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Matrimonio forzado: El compromiso
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Matrimonio forzado: El compromiso
Libro electrónico837 páginas12 horas

Matrimonio forzado: El compromiso

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En Matrimonio forzado, el segundo libro de la saga El compromiso y continuación de Amor o tradición, nos encontramos con un Arun decidido a no aceptar la imposición de su padre. Aprovechando un viaje a Nepal, que debe realizar junto a Naya debido a la filmación que protagonizan, la sorprende proponiéndole matrimonio, yendo en contra de la tradición y de su padre. Ella acepta sin saber las consecuencias que su precipitada decisión traerá a la vida de ambos, a sus respectivas familias y amigos.
Naraka, la prometida de Arun, quien ha vivido su vida en Londres olvidando su compromiso, regresa a India solo para vengarse del hombre al que alguna vez amó, pero que nunca le correspondió.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 mar 2024
ISBN9788410682566
Matrimonio forzado: El compromiso

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    Matrimonio forzado - Mónica Ávalos

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Cecilia Ávalos

    © María Rego

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1068-256-6

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    Matrimonio forzado es el segundo libro de la saga El compromiso y la continuación de Amor o tradición. Esta novela nos relata las vicisitudes que vivirán Naya y Arun para lograr la unión que ambos desean y que los obligará a ir en contra de la tradición, pasando a llevar las creencias y costumbres de su familia y entorno.

    Matrimonio forzado llevará al lector a través de un viaje lleno de emociones y desconcierto, al igual que a sus personajes, quienes poco a poco van descubriendo las respuestas a las difíciles situaciones que están enfrentando y viviendo.

    Por una parte, está Arun, quien fue obligado, por Isar, su padre, a aceptar comprometerse con Naraka, una antigua compañera de colegio y amiga. Compromiso que no deseaba y que aceptó a regañadientes solo por la presión que su padre ejerció sobre él. Sin embargo, ante la inminencia de la boda y la constante presión paterna por llevarla a cabo, decide, en medio de su temor y desesperación por perder a Naya, la mujer que ama, pedirle matrimonio y casarse en un viaje que hacen a Nepal, por la filmación en la que ambos son protagonistas, yendo en contra de la imposición de Isar y haciendo caso omiso de sus amenazas. Y por la otra, está Naya, que a pesar de sus aprehensiones, pero sabiendo que siempre contará con el apoyo y la confianza de sus padres, decide aceptar la proposición de Arun. Sin imaginar la tormenta que esta sola decisión traerá a sus vidas y a las de sus respectivas familias y amigos. Esto los pone a todos frente a una disyuntiva y, en base a la determinación que tomen, los obliga a recorrer un camino u otro, con todas las consecuencias que eso conlleve.

    Las tensiones y conflictos en Matrimonio forzado no se desencadenan solo por la imposición y ambición de Isar, que cree firmemente que su hijo debe casarse con la mujer que él ha elegido y que cumple con los estándares que considera debe tener su futura nuera, si no también debido a la obsesión de Naraka, quien, a pesar de irse a estudiar a Londres, no olvida las humillaciones que vivió debido al amor que alguna vez sintió por Arun. Convenientemente, olvida las creencias y tradiciones para sumergirse en la libertad de estar en un país en el que las apariencias no son tan importantes y puede vivir la vida como ella quiere, a pesar de estar comprometida, sin saber o sin querer saber que el destino o el karma se hacen cargo de devolver el daño que se ha hecho.

    El lector se encontrará con una novela en la que el amor, el desamor, la confianza o la falta de ella, y la venganza están presentes, pero también el perdón, sobretodo el perdón, ese que nos cuesta tanto pedir, pero que cuando viene desde el corazón y no de manera superficial es fundamental para que seamos capaces de perdonar. Aunque perdonar no signifique olvidar, pero hay que dar vuelta la página para poder comenzar de nuevo.

    El jardín de los sueños

    Arun se separó un poco, tomó la cara de Naya entre sus manos y la besó, fue un beso lleno de amor y ternura. Secó sus lágrimas, luego tomó su mano y le puso el anillo, le quedaba perfecto.

    —¡Arun, te amo tanto! ¡No puedo creerlo! Qué sorpresa tan maravillosa. —Naya lo abrazó.

    —Yo también te amo —le respondió abrazándola con fuerza.

    —¿Y tu anillo? —le preguntó Naya separándose un poco, mirándolo a los ojos—. También debería ponértelo.

    —Aquí está, princesa. —Sacó otra cajita de su bolsillo, la abrió y se lo pasó. Naya tomó el anillo, le tomó la mano y deslizó el anillo en su dedo.

    La levantó tomándola de la cintura y dio una vuelta con ella. Se sentía el hombre más feliz de la tierra. Naya sonreía y solo se aferraba a él.

    —Soy tan feliz, princesa. Me has hecho el hombre más feliz del mundo.

    —Yo también. ¡Soy muy feliz! ¿Esta era la sorpresa?

    —Esta era una de las sorpresas.

    —Tenías razón al decir que te abrazaría. ¿Y cuál es la otra?

    —Bueno, la otra depende de ti.

    —¿De mí? ¿Por qué de mí?

    —Te traje a este templo, que es hinduista, por una razón.

    Naya lo miraba interrogante. El la tenía tomada de las manos y, mirándola a los ojos, le dijo:

    —Bueno…, porque, si tú quieres… nos podemos casar aquí.

    —¡¿Qué?! —exclamó Naya desconcertada.

    Arun sentía mucha ansiedad.

    —Naya, casémonos aquí, quiero casarme aquí contigo. Por eso vino Ankit.

    —Pero mi amor, ¿cómo vamos a casarnos aquí? ¡Es una locura!

    —Sí, lo es, Naya, lo sé —Arun se puso serio— pero… quieres casarte conmigo, ¿verdad?

    —¡Sí! —Naya lo miraba.

    —Entonces, casémonos aquí.

    —Arun, para poder casarnos necesitamos hacer trámites y…

    —Todos están hechos. Nada nos impide casarnos aquí.

    —¿Qué? Pero, ¿cómo?

    —Por eso Ankit te pidió el poder. Preparamos todos los papeles antes de salir de Bombay.

    —Por eso me pidió ese poder —dijo Naya absorta—. Me pareció tan raro.

    —Princesa, ya no quiero pasar un solo día más sin ti.

    —¡Pero una boda es algo muy importante! ¿Y nuestros padres?

    —Naya, seremos solo tú y yo. Ellos entenderán.

    —¿Y tu padre?

    —Principalmente mi padre, él es el único que no lo entenderá, se enfadará, pero no me importa. Iremos casados a Delhi y ya no habrá compromiso posible. Mi único compromiso será hacerte feliz el resto de mi vida.

    Naya comenzó a llorar en silencio, Arun le secaba las lágrimas.

    —Lo haré, me casaré aquí contigo y te amaré toda la vida, nadie podrá separarnos —lo abrazó—. Me siento tan feliz.

    —Yo también, mi amor. No puedes imaginarte cuánto. —Arun la tomó de la mano, caminaron un poco más y se sentaron. Él miró el anillo.

    —Tienes muy buen gusto —la miró a ella—, también me encanta el mío.

    —¡Eran para nosotros! ¿Cómo me engañaste tanto?

    —Tenía que aprovechar este viaje para hacerlo. Quería sorprenderte. Y lo logré.

    —¿Y cómo lo hiciste?

    —Bueno, un día hablé con mamá y le dije que lo único que quería era casarme contigo. Ella me dijo que no me apresurara, que tú querrías una boda hermosa, ese día me quedé pensando en las palabras de mamá y se me ocurrió que no habría nada más hermoso que casarnos aquí. Así que llamé a Ankit, él averiguó todo e hizo los papeles, por eso te pidió el poder. El único problema que tenía era si tu madre venía contigo. Por eso cuando me dijiste que vendría Denali yo estaba tan feliz. Y no quise hablar con Ankit delante de ti por lo mismo.

    —No lo puedo creer. ¿Y si hubiera venido mi madre? ¡Y encima yo le pregunté!

    —Todo se habría ido al tacho de la basura. Gracias a Dios que no vino —dijo Arun suspirando aliviado.

    —Entonces, ¿tu madre sabe que nos vamos a casar aquí?

    —No, princesa, nadie lo sabe, ni siquiera Denali, tú tendrás que contárselo hoy.

