Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Se debe leer con gran cautela: Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl
Se debe leer con gran cautela: Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl
Se debe leer con gran cautela: Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl
Libro electrónico282 páginas4 horas

Se debe leer con gran cautela: Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En 1608 se presentó el manuscrito original de este documento, al cual muchos años después en manos de Carlos de Sigüenza, lo llamó: Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco. Esta edición, la cual incorpora dos cuidadosos estudios sobre el Compendio, es un trabajo académico que busca colaborar en las nuevas indagatorias sobre las crónicas novohi
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 nov 2023
ISBN9786075398549
Se debe leer con gran cautela: Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl

Relacionado con Se debe leer con gran cautela

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Se debe leer con gran cautela

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Se debe leer con gran cautela - Valeria Añón

    A manera de advertencia:

    palabras liminares

    ———•———

    El texto que aquí se presenta constituye un documento central del ­archivo histórico y literario novohispano.¹ Se trata de la paleografía anotada del manuscrito inédito hasta hoy, conocido como Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco e incluido en el llamado Códice Chimalphain, que el gobierno mexicano adquirió en 2014.² Estos tres grandes y magníficos volúmenes manuscritos, que pertenecieron a la famosa colección del erudito mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), se localizan en el acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

    Hablamos de archivo de un modo específico puesto que entendemos que su configuración no es espontánea, ni producida por un autor que conoce una verdad absoluta y envolvente sobre el pasado. En cambio, sostenemos que todo archivo responde a un sistema de pensamiento, relaciones de poder y concepciones de una sociedad sobre pasados polifónicos, diversos y experienciales, que plantean serios retos para los nuevos análisis historiográficos de las y los historiadores que se propongan realizar hoy un aporte seminal a los estudios novohispanos.

    En 2022, se cumplen 50 años de la publicación de trabajos que constituyen pilares fundamentales en torno a las disertaciones sobre la época prehispánica y virreinal del oriente de la Cuenca de México, y particularmente de Tetzcoco a través de la figura del emblemático tlahtoani, Nezahualcoyotl, que pactó la formación de la triple alianza con Tlacopan y Tenochtitlan. Algunos de esos trabajos fueron Nezahualcoyotl: crónica y pinturas de su tiempo, de Víctor Manuel Castillo Farreras,³ y Nezahualcoyotl Acolmiztli, de Edmundo O´Gorman,⁴ libros que se produjeron en un contexto conmemorativo de los 500 años de la muerte del simbólico gobernante del Tetzcoco prehispánico, que en este 2022, si las fechas propuestas por los estudiosos del pasado prehispánico son acertadas, ajustaría también 600 años de su nacimiento.

    En el caso de la obra de O´Gorman nos hemos guiado por el título de su portada tal cual se nos presenta: Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Nezahualcoyotl Acolmiztli. Esta elección tiene un sentido claro, pues deja constancia de que lo expuesto en ese libro no es una visión directa, objetiva y tajante del gobernante prehispánico, sino modelada a través de uno de sus descendientes novohispanos del siglo xvii: el notable y polémico cronista nahua Fernando Alva Ixtlilxóchitl, cuya documentación permanecía dispersa en copias documentales en diversas geografías y cuyos originales se encontraban, en una buena medida, en el continente europeo.

    A lo largo del estudio introductorio, los lectores encontrarán menciones de otras ediciones relacionadas con el manuscrito del Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco contenida en el Códice Chimalpahin, pero la de Edmundo O´Gorman es la más difundida. Sin embargo, esta es la primera vez que se realiza una edición con el manuscrito original, pues los trabajos anteriormente publicados fueron posibles debido a la existencia de copias de este documento. La originalidad de este texto y la autoría del propio Ixtlilxóchitl está asentada por la nota inicial escrita y firmada por Carlos de Sigüenza y Góngora durante el siglo xvii, y la cual tomamos como referencia para el título de este trabajo: Se debe leer con gran cautela.

