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Bienestar en la escuela
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Libro electrónico335 páginas4 horas

Bienestar en la escuela

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Incluso ya desde antes de la pandemia covid-19, el bienestar de los estudiantes era algo que preocupaba cada vez más a los educadores, pues era imposible ignorar por más tiempo los problemas relacionados con la salud mental, las crisis mundiales y las redes sociales.
Pero ¿qué es exactamente el bienestar? ¿Cómo se ve, por qué es tan importante y qué pueden hacer los sistemas escolares para promoverlo? ¿Cómo se relaciona con el rendimiento estudiantil y el aprendizaje social y emocional?
Andy Hargreaves y Dennis Shirley, expertos en educación de prestigio mundial, responden a estas preguntas y a muchas más. Para ello nos muestran los resultados de las investigaciones más importantes relacionadas con el bienestar y profundizan en las ideas que estas subyacen. Incluyen también ejemplos de políticas educativas y cómo se han implementado en todo el mundo. Los autores defienden el hecho de anteponer el bienestar a otras prioridades, como las clasificaciones de las evaluaciones internacionales, y nos explican que las tres fuerzas más poderosas que pueden aprovechar los educadores para establecer políticas y prácticas de bienestar efectivas son: la necesidad de una prosperidad para todos, la ética en el uso de tecnología, y el carácter restaurativo de la naturaleza.
Esta obra es inspiradora, reflexiva y provocadora, pues nos aporta la esperanza que necesitamos en esta época actual de desafíos sin precedentes. Mirando dentro y más allá del aula, nos traza un camino hacia un objetivo elevado pero alcanzable: mejorar el bienestar no solo para los estudiantes sino también para la sociedad en su conjunto.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 nov 2023
ISBN9788419287656
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    Bienestar en la escuela - Andy Hargreaves

    1

    Antes de 2020, si preguntaban a alguien lo primero que le venía a la mente al mencionar the Who, seguramente habría pensado en la banda de rock británica del mismo nombre, ya algo pasada de moda. Pero otro WHO (the World Health Organization, la Organización Mundial para la Salud, OMS) se convirtió en referencia al lidiar con la pandemia de la COVID-19. La OMS fue creada por las Naciones Unidas en 1947 para ser la organización a cargo de los problemas sanitarios a nivel global. Su constitución define la salud como "un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solo como la ausencia de enfermedad o discapacidad" (cursiva añadida)¹. La OMS creó nuevas profesiones como el trabajo psiquiátrico social y la psicología escolar. Después de la segunda guerra mundial, puso el bienestar en el escenario mundial, al mismo nivel que la productividad económica, la paz y la seguridad mundial.

    El bienestar es importante en todas las etapas de la vida, pero lo es especialmente durante el desarrollo de los jóvenes. Sabemos que los jóvenes se sienten bien cuando disfrutan de sus estudios, de ir a la escuela, y cuando se sienten valorados por su familia y sus amigos. Todos queremos que se sientan felices, realizados tanto físicamente como emocionalmente y que tengan voz en su aprendizaje y sobre su futuro.

    Sin embargo, no es siempre obvio saber con inmediatez si los jóvenes se sienten bien. Por eso, a veces, puede resultar difícil medir el nivel de bienestar. Puede ser efervescente y expresivo, pero no somos todos libros abiertos. El bienestar también puede ser tranquilo, reflexivo y discreto. Puede manifestarse en el orgullo que uno siente al lograr una medalla o actuar con éxito en una obra de teatro. Pero también puede ser esta satisfacción al estar cautivado por la lectura de un libro o al jugar tranquilamente con un amigo.

    Entendemos mejor el valor del bienestar cuando no está, o cuando solo encontramos señales de enfermedad. Nos damos cuenta cuando los niños tienen hambre o no han dormido. Esta-mos atentos a los jóvenes aislados, marginados o acosados. Nos hemos vuelto muy pendientes de los niños en riesgo de negligencia o abuso doméstico. Ofrecemos ayuda específica a los jóvenes diagnosticados con autismo, TDAH, ansiedad, o trastorno del espectro alcohólico fetal. Cada vez más centros y sistemas educativos elaboran normativas y estrategias para luchar contra el racismo, la homofobia y otros prejuicios. Una de las competencias básicas de la enseñanza es poder tener empatía y apoyar a los niños que experimentan más un malestar pasajero por la pérdida de un familiar, la muerte de una mascota, la preocupación causada por la separación de sus padres, o por haberse peleado con su mejor amigo/a.

