Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La verdad tras la sombra
La verdad tras la sombra
La verdad tras la sombra
Libro electrónico239 páginas3 horas

La verdad tras la sombra

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Aritz Azkoria es un joven músico y productor musical ubicado en la ciudad de Nueva York. Estando en el mejor momento de su carrera, un grave suceso en las navidades del año 2019 cambiaría su vida para siempre.
Vivirá tiempos difíciles, tendrá que hacer frente a los miedos e inseguridades generados tras los acontecimientos sufridos y buscará conocer la verdad de lo que le ocurrió. Con la ayuda del inspector de policía Aaron Johnson tratará de descubrir a los responsables llegando a convertirse en una obsesión para el joven. No descansará hasta ver a él o los culpables entre rejas y saber la razón por la cual él fue el elegido.
¿Logrará superar lo vivido y recuperar su vida anterior? ¿Serán capaces de descubrir a los responsables?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 nov 2023
ISBN9788411816892
La verdad tras la sombra

Relacionado con La verdad tras la sombra

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La verdad tras la sombra

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La verdad tras la sombra - Asier Larrea Reguero

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Asier Larrea Reguero

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-689-2

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    Muchas veces vemos o leemos en las noticias sucesos que nos impactan, tal es la maldad del ser humano que llega a provocarnos escalofríos y se nos ponen los pelos de punta cuando intentamos ponernos en el lugar de las personas que sufren verdaderas atrocidades.

    Sin embargo, creemos que este tipo de acciones no suceden en nuestro entorno, lo vemos lejano y damos por hecho en cierta medida que estamos «a salvo». Es un riesgo que yo mismo veía improbable en mi vida, solo contemplaba los problemas y conflictos cotidianos con los que habitualmente convivimos la mayoría de las personas. Dejaba de lado otras situaciones que aun sabiendo que a otra mucha gente le tocaban sufrir, jamás imaginaba que alguna sucedería en mi círculo más cercano y mucho menos a mí. Un hecho marcó mi vida y la cambió por completo aquel fatídico dieciocho de diciembre de 2019 y desde entonces lucho por recuperar parte de mi vida anterior, ya que lo sucedido afectó tanto a mi trabajo como a mis relaciones sociales y personales.

    Me llamo Aritz Azkoria, nací en el hospital de Cruces el quince de abril de 1986. Viví ocho años en Bilbao, hasta que por motivos laborales, mis padres decidieron cruzar el océano y mudarse a la gran manzana, una decisión que en un primer momento no nos gustó nada a mi hermano mayor, Andoni, ni a mí. No entendíamos el porqué de aquel cambio, las cosas iban bien tal y como estaban. Mis padres tenían un buen trabajo (ambos abogados), con unos sueldos que nos permitían vivir de manera holgada, pero ellos insistieron en que era una gran oportunidad para toda la familia y que no la podían dejar escapar.

    Por mi parte, el tener que dejar a nuestros amigos y familia, la idea de vivir en otro país donde el idioma era diferente y apenas conocía cuatro palabras me asustaba tanto, que me pase los próximos días llorando y suplicando para que nos quedáramos. Por todos los medios tratamos de convencer a nuestros padres de que desestimaran la idea de marchar a otro país, pero tal y como era de esperar, finalmente no tuvimos elección y en julio de 1994 nos mudamos a Nueva York, concretamente a Upper East Side, uno de los barrios de alto standing de la ciudad.

    Con el curso escolar finalizado y viendo nuestra dificultad para comprender y expresarnos en inglés, nuestros padres nos tuvieron todo el verano hasta el comienzo del nuevo curso en septiembre con un profesor particular. Venía todos los días a casa y permanecía con nosotros de tres o cuatro horas. Aquel sería un verano difícil de olvidar. No conocíamos a nadie, por lo que mi hermano y yo pasábamos la mayor parte de las horas los dos solos ya que nuestros padres invertían la mayor parte del día en sus respectivos despachos. Así que, aunque nunca creímos que algo así pasaría por nuestras cabezas, ambos deseábamos que llegara el nuevo curso escolar y poder así comenzar las clases para relacionarnos con gente de nuestra edad y hacer nuevos amigos.

    Echando la vista atrás, tengo que decir aquel verano que en su día consideré un infierno, facilitó y de qué manera nuestro primer año en la escuela. Aunque no controlábamos del todo el idioma, sí que habíamos obtenido cierto manejo para relacionarnos, entablar nuevas amistades y comprender las lecciones que nos daban los maestros. Después de aquel primer año todo fue rodado, cogimos rápido el ritmo de los cursos y nuestro manejo del idioma mejoró notablemente. Ambos teníamos nuestros amigos y habíamos conseguido que nuestras vidas fuera en gran parte como las que antaño teníamos en Bilbao o, por lo menos, lo más parecidas posibles. Evidentemente echábamos de menos a algunos de nuestros familiares y amigos que habíamos dejado allí, gente con la que habíamos compartido la gran mayoría de nuestro tiempo y que ya no estaban en nuestro día a día. En aquella época no disponíamos de redes sociales ni WhatsApp, por lo que el contacto con nuestra gente se limitaba a las cartas que ocasionalmente nos enviábamos y a las esporádicas visitas que realizábamos en navidades y verano, que eran en mi opinión insuficientes.