    Como un acto de homenaje y conmemoración a las publicaciones de aquel 1972, y como un ejercicio para reflexionar en torno a la memoria del pasado prehispánico y de la recién rememorada conquista de Tenochtitlan, en este trabajo editorial se trata la paleografía anotada del manuscrito inédito hasta hoy conocido como Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco e incluido en el llamado Códice Chimalpahin; que, como mencionamos anteriormente, fue adquirido por el gobierno mexicano en 2014, de esta manera, regresaron los volúmenes a México y se amplió su consulta mediante recursos digitales.⁵ Físicamente, el manuscrito se encuentra en el acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

    Las obras atribuidas a Fernando de Alva Ixtlilxóchitl son diversas. Si bien, como se verá en el estudio preliminar, desde mediados del siglo xix se realizaron distintas traducciones y ediciones de algunas de ellas, fue hasta la década de 1970 cuando Edmundo O’ Gorman publicó la edición de diferentes manuscritos en dos tomos. Sin embargo, este documento en particular, mismo que aquí referimos como el Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco, no había sido paleografiado ni editado, debido a que su consulta estaba restringida para la mayoría de los investigadores latinoamericanos, consecuencia de la distancia geográfica y de las condiciones institucionales que imperan en una región con serias y constantes crisis económicas y políticas que dificultaban el acceso colegiado a esta documentación histórica.

    Ejemplo de esta situación se presentó en 1982 cuando Wayne Ruwet localizó estos manuscritos en los acervos de la British & Foreign Bible Society, y luego de su pasaje o depósito por la Biblioteca de la Universidad de Cambridge (donde algunos estudiosos, en especial de la academia norteamericana, tuvieron un primer acceso a este documento), llegaron al inah, donde fueron digitalizados y serían accesibles a miles de investigadores de todo el continente y el mundo entero, y con ello pudieron profundizar sus trabajos sobre estos volúmenes.

    A partir del año 2015, el inah puso a disposición del público estos acervos en una plataforma virtual; no obstante, el acceso al material directo no es sencillo para un lector no especializado. De ahí que se echara en falta una edición que realizara un detallado trabajo paleográfico y la pusiera a la mano de investigadores y lectores interesados en la historia de México y de toda América. Ese trabajo es el que mostramos aquí, particularizado en el propio Compendio histórico. Este volumen representa una apuesta historiográfica y crítica, que vuelve accesible un texto que, además, dialoga y polemiza con diversas crónicas de tradición occidental e indígena de los siglos xvi y xvii.

    En síntesis, ofrecemos aquí la paleografía del manuscrito incluido en el Códice Chimalpahin, versión cotejada minuciosamente con las fijaciones textuales de la edición de O’Gorman.⁷ Dicha edición consideró las copias del Compendio histórico de los reyes de Tezcoco realizadas a otra copia que originalmente había sido poseída por Lorenzo Boturini en su Museo Indiano. Las copias consultadas por O’Gorman fueron las realizadas por Mariano Veytia, actualmente ubicadas en la Collection M.E. Goupil, Biblioteca Nacional de Francia, nomenclatura: Boban 209; y la de Manuel Vega, copia a su vez de la realizada por Veytia, que se encuentra ubicada en el Archivo General de la Nación del Gobierno de México en el Fondo Instituciones Coloniales, Historia, vol. 4, exp. 1.

    El cotejo entre la versión de O’Gorman y el manuscrito del Compendio en el Códice Chimalpahin permite identificar divergencias, las cuales se aclaran en notas al pie que el lector encontrará a lo largo de las trece relaciones que componen al documento. Ello nos conduce a revisar las hipótesis textuales sobre las cuales el historiador mexicano realizó su fijación, así como a detectar variantes de distinta significación que suelen estar vinculadas con los usos de la lengua castellana en la época, en tensión con la lengua y la grafía del náhuatl. Se suman diversos ajustes o modificaciones en el uso de deícticos, posesivos, adjetivos o conjunciones adverbiales, que muestran también al manuscrito como un material dinámico, en transformación de acuerdo con amanuenses, escribas y editores.

    Agregamos un estudio preliminar y un epílogo, así como un apéndice con algunas imágenes del manuscrito, que exhiben la peculiar materialidad de este texto. Buscamos aproximarnos a la historiografía novohispana de tradición indígena a partir de un trabajo paleográfico, filológico, historiográfico y literario, que permita recuperar el espesor de estas crónicas, sus derroteros, sus diálogos explícitos o encubiertos, sus versiones acerca del pasado prehispánico y el contexto novohispano desde el cual estas historias se escriben.

