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Primer libro de José Ordóñez a los aburridos: Una recopilación de sus historias y mejores chistes
Primer libro de José Ordóñez a los aburridos: Una recopilación de sus historias y mejores chistes
Primer libro de José Ordóñez a los aburridos: Una recopilación de sus historias y mejores chistes
Libro electrónico154 páginas1 hora

Primer libro de José Ordóñez a los aburridos: Una recopilación de sus historias y mejores chistes

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En este libro José Ordóñez no solo describe los más divertidos pasajes de su vida con su particular manera humorística, sino que añade colecciones de frases, coplas, versos, silogismos, hipérboles y cuanta cosa se le ha ocurrido en veinte años de carrera profesional como humorista.
IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento25 jun 2013
ISBN9780829778991
Primer libro de José Ordóñez a los aburridos: Una recopilación de sus historias y mejores chistes
Autor

José Ordóñez

José Ordóñez nació en Bucaramanga, Colombia, y desde muy pequeño se destacó por sus capacidades histriónicas y humorísticas, que lo llevaron a ganar concursos y a establecer marcas mundiales por permanecer sesenta y cinco horas consecutivas contando chistes. Ha sido invitado a múltiples programas internacionales de televisión. En la actualidad radicado en Miami, José Ordóñez presenta todo su repertorio a todo el público latinoamericano a través de las estaciones radiales del grupo Génesis. Ya ha incursionado como productor haciendo sus primeras animaciones para la cadena Univisión gracias a su productora de televisión con sede en Estados Unidos y Colombia.

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    Primer libro de José Ordóñez a los aburridos - José Ordóñez

    Niños

    conectados

    Educar a los hijos se ha vuelto una tarea bien complicada. No ha sido fácil tratar de desacostumbrar a esta generación a las adicciones de la gente de antes. Las horripilantes imágenes de álbunes fotográficos de esos tiempos muestran a niños en piscinas al aire libre, vestidos de vaqueros, indios, astronautas y hasta haciendo castillitos de arena a orillas de la playa.

    Sin embargo, he querido darles mi aporte a los padres modernos que andan muchas veces desconcertados con las tendencias de los muchachitos de hoy en día y quieren regresar a esos tiempos.

    Ponga en práctica estos consejos:

    Si el niño hace cara de aburrido mientras está frente al TV de plasma, desconéctelo de los sonidos repetitivos del video juego y déjelo un rato conectado al Ipod. Eso evitará que salga un rato al patio para que le dé el sol o, en el peor de los casos, que se ponga a jugar con tierra.

    Recuerde que los niños son muy curiosos, a veces hasta se asoman por las ventanas a dialogar con otros niños del vecindario que tienen su misma edad. Para evitarlo, cerciórese de que el Wi-fi de su casa funcione con mayor rango de señal, cerca de esos peligrosos ventanales que pueden llevar al niño a vestirse de indio solo porque el vecinito está disfrazado de vaquero. Ponga siempre una pantalla de navegación cerca de las ventanas para que el infante aminore las ganas de asomarse y el contacto con el peligroso vecindario.

    No lo deje solo en la ducha, pues podría aburrirse durante las inanimadas jornadas acuáticas. ¿Lo dejaría expuesto a jugar con patitos de hule, a imaginar cosas en su mente, a que incluso llene la tina con agua y piense que está peleando con monstruos marinos, se crea un súper héroe o, en el peor de los casos, llegue a sentir la sensación de hormigueo que producen las gotas de agua que caen sobre su espalda y eso empiece a gustarle?

    En estos casos se recomienda ponerle al infante un reloj de pulso con pantalla líquida y juegos arcadia a prueba de agua o que el padre tenga la pericia suficiente de colocar el TV de plasma de la habitación del niño de tal manera que se refleje en los espejos del baño, para proyectarle las imágenes de los dibujos animados de la mañana.

    Permita que continuamente se desplace hasta la nevera para que la «escanee» de arriba a abajo, de lado a lado, y pueda encontrar los concentrados de pulpa de fruta y sus brochetas de pollo procesado, que podrá descongelar y calentar si le enseña el divertido arte de interactuar con los botones del control remoto del horno microondas.

    En la noche, déjelo conectado a su control remoto para que, en esporádicas lagunas de insomnio, producto de la sobrecarga cerebral, el niño pueda dopar el consciente con una buena dosis de historias animadas en 3D.

    Hay niños que son perezosos a la hora de hacer sus deberes. Si su niño no deja la computadora programada para que haga las tareas, castíguelo dejándolo una semana sin Facebook. Eso hará que no olvide sus responsabilidades en el hogar.

    Enséñelo a que cumpla con sus obligaciones, prográmele la alarma de su Outlook para que le avise cuándo tiene que poner a cargar su Ipod, desfragmentar los discos duros de la computadora, recargar la batería del celular, borrar los archivos temporales, bajar las nuevas aplicaciones de Internet o almacenar sus archivos bien ordenados en las carpetas del administrador de programas. Sé que todo ello puede parecer duro, pero no podemos levantar una generación ociosa.

    Si al niño le da un repentino ataque de subirse a sus hombros, bájelo con cautela y conéctele el Ipod a volumen considerable. Eso contribuye a canalizar las energías del niño.

