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Pablo y El Cacto - Un reencuentro en el desierto
Pablo y El Cacto - Un reencuentro en el desierto
Pablo y El Cacto - Un reencuentro en el desierto
Libro electrónico97 páginas52 minutos

Pablo y El Cacto - Un reencuentro en el desierto

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Un exitoso empresario en proceso de divorcio. Un niño olvidado por él. Pero alguien más no se ha olvidado de él.

Tras el cierre de un muy importante negocio en Las Vegas, Nevada, Pablo vuela de regreso a su hacienda en Alburquerque, Nuevo México, pero durante el trayecto, su avioneta acusa fallas inexplicables que lo obligan a caer en el inhóspito desierto de Colorado. Intentando salir de su horrible condición, Pablo inicia un personal éxodo hacia los confines de su pasado, presente y futuro.Después de muchas horas de divagar sin rumbo fijo por el desierto, se encuentra con un imponente cacto, un cereus gigantus de nueve metros de altura, que le habla comenzando por un reclamo: "¿Por qué me persigues?" Creyendo que aquella voz proviene de sus incipientes delirios a causa de la cruel sed y el hambre, no obstante Pablo sostiene una extraña conversación con la planta, que lo lleva a enfrentarse consigo mismo y con sus actos. Pablo y el Cacto es una historia tan intensa como profundamente conmovedora, y que lo llevará por el mundo al que todos tememos asomarnos: nuestro propio interior. En ella, encontrará un sorpresivo final y un mensaje de esperanza que lo llevará a producir significativos cambios en su vida.

IdiomaEspañol
EditorialCarl Cupper
Fecha de lanzamiento24 jul 2023
ISBN9798223744351
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    Pablo y El Cacto - Un reencuentro en el desierto - Carl Cupper

    Una llamada de auxilio

    Dios mío, Dios mío,

    ¿Por qué me has abandonado?

    Mateo 27:46

    De frente al brillante Sol de oriente, Pablo volaba su monomotor sintiéndose el soberano absoluto del reino de las aves.

    Regresaba a su hacienda en Albuquerque, Nuevo México, para celebrar el séptimo cumpleaños de Peter, su único hijo, después de firmar un jugoso contrato en Los Ángeles, California, pero antes asistiría al cierre de otro importante negocio en Las Vegas, Nevada. La parada sería breve, por lo que esperaba reunirse a tiempo con su pequeño vástago, tal como lo había prometido.

    Aunque la relación con su esposa se había deteriorado en los últimos años, deseaba con ansias llegar a casa. Recordó, entonces, el documento que el abogado de ella le enviara unas semanas atrás exigiéndole el divorcio. Los constantes viajes de negocios que entusiastamente cerraba al tañido de las copas en algún lujoso restaurante o al introducir la pelota en el hoyo 18, lo habían arrojado al abandono de su familia. Cansada y harta de su permanente ausencia, su esposa optó por disolver su matrimonio y eso lo acongojaba.

    Pablo no lograba comprender la actitud intransigente de su mujer. «Todo lo hago por su bienestar», decía para sí. «Me he echado muchos compromisos a cuestas para darles lo mejor. La naturaleza del hombre es extraña», reflexionaba al tiempo. «Se diría que es el único animal que, voluntariamente, se toma la libertad de perder su independencia, y cuando se ve nuevamente expuesto a ella, en muchas ocasiones se asusta».

    Tras echarle una mirada a su reloj, aceleró su flamante y hermoso avión Cessna 206, casi sintiendo en la piel el suave roce del viento que chocaba contra la cabina de la aeronave. Después de poco más dos horas, divisó la extensa ciudad de su destino. «Las Vegas... Probablemente así lucían, guardando las debidas proporciones, Sodoma y Gomorra», se dijo con sarcasmo.

    Con gran destreza adquirida en los campos de su padre, cuando se aventuraba como piloto a fumigarlos a bordo de un destartalado biplano Fleet, Pablo aterrizó suavemente su avión en una pista del aeropuerto de Las Vegas, justo a tiempo, tal como indicaba su reloj.

    Varios ejecutivos de una importante cadena de supermercados lo recibieron en un lujoso Mercedes Benz para llevarlo a la firma de un importante contrato de compra-venta de los productos agrícolas que producía en su hacienda La Divina.

    Camino a su destino, Pablo solicitó al chofer que se detuviera en una juguetería de la ciudad donde comprar un regalo para su hijo, antes de asistir a la junta. En una muy grande y surtida, adquirió un hermoso tractor eléctrico y solicitó que lo envolvieran para regalo.

    Tras la breve firma de aquel documento, Pablo consintió en celebrar el importante acontecimiento, junto con el presidente y otros ejecutivos de la empresa, en una hermosa suite de un lujoso hotel, donde les aguardaba la agradable compañía de bellas y refinadas damas.

    —¿Cómo van las cosas en el rancho? —Le preguntaba un ejecutivo de la empresa.

    —Lo tengo todo bajo control.

    —¿No te ha afectado la liberación de las importaciones, Pablo?

    —La he compensado con una baja en los costos de la mano de obra —dijo, con jactancia.

    —¿Has recortado recientemente el personal de tu hacienda, Pablo?

    Pablo, hijo de inmigrantes cuyas raíces parecía haber olvidado, indicó:

    —Mejor, todavía: contraté a inmigrantes ilegales a quienes pago una miseria por el trabajo, dándome un margen que me permite operar con bajos costos de producción y mantener mi competitividad en el mercado.

    —Esa es muy buena estrategia, amigo. Si los ilegales quieren vivir en este país, ¡qué paguen el precio! —expresó, con desdén, el ejecutivo.

    Tras la abundante comida, refrescantes tragos y no muy sutiles caricias, Pablo miró su brillante reloj y se percató de que no podría llegar a tiempo para reunirse con su hijo. Cortésmente agradeció el ágape y se dispuso a abandonar la ciudad de Las Vegas, olvidando en el auto el regalo de cumpleaños que comprara para su hijo.

    Pablo solicitó permiso a la torre de control para despegar, al tiempo que aceleraba al máximo su flamante aeronave. Tomó pista y rápidamente se elevó. Con el Sol a su espalda, orientó su avioneta hacia el Gran Cañón del Colorado para cruzar el Lago Mead, que se encuentra en el desierto, cual inmenso oasis, entre los estados de Arizona y Nevada.

    A una altitud de seis mil pies y

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