    A 500 años de la denominada conquista de México, volver sobre sus fuentes, poner en escena manuscritos aún inéditos, discutir perspectivas críticas sobre crónicas y cronistas constituyen iniciativas que presentan un aporte para escuchar esas voces que nos llegan del pasado y que interpelan nuestro presente.

    Expresamos nuestro agradecimiento a María Inés Aldao y a Jhonnatan Alejandro Zavala López, quienes nos acompañaron con denodado esfuerzo durante el proceso de revisión de la paleografía y las notas. Sin esa labor, generosa en tiempo y esfuerzo, este volumen no habría visto la luz. Agradecemos también a nuestras maestras y maestros, quienes nos presentaron hace ya muchos años la obra apasionante de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl: José Rubén Romero Galván, Víctor Castillo Farreras, Susana Zanetti, Beatriz Colombi, y nos permitieron comenzar el camino que nos llevó hasta el texto que aquí presentamos.

    Asimismo, queremos hacer extensiva nuestra gratitud, por su apoyo, aliento y por creer en este proyecto, a la directora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología, Dra. Delia Salazar. Y al Maestro Salvador Rueda Smithers, por su apoyo y generosidad constantes.

    Mención especial merece Andrés Centeno, quien nos apoyó en la búsqueda bibliográfica y la identificación de documentos que orientaron nuestras investigaciones.

    Por último, un caluroso reconocimiento a nuestro amigo y colega, Mario Rufer, quien nos presentó hace ya 14 años en su hermosa casita de Tlalpan, y propició así el regalo de una amistad que no conoce fronteras ni distancias.

    ¹ La pregunta por el archivo ha sido siempre central para los estudios históricos, pero ha adquirido nuevas inflexiones en las últimas décadas desde otras disciplinas, como la filosofía, la crítica literaria, la historiografía colonial y poscolonial. En los estudios coloniales, la preocupación por el archivo, en su triple estatuto (materialidad e institución; autoridad; ley de enunciación) permitió renovar las aproximaciones a los textos coloniales, pensar sus diálogos y disputas, también los circuitos de circulación, expoliación y apropiación de manuscritos, algo de lo cual la historia del Códice Chimalpahin brinda ejemplo cabal. Aquí, nos referimos al archivo, específicamente en su dimensión material: dónde se encontraron estos textos, cómo circularon, cómo y porqué fueron editados u olvidados por siglos. Acerca de la categoría de archivo y sus usos historiográficos, véase Frida Gorbach y Mario Rufer, Introducción, a Indisciplinar la investigación, México, uam y Siglo XXI Editores, 2016. Asimismo, la formación del archivo familiar como dispositivo que permite formar lazos comunitarios y de distinción en la tradición bajo la que trabaja Ixtlilxóchitl puede encontrarse en Leisa A. Kauffmann The legacy of rulership in Fernando de Alva Ixtlilxóchitl´s Historia de la nación chichimeca, New Mexico, University of New Mexico Press, 2019.

    ² El término Tezcoco presenta distintas grafías a lo largo de los siglos y de acuerdo con diversas elecciones editoriales. Aquí, utilizamos la grafía Tetzcoco para el título y el aparato crítico, aunque mantenemos las grafías originales (Texcoco y Tezcoco), tal como aparecen en las distintas ediciones.

    ³ Víctor Manuel Castillo Farreras, Nezahualcóyotl: crónica y pinturas de su tiempo, Texcoco, Gobierno del Estado de México, 1972.

    ⁴ O’Gorman, Edmundo (ed.), Fernando de Alva Ixtlilxóchitl Nezahualcóyotl Acolmiztli 1402-1472, México, Instituto Mexiquense de Cultura, 1972, pp. 11-21.

    ⁵ Clementina Battcock, Rodrigo Martínez Baracs y Salvador Rueda, Manuscritos mexicanos perdidos y recuperados, Ciudad de México, inah, 2019.

