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Besos al cielo sonrisas al universo
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Libro electrónico301 páginas4 horas

Besos al cielo sonrisas al universo

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Información de este libro electrónico

La vida es una, vívela segundo a segundo, minuto a minuto, día tras día. Hoy estas aquí pero mañana no sabes donde estarás.

Una historia escrita desde el corazón. Nuestra protagonista nos muestra que la vida no es fácil, no te puedes caer con la primera piedra que te encuentres, hay que seguir, luchar con la vida para llegar a algo. La vida de la protagonista no es como la de cualquier niño/a de su edad, pero pese a todo intenta seguir y avanzar, aunque tenga grandes pérdidas familiares en su trayectoria.

Vive el presente, no mires atrás ni para coger impulso, solo para ver todo lo que has conseguido.

Si quieres saber mas sobre este libro, solo te puedo decir que te lances a leerlo, no pienses en nada, cuando menos te lo esperes te identificarás con algo de la historia. Es mejor que no te haga más spoiler, para que te adentres en ella.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 feb 2024
ISBN9788410680685

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    Besos al cielo sonrisas al universo - Patricia Vázquez Cáceres

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Patricia Vázquez Cáceres

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de cubierta: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-068-5

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    Besos al cielo, sonrisas al universo es un libro fantástico que hoy quiero compartir contigo. La frase «los besos al cielo» te puede llevar a lo que te vas a encontrar leyendo estas líneas, esos besos que se tiran cuando alguien no está en este mundo. Sonrisas al universo se refiere a lo mismo que lo anterior, por eso he querido unir el título y ponerlo así, ya que cuando pierdes a alguien no puedes tirar tristeza al universo, porque aquella persona que hayas perdido quedará ese día triste. Así que cada vez que tires besos al cielo, hazlo con una sonrisa.

    Es curioso, la fuerza, la vitalidad y los hallazgos que se hacen cuando vas avanzando en la vida.

    Este libro pretende que conozcas y te adentres en la vida, cuando todo lo ves oscuro. Siempre debes continuar por duro que sea el camino. Espero que conozcas a los personajes, conozcas cómo han sido de importantes en la vida de nuestra protagonista, que puedes ser tú, ya que en muchas líneas de este libro te sentirás identificado con algún personaje o conocerás a gente de tu alrededor a quienes les hayan sucedido cosas similares. No te adelanto más: tendrás que leer este libro para poder empezar a encontrar las claves de por qué ese título. Tal vez la protagonista de esta historia sea…

    Besos al cielo, sonrisas al universo habla desde el corazón, del que se queda y del que se va, de lo importante que es en nuestra vida seguir adelante, pese a todo lo malo que nos rodea.

    ¿Qué esperas para leer y saber qué le sucede a la protagonista?

    Introducción

    Todo llega como cuando llega una Dana y nunca se desea. Como cuando llega un huracán, y destroza una ciudad entera. Cuando llega un terremoto y muere tanta gente. Cuando llega una pandemia y se lleva por delante a muchísimas personas solas en un hospital o polideportivos. Cuando se burlan de ti o se ríen y no sabes por qué lo hacen. Cuando tienes un accidente ya no existe marcha atrás y tu vida se acaba. Cuando llega esa palabra y nunca sabes por dónde cogerla…

    La vida está hecha para los valientes, aunque no hay que dejarse atrás a los cobardes. Todo comienza cuando la vida te va bien, te va de maravilla, cuando eres feliz, zas… te llega. Entonces no sabes cómo replantearte la vida, no sabes si debes parar o seguir: si te estancas, todo se acaba, pero si, por el contrario, continuas y sigues adelante, sabes que te va a tocar luchar, ya que el camino no va a ser fácil. La vida en sí no es fácil, habrá piedras pequeñas que con una patada se irán, pero habrá otras que por muchas patadas o empujones que les des, no se irán. Pero ahí estas tú, para saber cómo avanzar en la vida, cómo seguir y quitar esa piedra de tu camino, ya sea escalando, picándola o como puedas, pero siempre encontrarás la manera de salir adelante, con ayuda o sin ella. Saldrás adelante, que es lo más importante.

    La vida no es fácil: cuando nacemos nos lo dan todo hecho, pensamos que todo será igual el resto de la vida, pero la verdad no es esa. Según crecemos nos damos cuenta de que la vida tiene cosas buenas y otras malas.

