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JOSÉ MARTÍ Y LAS FLORES
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Libro electrónico165 páginas2 horas

JOSÉ MARTÍ Y LAS FLORES

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A pesar de la abundante literatura escrita sobre José Martí, poco se ha estudiado su pasión por las flores. Iván Schulman ha sido quien más profundizó en esta temática. No obstante, su libro Símbolo y color, data de más de 50 años de publicado. Razón por lo cual José Martí y las flores constituye una continuidad de estos estudios, muy útil para adentrarse en el fascinante mundo de las flores y su relación con la virtud como parte de la ética y la estética martianas. Este libro argumenta el sentido de las flores en el cuerpo de doctrinas estéticas de Martí, que constituye, según Schulman, uno de los más admirables en lengua española.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 mar 2024
ISBN9781662497254
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    JOSÉ MARTÍ Y LAS FLORES - Vilfredo Avalo Viamontes

    Lecturas de Martí sobre botánica y floricultura

    Un análisis pormenorizado que permita valorar todas las lecturas realizadas por Martí vinculadas a la botánica y la floricultura, es una pretensión muy compleja en tan poco espacio, por lo que solo ofrecemos algunos criterios sobre figuras, textos y acontecimientos vinculados a la naturaleza, la botánica y la jardinería en sentido general, con vistas a revelar comentarios y referencias de autores que fueron estudiados por Martí, de botánicos con los que se relacionó o de textos que recomendó fundamentalmente en la década de los ochenta y principio de los noventa del siglo xix a María Mantilla, así como algunas ideas sobre botánica y floricultura aparecidas en sus escritos, en aras de sustentar esta faceta poco estudiada.

    Las primeras incursiones en torno de las aristas del pensamiento de José Martí sobre botánica, jardinería y floricultura, hay que buscarlas, ante todo, en sus continuas lecturas de textos de ciencia. Como ha expresado J. Altshuler, fue José Martí: «ejemplo singular de hombre de formación esencialmente humanista, que percibió a plenitud la necesidad de poseer una cultura integral a la altura de su tiempo» (Toledo, 2003, p. 9), donde no faltaron sus lecturas sobre ciencia. La voraz vocación lectora de Martí desde su infancia, lo puso en contacto con una serie de autores que, de un modo u otro, influyeron en su conocimiento sobre la naturaleza. A propósito de su dedicación a la lectura y los estudios, diría Gabriela Mistral: «Mascó y comió del tuétano de buey de los clásicos [...] fue el buen lector que pasa por los setenta rodillos de la colección Rivadeneira sin saltarse ninguno, solo que pasa entero, sin ser molido y vuelto papilla por ellos» (Toledo, 1998, p. 44).

    Indudablemente, como periodista, José Martí desarrolló una ardua y fructífera labor en el estudio y divulgación de los avances científicos más relevantes de su tiempo. A no dudarlo, alcanza su máximo esplendor una vez establecido definitivamente en los Estados Unidos y radicado, en 1880, en la ciudad de Nueva York, considerada, para entonces, centro del desarrollo cultural mundial. En años posteriores, colaboró de forma activa con importantes diarios, como La Nación, de Argentina y El Partido Liberal, de México. En muchas de sus crónicas sobre las ciencias se pueden encontrar referencias vinculadas a la botánica, o a los grandes hombres y mujeres que se dedicaban al estudio de las plantas. Por tal motivo, se infiere que dedicara mucho tiempo a la lectura de este tópico.

    Sobre su consagración al estudio, refiere Zacharie (1990) que: «No dormía, probablemente, más de tres o cuatro horas, porque todavía encontraba el tiempo de leer omnívoramente (siempre tenía al dedillo la marcha del mundo, estaba enterado del último libro, de la última comedia, de la última invención); le alcanzaba el tiempo para visitar a sus amigos y parecer fresco y sonriente cuando se presentaba en un salón» (Zacharie, 1990, p. 17). Además, era cotidiano verlo, según Trujillo (1971), «por las calles y plazas, por donde transita para ir a sus ocupaciones cargado de periódicos y libros. Siempre lleva consigo la última palabra de la ciencia, del arte, de la política» (Trujillo, 1971, p. 251). Estos dos testimonios son valiosos para corroborar cómo Martí pudo estudiar y aprender de forma autodidacta, así como la preocupación por la asombrosa variedad de asuntos relacionados con la botánica, pese a su corta y agitada vida.