    ⁶ Acerca de la noción de crónica novohispana de tradición indígena, véase a José Rubén Romero Galván, Historiografía novohispana de tradición indígena, vol. I, col. Historiografía mexicana, Juan A. Ortega y Rosa Camelo (coords.), México, unam-iih, 2003. Respecto de la noción de crónicas de tradición occidental, remitimos a las aproximaciones de las tradiciones discursivas que propone Johannes Kabatek, Tradiciones discursivas y cambio lingüístico, Lexis, núm. 29-2, 2005, pp. 151-177. Acerca de las crónicas de tradición española, véase Patricia Escandón y Rosa Camelo (eds.), La creación de una imagen propia. La tradición española, México, unam-iih, 2012.

    ⁷ Al respecto, véase la tesis de Doctorado en Historia de Sergio Ángel Vásquez Galicia, La identidad de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl a través de su memoria histórica. Análisis historiográfico, México, unam, 2013, pp. 149-153.

    Estudio preliminar

    El Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl: su ubicación y características

    TRAS LOS PASOS DEL MANUSCRITO

    El Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648) es uno de los documentos que componen los tres volúmenes del manuscrito que el gobierno mexicano decidió llamar Códice Chimalpahin, una vez que los adquirió a la British and Foreign Bible Society durante los años 2014-2015, los cuales poseen una valiosa colección de documentos entre los que figuran, por mencionar solo algunos, la Suma y epíloga de toda la descripción de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, la Crónica Mexicayotl de Domingo de San Antón Muñón Chimalpahin y Hernando de Alvarado Tezozomoc, entre varias otras en las que se incluyen más obras del propio Ixtlilxóchitl, como detallaremos más adelante.¹

    En 1827, el padre José María Luis Mora pactó un intercambio de documentos con James Thomson, representante de la British and Foreign Bible Society en México. El sacerdote e intelectual mexicano ofreció tres manuscritos antiguos, resguardados en la biblioteca del Colegio de San Idelfonso, donde era profesor, a cambio de biblias protestantes. El lector actual podría escandalizarse fácilmente ante el intercambio de materiales de tan dispar significado editorial; sin embargo, tal acción se enmarcó en la visión liberal de Mora, su rígida postura anti indigenista (sobre todo opuesta a la existencia de privilegios o fueros exclusivos de las comunidades indígenas) y sus ambiciosos proyectos educativos. El gran objetivo de este religioso secular era cerrar las brechas culturales del país mediante la alfabetización basada en la biblia, ideal que también pretendía llevar a la población indígena mediante la traducción de los textos bíblicos a diferentes lenguas nativas; asimismo, Mora guardaba la esperanza de que un estrato cultural común católico (sin que esto implicara apoyar los fueros de la iglesia) deviniera en una mayor unidad nacional que, a su vez, promoviera un espíritu progresista.² Este liberal de su tiempo no era indiferente al valor de los documentos históricos antiguos, pero posiblemente consideró que el regalo de unos viejos manuscritos bien valía la pena a cambio de abundantes materiales que le permitirían trabajar durante años, en aras de impulsar aquellos cambios que él creía necesarios para la prosperidad de México.

    La presencia de la British and Foreign Bible Society en México fue posible tras la independencia del país, que terminó con muchas de las restricciones que España imponía en sus territorios ultramarinos. Thomson llegó a Veracruz en 1827, junto con un considerable embarque de biblias y fragmentos del viejo y nuevo testamento; y para septiembre del mismo año, llegó a la Ciudad de México. El agente británico fue bien recibido por algunos religiosos locales notables, entre los que se contaba José María Alcántara y Antonio López de Salazar; y fue este último quien le presentaría a Mora.³

    Mora no sólo estaba interesado en desarrollar su proyecto educativo, también era partidario de la tolerancia religiosa, por eso no tuvo problema en recurrir a biblias protestantes para llevar a cabo sus planes. Por su parte, Thomson tenía el encargo explícito de vender biblias y divulgar la palabra de Dios; su fuerte interés personal por preservar las lenguas nativas americanas y los documentos escritos en éstas, le hizo aceptar con gran gusto los tres volúmenes que Mora le ofreció, intercambio no del todo fortuito, ya que, como bien señala Susan Schroeder, basada en la correspondencia entre Thomson y Mora, el agente comercial británico llevaba un tiempo tras la pista de antiguos textos nahuas inéditos que, según sabía, debían encontrarse en San Ildefonso.

