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Y de repente, familia numerosa
Y de repente, familia numerosa
Y de repente, familia numerosa
Libro electrónico1792 páginas26 horas

Y de repente, familia numerosa

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Información de este libro electrónico

Todos los padres quieren lo mejor para sus hijos, es algo indiscutible, pero están los que los crían protegidos y mimados, para preservar su inocencia el mayor tiempo posible o los que intentan prepararlos lo mejor posible para enfrentarse al mundo cuando lleguen a adultos o los que pasan de sus hijos, esos también existen.

Hugo pertenece al segundo grupo. Sus padres le hablaron de todo lo bueno y malo de la vida, de los cuidados y precauciones que debía tener, pero por mucho que lo prepararon, se les olvidó la lección más importante que debía hacer si les faltaban ellos.

A sus diecisiete años recién cumplidos se ve solo, con una hermana de seis años en brazos, rodeados de un montón de desconocidos, sin saber a cuál considerar amigo, enemigo o familia y de quien se puede fiar, solo le queda su instinto. Además, de no saber qué hacer con su vida, ni como seguir adelante. Alguien que cuya mayor preocupación era como divertirse, pasárselo bien y no bajar sus notas, para conservar esos privilegios que tanto le había costado conseguir. Se ve envuelto en algo que no busca y no desea.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 nov 2023
ISBN9798223810476
Y de repente, familia numerosa

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    Y de repente, familia numerosa - ISABEL SANCHEZ LISTAN

    Y de repente, familia numerosa

    Isabel Sánchez Listán

    Los personajes y hechos retratados en este libro son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales (vivas o muertas) o con hechos reales es pura coincidencia.

    Y de repente, familia numerosa.

    Primera Edición: Noviembre 2023

    © del Texto:

    Isabel Sánchez Listán

    © de la imagen del cubierta:

    Isabel Sánchez Listán

    © del diseño de edición:

    Isabel Sánchez Listán

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright.

    Para mi nene, el amor de mi vida.

    INDICE

    1.      Inicio.

    2.      Despedidas y ruptura.

    3.      Nuestro nuevo hogar.

    4.      Preocupado por mi hermana.

    5.      Miedo e inseguridad.

    6.      Un nuevo comienzo.

    7.      Comisaria.

    8.      Creándole obligación de quedarse.

    9.      Esto sí es un hogar.

    10.      Una nueva familia.

    11.      Comprando portátiles.

    12.      Otro trabajo.

    13.      Intercambio de conocimientos.

    14.      Algo con lo que no contaba.

    15.      Vuelta a nuestro hogar.

    16.      Tengo trabajo.

    17.      Año Nuevo. Espero cambios a mejor.

    18.      Ya soy mayor de edad.

    19.      La tutela.

    20.      Navidad.

    21.      Te esperaré.

    22.      Convivencia.

    23.      Tregua.

    24.      Visita sorpresa.

    25.      La encontré.

    26.      Todos trabajando.

    27.      Divisiones.

    28.      Inicio tumultuoso.

    29.      Espera.

    30.      El principio del fin.

    31.      Sigo con los exámenes extras.

    32.      La comunión de Gerardo.

    33.      Confesiones.

    34.      Mi tito.

    35.      Verano.

    36.      Llego el momento que tanto llevo esperando.

    37.      La primera vez que bajo a Granada.

    38.      La segunda vez que bajo a Granada.

    39.      La tercera vez que bajo a Granada.

    40.      Tengo autorización.

    41.      Alba.

    42.      Enfermo.

    43.      Me he casado.

    44.      Más obligaciones.

    45.      Alba, me visita.

    46.      Semana Santa.

    47.      La comunión de Jeday.

    48.      Termino en Ávila.

    49.      Ya soy policía y licenciado.

    50.      Otra vez opositor.

    51.      Vuelta a la academia de Ávila, primer año.

    52.      Segundo año en la academia de Ávila.

    53.      Granada prácticas y dos bodas.

    54.      Fiesta sorpresa.

    55.      Primero de la promoción. Destino Madrid.

    56.      Una llamada inesperada.

    57.      Cinco años después.

    INICIO.

    Nunca pensé que esto me pudiera pasar a mí. Sencillamente soy un chico de apenas diecisiete años, que he terminado hace unos días primero de bachillerato, no soy un estudiante de sobresaliente, pero tampoco un mediocre que aprueba raspando los cursos, si me esforzara más podría sacar sobresalientes, pero no, notables altos está bien, para qué más, prefiero divertirme con mis amigos, ir de fiesta con mis compañeros de clase y salir con mi novia.

    No soy el chico solitario del instituto, pero tampoco soy el famoso con él que todo el mundo quiere estar, algo intermedio, ni deportista tampoco, solo práctico skateboarding. No soy guapo o atractivo, solo agraciado, tengo mi encanto, pero afortunadamente tampoco pertenezco al famoso grupo: «no eres mono, pero eres resultón, no perteneces al montón, no sabría decirte tienes algo que te hace…», vamos esos que son feos y no sabes que decirles.

    Unos de mis compañeros de clase es amigo mío desde antes de preescolar, a los otros los he conocido allí. En el colegio eremos cuatro, pero al llegar al instituto nos separamos, elegimos diferentes, según cada cual que prefería estudiar después, en mi caso aún no lo tengo muy claro, así que mi padre decidió por mí, pero eso tampoco tiene ya importancia.

    Aquí estoy con el traje que mi madre me compro para la boda de un compromiso, pero con los que no tienes relación ninguna, con pensamiento de que el traje me sirviera para la gradación del año que viene, me lo compro un poco más grande, no mucho, por si sigo creciendo, y la corbata negra de mi padre, que él me enseñó a anudar, con mi hermana pequeña en brazos, que tiene solo seis años, en el entierro de mis padres, sin saber que hacer o decir, nunca te preparan para esto, te hablan de todo lo bueno de la vida, de lo malo, te advierten sobre el alcohol, las drogas, te hablan del sexo, de que tengas cuidado con lo que haces y con quien te juntas, pero nunca que debes hacer si pierdes a tus dos padres a la vez, te quedas con una hermana pequeña y unos familiares que son extraños para ti.

    Mis amigos han venido al entierro, también casi todos los compañeros de clase, algunos más del instituto, incluso toda la plantilla de profesores, compañeros de trabajo de mi padre y profesores míos a la vez, mi novia y los compañeros de trabajo de mi madre.

    Debemos mudarnos con la hermana de mi madre, su marido, su hija que es de la edad de mi hermana y su hijo que tiene doce años, ellos son los padrinos de mi hermana. Los míos fueron mis abuelos y ya murieron también hace unos pocos de años. Los habré visto a lo largo de mi vida sobre diez a quince veces, al menos que yo tenga recuerdos de ellos, quizás los haya visto algunas más, pero era pequeño para recordarlo. Ellos son ahora nuestros tutores.

    Mis titos van a pasar un par de días en la casa de mis padres para recoger algunas cosas y marcharnos con ellos. Han dejado a sus hijos con sus abuelos paternos.

    DESPEDIDAS Y RUPTURA.

    Deje a mi hermana con mis titos, me he despedido de mis amigos, sobre todo de mi compañero de clase y amigo de la infancia, prometemos mantenernos en contacto y seguir llamándonos a pesar de la distancia.

    Ahora me toca lo más difícil romper con mi novia.

    —Hugo, ¿por qué tenemos que romper? —me pregunta.

    —Susana, no podemos seguir juntos.

    —A mí no me importa, podemos mantener el contacto.

    —La distancia no es buena, tú en Granada y yo en Barcelona, no va a funcionar.

    —Pero te quiero —me dice llorosa.

    —Y yo a ti, pero dentro de un año empezaremos la universidad…

    —Ya lo hablamos y dijimos que seguiríamos juntos.

