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Guía de la vecina insurreccional: (y sus botellitas incendiarias)
Guía de la vecina insurreccional: (y sus botellitas incendiarias)
Guía de la vecina insurreccional: (y sus botellitas incendiarias)
Libro electrónico97 páginas1 hora

Guía de la vecina insurreccional: (y sus botellitas incendiarias)

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En la misma línea de el niño alcalde, el aclamado monólogo de un exdirigente sindical que predicaba por las calles de Valparaíso un corrosivo monólogo contra las élites, ahora Marcelo Mellado le entrega la voz a una mujer de algo más de 60 años, comprometida con el cambio social y el activismo de base -que va desde la junta de vecinos hasta la tomatera en el bar, pasando por la clase de yoga comunal-, pero en un punto hastiada con el curso que han tomado los acontecimientos.

"¿Cómo habitamos la catástrofe que es Chile en este instante?", se pregunta ella desde su hogar en Placilla, de cara a construir una vida mínima, una vida orgánica, una eco-vida, en un punto escéptica respecto a la capacidad para reinventar lo popular y, a su vez, confiada en la fuerza de las jóvenes feministas. "Hay ciudades que tienen esa impronta de estar siempre en estado de catástrofe y nos tocó habitar una que tiene esa dinámica. A mi como jubilada ya no me da el cuero para vivirla y transitarla tal como es. Las cabras todavía se la pueden y tratan de llevarle el ritmo…"
IdiomaEspañol
EditorialHueders
Fecha de lanzamiento4 sept 2023
ISBN9789563652666
Guía de la vecina insurreccional: (y sus botellitas incendiarias)

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    Guía de la vecina insurreccional - Marcelo Mellado

    Guía de la vecina insurreccional (y sus botellitas incendiarias)

    Marcelo Mellado

    © Editorial Hueders

    © Marcelo Mellado

    Primera edición: junio de 2021

    ISBN edición impresa 978-956-365-230-7

    ISBN edición digital 978-956-365-266-6

    Todos los derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida

    sin la autorización de los editores.

    Diseño de portada: Constanza Diez

    Diagramación digital: Luis Henríquez

    www.hueders.cl | contacto@hueders.cl

    Santiago de Chile

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    1

    Algo como esto debo escribir, me digo, mientras maldigo a mis colegas y a algunas de mis excompañeras de ruta que gatopardistamente se cuelan en la fila de los demandantes, cuando siempre estuvieron al lado o cerca de la institucionalidad que legitimó el orden establecido que todavía nos rige. Pero esto es muy obvio decirlo desde donde una se encuentra, jubilada, con un pequeño patrimonio y sin posibilidades de un trabajo extra (aunque a veces hago empanadas y mermeladas para vender en el barrio), y en un estado de resentimiento permanente. Por eso ahora solo quiero escribir que me tiene enchuchada la situación, ese es el acontecimiento más relevante al que puedo acceder por ahora, porque estas son las últimas palabras que puedo pronunciar en momentos en que los hediondos a bolas deben abandonar el protagonismo endémico al que estaban acostumbrados. Me pica el ano en sentido figurado, aunque no tanto, porque suelo somatizar con facilidad; tengo tanta rabia que quiero puro salir a matar. Ahora estoy hablando de corrido, pero luego se me va a trabar la lengua. Esto fue muy parecido a lo que pasó con el Sí y el No del 88, ganó el No y el grupito de huevones frescos, acabronados, que le habían dado el sello institucional a la lucha por la democracia, se tomó ese capital resistencial y nos dijo, literalmente, váyanse para la casa, de esto nos hacemos cargo nosotros; y vino esa mierda conocida por todas nosotras: nos mandaron a la chucha e instalaron el boliche que estamos tratando de desmontar en este preciso instante. Y en este preciso instante, me siguen las perras del barrio, las callejeras y las otras.

