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Panoramas de las antropologías mundiales. Tomo 1
Panoramas de las antropologías mundiales. Tomo 1
Panoramas de las antropologías mundiales. Tomo 1
Libro electrónico536 páginas7 horas

Panoramas de las antropologías mundiales. Tomo 1

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En dos tomos, este libro explora la diversidad de las antropologías en el mundo como un factor de fertilización cruzada y cambio epistemológico, a través de 31 artículos que se encontraban dispersos en la International Encyclopedia of Anthropology.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 nov 2023
ISBN9786078931262
Panoramas de las antropologías mundiales. Tomo 1
Autor

Gustavo Lins Ribeiro

Gustavo Lins Ribeiro (UAM-Lerma). Editor Asociado de la International Encyclopedia of Anthropology. Emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Premio Franz Boas por Contribuciones ejemplares a la Antropología (2021) de la Asociación Americana de Antropología. Ha publicado libros y artículos en siete lenguas, en todos los continentes. Carmen Bueno Castellanos (Universidad Iberoamericana). Doctora en Antropología Social. Nivel III del SNI. Ha dirigido alrededor de 20 tesis y publicado en español e inglés resultados de investigación que giran alrededor de temas actuales de la antropología económica, globalización, modelos de desarrollo alternativo, tecnología y antropología de futuros. Hilary Callan (Oxford). Directora Emérita del Royal Anthropological Institute (Reino Unido) y Editora Jefe de la International Encyclopedia of Anthropology. Miembro del Common Room del Saint Cross College, Oxford. Virginia García Acosta (CIESAS). Investiga sobre antropología e historia del riesgo y de los desastres en México y América Latina. Miembro de la Academia Mexicana de la Historia y Emérita del SNI. Como autora individual o coordinadora ha publicado 29 libros y más de un centenar de artículos o capítulos de libro. Laura R. Valladares (UAM-Iztapalapa). Profesora Investigadora del Departamento de Antropología de la UAM-I. Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores. Principales investigaciones: movimientos de mujeres indígenas y afrodescendientes, megaproyectos y despojos territoriales. Ha coordinado trece libros y medio centenar de artículos y libros.

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    Panoramas de las antropologías mundiales. Tomo 1 - Gustavo Lins Ribeiro

    INTRODUCCIÓN¹

    Leyendo los Panoramas de las antropologías mundiales

    ²

    Gustavo Lins Ribeiro

    ³

    Panoramas de las antropologías mundiales pone al alcance del lector en lengua española un libro de valor inestimable para todos aquellos que se interesan por el conocimiento de la diversidad de las antropologías en el mundo como un factor de fertilización cruzada y cambio epistemológico. Aquí reunimos 31 artículos que habían aparecido antes, en 2018, en inglés dentro de la International Encyclopedia of Anthropology, pero se encontraban dispersos en este magnum opus de 12 volúmenes y cerca de 7000 páginas, cuya publicación se debió al trabajo incansable de Hilary Callan como editora en jefe y de otros 15 editores asociados. Yo mismo me encargué de la edición de casi 100 artículos sobre antropologías mundiales, sus autores, contribuciones teóricas y asociaciones científicas. Por primera vez, una importante obra de referencia internacional incluyó una gran cantidad de material de alta calidad sobre las antropologías fuera del eje hegemónico de la disciplina. El capítulo escrito por Eduardo Restrepo y esta introducción son los únicos textos no publicados anteriormente en la Enciclopedia internacional de antropología .

    Este libro en español profundiza y amplifica el movimiento de apertura hacia otras antropologías, con la gran ventaja de que la información se concentra aquí en dos volúmenes, lo que hace mucho más fácil su acceso y uso entre investigadores y docentes. Además, se abre una ventana representada por el universo internacional del español como lengua académica leída en gran cantidad de países de diversos continentes. Se amplía, así, la recepción de este saber para una gran comunidad de académicos. De hecho, yo diría que es un privilegio que nosotros tengamos en nuestras manos una obra tan útil y significativa. Los capítulos llevan a diferentes universos y, lejos de ser análisis exhaustivos sobre la antropología de cada país, deben leerse como un estímulo para que los investigadores interesados puedan profundizar sus conocimientos sobre particularidades y especificidades de los distintos contextos, historias, límites y potencialidades.

    A diferencia de lo que se encuentra en la Enciclopedia, que clásicamente obedece a un orden alfabético, lo que aquí presentamos está organizado por conjuntos de países que guardan cierta proximidad geopolítica, histórica o cultural. Como sabemos, todos los sistemas de clasificación tienen límites y ventajas, pero nos pareció que esta sería una manera productiva de reunir estos textos. Los primeros dos capítulos salen de este orden, puesto que se refieren al proyecto de las antropologías del mundo, el cual sigue inspirando la pluralización de las visiones sobre antropologías a escala global, así como a la presencia de la antropología en un importante organismo de gobernanza global en nuestro campo de actuación, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, sigla en inglés).