    —Eso era antes de…, no tengo dinero para venir a visitarte, ni tú para visitarme a mí. Ni siquiera sé si podré volver. No los conozco de nada, no se catalán, no me va a resultar fácil y a mi hermana tampoco, tengo que cuidarla. No tengo tiempo. Es mejor así.

    —Puede funcionar, si los dos lo intentamos, Hugo —me dice mientras las primeras lagrimas caen por sus mejillas.

    —No Susana, créeme no va a funcionar, somos jóvenes, pronto tendrás otro novio. Adiós. —Me la dejo llorando y me marcho con mi corazón más destrozado de lo que ya está.

    Me despido de la única vecina que considero que merece la pena. Le echo un último vistazo al que ha sido mi hogar desde que tengo uso de razón. Solo me llevo una maleta, no muy grande, mi portátil, mi móvil y una de mis skateboard en mi mochila, mi favorita, lo demás lo dejo aquí, mis consolas y el resto de mis cosas, no quieren llevar el coche cargado, dicen que vaya a ser demasiado peso y se rompa.

    Mi hermana solo lleva una maleta pequeña, su mochila de preescolar y su peluche favorito. No sé cuándo podremos volver a ella o si podremos hacerlo algún día. Al menos mis padres solo le dejaron la tutela, no la propiedad de ella. El seguro de vida vinculado a la hipoteca dejará la casa pagada y el seguro de vida de mi madre ha pagado sus entierros, me he dejado las urnas que contienen sus cenizas en la casa también. No me han dejado llevármelas. El abogado que contrataron por adelantado se encargará de todos los trámites correspondientes, además, es amigo de mi padre, «era amigo de mi padre, él ya no está».

    Ya vamos camino de Barcelona, aún me parece que estoy viviendo la vida de otro, que esto no me ha pasado a mí. Lo veo con mis ojos, pero mi mente se niega a aceptarlo aún, como si todo fuera un sueño, un mal sueño, quiero despertar, pero no es posible, estoy en la realidad.

    Llegamos después de doce horas de coche. Me ha costado una discusión que pararan porque mi hermana se estaba haciendo pis, pero sí que han parado cuando ellos querían café o cuando le han venido en ganas.

    NUESTRO NUEVO HOGAR.

    El miércoles, día 28 de junio. Está acabando el día, hemos llegado de noche, mi tito ha ido a recoger a sus hijos. No tienen su piso preparado para nosotros, así que tenemos que dormir mi hermana y yo en el sofá. Cuando están todos durmiendo y nosotros intentándolo, ella me pregunta:

    —¿Vamos a estar muchos días con ellos?

    —Sí, Bea.

    —¿Pero papá y mamá vendrán también? —me pregunta.

    —No, papá y mamá, no van a venir.

    —¿Por qué?

    —Porque no pueden. Papá y mamá están con los abuelos y el tito.

    —¿Dónde?

    —En el cielo.

    —¿Hay arriba? —me dice señalando el techo del piso.

    —Sí, ellos ya no pueden estar con nosotros, se han convertido en estrellas para cuidarnos y vigilarnos, así que pórtate bien. Ellos son ahora nuestros padres.

    —No quiero que ellos sean nuestros padres.

    —Papá y mamá lo eligieron así, si ellos no podían cuidar de nosotros. Con el tiempo nos conoceremos mejor, ellos nos cogerán cariño y nosotros a ellos.

    —Pero… —La corto.

    —Bea a dormir, mi princesa.

    —Eso me lo dice papá.

    —A partir de ahora te lo diré yo. Buenas noches princesa. —Eso ha hecho que me ponga más triste aún.

    El jueves, día 29 junio. Después de un mal desayuno y sin cenar el día anterior, tampoco han sido muy esplendorosos con el almuerzo. Ayudo a recoger la mesa y ponerla en cada comida, cosa que no hace su hijo. Por la tarde mis primos están comiendo chuches, pero cuando mi hermana va a coger, les dicen que solo puede tomar esa, creo que es porque ya le tiene en su mano, que son de sus primos. Mi hermana me mira, yo le niego.

    Entre ellos hablan en catalán, la televisión en catalán. Nos pasamos todo el día encerrados en el piso, esperando a que se ofrezcan para enseñarnos como movernos por Barcelona, pero no lo hacen. Así que me paso el día con mi portátil y mi móvil.

    Le pido la clave del Wifi y chateo con mis amigos, les digo que no puedo hacer Skype porque estoy en el salón con todos, no me apetece que ellos escuchen mis conversaciones. Bloqueo a Susana en las redes sociales y en mi móvil. Le he bajado algunos juegos a mi hermana para que se entretenga.

    Pido permiso para ducharnos. Me dicen que nada de baño para mi hermana, aunque sus hijos lo hayan hecho, la ducho, le cambio la ropa, la pongo en el cesto que hay allí. Cuando termino con ella me dicen que se ha acabado la bombona, que no me puedo duchar, les digo que no pasa nada, que un poco de agua fría no me vendrá mal, prefiero hacerlo, ayer no me dejaron después de pasar todo el día en el coche, decían que ya era muy tarde, para no molestar a los vecinos, pero ellos sí que lo hicieron.

    Volvemos a dormir en el sofá. Intento calmar a mi hermana, que se ha puesto a llorar, no sé cómo consolarla, así que la dejo llorar hasta que se queda dormida.

    El viernes, día 30 de junio. Después de desayunar, vuelvo a ayudarle a recoger la mesa y su hijo siguen sin hacerlo. Le pido a mi tita:

    —Podríais facilitarnos una llave para entrar y salir del piso.

    —¿Para qué? —me pregunta.

    —Tita, quiero llevar a mi hermana al parque, para que salga un rato e ir conociendo el barrio.

    —Tu tito, se está encargando de hacerte la copia, ayer no le dio lugar con el trabajo. A ver si hoy le da tiempo. Espera que vamos nosotros también y te enseñó donde está.

    Nos vamos los cuatro al parque, mi primo dice que pasa, que prefiere quedarse jugando con su PSP. Allí, están las amigas de su hija y las madres hablan entre ellas en catalán, con mi prima juegan, a mi hermana le dan de lado y nos miran con recelo mientras ellas hablan. Dejo mi móvil y me pongo a jugar con ella.

    —Hugo y Bea, vamos que tengo que hacer el almuerzo.

    —Tita, si me das permiso ¿puedo ir a dar una vuelta con mi hermana e ir conociendo el barrio?, por favor.

    —Pero, Hugo…

    —Por favor, tita. —Las otras madres la miran.

    —Vale, tened cuidado y no perderos.

    —Gracias. Volveremos para ayudarle a poner la mesa. —Le sacudo la tierra a mi hermana y la cojo en brazos.

    Pregunto amablemente en castellano por cosas, según a quien me responde o me dice en catalán que no me entiende, lo he escuchado tantas veces hoy que ya se lo que significa. Me fijo en cada letrero de tienda, cartel o folleto para intentar aprender lo más rápido posible para el instituto e intento enseñar a mi hermana para el colegio. También en como llaman ellos las cosas en casa y en la calle presto atención a conversaciones para ir pillando cosas. Ya que ellos no se han molestado en ir enseñándonos.

    Después de almorzar me pongo a aprender catalán online gratuitamente, pero se quejan que gasto luz, así que he tenido que dejarlo. Les molesta si nos pasamos el día en el piso, les molesta si salimos también. A mi hermana le han prohibido jugar en él, a su hija no, ya no sé qué hacer o decirle a ella, me pasó el día negándole todo.

    Para colmo, tengo que dejarle mi portátil a mi primo, hay que compartir las cosas según mis titos, pero si son nuestras, porque si son suyas o de sus hijos no, así que estoy aburrido perdido, no puedo ni coger un libro para leer, después que no hay muchos, están en catalán y según mi tita se estropean si los usas.

