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Un socialismo del siglo XXI: Zonceras kirchneristas
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Libro electrónico272 páginas2 horas

Un socialismo del siglo XXI: Zonceras kirchneristas

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En la Argentina del 2001 hubo una crisis de gobernabilidad y los enemigos de la libertad, del Club del Helicóptero, incendiaron el país.
El autor de Un socialismo del siglo XXI. Zonceras kirchneristas propone observaciones sobre la gestión en el Gobierno Nacional de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Lilloy hace hincapié en que ellos arbitraron un Estado regulatorio como estado puro y en un adoctrinamiento antiliberal pro Cuba y un Populismo del Siglo XXI. Subraya que, después de 20 años, llegó el naufragio con 45% de pobres, una de las inflaciones más altas del mundo y una corrupción generalizada. Al modo de cierto gesto de Montaigne, este libro recorre un repertorio de las causas de la crisis social y económica que hoy transita la Argentina.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jun 2024
ISBN9789874931719
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    Un socialismo del siglo XXI - Raúl Lilloy

    EL KIRCHNERISMO

    La falsificación de la realidad por INDEC

    Hoy el índice de pobreza se ubica por debajo del 5%; y el índice de indigencia en 1,27%.

    Cristina Fernández de Kirchner

    Esta información fue consultada en un sitio que revisa las noticias para contrastarlas con evidencias empíricas. En el enlace, lo que refiere respecto de esta afirmación de la ex-Presidente:

    https://chequeado.com/hilando-fino/cfk-y-la-falta-de-datos-sobre-pobreza/

    (Chequeado el 8 de junio 2015).

    Veamos los datos de Cristina:

    Pobreza: 4,7 por ciento

    Indigencia: 1,4 por ciento

    Datos del Observatorio de UCA:

    Pobreza: 30 por ciento

    Indigencia: 4,5 por ciento

    Cristina Fernández de Kirchner estuvo en el Encuentro de la FAO, el organismo de Naciones Unidas a cargo de los problemas de alimentación. Dijo que hoy el índice de pobreza se ubica por debajo del 5 por ciento; y el índice de indigencia en 1,27 por ciento. Los últimos datos difundidos por el INDEC, que desde el primer semestre de 2013 no publica más información al respecto, son cercanos: 4,7 por ciento de pobreza y 1,4 por ciento de indigencia.

    Lo datos del INDEC están muy cuestionados (dibujados) por su intervención a partir de 2007, lo cual no permite tener estadísticas confiables sobre los niveles y la evolución de la pobreza en el país. Este es el lado orwelliano del Kirchnerismo: falsear los datos o directamente no llevar una estadística de los mismos.

    Aníbal Fernández dijo —sobre la base de lo que su jefa había dicho— que, entonces, tenemos menos pobreza que Alemania.¹

    EDSA Bicentenario (2010-2016) y EDSA, Agenda para la Equidad (2017-2025), Observatorio de la Deuda Social Argentina, UCA.

    Aquí vemos un dato falso, grotescamente falso, pero lo más grave es que Cristina se basaba en datos oficiales y allí se evidencia otra estrategia del Kirchnerismo: falsificar datos vía organismos del estado como INDEC, en los tiempos de Guillermo Moreno, Secretario de Comercio. El personaje, pendenciero, tosco y bastante mediático, fue procesado en 2018 por la Cámara Federal por cambios en el INDEC.

    La causa se realiza a Moreno, Beatriz Paglieri, Celeste Cámpora Avellaneda y Marcela Filia. Fueron acusados de los delitos de abuso de autoridad, violación de registros y documentos, y falsedad ideológica.²

    El Fondo que se queda con el fondo

    El Fondo Nacional de las Artes (FNA) es un buen ejemplo kirchnerista de la distancia en el discurso entre lo denotado (lo que se dice o grita) y lo connotado (lo que se esconde en el discurso o permanece en la penumbra). Aquí lo denotado es la defensa de la cultura, de los artistas, y lo connotado, la defensa de un aparato estatal que se come el 70 por ciento del fondo de los artistas.

    El fondo fue creado en 1958 con el objetivo de instituir un sistema financiero para prestar apoyo y fomentar las actividades artísticas, literarias y culturales de todo el país. En ese sentido, tiene por misión primaria financiar, con espíritu de fomento, las actividades artísticas a nivel individual y/o grupal además de las realizadas por entidades sin fines de lucro y de las industrias culturales. También tiene como propósito servir a la preservación del patrimonio artístico de las distintas regiones del país. Esencialmente, entonces, es lo que dice su nombre, un fondo. Gestiona dinero para los artistas en forma de subsidios, préstamos. ¿Cuánto dinero les llega a los artistas del FNA y cuánto se queda en el aparato burocrático?

    Veamos el presupuesto del financiamiento para el fomento de las Artes³:

    2023: 812.990.401 pesos

    Gastos en personal: 418.500.000 pesos

    Servicios no personales: 122.809.000 pesos

    Bienes de uso: 3.044.000 pesos

    Bienes de consumo: 3.785.000 pesos

    Total: 548.309.000 pesos

    Transferencias al sector privado: 229.850.535 pesos

    Dinero que les llega a los artistas: 28%

    Dinero que queda en empleados: 51%

    Cantidad de empleados: no hay forma de saberlo, información que no aparece. En Google puede que esté, yo no la encontré.

