Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Glitter & Gold
Glitter & Gold
Glitter & Gold
Libro electrónico559 páginas8 horas

Glitter & Gold

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Asesinato sin salida.
Cuando se encuentra a una víctima con el cuerpo mutilado en una escena que desafía la lógica y la razón, un grito silencioso se alza en busca de respuestas. En este emocionante thriller policiaco, nos sumergimos en el laberinto mental de una agente del FBI: una mente brillante y meticulosa, cuya destreza se convierte en el último recurso del detective mexicano encargado del caso del asesinato ocurrido en Oaxaca, México. ¿Podrán descifrar el código y la oscuridad, o quedarán atrapados en las garras de un artífice del caos?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2023
ISBN9788410005174
Glitter & Gold

Relacionado con Glitter & Gold

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Misterio para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Glitter & Gold

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Glitter & Gold - Yleram H.B

    Caso extranjero

    18 de noviembre del 2017

    Como todas las mañanas me levanto de mi cama cuando mi alarma suena, me miro al espejo y pienso ¿Cómo es posible que sea tan joven y esté haciendo trabajos de adulto tan pronto? Dios, a este paso envejeceré a tan temprana edad. No solo a mí me parece imposible, sino que, a las demás personas también les desconcierta que una chica de 26 años ya esté trabajando para el FBI resolviendo casos como Sherlock Holmes, aunque la verdad siempre he sido bien destacada por mi cerebro y mis buenas notas.

    Siempre me han preguntado por mi edad, me preguntan si no tengo problemas con mi estatura; que si soy consciente de lo que hago o si utilicé alguna clase de soborno ya que no se explican cómo es que una joven latina —estadounidense trabaja en los altos mandos de Estados Unidos.

    Harta.

    ¡Ya me tienen harta! Me tienen la vida podrida, no me dejan vivir en paz.

    Como recién había comentado, me miro en el espejo, me analizo y después voy al baño a darme una buena ducha de agua caliente, cada día está más frío. Al salir de éste me visto, cepillo mi cabellera castaña color caoba con decoloración a la mitad y me maquillo de la manera habitual; por último, me dirijo a la cocina para hacerme unos ricos hot cakes y en lo que están, sirvo agua en mi cafetera y la enciendo.

    Mientras mi desayuno se prepara, miro las noticias en mi tablet y veo que la ciudad de Nueva York estuvo un poco tranquila el día de ayer, pero... otro país no.

    Temo que me manden a investigar los hechos del crimen a un país que ni conozco.

    Estaba tan concentrada leyendo la noticia que el sonido de las notificaciones de mi teléfono me asusta. No puedo ni verlas porque mi agua ya está hirviendo y la jarra se había apagado automáticamente.

    ¡Los hot cakes! dejo la tablet de lado y me apresuro a la estufa para voltear los hot cakes y agradezco a Dios que no se hayan quemado.

    Después me dirijo a tomar una taza para café de color verde limón, me sirvo el agua caliente en la taza y dejo el vaso en la mesa, abro la alacena para sacar un frasco de café, una azucarera y la miel de maple, la cierro y deposito todo en la mesa, después saco del refrigerador un cartón de leche y lo dejo junto a los frascos. Abro un cajón que está debajo de la alacena para sacar una cuchara y un tenedor, los dejo en la mesa y me dirijo de nuevo a la estufa, del trastero saco un plato extendido, apago la estufa y con la espátula saco los hot cakes, con la misma les unto un poco de mantequilla. Me dirijo a la mesa y dejo el plato encima. Al fin puedo sentarme, sirvo la leche en mi vaso, preparo mi café con cinco cucharadas de azúcar, medio bote de miel a mis hot cakes y por fin. ¡A desayunar tranquilamente!... O eso pensaba.

    Corto un pequeño triángulo de mis deliciosos hot cakes, me lo meto a la boca y lo saboreo. Tomo mi taza de café para darle un buen sorbo, la dejo a un lado y agarro mi teléfono, lo enciendo y cuando la pantalla se ilumina, puedo ver en las notificaciones que tengo: dos mensajes, uno de mi secretaria y otro de mi mamá. Medito un momento sobre cuál de los dos debería abrir primero. La respuesta era obvia; la de mi secretaria. Desbloqueo mi celular, pulso mensajes y selecciono Wendy la Hacker (si me preguntan el porqué del nombre, es porque esta mujer literalmente es una hacker que trabaja para el FBI).

    Wendy la Hacker

    •Muy buenos días tenga jefa, le mando este mensaje para decirle lo siguiente…

    Ya tiene trabajo y no es en ningún lugar de los Estados Unidos, sino en el sur de México donde se solicita a un agente con urgencia.

    Me acaban de enviar el informe, incluso salió en las noticias y tiene una nota en el periódico, el caso parece haberse salido de control, nadie sabe qué fue lo que pasó y mucho menos quién fue, ya que no se encontraron huellas dactilares, los policías de México siguen investigando el caso, le daré más información junto con todo lo que tenemos por ahora. Que tenga un excelente día, nos vemos en su oficina. Por cierto, lo acabo de leer, un poco perturbante.

    ¿Excelente día? ¿Cómo se supone que tenga un excelente día si ya me asignaron un caso del que no saben ni madre de lo que pasó? En fin, no entré al FBI solo para jugar a los detectives, no, si subí de puesto fue gracias a mi gran colaboración en un caso especial, donde el caso se resolvió gracias a mí, ahora, si pude con ese podré con este, pero divago en si trabajaré con alguien más o estaré sola en este caso tan misterioso. Seguí desayunando mientras le daba vueltas al caso, aún no tenía ni idea de lo que iba hacer y mucho menos cuál sería mi papel.

