Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El refugio más cálido y seguro: Una parábola contemporánea de la iglesia
El refugio más cálido y seguro: Una parábola contemporánea de la iglesia
El refugio más cálido y seguro: Una parábola contemporánea de la iglesia
Libro electrónico168 páginas

El refugio más cálido y seguro: Una parábola contemporánea de la iglesia

Calificación: 4 de 5 estrellas

4/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El lugar donde serás más amado es la historia de dos hombres, un desilusionado anciano de una iglesia y un joven y talentoso pastor, que reconocen que su iglesia ha perdido de vista su prioridad número uno: amar a Dios y amarse los unos a los otros. Ellos empiezan su búsqueda, cada uno por su lado al principio, a fin de recuperar ese amor perdido, y luego dirigen juntos a su congregación hacia un descubrimiento triunfante del secreto para llegar a ser un faro de amor en su comunidad. Al llegar al final de la historia, uno ve y entiende con claridad por qué este secreto, tan sencillo y sin embargo tan profundo, es vital, así como la forma de aplicarlo a nuestra propia vida y a la vida de la iglesia.
IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento25 jun 2013
ISBN9780829778724
El refugio más cálido y seguro: Una parábola contemporánea de la iglesia
Autor

Ken Blanchard

Ken Blanchard is the coauthor of The One Minute Manager® and fifty other books, including the New York Times business bestsellers Gung Ho! and Raving Fans. His books have combined sales of more than eighteen million copies in more than twenty-seven languages. He is the chief spiritual officer of The Ken Blanchard Companies, a full-service global management training and development company that he and his wife, Dr. Marjorie Blanchard, founded in 1979.

Relacionado con El refugio más cálido y seguro

Libros electrónicos relacionados

Cristianismo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El refugio más cálido y seguro

Calificación: 4 de 5 estrellas
4/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El refugio más cálido y seguro - Ken Blanchard

    RECONOCIMIENTOS

    Ken y Phil les agradecen a sus esposas, Margie y Jane, por su apoyo amoroso en este recorrido hacia El refugio más cálido y seguro. También hacen extensiva su gratitud a Phyllis Hendry por el liderazgo amoroso que ejerce en el ministerio Lead Like Jesus.

    Ken se ha sentido bendecido por contar con colegas fabulosos dentro de la compañía The Ken Blanchard Companies. Los conceptos que ellos le enseñaron aparecen a través de todo el libro. Él quiere agradecerle a Jesse Stoner, su coautora en el libro Full Steam Ahead! por el trabajo pionero que ha realizado en cuanto a tener visión, y a Pat Zigarmi, su coautora en el libro Leading at a Higher Level, por el trabajo de investigación llevado a cabo por ella sobre las preocupaciones que tiene la gente cuando se producen cambios.

    Phil le agradece a Karen McGuire y a Martha Lawrence por su aliento, sabiduría, apoyo editorial y el amor que han mostrado por el libro. También quiere agradecer a Micky Blackwell por sus perspectivas sobre la oración comunitaria. Y por la disposición a proveerle sugerencias y opiniones sobre el trabajo, Phil quiere agradecerles a Kathy McKinnie, Owen Phelps, Greg Bunch, Sally y Steve Patay, y Bruce Humphries. Phil también les agradece a los genuinos Golden Oldies (Harley Damon, Vergil Best y Phil Seitz), sus compañeros en una relación de transparencia durante los últimos quince años. Phil les agradece a las familias Hodges y Pinner por su amor incondicional, en especial a sus nietos Julia, John, James, Philip, Sarah y Samuel. Finalmente quiere agradecer a su finada madre, Elizabeth Hodges, la mujer que le enseñó lo que es el amor incondicional.

    Capítulo 1

    LA CARTA

    «Gracias a Dios que los períodos tienen un límite», masculló para él mismo Tim Manning mientras recorría el programa de la reunión llevada a cabo la noche anterior con el Consejo de Ancianos de la Iglesia Beacon Hill Community. A tres meses de finalizar su tercer período consecutivo de dos años como presidente del consejo de la iglesia, Tim no resultaba elegible para un cuarto período. Aunque experimentaba sentimientos ambivalentes con respecto a dejar sus funciones, tenía que admitir que era bueno que se fuera. Todavía se preocupaba apasionadamente por la iglesia y se sentía gratificado por las muchas cosas que habían acontecido durante su período de funciones. Pero estaba agotado. Luego de ochenta y dos reuniones del consejo, veintitrés reuniones congregacionales de trabajo e incontables llamados telefónicos, correos electrónicos y encuentros en la cafetería que se sucedían a diario, estaba listo para traspasar las responsabilidades de liderazgo al próximo «siervo sufriente».