    —¿Y cómo haremos con el sacerdote?

    —Hoy en la mañana vinimos a hablar con el sacerdote, ellos nos avisarán cuando sea el día más propicio para casarnos.

    —¡Hiciste todo, y yo no me enteré de nada! —dijo Naya asombrada.

    —Ahora solo queda esperar que el sacerdote nos llame y nos case. —Naya miró hacia el templo—. Pero antes tienes que comprar tu vestido, por eso Ankit hoy quería pasear por el mercadillo y ver si había alguna tienda de vestidos de novia.

    Naya lo miró y lo abrazó.

    —¡No lo puedo creer, tienes todo preparado! —Naya estaba fascinada—. Te quiero tanto. Pero dijiste que Denali no lo sabe.

    —No, no lo sabe. Tú se lo tendrás que decir. Solo le dije que trajera un vestido bonito por si había alguna cena al terminar de grabar. Y nosotros trajimos todo, solo faltaba que me dijeras que sí.

    Naya se apoyó en el hombro de Arun. Todavía estaba procesando todo lo que estaba viviendo. Estaba asombrada y conmovida por todo lo que había hecho él.

    —¿Sabes?, este viaje se convertirá en el más importante de nuestra vida. Aquí continuará nuestra aventura.

    —Sí, princesa, lo sé. — la besó en la frente.

    —¿Nos vamos? Ahora tenemos mucho que hacer.

    Bajaron las escaleras y tomaron fotografías del templo. Luego de sus manos unidas frente al templo y de Naya. Después, una persona se acercó y se ofreció a tomarles una foto juntos. Arun la abrazó por detrás y ella puso sus manos sobre las de él. El anillo se veía precioso. Le dieron las gracias.

    —Creo que ya tenemos muchas.

    —Arun, de verdad ha sido una gran sorpresa. Pero… ¿estará bien hacer esto antes de romper el compromiso?

    Arun se detuvo.

    —Naya, por favor, no más, solo piensa en nosotros, no quiero ser egoísta, pero no me han dejado otra alternativa, ahora solo tenemos que pensar en nosotros.

    —Está bien, tienes razón, no volveré a mencionarlo.

    —Tantas emociones me abrieron el apetito. ¿Comamos algo por el camino? Podemos buscar algún lugar que sea agradable.

    Continuaron caminando y, a poco andar, vieron un restaurante que se veía bonito y donde había bastante gente.

    —Mira, este parece un buen lugar.

    —¡Y tienen lassi! Yo con eso me conformo.

    —Pero amor, estamos en Nepal, tenemos que probar comidas de aquí.

    —Y tú, ¿qué vas a comer?

    —Le preguntaré al camarero cuál es el plato típico.

    El camarero se acercó y Arun le preguntó si había algún plato típico. Él le recomendó el dhal bat. Un plato que consiste en arroz blanco acompañado de distintos tipos de lentejas y variedad de verduras y especias.

    Arun aceptó.

    Naya, al escuchar al camarero, se tentó y pidió lo mismo. Comieron y disfrutaron mucho la comida. Para terminar, pidieron un postre de plain lassi, especial para refrescarse un poco. Quedaron muy satisfechos, pagaron y salieron.

    —Creo que deberíamos irnos al hotel, princesa, aunque no nos han llamado.

    —Sí, tienes razón, me había olvidado completamente de eso.

    Se fueron caminando. Naya quería saber cómo se le había ocurrido, cómo lo había hecho, todo, Arun le iba contando detalladamente. Ella lo escuchaba con atención y lo miraba de vez en cuando mientras caminaban. Era muy guapo, sus ojos, su boca, era tan bello, y ahora ella sería su esposa. Esa sola idea la estremecía, por fin podría entregarse a él, como tantas veces lo había deseado.

    —Naya, ¿te hubiera gustado otro anillo si hubieras sabido que era para ti?

    —¡No! Lo elegí como si fuera para mí. Así me lo pidió Ankit. Es muy bonito, y ahora está en mi dedo. ¿Sabes?, después de decidir, incluso pensé: qué lindo sería si fuera para mí. Y ahora es mío. —Sonrió.

    —Y ahí se quedará hasta el día del matrimonio, cuando lo bendiga el sacerdote y lo vuelva a poner en tu dedo.

    —Mi amor, me siento tan afortunada.

    —Yo soy el afortunado, princesa.

    —Somos afortunados de haber tropezado ese día. ¡Y por nuestras madres!

    —Así es, estábamos destinados el uno al otro.

    —Cuando le cuente a Denali, se volverá loca.

    —Lo creo. Ella se pondrá a gritar. —Arun sonrió.

    —¡Sí! —Naya reía—. Les debemos tanto a ellos dos.

    —Sí, princesa, lo sé.

    Llegaron al hotel y subieron a la habitación de Naya.

    —Veamos una peli —sugirió Arun.

    Naya dejó su chaqueta en el sofá y cerró la puerta con llave. Arun que se había sentado. La miraba extrañado.

    —Naya, ¿qué haces?

    Ella lo hizo ponerse de pie y le echó los brazos al cuello.

    —Quiero estar contigo —dijo mimosa.

    —Naya, no hagas esto ahora. Ellos pueden llegar en cualquier…

    Ella no lo dejó terminar, lo besó con toda la pasión que sentía en ese momento, saber que pronto sería su esposa la hacía desearlo más. Él la besó con la misma pasión, pero intentaba parar.

    —Naya, para o…

    Ella seguía besándolo mientras retrocedía hacia la cama.

    —No pares, ya no quiero que pares, Arun, te amo.

    Él la besaba, sus labios, su cuello, ahora nada podría detenerlo, la acostó sin dejar de besarla y acariciarla. Los dos se deseaban con locura. Naya empezó a sacarle el suéter, mientras él desabrochaba su blusa. Los dos estaban muy agitados. De repente escucharon golpes en la puerta.

    —Naya, ¿estás ahí? —Denali volvió a golpear.

    Arun la miró sobresaltado y la ayudó a levantarse. Mientras él se arreglaba la ropa, ella se abrochaba la blusa.

    —Te lo dije —le susurró Arun.

    —¿Naya? ¡Uf! Cómo puede haberse trabado.

    —Naya, abre o Denali llamará a alguien —volvió a susurrar Arun.

    —Lo siento.

    —Es nuestro sino.

    Los dos reían en silencio. Ella lo besó.

    —Pero mejor así, le prometí a tu padre que no pasaría nada hasta casarnos.

    —Yo también, pero es como si ya lo estuviéramos.

    —Abre la puerta.

    Ella lo volvió a besar y Arun se sentó en el sofá. Mientras Naya alisó la cama y luego fue a abrir.

    —No está, se fue.

    —¿Se fue?

    —Sí.

    —Ven, vamos para nuestra habitación, seguro traerá a alguien.

    Ellos se fueron a la otra habitación y cerraron. Mientras estaban ahí riendose, el productor llamó a Arun para avisarle que la grabación se había postergado hasta el día siguiente. También avisaron a Naya.

    —Qué bueno que postergaron la grabación.

    —Sí princesa, menos mal que Denali llegó ahora y no más tarde.

    —Es verdad, no quiero pensar en lo que habría pasado si hubiera entrado.

    —¿Te imaginas? —Reía Arun.

    —No, no quiero imaginarlo. Pero ¿dónde está Ankit?

    —No lo sé.

    De pronto, escucharon que Denali llegaba con alguien que le abrió la puerta.

    —Esto está bien, no hay problema.

    —Le digo que no abría.

    —Está bien, ya está resuelto.

    Ellos se reían.

    —Pobre Denali.

    Se escuchó cerrar la puerta.

    —Vamos a tocar o entra tú sola. Ahora me preocupa Ankit.

    —Sí, es verdad.

    Salieron sin hacer ruido, Naya entró y Arun detrás de ella diciendo:

    —Ellos deben estar por llegar.

    —No sé… ¿Denali? ¿Qué haces aquí sola? ¿Dónde está Ankit?

    —No lo sé, me vine, ya estaba harta de andar por esa calle, solo hay tiendas y había mucha gente. Pero él quería seguir y yo no.

    —¿Te viniste sola y lo dejaste ahí?

    —Sí, Naya, le dije «quédate tú, yo me voy al hotel». Y me vine.

    —Denali, ¡estás loca! ¡Cómo se te ocurre venirte sola!