    Para discurrir un acercamiento a las lecturas realizadas por Martí vinculadas a la botánica y la floricultura, se trabajó con el análisis documental como método, en particular de sus Obras Completas, y de otras obras de estudiosos de su vasto legado. Este andar se ha organizado siguiendo un juicio un tanto cronológico en dos momentos: primero su estancia en México y Venezuela (1875-1880), y segundo, sus años en Estados Unidos al frente de la revista La América, hasta su estancia en Cabo Haitiano (1883-1895).

    En busca de posibles fuentes utilizadas por Martí sobre la ciencia de las plantas, se revisó la colección (incompleta) de la revista Scientific American Supplement, publicación especializada con una frecuencia semanal, fundada en Nueva York en 1845 por los editores Munn y Cia. Esta colección aún se conserva en la Biblioteca Nacional José Martí, aunque faltan los números correspondientes a los meses de agosto, septiembre y octubre de 1883.

    Se confirmó que muchos de los aspectos científico-técnicos tratados por Martí aparecieron publicados en esta prestigiosa revista; sin embargo, poco se pudo encontrar sobre su concepción en torno a la botánica y la floricultura. Según la tabla de contenido habitual de la revista, esta incluía: (I) Ingeniería y mecánica; (II) Tecnología y química; (III) Electricidad; (IV) Medicina e higiene (alterna con geografía y arquitectura), por lo que no existía una sección específica para los contenidos de botánica.

    Martí tuvo contacto con notables científicos contemporáneos suyos, como físicos, matemáticos, médicos, agrónomos, biólogos y botánicos. En uno de sus Cuaderno de apuntes (sin fecha) aparece una anotación muy interesante que revela el interés de José Martí por las propiedades medicinales de las plantas y su muy adecuada información sobre botánica general (Martí, 1975, 21, p. 328). En torno a ello reflexionó: «se sabe que la Botánica (es) base de la ciencia médica en todos los pueblos nacientes, y elemento casi único de la sabia terapéutica China» (Martí, 1975, 4, p. 242). A lo largo de su obra, da muestras de un profundo conocimiento de la botánica y, mediante las referencias a diversos autores y textos, nos acerca a sus lecturas sobre el tema.

    Entre los años 1875 y 1876, radicado en México, compartió con destacados pensadores, científicos y políticos. Allí perteneció al Liceo Hidalgo, considerada la institución científica más importante del país. En esta etapa ejerció el periodismo por primera vez de forma sistemática en la Revista Universal de México en la cual, el 31 de julio de 1875, publica su crónica La Sociedad de Historia Natural, donde hace referencia a varios botánicos mexicanos como: Miguel Bustamante (1790-1844), José Apolinario Nieto (1810-1873), Lauro Jiménez (1826-1875), José Joaquín Arriagas (1831-1896), Alonso Herrera (1838-1901) y Manuel M. Villada (1841-1924). Es evidente que, al escribir sobre la Sociedad de Historia Natural mexicana, debió conocer la labor y la producción científica de estos destacados botánicos.

    El 23 de julio de 1878, inmerso en los preparativos para salir de Guatemala por sus criterios opuestos a la creciente dictadura de Justo Rufino Barrios, escribió en una carta a su amigo Francisco Sánchez lo siguiente: «Anteanoche me cayó en las manos un libro del Conde Pozos Dulces Colección de Escritos sobre Agricultura, y no pude en toda la noche apartar los ojos de él. Tiene muchas cosas que yo había pensado y otras que no hubiera sido capaz de pensar nunca. ¿Quiere V. prestármelo para mi viaje, a condición de honrada devolución en Cuba?» (Martí, 1975, 20, p. 264).