    Como lo veremos en el capítulo 8, el bienestar, la felicidad y la realización no son solamente la guinda del pastel del aprendizaje y del éxito, sino que son esenciales para alcanzar cualquier objetivo académico. Es difícil tener éxito cuando uno está cansado, preocupado, hambriento, asustado o triste. A la inversa, lograr un avance y dominar una materia pueden llevar a un incremento de la autosatisfacción y la confianza en uno mismo.

    Además de su contribución al aprendizaje, el bienestar y la realización, también tienen un valor propio inmenso. Datos sobre la salud mental recogidos durante la pandemia de la covid-19 revelan que los adolescentes fueron el grupo cuyo bienestar se vio más afectado². Se vieron separados de sus vecinos, sus profesores, sus mentores y sus amigos del colegio, en un momento en el que gran parte de su desarrollo pasa por estar con amigos y adquirir un sentimiento de identidad y esperanza para el futuro. Por mucho que se hablara, después de la pandemia, de poder aprender en línea desde cualquier sitio, la verdad es que, si quitamos las escuelas físicas, los niños y los adolescentes podrían volverse desvinculados de mucha gente que les importa y su desarrollo. El bienestar es una parte esencial de la educación y de hacerse mayor. Ignorarlo es tomar riesgos.

    APRENDER A SER

    Oficialmente, y obviamente, el objetivo principal de la educación no es el bienestar, sino aprender. Comprender una idea intrigante, aprender algo nuevo, desarrollar una habilidad difícil, dominar un concepto complejo —esto parece ser la esencia de la educación. Es lo que atrae a muchos docentes a ejercer la profesión: encender unas bombillas en la mente de los niños, que puedan comprender o hacer cosas que pensaban que no estarían a su alcance, ayudarles a progresar, o crear en ellos un interés por algo que puede transformarse en una pasión que los acompañe siempre.

    Pero las escuelas no tratan solo el aprendizaje académico, sino que también promueven su desarrollo moral y emocional. Si nos comportamos como si solo diéramos importancia al aprendizaje y al éxito académico, entonces caemos en la trampa de lo que el profesor neerlandés Gert Biesta denomina aprendificación³.

    Aprendificación significa que todo debe ser justificado según su impacto sobre el aprendizaje. ¿Quieren conseguir más tiempo para la educación musical en su escuela? Entonces, mencionen la prueba según la cual la música mejora el rendimiento en matemáticas. ¿Están interesados en implementar la meditación y el biofeedback entre sus hijos? Pues demuestren que la serenidad consecuente mejorará el rendimiento durante los exámenes. Y si alargan el día escolar, no subrayen el valor de estar más tiempo con chicos de su edad, practicar el liderazgo, o desarrollar nuevos intereses. Solo demuestren que alargar el tiempo de aprendizaje puede incrementar de forma medible el éxito.

    Sin embargo, en las escuelas también se trata del desarrollo de los niños y niñas: cómo experimentan y expresan el asombro, la ilusión, la compasión, la empatía, la indignación moral frente a la injusticia, el valor, el juego, el compromiso, el respeto por uno mismo, la confianza en uno mismo y muchas más cualidades emocionales y morales, dentro de su educación. Los jóvenes deben experimentar estas cosas no solo por quiénes serán en el futuro, sino también por quiénes son ahora.

    En 1996, las Naciones Unidas crearon una comisión para la educación, encabezada por Jacques Delors, un antiguo presidente de la Comisión Europea. Su informe se tituló La Educación encierra un tesoro⁴. Se baso en un informe anterior de la ONU, publicado 25 años antes, titulado Aprender a ser⁵. El informe Delors advocaba a favor de los objetivos educativos y humanísticos que, según ello, habían estado ignorados y abandonados.