    Termino mis hot cakes y mi café. Me levanto y tomo mis trastes sucios, los deposito en el lavaplatos, los lavo y los pongo a secar. Regreso a mi cuarto, agarro una chaqueta color verde militar que me llega hasta las rodillas, me la pongo, tomo mi mochila y mis tres llaves, una de la puerta de mi departamento, otra de mi carro y la última de mi oficina. Salgo, cierro con llave e inmediatamente puse el seguro al picaporte, Dios, qué frío. Bajo de las escaleras con calma, como si no quisiera saber lo que se avecinaba, sabía que mi cara no tenía expresión alguna. Le di los buenos días al portero y salí del edificio. Justo enfrente estaba estacionado mi Jeep, así que no caminé mucho. Subo a mi Jeep, lo enciendo, prendo la calefacción y me pongo en marcha.

    Llego al gran edificio que alguna vez había admirado tanto. Gracioso, porque ahora lo odio. No quiero ir a trabajar, es extraño. No sé por qué, pero desde que recibí el mensaje de mi secretaria no dejo de tener calosfríos, algo aquí no cuadra pienso. Antes de entrar al estacionamiento, presento mi identificación, estaciono mi Jeep y me bajo de él con la mochila en el hombro. Hoy hace frío, me gusta el frío, pero aprendí que en algunos días el frío resulta ser lo más feo, así como los días oscuros, pues en este caso es frío. Entro a recepción y di los buenos días a mis compañeros y empleados que no conozco, fue en general y todos me contestaron. Llego a los elevadores y pulso el botón para solicitarlo. En lo que espero mi elevador, llega un camarada que me agrada tanto como el golpe en la punta del dedo meñique del pie contra el sillón.

    —Buenos días, Guzmán —me saluda.

    —Buenos días también para ti, Johnson —le miro y este tenía una sonrisa forzada.

    —Felicidades por tu nuevo ascenso, escuché que te subirán de puesto a agente especial al mando.

    —Por el caso no es motivo de felicitación y en cuanto a lo otro no me han comentado nada, no vengas con bromas —le respondo sin mucha emoción pues es verdad que no me han notificado nada.

    —¿Qué te pasa? Estás muy fría el día de hoy, ¿es por tu nuevo trabajo?

    En el clavo.

    —Sí…digo no, bueno sí, pero a la vez no. Es más, ya ni sé qué me sucede, según yo me había levantado de buenas, pero desde que Wendy me mandó un mensaje con la información del nuevo caso he estado dándole vueltas y eso que ni siquiera he leído los archivos que le mandaron, ya no sé qué pensar.

    Le cuento a Johnson cómo me siento y parece que quiere decir algo, pero se arrepiente y cierra la boca, parecía preocupado, no lo sé, tal vez sea mi imaginación. Probablemente piensa que no lo había visto, pero sí lo hice, y yo no me conformo con eso. Que mejor me lo diga a que se lo calle.

    —Escúpelo Johnson, no te lo tragues —lo miro con cara de pocos amigos.

    —Bueno... no te lo dije porque pensé que ya lo sabrías, pero como estás de mal humor tampoco te lo quise decir para no arruinarte el día, pero ya que insistes… —le interrumpí.

    —¡Solo suéltalo de una buena vez!

    —¡Pero qué genio te cargas! ¿No has pensado en ir a ver un psicólogo? Conozco a varios…

    —¡Que lo sueltes de una buena vez, Ian Johnson!

    —¡Tendrás que viajar hasta el sur de México! ¿Contenta? ¡Y trabajarás con un detective privado de allá quien fue quien mandó la solicitud para que le ayuden a resolver el caso!

    Me quedo en shock. Hace 12 años que no voy a México. No he ido desde que mi abuela paterna falleció ¡y ahora! ¿Por qué me asignan este trabajo? ¿Por qué soy latina y sé español? Por un demonio, lo que faltaba. Antes había tenido muchos problemas para que me dejaran casos más interesantes que no fueran de sicarios, bandas criminales o drogas y ahora me vienen con que me voy a otro país… Bueno, ya no me puedo quejar, soy un perro del ejército y tengo que hacer lo que mis jefes me ordenan.

    —Ya Wendy me había comentado algo por correo, no pensé que tendría que viajar —murmuro.

    El elevador llegó. Una vez que las puertas se abrieron entró en este y seguidamente lo hace Johnson, él va al piso trece y yo al quince. El viaje fue muy silencioso, al parecer me había pasado un poco de la raya con mi opinión y había hecho que Johnson se sintiera mal (será mejor pedirle disculpas).

    —John… —me corta.

    —No lo digas, no es propio de ti. Entiendo que estás estresada tan temprano, yo pude haber estado en tu lugar, sabes, pero como eres tú, confío en que podrás salir de la situación que se te presenta. Ánimo —esta vez su sonrisa fue sincera.

    Es la primera vez que Johnson no se pone a presumir de sus casos cerrados exitosamente o a quejarse de su papeleo, (puede que lo haya juzgado mal). Le sonrío, y le agradezco por ser comprensible.

    Cuando llegamos al piso trece las puertas se abrieron y Johnson sale del ascensor.

    —Te deseo mucha suerte en tu nuevo caso y en tu viaje, Guzmán, cuídate.

    —Te lo agradezco Johnson.

