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Transversalidad y biopolítica: Cuerpos, géneros y saberes
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Libro electrónico245 páginas3 horas

Transversalidad y biopolítica: Cuerpos, géneros y saberes

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La obra incita a los análisis biopolíticos diferenciados entre los cuerpos femeninos, masculinos y/o trans. Cuatro de los capítulos mapea cómo en el entramado de la gestión de los procesos biológicos, estos se materializan no sólo en las familias, sino en concreto se ensaña en los cuerpos de las mujeres como el blanco principal para la expansión feroz del neoliberalismo. Por otra parte, dos capítulos discuten sobre la recolonización y sujeción de cuerpos y los procesos biológicos de la población a través de transitar entre el pasado, en específico en los procesos de animalización del poder pastoral en el periodo de la conquista, en el presente cotidiano a partir del "dispositivo algoritmo" donde la mirada constante y la escritura están consolidado un mundo extremadamente vigilado y cerrado. La obra nos propone repensar nuevos modos de género, nuevos modos de hacer política y nuevos modos de vivir-existir en colectivo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 sept 2021
ISBN9786075479781
Transversalidad y biopolítica: Cuerpos, géneros y saberes

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    Transversalidad y biopolítica - Rocío Moreno Badajoz

    Presentación Transversalidad y biopolíticas

    Rocio Moreno Badajoz

    Flavio Meléndez Zermeño

    Un cuerpo recorre el mundo: un cuerpo que se subleva junto con otros para tomar la palabra, las calles, las aguas, las tierras, los lugares de trabajo y vida. Es el cuerpo que se libera, en colectividad, de las opresiones de un poder que pretende administrar su potencia vital. Aquí no valen jerarquías ni representantes, proliferan las relaciones transversales entre cuerpos, géneros y saberes que dan lugar a prácticas fundadas en el intercambio que prescinde de privilegios epistémicos o de cualquier orden.

    En nuestros días tiene lugar una eclosión de lo trans que hace estallar las identidades estables, los compartimientos cerrados, las oposiciones binarias. Estos brotes atraviesan territorios que antes eran considerados claramente delimitados, como los discursos académicos, las estructuras jerárquicas, los dimorfismos corporales y las diferencias entre los sexos. De modo que las fronteras se diluyen para dar paso a flujos transversales que desterritorializan los saberes, las prácticas sociales, las modalidades eróticas y las formas de estar en el mundo y con los otros.

    Tales flujos transversales se desplazan a la manera de un rizoma en el que, a diferencia de la estructura arborescente, no operan las jerarquías verticales y las disyunciones binarias:

    (…) a diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de signos muy distintos e incluso estados de no-signos. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo Múltiple. No es lo Uno que deviene dos, ni tampoco que devendría directamente tres, cuatro o cinco, etc. No es un múltiple que deriva de lo Uno, o al que lo Uno se añadiría (n+1). No está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. No tiene ni principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Constituye multiplicidades lineales de n dimensiones, sin sujeto ni objeto, distribuibles en un plan de consistencia del que siempre se sustrae lo Uno (n-1). Una multiplicidad de este tipo no varía sus dimensiones sin cambiar su propia naturaleza y metamorfosearse. Contrariamente a una estructura, que se define por un conjunto de puntos y de posiciones, de relaciones binarias entre estos puntos y de relaciones biunívocas entre esas posiciones, el rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de segmentaridad, de estratificación, como dimensiones, pero también líneas de fuga o de desterritorialización como dimensión máxima según la cual, siguiéndola, la multiplicidad se metarmorfosea al cambiar de naturaleza. (Deleuze y Guattari, 2010: 25)

    Así, las subjetividades en movimiento producen agenciamientos que al desterritorializar los límites impuestos por el capital y el Estado permiten articular deseos compartidos, en la medida en que tienen como base aquello que hace la vida en común, y a partir de los cuales es posible inventar nuevas formas de vida.

