ahora ya lejana niñez, había abandonado el hogar para irse a los Estados Unidos en busca del famoso "sueño americano". Su padre era jornalero y el trabajo no era muy constante en su lugar de residencia; sufría su familia muchas penurias debido a las pocas oportunidades que tiene en general el habitante del campo mexicano.

    La noche del miércoles al jueves Nínive tuvo un sueño, en el cual ella confundía la imagen difusa de su padre con la más reciente de Yoshua, ésta más interesante. En medio de algunos objetos nebulosos en blanco y negro con tintes verdosos, con movimiento aleatorio y en un constante cambio, donde aparecían y desaparecían muchas volutas en vórtices, sentía un enorme miedo por algo que no lograba interpretar y pedía auxilio desesperadamente, a ese ser masculino dual que se hacía el huidizo. Despertó gimiendo y asustada.

    Nínive vivía en una casa de asistencia cercana al Tecnológico, cuya propietaria era Doña Lucha Labrador Viuda de Canela, una señora alta y de complexión robusta, de apariencia muy fuerte y resistente. Doña Lucha fue madre de cinco niños y tres niñas. Estaba acostumbrada a vivir rodeada de hijos.

    Ahora que todos sus hijos crecieron y se habían ido, y luego de perder a su despegado marido, Doña Lucha tenía mucho lugar en su casa y destinaba una de las recámaras para alojar señoritas estudiantes. Anunciaba su cuarto en los locales de comida aledaños al Tecnológico y procedía muy prudentemente en la selección de sus inquilinas. Cuanta chica que fuera seleccionada y que llegaba a su casa para ser hospedada, era blanco de las atenciones y cariños de Doña Lucha, y Nínive no fue la excepción, porque al final para ella acabó siendo Ma Lucha.

    Antes que llegara Nínive a vivir con Doña Lucha, su recámara había sido ocupada por Bárbara Picard Canela, nieta de Doña Lucha. Bárbara era la hija mayor de Maya Canela, a su vez la mayor de las tres hijas de Doña Lucha. A Bárbara le acomodaba vivir en casa de su abuela Lucha porque la casa de sus padres está lejos del Tecnológico, donde también estudió una carrera profesional y se graduó en Ingeniería Industrial. Luego Bárbara regresó a casa de sus padres, puesto que siendo profesional encontró trabajo en una planta que se encontraba más cercana a su casa paterna.

    En la vida de Maya, la madre de Bárbara, se cruzó un mexicano de origen francés, de ahí el apellido de la nieta, que heredó de su abuela el color del pelo, sólo que ligeramente más claro, así como los rasgos faciales de su padre, aguileños. A causa de su nombre y a que es muy guapa y espigada, sus compañeros del Tecnológico la apodaban según la marca americana de conocida muñeca de juguete.

    Bárbara era tremenda, muy acelerada y gustaba mucho de jugar con su abuela, sobre todo diciéndole que la iba a atrapar para hacerle cosquillas en los oídos con una pluma de ave y simulaba que la perseguía. La correteaba hasta que Doña Lucha se tirara en una cama y ahí la atrapaba, para terminar encima de ella buscando las orejas que se tapaba la abuela. En realidad Doña lucha se divertía mucho con ella porque le agradaba su compañía y la quería mucho, pues era la preferida de todas sus nietas. La extrañó mucho desde el día en que Bárbara regresó a casa de sus padres.

    Doña Lucha Labrador es poseedora de un gran corazón, un corazón noble. Manifiesta una actitud alegre en toda ocasión y siempre está dispuesta a ayudar al prójimo. Es una abuela satisfecha y orgullosa puesto que, los hijos del tercero de sus hijos varones, heredaron de ella esa disposición y cualidades nobles. Todos esos nietos participan como asiduos voluntarios en una institución de ayuda a personas invidentes.