    —Sí, ¿qué tiene? —Denali estaba muy tranquila.

    —¡No puedo creer que hayas hecho algo así, Denali! Y él, ¿qué dijo?

    —¡Ya, Naya, cálmate! Dijo que tenía que ver algo. Le pregunté y no me respondió. Así que me vine, ya estaba cansada.

    Arun no decía nada, solo miró a Naya, ellos sabían que estaba buscando una tienda de vestidos de novia y ahora Denali estaba enfadada con él. Arun le hizo una seña a Naya para que le mostrara el anillo. Denali abrió la ventana. Él se sentó en el sofá y Naya en la cama.

    —Denali, es culpa nuestra.

    —¿Qué? ¿Qué es culpa de ustedes? —Denali se giró para mirar a Naya.

    —Que Ankit ande buscando una tienda, Arun se lo pidió, perdónanos.

    —No entiendo. ¿Por qué andaba buscando una tienda para ustedes? Y ¿por qué no me lo dijo?

    —Yo le hice prometer que no te diría nada —dijo Arun.

    —¿Decirme qué? —Los miró a los dos—. ¡Hablen! ¿Qué pasa?

    —Pasa que Arun me había preparado una sorpresa. ¡Mira!

    Naya le mostró la mano con el anillo. Denali, al verlo, se llevó las manos a la cara.

    —¡Oh, Dios mío! ¡Naya!

    Le tomó la mano, no lo podía creer. Sonrió y la abrazó diciéndole:

    —¡Amiga, hermanita! ¡Se comprometieron! ¡Qué alegría!

    El teléfono de Arun empezó a sonar. Él contestó.

    —Hermano, ¿Denali está en el hotel? Estás ahí, ¿no? Esta chica me volverá loco, no sabes lo que hizo. ¡Estoy muy preocupado de que le pueda pasar algo!

    —Hola, Ankit, tranquilo, está aquí con nosotros.

    —Está bien, amigo. —Ankit cortó abruptamente.

    Naya y Denali lo miraron preocupadas.

    —Está muy enfadado.

    —Pero ¿qué estaba buscando para ti? —preguntó Denali dirigiéndose a Arun.

    —Yo le pedí que buscara una tienda de vestidos de novia.

    —¿Cómo? ¿Por qué quieres una tienda de vestidos de novia aquí? —Ella los miraba interrogante a los dos.

    Arun se levantó, abrazó a Naya y le dijo:

    —Porque nos casaremos aquí.

    Denali se quedó pasmada.

    —¿Aquí? ¿Se van a casar aquí? Pero… Naya —miró a Naya—, ¿en serio, aquí?

    —Sí, Denali, aquí. Por eso Ankit estaba buscando una tienda para comprar el vestido. —Denali no podía creerlo—. Sé lo que estás pensando, pero no te lo podía decir porque no lo sabía… ¿Acaso no estás feliz por nosotros?

    —Naya, yo sé que estoy un poco loca, pero se supone que tú eres la más sensata de las dos, esto… yo…—de repente, Denali empezó a gritar de felicidad y abrazó a Naya—. ¡Que seas muy feliz hermanita! —Extendió su mano a Arun, que las abrazó a las dos.

    —Que sean muy felices, les deseo lo mejor. Pero… saben la que se armará, ¿verdad?

    —Sí, lo sé, y me duele, pero no podemos hacer nada, solo queremos casarnos y en India no podremos hacerlo. Además, tú sabes lo del compromiso de Arun, es la única forma que tenemos de detenerlo.

    —Está bien, Naya, te entiendo, yo los apoyaré siempre, cuenten conmigo.

    —Gracias, amiga, sabía que podía contar contigo —dijo Naya sonriendo y abrazándola.

    Denali se separó de Naya y se sentó en la cama compungida, se sentía mal por haber dejado solo a Ankit.

    —Denali, ¿qué te pasó?

    —¡Ay!, ahora, Ankit, está enfadado conmigo, pero ya estaba cansada de caminar sin ningún sentido.

    —No te preocupes, Denali, yo lo conozco, se le pasará, ¿por qué no nos preparamos para que, cuando llegue Ankit, estemos listos para ir a cenar? —dijo Arun.

    —Está bien, me ducharé y bajamos a cenar —dijo Naya. Lo acompañó a la puerta y lo besó—. Te amo.

    —Y yo a ti, princesa. —Arun se fue y entró en su habitación.

    Al entrar se sorprendió, Ankit ya estaba saliendo de la ducha.

    —Amigo, ¿cuándo llegaste?

    —Hace un momento.

    —Estaba con Naya y Denali en su habitación, pensé que estarías por llegar, pero no que te encontraría aquí.

    —No importa, así ya estoy relajado. Denali casi me vuelve loco. No sabía si seguirla o dejarla, cuando decidí seguirla ya no estaba. Te puedes imaginar cómo me sentí. ¿Y si le pasara algo? No quiero ni pensarlo.

    —Tranquilo, hermano. Cuando Naya le contó se sintió muy mal.

    —Que se sienta mal, aún tendría que sentirse peor.

    —No seas así. Ella obviamente no entendía por qué querías seguir, además estaba cansada. Ahora me siento mal por ustedes y Naya igual. Todo por buscar la tienda.

    —A propósito, ¡la encontré! Toma, esta es la tarjeta con la dirección. Tienen mucho, me sorprendió.

    —¿En serio? Gracias, no sé qué haría sin ti.

    —¿Cómo te fue con Naya?

    —Muy bien, al principio estaba asombrada y la pobre pensaba en sus padres y en el maldito compromiso, pero al final me dijo que sí, que se casaría aquí conmigo. Me siento tan feliz, Ankit. Pero por favor, habla con Denali. Si no, la cena para celebrar va a ser un chasco y no quiero empezar así.

    —Lo siento, no quiero ser aguafiestas, pero esto me superó. Ya no tengo ganas de bajar.

    —Ankit, tú no eres así.

    —No, no lo soy, pero estaba muy preocupado. Está claro que no estoy tan enamorado como tú, pero eso no significa que no me importe.

    —Bueno, me voy a duchar, tú vístete.

    Arun tomó su ropa y se metió al baño. Cuando salió, Ankit aún no terminaba de vestirse.

    —Ankit, vamos, vístete. Tenemos que celebrar los cuatro. ¿O me vas a dejar solo en este momento tan importante?

    —Arréglate tú, yo bajaré más tarde. Déjame al menos calmarme un poco. Si quieren, empiecen sin mí.

    Arun terminó de arreglarse.

    —Si no bajas vendré a buscarte.

    —Está bien, bajaré en un momento.

    Arun salió y tocó la puerta. Naya abrió.

    —Pasa, mi amor.

    —¿Están listas?

    —Yo sí, Denali no quiere bajar hasta que llegue Ankit.

    —Denali, Ankit ya llegó, está en la habitación.

    —¿Y va a bajar?

    —Dijo que bajará más tarde.

    —Está bien, vayan ustedes, yo iré a hablar con él.

    —Denali, creo que ahora no es el mejor momento.

    —No te preocupes, Arun, bajaremos en un momento. Por favor, vayan ustedes.

    —Esta bien, vamos, Naya.

    Llegaron al comedor. Ya había gente del equipo. Ellos pasaron y saludaron a todos. Se sentaron en una mesa apartada y llegó el camarero a atenderlos.

    —Seremos cuatro —dijo Arun.

    —¿Desean tomar algo mientras esperan?

    Ellos pidieron algo para beber mientras esperaban. Cuando llegaran Ankit y Denali, pedirían la comida.

    En la habitación, Denali pensaba en qué le diría a Ankit. Tenía que ir a hablar con él, sabía que se había equivocado. Salió y se quedó parada un momento ante la puerta. Golpeó. Iba a volver a golpear cuando Ankit abrió, se quedó parado mirándola muy molesto.

    —Ankit… ¡Lo siento!

    Él miró hacia el lado y le respondió.

    —Esta bien, vete a cenar, no quiero hablar ahora.

    Intentó cerrar, pero ella se lo impidió. Empujó la puerta y entró.

    —¡Denali, no quiero hablar!

    —Ankit, tienes que escucharme. Ya sé que me equivoqué, pero si me hubieras dicho algo y hubieras confiado en mí. ¿Cómo iba a saber?

    —Olvídalo, vete a cenar.

