Clara frente al espejo
Por Olías Ericsson y Belén
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Información de este libro electrónico
Desde una desgarradora y lúcida primera persona, esta novela basada en hechos reales. Nos habla de las experiencias de una joven durante el proceso de recuperación de este grave trastorno de la conducta alimentaria, así como su esforzada lucha por salir del pozo de desesperación en el que se halla sumida...
¿Logrará Clara salir del círculo y regresar del otro lado del espejo? ¿Podrá ver más allá de la oscuridad en la que está sumida o se quedará atrapada en la zona de sombras?... Sólo de ella depende.
Un conmovedor ejemplo para quienes padecen este grave problema, tanto en carne propia como en su entorno inmediato.
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Clara frente al espejo - Olías Ericsson
anclas.
Prólogo
A los trece años comenzó este tormento para mí, pero pasaron muchos años e incontables momentos de agonía y de querer acabar con todo hasta que encontré a los profesionales adecuados. Mucha gente es todavía escéptica ante este problema, creen que es una moda de niñas que quieren adelgazar, que simplemente se les pasará con el tiempo o, como he escuchado en demasiadas ocasiones, que «lo único que tienen que hacer es comer y ya está». No es así, ni muchísimo menos. Desde que encendemos la televisión, abrimos una revista o vamos a comprar ropa, somos bombardeados con la idea de que la imagen es igual al éxito. Cada tienda tiene un tallaje distinto, por lo que resulta muy difícil acercarse a ese ideal de perfección que nos quieren vender los insanos maniquíes que exponen la ropa que vamos a comprar. Las revistas están pobladas de fotografías de modelos retocadas que hacen creer al que las mira que es posible tener un cuerpo modificado por ordenador, además de muchísimos anuncios y reportajes sobre productos y dietas absurdas que incitan a sustituir una saludable comida por un trozo de plástico con forma de barrita de cereales. Hasta ahí, un camino de rosas para el futuro enfermo.
Luego, el susodicho tendrá que enfrentarse a la vida en el colegio, universidad o puesto de trabajo, donde, si se dan cuenta de que está perdiendo peso a un ritmo enfermizo, de que no puede mantenerse despierto, de que está perdiendo pelo y color en la cara, de que le resulta casi imposible forzar una sonrisa, o de que siempre tiene alguna excusa para no comer delante de la gente, no podrán hacer nada para ayudarle porque ya está solo.
Cuando esa persona por fin se de cuenta de que está enferma, se acercará con sigilo a los centros médicos para pedir ayuda. Si tiene mucha suerte, puede que encuentre algún psicólogo que no base su tratamiento en lo que come, lo que pesa o los trucos de qué web utiliza. Si necesita un ingreso y el profesional que le trata se da cuenta de ello, tendrá que rezar mucho para no acabar en la misma planta que gente con trastornos psiquiátricos totalmente diferentes al suyo y sin ayuda especializada. Hasta que, finalmente, pueda llegar al sitio adecuado donde curarse, si es que no le han dado antes por perdido.
Pasé por siete psicólogos antes de llegar a la que me salvó, cinco psiquiatras antes de llegar a la que acertó con mi medicación, y por infinitos momentos en los que me habría tirado desde el tejado antes que seguir buscando una mano que nunca llegaba.
Este libro no es únicamente para los enfermos.
Me gustaría que llegara a familiares y amigos; a aquellas personas sensibilizadas que, de cualquier manera, pueden apoyarles; para los que comparten pasillo, mesa, oficina o clase con ellos; para los que deciden que las personas que tienen una talla mayor que la que ellos consideran buena no merecen más que sus burlas y desprecios; para aquellos que no han dado importancia a esta enfermedad mortal que cada año afecta a más personas en todo el mundo. Espero que esta lectura empatice con algún órgano de su cuerpo y de su mente y, sobre todo, que sirviera de algo a alguien que estuviera, ahora mismo, en mi misma situación.
* * *
La vida está vacía. Vivir para tener un trabajo, ganar dinero, pagar la hipoteca, dar una educación a tus hijos, acostarte en la cama y empezar de nuevo al día siguiente. Veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año.
¿Qué futuro es este? El único posible. Puedes sobresalir todo lo que quieras, pero no hay más.
Es esto, vivir para otros.
La vida tiene que ser algo más, pero ¿qué?
Algunos dicen que el sentido de la vida lo dan las personas queridas. ¿Y si no quieres tanto como para darle sentido?, ¿y si la gente te da igual?, ¿y si no te sientes querido, te duele, pero a la vez no te importa porque sabes que no tiene sentido?
La vida es dolor, preocupación y monotonía, sobre todo monotonía. ¿Y si nada te hace realmente feliz,
ni te emociona?, ¿qué te hace seguir?: ¿La rutina?,
¿el sentimiento del deber o de la responsabilidad?,
¿la incapacidad de imaginarte algo que no sea eso?
Igual el sentido de la vida es darse cuenta de que
no tiene sentido. Es absurdo que la vida sea trabajar, esforzarte por gustar a otros, sentirte mal por
no cumplir unos cánones. Tanto dolor para intentar
ser querida y aceptada.
¿Y si, simplemente, la vida no tiene sentido o el sentido es saber que tienes la opción de no vivirla?
* * *
1
Alguien sabio dijo una vez que el mayor poder del hombre es la palabra. Qué razón tenía, pues toda esta historia comenzó con unas simples palabras, dichas en un mal momento por la persona menos indicada.
Clara estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas. Tenía la vista fija en una hoja en blanco, la primera del cuaderno morado que su madre le había comprado como recomendación de la psicóloga.
–Escribe –le había dicho–. Eso te ayudará a empezar a soltar el lastre que llevas dentro. En cuanto salieron de la consulta fueron rápidamente a adquirir un diario.
–Igual esto te ayuda, hija. Así podremos todos comprenderte mejor.
Clara se había resignado.