    Otros nietos más de Doña Lucha se dedican a otras nobles labores, sea en el campo o en la ciudad. Muchos colaboran en cuerpos de rescate, en cuerpos de vigilancia y de supervisión, siempre en busca de la colaboración y la seguridad. En fin, Doña Lucha ha sido la raíz de un árbol de donde ha brotado una colección de excelentes individuos. Cuando quedó viuda, amigas del vecindario le recomendaron que se acompañara de una mascota y le ofrecían un gatito en adopción, pero ella odiaba particularmente a este tipo de animalitos sin causa aparente y solamente aceptaba la compañía de las personas. Teniendo a alguna señorita que atender, Doña Lucha se sentía plena.

    Nínive se levantó llorosa esa mañana. Se bañó, se vistió y se presentó en la cocina. Ahí estaba Doña Lucha preparando el desayuno, que consistía en huevos revueltos con chorizo; había elaborado una cantidad de tortillas hechas a mano y el café humeaba en una vieja olla. Llegó saludando Nínive:

    -Buenos días, Doña Lucha.

    -Buenos días, hija. -respondió Doña Lucha- ¿cómo amaneciste?

    -Bien, gracias. ¿Y Usted cómo está? -respondió amablemente Nínive.

    -Pues qué te diré m'hija. Con todos mis años, es una ventaja despertar. -se quejó la Señora Labrador pensando que, recientemente, habían comenzado a aparecer ciertos achaques que antes no tenía pero, ahora pasados sus sesenta años, la amenazaban. Detuvo sus pensamientos negativos, volteando a mirar a Nínive y descubriendo, gracias a su vasta experiencia, un rasgo de dolor y tristeza que nunca había visto en ella, lo cual le sorprendió y le dijo:

    -Órale, ¿qué te pasa mi chiquita? ¿Por qué estás así de triste?

    -Nada. No, en serio Doña Lucha, no me pasa nada. -respondió Nínive.

    -Bueno, luego me platicas porque se te hace tarde. Voy a servirte el desayuno que ya faltan veinte.

    Hacia el fin de semana que siguió y aprovechando que Nínive se ocupó en la casa lavando su ropa, Doña Lucha logró conversar con ella, poniéndose más al tanto de su vida. Del sueño, ni una sola palabra, pero Nínive sí le habló sobre su niñez, que había tenido lugar en Quince de enero, un pequeño poblado al noroeste de Zacatecas, perteneciente al municipio de Sombrerete, cercano a la frontera con el Estado de Durango.

    Nínive le platicó a Doña Lucha que provenía de una familia humilde, de muy escasos recursos donde el padre, buscando un mejor futuro para sus hijos, se fue al otro lado. Le contó que estuvieron recibiendo los frutos de su trabajo hasta que un día, cuando terminaba ella la secundaria, dejaron de arribar los fondos que hasta el momento habían sustentado de manera satisfactoria a la familia de Nínive, formada en esas circunstancias por su madre y sus seis hermanos menores. La madre de Nínive investigó casi durante un año el paradero de su esposo sin lograr encontrarlo. Todos supusieron que había perdido la vida o que había formado por allá otro hogar; o se lo tragó la tierra.

    También le contó Nínive a Doña Lucha que ella perdió ese año escolar y que, con la ayuda de una tía que vivía en Durango había venido a dar hasta acá, donde comenzó la preparatoria. El esposo de la tía se dedicaba a la construcción, es decir, era albañil pero desarrollaba habilidades para convertirse en contratista. Nínive había terminado la preparatoria cuando, a su vez, la tía tuvo que mudarse de ciudad y Nínive no quiso partir con ellos, puesto que iban a regresar a Fresnillo de donde era el marido de su tía quien había logrado al fin un jugoso contrato en un fraccionamiento que se desarrollaría allá. Aquella ciudad no le llamaba para nada la atención a Nínive para organizar los planes de crecimiento que ella contaba realizar.