    El término «panoramas» en el título del libro remite al conocido artículo de Arjun Appadurai (1990), una contribución clásica para pensar diferentes ángulos de la globalización. Lo que me parece más poderoso en esta interpretación es que provee una forma de mirar, de manera organizada y al mismo tiempo disyuntiva, diferentes procesos globales estructurantes. Los «panoramas» o «paisajes» (se puede traducir scape de una u otra forma) son una metáfora visual que indica que lo que puede ser visto depende de la posición de los sujetos. Es decir, lo que puede ser visto cambia según la posición en que uno se ubique frente a un panorama. Esta constatación nos remite inmediatamente a la importancia de considerar la existencia de una geopolítica del conocimiento (Mignolo, 2001), esto es, los diferentes lugares de enunciación dentro del sistema mundial de producción antropológica, con sus capacidades diferenciadas, tanto epistemológicas como de poder de intervención en los debates globales. Los antropólogos en el mundo, al mismo tiempo en que nos insertamos en diferentes procesos de globalización, incluso aquellos pertinentes a la diseminación de nuestra disciplina, ocupamos diferentes lugares de enunciación que informan nuestras (re-)lecturas de lo que hacemos en niveles de agencia locales, regionales, nacionales, internacionales y trasnadonales estructurados diferenciadamente. Este libro revela con claridad tal diversidad; es una obra que puede leerse de forma no lineal, así como de diferentes maneras, deshaciendo y rehaciendo nuevos órdenes que van más allá del definido por su índice.

    Continuando con la exploración de la fuerza heurística de la metáfora visual, es posible decir que estamos de cara a un trabajo que puede leerse diferenciadamente, de acuerdo con las posiciones de los sujetos lectores frente a los panoramas/paisajes que los textos revelan. Para ilustrar esto, en lo que sigue haré un ejercicio de lectura, posicionándome en los más de 20 años de discusiones sobre las antropologías mundiales, de actuación en políticas académicas nacionales y globales destinadas a la pluralización de los flujos de cosmopolíticas antropológicas (véase, por ejemplo, Lins Ribeiro, 2006, 2014; Lins Ribeiro y Escobar, 2006, 2009). Presentaré algunas formas de abordar transversalmente la diversidad de la experiencia antropológica a escala global que, con suerte, pueden estimular la imaginación de otros investigadores que se interesen por escribir sobre estos temas y otros de manera más detallada y profunda.

    Leyendo los Panoramas de las antropologías mundiales

    Quiero dejar en claro que, como exploraciones iniciales, mis consideraciones no tocarán todos los capítulos del libro. El uso de la comparación como forma de iluminar similitudes y diferencias es una opción metodológica clásica en la antropología. Una parte sustancial de lo que sigue sólo es posible gracias a la mirada comparativa que este libro permite.

    Empezaré con un tema central: las diseminaciones de la antropología por el mundo. En su análisis del historicismo europeo, Dipesh Chakrabarty (2000) hizo una crítica del planteamiento por el cual Europa ve el resto del mundo como una especie de sala de espera de lo que acontece, primero, en el territorio europeo. Creo que el blanco central de esta crítica está en la tendencia europea a confundir su centralidad dentro del sistema mundo con su universalidad, especialmente en lo que se refiere a ideologías y utopías como las del progreso y del desarrollo, las cuales legitiman las desigualdades mundiales y los devenires de los espacios fragmentados globales como caminos que llevan a la experiencia del Atlántico Norte. Pero es justamente esta centralidad, resultante de una articulación de historias y poderes desiguales, la que hace, en algunos ámbitos, que los procesos se desarrollen primero en los lugares hegemónicos del sistema mundo y, posteriormente, se difundan globalmente, cabalgando las estructuras (frecuentemente resultantes del imperialismo y, en este caso, noratlánticas) de prestigio y dominación internacional. Fue esto lo que pasó con la antropología como disciplina, algo que se nota en los primeros momentos históricos de su institucionalización en diferentes países.

    Antes de proseguir, es útil plantear, una vez más, mi comprensión sobre la antropología como cosmopolítica, así como la diferencia entre conocimiento antropológico y disciplina antropológica (Lins Ribeiro, 2018). Veo la antropología como parte de una familia de cosmopolíticas, esto es, de una familia de discursos que pretenden tener alcance mundial e interpretar las cuestiones de la alteridad y de la diversidad humana. Considero universal la necesidad de comprender la diversidad cultural, de hacer sentido sobre la existencia de vidas colectivas humanas distintas a la de uno mismo. Denomino los discursos y las interpretaciones relacionadas con este anhelo universal como conocimiento antropológico, un tipo de saber que ha existido desde que alguien se preguntó: ¿por qué ellos, los-otros, son diferentes de nos-otros? La antropología sería, entonces, la formalización e institucionalización, a partir de las décadas finales del siglo xix, de un tipo de conocimiento antropológico históricamente producido en Europa que pasó a ser una disciplina, en menor o mayor grado sensible a sus propios límites, y que se desarrolló en museos y universidades. Este saber, ahora registrado, codificado y sistematizado, es disciplinado y teorizado por un cuerpo creciente de profesionales por él instituido, formado y a él dedicado. Su aparición y paulatina consolidación se relacionan, principalmente, con la intención de comprender las interacciones crecientes con esos «otros exóticos», causadas por procesos de construcción del Estado nación o por nuevas olas de expansión imperialista/colonialista, bajo la expectativa del uso racional de la ciencia en la administración de la vida pública y sus conflictos. En conclusión, mientras que el conocimiento antropológico existía con mayor o menor grado de complejidad en múltiples localidades del sistema mundial, la antropología como disciplina surge y se disemina a partir del Atlántico Norte. Es un proceso que va complejizándose de tal forma que el mapeo contemporáneo de los flujos de información, personas y objetos (cultura material) pasa a ser de enorme diflcultad, casi imposible.