    El sábado, día 01 de junio. Volvemos a ir al parque después de desayunar, otra vez con mi prima. Le vuelven a dar de lado a mi hermana de nuevo. Volvemos, después del almuerzo, me dicen mis titos:

    —Nos vamos a la piscina, lo sentimos no podéis venir con nosotros, es que ya teníamos comprados los tickets y ya no quedan más a la venta. La próxima vez vendréis con nosotros.

    —No pasa nada —les digo resignado. «Además, tampoco tenemos bañadores», pienso.

    —Quiero ir a la piscina —les dice mi hermana.

    —La próxima vez princesa. Podríais dejarnos una llave, para llevarla al parque cuando refresque, por si volvemos y aún no habéis llegado —les pido.

    —No, es que una nos llevamos y otra dejamos en el coche por si se nos pierde —me responde mi tito. «Se habrá dado cuanta el poco sentido que tiene su respuesta», pienso.

    Ellos siguen hablando en catalán y se van. Nos quedamos los dos solos. Realizo Skype por primera vez con mi amigo de la infancia. Le miento para no preocuparlo, le digo que todo va bien, que nos vamos adaptando y que son encantadores en general en Barcelona. Él me cuenta como van las cosas por Granada, que Susana ha preguntado por mí, que si es verdad que la he bloqueado en todo, le confieso que sí, que lo nuestro no va a funcionar a distancia, él no me dice nada, me cuenta sobre cotilleos de conocidos y poco más.

    Le doy un baño a mi hermana, aprovecho que ellos no están, le digo que no puede contárselo, que es un secreto entre nosotros, después me ducho.

    Pongo a jugar a mi hermana con mi portátil, aprovecho, reviso el piso y su contenido, para ir quedándome donde están las cosas. Reviso las etiquetas de los productos en catalán para seguir aprendiendo. Nos comemos la merienda, pero una buena, nada que ver con lo que nos dan ellos. Nos vamos al parque cuando refresca. Llegamos para la cena. Ellos ya han vuelto. Nos regañan porque dicen que es muy tarde, que si llegamos tan tarde la próxima vez no nos abren, compruebo la hora, pero si solo son las ocho y media de la tarde, es verano y no cenan hasta las nueve y media.

    —¿Habéis merendado? —me pregunta mi tita enfadada.

    —Sí —le respondo.

    —¿Y mañana qué desayunamos?, os habéis terminados las magdalenas.

    —Solo quedaban cuatro —le respondo sin malicia.

    —No le responda así a tu tita —me dice mi tito dándome una colleja.

    —¡Au! —me quejo.

    —Así aprenderás y no te quejes —me espeta él.

    —Si para desayunar nosotros, no para que os la comierais vosotros —me dice ella—. ¿O te crees que el dinero se cría solo? Además, de haberos comido pan y embutido.

    No nos dejan ducharnos, me da igual, ya lo habíamos hecho antes. La cena para nosotros es escueta. Volvemos a dormir en el sofá.

    El domingo, día 02 de junio. Por la mañana están preparados para ir a misa. Discuto con ellos porque nosotros no vamos. Los pendientes que lleva mi tita son de mi madre, no le digo nada, pero los he reconocido, el vestido que lleva su hija puesto es de mi hermana y ella lleva la ropa de su hija que es de peor calidad.

    —Ese es mi vestido. Quítatelo —le dice mi hermana. Empiezan a pelearse las dos. Ella quiere ponerse su vestido que para eso es suyo, no la ropa de la otra. Mi hermana le ha pegado un tirón y lo ha descosido.

    —¡Niña, desagradecida, que te has creído! Mira lo que has hecho ahora tengo que ponerle otro —le grita mi tita zarandeándola.

    —A mi hermana no la zarandeas, es su vestido y esos pendientes son de mi madre —le digo cogiéndola por su brazo, para que suelte a mi hermana.

    —¡Suéltala! ¿Cómo te has atrevido a agarrarla? —me espeta mi tito dándome un empujón, me caigo al suelo y mi hermana empieza a llorar.

    —Tu madre no quiere los pendientes para nada, está muerta, ya no los puede usar y no pasa nada porque se pongan la ropa una de la otra —me grita ella—. Ahora hay que cambiarla, ¡qué fastidio! —nos dice llevándose a su hija a su habitación.

    —Princesa, no pasa nada, la prima solo lo ha tomado prestado para ir a la iglesia, nosotros nos vamos al parque ahora a jugar, es mejor lo que llevas puesto, así podrás corretear y tirarte por el tobogán —le explico levantándome del suelo.

    —¡Princesa!, qué más quisiera ella, huérfanos, muertos de hambre —nos dice mi primo, mientras su padre se ríe. Cojo en brazos a mi hermana que sigue llorando y nos vamos.

    Fuera cuando se tranquiliza un poco me dice:

    —No hemos desayunado.

    —Ahora te compro churros y te los comes en el parque.

    —¿Y tú?

    —No tengo hambre.

    —¿Por qué no nos vamos con papá, mamá, los abuelos y el tito?

    —Ya te lo he explicado ellos están en un lugar al que nosotros no podemos ir.

    —También me dijiste que nos cuidarían, pero no lo hacen, él te ha empujado y te pego el otro día, papá no lo hubiera permitido.

    —Ha sido sin querer princesa, solo fue un mal entendido.

    —Pero Hugo…—La corto.

    —Dónde están papá y mamá necesitan…, ir ganando…, posición, como ir subiendo unas escaleras, ellos primeros tienen que ayudar a otros hasta que lleguen al escalón donde le permitan cuidar de nosotros.

    —¿Desde la estrella? —me pregunta más animada.

    —Sí princesa, desde las estrellas. Ahora vamos por esos churros. —Le compro dos ruedas, se come una y media. Me como el resto y bebemos agua de la fuente del parque.

    Después del almuerzo, ayudo como siempre a recoger y le pregunto:

    —¿A qué colegio va a ir mi hermana y a qué instituto voy a ir yo?

    —Tú no vas a ir a ningún instituto. Lo que tienes que hacer es buscarte un trabajo si quieres que tu hermana vaya a la escuela, el material y los libros cuestan dinero y tendréis que pagar lo que os estáis comiendo —me dice mi tito.

    —Sino tengo estudios no puedo…

    —Eso es tu problema, si quieres que ella vaya al colegio tendrás que traer dinero —me vuelve a decir él. Me quedo callado para que discutir.

    Por la tarde cojo mi skateboard y a mi hermana, le digo:

    —¡Princesa!, vámonos.

    —Si vas a llevarla al parque, llévate a tu prima para que juegue —me dice mi tita.

    —No puedo, voy a buscar trabajo, ya es suficiente hacerlo con una niña pequeña para llevar a dos.

    —¿Con la skateboard? —me pregunta mi tito.

    —Sí, es para subirla a ella si se cansa andando.

    Nos marchamos, no quiero dejar a mi hermana a solas con ellos, no me fio. Pregunto dónde hay otro parque y una pista para poder practicar skateboarding, resulta que no está muy lejos del otro donde va mi tita.

    Compro algo de comida para ambos, no comemos lo suficiente y le compro a ellas algunas chuches, no muchas, pero le digo que se las tiene que comer antes de regresar. Aún me queda algo de dinero de la beca, no mucho, si sacaba notable alto me podía comprar la nueva play o la nueva Xbox para jugar en verano, me compre la play, no he llegado a estrenarla. Sigo sin tener copia de las llaves del piso, se la he pedido varias veces, no se la pediré más.

    En el nuevo parque hay unas niñas y niños jugando, que sí lo hacen con mi hermana, está un poco más deteriorado que el otro, pero al menos aquí nos hablan en castellano, cuando les digo que no los entiendo y que ella tampoco. Se ha pegado a nosotros una madre que va con sus hijas y su hijo pequeño para jugar.

    —A mi chaval también le gusta andar por ahí con una de esas —me dice señalando mi skateboard—. Hay una pista que no está lejos de aquí, queda por allí. —Me señala por dónde está.