    INCAA, otro supuesto benefactor del cine, tenía en 2017 800 empleados, y de nuevo se repite esa simulación kirchnerista, estas partidas falsas.

    Si es un financiamiento para los artistas, acaso ¿se podría destinar ese fondo vía institución bancaria y eliminar todo ese aparato que se come el 70 por ciento del fondo?

    Magia en la política

    Por Ricardo Lilloy

    La idea de magia en la política está basada en que cualquier cosa que deseamos se puede producir, se puede hacer realidad sin necesidad de una gestión. Es, un poco, la famosa (y falsa) ley del deseo. Deseo y luego, mágicamente, las cosas suceden. Pero no es así en los hechos, lamentablemente.

    Hay una frase: donde hay una necesidad, hay un derecho; sin embargo, donde hay una necesidad no hay un derecho. Donde hay una necesidad hay un problema. Y lo que hace falta para resolver cualquier problema es tener medios, tener recursos, tener talento, aplicarlos a través de una gestión responsable e inteligente. Y es probable que esas necesidades puedan ser satisfechas, parcial o totalmente. Pero siempre a partir de una una acción humana, de trabajo de equipo. En consecuencia, me parece que tiene algo así como un aspecto religioso, de solicitar el milagro en vez de producirlo.

    Después, hay otra que también me llama la atención y que en el ambiente de la salud es muy frecuente. Me sucedió con un sanitarista amigo mío y, en algunos aspectos, muy bien formado. Estuvimos un día hablando acerca del derecho que se había establecido para el trabajador de que pudiera disponer de sus aportes y retenciones que se le hacen para su obra social con absoluta autonomía. O sea, que pudiera, por ejemplo, elegir la Obra Social. Que es una autonomía, aun así, relativa porque tiene que elegir entre distintas opciones, aunque no todas las opciones. Se les habían impuesto una serie de limitaciones y condicionamientos para hacerles más difícil la tarea de cambiarse de obra social y elegir. Bueno, ahora se ha dictado en el DNU 70/2023 una ampliación de estos derechos. Se eliminan todas las trabas que tenía la persona para elegir.

    Finalmente, mi amigo sanitarista me dijo que no estaba de acuerdo porque le parecía que si la persona se puede estar cambiando libremente de obra social no podría permitir que las obras sociales se organizaran, ya que tendrían una población que va cambiando todos los días.

    Eso es tan groseramente absurdo que sería como si uno estuviera obligado a ir a comer siempre al mismo restaurant, para que el cocinero pueda organizar sus platos y el dueño pueda mejorar sus cuentas. Bueno, acá parece ser que lo que es natural y no nos escandaliza en otras actividades, en la actividad de la salud, que es un tema mucho más delicado y vital para las personas, es todo lo contrario.

    El amigo sanitarista me contestó que, en ese caso, la libertad es subsidiaria del bien común. Por lo tanto, está bien restringir la libertad en función del bien común, cosa que también me parece absurdo porque ¿qué es el bien común?, ¿dónde está descripto?, ¿está descripto en los libros sagrados, en alguna religión, en alguna información develada? O sea, nadie sabe lo que es el bien común. El bien común es lo que a mí se me ocurre que es el bien común. ¿Se vota?, ¿lo decide un funcionario, lo decide un religioso? O sea, una cosa absurda.

    Dentro de este aspecto, cuando le pregunto a mi amigo por qué le parecía tan mal que las personas puedan elegir y puedan establecer que las obras sociales compitan para que no se le vayan los afiliados, en principio y eventualmente para captar afiliados, dijo que el problema está en que se producía lo que llaman el descreme. El descreme —lo que dicen algunos de estos sanitaristas o defensores del statu quo burocrático sindical— es que los que tienen más ingresos, serían tentados a cambiar de sistema hacia otra prepaga u obra social más eficiente. Ahora, ese descreme sería como la idea de que estas personas que tienen un poquito de ingresos más altos y que aportan un poquito más sobre el promedio, no tienen derecho a usar esa plata que es de ellos, de magros sueldos, porque siguen siendo sueldos bajos por más que sean sueldos un poco mejores que los del conjunto. Pero, fundamentalmente, no se les reconoce que es su plata, producto de su esfuerzo, de su trabajo.

    Estado presente y control social

    Por Ricardo Lilloy

    El Estado presente en realidad es una forma amigable de referirse a un Estado intruso, interferente, manipulador, arbitrario, que se mete en nuestras vidas y que básicamente tiene dos ideas. La primera, es una idea directamente expropiatoria de recursos. O sea, cada vez que el Estado presta atención al individuo está pensando en sus contenidos económicos, las posibilidades económicas, desde los impuestos, las multas y toda otra herramienta que sirva para expropiar dinero. La segunda, quizá la más peligrosa, es la intención del control social.