    Sin embargo, el presente libro permite identificar algunos de los primeros flujos en diferentes escenarios. Aquí indicaré apenas unos cuantos. Entre las últimas décadas del siglo xix y las primeras del xx, hubo diversas migraciones de antropólogos que fueron fundamentales para el establecimiento y consolidación internacional de la disciplina. Muchos fueron a trabajar, de forma temporal o permanente, como docentes e investigadores en otros países, otros fueron a obtener la formación disciplinaria que les permitiría desempeñar roles fundamentales en el surgimiento y crecimiento de la antropología en sus países de origen. Por ejemplo, Franz Boas, geógrafo formado en Alemania y considerado por muchos el fundador de la antropología estadunidense, migró de su país a Estados Unidos en 1887. Es importante subrayar el origen nacional de Boas porque el pensamiento alemán tuvo una influencia, no siempre reconocida, en estos primeros momentos de la formación de la disciplina en Europa y Estados Unidos.⁴ Boas trabajó en diversas instituciones antropológicas y, desde 1899 hasta 1936, fue profesor de antropología en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Él tenía una concepción sofisticada de la internacionalización de la disciplina. Su influencia también se dio por medio de su trabajo docente en Columbia, donde fue profesor y director de tesis de doctorado de antropólogos que luego serían líderes intelectuales y políticos, fomentando el crecimiento de la profesión en sus respectivos países, como el mexicano Manuel Gamio (1883-1960) y el brasileño Gilberto Freyre (1900-1987). Manuel Gamio, en particular, es un caso ejemplar porque con él Boas fundó, en 1911, la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, la cual tendría, a pesar de su corta vida, un fuerte impacto en el desarrollo de la disciplina en México (Aguirre Beltrán, 1982; De la Peña, 1996). En Japón, Tsuboi Shōgorō (1863-1913), con frecuencia considerado el padre de la antropología japonesa, estudió antropología entre 1889 y 1892 en Francia e Inglaterra. En Chile, la presencia de europeos fue notable en los primeros momentos de la disciplina, destacando el caso del suizo Alfred Métraux (1902-1963). En el mismo sentido, el etnólogo francés Paul Rivet (1876-1958) se refugió de la Segunda Guerra Mundial en Colombia y, en 1941, fundó el Instituto Nacional de Etnología. Pero el exilio de españoles republicanos en México, escapando de la Guerra Civil, en 1939, provee un ejemplo patente del impacto de una comunidad extranjera en el desarrollo de otra comunidad epistémica nacional, movimiento que fue de doble mano, porque algunos de estos antropólogos españoles-mexicanos, como Ángel Palerm, también impactaron en el desarrollo de la antropología en España.

    Lo anterior no significa que los flujos desde los centros hegemónicos sean determinantes únicos o que los alumnos de grandes profesores del Atlántico Norte sean meros estudiantes pasivos que repiten a sus maestros, por más geniales que estos últimos hayan sido. De hecho, no sólo está presente la agencia creativa de los antropólogos no-hegemónicos, su respeto y adaptación a los contextos en los cuales trabajaban, sino que también la eficacia de eso que llamé provincianismo cosmopolita (Lins Ribeiro, 2018), es decir, que con frecuencia, en los lugares no-hegemónicos, la fertilización cruzada se hace a partir de fuentes internacionales más diversas, engrandecidas por las teorías locales que se vinculan directamente con contextos locales, regionales y nacionales.

    La lectura transversal de los dos volúmenes de Panoramas de las antropologías mundiales también puede permitir, a los historiadores e intérpretes de las antropologías a nivel global, explorar las circunstancias por las cuales la disciplina fue inicialmente desarrollándose (frecuentemente a partir del trabajo de precursores) y consolidándose en diferentes lugares de enunciación con distintas dinámicas geopolíticas. Es muy notable que en todos los ejemplos presentados aquí se encuentra una fuerte relación entre las características, la relevancia y la influencia de la antropología con las diversas coyunturas políticas que los Estados nacionales y el sistema mundo han atravesado históricamente. Relaciones cambiantes con pueblos originarios u otros internos exóticos, participación en procesos de colonización imperialistas o nacionales, coyunturas de independencia política, procesos de construcción de la nación con sus necesidades de administración de las segmentaciones étnicas y de formulación de ideologías correlatas, guerras, relaciones orgánicas o contradictorias con gobiernos autoritarios de derecha o de izquierda, intercambios con otras antropologías, todo esto aparece con claridad en este libro. Es igualmente común encontrar menciones, en los diversos capítulos, a los nombres de grandes fundadores, carismáticos y poderosos, que marcaron los caminos que la disciplina tomaría en diferentes contextos nacionales. Parece ser que, en la medida en que la comunidad antropológica se expande y consolida, movimiento que se hace en conjunto con el crecimiento del medio universitario y de la profesionalización de la investigación, disminuye la posibilidad de nuevos héroes carismáticos.