    En nuestra época todo hablante queda situado virtualmente en condición de nuda vida, lo cual es particularmente notorio en las latitudes que eufemísticamente son designadas como países en desarrollo. Es en este marco en el que tienen lugar las resistencias y sublevaciones mencionadas, como respuesta a un estado de excepción que funciona como norma de gobierno. La decisión sobre el estado de excepción le corresponde a un poder que se ubica por fuera del derecho y a la vez, se asume como su fundamento. Tal es la paradoja que le da forma y estructura al poder soberano: un poder que opera en el umbral entre política y derecho suspende el orden jurídico para hacerlo valer a través de medidas de excepción que lo suspenden temporalmente con el argumento de salvaguardar el estado de derecho. El resultado más conspicuo de esta maniobra es la nuda vida, nudo constitutivo de las relaciones entre vida humana y política. El estado de excepción le otorga entonces al poder soberano la facultad de disponer sin limitaciones jurídicas de las vidas humanas que quedan bajo su dominio, lo que reduce estas vidas a vidas desnudas, despojadas de su dignidad humana, excluidas de la protección jurídica y de los soportes colectivos que les daba el formar parte de la polis.

    La soberanía está fundada en esta nuda vida, que no debe confundirse con la vida natural, sino que es la vida que queda politizada por estar expuesta a la muerte, por la posibilidad misma de darle muerte en tanto es objeto de la decisión soberana. Esto es a lo que apunta también el sintagma homo sacer: una vida a la que es posible suprimir sin que ese acto constituya un delito, forma el referente del poder soberano. Esta vida está situada originalmente en una relación topológica particular con el orden jurídico, una relación de exclusión inclusiva, pues la exclusión de la nuda vida permite fundar el orden jurídico y al mismo tiempo, queda incluida en él precisamente a través de la suspensión del derecho, propia del estado de excepción, revelando así el fundamento oculto de la soberanía:

    La estructura originaria de la política occidental consiste en una ex-ceptio, en una exclusión inclusiva de la vida humana en la forma de la vida desnuda. Reflexiónese acerca de la particularidad de esta operación: la vida no es en sí misma política —por ello debe ser excluida de la ciudad— y, sin embargo, es precisamente la exceptio, la exclusión/inclusión de este impolítico lo que funda el espacio de la política. (Agamben, 2017: 469)

    La delimitación temporal del estado de excepción queda en los límites del derecho y, por lo mismo, depende de la decisión directa del poder que es asiento de la soberanía estatal. Pero, cuando el estado de excepción se transforma en regla, el sistema jurídico-político se acerca al funcionamiento de una maquinaria letal que en cualquier momento puede triturar las vidas que están bajo su jurisdicción. Entonces el derecho se transmuta continuamente en hecho y el hecho en derecho, ambos se vuelven indiscernibles y las fronteras entre guerra y paz también se tornan ambiguas.

    La política es desde sus inicios biopolítica y el cuerpo es siempre un cuerpo biopolítico que encarna al sujeto político fundamental. Un cuerpo humano en tanto viviente está tomado en un nudo de relaciones políticas que a su vez toman forma en dispositivos de diversa índole:

    Incluso el concepto de cuerpo, como los de sexo y sexualidad, está ya siempre apresado en un dispositivo; es, pues, siempre cuerpo biopolítico y nuda vida, y no hay nada en él, o en la economía de sus placeres, que parezca ofrecernos un terreno sólido contra las pretensiones del poder soberano. Es más, en su forma extrema el cuerpo biopolítico de Occidente (esa última encarnación de la vida del homo sacer) se presenta como un umbral de absoluta indistinción entre derecho y hecho, norma y vida biológica. (Agamben, 2003: 237-238)

    Aquí las conexiones transversales entre dispositivos permiten articular elementos jurídicos, mecanismos disciplinarios y cálculos probabilísticos que sustentan medidas de seguridad, en un entramado de relaciones que hacen del cuerpo, tanto individual como colectivamente, un objeto privilegiado del poder. Esa transversalidad es la misma que permite encontrar líneas de fuga que indican direcciones de resistencia y sublevación para los cuerpos, los géneros y los saberes.

    cuerpos, géneros y saberes

    Los cuerpos que recorren Transversalidad y biopolíticas: cuerpos, géneros y saberes son cuerpos medicalizados, cuerpos regulados, cuerpos vigilados, cuerpos racializados, cuerpos degenerados, cuerpos animalizados, cuerpos (re)colonizados, cuerpos sometidos, cuerpos sexualmente violentados y/o ultrajados, cuerpos en estancia permanente, cuerpos que-no-importan, cuerpos rebeldes, cuerpos que luchan, cuerpos expropiados de sí, cuerpos ocupados, cuerpos que resisten a cohabitar con la muerte, cuerpos-objeto-naturaleza, cuerpos despojados de saberes y cualidades políticas.