    Pero lo que realmente os quiero mostrar en estas líneas de aquí en adelante es que, aunque te tiren o te derroten mil veces, debes levantarte dos mil veces más, si no el que te quiera ver mal, dirá «lo he conseguido» y se alegrará por ti. Por eso, si te caes, levántate, aunque pienses que tú estás mal siempre habrá alguien peor, aunque le veas que continúa con su vida como si nada le importara.

    Eso es lo que le pasa a la protagonista de esta historia, una historia contada desde el corazón, con la que muchos os podréis sentir identificados.

    Espero que disfrutes, te diviertas, llores, pero sobre todo que mientras estés leyendo este libro que tienes en tus manos, te haga olvidar.

    ¡Adelante, ya estas más cerca de saber lo que sucede!

    .

    «No mires atrás, mira hacia adelante,

    jamás te rindas, si estás en este mundo

    es por algo, vívelo y disfruta cada día

    como si fuera el último».

    1

    Cuando eres pequeño, piensas que todo te va a ir bien. De repente, notas que algo en tu cuerpo no va bien, que no eres como las demás niñas. No puedes hacer las mismas cosas que hacen otros niños y niñas de tu edad.

    Cuando corres, te cansas, o más que eso, hasta vomitas, ya sea verano o invierno, da igual, no hace falta estar malo para que te sucedan estas cosas. Bueno, si te pasa eso, es que bien de salud no estás, la verdad, pero a lo que me refiero, tampoco estás metido en la cama sin moverte, como cuando pillas una gripe o una gastroenteritis. Esto no era así.

    Jugando al pilla-pilla por el pueblo, corriendo con una vecina, subiendo, bajando cuestas —¿qué pueblo es llano?, pocos, para qué engañarnos—, me detuve ahí, fue cuando comencé con mi ritual de encontrarme mal, de no poder avanzar, ya no podía más, el mundo daba vueltas o eso es lo que pensaba. Pero allí estaba ella, la mujer que cambiaría mi vida.

    Al principio solo era un familiar, pero con solo tres años que Irene tiene, se convierte en una gran persona, pasó de prima a tía en solo un instante. Ella es Milagro, nunca le pudo ir mejor el nombre, trabaja en un hospital de enfermera. Al verla, se puso manos a la obra para que Irene mejorara y encontrar lo que tenía esa niña que, con solo tres años, no podía hacer una vida normal, como cualquier niño o niña en la infancia, cuando debería ser la etapa más bonita de todas.

    Milagro llegó el lunes a trabajar. Ya no era un día más: comenzó a moverse, preguntar a compañeros si conocían qué podía tener su sobrina... Ella sabía que Irene tendría que pasar por varias pruebas, unas mejores que otras, pruebas que nadie desea que se tenga que hacer a un niño o niña. Pero siguió intentando que pudiesen ver a Irene en ese hospital, ya que la niña no es de la provincia de Madrid. Siempre es difícil que te vean si no eres de allí.

    Lo consiguió…

    Milagro llamó a María, la madre de Irene, le dijo:

    —He conseguido que vean a Irene en mi hospital, es tal día a tal hora, espero que vengáis y así Irene comience a hacer vida de niña.

    Días después, llegó ese momento.

    2

    Milagro consiguió que sus compañeros vieran a su sobrina, movió todo el hospital para que esa niña tuviera una infancia como se merecía. Una niña que tiene un corazón enorme y una sonrisa tímida, pero que alegra a cualquiera. Tengo entendido que también es un poco llorona, aunque como siempre digo, llorar en la vida es bueno, no hay que guardarse las emociones para uno mismo.

    Subí a la planta de pediatría, allí estaba el doctor que podría salvar a mi sobrina, llamé a la puerta, pero me dijo que esperase…

    Sentada en la sala de espera, miraba a mi alrededor. Veía a niños y niñas pequeños con sus madres, a otros con sus padres. Fijé toda mi atención en una de ellas: tenía el pelo castaño, rizado, y los ojos marrones; por un segundo pensé que era mi sobrina. Todo estaba en el aire, aún no sabía si podían ver allí a mi sobrina. No sé en qué momento se me humedecieron los ojos pensando que el doctor aún no había salido de la consulta. Entonces noté que alguien me tocaba el hombro y me decía:

    —¿Milagro, necesitas algo?

    Con rapidez me recompuse, me limpié los ojos, le miré, nuestras miradas se unieron; me hizo pasar a consulta, para dialogar más en privado, aunque a nadie le importaba de lo que vamos a hablar.

    —Doctor, siento molestarle, pero necesito que me ayude.

    —Dígame, Milagro. ¿Qué necesita?