    De tal manera que Nínive tuvo que conseguir un trabajo de mesera y se quedó en Durango para de ahí en adelante a vivir en casas de asistencia. Su tía le enviaba de vez en cuando algún dinero para ayudarla pero Nínive fue autosuficiente para sobrevivir y nunca pensó en la posibilidad de renunciar, prefirió realizar un sacrificio constante y abnegado.

    Nínive llegó a la clase de Yoshua y no puso nada de atención a lo que éste decía. Estaba turbada por el sueño tenido, tratando de explicarse su significado. Estando en ello, mantenía fija la mirada en la persona de Yoshua. Lo recorría de pies a cabeza, tratando de encontrar la razón de su alteración, de su desconcierto, de esa inquietud sorpresiva.

    Reconoció en Yoshua al hombre de estatura un poco más alta que el promedio, de tez blanca y ojos entre verdes y grises, raros y bellos, sus anchos hombros y su cuerpo atlético en general. También reconoció que la corta melena de cabello ondulado, las cejas pobladas y la barba cerrada, el atuendo pulcro, casual y el lenguaje corporal que manejaba, daban como resultado un ejemplar masculino para ella muy atractivo.

    Además, acababa de ser del conocimiento de Nínive que Yoshua, dada su vocación de mentor, siempre estaba presto para ayudar a quien lo requiriera, sobre todo a los estudiantes y de ellos, a los que más necesitaban ser motivados, a aquellos que estaban con más retraso en sus estudios. Sí, era eso, había dado en el clavo, Yoshua era un hombre, el tipo de hombre con el cual ella no se había topado nunca antes, comprendiendo ahora la atracción natural que sentía por él, sobre todo por su naturaleza humana.

    Aún así, Nínive estaba frustrada por Yoshua a causa del sueño, en el cual él no había hecho nada por ella y la había defraudado. ¿Se trataba que Yoshua fuera un hombre cobarde? No, todo eso era un sueño, en realidad sólo conocía a Yoshua muy, pero muy superficialmente.

    Sus pensamientos se interrumpieron cuando oyó y no supo si era de lejos o de cerca, la voz de Yoshua, preguntando a ella sobre algo. Se sobresaltó y no supo qué decir; se trabó. Yoshua, que se dio cuenta instantáneamente de eso de manera indescriptible, de que la había sorprendido, para no molestar a Nínive o hacerla pasar un mal rato, dijo:

    -No, esperen muchachos, creo que no es el momento de tratar esto. Además, el asunto no está planteado correctamente. Mejor me recuerdan la próxima para hacerlo con mejor precisión y holgura. Discúlpame Nínive. -dijo esto Yoshua, reparando en que debía haberle dicho discúlpeme, Señorita, en lugar de la manera tan familiar en que lo había hecho. Era demasiado temprano para memorizar nombres y relacionarlos con los alumnos pero, estaba de manifiesto que algo pasaba desde que la conoció. Nínive, por su parte, tuvo la sensación de haber dejado atrás ese sentimiento de intranquilidad para pasar a un estado momentáneo de aceptación y de relajación, siguiendo inmediatamente a uno de ansiedad, una ansiedad especial, una bella ansiedad que ni aún quien está enamorado a primera vista puede describir.

    Al salir de clase Yoshua fue alcanzado nuevamente por Salvador Luengas, quien le dijo:

    -No entendí o no oí bien lo que le preguntaba a Nínive, Profe.

    -Ay, Chava. Fíjate que me aceleré y confundí por un momento las cosas. La pregunta que hice a Nínive la haré más tarde y la haré mejor estructurada, para cuando haya en ustedes madurado una serie de conceptos y así se enriquezca más la clase. -respondió Yoshua, saliendo del paso.

    -Nínive es una chava muy lista, ¿lo sabía Profe? -inquirió Salvador.

    -¡Ah! No, no lo sabía, no la había tenido antes como alumna. -respondió Yoshua.

