NIÑOS Y COVID: EL OTRO ENCIERRO
Muchos de los adultos que durante esta larga pandemia han podido seguir trabajando en casa –los que no perdieron su empleo, claro– se vieron beneficiados por las mieles de las tareas remotas, sobre todo al eliminar, en muchos casos, los largos trayectos en transporte público o coche que antes realizaban para ir a la oficina. Sin embargo, en el caso de niños y adolescentes, los beneficios de la educación en línea no están demasiado claros. Las voces más alarmistas llaman la atención sobre lo que ahora se denomina “Generación COVID-19”, marcada por más de un año de educación interrumpida o directamente trunca. Por supuesto, las consecuencias del encierro en los más jóvenes varían entre un país y otro, dependiendo, además, de la estrategia de gestión de la crisis sanitaria elegida por sus respectivos gobernantes. No es igual vivir en una nación con cientos de miles de fallecidos a causa del SARS-CoV-2 que en un territorio como Taiwán, que al cierre de esta edición contabilizaba apenas nueve personas fallecidas por COVID-19. Tampoco es lo mismo vivir encerrados con mamá y papá cerca que haber perdido a seres queridos a causa de esta enfermedad. Y aun si no han tenido que atravesar un duelo, las consecuencias de la pandemia en los más chicos se manifiestan en trastornos de ansiedad, de la conducta y la alimentación, depresión, irritabilidad u otros desórdenes que recién ahora empiezan a estudiarse. A continuación se ofrece una radiografía de esta epidemia silenciosa que, en paralelo a la pandemia de COVID-19, se cuela en los hogares y afecta a adultos y niños de distinta manera.
Juntos… y revueltos
“Nos enfrentamos a un verdadero problema de salud mental”, explica la psicoterapeuta especialista en niños y adolescentes Paulina Torres de la Rosa, quien alerta sobre los casos de depresión, problemas en el sueño, frustración
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