    —Mi sobrina Irene no está bien, la vi el fin de semana en el pueblo jugando con sus primas más algunas vecinas. Cuando la niña corre se asfixia, hasta vomita, veo que le falta el aire y se pone muy acelerada. No veo que tenga una infancia como los otros niños de su edad, por eso le reclamo ayuda, usted sabe que no pido ayuda a menudo, pero esto es urgente.

    —Su sobrina me ha dicho que tiene ¿cuántos años?

    —Tres años, los hizo en mayo.

    —Su sobrina, ¿dónde vive?

    —Ese es el problema, doctor. Mi sobrina vive en la provincia de Toledo, aunque quiero que la vean en mi hospital, ya que así puedo estar con ella. Sé que será un proceso duro, pero es valiente y no se rinde fácilmente.

    —Miraré a ver qué puedo hacer, pero la cosa está difícil, al no ser de Madrid, todo se complica bastante. Milagro, la veo bastante apurada. Como bien me ha dicho usted no es de pedir favores, si me lo está pidiendo realmente tiene que ser grave. Déjeme su teléfono y en unos días le digo a ver si puedo hacer algo.

    —Gracias, doctor.

    Bajo las escaleras, me meto en la cafetería sin dejar de pensar en cómo estará Irene, ya que esta semana comienza gimnasia rítmica. «No será fácil, pero sé que es una niña fuerte y valiente. Voy a confiar en que la puedan ver aquí». Me cojo un café con leche y un croissant y cuando encuentro una mesa vacía la ocupo, me pongo a mirar el periódico. Escucho que tienen la radio puesta en la cafetería, suena la canción Mejor que ayer, que al escucharla me hace tararear la letra. De pronto me quedo callada, sigo escuchando la canción y veo que en la silla de frente a la mía se sienta un compañero. No me da tiempo a mirar de quién se trata, solo veo la bata y las manos. «Esas manos me son conocidas», pienso.

    —Hola, Milagro, ¿puedo sentarme?

    Lo miro y veo que es el doctor.

    —Sí, yo ya me he terminado el café, debo volver al trabajo.

    —No se vaya tan rápido, me gustaría hablar con usted, ya que en la consulta la he visto bastante preocupada, y me pongo en su lugar. Si fuera mi hija, yo también lo estaría. He hecho unas cuantas llamadas, en cuanto reciba respuesta la llamo, no sé si lo sabré hoy o si ya será mañana, puesto que el miércoles es festivo, pero como muy tarde espero que podamos ver a su sobrina el viernes. Aunque como le he dicho, aún espero unas llamadas de confirmación.

    —Gracias, doctor, de verdad. Mi sobrina es un sol, no se merece por lo que está pasando. Quiero que esté en este hospital para poder acompañarla, conmigo se sentirá protegida.

    —Lo dicho, Milagro, pronto tendrá noticias…

    El martes por la mañana, llego al trabajo sin ganas, sin apenas dormir. Llamé a mi sobrina el día anterior por la noche, me dijo su madre que estaba con fiebre y sin apenas ganas de hacer nada, eso me preocupó bastante, ya que mi sobrina siempre está haciendo cosas, pero que estuviera en la cama me pareció bastante preocupante. No dormí nada solo pensando en qué puedo hacer para que mi sobrina venga cuanto antes a mi hospital. Comienzo la mañana como cualquier otra, visitando a los pacientes en las habitaciones, ayudando a compañeras en la sala de extracciones, en sala de alergias, subo a visitar a mis compañeros de rayos, y no tardan en notarme que algo no va bien.

    —Milagro, ¿te encuentras bien? Tienes mala cara, ¿qué sucede? Sabes que puedes contar conmigo, tú me has ayudado en muchas cosas, por eso quiero que me digas qué te sucede, para ver si puedo ayudarte.

    —La verdad, no sé si me vas a poder ayudar, creo que no eres la persona adecuada. A mí no me pasa nada, es a mi sobrina, que tiene tres años y no puede hacer una vida como cualquiera de su edad. —Le cuento todo—. Eso es lo que pasa.

    —Puedo llamar ahora a un compañero, para ver qué me dice, espera aquí un momento que hago la llamada, vengo enseguida.

    —Vale, gracias.

    Pasados quince minutos, vuelvo a estar, sentada en la sala de descanso de la planta de rayos. Miraba a mi alrededor, esta vez, a diferencia de la anterior, estaba sola, solo hay una televisión pequeña, un sofá, varias sillas y una mesa pequeña en medio, también tiene una nevera con microondas para calentar la comida cuando los turnos son muy largos.