    Las puertas se volvieron a cerrar. Apenas son las 7:34 de la mañana y ya tengo muchas cosas en las que pensar, fue entonces que recuerdo el mensaje que mi mamá me había mandado por la mañana… se me había olvidado por completo por estar pensando en el caso. Saco mi celular del bolsillo trasero del pantalón. Oprimo el botón de encendido, lo desbloqueo, pulso mensajes y seleccioné La ley, (alguien máteme) esto es lo que leí:

    La ley

    •Hola hija, ¿Cómo amaneciste? Solo para avisarte que tu padre y yo nos vamos a ir de viaje a Hawái este fin de semana por nuestro 30 aniversario. Pensábamos invitarte, pero tu padre me acaba de leer una noticia muy fea y misteriosa en México, ya ves que tu padre lee el periódico de por allá en el celular, tengo miedo de que te toque el caso, de ser así te cuidas mucho, también quiero pedirte que vengas por Pelusa, tus hermanos Isaías y Fabián están fuera del país por motivos de trabajo, Isaías fue a España y Fabián va rumbo a Inglaterra en este momento. Sé que tú también puedes salir de viaje, pero por lo menos tú si puedes sacar a Pelusa del país, perdónanos por pedirte ese favor con lo estresada que debes de estar. Te esperamos para cenar.

    •Te amo hija, cuídate.

    ¡Ya no solo el caso, ahora también el gato!

    Dios, toma mi alma y haz con ella lo que quieras, en serio, lo que quieras.

    Bloqueo mi teléfono, froto mi frente y me masajeo las sienes, ahora sí sentía que Dios la trae en contra mí desde temprano. Vuelvo a guardar mi celular en el bolsillo trasero del pantalón. Tomo compostura, suelto un gran suspiro y salgo del elevador una vez que llego al piso, salgo como si nada hubiese pasado. Camino lo más rápido que pude a mi oficina evitando cualquier contacto con las miradas, doy vuelta a la derecha y luego a la izquierda ahí se encuentra la puerta de mi oficina, saco mi llave, abro la puerta, entro y la cierro. ¿Este día podrá volverse más complicado de lo que ya es? Dejo caer mi trasero en la silla acolchada y deposito mi mochila en el piso con cuidado, después de todo en ella llevo mi computadora.

    Me quedo mirando un buen rato el techo mirando los pequeños focos led que están incrustados en las esquinas y la lámpara en el medio, imaginó que aquella lámpara de en medio era el jefe y sus subordinados éramos aquellas lámparas incrustadas. Me estremecí al escuchar un toc toc proveniente de mi puerta.

    —Adelante —dije.

    La puerta se abre poco a poco y alguien deja asomar su cabeza, tiene el cabello muy lacio, tan oscuro como la noche, corto hasta la altura de los hombros y de repente vislumbro unos pequeños ojos azules. Es mi secretaria Wendy, al parecer me había venido a traer el papeleo y la investigación de México.

    —Buenos días jefa, ¿se puede?

    —Claro que sí Wendy, adelante, buenos días —me enderecé para sentarme bien.

    La puerta termina de abrirse por completo dejando ver lo que traía puesto el día de hoy, unas medias negras gruesas, un vestido de tirantes con cuadros de color gris y una blusa de cuello alto de un gris más claro que el vestido, unos zapatos de charol color negro con un poco de plataforma y de peinado el cabello suelto, en su cuello cuelga su placa e identificación, me sigo sorprendiendo de su forma de vestir tan informal, pero bonita.

    —¿Qué hay de nuevo Wendy? ¿Qué me traes ahí? —apoyo mis codos sobre mi escritorio y entrelazo mis dedos.

    —Le traigo los expedientes del caso de México, les di una hojeada, pero no pude continuar leyendo y menos ver las fotos, lo que pasó no es de este mundo, es tan asqueroso que casi vomito y… —a tuve que interrumpir.

    —Hey, tranquila, nadie pidió que metieras tus narices donde no te llaman, con solo leer lo principal bastaba para saber que era el expediente correcto, no hacía falta verlo todo.

    —Lo entiendo, lo siento. Aquí tiene —alarga sus brazos y me entrega la carpeta.

    Extiendo mis brazos para tomarla, era más liviana de lo que había imaginado.

    —No hay nada de qué disculparse, tranquila. ¿Algún recado o pendiente para hoy?

    —deposito la carpeta en el escritorio frente a mí.

    —Tiene 20 mensajes de voz de su exnovio, su madre me llamó hace unos momentos y me pidió que le dijera que fuera a cenar hoy a las 8:30 pm para que de paso se llevara al gato Pelusa, su hermano mayor llamó y dijo que se comprometió con su novia de 3 años y de su otro hermano yo creo que se volverá monje o gay porque hace más de un año que no consigue novia… —la volví a interrumpir.

    —¡Wendy!

    —Ay perdón, pero ya sabe que el chisme se me da bien.

    —¿A qué hora llamo mi ex?

    —Tengo registrado que llamó a las 12, 12:30, 1, 1:30, 2, 2:30 y así sucesivamente hasta completar las 20 y todas son de ayer por la tarde.

    —Estoy segura de que estaba bien borracho desde temprano, pero que pedazo de imbécil, ya pasaron dos meses desde que terminamos y sigue insistiendo ¿Qué fue lo que te dijo mi hermano Isaías?

    —Primero me preguntó si usted se encontraba en su oficina, ya que no le contestaba el teléfono, le dije que no, pero que podía dejarme un recado para cuando usted viniera. ¿Oiga, pues ayer qué le pasó a su teléfono?

    —Estaba muerto, no lo cargué lo suficiente y como no acostumbro a traer un cargador en la mochila... por eso, además de que ayer anduve afuera todo el día.

    —Por cierto, ¿Cómo le fue ayer en la junta?

    —Me fue bien, deje en ridículo a cierto agente y me duele el trasero de haber estado tanto tiempo sentada, ya siento las nalgas chatas.

    —Pues a mí se me hace que con semejante trasero no se le van a achatar tan fácil.

    —¡Wendy! –le grité avergonzada.

    La verdad es que Wendy y yo somos tan amigas que incluso en el trabajo hablamos muy informal, claro que ella siempre me llama jefe pese a que siempre le digo que me llame por mi nombre.