    En los entramados de la biopolítica, referida al poder político que administra, regula y controla los procesos biológicos de la población; de un lado, las tecnologías del poder que individualizan recurren a modalidades disciplinares que adiestran al cuerpo que recorre y habita en el mundo, en la fabricación del cuerpo automatizado, cuerpo robot, cuerpo vigilado y educado en cada anatomía política del detalle para ser manipulado; del otro, las tecnologías del poder totalizador, de la biopolítica, actúan por encima de la población, entendida como cuerpo-especie, cuyo blanco es el cuerpo vida-existencia, encima de éste implementan mecanismos de control-regulación de los procesos biológicos: nacimiento, mortandad, vivienda, salud, longevidad e higiene pública. No obstante, en la gestión de los procesos biológicos de la población, señalan varios capítulos de este corpus, al igual que académicas feministas marxistas (Federici, 2010), se materializa no sólo en las familias, sino en concreto en el cuerpo de las mujeres (Calderón, 2020; Gutiérrez, 2020; Grandón, 2020; Moreno, 2020).

    Entre los planteamientos desarrollados en torno a la noción de biopolítica en relación con el uso de la medicina social, la mirada médica fragmenta, clasifica, vigila, controla y produce cuadros clínicos en el cuerpo de las mujeres con la intención de recolonizar sus corporalidades. Calderón (2019) expone en pacientes en categoría de instancia permanente, la responsabilidad depositada en el saber-poder psiquiátrico que se adueña no sólo de la vida de las mujeres, sino las despoja de procesos identitarios para otorgar en ellas una nueva configuración femenina. Grandón (2019) desde la producción de conocimiento situado, ilustra el caso del aborto reducido a un asunto médico o terapéutico que niega el derecho a las mujeres sobre la decisión de sus corporalidades, a menos de estar embarazadas bajo tres causales: riesgo vital de la madre, inviabilidad fetal y violación; estas causales conjugan dispositivos médicos y jurídicos para controlar, regular y administrar el cuerpo de las mujeres como una norma. De su parte, Moreno (2019) analiza cómo el programa social Prospera mantiene un principio de recolonización racial, cultural y de género en los pueblos indígenas mexicanos, vía el cuerpo de las mujeres indígenas. El programa otorga un apoyo económico directo a madres indígenas de familia, a cambio de que hagan uso de la medicina social y aseguren la asistencia de sus hijos en la escuela. La transferencia monetaria que, según funcionarios, da autonomía de toma de decisiones a las mujeres frente a los maridos, mas no aplica al Estado, el cual se inmiscuye en la vida privada de la población indígena —la reeduca, medicaliza e higieniza—, a través de confinar la figura femenina a las cuatro paredes del hogar, perpetuar a ésta en posición de servidumbre, examinar cada parte de su cuerpo, así como vigilar cada actividad doméstica, de reproducción social y biológica que realiza, con el fin de desmovilizar y despolitizar al género.

    El control del saber médico introduce en la corporalidad femenina el producto de la comprensión del conocimiento científico, experto y universal, desarrollado en su mayoría por varones. Los dispositivos médicos y jurídicos han amenazado, sometido y recolonizado otros saberes expertos en medicina herbal y prácticas médicas colectivas como el aborto, la anticoncepción y la partería que han sido en especial del dominio femenino, ya sea a través de individualizar la práctica médica o la persecución al clasificar estos saberes como ilegales. Los saberes contenidos en la herbolaria y prácticas como la partería se encuentran vigentes y se ejercen de forma cotidiana por mujeres indígenas y afro-descendientes. Ellas, a través de la preparación de infusiones y el uso de ciertas semillas, crean resistencia al consumo de productos patentados por grandes farmacéuticas y ejercen autonomía de su reproducción biológica y de la población. Ese saber experto, cuida el cuerpo-territorio y el cuerpo vida-existencia. La persecución de este tipo de saberes se remonta hasta la Conquista, cuando la Iglesia perseguía a las mujeres por ser depositarias de prácticas curativas populares, acusándolas de brujas (Federici, 2010).