    —Cuando mi hermana termine me pasaré, muchas gracias, señora —le respondo con amabilidad.

    —Si quieres yo te la vigilo y tú puedes ir a patinar, mi chaval se llama Enrique, pero le decimos Quique, pregunta por él cuando llegues, dile que te envió yo, su madre.

    —Gracias, señora, pero prefiero estar con ella e ir después si nos queda tiempo, cuando llegue allí preguntaré por su hijo.

    —Cuidas de tu hermana, eres muy responsable, eres un buen hermano e hijo.

    —Es lo único que tengo que me importe. —En ese momento mi hermana se acerca.

    —Hugo, estoy cansada y me hago pis.

    —Entonces marchémonos. Vamos a buscar dónde hacer pis. Muy buenas tardes, señora. Ahora cuando lleguemos pregunto por su hijo.

    Una vez ella lo ha hecho. Nos vamos a las pistas, me espero a que este una un poco vacía, le digo a ella que no se mueva hasta que regrese, que se quede ahí donde pueda verla. Me obedece, la dejo con mi móvil, para que se entretenga. Al fin, disfruto un poco. Se me acerca uno de ellos cuando estoy saliendo de la pista y me dice:

    —No se te da mal. ¿Cómo has hecho esa última pirueta?

    —Lo siento me tengo que ir, debo llegar antes de las ocho —le respondo cogiendo a mi hermana.

    —¿Volverás mañana? —me pregunta.

    —Si puedo sí.

    —Me llamo Quique —me dice para presentarse.

    —Hugo y ella Bea, creo que antes he conocido a tu madre y hermanos, hasta mañana —le comento alejándonos.

    —¿Me enseñaras mañana cómo? —me vuelve a preguntar.

    —Si puedo volver sí. Vamos princesa, regresemos.

    Llegamos cinco minutos tardes, nos dejan entrar, pero regañándonos y no nos dejan ducharnos, dicen que ya es tarde, para no molestar a los vecinos. Seguimos durmiendo en el sofá.

    El lunes, día 03 de julio. Estamos desayunando.

    —Esta tostada está quemada —se queja mi hermana.

    —Ten princesa comete la mía, yo me como la tuya —le digo cambiándosela. «La tostada sabe ha quemado, pero mejor eso en el estómago que nada», pienso.

    —¿Qué vas a hacer esta mañana? —me pregunta mi tita.

    —Volver a salir a buscar trabajo, ayer no tuve suerte.

    Estoy buscando trabajo, pero no encuentro nada, no tengo suficiente domino de catalán, no tengo estudios suficientes, no se llevar una moto, no tengo experiencia en nada y, además, me dicen que soy menor para trabajar. Aun así, en algunos sitios toman nota de mi nombre y número de teléfono, me suena que en cuanto salga por la puerta lo tiraran. Vuelvo al piso para almorzar.

    Nos ponen menos comida que a sus hijos. Si mi hermana coge alguna galleta o magdalena de más le regañan, lo mismo pasa con la fruta, así que yo ni lo intento. Si ella se mancha la ropa no me permiten que se la cambie. A mí me regañan porque dice que gasto mucha luz con el portátil o el móvil cargándolo, pero sí que se lo tengo que dejar a su hijo para que él se pase el día jugando a juegos estúpidos.

    Por la tarde vuelvo a salir solo con mi hermana y mi skateboard.

    —¿Otra vez vas a salir? —se queja mi tita.

    —Aquí encerrado no creo que encuentre trabajo —le respondo. Ella me retuerce la boca.

    —Si luego vas al parque, pásate a por tu prima, para que te le lleves —me dice encima con toda la cara dura.

    —Descuide tita, así lo hare —le digo. «Llévala tú si quieres» pienso.

    En cuanto salgo, vuelvo a ir al parque de ayer, están allí las mismas personas. Se me acerca la señora, otra vez, cuando me ve, mientras mi hermana se dirige a jugar con sus hijos.

    —Ayer, conociste a mi Quique.

    —Sí, señora. ¡Buenas tardes! —le saludo con educación.

    —Él dice que le ibas a enseñar no sé qué cosa con esa cosa —Vuelve a señalar mi skateboard.

    —Luego si queda tiempo —le digo.

    —Puedes irte, yo vigilo a tu hermana y si se cansa o quiere irse te la acerco.

    —Prefiero quedarme con ella y no perderla de vista, pero muchas gracias por ofrecerse, señora —le digo.

    —¿Eres nuevo?, no te hemos visto antes por aquí —me pregunta la otra señora que se ha unido a nosotros y su hijo pequeño a jugar con los demás.

    —Sí aún no llevamos una semana aquí —le explico.

    —¿Te gusta esto? —me pregunta la primera.

    —¿Esto? —le pregunto.

    —Sí, chaval vivir aquí. ¿Pareces andaluz?

    —Soy andaluz, granadino. No sé, no llevo suficiente tiempo aquí y no entender a las personas no ayuda tampoco.

    —¡Anda!, yo soy de allí —me dice ella alegrándose—. Mis padres, mis cuatro hermanos y mis dos hermanas viven allí. Loli, ven aquí, pero niña date prisa. —Llama a su hija mayor, tendrá sobre doce o trece— Enséñale al payo el catalán. Mi niña es estudiosa, saca muy buenas notas. Ella te ayudará.

    —Me llamo Hugo, señora y mi hermana Beatriz, pero siempre la hemos llamado Bea —le comento.

    —Payo, debes dormir más y tu hermana también, tenéis ojeras —me dice la otra señora.

    —Ella es Loli, los peques, Jeday y Roció y yo Lola, ella es Merche y su peque Gerardo. —Su hija empieza a explicarme frases en catalán y que las repita.

    El martes, día 04 de julio. Han tardado casi una semana en comprar dos somieres con patas y dos colchones para que nos instalemos con sus hijos. Después de desayunar salgo a buscar trabajo otra vez, pero sigo sin encontrar nada. Por la tarde en vez de ir al parque sigo buscando trabajo, pero el resultado es el mismo. Hoy nos han dejado ducharnos. Al fin dormimos en las habitaciones. Mi hermana con su hija y yo con su hijo. En la habitación.

    —No te quiero aquí. ¡Vete! —me dice mi primo. Lo ignoro. Me acuesto, este colchón no es nuevo, supongo que lo habrán cambiado por el de su hijo—. ¿Por qué no te vas a dormir al sofá?, no te quiero aquí huérfano. —Luego me habla en catalán, no entiendo lo que dice, pero sé que me está insultando.

    —Buenas noches, primo —le digo girándome hacia la pared. Ahora al menos dormiremos más horas y descansaremos mejor.

    Cuando todos están dormidos mi hermana se viene a hacerlo conmigo. No le regaño, pero le explico que tiene que dejar de hacer eso, que tiene que dormir en su cama, que no debemos causar problemas y enfadarlos.

    El miércoles, día 05 de julio. Me levanto, hago mi cama y la de mi hermana, no muy bien, no la he hecho nunca. Mis amigos al principio me llamaban más y hacia Skype con ellos, ya no puedo, eso consume mucha electricidad. Por la mañana sigo buscando trabajo. Por la tarde volvemos al parque. Están las mimas señoras y sus hijos.

    —¡Buenas tardes!, princesa a jugar.

    —Quiero ir al columpio.

    —Princesa está ocupado, cuando se quede libre vamos. Ahora vete al tobogán o la tierra.

    —¡Qué dices! —me dice Lola— Merche quita a tu Gerardo del columpio, que Bea quiere columpiarse un rato y tu niño lleva media hora ya ahí.

    —No es necesario, señora —le digo.

    —Gerardo, venga a otra cosa, bájate ya. —Él se baja, subo a mi hermana y me pongo a empujarla.

    —Más fuerte, Hugo —me pide.

    —No.

    —Sííí, un poco más fuerte.

    —Vale princesa, pero solo un poco —le digo sonriéndole.