    —Yo solo decía jefa. Con su permiso, me retiro a mi escritorio —dio media vuelta, camina hasta la puerta, sale y la cierra.

    Con esta mujer no sé si reírme o enojarme, sé que no habla con malicia, pero en algunas ocasiones se pasa de la raya y más de una vez me ha dejado en ridículo o me avergüenza. Me levanto de la silla, camino hasta el termostato de la calefacción, lo enciendo y al poco rato mi oficina ya está calientita. Desabrocho mi gruesa chamarra, me la quito y la dejo en un perchero. Me dirijo de nuevo a mi escritorio para ver el contenido de la carpeta. Me siento y arrimo mi silla hacia el escritorio, lo suficiente como para poder leer aquella información tan perturbadora según Wendy que no pudo aguantar.

    Solo un poco más pienso. Abro lentamente la carpeta hasta que pude ver los papeles con un clip en la parte superior. Tomo los papeles, los desprendo del clip y comienzo a leer:

    Caso # 8

    18/11/2017

    Lugar de los hechos: Oaxaca de Juárez, Oaxaca, México.

    Muertos: 1.

    Arma homicida: desconocida.

    Sexo de la víctima: Masculino.

    Edad: 21 años.

    Lugar del crimen: habitación de hotel de la víctima.

    Testigos: La dueña del hotel y la limpiadora del hotel.

    Suposición de los hechos: la víctima fue encontrada en un cuarto del cual no se podía entrar ni salir, la puerta y las ventanas estaban cerradas, la llave de repuesto está desaparecida. La puerta es de madera de roble, gruesa y tallada a mano con detalles artesanales, cerrada con seguro por dentro, y las dos ventanas de vidrio doble, cerradas con gancho. (Nota: Se tuvo que romper una de las ventanas para poder entrar a dicha habitación). La autopsia dio a conocer que al cadáver le faltaba el corazón el cual fue extraído sin ningún cuidado. Su pecho estaba abierto bruscamente. No presenta ningún moretón ni de cualquier tipo de abuso. Se cree que el arma homicida es un cuchillo de cocina, sin embargo, los médicos difieren (No tienen idea de qué o quién pudo haber causado ese tipo de heridas). El joven se encontraba solo en aquel cuarto, según la sirvienta, ella no escuchó nada, lo descubrió cuando salió a regar las plantas y le llamó la atención unas manchas rojas salpicadas en las cortinas blancas, lo vio a través de la ventana. No vio a nadie, solo el cadáver.

    ¿Esto es todo? Detrás de la hoja están las fotografías, perfectamente tomadas, en una se puede ver con claridad la habitación, en otra se encuentra el cadáver, algunas más me mostraban la autopsia. Debo admitir que es realmente asqueroso ver aquel pecho abierto con nada en su interior, no importa cuántas atrocidades vea, jamás podré acostumbrarme a ver cadáveres. Trago saliva a fondo para que se me fueran aquellas ganas de vomitar. Con razón había poca información, (nadie sale nadie entra ...)

    —Interesante.

    Deposito las hojas dentro de la carpeta y coloco el clip, al momento de cerrar la carpeta me entraron unos calosfríos, ¿recuerdan que dije interesante? me retracto... Esto es malo.

    Director Ejecutivo

    Me duele la cabeza de solo pensar en cómo liderar al gato y mi caso, pero me mata la curiosidad de ver con quién voy a trabajar, ya me lo había dicho Johnson, pero no me ha dicho quién es o si es hombre o mujer, ya solo le pido a Dios que sepa trabajar y no lo tenga que arrear como a los anteriores agentes que me ha tocado trabajar. Al gato no lo tendré que arrear, él no hace nada más que estar echado todo el santo día. Una cosa más que noté en el reporte fue que no me ponían el nombre de los sospechosos, y ni de la víctima, esto es raro, o esperan a que vaya y los interrogue o en realidad no tienen ningún sospechoso y nos ven la cara de estúpidos. De tanto pensar recuerdo que tengo 20 llamadas de mi ex llenando mi buzón de voz, será mejor escucharlos antes de que se acumulen más cuando no esté durante este tiempo.

    > ¿Hola?, Rocío, yo…perdóname, fui un idiota al lastimarte de tal manera, que te hiciera llorar cuando juré nunca hacerlo, en serio, perdóname.

    > Rocío, en serio, por favor, contéstame, tengo que hablar contigo, quiero arreglar lo nuestro.

    > ¡TE AMO ROCÍO! ¡FUI UN IDIOTA!

    > Te extraño amor mío, perdóname.

    > Te juro que ella fue quien me besó, no fui yo, fue en contra de mi voluntad.

    > Siempre serás el amor de mi vida, te extraño.

    > No me dejes solo.

    > Rocío, honey, yo… —cuelgo inmediatamente antes de que siguiera.

    Terminé colgando porque no puedo seguir escuchando semejantes mentiras. Los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas, pero antes de que salgan, saco una servilletita de mi caja de clínex de mi escritorio y me limpio los ojos con cuidado de no dañar mi maquillaje. No lo quiero recordar en absoluto, no, es un idiota mentiroso. No puedo creer que le llegué a decir te amo y de que lo amé por cuatro largos años, de no ser de que lo encontré en un antro besándose con otra mujerzuela y agarrándole el trasero, tal vez aún seguiríamos andando, pero me equivoqué, todos los hombres son iguales, dobles caras, no saben amar a una mujer, solo quieren placer y más placer, andar con la más bonita, tetuda y nalgona que se les planté enfrente. Yo no tengo tanto pecho, pero si soy ancha de las caderas y tengo una cinturita casi de avispa que se ha tonificado debido a mis entrenamientos constantes, también estoy nalgona como lo había dicho mi secretaria Wendy, pero tampoco es para tanto. Había ocasiones en que se quería pasarse de listo, pero me daba a respetar, había ocasiones en las que él quería tener relaciones y yo no andaba de humor así que le echaba agua helada y le decía para que se te baje lo calenturiento, cabrón, pero, a pesar de todo eso, tuvimos unos momentos inolvidables, llenos de risas, de palabras bonitas y promesas que nunca serán cumplidas.

