Larga distancia
Por Tali Goldman
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A veces se escribe Dios, a veces se escribe dios, a veces se escribe Di*s. En estos cuentos aparecen las tres variables: la de la mayúscula, la de la minúscula, la de lo inescribible. Porque a veces hay una ley que se impone, reglas atávicas que hay que cumplir. Pero también, y al mismo tiempo, la evidencia de que las vidas transcurren a partir de las desobediencias, de salirse o transgredir. Y a todo eso subyace, con una sutileza admirable, lo que no se dice o no puede decirse, un sustrato de silencio, de secretos o de olvidos. La mejor literatura sabe siempre situarse ahí" (Martín Kohan).
"Los cuentos de Tali Goldman están hechos de llamadas telefónicas, mails enviados desde casillas ajenas, charlas que tratan de acortar la distancia, pero solo logran subrayarla, pepinos susurrados en secreto y tortas de naranja que pasan de mano en mano y terminan volviéndose la piedra basal de una vida.
Son cuentos llenos de humor y picardía, cuentos que se permiten, de tanto en tanto, ser un poco irónicos y que, definitivamente, no le temen a la ternura y la melancolía. No es fácil sacarle filo a la púa límpida y agridulce con la que estos cuentos pinchan al mismo tiempo que arrancan una sonrisa: Tali lo logra con total maestría" (Federico Falco).
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Larga distancia - Tali Goldman
Larga distancia
Larga distancia
Tali Goldman
—segunda edición—
Índice de contenido
Portadilla
Legales
LARGA DISTANCIA
LA DOCTORA VENTURINI
LAS CUATRO AMAPOLAS
TORTA DE NARANJA
AYUDA A ELLA
LA TÍA AÍDA
WALKING DISTANCE
© 2020, Tali Goldman
© 2020, Concreto Editorial
Maure 4109
(1427), CABA, Argentina
editorial.concreto@gmail.com
concretoeditorial.com.ar
Edición Belén Aspeleiter / Inés Ripari
Diseño de tapa / maquetación Belén Aspeleiter
Fotografía de tapa Archivo familiar
Corrección Catalina Guerrieri
Texto de contratapa Martín Kohan y Federico Falco
Digitalización: Proyecto 451
A la babe Rosita, mi personaje favorito
Soy descendiente de estancieros por los dos lados
Adolfo Bioy Casares
LARGA DISTANCIA
En una semana Malena entra al Ejército, ¿te dije, mami? Ya no me acuerdo de lo que te digo y de lo que no. Estoy con insomnio hace unos días y eso que yo siempre fui de dormir bien. Sí, Ingrid, nunca tuviste ese problema, eso siempre me tenía preocupada por tu hermano, ¿por qué no le preguntás a él por las pastillas que toma y de paso le pegás un llamado? ¿Querés que te cuente la última vez que hablé con Gustavo lo que me dijo? Mami, por favor. ¿Y la nena cómo está con el asunto del Ejército? Y... ella está contenta, o eso me dice a mí, andá a saber, van los amigos, ve a los hermanos más grandes, qué sé yo. Cambiemos de tema porque me angustio. ¿Vos pudiste arreglar el televisor? Sí, vino Víctor, ya le tengo que hacer un monumento a ese hombre. Además vino Carolina, su esposa, y tenés que ver cómo me atiende, me dejó café hecho, son de otra calidad de gente ellos. ¿Es el mismo de siempre? No, es nuevo este, al anterior le hicieron un juicio acá los del consorcio, porque, la verdad, no estaba nunca, pero como había que pagarle una fortuna entonces se llegó a un acuerdo, qué sé yo, pero este Víctor es divino, creo que es de Perú o de Jujuy, no me acuerdo lo que me contó, pero viajan seguido. Mami, otra vez te lo digo, en serio, pensalo. Ya pasó un año desde lo de papi, y vos sabés que esto te lo vengo diciendo incluso desde que estaba vivo. Acá estamos nosotros, Jorge, los chicos. No es la primera vez que hablamos de esto, acá estarías mucho mejor, la calidad de vida, todo, mami. No es lo mismo que allá. Acá están muy avanzados con todo el tema de la diabetes, ya te lo dije, te tendrías que dejar de pinchar todos los días. Silvia, que es una vecina de mi edificio, también argentina, y que tiene la misma diabetes que vos, dice que le cambió la vida, dice que te ponen un cinturón a la altura del abdomen que te va dando insulina, es algo mágico, mami, acá estarías con nosotros, con Jorge, conmigo, te vamos a cuidar. No sabés los espacios verdes que hay, no tanto edificio, edificio, edificio. Pero, Ingrid, qué voy a hacer allá, por favor, ya soy grande para cambiar de país, acá tengo mi casa, mis cosas, las chicas del coro, todavía están Berta y Noemí, a Dios gracias. Allá no sabría el idioma, ¿cómo querés que me comunique con la gente? Ir a comprar suponte algo al almacén, Ingrid, o ir a la farmacia. Yo sé solo dos o tres palabras en hebreo que no me sirven ni para ir a comprar un caramelo al kiosco. Además, a esta altura de mi vida... yo ya no estoy para andar generando nuevos vínculos, ya ustedes se fueron hace mucho, yo acá estoy bien, tranquila, estoy cómoda, Ingrid. Pero, mami, estarías más tranquila, sin renegar todo el día como estás allá, además vos sola en esa casa tan grande, ¿pensaste qué vas a hacer con la casa? No es mala esa idea que te propuso Jorge la última vez que fuimos a Argentina, ¿te acordás?, que hablamos de venderla, mudarte a algo un poco más chico y poner esa plata en un pozo. ¡Qué pozo, Ingrid, qué pozo! Además acá está lleno de argentinos, mami. Mirá, la que te digo que tiene diabetes, Silvia, debe tener tu edad, más o menos, quizás un poco menos. Yo te digo… ella se vino a vivir acá en los setenta, ella era muy socialista, pero, pobrecita, sufrió una desgracia, bueno, para qué amargarnos con Silvia, lo que te quiero decir es que ella es divina y yo creo que se llevarían muy bien ustedes dos. Acá en nuestro barrio está lleno de argentinos, es más, le dicen La Villa Crespo, en serio, mami, y vos, que sos más sociable que yo, que llevo quince años acá, me vas a ganar en amistades. No sé de dónde sacás que yo reniego, Ingrid, te quiero ver a mi edad. Yo acá tengo mi rutina, hija. Acá viene dos veces por semana Tere que me atiende como una reina, me deja la comida preparada para toda la semana. Ay, ¿cómo anda Tere, mami, cómo está el marido? Ahí anda el marido, lo operaron, salió bien y ahora está con rayos, lo veo seguido porque vienen a atenderse al hospital que está acá sobre Las Heras, viste, dicen que es muy bueno. Tere está muy conforme con la atención y todo. Y sí, mami, los hospitales públicos en Argentina son buenos, ¿te acordás del doctor Pasternak, el pediatra de los chicos? Bueno, él era jefe de pediatría de un hospital público. Sí, claro, muy buen mozo era, me acuerdo, pero volviendo al tema, Ingrid,