    Thomson envió sus preciosos manuscritos a Londres, a sus empleadores de la Foreign Bible Society, quienes al no compartir su interés por estos materiales, simplemente los guardaron sin prestarles mayor atención.⁵ Resulta fascinante notar la serie de elementos que debieron entroncarse para que el llamado Códice Chimalpahin saliera de México, se conservara perdido y posteriormente regresara indemne: el cese de las restricciones hispanas en América, un momento próspero en el negocio de venta de biblias londinense,⁶ el interés personal de Thomson en las lenguas indígenas, la tolerancia religiosa de Mora e incluso el desinterés de la Bible Society, que de otro modo quizás hubiera conservado para siempre los valiosos manuscritos o los hubiera depositado de forma permanente bajo el resguardo de alguna institución europea.

    A grandes rasgos, los volúmenes entregados por Mora estaban compuestos por los siguientes contenidos: los dos primeros incluyen textos en español atribuidos a Alva Ixtlilxóchitl, el tercero, más extenso, comprende escritos en castellano y náhuatl y, aunque su temática es variada, buena parte fueron escritos por el cronista de ascendencia chalca Domingo Chimalpahin. El Compendio, que forma parte del segundo tomo, posiblemente perteneció a esta colección de manuscritos en los tiempos que se formó el denominado Museo Indiano de Lorenzo Boturini durante la segunda mitad del siglo xviii.

    Una vez confiscada la documentación de Boturini, el manuscrito pasó a las manos de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, quien señaló que: entre los manuscritos que he recogido merecen singular atención los del insigne D. Fernando de Alba Ixtlilxóchitl, nieto del último emperador de Texcoco.⁷ Afirmamos entonces que la obra escrita de Alva Ixtlilxóchitl proporcionó, ya desde finales del virreinato novohispano, no sólo el principal caudal de información sobre lo que se pensaba como el mundo prehispánico americano, sino que también legó una secuencia histórica en tres etapas correspondientes a ciertos pueblos notables: los toltecas, los chichimecas y, finalmente, los tetzcocanos junto con los tenochcas. Un esquema que, cabe aclarar, de una u otra forma aún opera en los análisis históricos contemporáneos.

    En torno a estos usos virreinales, un siglo antes de que Boturini y Veytia poseyeran los manuscritos, de igual manera, debemos considerar la intervención del erudito Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), quien se había relacionado con diferentes caciques políticos de la Cuenca de México, y así reunió varia documentación antigua para alimentar su interés inagotable sobre el pasado antiguo de la Nueva España.

    La presencia de Sigüenza y Góngora, y de Alva Ixtlilxóchitl en la confección de los volúmenes se evidencia a través de sus rúbricas en diferentes fojas que componen estos invaluables documentos. Éstos se hallan compuestos por 68 fojas incluidas en el volumen II de estos encuadernados, entre el folio 147 y el 214. En la primera página se ubica la rúbrica de Sigüenza y Góngora.

    [Imagen Firma 1 Sigüenza]

    Repartidas entre los volúmenes del Códice Chimalpahin, se encuentran otras obras de Alva Ixtlilxóchitl además del Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco, como la Historia de la nación chichimeca, la Historia de los señores chichimecos hasta la venida de los españoles, la Sumaria relación de todas las cosas que han sucedido en la Nueva España y de muchas cosas que los tultecas alcanzaron y supieron desde la creación del mundo, entre muchas más. Es la Relación sucinta en forma de memorial de las historias de Nueva España y sus señorios hasta el ingreso de los españoles, integrada en el volumen I, la que posee la rúbrica de Alva Ixtlilxóchitl (foja 185 verso).