    Mis sueños y los cuatro años se rompieron cuando lo vi con aquella mujer, él me vio y se separó de golpe de ella, no dije nada y ni hice nada, solo bajé la mirada, di media vuelta y salí de aquel lugar. Cuando ya estaba afuera escuché a lo lejos mi nombre, pero no volteé, hasta que una mano tomó la mía y paro mi caminar, me hizo voltear, pero mi cara ya estaba llena de lágrimas que no paraban de salir. Su cara estaba preocupada, aterrada, iba a decir algo, pero lo calle con una bofetada que lo dejó en shock y le dije terminamos, William, adiós. Recuerdo que los siguientes días que venía al trabajo me preguntaban que qué me había sucedido, por lo descuidada en mi persona que venía al trabajo, al poco tiempo descubrieron que había terminado con William, a las únicas personas que le conté toda la historia fue a mis padres y a Wendy, a mis hermanos no, pues eran capaces de darle una buena zarandeada hasta dejarlo en el hospital, pero ya se enteraron y Fabián casi le rompe el brazo. Desde ese entonces no he vuelto a confiar mucho en los hombres, menos en los que me pretenden, porque sé que no ven la mujer que soy, ellos ven otra cosa, y los he notado mirándome con miradas fisgonas y lascivas. Son asquerosos y eso que apenas habíamos terminado hace dos meses. Borro todas las llamadas del buzón de voz, como lo hice con los mensajes y llamadas que habíamos tenido durante estos años y todas las fotos y videos infinitas que teníamos juntos, ese día se fue el amor de mí y mi corazón se volvió tan frío como esta tormenta de invierno. No creo que vuelva a amar a otra persona como lo amé a él, nunca había amado con tanta intensidad como lo amé a él.

    Alguien más vuelve a llamar a mi puerta, hago a un lado mis recuerdos amorosos y me termino de limpiar bien los ojos, solo espero que no estuvieran rojos y que no estén tiznados por mi rímel.

    —Adelante.

    La puerta se abre y vi a Wendy, su rostro parece preocupado.

    —Jefa, le habla el director ejecutivo, la quiere ver en su oficina.

    —Dios santo… ¿para qué me quiere? —siento el corazón en la garganta.

    —No lo sé, me dijo que le llamara, fue todo lo que me dijo.

    Rayos, el director me llama muy pocas veces, ya fuera por trabajo o para regañarme por meter mis narices en otros asuntos que no me corresponden o que haya hecho algo fuera del protocolo cuando estoy en servicio, ¿Qué habré hecho ahora? pienso. Me levanto de mi silla y camino hasta la puerta donde aún sigue Wendy esperándome, se hizo a un lado y me deja pasar. Ella cierra la puerta cuando salgo y comienza a caminar detrás de mí, noto que lleva un cuadernito de notas de color café, no tenía diseño alguno, lo usa siempre que le pido un favor o para tomar apunte de los recados que me dejaban, al pobre cuaderno ya le ha dado tanta carilla que las orillas ya estaban muy desgastadas y puedo notar que le quedan pocas hojas en las que escribir. Llegamos hasta el ascensor y pedimos uno, oprimiendo una fecha que indicaba para arriba, éste no tardó en llegar, se abrieron las puertas y entramos, Wendy oprime el último piso, el piso 82. Este será un viaje largo.

    —Wendy, ¿sabes con quién me tocará trabajar? Me dijo Johnson que trabajaría con alguien de México, pero desconozco a la persona —me cruzo de brazos y me recargo en una de las paredes frías del elevador.

    —Jefa… ¿Cómo decirlo…? —agacha la cabeza avergonzada.

    —Solo dímelo, no te regañaré.

    —Bien. También desconozco a la persona que irá a trabajar con usted, probablemente el director ejecutivo se lo vaya a decir y a dar más detalles sobre el caso.

    —Ahora se me hace extraño que nos hayan pedido ayuda, si tu teoría es cierta, entonces, los civiles mexicanos no tendrán idea de que la policía pidió ayuda al FBI. Es raro que no tengan sospechosos en el expediente o a otro testigo que no fuera la sirvienta del hotel.

    Nos quedamos calladas en el piso 50, no me había dado cuenta de que el elevador iba demasiado rápido. La pequeña charla que tuvimos fue demasiado corta como para que el elevador haya subido desde el piso 15 al 50, que ahora era 53. Saco mi teléfono de la bolsa de mi trasero del pantalón y lo enciendo, ya eran las 9:08 am, rayos, no solo el elevador va demasiado rápido, sino que también la hora. Desbloqueo mi celular, oprimo el reloj, pulso donde dice alarmas y pongo una a las 8:00 pm, tengo que estar en casa de mis padres para cenar con ellos, pero ¡rayos, necesito un regalo para el aniversario! pienso. No puedo salir del edificio ya que no sé qué se me va a encomendar ahora.

    —Wendy, ¿me puedes hacer un mega favor?

    —Jefa, ¡por supuesto que sí! Cuente conmigo para lo que se te ofrezca —me dijo con una gran sonrisa.

    —Bien —sacó tres billetes de 100 dólares de mi bolsa de enfrente del pantalón y se los entregó a Wendy—, necesito que salgas del edificio y compres un regalo de aniversario para mis papás, por favor.