    Este ejercicio de interpretación global, cuyas posibilidades y horizontes apenas apuntamos, podría incluir o profundizar otros temas concretos igualmente relevantes. El rol de la antropología en la expansión imperialista es claro, tanto desde la perspectiva de los países colonialistas (como España, Francia, Japón y Reino Unido), como desde la de los colonizados (como India, Sudán y, en buena parte, en la África Subsahariana). La importancia de la antropología, en los procesos de construcción de la nación y en la construcción de ideologías nacionales/-istas, es prácticamente universal, incluso en países imperialistas, toda vez que imperialismo y nacionalismo se configuran en reciprocidad. También se da, en muchos contextos, la construcción de ideologías/utopías de la diferencia, en especial en la lucha contra el racismo, como bien ilustran las posiciones de Franz Boas en Estados Unidos y las luchas de muchos antropólogos latinoamericanos, como en Brasil, Colombia y México. A pesar de las diferentes asociaciones de la disciplina con regímenes racistas o represivos, bien ilustradas por los casos de Alemania, Austria y Sudáfrica, también ocurre la resistencia de los antropólogos al autoritarismo. Al mismo tiempo, la historia de la disciplina en Argentina, Chile, España y Unión Soviética, por ejemplo, muestra claramente cómo los antropólogos son perseguidos por regímenes autoritarios y cómo la disciplina florece una vez que desaparecen las dictaduras. Parece ser que la antropología no convive bien con la falta de libertad. Esta intolerancia a la opresión es algo notable, especialmente en la contemporaneidad. La relación con las sociedades civiles o con los movimientos sociales y étnicos, es otro universo para explorar. El caso noruego y brasileño son típicos, hecho que indica la relevancia de la antropología más allá de su relación/dependencia del Estado. Mirando el mundo como un todo, sería interesante estudiar también el papel de los antropólogos en la construcción de utopías globales, de lo que llamé «discursos fraternos globales» (Lins Ribeiro, 2018), tanto con sus producciones intelectuales o, directamente, en su participación dentro de agencias de gobernanza global como la Unesco, en formulaciones como la Declaración Universal de Derechos Humanos, de 1948. Asimismo, hace falta investigar más concretamente su participación en instituciones de administración colonial y de desarrollo como, por ejemplo, el Banco Mundial. También cabe comparar las antropologías hegemónicas y las no-hegemónicas dentro del sistema mundial de producción antropológica para ver con mayor claridad en qué se parecen y en qué se diferencian.

    Dejo una pregunta para cerrar esta sección:⁵ ¿será posible, con una lectura sistemática y comparada de los capítulos de estos dos volúmenes, considerando los diferentes lugares de enunciación, empezar a contestar de forma más concreta cuál ha sido la contribución de la antropología para pensar a la humanidad?

    Contenido de los capítulos

    El libro inicia con dos capítulos que no se refieren a países específicos. El primero, sobre las antropologías mundiales, está escrito por Eduardo Restrepo, uno de los fundadores y líderes del movimiento homónimo. Su artículo crítico se centra en la necesidad de situar las prácticas de los antropólogos en sistemas de poder diferenciados, en contextos institucionales concretos y en momentos históricos específicos, lo cual permite apreciar la pluralidad de trayectorias y las desigualdades presentes en el quehacer trasnacional de la disciplina, pero también a nivel local. Se trata de visibilizar y, con esto, historizar y descentralizar los orígenes, las tradiciones, las influencias y los aportes heterogéneos. Restrepo destaca una serie de distinciones en la identidad de las antropologías del mundo: aquellas orientadas a la construcción de la nación, las orientadas al fortalecimiento de imperios, las antropologías invisibilizadas, las periféricas, las metropolitanas secundarias, las antropologías del sur que introducen formas no disciplinarias de conocimiento y representación. A lo largo de su argumentación, él reconoce que estas diferencias se tienen que comprender como el resultado de relaciones dialógicas y de poder que operan a diversas escalas. El segundo capítulo, por Nuria Sanz, se dedica a pensar el lugar de la antropología en una agencia de gobernanza global y muestra que la disciplina ha estado presente en el trabajo que desempeña la Unesco desde su fundación, en relación, en especial, con cuatro temas esenciales: derechos humanos, patrimonio cultural, la cuestión de la raza, y el derecho a participar en la vida cultural. Al mismo tiempo en que resalta la historia de la relación entre antropólogos (como Claude Lévi-Strauss) con la Unesco, el artículo enfatiza el rol de la disciplina en los procesos de elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y de otros documentos fundamentales para el desarrollo, por ejemplo, de políticas antirracistas globales, como la Declaración sobre la Raza, publicada en julio de 1950, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de los años sesenta.