    —No, no voy a ir. Si no bajas, me quedaré aquí contigo.

    —Te pedí que esperaras un poco y no lo hiciste, llegaste y te fuiste.

    —Lo siento de verdad. Por favor, perdóname.

    —Denali, ¿sabes lo preocupado que estaba pensando en que podías perderte? ¿O que te pasara algo? Imagínate, primer día aquí y tú haces una tontería como esa.

    A Denali se le llenaron los ojos de lágrimas.

    —Y lo peor es que cuando quise seguirte, tú ya habías… —Ankit la miró y al ver que estaba llorando se acercó—. ¡No llores! No tienes por qué llorar. No puedes actuar como lo hiciste. Tienes que pensar las cosas antes de hacerlas y si yo te pido que me acompañes, no te cuesta nada hacerlo. Ya no llores. Es solo que… me asusté un poco. —Ankit le secó las lágrimas.

    —¿Te asustaste por mí?

    —Claro que sí, cómo no iba a preocuparme. Estamos en un país que no conocemos.

    —De verdad lo siento mucho. —Ella apoyó su cabeza en el hombro de Ankit y él la abrazó.

    —Está bien, pero no lo vuelvas a hacer.

    —No, no lo haré.

    —Anda a lavarte la cara y bajamos. Es el día más importante de nuestros amigos y se lo estamos echando a perder.

    Denali fue a lavarse la cara; cuando salió, Ankit estiró la mano, ella se la tomó, se acercó y le dio un beso en la mejilla.

    —¿Vamos?

    Bajaron al comedor. Naya y Arun los vieron mientras se dirigían a la mesa.

    —Menos mal, parece que hicieron las paces —dijo Naya sonriendo.

    —Menos mal.

    —Perdón por la espera —dijo Ankit.

    —Tranquilo, aprovechamos el tiempo para conversar —respondió Arun.

    Se sentaron y el camarero, al verlos llegar, se acercó y les tomó la orden.

    —Hay mucha gente, creo que llenamos el hotel —dijo Arun.

    —Así es, solo se ve algún desconocido, pero sí, somos muchos. También, como hay que reportarse, se junta más gente —intervino Naya.

    —Les pido perdón otra vez por molestarlos pero quisiera pedirles otro favor.

    —Claro, amigo, dinos —dijo Ankit.

    —Ya que encontraste la tienda, ¿podrían acompañar a Naya a comprar el vestido?

    —Pero Arun, no sabemos si tendremos algún día libre.

    —Naya, tendrás que hacer algo, en cualquier momento nos puede llamar el sacerdote.

    —Es verdad, el sacerdote quedó en llamar.

    —Sí, y yo no quiero ver el vestido.

    —Bueno, veré el programa y, cuando no me toque actuar, iré con Denali y Ankit a comprarlo.

    —Recuerda escoger el vestido que más te guste. Quiero que seas la novia más hermosa.

    —Arun, eres el hombre más maravilloso del mundo. —Naya le acarició la mano disimuladamente.

    —Lo sé —dijo Arun con una sonrisa pícara.

    —¿Qué? —Naya lo miró sorprendida.

    —Lo soy, un día te dije que te demostraría lo que un chico de Delhi puede hacer por la mujer que ama.

    —Es verdad. Me lo dijiste.

    El camarero llegó con la cena. Y cuando estaban empezando a comer, Arun dijo:

    —Ahora haré un brindis.

    —No, yo lo haré —intervino Ankit—. Por ustedes, que siempre sean felices.

    Todos levantaron su copa y brindaron.

    —Por ti, mi amor —dijo Arun mirando a Naya.

    —Por nosotros —respondió ella.

    Terminaron de cenar y se fueron a la habitación, Arun entró en la de Naya y Denali en la de Ankit. Querían dejarlos solos.

    Arun cerró la puerta, Naya se dio media vuelta y lo abrazó.

    —¿Sabes que pronto serás mía?

    —Lo sé, aunque en realidad hace tiempo que soy tuya. Tú también serás mío.

    —Ya sabes a lo que me refiero.

    Naya se sonrojó.

    Arun sonrío y la besó.

    —Pronto serás completamente mía, pero ahora tengo que irme, ya nos dieron tiempo para despedirnos. Qué pena, no podré saber lo cómoda que es tu cama.

    —Ya sabes que no podemos hacer nada hasta el día que nos casemos, ya son muchas las señales. ¿No crees? Si no es Ankit, es Denali.

    —Tienes razón —Arun sonrió—, pero muy pronto nada ni nadie podrá interrumpirnos ni separarnos.

    Arun volvió a besar a Naya y salió.

    Pasó uno de los trabajadores y le dijo:

    —¿Ensayando para mañana?

    Él no supo qué responder, lo pilló completamente por sorpresa.

    Entró en su habitación y Denali entró en la de ellas.

    —Cuéntame, ¿cómo hicieron las paces? No lo creía cuando los vi llegar juntos.

    —La verdad es que me costó un poco, pero logré persuadirlo. Unas cuantas lágrimas fueron suficientes.

    —Eres terrible —dijo Naya sonriendo y moviendo la cabeza—, aunque esta vez creo que él tenía razón. No puedes andar sola en un lugar que no conocemos bien.

    —Lo sé, sabes que a veces soy un poco impulsiva.

    —¿Un poco? Yo diría que completamente impulsiva.

    —Sí, lo sé, pero mira quién lo dice, igual no lo volveré a hacer.

    Ambas se acostaron. Naya no dejaba de mirar su anillo. Por fin se casaría con su amor, todos sus temores quedarían en el olvido.

    Arun por otra parte le pedía a Ankit que no se preocupara por el valor del vestido, que comprara el que ella quisiera.

    —Está bien, no te preocupes. Ella elegirá el que más le guste.

    —Gracias. Ahora dime, ya está todo bien entre tú y Denali, ¿verdad?

    —Y ¿qué quieres?, estas chicas de Bombay tienen poder de persuasión.

    —Sí que lo tienen. Son hechiceras, nos hechizaron a los dos.

    Ambos se reían, luego estuvieron comentando lo que había pasado y las cosas que venían. Arun lo único que deseaba era saber la fecha en que por fin podría casarse con Naya.

    Al día siguiente, cuando Arun despertó, Ankit no estaba, lo llamó y no le contestó, se puso una chaqueta y en pijama fue a la habitación de Naya. Iba a tocar la puerta cuando Denali abrió.

    —Buenos días, pasa, tengo prisa, Ankit me está esperando. Después del desayuno, si Naya tiene tiempo, iremos por el vestido.

    —Buenos días, aún no nos han dicho nada de la grabación.

    Ok, nos vemos después. Adiós.

    Denali se fue, Arun entró y cerró la puerta con llave. Naya estaba dormida. Sonrió y se metió suavemente en la cama a su lado, se acomodó para poder mirarla. Era tan hermosa, acarició su cara y sacó el mechón que caía sobre su frente. Se acercó y la besó. Naya abrió los ojos asustada.

    —Tranquila, princesa, soy yo. Buenos días.

    Naya se agitó al verlo tan cerca, no podía tener un mejor despertar.

    —Qué lindo despertar —Naya lo miró extrañada—. ¿Cómo llegaste a mi cama?

    —Quería darte un adelanto de lo que pasará el resto de nuestras vidas.

    Naya le acarició la cara. Se acercó y lo besó. Él correspondió el beso, pero no quería que las cosas llegaran muy lejos.

    —Gracias, así es como quiero que me despiertes cada día.

    —Así lo haré.

    —¿Dónde está Denali?

    Arun no quería que pasara nada, así que le respondió:

    —Debe de estar por regresar, ella me abrió la puerta.

    —No. ¿En serio? Me gustaría quedarme toda la mañana contigo.

    —Hoy no podrá ser, princesa, aún no nos avisan a qué hora empezaremos a grabar. Si es que empezamos hoy y si no grabamos, tendrías que aprovechar e ir a comprar el vestido.

    —Bueno, por lo menos me desquitaré contigo cuando grabemos juntos.

    —Vamos, levántate.

    Arun se incorporó y estiró la mano para ayudarla a levantarse. Ella la tomó y tiró de él, cayó encima de ella.

    —¡Naya! Ya sabes lo que pasa después de esto, ¿verdad? Alguien tocará la puerta y nos interrumpirá.

    —No, no lo soportaría otra vez.

    —Entonces, nos levantamos o qué hacemos.