    Entonces, cuando el Estado observa la actividad de los individuos, en realidad no solamente sueña con quedarse con parte o todo de lo que esos individuos son capaces de generar y producir, sino que, además, tiene la profunda intención de controlarlos. El Estado presente es el control social, el Estado controlador, el Estado que es capaz de actuar y administrar cada decisión de las personas o grupos. Entonces, en este sentido, digamos, aparece un Estado que se presenta como un Estado de bonomía, ejemplar, que distribuye las ganancias, que evita que el excesivo afán de lucro haga que las personas sufran, evita que la codicia pueda ser un elemento que dañe a los más débiles y, además, justamente lo más importante y no desechable en esta sociedad judeocristiana, el tema de la envidia. Esto es, en general, que al emprendedor y al exitoso nos hemos acostumbrado a no verlos con admiración y tratar de considerarlos como ejemplares. Porque, para ser exitoso, hay que lograr resultados, hay que cumplir objetivos. Entonces, estamos lejos de apreciarlo como un ejemplo, como alguien a quien emular con gratitud porque se trata de una persona que dedica su fuerza, su vida y su talento a producir cosas que sirven, ya que la única forma de tener éxito es lograr esas cosas. Lo vemos, sin embargo, como una persona codiciosa, lo vemos como algo injusto y entonces de algún modo ese rol del estado apropiador de los bienes —aunque no tengamos ninguna seguridad de que se van a distribuir y generalmente tampoco ocurre porque quienes administran el estado rápidamente encuentran fórmulas para quedarse con todo ese dinero— lo vemos bien porque de algún modo se castiga a la persona ejemplar o se castiga a la persona exitosa.

    Donde hay una necesidad, hay una posibilidad de control social

    Por Ricardo Lilloy

    El otro aspecto del control social es el que apunta a los que necesitan, de lo que se trata con los que necesitan es de que no sean capaces de procurarse ellos mismos sus propias necesidades.

    Podríamos decir que donde hay una necesidad, hay una posibilidad de control social. Entonces, se desarrolla la maquinaria monstruosa donde permanecen personas que reciben asistencia económica perpetua, sin que en ningún momento se procure que esas personas salgan de su estado de necesidad y carencia. Y en el caso de personas que tienen mayores ingresos, a esas personas se les provocan ciertos déficits regulatorios que los hacen incapaces de poder tener una economía sustentable. Por ejemplo, lo que se les hace a las empresas de transporte, que se les regula las tarifas por debajo de sus costos, con lo que dependen del subsidio del Estado; o en el caso de algunas empresas de salud, durante la pandemia o posterior, que se les ayudaba a pagar los sueldos. Se les ayuda entre comillas porque lo que se hace es generar una dependencia del subsidio estatal. Todo esto le da control social y además le da recursos al Estado, porque es una maquinaria de corrupción donde las personas o las entidades que reciben los subsidios deben reembolsar a los funcionarios una parte de ese dinero en negro que sirve para alimentar la maquinaria de la política.

    Control social de los artistas

    Por Ricardo Lilloy

    Otra falacia o zoncera que sobrevuela la mala fe, es el Estado distribuidor, el Estado justiciero, el que le saca a los ricos para darle a los pobres. Bueno, esta idea de la distribución con generosidad con lo ajeno se ha dado en innumerable cantidad de aspectos, y siempre bajo la órbita de la idea del control social.

    Una de las cosas que más les ha interesado a los autores de estas políticas, es el control social de los artistas. Los artistas, como toda la sociedad lo sabe, son personas que como tienen orientado su interés hacia el desarrollo de ciertos atributos que están relacionados con el Arte, con cosas abstractas, con cosas intangibles y a veces poco monetizables, entendiendo que la palabra monetizable como que muy pocas veces o pocas veces se puede transformar esto en moneda de cambio y, por lo tanto, en bienestar. Eso hace que los artistas vivan permanentemente en un estado de vulnerabilidad. Significa que tienen una vida azarosa en materia de ingresos. Algunos, escasos, tienen éxito y logran satisfacer sus necesidades mejor que otros, que los hace vivir con mucha preocupación su presente y futuro.

    Entonces, ahí ese es otro sector que rápidamente descubren estos Robin Hood de la política y encuentran que los artistas son vulnerables, son controlables socialmente a través de mecanismos económicos. Aprovechan su vulnerabilidad y, fundamentalmente aprovechan que los artistas son vistos por la sociedad con respeto, con simpatía y por lo tanto son voceros interesantes de la propaganda partidaria. Por lo tanto, siempre en las políticas de estos populismos están los artistas en la mira, a quienes se les otorga recursos legalmente. Por ejemplo, a través de distintos organismos: el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) un caso, o el caso del FNA (Fondo Nacional de las Artes, etcétera, que son lugares donde se canalizan impuestos que generan suculentas cajas, cajas que debieran ser administradas en beneficio de los artistas, pero por supuesto, solo son beneficiados aquellos artistas que adhieren a los postulados del sistema político. Esas cajas se llenan rápidamente de militantes. Es notable ver que esas cajas tienen una cantidad enorme de

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