    -Sí. Obtiene por lo general las mejores calificaciones, casi siempre; con todo y eso tiene que trabajar para sostenerse. Además no es de aquí, creo que es de otro Estado. -le informó Salvador.

    -Bueno, vamos a ver cómo le va a Nínive en este curso. -respondió nuevamente Yoshua.

    -Aquí entre nos, Profe. También está re bien, me gusta bastante; es muy bonita ¿verdad? -murmuró Salvador.

    -Pues sí, tienes razón Salvador, es muy bonita Nínive. -respondió Yoshua, recordando la experiencia pasada hacía un momento, en la cual sintió que se estableció entre ellos una comunicación rara, donde una ráfaga de sentimientos fueron intercambiados, llegando ambas mentes a un acuerdo implícito, entendido y, como Nínive, él tuvo un encadenamiento parecido de sensaciones.

    Al salir del Tecnológico ese jueves, Yoshua llegó a casa, calentó, sirvió la comida y se sentó al frente de su hija diciéndole:

    -A ver, Mexy, platícame con calma lo del festival del lunes.

    -¡Ay papá! ¡Por qué no me pones atención cuando te hablo! -espetó con enojo Mexy, que utilizaba el término papá en ocasiones de ira o fastidio. Yoshua lo sabía, y lo más prudente ahora era manejar la situación con diplomacia.

    -Sí te escuché hija, pero me hablaste de eso cuando íbamos en el carro y me distraen muchas cosas. Acuérdate del baboso ese que nos echó encima la camioneta en el crucero y casi le pego. -se disculpó Yoshua.

    -Mira Papayo, te lo voy a repetir una vez más: el próximo lunes, veintinueve de agosto, tenemos un festival en la escuela, y dijo la maestra que debemos llevar a nuestros abuelos. Es por el día del abuelo y para ellos es muy importante que asistan. -repitió Mexy.

    -¡Ah! Bueno, está bien. -dijo Yoshua.

    -¿Pero cómo que está bien, papá? ¿Y dónde están mis abuelos? -preguntó Mexy.

    -Pues ya lo sabes Mexy, están en Torreón; allá viven. Si quieres, les hablo por teléfono para ver si pueden venir lo cual dudo, porque tu abuelo trabaja los lunes y no creo que deje venir a tu abuela sola. -aclaró Yoshua.

    -Bueno. Pero, ¿y mis otros abuelos? Siempre hablamos de Pitito y Pitita que están en Torreón, pero todos los niños tienen cuatro abuelitos y yo nada más dos. No sé qué decirles cuando me preguntan por ellos. Se ríen de mí cuando les digo que están en la "cima de la montaña bailando con las nubes", como me has platicado. ¿No crees que ya tenga la edad suficiente como para saber todo lo de mi familia? -cuestionó Mexy, denotando que había pasado de la niñez temprana a otra un poco más madura, donde no caben Santa Claus, el Niño Dios, los Reyes Magos y mucho menos el ratoncito que cambia dientes por monedas.

    -Bueno, bueno. Como quedamos el otro día, cuando estuvimos de acuerdo en que íbamos a hablar de Oaxaca y aprovechando para todo eso, puede ser hoy. Aunque déjame decirte que no todo lo que he vivido y que vivieron tus otros abuelos fue bonito, también hay cosas que no lo son tanto, cosas que son feas en mi vida, bastante feas. -le explicó Yoshua.

    -No importa Papayo, estoy grande y te prometo que puedo entender todo lo que me cuentes. Tengo mucha curiosidad por conocer todo lo de tu vida. -aseveró Mexy.

    -Bueno, son las siete y tenemos algo de tiempo para contarte sobre Oaxaca y tus abuelos, mis papás. Sólo que nos tenemos que acostar temprano, porque mañana es día de escuela y, a propósito, ¿terminaste tu tarea? -propuso y preguntó Yoshua.