    Una vez concluido el instituto y con la aprobación de mis padres, decidí abandonar Nueva York para continuar con mis estudios y obtener así una doble titulación musical en la universidad de Lawrence (Appleton), tomando como especialidad la percusión y centrando gran parte de mis esfuerzos en la batería. Pese al descontento de mis padres y sus insistentes sermones para que me olvidara de cursar una carrera musical, hice caso omiso de sus advertencias y logré esa doble titulación que tanto deseaba con unos resultados académicos formidables. Había encontrado mi vocación. Antes de regresar de nuevo junto a mi familia en Nueva York, decidí aumentar mi formación académica, esta vez enfocada más a la producción musical, cursando un máster en la California Lutheran University.

    La vuelta a casa, sin embargo, fue más dura de lo que en un principio pensaba que sería, muchas cosas habían cambiado. La más notoria era que mi hermano Andoni ya no vivía allí, al finalizar sus estudios de derecho «otro abogado más en la familia» pensé, ocupó el lugar de mi madre en el despacho, ya que ella había conseguido un puesto en la fiscalía como fiscal general, el cual abandonó no hace mucho al decidir jubilarse. Aceptó la ayuda de mis padres que pusieron un apartamento a su nombre en un barrio cercano al que vivíamos y allí se instaló con su novia del instituto, Catherine, con la que se casaría poco después y a la que cariñosamente llamábamos Cate. En casa los roces con mis padres cada día eran más habituales, me había acostumbrado a vivir solo y seguir mis normas en todo momento, marcando los horarios de comidas y cenas a mi antojo, etc. Todo muy diferente de cómo se hacía en casa, lo que generaba gran parte de las discusiones. De modo que me propuse ahorrar algo de dinero e intentar independizarme lo antes posible, ya de seguir así la situación se volvería insostenible. Quería mucho a mis padres, pero añoraba aquella libertad que tuve sobre todo, en los años de universidad.

    Afortunadamente en el aspecto laboral tuve suerte y desde que volví no me faltó el trabajo. El haber estudiado en aquellos prestigiosos centros hizo que muchas bandas y músicos contactaran conmigo para que participara en sus proyectos, ya sea para grabar sus discos o colaborar con ellos en directo. Fue una experiencia increíble y me ayudo a coger una confianza terrible en diferentes estilos musicales como el rock, jazz, blues o el funky. Aunque mi estilo musical favorito es el metal, esa diversidad hizo que mi mente se abriera y enriqueció mucho mis nuevas composiciones al tener ese conocimiento en los diferentes géneros.

    Cuando por fin pude ahorrar el dinero suficiente y dado que el trabajo en aquel momento era abundante, decidí que había llegado el momento de salir de aquella casa y seguir nuevamente mi camino. Ese día cuando mis padres llegaron de trabajar y bajé para comunicarles mi intención de independizarme en el menor tiempo posible, ambos se miraron con una sonrisa cómplice en sus rostros, cosa que me descolocó por completo. Fue entonces cuando mi padre metió la mano en el bolsillo de su traje y me sorprendió lanzándome unas llaves:

    —Toma, eso es para ti —me dijo sin poder dejar de sonreír—. Has trabajado duro y pese a que no aprobamos en su día el que te dedicaras a la música, con esfuerzo y mucho trabajo estas logrando vivir de lo que realmente te gusta, estamos muy orgullosos de ti, Aritz.

    —Muchas gracias —contesté. Esas palabras me emocionaron tanto que apenas podía hablar. Me costó mucho convencer a mis padres de que la música era realmente lo que me apasionaba, no me esperaba un reconocimiento así por su parte—. ¿Y estas llaves? ¿Acaso me habéis comprado un coche?, porque me hace falta uno, yo ahí lo dejo —comenté poco después, ya más tranquilo.

    —Son de un apartamento que hemos comprado a tu nombre aquí en el barrio de al lado, un regalo de tus padres para ayudarte. Sabíamos que andabas buscando apartamentos, se te ve venir de lejos, eres como un libro abierto para nosotros y creemos que podemos ponértelo algo más fácil después de todo lo que has trabajado, tal y como lo hicimos con tu hermano.

    —¡Joder! Muchas gracias —No podía disimular aquella sonrisa que salía de mis labios, me abalancé sobre ellos y les di un fuerte abrazo—. ¿Y cuándo puedo empezar a llevar mis cosas?