    —Pero…

    —No discutas y tómalo, saliendo de con el director ejecutivo sales primero que yo y te me vas lo más rápido que puedas a buscar un regalo bonito. Si no vienes en tu carro —saco las llaves de mi Jeep de mi otra bolsa del pantalón de enfrente—, te vas en mi Jeep, ya te lo he prestado en otras ocasiones, así que no hay problema.

    —Lo que usted diga y mande jefa —me saluda como a un soldado saluda a su superior.

    —Gracias, Wendy —le doy una sonrisa amistosa.

    Las puertas del elevador se abren y dejan ver el lugar, ya estamos en el piso 82, trago saliva, salgo del elevador y soy seguida por Wendy que va a mis espaldas. Caminamos hasta llegar con la secretaria del director ejecutivo.

    —Buenos días, señora Sofía.

    —Muy buenos días tenga usted, señorita Guzmán.

    La secretaria del director ejecutivo es una señora casada con tres hermosos niños, no los conozco en persona, pero me los ha enseñado en fotos y su marido es un chef internacional guapísimo, me agrada la señora Sofía. Ella fue la primera persona que fue amable conmigo cuando recién me había unido al FBI, ella creía en mí cuando nadie más lo hacía, pasaron dos meses y llegó Wendy que al poco tiempo se volvería mi secretaria y mi mejor amiga. De vez en cuando nos juntamos las tres en la cafetería para comer algo.

    —¿El director ejecutivo me llamó?

    —Así es, deja le aviso que ya llegaste, querida.

    —Sí, gracias.

    Se levanta de su silla, se abrocha su saco de vestir, sale de su escritorio y camina hasta la gran puerta del director ejecutivo, toca la puerta y al poco rato ella entró, cerrando la puerta detrás de ella. Wendy y yo nos sentamos en los sillones de espera, tengo muchos nervios ¿Qué me dirá ahora? Es más ¿Qué hice ahora?, pienso. La puerta se abre y sale la señora Sofía con una sonrisa gentil, sin malicia alguna.

    —Puedes pasar, el director ejecutivo, el señor Smith, le espera. Wendy, también puedes pasar.

    —Gracias. Vamos.

    Ambas comenzamos a caminar a aquella puerta que conduce a la oficina del director ejecutivo, estoy realmente nerviosa, pero la tengo que disimular. Cuando entramos la señora Sofía cierra la puerta tras de nosotras, el cuarto está muy iluminado, es por los grandes ventanales que tiene esta oficina.

    —Buenos días agente especial, señorita Guzmán y señorita Brown —resuena una voz áspera y tosca.

    —Muy buenos días tenga usted señor —saludo lo más cortés posible.

    —Buenos días, señor director —saludo Wendy.

    —Por favor, tomen asiento.

    —Gracias señor director —dijimos las dos al mismo tiempo.

    El director ejecutivo está sentado en su silla con ruedas, viendo por los grandes ventanales, dándonos la espalda. Cuando nos sentamos gira su silla, lo vemos y él nos ve. Una barba de una semana y media con un corte de candado perfecto, su traje elegante azul marino, camisa negra lisa y sin corbata, su cabello rubio peinado para atrás y con un perfume que noté desde que había cruzado aquella puerta, demasiado caro digo yo.

    —Te estarás preguntando por qué te mandé llamar, señorita Guzmán.

    —Así es, señor.

    —Bueno, la razón es porque te diré con quién trabajarás en México y quería decírtelo personalmente ya que es un caso fuera del país —desliza una carpeta que tiene enfrente de él hasta donde yo estoy—, esta es la información de tu nuevo compañero, juró que no hablaría con nadie acerca del caso y menos de que trabajaría con un agente del FBI, también lo sabe el presidente de México y pocas personas que son de rango mayor en el ejército y policía. Si tu compañero abre la boca, ya sabes qué hacer, lo mismo te pasará a ti si dices algo que no debes. Recuerda, solo esas personas saben que eres del FBI. ¿Quedó claro?

    —Sí señor.

    —Perfecto. Dentro de esa carpeta contiene sus boletos de avión, sale mañana a las 5:30 am rumbo a la Ciudad de México, es directo el avión, ahí las estará esperando tu nuevo compañero.

    —Espere, ¿son dos boletos?

    —Así es.

    —¿Quién va a viajar conmigo?

    —Por supuesto que tu secretaria, la señorita Brown. Ella se encargará de mandarme todo lo que hayas hecho, lo que investigaste, lo que encontraste, to-do. ¿Quedó claro, señorita Brown?

    —Sí señor director —responde Wendy.

    —Perfecto, entonces les deseo buen viaje a las dos —nos da una sonrisa forzada tratando de fingir generosidad.

    Tomo la carpeta que está enfrente de mí, nos levantamos y hacemos una leve reverencia.

    —Muchas gracias, señor director —decimos ambas al mismo tiempo.

    Nos damos media vuelta, caminamos, llegamos a la puerta y Wendy la abre, ella sale primero, pero se hace a un lado sosteniendo la puerta para que yo pase, pero antes el director me llamó.

    —Señorita Guzmán.

    —Diga señor —doy media vuelta para verlo.

    —Ve y atrapa a ese loco desquiciado —esta vez su sonrisa no era forzada.

    —Claro que sí señor, no lo dejaré escapar tan fácil —le correspondo a la sonrisa.

    Termino por salir de la oficina y Wendy cierra la puerta en cuanto salgo.

    —¿Cómo les fue? —pregunta la señora Sofía.

    —Mejor de lo que esperaba —le sonrío.

    —Me da gusto. Les deseo buen viaje a ambas y mucha suerte —nos regala una sonrisa tan maternal que dan ganas de abrazarla.

    Me sentí tan nerviosa para nada, según él me dijo que me presentaría quién sería mi compañero, pero lo único que hizo fue darme una carpeta.