    Después mi hermana se va a jugar con los otros niños, cuando lleva un rato me dice:

    —Hugo, tengo hambre. —Miro mi cartera, no llega a 1 €, lo que tengo. «Si cuando me acosté tenía 10 €, ¡ya está!, mi primo me lo ha cogido mientras dormía. Tendré que sacar algo de dinero. Si lo acuso de robarme será peor», pienso.

    —Vamos princesa, a ver que te puedo comprar con esto.

    —¡Anda!, ¡quita chaval!, toma lo que le ha sobrado de la merienda a mis hijos, para que vas a meterte en nada, teniendo yo aquí —nos dice Lola.

    —No se preocupe… —Antes de terminar de decir la frase mi hermana se está comiendo el resto del bocadillo que le ha sobrado a sus hijos— Gracias, señora.

    —Lola, como tengo que decirte que me llames Lola. ¡Anda ten! —me dice ofreciéndome un bocadillo entero a mí.

    —No, gracias, señora, estoy bien, no tengo hambre. —Pero mi saliva está fluyendo por mi boca ante tan tentador ofrecimiento.

    —¡Anda y no seas tonto!, cógelo, que me ha sobrado hoy, es de mi Loli que no lo quiere, ya está en la edad de empezar con el pavo de no querer engordar, así que cógelo y te lo comes, tú lo necesitas más que ella —me dice con su hija al lado que sigue enseñándome catalán. Ella se ruboriza.

    —Lola, para mí que a tu niña ya le gusta alguno —le dice Merche mirándome para fastidiar a Loli, ella se pone aún más roja.

    —Si quiere que la llame Lola, tendrá que empezar usted a dejar de decirme chaval y empezar a llamarme Hugo. —Le doy el primer bocado al bocadillo— Gracias está muy bueno Lola —le digo con la boca llena. No me como un bocadillo así desde…, que murió mi madre y si hubiera hablado delante de ella con la boca llena me hubiera regañado.

    —Batido solo tengo uno, tendrás que compartirlo con tu hermana —me dice ella.

    —Quita, Lola, ¡qué cosas tienes!, mi niño hoy no ha querido batido, toma payo —me dice Merche moviendo el batido para dármelo. Se llama Mercedes en verdad, pero todos la conocen como «Merche».

    —Gracias, señora —le digo.

    —Sí que es educado el payo este. A mi hijo mediano ya lo conoces, se junta con Quique, se llama Joshua, pero le dicen «El Nazareno», porque le gusta más una procesión que aun Santo salir en ella —me dice riéndose.

    —Sí, se quién es —le digo con la boca llena. Me doy unos golpes en el pecho para que baje.

    —Pero payo, bebe que te vas a ahogar, que llevas medio bocata y no has remojado nada —me dice Merche.

    —Soy Hugo, señora —le repito.

    —Que señora y que ocho cuartos, que modales tiene el payo este, «Merche», que me llames Merche.

    —Hugo, no payo —le digo.

    —Hugo, está bien Hugo, y vete con los de tu edad, que nosotros te vigilamos a tu hermana. —Me vuelve a insistir Merche.

    —No, prefiero quedarme.

    —Mira payo que somos de fiar, que ya nos hemos visto tres días, que somos las mismas. Que no todos somos iguales —me dice ella algo molesta.

    —No señora, no Merche, no es eso, es que prefiero vigilarla yo, es que es lo único que me queda. —Las dos señoras se miran sin entender.

    —¿Y tus padres dónde están? —me pregunta Lola.

    —Ya no están —les respondo.

    —¿No nos digas que os han abandonado y estáis solos? —me pregunta Merche. Lola, le da un codazo en el brazo a ella.

    —Mis papás están con los abuelos y mi tito ahí arriba —les responde mi hermana señalando el cielo—. Son estrellas.

    —Vamos princesa, para que me dé lugar a estar un rato en las pistas —le digo para que ella no cuente nada más—. Muchas gracias por todo, hasta mañana.

    No me doy cuenta de la hora que es, cuando volvemos no nos abren, consigo entrar con otro vecino. Llamo el timbre, pero nada, pego varias veces en la puerta del piso, siguen sin abrirnos, por mucho que insisto, así que me acurruco con ella en el felpudo de la entrada y pasamos la noche ahí.

    El jueves, día 06 de junio. Sigo sin encontrar trabajo. Saco 20 € en el cajero. Aprendo más catalán, al menos hablado y escuchado. Ya les han comentado a mis titos que nos juntamos con ellos, nos lo prohíben, les digo que sí, que ya no vamos más con ellos, pero pienso seguir haciéndolo. Son los únicos que nos han mirado y sus amigos nos han aceptado. Empiezo a cansarme de ellos, me parece que voy a empezar a hacer lo que me dé la gana. Les pregunto a mis nuevos amigos si saben de algún sitio donde puede trabajar, me dicen que no.

    Me voy pronto para no quedarnos a dormir en la puerta del piso otra vez. En cuanto entramos. Mi tito parece que ha bebido y me dice:

    —Te quedas sin cenar.

    —¿Por qué? —le pregunto. Él se levanta, se dirige a dónde estoy y me da varios golpes en la cabeza.

    —Como tengo que decirte que te dejes de juntar con esos, que no te van a traer nada bueno, que dejes de llevar a tu hermana con ellos.

    —No hemos estado con ellos. —Le miento.

    —Encima tienes la cara dura de mentirme, que me he pasado a comprobarlo y estabas con ellos en las pistas de patinaje —me dice dándome un par de golpes más. Mi hermana se pone a llorar. La cojo e intento serenarla. Me siento con ella en un rincón del piso—. Olvídate de ducharte y ella tampoco. —Con eso van dos días que no lo hemos hecho.

    El viernes, día 07 de julio. Mi tita sigue sin lavar la ropa de ninguno de los dos, dice que aún no le ha dado tiempo, pero la de ellos sí que lo está, echándola en el mismo cesto, incluso la de mi hermana que le ha puesto a la hija está sin lavar. Ya no tengo ropa interior limpia, ni calcetines, así que me pongo la misma y la última camiseta que me queda limpia con el mismo pantalón, para buscar trabajo otra vez.

    No es mi primo el que me coge el dinero de mi cartera, es mi tito, anoche lo pille, pero no le dije nada, me hice el dormido, para que no me dé más golpes, siempre hay tiempo. Me ha cambiado el billete por uno de 5 €, se creerá que soy tonto, al menos esta vez no se lo ha llevado todo.

    Me salgo del piso para buscar trabajo, pero sigo sin encontrar nada, mi hermana está cansada de andar, volvemos, llamo al portero automático, pero mi tita no está o no quiere abrirme. Entro con un el vecino del primero. Cuando llegamos al piso, llamo al timbre, pero no me abre. En ese momento aparece la vecina de puerta.

    —¡Buenas tardes! —me saluda.

    —Hola, ¡buenas tardes!

    —¿Los sobrinos? —me pregunta.

    —Sí —le respondo.

    —Soy Mari. ¿No están en casa? —me dice. «Estos son los que me dijo mi marido que había visto durmiendo en el felpudo de la puerta el miércoles pasado», piensa ella.

    —Ella es mi hermana, la llamamos Bea y yo soy Hugo, mucho gusto, señora. Eso parece que no hay nadie —le digo con una sonrisa.

    —¿Te has dejado la llave olvidada?

    —Sí, señora.

    —Tengo copia, si quieres te abro.

    —No se preocupe, seguro que nuestra tita no tarda tanto.

    —Hugo, otra vez has olvidado las llaves, buenos tardes Mari, estos jóvenes tienen la cabeza a las tres de la tarde —le dice mi tita abriéndonos la puerta. «Estaba en el piso», pienso.

    Por la tarde salgo a llevar a mi hermana al parque, no me apetece malgastar tiempo buscando trabajo que no voy a encontrar. También estoy cansado de estar caminando. Ella juega con los otros peques, cuando llega la hora de la merienda, esta vez nos han traído bocadillos para nosotros también, no los rechazo. Loli sigue enseñándome catalán.