    —La semana que viene podemos empezar la mudanza si quieres.

    —Perfecto, me muero de ganas por ver el piso —dije cogiendo las llaves con ambas manos sin poder dejar de mirarlas.

    Desde que finalicé mis estudios, muchos planes y sueños rondaban por mi cabeza. Sueños y planes ambiciosos que a largo plazo haría realidad. Este regalo de mis padres me acercaba a esos ansiados sueños. No me tendría que preocupar de pagar un alquiler o una hipoteca, por lo que podía invertir gran parte del dinero que ganaba trabajando en vivir y en cumplir mis metas.

    Como era de esperar, la semana se me hizo eterna, pero al fin llegó el ansiado día y vería el que sería mi nuevo hogar. El apartamento estaba situado en un barrio cercano al de mis padres, bastante cerca de la casa de Andoni y Cate. No era un barrio tan lujoso como en el que vivían ellos, pero aquello era lo de menos en aquel momento. El apartamento era muy amplio, demasiado para mí solo, disponía de cuatro habitaciones, sala, una cocina muy bien equipada, dos baños y una terraza lo suficientemente grande como para montar una mesa con un par de sillas para desayunar y comer en ella los días de sol. Tras varias semanas viviendo allí, decidí que era el momento de dar un paso más a nivel profesional y comenzar con los proyectos que tenía en mente. Fui a hablar con mis padres para comentarles la idea que me rondaba por la cabeza, echar abajo una de las paredes uniendo dos de las habitaciones que apenas usaba y hacer una más grande y espaciosa. Después insonorizar esa habitación, y montar mi propio home estudio con una cabina incluida para poder grabar baterías de buena calidad. Gracias a la ayuda de un técnico con el que había grabado con anterioridad, conseguí elaborar una lista con todo el equipo necesario para poder llevar a cabo esa idea. Tenía la idea y un inventario con todo lo necesario para llevarlo a cabo, solo faltaba una cosa, la más importante, el dinero.

    Mis padres ojearon la lista al detalle, incluso pude ver resoplar a mi padre al darse cuenta del elevado coste que supondría llevar a cabo ese proyecto.

    —Veo que tienes todo bien pensado y organizado Aritz —dijo con algo de asombro—. Pero todo esto tiene un coste muy elevado, ¿Has pensado de dónde vas a sacar tanto dinero? ¿Has hablado con algún banco para financiar esta operación? —preguntó poniendo en duda la viabilidad del proyecto.

    —Sé que será caro montar todo tal y como quiero —contesté entrelazando las manos—. No he hablado con ningún banco, porque antes quiero haceros una propuesta a vosotros —Ambos me miraron con cara de asombro—. Me gustaría que me prestaseis vosotros ese dinero, no sin antes firmar ante notario un acuerdo de una cuota mensual para ir devolviéndooslo. Así me ahorro los intereses, ¿Cómo lo veis?

    —¡Ja, ja, ja, ¡menuda jeta tienes, chaval —dijo mi padre sonriendo—. Pero que narices, yo si fuera tú le habría echado la misma cara —rio mirando a mi madre.

    —Bueno, qué contestáis —Estaba impaciente por escuchar ese sí de su boca.

    —Afortunadamente creo que podemos ayudarte con eso —dijo mi madre—, y me parece genial la idea de poner una cuota mensual para ir devolviendo el dinero —En ese momento su tono cambio y se puso seria—. Os hemos dado la oportunidad de estudiar en los mejores centros y también os hemos quitado una de las mayores cargas en la vida que es la hipoteca al regalaros los apartamentos, pero hasta ahí llega nuestra obligación. Tenéis que empezar a entender el valor del dinero y ser conscientes de lo que cuesta ganarlo. Pero siendo de esta forma cuenta con ello, te ayudaremos en lo que podamos.

    —Bien, perfecto —dije cerrando los puños a modo de celebración mientras mi madre se levantaba para darme un abrazo.

    Aquellos días de obra fueron un auténtico caos en casa, había polvo, escombros y suciedad por todos los lados. Mi hermano Andoni me acompañaba casi siempre para ver el progreso de la reforma, esos días y mientras durara la obra, me estaba quedando en su casa para poder dormir ya que los obreros llegaban a primera hora para continuar con su labor. Además de invadir su casa también lo hice con su garaje, ya que todo el equipo que fue llegando lo almacenamos allí hasta poder entrar a instalarlo. Mi amigo John, uno de los mejores técnicos que he conocido, vino desde Los Ángeles para ayudarme a poner toda la maquinaria en marcha, ya que yo solo no me veía capaz de hacerlo bien y poder así comenzar a funcionar lo antes posible. Para la inauguración del estudio invité a la familia y a mis amigos a acercarse aquel día para celebrar conmigo el logro. Afortunadamente todos acudieron.

