Una de las tecnologías que ha marcado a fuego el año que acabamos de dejar atrás ha sido la inteligencia artificial generativa. Servicios como los que ofrece Chat-GPT, Bard o Midjourney han pasado del anonimato más absoluto a ser conocidos por casi todos y tener cientos de millones de usuarios en todo el mundo. Las aplicaciones que tiene la inteligencia artificial son innumerables y queda fuera de toda duda el gran futuro que le aguarda a esta tecnología, pero, al menos por ahora, las preguntas en torno a ella son muchas más que las respuestas.

La principal cuestión que se plantea el usuario medio es cómo conseguiremos distinguir la realidad de la ficción. En los últimos meses hemos visto imágenes cuya verosimilitud era completa, también textos que parecían escritos por una mano humana e ilustraciones muy cuidadas que, de no haber mediado la IA, pensaríamos que son obra de un bien dotado artista. Es previsible que en el año que ahora comienza la avalancha de servicios relacionados con la IA generativa continúe, pero también se esperan herramientas que nos ayuden a identificar textos, fotografías, vídeos, audios e ilustraciones generados de forma sintética.

El desarrollador de Chat-GPT, la empresa Open AI, ha anunciado que incorporará una función que identifique si una imagen ha sido creada por su generador de imágenes Dall-E 3. Podremos saber si ha salido de ahí, pero no si proviene de otra aplicación que haga ese trabajo. No es mucho, pero es más que nada. TikTok, por su parte, ha prometido que desarrollarán herramientas para detectar y etiquetar automáticamente vídeos generados por IA. Esas herramientas podrían fallar y que la plataforma termine dando por bueno algo artificial y por malo algo salido de una mente humana. Este es un riesgo con el que tendremos que aprender a convivir a partir de ahora: los falsos positivos de máquinas que examinan el trabajo de otras máquinas y de nosotros mismos.

La denominada Iniciativa de Autenticidad de Contenido que ha puesto en marcha la empresa Adobe, famosa por su suite de programas para profesionales creativos y que hace sólo unos días saltó a la prensa porque Microsoft la había adquirido por 300.000 millones de dólares, pretende etiquetar todas las imágenes, audios y vídeos que han pasado por su software para que quede claro su origen. A la iniciativa se ha sumado Intel, Arm, Qualcomm y algunos fabricantes de cámaras de fotos como Nikon o Leica. Microsoft ha anunciado que lanzará una herramienta en los próximos meses para que los partidos políticos puedan utilizarla en sus campañas electorales y cuidar así la autenticidad de la fotos y vídeos de sus candidatos.

Este sistema de credenciales que aspira a aportar la Iniciativa de Autenticidad de Contenido tratará de otorgar fiabilidad a los contenidos gráficos creados por seres humanos y que se diferencien de los que han sido generados por aplicaciones de IA. Los creadores de contenido digital pueden respirar algo más tranquilos, pero no mucho más. La IA cambiará -está cambiando, de hecho- las reglas del juego y ese cambio se quedará entre nosotros como ya sucedió en el pasado con los sistemas de distribución de contenido visual y musical. Pero la regulación y las leyes van siempre a remolque de la tecnología, rara vez se anticipan a ella. Eso dejará un periodo de ajuste que transformará para siempre el qué, el cómo y el quien crea los contenidos que luego llenan nuestras pantallas.

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