    —¿Cómo llevas lo de buscar trabajo? —me pregunta Lola.

    —Muy mal, no encuentro nada.

    —¿Pero tú no has acabado el instituto? —me pregunta Merche.

    —Los estudios se acabaron para mí. Necesito dinero para pagarle los libros a mi hermana —les digo, las dos se miran y no me dicen nada.

    —Mi marido hace algunos trapicheos, trabajillos sin declarar, ¿si quieres le pregunto? —se ofrece Merche.

    —Merche…, no quiero ofenderla, pero no puedo meterme en nada que no sea legal, no voy a permitir que me pillen y dejar a mi hermana sola con mis... sola.

    —¡Mira el payo éste!, ¡que no todos somos así! —me responde ella molesta.

    —No quería ofenderla Merche, hay payos peores…, es que no me puedo permitir que me separen de mi hermana —le respondo.

    —Merche, tu mayor si hace…

    —¡Calla, Lola!, ése hace lo que puede, ya sabes que con lo que trae el padre a casa no es suficiente, no le ha quedado otra. Espera que lo llame.

    —Gracias —le digo.

    —Papá, ¿te ha salido algún trabajillo?, vale…, a parte de los chaveas podrías llevarte al payo rubio, necesita ganar dinero para los libros de la hermana..., ¡ay!, te como a besos. —Ella termina de hablar— ¡Ea!, ya tienes trabajo, mañana y el domingo para limpiar una obra. Ya te dice mi «Nazareno» esta noche la hora y el sitio.

    —¿Pero mi hermana?, no puedo dejarl…

    —Tu hermana te la traes y ya la cuidamos nosotras mientras tú estás con ellos.

    —Pues entonces le digo a mi Quique que vaya también —le dice Lola.

    —Pero, Lola, solo tu Quique, ninguno más, no vayamos a liarla. Que es para sacarnos unas perras, mientras más van, más ahí que repartir.

    —¡Qué si Merche, siempre igual! —le responde ella.

    —Pero, ¿seguro que es legal? —le pregunto.

    —Todo lo legal que puede ser, vamos que no vais a robar, pero tampoco os van a hacer contrato.

    —Vale —les digo.

    —Payo rubio, eres peor que un dolor de muelas —me dicen ambas, se ríen.

    No voy a las pistas, me voy temprano para ducharnos y descansar para el trabajo de mañana. Hoy tampoco nos dejan ducharnos. Me llega el mensaje a mi móvil que a las cinco y media de la mañana en el parque para recogerme.

    El sábado, día 08 de junio. Me levanto a las cinco de la mañana, preparo dos bocadillos con lo que puedo sin hacer apenas ruido, guardo uno en la mochila de mi hermana y otro en la mía. Despierto a mi hermana, le pongo ropa limpia, le cojo ropa interior de mi prima y le pongo ropa cómoda, pero suya. A las cinco y veinticinco estoy en el parque. Aparece una furgoneta con todos. Se baja Merche con su Gerardo en brazos.

    —¡Buenos días, Hugo! Mira mi marido Ramón y mi hijo mayor Jesús.

    —¡Buenos días!, mucho gusto —les saludo.

    —Vamos, Bea —le dice ella.

    —¡Princesa!, pórtate bien, haz lo que ellas te digan, no se a la hora que voy a volver, hasta entonces vas a estar con el hijo de Merche y los de Lola, que no te tengan que regañar y no cojas nada sin permiso. En la mochila tienes un bocadillo, pídeles agua para comértelo.

    —¿No estamos con los titos? —me pregunta.

    —Hasta que no vuelva no —ella me sonríe radiante. Le doy un abrazo. Merche mira a su familia extrañada ante nuestra conversación—. Pórtate bien y obedece.

    —Sí, Hugo —me dice mi princesa despidiéndose con su mano de mí mientras me subo en la furgoneta y con la otra agarrada a Merche.

    Me voy con la inquietud de no saber cómo estará ella, no tengo ni idea de que tengo que hacer. Cuando llegamos sobre las seis y media, nos está esperando alguien para abrirnos.

    —¡Buenos días! —nos dice el señor.

    —¡Buenos días! —le respondemos todos. El señor se queda mirándome. Aunque salude a Ramón.

    —Estos son mis hijos —le explica él. Aún me miran más raro el señor. Él le explica que tenemos que hacer y limpiar, se estrechan la mano y el señor nos comunica que está en la caseta de seguridad si necesitamos algo.

    —Payo, ¿tienes guantes? —me pregunta Ramón.

    —No, no sabía que los necesitaba, lo siento. —Ramón abre la puerta de la furgoneta y me da unos.

    —Póntelos, están usados, así que se te amoldaran mejor. —Lo hago, me están un poco pequeños.

    Nos pasamos la mañana recogiendo escombros, trozos de hierro, plásticos y demás, para hacer la limpieza. El metal lo cargamos en la furgoneta, me aclara que para venderlo como chatarra que entraba en el acuerdo, el resto lo vamos echando en cubas. Me van explicando que debo ir haciendo, paramos cerca de las diez de la mañana, para desayunar. Solo tengo un bocadillo y creo que vamos a estar todo el día aquí, no unas horas, prefiero dejarlo para el almuerzo. En cuanto se ponen a desayunar.

    —Toma payo —me dice Ramón dándome un bocadillo.

    —Gracias, señor, no tengo hambre. Desayune antes de salir.

    —Sí, pero de eso hace ya cinco horas, coge el bocadillo payo. Ya me dijo mi Merche que no querías cogerlo, no se puede ser tan orgulloso cuando no se tiene nada. Cógelo ya de una vez —me dice dándome con él levemente en el pecho.

    —Gracias, señor, pero por favor, podría llamarme Hugo, y dejar de llamarme payo —le digo cogiéndolo. Los otros se ríen. Lo único que me queda es mi hermana y mi orgullo.

    —¿Cerveza o refresco? —me pregunta Ramón.

    —Refresco, señor, el alcohol no lo tolero muy bien —les digo algo triste. Todos se ríen de mí. Ahora mismo no soy muy partidario de él.

    Me hacen preguntas, respondo a la mayoría con evasivas, memos a las básicas, soy de Granada, mis padres murieron en un accidente de coche, no le explico que un borracho invadió el carril contrario, les golpeo, a él no le paso nada y ellos murieron, sí les cuento que mis abuelos murieron también, no les hablo de mi otro tito fallecido tampoco, que solo me queda mi hermana y que vivimos con mis titos, no le cuento que tengo que ayudar con los gastos para poder comer y demás.

    Para el almuerzo también han traído comida para mí y en la merienda también. Así que no me como el bocadillo que prepare. Terminamos cuando ya no se ve, me quito los guantes, tengo ampollas, me duele todo el cuerpo. Espero convencer a mis titos para que nos dejen entrar en el piso, necesito ducharme y dormir.

    Llegamos dónde viven ellos. Subo a recoger a mi hermana. Le doy las gracias y que cuenten conmigo mañana.

    —¿Cómo se ha portado el payo? —le pregunta Merche a Ramón.

    —Ha dado el cayo como los demás, para no haber trabajado nunca —le responde él.

    —¡Buenas noches, Merche!, ¿mi hermana?, para podernos ir, por favor.

    —Está en el piso de Lola. —Viven puerta con puerta en la misma planta, la puerta está abierta de haber entrado Quique. Merche da un bocinazo—. Lola, el payo pregunta por la hermana.

    —Pasa, Hugo —me llama ella.

    —¡Buenas noches! —les digo desde un poco más adentro de la puerta.

    —¡Hugo!, pasa, no te quedes en la entrada —me dice Lola.

    —No, señora, no quiero mancharle nada. ¡Hola princesa!, nos vamos. —Mi hermana se levanta de la mesa que está cenando.