    —Milagro, siento la tardanza, pero acabo de hablar con mi compañero, me ha dicho que bajes a pediatría que el doctor tiene que hablar contigo.

    —¿De verdad? Mil gracias.

    Bajo corriendo las escaleras. Son solo dos pisos, pero pararme a coger el ascensor es un atraso, necesito saber cuándo puede venir mi sobrina.

    Toc, toc…

    —¡Adelante!

    —Doctor, me han dicho que tiene noticias, dígame que verá a mi sobrina, por favor.

    —Siéntese y hablamos.

    —No puedo sentarme, doctor, estoy muy nerviosa.

    —Vale, como usted quiera. Milagro, el jueves ¿podría venir tu sobrina a las ocho de la mañana en ayunas para hacerle una analítica y alguna cosita más?

    —Sí, doctor, seguro que sí, tanto su padre como su madre están deseando saber qué tiene su hija.

    —Vale, pues a las ocho el jueves la lleva directa a extracciones, después la sube a rayos, luego a sala de alergias, luego que desayune y, por último, la veo yo aquí.

    —¿Doctor?

    —Dígame.

    —¿No cree que van a ser muchas cosas para el primer día?

    —Milagro, si queremos saber qué tiene su sobrina tiene que ser así, sé que será un día duro para ella, tal vez para usted también, pero tiene que ser así, lo siento.

    —Vale, vale, gracias de todos modos.

    —Ánimo, Milagro. Todo irá bien, ya lo verá. Hasta el jueves.

    Cuando llego a casa, me pongo a descansar un rato cuando el teléfono suena. «Quién llamará ahora…».

    —¿Sí? ¿Dígame? ¿Quién eres?

    —Mi… mi… la… gro…. Te ne… ce… si… to.

    —María, ¿qué sucede? ¿Qué pasa?

    —Ire… ne.

    —¿Qué le sucede a Irene?

    —No puede respirar, le cuesta mucho, va cada vez peor, no hace más que llorar, no puedo verla así…

    —María, cuelga. Hago una llamada, te llamo rápido.

    —Gracias.

    —Doctor, disculpe que le moleste, sé que mi sobrina va mañana al hospital, pero me acaba de llamar su madre, que está peor, ¿la derivo a nuestro hospital de urgencias?

    —Sí, que vengan por urgencias, además hoy estoy por aquí.

    —También iré yo con ellos. Gracias, nos vemos.

    Llamando… Un toque, dos toques, tres toques, «vamos, cógelo», cuatro toqu…

    —¡Sí!, soy Milagro, venid al hospital por urgencias que vemos a la niña, además el doctor está de guardia.

    —Gra… gra… ci… as.

    ****

    —Doctor, ya estoy por aquí, espero a mi sobrina por la puerta de urgencias, así entro con ella, por muy valiente que es, sé que vendrá asustada.

    Unas horas después…

    —Irene, por aquí vente conmigo, cariño.

    —Me duele… tía…

    —Lo sé, cariño, vamos a ponerte buena, todo irá bien. María, Toni, quedaos por aquí, saldré a informaros.

    —Gracias, Milagro.

    —Cariño, todo irá bien, ya lo verás, eres una niña super valiente, no tienes miedo a nada, además estoy aquí a tu lado.

    —Irene, soy el doctor. Te vamos a coger una vía para ponerte medicación, vamos a tomar la temperatura de tu cuerpo, y además te haremos un análisis para ver todo lo que hay en tu interior, ¿de acuerdo?

    —Vale, doctor.

    —Dame la mano, cariño, no te va a doler, confía en que no sentirás nada, ¿lo ves?, ¿a que no ha sido nada?

    —No, tía, pero me sigue doliendo…

    —Pronto mejorarás, yo estaré a tu lado…

    Pasadas unas horas…

    —¿Cómo estás, princesa?

    3

    Abro los ojos, la primera persona que me encuentro en esa habitación blanca es ella, mi tía. A su lado veo a mi madre y a mi padre.

    Escucho a alguien acercarse hacia mi cama, donde me encuentro tumbada con varios tubos puestos en los brazos, que están unidos a dos bolsas. Sin saber por qué, comienzo a llorar desconsoladamente… no dejo de llorar, estoy asustada…

    —Cariño, ¿te sucede algo? ¿Te encuentras peor? ¿Te duele algo? Cariño, dime algo, me estás asustando…

    —Ma… má.

    —Estoy aquí, cariño, todo está bien.