    La comisión mostró su preocupación hacia el crecimiento del desempleo, la exclusión y la desigualdad, y la propagación de los daños medioambientales. Argumentó que el ‘crecimiento económico a ultranza’ no se puede considerar ya el camino más fácil hacia la conciliación del progreso material y la equidad, el respeto de la condición humana y del capital natural que debemos transmitir en buenas condiciones a las generaciones futuras⁶. Con dichas preocupaciones en mente, el informe Delors empezó diciendo que:

    La Comisión desea por tanto afirmar su convicción respecto a la función esencial de la educación en el desarrollo continuo de la persona y las sociedades, no como un remedio milagroso —el Ábrete Sésamo de un mundo que ha llegado a la realización de todos estos ideales— sino como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las opresiones, las guerras, etc.

    El informe de la comisión se apoyó sobre cuatro pilares del aprendizaje⁸. Aprender a conocer se basaba en una cultura general amplia y el conocimiento específico de ciertas asignaturas. Aprender a hacer habla de la adquisición de habilidades y competencias, incluido habilidades modernas, como el trabajo en equipo, que ahora consideramos habilidades globales. Ambas formas de aprender han sido el foco de atención de las escuelas y universidades, y pueden ser fácilmente examinadas y probadas. Sin embargo, el equipo de Delors subrayó que los otros dos pilares —aprender a ser y aprender a vivir juntos— son al menos de igual importancia en un mundo que cambia rápido, y que está cada vez más en peligro. Aun así, los sistemas educativos tradicionales les prestan mucho menos atención.

    Aprender a ser habla de desenterrar el tesoro interior de la gente, donde se esconden sus talentos. Aquellos incluyen la memoria, el raciocinio, la imaginación, las aptitudes físicas, el sentido de la estética, la facilidad para comunicar con los demás⁹. Aprender a ser implica el desarrollo del autoconocimiento, esencial cualquiera que forme parte de grupos con capacidad para liderar¹⁰.

    Según Delors, aún en una época en la que la caída del muro de Berlín no había acabado con los conflictos nacionales e internacionales, el pilar más importante, pero el más descuidado, era aprender a vivir juntos, para garantizar el entendimiento mutuo, el diálogo pacífico y la armonía¹¹. Aprender a vivir juntos se reducía a conocer mejor a los demás, su historia, sus tradiciones y su espiritualidad y, a partir de ahí, crear un espíritu nuevo que impulse la realización de proyectos comunes o la solución inteligente y pacífica de los inevitables conflictos¹².

    El 6 de enero de 2021, un grupo de insurgentes asaltaron el Capitolio y rompieron los frágiles hilos de la democracia americana. Tras la conmoción inicial, ¿quién preguntó qué había fallado en la educación para que los ciudadanos supieran vivir juntos? ¿Quién se arrepintió de haber sacrificado la educación social y cívica durante décadas a costa de más y más evaluaciones? ¿Acaso los técnicos ejecutivos de una industria digital dominada por hombres blancos se declararon responsables de los algoritmos, cuyo propósito es ganar dinero dividiendo a la gente, consolidando sus preferencias y prejuicios para que solo se relacionen con personas similares, y propagando la sedición y el odio?

    ¿Podemos preguntarnos, norteamericanos y ciudadanos de otras democracias igualmente comprometidas, en qué hemos fallado para aprender a vivir juntos? ¿Cómo podemos arreglar las cosas tanto en nuestras escuelas como en las empresas tecnológicas, en la política y en la sociedad? ¿Cómo pueden el valor, la empatía, la verdad, el conocimiento y el pensamiento crítico generar una causa común para borrar las divisiones? Esto debería formar tanta parte de la agenda del bienestar como el mindfulness, la autorregulación, el pensamiento positivo y la resiliencia.

    APRENDER A ESTAR BIEN

    El informe Delors nos enseñó que el bienestar es más que sentirse sano, feliz, consciente o fuerte. Tampoco es sentirse a salvo y protegido. No es un mero asunto psicológico. El bienestar también es una condición social que implica los conceptos de inclusión, pertenencia, paz y derechos humanos. Las grandes iniciativas y reformas sobre el bienestar atienden y garantizan que los estados psicológicos de los niños estén conectados al futuro estado del planeta. El bienestar es un fenómeno tanto social como psicológico. Es difícil estar sano si uno vive en una sociedad enferma.