    Nos despedimos y volvimos a los elevadores. Recuerdo que el director ejecutivo no mencionó nombres falsos, eso significa que puedo usar mi verdadero nombre sin ningún inconveniente. No me dio nombre falso, entonces me puedo poner uno o no hacerlo. Cuando llegamos a los elevadores Wendy pide uno con la flecha para abajo, el elevador tampoco tarda en llegar, se abrieron las puertas y entramos. Oprimí el número 15 y el elevador comienza a descender. Me pica la curiosidad por saber quién será mi compañero, pero una de las normas es no abrir ningún documento a vista de las personas y tampoco en el elevador, ya que como tienen cámaras de seguridad, estas pueden ver su contenido. Tengo que aguantarme las ganas de leer aquella carpeta tan misteriosa para mí. Wendy también está ansiosa de saber con quién trabajaré, ella está totalmente convencida de que trabajaré con un hombre. Solo pido que sepa lo que hace.

    El respeto que gané

    Llegamos al piso 15 y las puertas del elevador se abrieron, salimos y comenzamos a caminar nuevamente hasta mi oficina. En el trayecto, noto que el piso 82 está más callado de lo habitual, demasiado incómodo quizá. De vez en cuando le echo unas miradas a Wendy para verla y puedo ver en ella un brillo en sus ojos. Realmente no se lo esperaba, no esperaba que ella me fuera a acompañar a México, era de esperarse aquella emoción, la mayoría de los asistentes se quedan en sus oficinas esperando órdenes de sus jefes, también me da gusto saber que Wendy me acompañara, así ella se podrá hacer cargo de Pelusa.

    Llegamos a la puerta de mi oficina, la abro y entramos en ella, está muy calientita, pues dejé encendida la calefacción. Voy a mi escritorio, me siento en mi silla y deposito la carpeta que traigo en mis manos enfrente de mí, sobre mi escritorio. Wendy también se sienta enfrente de mi escritorio. Mis manos están temblando, estoy nerviosa, pero a la vez ansiosa de conocer a aquel nuevo colega que ya me habían mencionado anteriormente.

    —¿Lo piensa abrir o se le va a quedar mirando todo el día? —me dice Wendy ya un poco harta de esperar la intriga.

    —Cómo eres desesperada.

    Tomo la parte inferior de la carpeta y la abro de golpe, así sin más. Lo primero que veo es una fotografía en blanco y negro tamaño infantil de un muchacho simpático, su cabello está recortado de los lados y de su lado derecho de la frente se percibe un pequeño remolino, nada de barba. Agarro las hojas y las empiezo a leer.

    Nombre: Caín Ramírez Aguirre.

    Edad: 28 años.

    Fecha de nacimiento: 7/07/1989

    Tipo de sangre: O-

    Altura: 1.78 cm Peso: 76.5 kg Complexión: Fornido.

    Lugar de nacimiento: Chihuahua, Chihuahua.

    Estado civil: Soltero.

    Padre: Francisco Ramírez Soto Madre: Julieta Aguirre Hernández

    Hermanos: Carlos Ramírez Aguirre (26 años) y Laura Ramírez Aguirre (18 años)

    Oficio: Criminología y Detective privado

    Maestrías/Doctorados: Maestría en Criminología

    Lugar donde vive ahora: Ciudad de México, con un perro de raza Pastor Alemán.

    Apariencia: tez morena, cabello café claro, quebradizo y con un remolino a un lado de la parte derecha de su frente, ojos almendrados, un lunar en su cuello en la parte superior izquierda, dos lunares en la mano derecha; uno en la parte inferior de la palma y el segundo a un lado del dedo anular, nariz chata, labios ligeramente gruesos, barbilla ancha, mandíbula angulosa y arco mandibular marcado.

    Bien, creo que es todo pienso, mi nuevo compañero podría estar soltero, pero con lo que acabo de leer parece un don Juan, le investigaron hasta la raza del perro. Dentro de la carpeta encuentro un sobre, lo tomo entre mis manos y veo que está sellado, lo volteo para ver la parte de atrás, tiene algo escrito.

    Un poco de dinero mexicano, cuando llegues asegúrate de ir a una casa de cambio y cambiar unos pocos dólares por pesos mexicanos, de momento esto te ayudará.

    No me dice quién lo escribió, pero por la letra puede decirse que es de la señora Sofía, ya me había tocado ver anteriormente su letra y coinciden perfectamente. De alguna forma u otra logró convencer al director general de entregarme este dinero. Es tan buena la señora Sofía. Al final, detrás de la hoja, sujetados por un clip se encuentran los dos boletos de avión, y entonces recuerdo ¡el maldito regalo de aniversario! levanto mi cabeza para ver si Wendy ya se había ido, todo lo contrario.

    —Pero ¿qué estás haciendo mujer? —se encontraba viendo la foto de mi colega embobada.

    Se sobresalta cuando le grito y me voltea a ver con cara de ¿qué pasa?

    —¡Te dije que saliendo de ver al director general fueras corriendo en busca de un regalo de aniversario para mis papás y lo primero que veo es queriéndote violar una foto de un tipo que ni conocemos! —ahora sí estaba molesta.

    —Jefa… yo…

    —¡Deja esa maldita foto, sal de mi oficina, de este edificio, y ve a buscar un bonito regalo que no te di 300 dólares gratis! —me levanto de golpe de mi escritorio golpeándolo con las palmas de mis manos, después levanto una de mis manos señalando con mi dedo índice hacia la puerta.

    —¡Como usted diga y mande jefa! —se levanta de golpe dejando la fotografía en mi escritorio y saludándome como soldado.

    —¡Ahora salga de aquí soldado y vaya a cumplir su misión! —hago mi voz grave como la de un general.

    —¡Sí señor! —sale corriendo de mi oficina.

