ANÁLISIS
Desde que Chile recuperó su democracia en 1990 después de 17 años de la brutal dictadura del general Augusto Pinochet, cada presidente entrante se ha dirigido a los grandes empresarios del sector privado para contarles las intenciones del nuevo gobierno en materia de economía. Hubo considerable especulación en enero de 2022 sobre lo que diría el carismático Gabriel Boric, recientemente elegido presidente con una plataforma furiosamente antineoliberal. ¿Haría siquiera una aparición este agitador tatuado de 35 años de edad que había ganado notoriedad como un líder del movimiento estudiantil y enseguida como un fogoso miembro del Congreso?
Boric acudió a esa reunión, pero en vez de comenzar su discurso con declaraciones sobre sus planes o su eventual agenda legislativa, leyó un poema de Enrique Lihn (1929-1988) sobre el cementerio de Punta Arenas, la ciudad natal del nuevo presidente: “Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres/que dan su nombre a lápidas