    Ahora, miremos tres ejemplos de programas y reformas que tratan tanto los aspectos psicológicos como sociales del bienestar y sus interconexiones: un programa de clase de historia, en educación secundaria, que relaciona el acoso escolar y el genocidio; una iniciativa en educación primaria que desarrolla la empatía en los jóvenes para crear una base para la paz social; y una reforma educativa sobre el bienestar infantil, piedra angular para el desarrollo de la excelencia, la inclusión y la equidad.

    ENFRENTARSE A LA HISTORIA Y A NOSOTROS MISMOS

    El mayor argumento sobre la importancia del bienestar y la sociedad se percibe a veces solo como algo que se estudia en una clase sobre la historia mundial o que está dentro de lo que aparece en el currículum sobre la paz. Por eso es importante reconocer que la capacidad de crear un conflicto global empieza en nuestras familias y comunidades. Y que también a veces, se agravan en las aulas y en los pasillos de nuestras escuelas. Esta es la percepción principal de una iniciativa curricular llamada Facing History and Ourselves (FHAO), que se desarrolló en Brookline, Massachussetts, y que ahora es reconocida y usada alrededor del mundo¹³.

    En 1974, Margot Stern Strom y William Parsons, dos profesores de secundaria de la asignatura de estudios sociales en Brookline, no les satisfacía el modo en que sus estudiantes aprendían sobre el Holocausto. Por mucho que lo intentaran, tenían la sensación de que sus estudiantes abordaban los horrores del genocidio casi como si se tratara de cualquier otra asignatura escolar que hubiera que dominar para preparar las admisiones universitarias. Storm y Parsons consiguieron una subvención para desarrollar un programa que relacionará un acontecimiento histórico a preguntas universales, esas preguntas oportunas y a la vez atemporales que resuenan en todas las generaciones¹⁴.

    Strom se convirtió en la fundadora y directora ejecutiva de FHAO. Más tarde escribió querer que los estudiantes no solo se enfrentaran a su propio potencial para la pasividad y la complicidad, sino también a su valentía y resiliencia. Debemos enseñarles a que valoren sus derechos como ciudadanos y se responsabilicen de sus acciones¹⁵.

    En abril de 1978, la cadena NBC emitió una miniserie, titulada Holocausto, que fue vista por más de 120 millones de personas, muchos de ellos estudiantes de instituto¹⁶. Strom y sus compañeros quisieron aprovechar el nuevo interés por el genocidio nazi de los judíos europeos para ayudar a sus estudiantes a desarrollar su razonamiento moral y aplicarlo a cómo interactuaban entre ellos. Elaboraron una nueva planificación del contenido de las clases que sustituyó a la anterior y observaron las clases de cada uno aportándose así una retroalimentación con crítica constructiva.

    En 1994, FHAO había producido ya un programa que iba acompañado por un libro de recursos, llamado Facing History and Ourselves: Holocaust and Human Behavior¹⁷. FHAO no querían que los alumnos aprendieran sobre el Holocausto como si fuera solo otro incidente en la Historia. Los docentes también querían que los estudiantes reflexionaran sobre qué tipo de personas eran, quiénes querían ser y cómo reaccionarían al enfrentarse con injusticias.

    Un tema central de FHAO es que los estudiantes deben examinar su propia forma de tratar a personas ajenas en su clase y escuela. ¿Suelen acogerlos o rechazarlos? ¿Adoptan una actitud pasiva al ver cómo acosan a los estudiantes poco populares? Los estudiantes aprenden sobre los enfoques teóricos de las etapas del genocidio, que comienzan con lo que pueden parecer actos relativamente menores de etiquetar y clasificar a otros, pero que pueden escalar hasta convertirse en una persecución masiva y, en última instancia, en genocidio. En el proceso, los estudiantes aprenden a identificarse con los perseguidos, ya sea en la Alemania nazi, o dentro de su propia escuela y comunidades.

    FHAO se impuso rápidamente en las escuelas. El material didáctico se amplió para incluir el genocidio en Armenia, el movimiento en favor de los derechos civiles en EE. UU., así como temas relacionados con la democracia y los derechos humanos. ¿Cuáles son los resultados? Estadísticamente, enseñar el Holocausto tiene un impacto significativo sobre el razonamiento moral de los estudiantes, su empatía hacia los demás, y el ambiente general de la escuela¹⁸. Hasta la propia eficacia de los docentes aumenta después de enseñar el programa

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