    En ocasiones así bromeo con mis subordinados, y siempre los gritos se escuchan hasta afuera, donde se escucha una bola de carcajadas, cosa que ahora las estoy escuchando.

    En el piso 15 solo encontramos 7 detectives, 5 agentes especiales y dos Agentes Especiales al Mando, yo soy una especial, bueno, supongo que me darán mi nuevo puesto luego de concluir con esta misión, y así son los siguientes pisos, claro que cada piso tiene su función, pero no les diré porque es confidencial y me matarían si se los digo. Se me hace extraño estar a punto de estar al mando y que me manden a una misión a México, no se me ocurre otra cosa en que pensar. Ahora siento una calma, ya sé quién va a ser mi compañero, me dieron dinero mexicano, tengo los boletos de avión, ya nomás alisto mi maleta llegando a mi casa, me baño y me voy a la casa de mis papás y me traigo a...

    —¡PELUSA! —grité.

    Rayos lo había olvidado, tengo que buscar los requisitos para sacar al maldito gato del país. Enciendo mi computadora y sin más le puse requisitos para sacar a un gato en avión de Estados Unidos escribí en Google.

    —¡SIIII!

    En el primer enlace me salían todos los requisitos para sacar toda clase de animales. Tomé mi teléfono, lo encendí, lo desbloqueé, pulsé el teléfono verde y mantuve mi dedo oprimiendo en numero 2 por un rato hasta que comenzó a marcar. En el número 2 tengo registrada a mi mamá, el tres a mi papá, 4 a Isaías y 5 a Fabián, así no pierdo tiempo en buscarlos. Comenzó a timbrar el teléfono. Espere y espere, hasta que.

    —¿Bueno? —escuche la voz de mi madre al otro lado de la línea.

    —¿Mamá?

    —¡Ah! Querida, ¿Cómo estás? Ayer te estuve marcando todo el día, pero me mandabas a buzón, tuve que llamar a tu oficina y hasta te mandé un mensaje, ya me tenías preocupada hija… —la tuve que interrumpir.

    —Sí mamá estoy bien, ayer se me descargo el teléfono y no llevaba un cargador conmigo, lo siento por preocuparte, pero el motivo de mi llamada es por Pelusa —hable lo más rápido que me dio la lengua para pronunciar aquellas palabras.

    —¿Qué pasa con la Pelusa?

    —Te voy a decir una serie de requisitos que necesito para poder sacar la pelusa del país y ver si los tiene o le faltan algunas cosas ¿sí?

    —Si, te escucho.

    —Muy bien, te las voy a ir diciendo y tú dime si las tiene o si le falta: ¿tiene las uñas cortas?

    —Se las corte antier.

    —¿Vacuna antirrábica?

    —Sí, no le falta ninguna.

    —¿Y tiene su certificación?

    —Así es.

    —¿Su certificado de veterinaria?

    —También.

    —¿Y está libre de larvas?

    —Claro que sí, a Pelusa no le falta nada.

    —Empiezo a pensar que quieres y consientes más a Pelusa que a tus propios hijos —lo digo haciéndome la ofendida.

    —¡A ustedes los amo mis amores!

    —¡Ehh! No trates de justificarte con eso, me ofende, pero lo tomaré.

    —Anda malcriada —me suelto riendo y ella también.

    —¿Ya compraste la jaula?

    —Si, ya. Te vemos a la hora de cenar hija, te cuidas mucho, besos ¡te amo!

    —Yo más mamá.

    Y colgamos. Bien, otro peso menos, pero el mero mero, es el caso. Ahora podía descansar y dormir plácidamente, pero llegando a la Ciudad de México nos trasladamos a la ciudad de Oaxaca de Juárez y sé que tendré muy pocas horas de sueño. De momento solo quiero disfrutar lo poco que me queda aquí y lo poco que dormiré.

    No sé en qué se me fueron las horas, no tengo ni idea. Probablemente me quede dormida en mi silla sin que me diera cuenta. Cuando menos pensé ya eran las 6:56 de la tarde, ya era hora que me fuera. Recojo todo lo que era importante, las dos carpetas que me habían dado las echo dentro de una carpeta transparente de hule, la cierro y la echo a mi mochila, de igual manera guardo mi computadora, tomo mis llaves y reviso mi teléfono para ver si tengo alguna notificación y si, un mensaje de Wendy diciendo que me dejó el regalo envuelto en su escritorio y que las llaves de mi Jeep están encima del regalo, perfecto. Tomó mi chamarra del perchero, me lo puse y me lo abrochó. Camino hasta el termostato y apagó la calefacción. No sé por cuánto tiempo se había ido Wendy, tomó mi mochila, abro la puerta y la cierro con llave. Wendy ya se había ido, pero vi el regalo debajo de su escritorio, me agacho y lo agarro, no sin antes ver que mis llaves estén encima de la caja. El brillo del metal se hizo presente y veo mis llaves. Agarro bien la caja y embolsando las llaves en una de las bolsas de mi chamarra, me levanto y sigo mi camino hasta los ascensores. Conforme voy caminando me topo con varios colegas que se paraban un momento a desearme buena suerte y buen viaje, yo les agradezco cortésmente, pero escucho un comentario de parte de una de las Agentes Especiales diciendo: probablemente soborno a los de alto rango para obtener semejante puesto, nadie tan joven ha sido Agente Especial al Mando y mucho menos eh visto a Agentes que vayan a otros países para ayudarles en un caso que no pueden resolver, valla incompetentes sé perfectamente que esa indirecta es para mí y para los mexicanos, todos saben que mi papá es mexicano y mi mamá estadounidense, pero que a pesar de todo soy mitad latina, una latina trabajando para el FBI y para el colmo seré su superior y mucho más joven que ella.

    Había escuchado ya antes cuando recién había entrado esa clase de comentarios, todos pensaron que en mi

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1