    La sección «Antropología en Asia y Oceanía» empieza con un artículo de Sandy Toussaint que afirma que la disciplina en Australia surgió como tal cuando A. R. Radclifie-Brown fundó el primer Departamento de Antropología, en 1925, en la Universidad de Sídney. Este país, al ser una excolonia, recibió una fuerte influencia de la antropología británica. No obstante, se distinguió de esta porque pronto fueron los mismos australianos, a veces los propios indígenas australianos, los que se formaron en esta disciplina y empezaron a hacer «antropología en casa». En el inicio, las investigaciones financiadas en Australia solían estar enfocadas en el conocimiento de los grupos indígenas australianos y melanesios, en sus derechos civiles sobre el territorio y el agua, por ejemplo. A esta problemática se sumaron posteriormente los estudios sobre las inmigraciones europeas, los refugiados, la urbanización, los medios de comunicación, la cuestión ambiental, el género y la sexualidad, la cultura material y, también, los trabajos de antropología visual. Hoy la antropología australiana tiene un gran interés en proyectos intery trans-disciplinarios de aplicación práctica. Satish Deshpande aborda la antropología en India por medio de un examen sinóptico que incluye a la sociología y que se enmarca en la historia más amplia de los sucesivos encuentros del subcontinente con el colonialismo, el nacionalismo, el Estado desarrollista y la globalización neoliberal. En India, la antropología social y la sociología se han entretejido de manera cercana y el colonialismo británico ha sido una influencia relevante. Después de la independencia del país, en 1947, ambas disciplinas debieron encontrar un espacio en el contexto mayor de un Estado desarrollista impulsado por una ideología nacionalista. La casta, la religión, el poblado y el parentesco fueron las áreas más importantes de las primeras investigaciones, centradas en instituciones estatales (como el censo) y las primeras universidades. Los temas contemporáneos incluyen a la casta, la tribu, la religión, la clase, el género y la cultura urbana, entre muchos otros. Sobre Indonesia, Nursyirwan Effendi indica que la disciplina es parte de las ciencias sociales y las humanidades y que esta mantiene diversos tipos de relaciones regionales con países como Australia y Malasia. Allí, el estudio de la antropología se fundó en la Universidad de Indonesia con profesores provenientes de los Países Bajos, en los años cincuenta, lugar en donde sigue desarrollándose desde entonces. Se trata de un país megadiverso, en términos étnicos y culturales, con por lo menos 656 grupos étnicos que viven en zonas urbanas o remotas, en condiciones tradicionales o modernas. La antropología indonesia fue influida por la obra de Clifford Geertz, después de que este estudió las prácticas religiosas y la agricultura javanesas entre 1953 y 1955. Algunos de sus libros inspiraron perspectivas antropológicas alternativas para la comprensión de Indonesia después de la independencia, en 1945, más allá de la teoría de la modernización. Effendi también presenta un número de antropólogos clave en diferentes universidades de su país. En el último capítulo de esta sección, escrito por Shinji Yamashita, J. S. Eades y Akitoshi Shimizu, vemos el desarrollo de la investigación y la enseñanza de la antropología en Japón, desde fines del siglo xix, después de la Revolución Meiji (1868-1889) y bajo la influencia del Occidente, hasta el presente. Los autores presentan la obra de generaciones sucesivas de académicos japoneses, pasando por el periodo de expansión imperialista de Japón, hasta el resurgimiento de la disciplina después de la Segunda Guerra Mundial. Los antropólogos japoneses siguen haciendo investigación fuera de su país. Japón tiene una de las más grandes asociaciones antropológicas del mundo, la Sociedad Japonesa de Antropología Cultural. La última parte del artículo habla de las razones por las cuales la antropología japonesa, pese a su larga historia y gran cantidad de académicos en funciones, permaneció separada del resto del mundo y cómo las recientes fuerzas de cambio han llevado a su internacionalización y a una mayor integración en las antropologías mundiales. En la actualidad, la antropología japonesa se hibridiza más, resultado de la interacción con Occidente. Sus autores consideran que un diálogo entre las diferentes tradiciones antropológicas supone trascender las dicotomías entre Occidente y no Occidente, centro y periferia, nativo y no-nativo, y avanzar hacia una antropología global en la que los académicos de distintas tradiciones puedan interactuar en condiciones de igualdad.

