La princesa que soñaba con ser un monstruo
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Estas y otras preguntas más son las que se plantea la princesa Eliane Morningstar, quien tras vivir durante toda su vida encerrada en las murallas del reino de Heswill, en un mundo aparentemente idílico, descubre la verdad más allá de los muros cuando conoce a uno de los engendros que los suyos temen. Aquellos seres del exterior a los que llaman "monstruos".
A partir de entonces, Eliane toma una decisión que cambiará su vida para siempre, reflejando su deseo a través de las siguientes palabras:
«Todas las princesas sueñan con ser reinas algún día.
A diferencia de ellas, yo sueño con ser un monstruo».
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La princesa que soñaba con ser un monstruo - Eduardo J. Lorenzo Díaz
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Eduardo J. Lorenzo Díaz
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de cubierta: Rubén García
Supervisión de corrección: Celia Jiménez
ISBN: 978-84-1068-045-6
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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Para mi madre, a quien admiro como persona.
Para mis hermanos, que me enseñan mucho sin saberlo.
Para Rea, que me inspiró a dar este paso porque ya era hora.
Para mi yo de niño, por haber cumplido un sueño pendiente y ser feliz.
Para todas aquellas personas que buscan su felicidad
y no se rinden jamás hasta encontrarla.
.
«Todas las princesas sueñan con ser reinas algún día.
A diferencia de ellas, yo sueño con ser un monstruo».
I
Vivo en un castillo de cuento, en un reino de ensueño. Mis padres son los reyes que gobiernan el territorio de Heswill, situado en una gran llanura a los pies de las montañas. Todo lo que nos rodea son hermosas praderas, amplios ríos de aguas cristalinas y abundante vegetación de bosques verdes. Gracias a nuestras altas murallas de piedra podemos decir que vivimos en una zona segura, fuera de cualquier peligro. En el interior, los aldeanos viven en bonitas casas de adobe y madera, alrededor del inmenso castillo donde residen sus majestades los reyes y la familia real. La vida en Heswill transcurre como en la mayoría de los reinos vecinos: los carniceros venden carne, los panaderos venden pan, los carpinteros construyen elementos de madera, los cultivadores se dedican a la agricultura, y los mercaderes van y vienen por sus calles ofreciendo sus productos y bienes. Mientras tanto, los paisanos del lugar pasean y siguen el curso de sus quehaceres, algunos con tranquilidad y otros con acelerada prisa.
En lo que respecta a mi familia, poco puedo decir que nadie sepa. Mi padre se llama Antonio Hellriver y mi madre Diana Morningstar. Ambos forman parte del linaje de unión entre Hesta y Zawill, dos reinos pequeños del pasado que decidieron unirse para crear otro más grande, siendo la combinación de sus nombres Heswill, nuestro gran reino actual. Nadie puede negar la paz que reina desde entonces, gracias a la construcción de las murallas por orden de los mismos. Y de esa dicha unión nacimos también mis hermanas y yo, con el apellido preferente de nuestra madre, como herederas legítimas de toda la riqueza y futuras gobernadoras de Heswill.
Si bien desde pequeñas se nos ha enseñado a llevar la vida en el castillo y a tomar conciencia de la importancia de nuestra labor como futuras reinas, a mí particularmente me parece aburrida. Mis hermanas no opinan lo mismo y parecen maravilladas ante la idea de ponerse ridículos vestidos de gala y maquillarse para fiestas que a nadie le importan. A mí también me obligan a vestir de manera tan hortera, a adoptar los gestos y teatralidades propias de nuestra clase social en las reuniones, y del mismo modo a fingir sonrisas falsas que ni siquiera a mí me agradan. Por no hablar de los extensos conocimientos que nos obligan a aprender por medio de la institutriz Adelay cinco días a la semana, y que si no memorizamos como ella suele decir, nunca llegaremos a ser reinas decentes y de provecho. Sinceramente, sigo sin entender para qué necesitamos saber de memoria los nombres de los ríos del reino vecino, o los nombres y apellidos de sus antepasados fallecidos. Ni siquiera conozco los míos propios y eso que estamos hablando del reino de Heswill.
Lo único que encuentro interesante de entre tanta porquería teórica es todo lo relacionado con los llamados Wynrol, seres que viven más allá de las murallas de nuestro reino y que son temidos por todos con el nombre de monstruos. Lo más divertido del asunto es que nunca