    Ella lo atrajo hacia sí y lo besó, no quería dejarlo ir.

    —Naya, levantémonos.

    Él no quería que fuera así, tenía que ser algo muy especial. Las palabras de Naya resonaban en su cabeza: «No, Arun, no deprisa y corriendo»; y tenía razón. Él había planeado todo, pero si ella seguía así, no lo podría resistir, la besó rápido y se levantó. Apartó la ropa de cama y le dijo:

    —¡Levántate dormilona! ¡Sal ya fuera de la cama!

    Ella se levantó algo frustrada. Desde que le había dado el anillo solo quería ser suya. En verdad lo deseaba. Arun la miró y vio su cara de decepción.

    —¿Qué pasa? No pongas esa cara, por favor. —Le tomó la cara por la barbilla—. Princesa, quiero que sea especial, ya casi lo hicimos, si no es por Denali, que nos interrumpió... Lo haremos el día de nuestra boda, lejos de todo, sin interrupciones. Será muy especial para los dos.

    —¿Dónde pasaremos nuestra primera noche juntos? ¿Será aquí?

    —¡No! ¿Cómo crees? Eso no lo sabrá nadie, lo tengo todo planeado aquí —Arun tocó su cabeza—, y no será en este hotel. ¡Ah! Y no te dejaré salir, me suplicarás que te deje.

    —Espera y verás quién suplica a quién.

    —Será mejor que me vaya a cambiar. —Mientras él iba saliendo, ella le gritó.

    —¡Vete, vete! ¡Cobarde! —Naya reía.

    Arun se dio vuelta y caminó rápido hacia ella que, al retroceder, cayó en la cama. Él se puso sobre ella y empezó a hacerle cosquillas.

    —¡Pide perdón!

    Naya no podía parar de reír.

    —¡No! ¡No! ¡No!

    —Pide perdón. —Arun seguía haciéndole cosquillas. Naya se retorcía, hasta que dijo:

    —¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! Para, por favor.

    Él paró y al ver que se quedó quieta se inclinó y apoyado en las manos la besó, saltó de la cama y se fue. Ella lo veía irse y él le decía adiós con la mano. Naya se quedó tirada en la cama por un rato sin moverse y sonriendo. Suspiró, lo amaba tanto y pronto se convertiría en su esposa. ¡Su esposa! Se levantó y fue a ducharse.

    Arun volvió a su habitación, se preparó, aún no les decían nada sobre las grabaciones. Durante el desayuno, hablaría con el productor para saber qué pasaba. Cuando estuvo listo, fue a buscar a Naya, que ya iba saliendo, y bajaron a desayunar. Hablaron con el productor, la grabación empezaría después del almuerzo. Los coches estarían esperándolos en el hotel.

    —¿Dónde están ellos?

    —Iban a estar en el comedor.

    Buscaron a Denali y Ankit, que ya estaban instalados en una mesa, se acercaron y se sentaron con ellos.

    —Denali, madrugaste mucho hoy.

    —Sí, un poco.

    —Bueno, desayunemos y nos vamos. ¿Qué harás tú, Arun? —preguntó Ankit.

    —Me quedaré repasando el guion. No he leído nada.

    Todos desayunaron y rieron con las bromas de Arun y Denali.

    Terminaron de desayunar, salieron, Arun los acompañó, se despidió y volvió al hotel. En el lobby se encontró con Devdan, conversaron un poco y se fue a la habitación. Tomó el guion y se puso a repasar las escenas que le tocarían.

    Ankit y Denali miraban a Naya, que se estaba probando distintos vestidos, al principio no querían dejar pasar a Ankit, pero Denali les dijo que era el hermano de la novia y él pagaría el vestido. Naya se probó varios, pero no la convencían. La vendedora se dio cuenta de que no le gustaba ninguno de los que le había mostrado, entonces, fue a buscar otro y, cuando Naya lo vio, sin siquiera sacarlo del paquete, lo encontró precioso.

    —Este es precioso.

    Naya entró al probador y se lo puso. Era sencillo pero muy bonito, de color rojo con pedrería dorada y plateada, de manga corta y escote ovalado, ceñido a la cintura y con un amplio ruedo. Tenía un velo largo con el borde ornamentado con pequeños cristales y perlas, todo bordado con hilos dorados y plateados. Naya salió, se veía hermosísima. La chica trajo también todos los accesorios. Una gargantilla en pedrería roja y dorada que cubría su cuello y parte de su pecho. Pendientes largos y para el pelo un adorno con una gran lágrima, todo complementado por pulseras haciendo juego. Cuando la vendedora terminó de vestirla, no lo podía creer, se veía bellísima. Sabía que Arun quedaría aún más fascinado. Pensó en sus padres, en cuánto se alegrarían si pudieran verla ese día. Sus ojos brillaron por la emoción y por la tristeza de no estar con ellos en el día más importante de su vida. Reaccionó y no permitió que las lágrimas cayeran. Ellos entenderían. Ankit y Denali pasaron a verla. Cuando la chica abrió la cortina, ellos se quedaron boquiabiertos, no lo podían creer. Era la novia más hermosa que habían visto.

    —Naya, te ves… No tengo palabras para describir lo hermosa que estás. Pareces una princesa.

    Denali se acercó para abrazarla pero la vendedora la detuvo diciéndole que no podía.

    —Te ves tan linda, hermanita.

    —Estás muy bella, Arun se volverá aún más loco de lo que está, cuando te vea.

    —Pero Ankit, no sé si podamos llevar este vestido.

    —Tú no te preocupes, si este es el que te gusta, es el que llevaremos.

    —Ankit, ¿estás seguro?

    —Sí, Naya, estoy seguro. ¿Te gusta?

    —Sí, muchísimo.

    —Perfecto, lo llevaremos. Y apúrate porque tienes que ir a la grabación y te estarán esperando.

    Naya se quedó con la vendedora que le ayudo a quitarse el vestido, mientras Ankit iba a pagarlo. Lo guardaron en una caja grande con mucho cuidado para que no se arrugara, cuando llegara al hotel debía sacarlo de inmediato y colgarlo. Luego, en otra caja más pequeña, pusieron todos los accesorios. Ankit, al ver la caja, se dio cuenta de que no podían llegar al hotel con esa caja, todos se darían cuenta de que era un vestido de novia y, además, no podían ver a Naya saliendo vestida de esa manera del hotel. Todo tenía que quedar en estricto secreto.

    —Naya, tenemos que dejar el vestido aquí, si lo llevamos todos se darán cuenta.

    —Es verdad, no lo pensé.

    Ankit habló con la señora y le pidió dejarlo guardado en la tienda por al menos una o dos semanas. Ella dijo que sí, que no había problema. Él le pidió un recibo en que quedara claro que el vestido estaba pagado y que sería retirado posteriormente. Uno nunca sabe cómo funcionan las cosas en los países que no conoce.

    Salieron de la tienda y Naya se sintió aliviada, era imposible llevarlo al hotel.

    —Gracias, Ankit, pero ¿y si la boda no es en dos semanas?

    —No te preocupes, yo me haré cargo de todo.

    —Gracias, te lo agradezco mucho.

    —¿A dónde iremos ahora?

    —Denali, yo tengo que ir al hotel. Empezaremos a grabar y quiero comer algo antes. Ni siquiera he repasado el guion.

    Ok, te pasaremos a dejar al hotel —dijo Ankit.

    Naya lo que deseaba era estar con Arun antes de empezar a grabar, estaba deseando verlo. Ankit lo llamó para decirle que pasarían a dejar a Naya al hotel, que la esperara para comer juntos antes de ir al set. Ya estaban muy atrasados.

    Cuando Naya llegó, Arun estaba en el restaurante, había pedido comida para los dos. Naya empezó a comer muy rápido.

    —Princesa, cálmate, todavía tenemos tiempo.

    —Es que quiero subir a cambiarme.

    Terminaron de comer y subieron a la habitación. Naya se echó en sus brazos.

    —¿Qué pasó? ¿Tanto me extrañaste? Creo que haré esto más seguido.

    —¿Por qué?

    —Porque has llegado muy cariñosa.

    —¿Perdón? Yo siempre soy cariñosa.

    Arun la tenía abrazada por la cintura.

    —Y por lo contenta que estás, debes de haber hecho una buena compra.

    —La hice, estoy tan feliz, quedarás deslumbrado.