    En la sección «Antropología en Medio Oriente», se encuentra el artículo de Harvey E. Goldberg y Orit Abuhav sobre la antropología en Israel. Ellos señalan que la investigación antropológica comenzó después de la Primera Guerra Mundial, durante el periodo del Mandato británico de Palestina (1917-48), con estudios de campo etnográficos de la población árabe. Siguieron algunos estudios sociológicos y etnográficos de los judíos que habitaban Palestina. Los primeros investigadores, ya fuera que estudiaran grupos árabes o judíos palestinos, buscaban documentar culturas que creían que habían preservado patrones vitales durante siglos y que ahora estaban en el umbral de cambios significativos, consecuencia del contacto con otros grupos y fuerzas de la modernización. Con la instauración del Estado de Israel, en 1948, la población judía se triplicó en apenas unos cuantos años, con inmigraciones a gran escala tanto de Europa, como de Oriente. La sociedad israelí enfrentó drásticos desafíos y pasó por transformaciones de gran alcance muchos relacionados al conflicto armado árabe-judío. Un centro de atención del trabajo antropológico fue el kibutz, que surgió en las primeras décadas del siglo xx y atrajo, igualmente, el interés de antropólogos extranjeros. Según Goldberg y Abuhav, la antropología israelí se ajustó a los desarrollos teóricos en la academia angloestadunidense que, en gran medida, hacía un paralelo con las trasformaciones sucedidas en su propia sociedad y las agendas emergentes. El surgimiento de la antropología en Turquía en los años veinte del siglo pasado, escribe Hande A. Birkalan-Gedik, coincidió con la caída del Imperio otomano y el surgimiento de la República de Turquía. A esta disciplina se la consideraba como parte del proceso de construcción de la nación. En los años treinta y cincuenta se abordaron temas de cultura material y otros elementos culturales; en los sesenta y, hasta bien entrados los setenta, se produjeron etnografías de pequeños poblados y, en los ochenta, estudios urbanos. El desarrollo de la antropología turca se dio en paralelo con la sociología, primero con influencia europea y, después de la Segunda Guerra Mundial, estadunidense. La autora afirma que la antropología no ha sido capaz de desarrollar una escuela propia en Turquía. Hasta décadas recientes, los antropólogos turcos tendían a examinar problemáticas locales, publicar principalmente en turco y, lo más importante, se limitaban a un ámbito nacionalista. El regreso de algunos antropólogos del extranjero, quienes publican igualmente en turco como en inglés, así como la inserción en la Unión Europea, estimularon la internacionalización de la antropología en Turquía. Entre los principales temas destacan: migración, etnicidad, identidad, nacionalismo, el islam, género, pobreza y parentesco. Birkalan-Gedik afirma que, en la actualidad, se debe repensar la relación Estado-antropología, ya que la libertad académica está bajo serias amenazas.

