Santander
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Santander - Armando Martínez
Portada
SANTANDER
Yolanda Reyes
Enrique Serrano López
Armando Martínez Garnica
Álvaro Acevedo Tarazona
Amado Guerrero Rincón
Luis Armando Gélves
Colección Temas y Autores Regionales
Universidad Industrial de Santander
Bucaramanga, 2022
Página legal
SANTANDER
Yolanda Reyes
Enrique Serrano López
Armando Martínez Garnica*
Álvaro Acevedo Tarazona*
Amado Guerrero Rincón*
Luis Armando Gélves
*Profesor, Universidad Industrial de Santander
© Universidad Industrial de Santander, 2022
Primera edición: febrero de 2012
ISBN impreso: 978-958-8504-94-0
ISBN epub: 978-958-5188-49-5
Diseño, diagramación e impresión:
División de Publicaciones UIS
Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria
Bucaramanga, Colombia
Tel.: (607) 6344000, ext. 1602
ediciones@uis.edu.co
Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS
Impreso en Colombia
Presentación
Este libro es producto de un nuevo simposio que se convocó el año anterior, con el interés de reflexionar sobre nuestra región. En ésta nueva aventura le damos continuidad al interés que tiene la Universidad por promover la reflexión y el análisis de la realidad que vive nuestro entorno, buscando aportar pensamiento al proceso de construcción de una sociedad que responda a las necesidades de una población que sueña con un mejor futuro.
Beber de la historia, no para rumiar el pasado, sino para recrearlo. Sentir la fuerza, la voluntad y el carácter de nuestros propios ancestros. Analizar y profundizar el presente, y proyectar el futuro, son los elementos fundamentales para la construcción de una sociedad donde la equidad y la sustentabilidad sean las bases sobre las cuales construyamos esa sociedad que todos los santandereanos anhelamos.
El valor de la palabra y del trabajo, el sentido de la riqueza, el creer en el otro, la solidaridad, la sinceridad y el respeto a lo público, son valores que debemos recuperar en ese tránsito hacia un mañana que nosotros mismos debemos proyectar. Hemos perdido en el tiempo, la posibilidad de pensar y de reflexionar sobre la realidad que vive nuestro Departamento. Una visión crítica de la realidad es necesaria y fundamental. En la región, se contratan estudios, a expertos, se realizan trabajo de prospectiva, se hacen inventarios de realizaciones, sin que podamos, hasta ahora, ponernos de acuerdo en un plan de desarrollo a 10 o 20 años. Planes que deben ser incluyentes donde los esfuerzos tanto de lo público, como lo privado y la comunidad organizada debe y tiene que dar sus frutos.
Estos esfuerzos colectivos son procesos dinámicos, que exigen una revisión y ajustes permanentes, frente a los cambios y dinámica de la realidad. Es por eso, que necesitamos una sociedad reflexiva, con conocimiento y comprometida con el futuro de su región.
Pensar, reflexionar y buscar acuerdos es difícil, pero hay que intentarlo. Infortunadamente el pragmatismo, los intereses individuales y políticos, marcan una pauta generalizada en la región. Somos solo pasajeros de un bus impulsado por el consumo y las luces de colores de una clase dirigente que desconoce nuestra propia realidad.
Pero insistimos, porque creemos que a pesar de las circunstancias, crecen en la región, sectores de opinión con una clara conciencia de lo que hemos perdido. Para ellos y para todos los que creen en lo nuestro, en el talento y capacidad de los santandereanos, estas reflexiones que nos invitan a reencontrarnos y mirar la posibilidad de un futuro promisorio
Quiero agradecer al Hotel Dann Carlton de Bucaramanga, por su apoyo para hacer posible una amplia edición de éste libro, que consideramos aporta a la divulgación de la aventura misma de pensarnos como santandereanos. Igualmente, ratificar el hecho de que hacer empresa en Santander, es sentir en el corazón ésta maravillosa tierra que fraternalmente acoge a quienes creen en nuestro Departamento.
Luis Álvaro Mejía A.
Director Cultural - UIS
Manuela, Antonia y las demás: un recorrido por las voces santandereanas, en femenino y singular, que nos marcaron un camino
Yolanda Reyes
Siempre que llego a Santander, sin importar cuántos años de exilio haya vivido, siento que estoy volviendo a casa. Algo en las voces y en el aire me devuelve un tono
que no sé definir con argumentos racionales, pero que identifico como entrañablemente mío. ¿Cómo llamarlo: ancestros, raíces, afectos esenciales?