    Tim no tenía idea de que la parte más importante de su travesía de liderazgo dentro de la iglesia estaba a punto de comenzar en cuestión de unos momentos.

    Mientras revisaba aquel programa, se detuvo en el tercer punto: «Celebración del 30° aniversario de Beacon Hill: actualizar la planificación». Era algo un poco inusual llevar a cabo una celebración del trigésimo aniversario. Pero su predecesor había cajoneado abruptamente los planes para una celebración de los veinticinco años de existencia cuando supo que el pastor había sido quitado de sus funciones por haber participado en demostraciones locales en contra de la guerra. La tensión extrema de la que se había impregnado la iglesia en esa época descartaba cualquier intento de celebración gozosa.

    Tras esa desgracia, la asistencia decayó. Hubo una significativa pérdida de apoyo financiero cuando algunos de los antiguos miembros dejaron la iglesia a causa de que se hubiera despedido al pastor. Las conversaciones sobre el presupuesto se volvieron competitivas, contenciosas y a veces lisa y llanamente desagradables.

    Siendo el presidente entrante, Tim, junto con el resto del equipo de liderazgo, dedicó mucho tiempo y esfuerzos a prevenir un cisma total de la iglesia. Las emociones estaban a flor de piel. Se habían levantado muros entre los bandos opuestos a causa de la decisión de apartar al pastor. Cuando el furor se calmó, una fría amabilidad cubrió el torrente subterráneo de profundos enojos y heridas que seguía corriendo. Ese constituyó un tiempo de prueba que llevó a Tim a sus rodillas, pidiéndole a Dios paciencia y sabiduría para no reaccionar a partir de su propio orgullo, temores o frustración.

    Con el paso del tiempo y la partida de algunos de los miembros más amargados de la congregación, la iglesia lentamente comenzó a sanar. La llegada de Mike Reston, un pastor joven, muy dotado, con doctrina clara y un estilo atractivo de predicar, levantó mucho el espíritu de la congregación. Cuando se inauguró una planta industrial de auto partes en las cercanías, todo un flujo de gente nueva ingresó en el área y gradualmente se restauró la asistencia a las reuniones del fin de semana, hasta alcanzar los niveles anteriores. Las ofrendas aumentaron con el giro producido en el mercado de valores, y se logró una gran mejora en el balance financiero general.

    Tim consideraba que ahora la iglesia se había fortalecido nuevamente. Con toda certeza bullía de actividades. Algo se llevaba a cabo cada noche. Los estudios bíblicos, los grupos de ayuda, las reuniones de comisión, y las oleadas de actividades anuales centradas en las festividades de Navidad y Pascua no dejaban mucho tiempo que digamos para que las manos permanecieran ociosas. Se había producido un cambio tan positivo que Tim gustosamente apoyaba la idea de llevar a cabo la celebración del trigésimo aniversario de la iglesia Beacon Hill Community durante el año siguiente.

    Al pensar en ello mirando hacia atrás, Tim podía ver una gestión de liderazgo en la que el trabajo esforzado y perseverante, y el haber mantenido vivo y por buen camino el mensaje del evangelio, habían producido frutos. Aun secretamente se visualizaba recibiendo las palabras de aprobación: «bien hecho, buen siervo y fiel» por la tarea realizada. Se sonrió y revisó el resto del programa en su agenda:

      Revisión del pedido de tres comisiones ministeriales de mejorar los recursos financieros en el presupuesto del año siguiente.

      Considerar las recomendaciones de la comisión de finanzas y propiedades acerca de postergar el nuevo techado del edificio de educación cristiana.

      Abrir el debate acerca de cómo manejar mejor el tema referido a la cantidad de matrimonios que estaban en crisis.

      Dar a conocer el resultado de las negociaciones entre los líderes de la clase de escuela dominical Adultos Nuevos Horizontes y los estudiantes ministeriales en cuanto a intercambiar salones de reunión.

      Considerar la planificación para el Día nacional de oración.

    Todo había contenido la acostumbrada colección de minas terrestres pero no había sido nada que Tim no hubiera podido manejar. Tenía que admitir que le había caído encima de un modo muy fuerte a uno de los miembros más jóvenes del consejo, el que había sugerido una postergación en el comienzo del proyecto de nuevo techado. Ese asunto era algo que Tim sentía que debía completar antes de que acabara su término de funciones. Al finalizar la reunión de la noche anterior, luego de muchas conversaciones animadas (y hasta acaloradas), todas las cuestiones habían quedado resueltas, y todos se habían ido de bastante buen humor.