    -Sí Papayo, la hice al salir de la escuela, en lo que llegabas. Estaba re fácil porque son quebrados. Hasta le ayudé a Alhelí, que no les entiende naditita. -atendió Mexy.

    -Bueno hija, no se dice re, se dice muy. Ahora, pon atención:

    Comencemos aclarando algo: promete que tienes que estudiar muy bien la geografía y la historia del Estado de Oaxaca teniendo en cuenta, en este caso: las fechas, los lugares, los personajes y los hechos más importantes; todo a partir de lo que escuches en clase, leas en libros o consigas como información. Cuando busques algo en Internet ten cuidado, porque mucha información la pone ahí Juan de las Pitorras y a veces no es muy válida. -le dijo Yoshua a Mexy.

    -Papayo, ¿Quién es "Juan de las Pitorras"? De él no me han hablado en la escuela. -preguntó extrañada Mexy.

    -¡Huy, Mexy! Cuando uno dice "Juan de las Pitorras o Juan Pueblo", se refiere uno a la gente en general o sea, que como en este caso, cualquier persona puede poner o subir algo en Internet y como nadie lo revisa, puede poner o subir tonterías también, o cosas falsas o erróneas. Lo mejor es ver publicaciones serias como son los libros y algunas revistas o periódicos. -aclaró Yoshua y prosiguió:- Entonces, quedamos en que tú vas a estudiar muy bien todos los datos generales de Oaxaca, puesto que yo no conocí todo el Estado; yo sólo viví en una pequeña región, donde había únicamente caseríos, montes y bosque, es decir, en el campo y yo estaba muy chiquito, estaba más o menos como tú.

    Voy a comenzar con la historia de tu abuelo. Él fue alemán, nació en la Alemania del tiempo de Hitler, cuando se gestaban los conflictos que desatarían la Segunda Guerra Mundial. Tu abuelo Herbert nació el 10 de diciembre de 1938 en Berlín, entonces la capital de ese país. Su padre, o sea mi abuelo, que también es tu bisabuelo, fue ingeniero y tenía una fábrica de muebles que heredó de su padre. Creo que descendía de una familia muy trabajadora y emprendedora. Yoshua se detuvo para preguntar a su hija:

    -Mexy, a propósito, ¿sabes dónde está Alemania?

    -No me acuerdo Papayo, pero dime dónde. -respondió sonriendo pícaramente la niña.

    Yoshua aprovechó para besarle en la frente y explicarle dónde estaba Alemania, Europa, el océano Atlántico, quién era Hitler, cómo era Hitler, describir rápidamente en qué consistió la Segunda Guerra Mundial y demás detalles que necesitaba Yoshua para comenzar de manera fluida y coherente su narrativa, sin tanto corte por parte de la niña.

    El estilo que aplicó Yoshua en ese preámbulo fue el de explicar un tema y preguntar un poco de cada cosa a Mexy, para así delimitar cada uno de estos tópicos, pasando uno por uno. Mexy había oído hablar algo de todo aquello y ahora lo ligaba un poco. De cualquier manera, lo que más le impactó es que aquello ocurría casi al otro lado del mundo, muy lejos de donde estaban ahora. Yoshua continuó:

    Herbert pasó una infancia un poco difícil a causa de las vicisitudes de la guerra. Sin embargo, tuvo al menos lo necesario al alcance de su mano para poder estudiar. Eran tiempos difíciles y siendo adolescente, también le ayudó a su papá en la fábrica, donde aprendió lo esencial de varios oficios como la herrería, la carpintería, la ebanistería, la electricidad y un poco de mecánica. Herbert siempre tuvo iniciativa y le gustaba hacer las cosas por sí mismo.

    "Tu abuelo Herbert estudió una Licenciatura en Sociología en la Universidad de Berlín y, sin comenzar a trabajar inmediatamente, se trasladó a una ciudad que está más al Sur de Alemania que se llama Jena. Ahí, en la universidad local, hizo una Maestría en Antropología seguida de un Doctorado

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