    Es más, a veces se atreven a pedir que los padres les contemos cuentos mientras están acostados en la cama, en cuyo caso lo más conveniente es dejarles el televisor prendido hasta la una o dos de la madrugada.

    Cuando lo lleve en el auto, no se olvide de prenderle el DVD. Eso lo alejará de querer mirar a través de la ventana y empezar peligrosamente a anhelar contacto con el mundo exterior. Se sabe de niños que de tanto mirar por los cristales del automóvil vieron vacas, caballos y hasta perros, y pidieron a sus papás ser llevados a campos abiertos para conocerlos de cerca. Los padres pusieron el «grito en el cielo», o mejor…. mandaron un correo electrónico a la NASA.

    A veces en el comedor querrá jugar con la comida cuando sepa que usted no lo está mirando. Conecte cámaras web que apunten hacia la mesa. Él se sentirá observado, sabrá que usted incluso podrá estar en otro país, pero que detalla cada uno de sus movimientos. Si no puede permanecer frente a su computadora para que reciba las imágenes, manténgase grabando y luego revise; pero no le permita esas libertades en el comedor. Ese es el lugar sagrado de la casa, donde la familia afianza los lazos de unión.

    Si el niño habla demasiado es porque aun no domina el arte de chatear. Enséñelo a ser más rápido con los dedos que con la boca. Incúlquele el arte de los «animatics» y las expresiones a través de las caritas de los chats. En los tiempos de antes, los niños hacían gestos faciales, muecas y hasta se sacaban la lengua entre ellos, costumbre que, gracias al venerable chat, se ha venido perdiendo.

    Si el niño no contesta el celular cuando usted lo está llamando, puede ser por causa de andar embobado mirando a otros niños hacer deporte. «Textéele» inmediatamente un mensaje con «tipes» en mayúsculas y caritas rojas enojadas y adviértale que está al borde de perder su plan celular ilimitado.

    Recomiendo llevar estos consejos en un «txt» de su móvil como fuente de consulta diaria. Los mismos le ayudarán en la difícil tarea de levantar esta generación y evitarán que dé rienda suelta a esos peligrosos deseos de retroceso. Pues si no, usted puede terminar formando una generación de irreverentes que, cuando lo vean en el ataúd, lo irrespeten al sepultarlo sin su reproductor Mp3 encendido. ¡Porque como está el mundo, para allá vamos!

    Ordóñese

    de la risa 1

    Había un circo tan pobre que su león era un perro con peluca.

    El papá le pregunta a Benito:

        «Benito, ¿qué quieres ser cuando grande?»

        A lo que el niño contesta tranquilamente:

        «¡Niña!»

        Obviamente el papá queda aterrado, decepcionado, triste:

        «¡Oh, Dios mío! ¡Qué he escuchado!»

        Queriendo darse una oportunidad para oír otra cosa, le vuelve a preguntar a su hijo:

        «Benito, ¡dímelo otra vez! ¡Quizá fue que no escuché bien! ¿Qué quieres ser cuando grande?»

        A lo que el niño responde con seguridad …

        «¡Niña!»

        A punto de desmayarse, el padre exclama aturdido:

        «¡Oh Señor!, te lo presentamos en la iglesia, asistió cada domingo a la escuela dominical para que se le inculcaran los valores y principios cristianos, y ahora este niño quiere ser niña. «Papi, no te preocupes, yo quiero ser niña, tortuga niña».

    Aguanta más hambre que piojo en peluca.

    Sentados en la banca de la iglesia, el líder le dice a un hermano:

        —¡Estaré orando por ti para que Dios te dé un nuevo aliento!

        —¿Usted cree que eso es lo que necesito, líder?

        —Sin lugar a dudas. ¡Porque el aliento que tienes cuando abres la boca no se lo aguanta nadie!

    Pablo Remalas está tan de malas que el único día en que le prendió el auto se lo apagaron los bomberos.

    El bobo Tanainas golpea a la puerta de la casa de su novia. La novia, que es igual de boba, dice desde adentro:

        «¡No estoy!»

        A lo que contesta Tanainas:

        «¡Ah bueno! ¡Menos mal que no vine!»

    Había una finca tan rica que las ovejas no daban lana sino paño inglés.

    El pastor había sido teniente de una guarnición militar. No había olvidado su militancia, ni siquiera cuando estaba en el pulpito. Así, a veces no decía en la iglesia: «¡Vamos a postrarnos!», sino: «¡Cuerpo a tierra!»

    Está más cortado que la toalla de Fredy Crugger.

    La señora de la casa está jugando cartas con sus amigas. De pronto en la cocina se escucha el estruendo de muchos platos que caen al piso. La señora, aterrada, le grita a la muchacha del servicio:

        «¿Más platos, Merceditas?

        A lo que responde con otro grito desde la cocina:

        «¡No, mi señora, menos platos!»

    Pablo Remalas camina por la calle. Pasa una paloma y deja caer su excremento justo en la frente de Pablo, que dice optimista: «¡Menos mal que no hay vacas voladoras!»

    Había un hombre tan elegante que tosía en «re menor».

    La muchacha invidente ingresa a la iglesia con su bastón. Un ujier le ayuda a entrar y la sienta en la última de las bancas. El pastor está a punto de recoger la ofrenda y habla acerca de la ley de la siembra y la siega: «¡Si no siembras, no siegas! —como los que recogen diezmos

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