    La antropología en Argentina, de Rosana Guber, es el primer capítulo de la sección «Antropología en las Américas». En sus primeros momentos, a fines del siglo xix, la disciplina se caracterizó por un análisis de la alteridad que contrastaba Buenos Aires con las provincias conservadoras en el contexto de la formación nacional. La antropología se convirtió, entonces, en una herramienta que permitía perfilar una identidad nacional en Argentina. Durante la dictadura de 1976 a 1983, los antropólogos se vieron obligados a exiliarse en diversos países del mundo. En la transición democrática, estos académicos comenzaron a gestar colaboraciones y a fortalecer la comunidad antropológica que había permanecido y se había posicionado políticamente. La autora argumenta que, en la antropología argentina presente, el conocimiento de los procesos socioculturales en el tiempo y el espacio resultan de múltiples esfuerzos y de búsquedas diversas y creativas, así como de colaboraciones a nivel internacional. El capítulo de Mariza Peirano sobre Brasil aborda la institucionalización de la antropología dentro de las ciencias sociales brasileñas, en los años treinta. Destaca el rol de la antropología para la integración social o territorial de un país que quería convertirse en un Estado nación moderno. A lo largo de la historia de la antropología brasileña hubo una fuerte influencia de las escuelas hegemónicas internacionales, así como la presencia de destacados académicos, como Claude Lévi-Strauss, en las primeras décadas del siglo xx. Los intercambios resultaron en aportaciones originales brasileñas y en identificaciones con algunas de estas escuelas en los estudios de pueblos indígenas. Peirano reconoce también que esta es una antropología que se distingue por incursionar en una gran variedad de temas, metodologías y enfoques, los cuales han fortalecido la formación universitaria y que, además, la ha posicionado en los temas de frontera, dando cabida a una interlocución internacional y a un interés transfronterizo en la producción de conocimiento. Se reitera el fuerte compromiso social y político, a lo largo de toda su historia, de la comunidad antropológica brasileña. En su texto sobre Colombia, Myriam Jimeno se propone esbozar algunos de los debates y posiciones que han dado forma a la antropología en ese país desde que se estableció, como campo disciplinar y profesional, a mediados de los años cuarenta. Ella se centra en la antropología sociocultural y en la evolución de la antropología entendida en términos de las tensiones entre orientaciones globales y la forma en que se ponen en práctica en el contexto colombiano. Para Jimeno, en países como Colombia, existe una inquietud constante por adoptar los conceptos y orientaciones antropológicas dominantes, o bien modificarlos, ajustarlos o rechazarlos y proponer alternativas. Esta necesidad de adecuar la práctica se deriva de la condición social específica de los antropólogos en estos países, es decir, de su doble posición como investigadores y conciudadanos de los sujetos de estudio, por lo que se está continuamente dividido entre el deber científico y la condición de ciudadano. Francisca Márquez y Juan Skewes escriben sobre Chile e identifican a José Toribio Medina como precursor de la antropología chilena. A partir de la publicación del libro de Toribio Medina, en 1883, aparecieron múltiples estudios sobre mapuches y grupos indígenas andinos. No obstante, con el golpe de Estado en 1973, la antropología se debilitó, pues la dictadura la concebía como un peligro nacional. En ese periodo, académicos fueron fusilados, otros tuvieron que exiliarse y los que permanecieron mantuvieron activas sus organizaciones gremiales, incluso organizaron algunos congresos al final del gobierno del general Augusto Pinochet. Cuando la dictadura se terminó, en 1989, la antropología chilena tomó un gran impulso, formando redes de colaboración en temas referidos a estudios de pueblos originarios, antropología médica, estudios de género, antropología urbana, antropología jurídica y antropología visual, entre otras. Márquez y Skewes mencionan que las políticas de producción científica del país han privilegiado algunos temas sobre otros. Sergei Kan preparó el capítulo sobre la historia del desarrollo de la antropología en Estados Unidos, desde sus inicios en el siglo xviii, con «antropólogos amateurs», como Thomas Jefferson, hasta el presente, pasando por autores clásicos de la disciplina, en el siglo xix, como Lewis Henry Morgan (1818-91). Se presta particular atención a las características distintivas de la antropología estadunidense; por ejemplo, el estudio de los pueblos indígenas del país vinculado a la expansión hacia el Oeste y su tradición de los cuatro campos. Kan presenta el rol fundamental de Franz Boas, el geógrafo alemán que emigró a Estados Unidos en 1887, dentro de la profesionalización de la antropología estadunidense. Boas y sus estudiantes, especialmente en la Universidad de Columbia (Nueva York) -Alfred Kroeber, Robert H. Lowie, Edward Sapir, Ruth Benedict, Margaret Mead, Melville Herskovits, por ejemplomodificaron la dirección, el alcance y el centro de atención de la antropología estadunidense, a partir de una crítica al evolucionismo cultural y al determinismo racial. El autor también muestra la importancia de centros como la Universidad de Chicago, en donde el estructural-funcionalismo británico tuvo un impacto importante a partir de la presencia de A. R. RadclifieBrown, entre 1931 y 1937. Robert Redfield, con sus investigaciones en México, fue otro liderazgo importante basado en Chicago. La influencia de las universidades de Yale, Pensilvania, Harvard y Berkeley, también es mencionada. Durante la Segunda Guerra Mundial varios antropólogos estadunidenses participaron en el esfuerzo de guerra de su país, incluso en la controvertida administración de campos de internamiento para alrededor de 140 000 japoneses-americanos. Los estudios de área se sumaron a los intereses geopolíticos de la potencia en expansión, lo que se tradujo, en la posguerra, en un crecimiento notable del número de practicantes de la disciplina. En síntesis, el autor considera los principales paradigmas teóricos, la diversificación de temas de estudio y su relación con algunos desarrollos económicos, políticos y culturales relevantes en la sociedad estadunidense. Él hace un amplio recorrido, hasta el presente, que pasa por la influencia de los boasianos, los evolucionistas multilineales, los estructural-funcionalistas, los marxistas, del culturalismo geertziano, del estructuralismo francés y de las antropologías simbólica, feminista y posmoderna, entre otras. En el capítulo sobre México, Esteban Krotz señala que sus antecedentes pueden ubicarse en los primeros encuentros entre europeos y pueblos originarios en el siglo xvi, considerando las crónicas e informaciones sobre las culturas americanas reportadas minuciosa y sistemáticamente a la Corona española durante las primeras décadas de la invasión europea en América. En términos institucionales, la antropología mexicana tiene poco más de un siglo de existencia. Krotz esboza los inicios de la antropología científica en el marco del indigenismo, durante la primera mitad del siglo xx. Él presenta un recuento sobre las instituciones y programas académicos que se han ido creando en el país, tanto las dedicadas a la investigación, al resguardo y la protección del patrimonio cultural, como las escuelas en donde se forman antropólogos. También hace un recorrido por los grandes temas abordados por los antropólogos mexicanos, por las antropologías que se producen en los distintos estados del país (que tienen, en general una vocación centrada preferentemente en estudios regionales) y por las principales publicaciones de la disciplina. Asimismo, presenta los principales dilemas que enfrenta la antropología mexicana, algunos de ellos vinculados con la producción teórica y la gran influencia que siguen teniendo los enfoques estadunidenses e ingleses y los esfuerzos por establecer debates desde América Latina.