    *

    Igual tengo un jardincito donde cultivo mis plantas y mis yerbitas para pasar las penas. Un huerto pequeño y uno que otro arbolito, no falta el limón y el damasco, aunque los pájaros y las abejas me hacen cagar la producción de estos últimos y casi no alcanzo a hacer mermeladas. El damasco es una herencia de mi vieja, que decía que frente a toda casa debe haber uno, parece que es una costumbre árabe o andaluza, que es más o menos lo mismo. Mi vieja venía de esa rama genealógica y se le notaba por su obsesión por los jardines granadinos, en que era fundamental la poética del agua canalizada y racionalizada. Las albercas, las fuentes y los mosaicos la enloquecían de placer. La versión porteña de todo eso era bastante más reducida y fui una testigo privilegiada de ella en el cerro Bellavista, en una casa que tenía un jardín de inspiración granadina construido en la quebrada, que era parte de una casa que luego fue transformada en hotel boutique. Ese modelo quiero reproducirlo en mi nueva heredad. Ahí, además de un bello jardín, podré hacer informes del estado del malestar de la cultura, porque yo también le hago al arte de la palabra, chiquillas. Y escribo cositas como esta, que he llamado mis botellitas incendiarias:

    Los deberes y las cosas

    Estaba probando un retrete manual (y portátil) que diseñé para mi nueva casa de irremediable vocación rural, cuando se me incrustó un enunciado en la cabeza. Este decía más o menos así: De lo que debiera escribir un escritor(a), luego del estallido social, según encargo de la tía Paty. En el fondo era como una orden de partido que decía: Pónganse a escribir chiquilles de lo que hay que escribir, yo los superviso. Este acto de arrogancia crítica que proviene de la zona de confort del discurso académico clásico, conservador y heteronormado, es parte del proceso de apropiación que hace cierta institucionalidad política de una movilización que no le pertenece.

    Recuerdo que Valente le dio la misma tarea a los literalitosos de los 80-90, a propósito del 73, y tuvo a toda una generación haciendo la novela de la dictadura, los muy sacos de huevas. Es como una tarea de historiadores oligarcas, hijos de la lumpenburguesía, que nunca han podido separar esa concepción de la historia como novela decimonónica. Siempre pendientes de protagonistas claves, negando al personaje colectivo. Esto me recuerda que Cristián (Warnken), quien planteó en una columna mercurial que necesitábamos un negro que viniera a resolver la crisis, apelando a Mandela como una figura modélica, alguien que debiera salvarnos de la maldad institucional. Este niño está equivocado, porque de esto no nos salva nadie.

    Lo que pasa es que mientras hago tareas domésticas, en paralelo la cabeza me funciona para el lado de la producción ficcional y suelo imaginar acciones y situaciones en las que podría estar involucrada como agente provinciana de cultura, porque esto es un mandato que debe funcionar solo para Santiago, supongo, porque los comités centrales o los vaticanos culturales tienen sus sedes allá. He imaginado, incluso, que me entrevistan y el periodista de cultura y espectáculos de algún diario comunal o provincial me hace una pregunta como esa. Por ejemplo: ¿cómo responde una escritora a la demanda ciudadana? La respuesta, no sin pasar por la picazón del hoyo, debiera ser algo así como (a lo princesa de las letras): La obra debe dar cuenta cabal de la demanda del pueblo o de la ciudadanía..., es decir, respondería lo que diría una alcaldesa o una concejala.

    El encargo de la tía Paty, si es que es verosímil, a pesar de ser harto pasadito a orto, por no decir que es hediondo a caca, corresponde a un cálculo de cierto grupo de interés, dentro del mercado académico, que pretende apropiarse de una escena política frente a la que se sabe refractario, para consolidar la manipulación de un campo editorial que define la productividad del campo escritural chilensis. Tesis total y absolutamente canónica y heteronormada, y referida a una escena más patriarcal que la chucha (quizás aquí no soy del todo certera, bueno, la lengua habla por sí misma).

    El encargo de la tía Lela, perdón, de la tía Paty, también tiene algo de naif y es levemente siútico, es como una tesis de la Alberto Hurtado. De lo que no cabe duda es de que es el objetivo estratégico de las editoriales independientes (grupo de interés hegemónico político hoy en día), incluso creo que ya hay concursos y becas al respecto. Y en todas las picantes ferias comunales, los poetas y las poetas ya leen panegíricos insurreccionales que deben aludir al estallido.

    Entonces, irse a la

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