    Se sabe que estudió profundamente este texto. Por sus observaciones pueden haber llamado su atención los capítulos siguientes: Atraso de la agricultura cubana y necesidad de mejorarla; Revista agrícola: Drenaje. Fosfato de cal. Locomóviles. Abonos líquidos; humano descubierto en los cayos adyacentes a la isla de Cuba, Necesidad de la instrucción agrícola en Cuba, otra vez la pequeña propiedad y el pequeño cultivo; D. Toribio Quintero, el veguero modelo; Prados artificiales y La selección como el mejor sistema para transformar en Cuba las razas pecuarias, entre otros.

    Ya radicado en Estados Unidos se vinculó a la revista La América (marzo de 1883), y dedicó especial atención a las noticias sobre la publicación de nuevos libros de ciencia, en especial sobre botánica y agricultura. Para escribir sus artículos debió recoger información de numerosos periódicos y revistas de Europa, Estados Unidos y América Latina. Así, por ejemplo, leyó textos como: Cartas desde mi jardín de Gaspard Georges Cherville y la Botánica de Elizabeth Gertrude Britton; destacó los trabajos de William Alvord sobre agricultura y los de Asa Gray, considerado el botánico de Estados Unidos más importante del siglo xix. Exaltó a Emerson con su libro Naturaleza, y elogió considerablemente el Mensuario de Ciencia Popular y la Botánica Elemental de Mckloskie.

    En el año 1882, José Martí conoció de un escritor francés dedicado al estudio de la naturaleza y, sobre todo, a las plantas de jardín. Al respecto escribió en su sección constante La Opinión Nacional (Caracas), 9 de marzo de 1882: «Comienza a alcanzar fama el nombre de un nuevo escritor francés: Cherville. [...] Es como un observador fino que pasea a la buena ventura por el campo y por la ciudad, y cuenta en una lengua deliciosa, coloreada, elegante, refinada, lo que observa» (Martí, 1975, 23, p. 228). Casi un mes después vuelve a referirse al botánico francés con estas palabras: «Al amor de una misma lumbre, hablan los concurrentes a un salón del libro nuevo del elegante De Cherville, que escribe desde su jardín cartas instructivas y sabrosas» (Martí, 1975, 14, p. 429).

    Sin embargo, su más profunda valoración de la obra de este científico francés apareció en otra de sus reseñas en la sección constante La Opinión Nacional (Caracas), 6 de mayo de 1882, donde planteó lo siguiente:

    En esta sección hemos hablado otras veces de Cherville, un nuevo escritor que brilla en Francia. Acaba de publicar las Cartas de mi jardín. Es sabio en jardinería ese escritor elegantísimo. No se ha dado a las flores por desamor de los hombres, como Alphonse Karr, sino por amor a la naturaleza. Toda planta débil le cautiva, y la cura: la mima, la riega, estudia sus caprichos, la fortalece, parece como que le pregunta, y como que oye lo que ella le responde. Nada se descubre en jardinería y en horticultura que Cherville no sepa. Le place crear, y tiene un noble placer en ir aumentando con injertos cuidadosos y mezclas raras las obras de la naturaleza. Sabe todos los secretos de las plantas, de las legumbres y de los frutos. Cherville ve a la naturaleza, [...] con ojos de amante tierno y correspondido. Hay algo de amor de padre en el amor de esposo. Con interés paternal vigila por la salud de los árboles entecos, de las gramíneas abandonadas, de los rosales que ha quebrantado mucho la ira del invierno. Y se sienta al fin de una alameda, a ver mecerse los tallos, a ver abrirse las flores, a estudiar, a comparar, y ve de pronto analogías entre las florecillas coquetas y las damas, y le asoma a los labios la sonrisa del padre que ha vivido, y ve cómo comienza a vivir, risueña y cándida su traviesa hija. Y cuenta luego anécdotas de las flores, y sus enfermedades, y los medios de aliviarlas, y cómo palidecen, y como se les vuelve a la vida. Eso es su libro: un paseo científico, un drama misterioso, una sonrisa delicada, un libro verdaderamente seductor. (Martí, 1975, 23, pp.

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