    Si el verano que nos mudamos a Nueva York fue duro, aquel no lo fue menos. Trabajé todos aquellos meses grabando a diferentes artistas sin apenas descanso. Acababa de empezar como productor y quería hacerme un hueco y ganarme poco a poco una reputación que trajera más músicos al estudio. Gracias a ese trabajo duro y constante, las opiniones de la gente fueron satisfactorias y mejoraron a medida que cogía más experiencia y confianza. Gracias al boca a boca de las bandas y músicos que fueron pasando hizo que fuera cerrando fechas hasta el comienzo del próximo año. La verdad que todo iba sobre ruedas, mucho mejor de lo esperado.

    Estaba en uno de los mejores momentos de mi vida hasta la fecha, era feliz y parecía que todo lo que me proponía lo sacaba adelante, así que, me marqué otras metas. Una de ellas era la de ponerme un poco en forma. Aunque mis hábitos de comida siempre han sido bastante sanos, el estrés por la acumulación de trabajo de los últimos meses me había pasado factura. Ese cansancio hacía que no tuviera ganas ni de cocinar, por lo que abuse un poco de la comida rápida. Me compré unas zapatillas de correr y comencé corriendo media hora tres días a la semana. Para mediados de noviembre ya conseguía correr durante dos horas tres días a la semana.

    La segunda era retomar un poco mi vida social, los meses atrás había estado trabajando en exceso y para cuando terminaba la jornada laboral apenas me quedaban ganas o fuerzas para quedar con mis amigos y tomar algo mientras charlamos tranquilamente. Algunos como Hanna y Alan ya habían comenzado la lánzarme alguna que otra indirecta de mi abandono hacia ellos, por lo que entre todos decidimos acordar al menos un día a la semana para encontrarnos en un pub cercano y ponernos al día. Aunque me fue imposible acudir todas las semanas, hice todo lo que estuvo en mis manos para asistir al menos una vez al mes, aunque por desgracia casi siempre me surgía algo inesperado o de última hora. Lo que no me perdería por nada del mundo era la cena que solíamos organizar en las fechas cercanas a la navidad. Después de debatirlo mucho la fecha acordada fue el miércoles dieciocho de diciembre.

    Aquel día terminé de trabajar antes de lo normal, había adelantado todo lo posible los días previos para estar descansado y aguantar la larga noche que me esperaba por delante. A media tarde comencé a preparar poco a poco la maleta, ya que volvíamos a Bilbao el sábado para celebrar las navidades con la familia que hacía meses no veíamos. Mientras preparaba la maleta puede ver por la ventana como comenzaba a llover, la mañana había sido bastante fría y con algo de niebla, pero la lluvia parecía no llegar.

    A pesar del clima adverso decidí salir a correr como habitualmente hacia los miércoles, solo que esta vez adelanté un poco la hora para tener tiempo después de darme una buena ducha y arreglarme para la cena. Pocos éramos los que aquel triste día nos habíamos acercado a High Park a practicar algo de deporte, ya que normalmente solía estar bastante concurrido. Al rato de comenzar a correr me percaté de lo rápido que había oscurecido, en apenas una hora se había hecho prácticamente de noche. Puse rumbo a casa después de casi dos horas corriendo por aquel inmenso parque mientras escuchaba una de mis canciones favoritas cuando de repente algo contundente golpeó mi cabeza en la zona del hueso parietal. Sentí como retumbaba aquel golpe seco y removía todo en el interior de mi cabeza. La oscuridad llegó y comenzó mi pesadilla.

    .

    «La creencia en una fuente sobrenatural del mal no es necesaria. Los hombres por sí mismos son muy capaces de cualquier maldad». Joseph Conrad

    Capítulo 1

    Desperté. No veía nada, traté de abrir los ojos con todas mis fuerzas, me percaté de que ya estaban abiertos. Algo impedía que pudiera ver lo que tenía a mí alrededor, una especie de trapo o tela pude deducir por el tacto del objeto que cubría mi rostro. No entendía nada, estaba confuso, no sabía qué había pasado. Lo último que recordaba era que corría por el parque de vuelta a casa para prepararme y poder así llegar a tiempo a la cena de navidad con mis amigos cuando recibí un golpe tremendo. Hasta ahí llegaban mis recuerdos.

    Intenté quitar lo que obstaculizaba mi visión con mi mano derecha, algo la retuvo de golpe al poco de intentar moverla acompañado por un sonido metálico. Hice lo propio con la izquierda con idéntico resultado y el ruido metálico volvió a repetirse. No podía mover las manos.

    —Vamos no me jodas —dije en voz alta para mi comenzando a ponerme nervioso.

    Tenía ambas manos atadas,

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1