    —Irene, dame la mano, ¿estás asustada? Todo va a ir bien, te has dormido haciéndote una prueba, te acabas de despertar, pero has podido dormir algo después de varios días, eso es que todo está mejorando. Te quedan algunas pruebas más, estamos esperando a que vengan unos resultados, para así hacértelas antes de mandarte a casa.

    —Tía.

    —Dime, cariño.

    —¿Me puedo quedar contigo esta noche?, si me pasa algo, tenemos el hospital cerca.

    —Eso debemos hablarlo con tus padres.

    —Hija, cuando vengan los resultados, nos dirán cuándo hay que volver o los pasos a seguir, pensamos qué vamos a hacer, ¿te parece?

    —Vale, mamá.

    Pasadas unas horas… se abre la puerta…

    —Ya tenemos los resultados. A simple vista y con las analíticas que le hicimos podemos decir que es asma, pero hay que seguir haciendo pruebas. Ahora la vamos a mandar a casa, pero el viernes debería volver a las 8 de la mañana, para seguir haciendo más pruebas.

    —Muchas gracias, doctor.

    —Hija, ¿quieres quedarte con la tía?

    —¿De verdad, mamá? ¿Me dejáis quedarme con la tía?

    —Sí, si la tía quiere te quedas con ella y el viernes venimos a por ti.

    —Claro que se puede quedar, aparte, mañana no trabajo, nos podemos ir por el centro de Madrid a pasear por el Retiro, Gran Vía, etc. ¿Te parece?

    —Sííí, me parece bien.

    —Despídete de tus padres y nos vamos a casa, que tienes que estar cansada…

    —Mamá, papá, os quiero mucho, estaré bien con la tía, buen viaje.

    —Un beso, hasta el viernes, llamaremos a la tía para ver cómo estáis. Nos vemos.

    Al llegar a casa de la tía lo primero en que me fijo es en un perro salchicha que tiene detrás de la puerta de la entrada, un perro muy bonito que me encantó. Le digo a mi tía que tengo hambre y rápidamente me prepara la cena, para después poder descansar.

    —Irene, lávate los dientes, vamos a dormir, que hoy duermo acompañada.

    —Sííí, tía, ahora mismo.

    Metidas en la cama, me abrazo a ella y le doy las gracias. Ella se gira me abraza y nos quedamos dormidas…

    ****

    —Milagro.

    —¿Sí? ¡Dígame!

    —Soy el doctor, llamaba para saber cómo ha pasado la noche Irene. También para saber cómo está usted, sé que ayer fue un día duro.

    —Lo primero de todo gracias por llamar. Irene ha pasado la noche bastante bien, por lo menos ha descansado, no la he escuchado toser nada. En cuanto a cómo estoy yo, hasta el viernes que sepa los resultados de las pruebas que faltan por hacer, no me quedaré tranquila. Pero mi sobrina es valiente, luchadora y fuerte. Con solo tres años, someterse a todo lo que está pasando… esta niña el día de mañana será una mujer muy valiente. No caerá a la primera, continuará el camino, por duro que sea. Hoy vamos a estar casi todo el día fuera, haciendo cosas para que así se distraiga, nos iremos al cine seguramente, pero antes…

    —¿Qué sucede, Milagro?

    —Pues doctor, antes queda darle la medicación que le asiente el cuerpo y comience a ser niña, tengo miedo de que pueda sentarle mal, que la haga recaer…

    —No piense en eso, hoy es un día para disfrutar con ella en las calles de Madrid. Si sucede algo, llámeme a mi teléfono, la ayudaré de inmediato.

    —Gracias, voy a verla, que ya se ha despertado.

    —Irene, vístete que nos vamos a Madrid centro, vamos al Retiro, después a comer, ¿quieres que vayamos al cine?

    —Síííí…

    —Ven que te dé la medicación y nos vamos…

    Montadas en el autobús urbano suena la melodía Color esperanza. Irene va tarareando la canción, se la ve feliz. Pienso: «esto es una señal, todo irá bien. La medicación se la ha tomado sin rechistar, por esa parte genial, yo estoy más tranquila».

    Pasamos un día muy bonito, Irene ha disfrutado mucho en el Retiro y la película le gustó. Ha corrido detrás de las palomas sin que la entrara la tos; solo un día con medicación y la niña ya ha mejorado. «Esto va por buen camino, pensé… Buenas noches, mañana será otro día».

    Viernes por la mañana…

    Al día siguiente, estoy en la sala de extracciones con mi sobrina. La noto un poco más asustada, porque las pruebas que

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