    [Imagen Firma 2 Ixtlilxóchitl]

    La riqueza documental de estos volúmenes no se restringe a los cronistas de tradición indígena novohispana de la Cuenca de México, como lo fueron Alva Ixtlilxóchitl o Chimalpahin, sino que también se encuentran las obras de otros cronistas que pueden ser considerados dentro de la misma corriente escriturística, como la ya mencionada Suma y epíloga descripción de Tlaxcala, de Diego Muñoz Camargo, la Relación de don Melchor Caltzin (un documento en Purépecha con datos referentes a la región del occidente novohispano); además de innumerables manuscritos vinculados a la estructura jurídica del orden virreinal, como los que se refieren a Isabel de Moctezuma.

    Esta riqueza historiográfica debería ser un detonante del interés de la academia en profundizar los conocimientos de aquellos procesos del siglo xvi y xvii, además de forjar un compromiso social con la destacable tarea de difusión de sus contenidos, y con ello perseguir una mejor comprensión social del pasado de los habitantes y el territorio de lo que hoy conocemos como la Cuenca de México.

    LA VIDA DE FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL

    El cronista aculhua perteneció a un linaje indígena noble, pues su ascendencia cobra especial notoriedad al ser descendiente del gobernante Nezahualcóyotl, ya renombrado personaje del pasado prehispánico durante el primer siglo del gobierno virreinal.⁸ Alva Ixtlilxóchitl era el segundo hijo de doña Ana Cortés, quien estaba al frente del cacicazgo de San Juan Teotihuacán,⁹ y del español Juan Navas Pérez de Peraleda. Este matrimonio procreó diez hijos: Francisco Nabas y Peralda, Ana de Alva, Cristóbal de Alva, Juana de Navas, Luis de Alva, Magdalena de Alva, el bachiller Bartolomé de Alva, Gerónimo de Alva, Mateo de Alva y Fernando de Alva.¹⁰ Cabe mencionar que don Bartolomé, hermano menor de Alva Ixtlilxóchitl, fue también un hábil ­letrado, graduado en artes en la Real Universidad de México y buen conocedor del náhuatl, tanto que redactó un Confesionario mayor y menor en lengua mexicana y tradujo obras de Félix Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca y Antonio Mira de Amescua.¹¹

    Se conoce que su madre heredó y debió defender las tierras del cacicazgo de San Juan Teotihuacan en 1597, las cuales ya habían sido invadidas por españoles, pillis y macehuales, y cuyo acceso a ellas era determinante para proteger su subsistencia económica y sostener una presencia política en ese territorio. El caso se nos presenta cual si fuera una estampa del frágil momento que vivía la antigua nobleza indígena para procurar sus privilegios. ¹² En 1610, su esposo solicitó amparo al virrey Luis de Velasco (1539-1617) y al año siguiente, Fernando Alva Ixtlilxóchitl, quien probablemente ya había iniciado con sus tareas de historiador acolhua, entró en la querella como representante de sus padres.¹³ En julio de 1611, Ixtlilxóchitl presentó la Probanza de doña Ana Cortés, ¹⁴ en la que trece testigos avalaron la legítima posesión del cacicazgo, y el justicia mayor de San Juan concedió la protección solicitada.¹⁵

    La identificación social del linaje de Alva Ixtlilxóchitl también le dio acceso a algunos cargos. El 7 de diciembre de 1612 fue nombrado juez gobernador de Tetzcoco, espacio político desde el cual podía intervenir en los conflictos entre los habitantes de este territorio. Dicha posición lo facultaba a emitir disposiciones administrativas que lo ubicaron en una posición lo suficientemente polémica respecto de los habitantes tetzcocanos, quienes no vieron con gusto su elección para ese puesto. Un año después, pidieron que lo reemplazara don Pedro de Arellano, con el alegato de que Alva Ixtlilxóchitl era falto de brío y no le estiman los indios ni se da maña a las cosas del servicio personal ni a la cobranza de los tributos.¹⁶ Benton ha mostrado que los lazos familiares de Alva Ixtlilxóchitl con la nobleza tetzcocana fueron tenues, y por eso, a un mes de su toma de posesión, fue destituido.¹⁷ Esto puede ser interpretado como consecuencia de una polémica constante entre las corporaciones virreinales que trataba sobre el sentido de pertenencia étnica que fundaba la

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1