    —Gracias, Lola —le dice mi hermana. Sale corriendo para abrazarme. Cuando la veo de pie, ¡está preciosa!, está limpia, con el pelo arreglado, se lo han ondulado, con un vestido que no es suyo, pero…, ¿qué le han hecho?, tengo que preguntárselo.

    —No princesa, no me abraces, no quiero mancharte. ¡Estás preciosa!

    —Sí, como cuando lo hacía mamá —me dice sonriendo.

    —Sí, como mamá. —Le devuelvo una sonrisa amarga.

    —Payo, ¡eres tonto!, que te crees que mi Quique no lo ha hecho ya. Anda siéntate a cenar con nosotros que tu hermana aún no ha terminado. —Su Quique está sentado en la mesa haciéndolo.

    —No se preocupe, señora, ya ceno con mis titos, nos estarán esperando. —«Hoy es el día que mejor he comido desde que estoy aquí en Barcelona, me da igual no cenar, solo quiero ducharme, acostarme y descansar», pienso.

    —¡Loli!, coge otra toalla para que Hugo se siente en la mesa a cenar y no manche la silla. —Loli sale corriendo por ella y la pone en una silla, mientras Lola me ha agarrado por mi brazo y me lleva a la mesa tirando de mí, los demás se juntan para hacerme hueco. Ella me obliga a sentarme, mientras Loli me pone un plato y cubiertos.

    —Gracias, señora —le digo acomodándome en la silla.

    —Hugo, él es Rafael, mi marido, todos lo llaman «el Rafi del mercadillo» —me lo presenta Lola, poniéndome comida en el plato.

    —Mucho gusto, señor, gracias —le respondo.

    —Espero que no te importe, he bañado a tu hermana con mis peques juntos y como no tenía ropa en la mochila, le he puesto algo de mi hija.

    —Está bien, Lola, gracias.

    —Me ha cortado el pelo —me dice mi hermana.

    —¡¿Sí?! —le digo alegre.

    —Es que se lo corte a la mía y ella me pidió que lo hiciera —se disculpa Lola.

    —Le hacía falta, lo tenía ya muy largo. Mi madre le tenía cita pedida para la peluquería antes de… —me quedo callado.

    —¡Hugo!, ¡pero come!, que aún no has probado bocado. —Intento coger los cubiertos, pero se me resbalan de mis manos, entre los dolores y las ampollas no puedo cerrarlas. En cuento me ve Lola, me las coge y me las revisa— ¿No te has puesto guantes? —me pregunta ella.

    —Sí mamá, pero es que el payo es muy blando —le responde Quique riéndose—, ha trabajado como uno de nosotros, ha aguantado todo el día, teníamos nuestras dudas, pero se ha portado.

    —Anda levanta que te las desinfecto, reviento y te las vendo.

    —De verdad no hace falta ya lo hacen mis titos. —Ella pone mala cara, pero me las suelta.

    —Pues come, pasa de los cubiertos, cógelos con las manos directamente. —Me como el trozo de tortilla y las salchichas que me ha puesto. Después de cenar les doy las gracias.

    —¡Hasta mañana, Quique!, ¡buenas noches!, gracias por la cena y por todo lo que han hecho por mi hermana.

    —¡Anda ya! A esta hora no os vais andando —me dice Lola—. Rafi, acércalos.

    —No es necesario, gracias, con la cena es suficiente —le digo.

    —Payo, estás molido, te va a llevar mi marido —me dice con el tono subido.

    —Vale, Lola, gracias. —Me ha dado miedo.

    —Quique acompáñalos y después te duchas.

    PREOCUPADO POR MI HERMANA.

    Merche

    Recojo a Bea en el parque para que su hermano pueda trabajar, nos despedimos de ellos.

    —Bea vamos a mi piso. Es muy temprano para quedarnos en el parque. —Una vez llegamos al piso— Voy a volver a acostar a mi Gerardo, ¿quieres dormir o ver TV?

    —Dormir —me dice bostezando.

    —Pues entonces ven. —La llevo a la habitación de mis hijos mayores y la acuesto en una de sus camas.

    Cuando se levanta le indico dónde está el baño, para que se lave la cara y las manos o lo que tenga que hacer. Le pregunto si necesito ayuda, me dice que sabe hacerlo sola. Le pongo el desayuno, leche y tostadas, con mantequilla y mermelada. Se la come con ansia. Ella coge solo una galleta, algo que me extraña.

    —¿No quieres más? —le pregunto.

    —No, gracias.

    —Seguro Bea, ¿qué no quieres otra?

    —No, gracias.

    —¡Anda, toma! —Le pongo dos galletas más en una de sus manos. Se las come.

    —Con mis titos solo me puedo comer una. ¿Ese ruido qué es? —me pregunta.

    —Los niños de la Lola, que ya se han levantado, ahora cuando ellos desayunen nos vamos todos un rato al parque.

    Lola

    En el parque por la mañana, hablando con Merche.

    —¡Lola!, el payo y la hermana no lo están pasando bien.

    —Me he dado cuenta, cada día están más delgados, no comen bien y con más ojeras.

    —La niña no quería coger más de una galleta esta mañana, se las he tenido que poner en sus manos para que se la comiera y el desayuno se lo ha comido con ansia. ¡Qué pena me ha dado! Luego la he pillado comiéndose parte del bocadillo que tenía en la mochila, antes de venirnos al parque —me dice Merche.

    —Hay que intentar que nos cuente hoy que no está el payo con ella. Me la llevo para almorzar. Después os venís tú y tu niño a mi piso.

    Por la tarde en el piso de la Lola, después de almorzar y los niños jugando.

    —Bea, ¿entonces estáis viviendo con tus titos? —le pregunto.

    —Sí.

    —¿Ya los conocíais? —le pregunta Merche.

    —Yo no.

    —¿Y tu hermano? —le pregunto.

    —Sí. Él dice que ellos son nuestros padres ahora, que no podemos irnos con los nuestros porque están con los abuelos y el tito ahí arriba, que son estrellas. —Miro a Merche compasiva, ella me devuelve la mirada.

    —¿Tienes hambre? —le pregunto.

    —Hoy, no. —Miro a Merche con los ojos abiertos, ella me devuelve la mirada.

    —¿Y los demás días? —le pregunta Merche.

    —Sí, mis titos dicen que no hay dinero para mí y mi hermano, que él tiene que trabajar si queremos comer.

    Después del parque por la tarde, casa de Lola, Merche está con ella también.

    —Vamos a merendar. —Le pongo un vaso de leche con cacao y dos magdalenas. Cuando cree que o la veo, intenta guardar una en la mochila.

    —Bea, ¿por qué te la guardas?

    —Para mi hermano.

    —¿Por qué? —le pregunto.

    —Porque no la quiero y él me da parte de su comida. —Miro a Merche y las dos negamos.

    —Niños, a bañaros. Bea, tú también.

    —¿Puedo bañarme? —me pregunta alegre.

    —Si quieres sí, quieres hacerlo sola o con mis niños.

    —Con ellos.

    —¿No te bañas en la casa de tus titos? —le pregunta Merche.

    —Todos los días no.

    —¿Y tu hermano? —le pregunto.

    —No. —Miro a Merche, cada vez doy menos créditos, por cómo me devuelve la mirada sé que piensa lo mismo.

    —¿Pero os ducháis? —le pregunta Merche.

    —Desde el martes no. —Está vez es Merche quien me mira a mí, veo la rabia en sus ojos.

    —¿Os ha tocado? —le pregunta Merche.

    —A mí me cogió por los brazos, a mi hermano le pega. —Le agarro el brazo a Merche.

    —Lola, me estás clavando las uñas.

    —Lo siento Merche. Vamos a bañaros —le digo sonriendo—. Tienes ropa en la mochila.

    —No.

    —Ya encontraremos algo que ponerte.