    La sección «Antropología en África» se abre con el artículo de Mwenda Ntarangwi, que explora las maneras en que, desde inicios del siglo xx, el África Subsahariana, integrada por Sudáfrica, África Oriental y África Occidental, se convirtió en uno de los espacios etnoculturales de mayor actividad antropológica. La región se distingue por ser un espacio de «recolección de datos» para coleccionistas, viajeros, misioneros, administradores de las colonias africanas. Los últimos se interesaban en registrar la resistencia frente a la modernización y la presencia europea de los pobladores. A esto se suman investigaciones hechas por connotados antropólogos representantes de las grandes escuelas de pensamiento occidentales. Durante la época poscolonial, los antropólogos africanos se convirtieron en consultores para programas de desarrollo. Ntarangwi también menciona el uso de la disciplina para conformar identidades nacionales y avanzar en intereses políticos por parte de la élite africana en el poder. Finalmente, el cierre del texto patentiza cómo la antropología actual encarna múltiples identidades metodológicas y fenomenológicas, que reflejan prácticas y aplicaciones diversamente situadas. El capítulo sobre Etiopía, escrito por Yntiso Gebre, se centra en el desarrollo, la importancia científica y política, y la aplicación práctica de la antropología. Se ha reconocido a Etiopía como la cuna de la humanidad y de la tecnología, debido al descubrimiento de fósiles homínidos y de las herramientas pétreas más antiguas. Los científleos aún deben dar cuenta del surgimiento de los humanos anatómicamente modernos y sus comportamientos. Etiopía es un lugar estratégico para que paleontólogos y arqueólogos resuelvan estos acertijos. Entre tanto, los antropólogos culturales han estudiado la diversidad cultural, adaptaciones ecológicas, movimiento poblacional, sistemas de edades, identidad étnica, conflicto intergrupal, grupos minoritarios, federalismo étnico, transformación social y otros temas. Algunas instituciones y académicos extranjeros han contribuido a los estudios etíopes y al desarrollo de la antropología en el país. Gebre considera que hay un medio favorable para aquellos académicos interesados en la indagación científica, así como para practicantes comprometidos con el conocimiento aplicado. Andrew Spiegel y Heike Becker afirman que la antropología social en Sudáfrica se vincula estrechamente con la historia político-económica del país. Consideran los procesos sociales y culturales radicales, resultantes de la rápida industrialización y de una fuerte presencia colonizadora imperial británica, así como la resistencia a esta por la gente indígena y por la población de colonos europeos residentes de largo tiempo. En Sudáfrica, la antropología quedó estrechamente relacionada con el apartheid al generar su fundamento teórico en los años cuarenta. La preocupación del volkekunde era documentar las esencias culturales y sus manifestaciones en creencias en cada uno de los pueblos (volke) claramente diferentes entre la población nativa. Esta escuela, nacida en la Universidad de Stellenbosch, prevaleció hasta comienzos de los años noventa, cuando se produjo el final del apartheid con la liberación de todos los presos políticos, la eliminación de la prohibición de los movimientos de liberación y el país ingresó en un sistema de gobierno democrático. Este cambio fue significativo para la antropología, como para toda Sudáfrica. A partir de esta época, los antropólogos sociales trabajaron otros temas tales como las consecuencias de la urbanización; prácticas e instituciones religiosas, en particular aquellas que atraen a las masas populares, como el pentecostalismo y el revivalismo islámico; el medio ambiente y la explotación de los recursos naturales a manos de un Estado desarrollista, movimientos sociales y de concientización política. La pequeña comunidad originaria de antropólogos se amplió y diversificó significativamente. Spiegel y Becker mencionan que la tarea y la contribución primarias de la antropología en Sudáfrica contemporánea consisten en revelar las complejidades y las diversidades de la vida sociocultural contemporánea en el país y en la región. Munzoul A. M. Assal escribe el capítulo sobre Sudán. En 2008, el Departamento de Antropología de la Universidad de Jartum celebró sus cincuenta años. Durante ese periodo han transcurrido cuatro momentos de la disciplina: gobierno y antropólogos coloniales, hasta el final de los cincuenta; institucionalización de la antropología como materia en la Universidad de Jartum en 1958, con personal extranjero; el tercer momento fue la sudanización de la antropología a nivel institucional, y el cuarto se refiere al entorno posterior al golpe militar de 1989, encabezado por los islamistas. Hasta entonces, la guerra civil y una inestabilidad política prolongada habían caracterizado a los años posteriores a la independencia. En lugar del inglés, el gobierno definió el árabe como la lengua de instrucción en las instituciones sudanesas de educación superior. Hubo un drástico aumento en la cantidad de universidades, a costa de la calidad de la enseñanza. La segunda guerra civil en Sudán del Sur y la crisis en Darfur, la cual comenzó en 2003 cuando movimientos armados atacaron tropas gubernamentales, además de otros conflictos en el país y la economía en deterioro, crearon una situación humanitaria que suscitó la intervención internacional. Algunos antropólogos participaron en estas intervenciones humanitarias. Con la situación descrita, la generación de investigaciones antropológicas robustas decreció de manera alarmante. Para enfrentar estos retos, el Departamento de Antropología de Jartum ha vuelto a dinamizar sus relaciones internacionales bilaterales.

    Alemania es el tema del primer capítulo de «Antropología en Europa Occidental». De acuerdo con Karl-Heinz Kohl, la antropología alemana surgió a finales del siglo xix. Al no tener este país intereses colonialistas, como los tenía Gran Bretaña, los estudios antropológicos se orientaron a recolectar objetos de la cultura material de lugares «exóticos» que eran resguardados en colecciones de museos etnográficos en las ciudades alemanas más importantes. También aparecen allí discusiones diversas sobre naturaleza y cultura, la función y el orden de los mitos, entre otros. Las escuelas que destacaron al inicio del siglo xx fueron las de la Teoría del Círculo Cultural y la etnosociología. Esto cambió durante la Segunda Guerra Mundial, dando prioridad a la antropología física que justificaba el darwinismo social para apoyar el régimen nazi. La situación volvió a cambiar radicalmente ante la derrota nazi, diversificando los intereses de investigación, tomando al sur global como su

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