    Si la biopolítica está inexorablemente ligada con el despegue económico del capitalismo, su desarrollo, entendido como acaparamiento económico por regímenes políticos y poderes privados, la acumulación de seres humanos y la fuerza de trabajo, no sería posible sin la reapropiación de los cuerpos-útero de las mujeres. Disciplinar el cuerpo de la mujer y ejercer control sobre su capacidad reproductiva, continúa siendo el blanco principal para la expansión feroz del neoliberalismo, por eso, este corpus incita a los análisis biopolíticos diferenciados entre los cuerpos femeninos, masculinos y/o trans.

    Bibliografía

    Agambem, Girogio. (2003). Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-Textos.

    Agamben, Giorgio. (2017). El uso de los cuerpos. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editor.

    Calderón, Eliuth. (2020). Análisis de la praxis psiquiátrica como dispositivo biopolítico en mujeres en la categoría de internamiento permanente. En R. Moreno (coord). Transversalidad y biopolíticas: cuerpos, géneros y saberes. (pp. 79-95). México: Universidad de Guadalajara.

    Deleuze, Giles, y Guattari, Félix. (2010). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-Textos.

    Federici, Silvia (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de sueños.

    Foucault, Michael. (2009). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión Madrid: Siglo

    XXI

    .

    Grandón, Débora. (2020). Biopolítica y necropolítica anudadas en cuerpo de mujer: Análisis de las resistencias políticas feministas por la despenalización del aborto en Chile. En R. Moreno (coord). Transversalidad y biopolíticas: cuerpos, géneros y saberes. (pp. 39-55). México: Universidad de Guadalajara.

    Gutiérrez, Luis. (2020). Reflexiones en torno a la feminización de la economía y la violencia feminicida en el altiplano poblano. En R. Moreno (coord). Transversalidad y biopolíticas: cuerpos, géneros y saberes. (pp. 57-78) México: Universidad de Guadalajara.

    Moreno Badajoz, Rocio. (2020). La prosperidad del biopoder: mujeres indígenas, cuerpo y acumulación originaria a través de un programa social mexicano. En R. Moreno (coord). Transversalidad y biopolíticas: cuerpos, géneros y saberes. (pp. 13-37) México: Universidad de Guadalajara.

    La prosperidad del biopoder: mujeres indígenas, cuerpo y acumulación del capital humano través de un programa social mexicano

    ¹

    Rocio Moreno Badajoz

    Introducción

    A partir de la década de los noventa, en el marco neoliberal, entraron en México políticas públicas focalizadas en atacar directamente a las causas estructurales de la pobreza: educación, salud y alimentación. A esta triada se le ha considerado el llamado capital humano. De acuerdo con los lineamientos de organismos internacionales de control financiero —en especial el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), algunas agencias de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)— el incremento del capital humano, de elevar los niveles de educación y salud en la educación, sería una fórmula ideal para moldear nuevas ciudadanías para el funcionamiento del mercado dentro de los Estado-nación. Como parte de estas proyecciones, el Estado, por un lado, requiere crear nuevos mecanismos de gobernabilidad; por otro, crear programas sociales focalizados en combatir la pobreza extrema, cuyos beneficiarios requerían asumir un rol de coparticipación y de corresponsabilidad en vías de mejorar sus condiciones de vida.

    Este capítulo mantiene como objeto contribuir al análisis crítico de programas sociales focalizados en combatir la pobreza extrema, desde los enfoques de biopoder y gubernamentabilidad desarrollados por Michael Foucault. A esos postulados se agrega un marco analítico que incide en cómo el poder gubernamental en este programa social está racializado y marcado por una diferencia de género. El análisis comprende la revisión de documentos oficiales desde su surgimiento en 1997. Asimismo, se realizaron entrevistas en dos localidades de diferentes estados del país: el ejido nahua de Ayotitlán, Jalisco, y la cabecera municipal p’urhépecha de Cherán, Michoacán; finalmente se realizó observación participante en ambas entidades federativas para cruzar información sobre las condiciones que presupone el programa social.

    El trabajo se divide en cinco secciones. El primer apartado desglosa los datos duros del programa. El segundo expone algunos postulados del poder, a partir de las aportaciones de Michael Foucault; posteriormente, se encaja la lógica del Programa Prospera en los parámetros de análisis de tales aportaciones y se señala cómo el programa se mete en las tareas domésticas de las mujeres indígenas. El tercer apartado encaja el programa social en dichos postulados. El cuarto se centra en los efectos violentos

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