    Solo le faltaban tres meses más de reuniones de consejo. Tim se preguntaba cómo sería recuperar esas noches de martes cada quince días. Ya no habría más cenas apresuradas, ni carreras hacia la iglesia transgrediendo el límite de velocidad, ni los informes desvelados que postergaban la hora del sueño y hacían que las mañanas de los miércoles constituyeran un verdadero desafío en el trabajo.

    Notó que extrañaría bastante la comunión, las enseñanzas devocionales y el tiempo de oración que compartía con los otros miembros del consejo. De nuevo, Tim sonrió. Le importaban esos muchachos. Como grupo, incluyéndose a sí mismo, no eran perfectos. Pero que Dios los bendiga, pues se juntaban dos veces al mes, al final de una ardua jornada de trabajo mundano para esforzarse y hacer lo mejor que podían en lo tocante a los negocios de Dios. Oraban juntos, se reían, disputaban unos con otros y, por la gracia del Señor, llegaban a tomar juntos el cúmulo de decisiones a las que tenían que hacerles frente: algunas eran buenas, otras fantásticas, y otras no tanto.

    Sin embargo, Tim tenía la sensación de haber realizado bien la tarea y guardaba la expectativa de tomarse un buen tiempo para relajarse.

    Sintiéndose satisfecho, Tim dejó de lado la agenda y comenzó a revisar el correo de la mañana. Sus ojos se posaron de inmediato en un sobre escrito a mano y dirigido a Tim Manning, presidente del consejo de la IBHC. Generalmente los asuntos que le llegaban bajo esa presentación contenían una de estas dos cosas: una queja de parte de algún miembro de la congregación, o (en raras ocasiones) una nota de aliento. Se preguntaba de qué se trataría en esa ocasión.

    Una única hoja escrita en una caligrafía clara pero que no le resultaba familiar, decía:

    Apreciado Tim:

    Lo he estado observando y considerando su período de liderazgo en Beacon Hill durante muchos años y pienso que es importante escribirle en este momento. He notado su arduo trabajo al conducir Beacon Hill para sacarla de un período de confusión, turbulencia y desafíos. Usted ha logrado perdurar mucho tiempo y con perseverancia ha dedicado sus energías a la creación de un cierto nivel de entusiasmo y actividad dentro de la iglesia. Por todo eso, los elogio a usted y a los otros líderes que han trabajado juntamente.

    Tim hizo una pausa en su lectura y pensó: ¡Mira! Estaba esperando recibir las palabras «bien hecho, buen siervo y fiel» y aquí están, en mi correo de la mañana. Continuó leyendo:

    Le escribo para llamar su atención sobre algo importante. Ustedes han perdido su primer amor. Usted y la iglesia comunitaria Beacon Hill se han alejado del amor de Dios y del amor del uno hacia el otro al colocar como su prioridad un esquema de actividades fundamentadas en lograr el éxito. Eso constituye una situación grave si no se la revierte; va a destruir la credibilidad de la iglesia.

    No tema, Tim. No todo está perdido. Le estoy escribiendo para alentarlo a conducir una etapa de cambio que, bajo la guía del Espíritu Santo, puede llevarse a cabo. Si usted acepta el desafío de restaurar el amor dentro de la vida de la iglesia a través de reavivar la pasión y la humildad que estaban presentes cuando la iglesia recién comenzaba, tanto usted como Beacon Hill recibirán bendiciones que irán más allá de lo que puede imaginar. El camino de retorno debe empezar con usted.

    Le envío esta carta con el amor de siempre, y la fe de que lo que hace falta puede lograrse.

    Su más sincero amigo

    Tim miró la carta con descreimiento. Sus pensamientos muy pronto lo condujeron a la frustración. En tanto que el que escribía le había dado un baño almibarado a sus observaciones, Tim estaba convencido de que provenían de uno de esos críticos crónicos que había aprendido a soportar durante su período de funciones.

    Frunció el entrecejo. «Para los que suelen blandir el hacha, como esta persona, nada está bien jamás», dijo en voz alta. Silenciosamente continuó razonando.

    Beacon Hill está lejos de considerarse fuera de control, y se ha logrado mucho en cuanto a hacer avanzar el reino, pensó. Los números cierran tanto en lo referido a las ofrendas como a la asistencia. La gente de esta iglesia comparte una causa común, que es hacer cosas en el nombre del Señor. Se ha creado un nuevo sentido de urgencia. ¡Todo se ha puesto en marcha de nuevo!

    Habiéndose sacado eso de adentro, Tim arrojó la carta al cesto de papeles y comenzó a revisar el resto de la correspondencia. Siempre se había enorgullecido de mantenerse al día tanto con su correo regular como con el correo electrónico. Estaba a punto de escribir algunas notas en el papel amarillo con membrete que tenía a mano

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1