    —Me puedo poner la misma. Ya lo he hecho otras veces.

    Ellos siguen jugando en el piso después del baño. Merche se ha ido a bañar a su niño y preparar la cena. Pero Bea no juega con los juguetes.

    —Bea, ¿por qué estás ahí sola? —le pregunto.

    —No puedo tocar los juguetes.

    —¿Por qué?

    —Porque no son míos, los míos están en Granada.

    —Pero puedes jugar con estos, mis niños te los prestan.

    —Mi prima, no —me dice poniéndose a jugar con ellos.

    Está anocheciendo, Bea empieza a estar nerviosa, ha dejado de jugar con mis hijos y no deja de mirar por la ventana, le pregunto:

    —¿Por qué no estás jugando con mis niños?

    —Mi hermano, ¿va a tardar mucho? —me pregunta sin apartar la vista de la ventana.

    —Creo que no, ya mismo estará aquí, está anocheciendo.

    —Es que tenemos que volver antes de que anochezca, sino dormimos fuera y no cenamos.

    —No te preocupes vais a cenar con nosotros —le digo con un nudo en mi garganta por lo que me acaba de decir—. Juega con mis niños, tu hermano está trabajando, ganando dinero, tus titos seguro que hoy os dejan entrar.

    —¿Sí? —me pregunta con ilusión y se pone a jugar con mis niños. Asiento, no soy capaz de hablarle ahora mismo, aun me aprieta más el nudo, hago acopio de todas mis fuerzas, cojo su mochila y le digo:

    —Cuando lleguéis al piso dale esto a tu hermano para que se lo dé a tus titos, no te vayas a olvidar. —Le meto un sobre con 20 € en la mochila, el payo no los va a aceptar y una muñeca que mi hija no usa ya para ella.

    MIEDO E INSEGURIDAD.

    Hugo

    Nos dejan en el portal. Me pregunta cuál es el piso, les digo que el sexto B. Los veo mirar a los dos, me dicen aún hay luz. Les doy las gracias. Ellos se van. Antes de llamar al portero, le pido a mi hermana que me cuente que ha hecho todo el día y le pregunto si alguien la ha tocado en algún sitio, me dice que Lola, en la cabeza, para lavarle el pelo, que se ha vestido ella sola menos la cremallera que se la ha subido Lola.

    —Ella me ha dado esto para que se lo des a los titos. ¡Mira una muñeca! —me dice entusiasmada, la saca de la mochila y la lleva en su mano.

    —Sí ya la veo —le digo sonriéndole. Abro el sobre, dentro hay 20 €. Sin ninguna nota. Llamo al portero. «¿Qué habrán estado preguntándole a mi hermana?», pienso.

    —¿Quién es a estas horas? —me pregunta mi tito, suena bebido.

    —Bea y Hugo.

    —Ya sabéis cual es la norma —me grita.

    —He estado trabajando, traigo dinero —Nos abren. Llamo al timbre del piso, antes de entrar me pregunta mi tito:

    —¿Él dinero? —Le doy los 20 €. Nos deja entrar. Mi tita le ha quitado el dinero en cuando se lo doy. Se respira tensión en el piso.

    —Voy a ducharme —les digo.

    —¡A estas horas no! —exclama él.

    —He traído dinero, voy a ducharme, mañana tengo que volver a trabajar, no pienso ir sucio —le respondo. «Me da igual lo que me diga voy ducharme, aunque sea con agua fría», pienso.

    —Pues te podías haber duchado y arreglado donde tu hermana, porque eso te habrá costado una pasta, además, ese vestido es nuevo, yo no lo he visto —me dice mi tita.

    —Eso lo han hecho las personas que han cuidado de ella hoy mientras estaba trabajando —le digo algo altanero. «Cosa que tú no haces», pienso.

    —¡Mira!, viene gallito, no le hables así a tu tita —me dice mi tito. En ese momento escucho a mi hermana.

    —Es mía que me la des. —Ella le da un empujón a nuestra prima callándose y sacándole la cabeza a la muñeca, se pone a llorar. Mi tito va hacia mi hermana y le cruza la cara. Me pongo entre él y ella. Está conmocionada, no está llorando.

    —A mi hermana no la toques, es la primera vez y la última que le pegas —le grito agarrándolo por el brazo que le ha pegado, con esa mano que apenas puedo cerrar, que me duele y el cuerpo molido de hoy. Se suelta, me da un puñetazo en el labio, me caigo llevándome a mi hermana por delante, una de mis piernas ha caído encima de ella, los dos estamos en el suelo. Mi tito se acerca para pegarnos, me da lugar a meterme a mi hermana en medio de mis piernas, le agacho la cabeza, la rodeo con los brazos y me hago un ovillo cubriéndola todo lo que puedo, agacho la cabeza, para protegerme la cara.

    —¡Que te has creído niñato!, después de que te estamos dando un hogar y comida, te crees que eres alguien especial, ere igual que tus estúpidos padres, siempre refregándonos por la cara todo lo que tenían, lo que viajaban, mirándonos por encima del hombro, ¿para qué?, ahora están muertos, nos han dejados dos bocas que no queremos, que tenemos que mantener, y, además, trataros como a reyes, pero que os habéis creído, estáis en mi piso por caridad, y no en la calle, malditos desgraciados. Si le quiero pegar a tu hermana le pegaré —nos dice todo eso mientras me está golpeando la cabeza con sus puños y dándome patadas por el resto de mi cuerpo.

    —¡Para qué lo vas a matar!, has estado bebiendo, ¿de dónde has sacado el dinero? —le pregunta mi tita, tirando de unos de los brazos de él.

    —Me lo ha robado, lo vi anoche —le digo sin levantar la cabeza, por si vuelve a pegarme.

    —Niño ingrato y mentiroso. —Me da otra patada en el costado.

    —Deja ya de pegarle. Hugo, vete a la cama —me ordena mi tita. Consigo levantarme al tercer intento, cojo a mi hermana en brazos, aunque me duela todo, me la llevo a mi habitación. Le ayudo a quitase el vestido, me cuesta unos pocos de intento bajarle la cremallera, le doy una de mis camisetas, aunque este sucia y sudada para que se la ponga a modo de pijama. Me quito los zapatos, los calcetines y el pantalón, me dejo la camiseta, nos acostamos los dos juntos no me voy a separar de ella esta noche.

    El domingo, día 09 de julio. No he conseguido dormir por los dolores, además, de miedo e inseguridad de que no intentará algo más. Mis titos se pasaron un buen rato discutiendo, quizás haya dado alguna cabezada poco más. Mi hermana se quedó dormida tarde asustada también, creo que estaba demasiado sobrecogida para llorar.

    En las sabanas hay sangre del labio y de las ampollas, se me han reventado algunas, más suciedad de la obra. Despierto a mi hermana. Me la llevo al baño, hace pis, le digo que se lave las manos y la cara, que se peine que yo no puedo coger el cepillo, ella hace lo que puede, tiene marcado los dedos en su cara. Le digo que se gire para hacer pis. Me lavo como puedo, le pido que me sostenga la alcachofa de la ducha, meto mi cabeza debajo para quitarme el polvo, me lavo la cara, los brazos y las manos. Le pido que me busque unos pantalones en la cesta de la ropa sucia, me ayuda a ponérmelos. Es ella la que me cierra la cremallera y me abrocha el botón.

    Volvemos a la habitación, mi primo sigue dormido. Le pido que se ponga el vestido, me duele horrores, pero consigo cerrarle la cremallera. Saco unas de las pocas camisas que había cogido para salir de marcha, está arrugada, es de manga larga y los zapatos, le digo a mi hermana que me la abroche, le cuesta, pero lo consigue, ahora que doble la manga de la camisa hasta que me suba del codo, me pongo los zapatos sin calcetines. Nos vamos al salón y nos sentamos en el sofá a esperar a que se levanten los demás.

    La primera en hacerlo

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