¿Cómo pensar a Santander: acaso se puede hablar de lo que un monumento llamó la santandereanidad
? ¿Qué tienen en común las montañas del Cañón del Chicamocha, con las tierras ardientes de Barranca o con este auditorio del Bucarica? ¿Qué tiene que ver todo eso conmigo, con nosotros? Tal vez, como sucede en las familias, tan distintas a pesar de compartir un apellido, no es suficiente con llevar un gentilicio. Y sin embargo, hay una cierta sensación de familiaridad –emocional, telúrica, simbólica- que no solo me conecta con esta tierra, sino que parece anclada en lo que soy, en lo que escribo.
Si casi no recuerdo los días que viví en Bucaramanga, puedo decir que es parte de mi historia, como un mito fundacional, el movimiento de vaivén: ese alejarme y regresar cientos de veces, desde niña, ese cambio de perspectiva que proviene del desarraigo y que tanto sirve a la escritura. Hay una sensación de pérdida, cuando me desplazaron para llevarme a Bogotá, que aún conservo y que fue mi primer duelo. Tal vez por eso, cuando atravieso en carro la frontera que separa a Santander de Boyacá o cuando diviso la tierra roja desde el avión, una memoria remota se me activa. Yo siento que aquí la tierra canta y el verbo es literal: estoy hablando de la serenata de chicharras que tal vez muchos de ustedes no perciben, a fuerza de convivir con ellas, y de una reverberación sonora que hiere los oídos, pero hablo también de los acentos que me devuelven a los tiempos en los que estrenaba las palabras. Aquí se habla de usted, sin tú ni vos, ni sumercé, y aquí parecen golpeadas y ariscas las palabras. Y sin embargo, qué dulces y potentes a la vez suenan las voces que me acunaron en la infancia. Las voces que patinan por mi sangre, las voces que llevo puestas en mi voz, que emergen cuando hablo, y que hoy quiero evocar en esta charla.
Guiada por la idea de que la voz puede ser una metáfora para pensar/sentir a Santander, me puse a rastrear voces de otras mujeres que nos precedieron y nos abrieron caminos para intentar averiguar algo de lo que soy –de lo que somos- y para aventurar también algo de lo que podríamos ser y que quizás no hemos explorado lo suficiente. Me refiero a una constante de nuestra geografía simbólica: a un dejo de rebeldía, no exento de dolor y de confrontación, que arrastran las voces femeninas desde Manuela, Antonia y Micaela. Quizás nuestra geografía imaginaria ha sido tan difícil como nuestras barreras geográficas y quizás nuestro talante arisco y difícil de domar, parecido al de las cabras que vemos trepar por el Cañón del Chicamocha, marcó la voz de Manuela, de Aída, de Virginia, de Montserrat, de Cecilia, de Beatriz y tantas otras… Aquí podría aventurar, en el arrojo, como respuesta a la dificultad, una pista para pensar a Santander.
Quizás esa mezcla de arrojo con dificultad explica por qué Manuela Beltrán, una mujer del pueblo, pero con la diferencia de que sabía leer lo suficiente como para conocer el texto del edicto que imponía nuevos impuestos a los pobres, tuvo el atrevimiento de arrancarlo del muro, movilizando aquella rebelión en el Socorro de tiempos de los Comuneros que, aún hoy, ilustra la fuerza de las movilizaciones ciudadanas… ¿Cómo no ver en la movilización por San Turbán un ancestro de aquella resistencia?
¿Cómo no sentirnos herederas también de Antonia Santos, esa heroína de Pinchote, la quinta de once hijos, que con la formación usual de las mujeres de su tiempo –labores del campo y del hogar y prácticas piadosas– preparó y sostuvo a la guerrilla de Coromoro, enfrentando el terror de la Reconquista Española y movilizando la resistencia patriótica desde su hacienda familiar? Esa mujer que eligió la muerte, en vez de la delación, cuando fue detenida el 12 de julio del mismo año de nuestra independencia definitiva en 1819, –¡qué mala suerte: por unos pocos días! – le dio el nombre a la Casa de la Mujer que se levanta hoy en Pinchote y que, según dice la placa, fue erigida en honor a la mujer luchadora y trabajadora
. Nótense las palabras: luchadora y trabajadora
: esas virtudes que pueden configurar todo un talante parecen reforzar el "elogio a