    —Te creo, me has deslumbrado desde el primer día que te vi. No sabes cuánto ansío verte vestida de novia.

    —¿Sabes?, cuando me vi con el vestido, sentí pena por nuestros padres.

    —No, mi amor, no sientas pena, no empañes este momento. Cuando regresemos, volveremos a casarnos y podrán verte con este mismo vestido.

    —Lo sé, mi amor, yo solo quiero estar contigo.

    Arun la besó con ternura.

    —Tenemos que irnos, ya el coche debe de haber llegado.

    —Está bien, vámonos.

    —¿No me preguntarás nada del vestido?

    —No, no quiero saber, solo quiero verte con él el día que nos casemos. —Ambos bajaron.

    Ankit y Denali se fueron a visitar el palacio Kumari Ghar, que fue construido en 1757 y alberga a la niña diosa de Nepal, conocida como Kumari, y que se cree es poseída por la diosa Taleju. Lamentablemente, no pudieron verla ya que ella solo hace sus apariciones durante algunas festividades en que sale a dar sus bendiciones a los visitantes del templo. Denali estaba muy desilusionada, le habría encantado verla.

    —No te preocupes, vamos a averiguar cuándo hay una procesión o cuándo sale a dar sus bendiciones y, si podemos, venimos de nuevo.

    Iban caminando hacia la oficina de informaciones cuando sonó el teléfono de Ankit.

    —Buenas tardes.

    —Buenas tardes.

    —¿Quién habla?

    —Lo llamo del templo Pashupatinath, quería informarle del día y la hora propicia para el matrimonio.

    —Gracias, déjeme tomar nota y dígame cómo tenemos que proceder.

    El sacerdote le explicó a Ankit lo que tenían que hacer y luego le explicó cómo sería la ceremonia en el templo. Cuando terminó de conversar, fueron a sentarse.

    —¿Quién era?

    —¡Me dieron el día para realizar el matrimonio!

    —¿Qué? ¡No puedo creerlo! ¡Ya se van a casar!

    Denali se emocionó.

    —¿Y cuándo será?

    —¡Mañana!

    —¿Qué? ¡Pero eso es imposible! ¡Tienen que trabajar!

    —Tendremos que hacer todo para que sea posible. Ellos se casarán mañana. No importa lo que tenga que hacer. Pero ahora tienes que ayudarme a preparar todo.

    —Pero ¿qué tenemos que preparar?

    —Bueno, yo voy a regalarles el hotel por todo el tiempo que estén aquí.

    Mientras iban caminando, Ankit hizo parar un taxi y le dio la dirección de otro hotel.

    —¿En serio harás eso, Ankit?

    —Sí, no se van a quedar en el hotel en que estamos todos.

    Denali lo abrazó.

    —¡Ankit, eres un sol!

    —Denali, no hagas eso, no delante de todo el mundo. No está bien.

    —Está bien, tampoco exageres. Solo te abracé. ¿Dónde será el hotel?

    —Hay uno que encontré en Internet y me parece perfecto. Está al lado del Jardín de los Sueños. Será ideal para ellos.

    —Está bien, haremos todo por ellos, yo también les haré un regalo.

    —¿Qué te parece una cena especial para los cuatro en un reservado en el mismo hotel? Tenemos que preguntar cómo podemos hacerlo. Me gustaría decorar la habitación también.

    —Está bien, muy buena idea.

    Llegaron al hotel, entraron y hablaron con el recepcionista, quien llamó a la encargada de eventos especiales. Le explicaron lo que necesitaban y la chica les mostró fotografías de cómo se adornaban las habitaciones para la noche de bodas. Estuvieron viendo y todas eran muy bonitas. Finalmente se decidieron por una. Les mostró también algunas habitaciones y eligieron una grande con una bañera para dos. Tenía un sofá y un balcón con una linda vista. Ellos se encargaban de prepararla con flores y pétalos de rosa. Una vez que eligieron la habitación y la decoración, fueron a buscar un lugar donde hacer la cena en el mismo hotel. No tenían espacios privados tan pequeños, así que, para mantener la privacidad del momento, optaron por poner un biombo en un lugar apartado del comedor, que también daba a un jardín. Ankit hizo la reserva por dos semanas, que era el tiempo que tenían que estar en Nepal, ya verían ellos si se quedaban un poco más. En todo caso, le dijo a la chica que todo tenía que ser cargado a su tarjeta. Ella se sorprendió cuando le dijeron que la querían a partir de esa misma noche. Pero tendría que estar lista para la noche siguiente.

    —¿Todos los cargos lo haremos en esta tarjeta?

    —Los gastos de la habitación y gastos en general sí.

    —Los gastos de la cena y arreglo de ese espacio lo pagaré yo —dijo Denali.

    —¡Qué lindo! ¡Es un muy buen regalo!

    —No, no es mucho; él es más que mi amigo, es mi hermano.

    Luego la chica los llevó al comedor, hablaron con el encargado y les mostró el lugar donde podían preparar la mesa para la cena. Eligieron el menú y un pastel pequeño.

    Denali le indicó cómo quería los adornos en la mesa y alrededor. Todo tenía que estar preparado para las seis de la tarde. Le aseguraron que todo se haría según lo que habían pedido. En caso de cualquier eventualidad los llamarían. Ankit dejó su número de teléfono.

    —Ahora tenemos que ir a buscar el vestido, ella tiene que prepararse aquí.

    —Sí, es verdad, nadie debería verla. Pero entonces, no será una sorpresa la habitación. ¿Por qué no tomamos otra para que ella se prepare?

    —Sí, tienes razón, llamaré a la chica que nos atendió.

    Ankit habló con la encargada y ella le dijo que no se preocupara, que ellos no tenían problemas en cederles una habitación a mitad del valor para que ella se preparara.

    —¿Qué te dijo?

    —Nos darán una habitación a mitad del valor para que ella se prepare.

    —¿En serio? Qué bueno, entonces ahí podrán peinarla y hacer todo. —Denali lo miró sonriendo—. Somos los mejores, ¿no crees?

    —Sí, lo somos. Ahora tenemos que apurarnos.

    Llegaron a la tienda a recoger el vestido, la señora se extrañó.

    —¿Ya les dieron el día?

    La chica fue a buscar el vestido y todos los accesorios, estaba todo en orden. Ambos le dieron las gracias. Ya se iban cuando la señora les preguntó si necesitarían un fotógrafo.

    —¡Sí, es verdad, necesitamos un fotógrafo! ¿Usted conoce a alguien? —preguntó Denali.

    —Sí, mi hijo.

    —Bueno, depende del precio —dijo Ankit, y miró a Denali.

    —Eso depende de cuántas fotos quiera, pero le diré que les haga un buen precio.

    —¿Dónde lo podemos ubicar?

    —Espere, él está cerca, si pueden esperar, lo llamaré.

    Ok, lo esperaremos. Ankit, no te preocupes, yo lo pagaré.

    —De acuerdo.

    Llegó el fotógrafo y les dio todos los precios según la cantidad de fotos y los tamaños. Había tres portafolios, uno pequeño, uno mediano y uno grande que incluía cinco fotos tamaño retrato. Ankit negoció el precio y logró el portafolio grande por el valor del mediano.

    Acordaron que pagarían el cincuenta por ciento por adelantado y las fotos las tomarían en el hotel, luego en la ceremonia, los jardines y el restaurante. Estarían listas en una semana.

    Tomaron un taxi y regresaron al hotel para dejar las cosas. Denali dejó el traje colgado y estirado y llevó los accesorios con ella. Regresaron al otro hotel para reunirse con Naya y Arun, que ya estaban de vuelta. Se encontraron en el comedor.

    De pronto, llegaron Kerani y el productor, venían discutiendo a viva voz. Nadie entendía qué pasaba. Arun le preguntó a uno de los chicos, pero este no sabía. Vio a Devdan y se acercó a él.

    —Hola.

    —Hola, Arun.

    —¿Qué pasó ahora?

    —Ni te digo, montaron todo en el lugar equivocado. Teníamos permiso por cuatro días en un lugar y cuatro en el otro. Vamos a tener que cambiar todo el esquema otra vez. Porque, obviamente, no nos dejan filmar, los permisos no corresponden.

    —¿Cómo?

    —Sí, tenían que haber montado todo en la Estupa de Boudhanat y lo hicieron en Swayambhunath, ¿te imaginas lo que es subir los equipos esos trescientos escalones y ahora tener que bajarlos porque no podemos filmar sin los permisos? Otra vez nos vamos a retrasar, por eso Kerani está furiosa.

    —¿Y qué va a pasar?

    —Bueno, no lo sé todavía. Pero por lo menos mañana no podremos trabajar porque hay que montar todo donde corresponde y ver si además nos dan un día de permiso adicional, ya perdimos uno.

    Ok, gracias, Devdan. Nos vemos.

    Arun fue a la mesa donde se habían sentado Naya, Ankit y Denali y les contó lo que estaba pasando. Lo cual alegró mucho a Ankit.

    —Amigo, de verdad este viaje será toda una aventura y te digo desde ahora que estás, perdón, están bendecidos.

    —¿Por qué?

    —Primero, prometan que se quedarán tranquilos y no saltarán, ni gritarán, ni nada por el estilo, recuerden que los están mirando.

    Arun y Naya no entendían nada.

    —Está bien, lo prometemos.

    —Bien, porque llamó el sacerdote y mañana sería el matrimonio.

    —¡¿Qué?! —dijeron al unísono Naya y Arun.

    —¡Sí, mañana! ¡Y no griten!

    —¡No lo puedo creer! —dijo Naya conteniéndose y mirando a Arun.

    —Por fin tenemos el día. —Arun parecía que estaba en las nubes. Tomó la mano de Naya.

    —¡Ah! Y no se preocupen por nada, porque tenemos todo listo.

    —¿Cómo?

    —Bueno, en realidad había pensado en que tú y Naya justo mañana se enfermarían, pero este problema que se les presentó ahora nos vino como anillo al dedo. ¡Ah! Y lo más importante, es mañana a las doce del día.

    —¿Qué? Pero aún tenemos mucho que hacer —dijo Arun.

    —Acaso no confías en mí, ya te dije que tenemos todo listo.

    —Sí, pero tengo que...

    —Arun, cálmate y escucha a Ankit —dijo Denali.

    Ankit tomó el sobre con la reserva del hotel y se lo entregó.

    —Este es mi regalo, está todo incluido, si necesitan más tiempo solo tienen que informarlo en la recepción, ya está todo preparado.

    —Pero… Ankit, ¿qué hiciste?

    —Eso no es nada cuando se trata de mi hermano. —Arun se iba a levantar para abrazarlo y agradecerle—. Siéntate, aún falta y nos están mirando.

    Arun volvió a sentarse y miró a Naya. Esta vez fue Denali la que sacó un sobre con la reserva del comedor y el acuerdo con el fotógrafo.

    —Amiga, cuando lleguemos a la casa, les haré un regalo a ambos para que empiecen su nueva vida de casados. Ya sabes que ahora fue una verdadera sorpresa.

    —Denali —Naya estaba muy conmovida—, gracias, hermana.

    Arun y Naya estaban muy emocionados, solo faltaba un día para que se convirtieran en esposos y, además, tenían este par de amigos que hacían todo por ellos. No pudieron evitar las lágrimas. Los dos se levantaron y los abrazaron.

    —Siéntense, todos se van a dar cuenta.

    —No te preocupes, diremos que se van a comprometer —dijo Arun.

    —Bueno, Denali, ahora tenemos que disimular y me tienes que abrazar.

    —¡Qué! ¿No dijiste hoy que no te abrazara, que no se podían hacer esas cosas en público? ¿Quién te entiende, Ankit? Aquí hay mucha más gente.

    —Está bien —dijo Ankit decepcionado.

    —¿Y el templo? —preguntó Arun.

    —Ellos tendrán todo listo. Tú llegarás primero con Denali y yo me iré con Naya. Haremos todo en el hotel que tomé para ustedes. Esta noche la pasarán aquí, pero tú no verás a Naya hasta que llegue al templo.

    —Así que si sales antes de la habitación debes saber que no la verás, tienen que despedirse esta noche.

    —¡Ah! Ok, ¿y el vestido?

    —¡Oh, no! ¡Ankit, el vestido! ¡Nos olvidamos por completo!

    —¿Qué? Pero ¿cómo pudieron olvidar el vestido? —Arun se puso pálido.

    —Calmate, es una broma, el vestido está en el hotel. Los accesorios los tengo yo.

    —No puedo creerlo, pensaron en todo —dijo Naya.

    —Nos resolvieron todo, si no ahora tendríamos que correr como locos.

    —Ahora sé por qué me dijiste que trajera un vestido bonito.

    —Claro, te dije que podía haber un evento o cena por las grabaciones, ¿recuerdas? —dijo Arun.

    —Y por eso no querías que le preguntara a Naya.

    Todos sonreían.

    —Bueno, no falta nada. Solo que nos planchen nuestros trajes. Y nos los den a primera hora.

    —No, eso también ya lo mandé a hacer, deberían estar en la habitación.

    —¿En serio? —Arun pasó su brazo por los hombros de Ankit—. Dime, amigo, ¿cómo podré agradecerte? Mira todo lo que has hecho por mí, por nosotros. Y tú también, Denali.

    —No te preocupes, algún día me casaré y tú me sorprenderás.

    Los tres se quedaron mirándolo.

    —No he dicho cuándo, pero algún día lo haré.

    —Espero que me invites a tu boda también —dijo Denali.

    Todos rieron. Y Ankit se sonrojó.

    —Ankit, te sonrojaste —dijo Naya.

    —No, ¿de dónde sacaste eso?

    —Bueno, entonces, nosotras nos vamos temprano al hotel y me visto allí.

    —Sí, Denali te ayudará. También irán a peinarte y arreglarte.

    —Estoy asombrada de lo que han hecho en solo un día. Los admiro.

    —Ahora comamos que se nos enfría la comida —dijo Denali.

    —¿Saben, chicos?, estamos muy agradecidos. Nuestros padres no están y eso nos pone un poco tristes. Gracias. Solo amar a alguien supera el tener amigos tan maravillosos como ustedes, y ni siquiera estoy segura de que sea así realmente —dijo Naya.

    Terminaron de cenar y acordaron que Naya y Arun harían las maletas y dejarían lo mínimo en el hotel. Ankit las iría a dejar para no llamar mucho la atención. Cuando estuvieron listas Ankit y Denali se fueron. Arun fue a ver qué hacía Naya. Abrió la puerta y entró, ella estaba tirada en la cama pensativa. Se asustó al sentir el sonido de la puerta.

    —Soy yo, tranquila, no te levantes. —Se acercó y se sentó al borde de la cama—. ¿En qué estás pensando?

    —En todo esto, Arun, en que mañana a esta hora ya seré tu esposa.

    —Sí, serás mi esposa y yo tu esposo para toda la vida.

    —¿Sabes?, he estado pensando que Dios quiere esta unión, han pasado muchas cosas para que sea así. Desde la primera vez que nos juntó por tan solo un momento. ¿No crees?

    —No, no creo, estoy seguro de que es así.

    —Así será con su ayuda. Solo me faltará tener a mis padres aquí.

    —Sí, a mí también me gustaría que mi madre estuviera a mi lado.

    Naya tomó su mano.

    —Perdóname, mi amor, siempre estoy pensando en mí.

    —No pensemos en nada, solo pensemos en nosotros. Será el día más hermoso de nuestra vida.

    —Lo único que quiero es que llegue el momento en que me convierta en tu esposa. No sabes cuánto lo deseo. —Naya se levantó y lo abrazó—. Te puse triste, mi amor.

    —Mi princesa, yo también lo deseo tanto como tú, seremos muy felices. Estaremos solos, allí nadie nos interrumpirá.

    —Estoy deseando eso. Ahora veremos quién se escapa.

    Arun la tiró hacia atrás y se inclinó sobre ella.

    —Te aseguro que no querrás escaparte. —Le acarició el brazo con el dorso de la mano. Naya se estremeció—. Cerraré con llave, pero tú misma no querrás escapar.

    —Hace tiempo que ya… no quiero escapar de ti. Así que seré yo quien te encierre.

    Naya lo abrazó, lo atrajo hacia ella y lo besó. Él se separó un poco.

    —Mañana no podré verte. —Arun la miró a los ojos—. No te vas a arrepentir, ¿verdad? ¿No me dejarás esperando?

    —No, mi amor, ni lo pienses, tendría que morir para que eso pasara.

    —¡No, ni lo digas! No podría vivir sin ti. —Arun la abrazó con fuerza.

    —Tranquilo, no pasará nada, es una forma de decir. ¿Veamos lo de mañana?

    Se sentaron.

    —Tú te prepararás en el hotel, o sea, verás nuestra habitación antes que yo.

    —No, Denali me dijo que nos darían una habitación para que yo me prepare.

    —¿En serio?

    —Sí, así que la descubriremos juntos.

    —Eso me alegra mucho. Bueno, entonces, yo me voy con Ankit, él se queda contigo y Denali se va conmigo al templo.

    —Así es.

    —El fotógrafo irá a sacarte algunas fotos al hotel y luego irá al templo.

    —Sí, ese es el plan.

    —Qué bueno que consiguieron un fotógrafo. Tendremos lindos recuerdos de nuestro matrimonio. Y podremos mostrarles las fotos a nuestros padres. —Naya asintió.

    —¿Y después?

    —No sé que haremos cuando termine la ceremonia.

    —Seguro nos darán otra sorpresa.

    —¿Sabes?, no hay nada mejor que tener amigos como ellos, son verdaderos hermanos.

    —Sí, es verdad.

    Naya se quedó pensando, y Arun le pasó un brazo por los hombros.

    —¿En qué piensas ahora?

    —En que, mañana a esta hora ya seré tu esposa.

    —Es increíble. No te vayas a olvidar de tu anillo.

    —No, cómo crees, ya deseo tenerlo en mi dedo.

    —Todos se van a dar cuenta.

    —No tenemos que dar ninguna explicación. Solo diremos que fue un regalo.

    —Ahora que lo dices, yo no te regalé nada.

    —Claro que sí, tú eres el mejor regalo que podría haber recibido.

    —Eso no cuenta.

    —Es lo más importante, princesa.

    Naya le tomó la cara y lo besó. Escucharon la puerta que se abría. Entraron Ankit y Denali.

    —Perdón, creí que estaban en la otra habitación.

    —¿Por qué te disculpas, Denali? ¿Qué crees que estábamos haciendo?

    —Solo pedí disculpas por interrumpir. Ya sé que mañana es el gran día.

    —¡Denali! —gritó Naya avergonzada.

    —Y tú, Arun, vete a tu habitación, porque mañana tenemos que madrugar.

    —Sí y yo pedí cita en una peluquería para los dos. Para que te corten el pelo y te afeiten.

    —Pero Ankit, no puedo cortarme el pelo, tengo que representar el personaje.

    —¡Ah! Tienes razón. Al menos, para que te afeiten.

    —Eso sí puedo hacerlo.

    —Bueno, nosotros nos vamos, porque ellas también tienen cita temprano.

    —Ankit, hermano, creo que voy a contratarte.

    —Yo creía que ya me tenías contratado.

    —Claro que sí, aunque este servicio no estaba contemplado. —Respondió Arun sonriendo.

    Ellos se despidieron y se fueron. Ellas se acostaron y apagaron la luz.

    —Estás nerviosa —preguntó Denali.

    —Sí, mucho.

    —Nunca me imaginé que te casarías tan pronto. Siempre pensé que tu carrera sería primero.

    —Para serte honesta, yo también. Pero lo amo mucho Denali, todo lo que deseo es estar con él.

    —¿Sabes?, a mí me gusta mucho Ankit, pero creo que no estoy ni cerca de sentir lo que tú sientes.

    —Yo creo que para todos el amor se manifiesta de manera distinta, a veces más rápido, a veces más lento. A veces pienso que lo nuestro fue amor a primera vista.

    —Sí, yo también lo creo. Solo espero que nuestra amistad no cambie.

    —No cambiará. Tú eres mi amiga, llenas una parte de mí que nadie más puede llenar. Ni siquiera Arun.

    —¿En serio lo sientes así?

    —Claro, tú eres mi hermana, mi amiga, eres la persona a quien le abro mi alma y mi corazón.

    —Es verdad, es totalmente diferente.

    —Bueno, ahora tenemos que dormir. Mañana será un día inolvidable.

    Naya no podía dormir, se puso a pensar en qué tipo de peinado se haría, si un recogido o dejaría su pelo suelto. Tendría que ver de qué manera le caería mejor el velo: «Le gustaré a Arun? Sí, le gustaré. ¿Qué otras sorpresas nos tendrán? Mi amor, no puedo creer que haya hecho todo esto. Y pensar que estuve a punto de perderlo. Mejor ni lo recuerdo».

    Naya tardó un poco más en dormirse. Estaba muy ansiosa.

    A la mañana siguiente, sonó la alarma.

    —Denali, ¿quieres ducharte tú primero?

    —Sí, porque tú necesitas más tiempo. No olvides depilarte.

    Denali escapó al baño riéndose de Naya. Mientras ella movía la cabeza sonriendo y terminaba de guardar algunas cosas en su bolso, al último guardaría su neceser. Denali salió de la ducha y Naya, antes de entrar, le pegó en el hombro. Quería estar bella para Arun, sería su primera noche juntos. Terminó con la ducha y se envolvió en la toalla, secó su pelo y guardó el neceser. Denali ya estaba lista. Tocaron la puerta.

    —¿Quién es?

    —Servicio de desayuno.

    Denali abrió y entró el camarero con el desayuno.

    —¿Lo pediste tú, Denali?

    —No, yo no he pedido nada.

    —El señor Arun lo pidió para ustedes.

    Naya salió del baño y fue a ver qué habían llevado. Había una rosa roja, una blanca y un mensaje: «Solos tú y yo». Naya sonrió y olió las rosas. Las sacó y las puso en la bolsa que llevaría al otro hotel. Sacó la nota y la guardó en la mochila.

    —Apúrate, Naya, tengo hambre y tenemos que irnos.

    Ok, empieza, no te preocupes por mí.

    Naya tomó algo rápido mientras se terminaba de arreglar y guardar sus cosas.

    —Bueno, hermanita, te dejo la habitación para ti. Si te sientes sola, llámame, y si necesitas un abrazo se lo pides a Ankit. Seguro te lo dará feliz.

    —Sí, trataré de no molestarte, no quiero interrumpir nada. Arun me mataría.

    —¡Denali!

    —Amiga, vas a estar tan entretenida que ni siquiera te vas a acordar de mí. —Reía Denali.

    —¡Para, Denali!

    —Está bien, deja tomar mi vestido y mis cosas.

    Denali tomó sus cosas y las puso en un portatrajes.

    Llamó a Ankit para saber dónde estaban y no toparse con ellos.

    —¿Están listas?

    —Sí, ya pedimos un taxi.

    Ok, yo las voy a acompañar.

    —Pero si podemos ir solas.

    —No, Denali, yo las iré a dejar.

    Ankit salió y Arun le dijo:

    —Yo terminaré de preparar todo y tú vuelve rápido, por favor.

    —Sí, hermano, regreso en quince minutos.

    Salió, cerró la puerta y ellas también salieron. Denali le pasó su traje y Naya el bolso que llevaba. Bajaron y el taxi ya estaba esperando. Guardaron las cosas con cuidado y se fueron. Llegaron al hotel y Ankit le pidió al taxista que lo esperara. Habló con el recepcionista, que le pasó las llaves de la habitación en que se prepararía Naya. Subió a dejarlas y regresó al hotel. Denali había dejado todo listo el día anterior. Llegaron las dos chicas que las peinarían y maquillarían. Empezaron dibujando con henna la inicial de Arun en la mano de Naya.

    —Esto debería habérselo hecho ayer, pero lo secaremos con un líquido especial y con el secador.

    —¿En serio se puede hacer así?

    —Claro, es un secreto profesional.

    Al terminar, la peinaron y luego la maquillaron, Naya pidió algo suave, pero la chica destacó sus ojos. Cuando estuvo lista, le pusieron el adorno que caía sobre su frente como una lágrima. A Denali solo le faltaba maquillarse.

    Una de las chicas ayudó a Naya a ponerse el vestido y el velo. Revisaron la henna y ya estaba casi lista. Denali ya había terminado, se veía muy hermosa con el pelo con las puntas onduladas y un adorno al costado.

    —Te ves muy hermosa, amiga.

    —No, querida, tú pareces una princesa. Cuando Arun te vea, se va a desmayar.

    —No, que no se desmaye, por

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