Florilegio
Por Alfonso Gálvez
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Durante muchos años, A. Gálvez ha escrito muchos poemas de una belleza poética que enlaza con los clásicos de la poesía mística española del Siglo de Oro. Muchos de ellos han sido insertados en sus distintas obras, pero nunca habían sido recogidos en conjunto. En el año 20
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Florilegio - Alfonso Gálvez
FLORILEGIO
ALFONSO GÁLVEZ
Shoreless Lake PressÍNDICE
Nota a la 2ª Edición
Introducción
Capítulo 1
Si vas hacia el otero
Capítulo 2
Deja que te acompañe
Capítulo 3
A ver si el que yo quiero
Capítulo 4
En acabando juntos
Capítulo 5
Amado, yo quisiera
Capítulo 6
Amor a la Justicia
Capítulo 7
De noche se marchó
Capítulo 8
En la noche serena
Capítulo 9
Diálogo amoroso
Capítulo 10
El tiempo de amar
Capítulo 11
Verdadero diálogo y silencio
Capítulo 12
Si de nuevo me vieres
Capítulo 13
Capítulo 14
No digas que me quieres
Capítulo 15
Capítulo 16
El Maestro está aquí y te llama
Capítulo 17
De noche se marchó hacia la montaña
Capítulo 18
Ven por fin a mi lado
Capítulo 19
Esperando contra toda esperanza
Capítulo 20
La utopía de la paz
Capítulo 21
Por eso se alegra mi corazón
Capítulo 22
Esperanza y amor perfecto
Capítulo 23
Me siento lleno de consuelo
Capítulo 24
Mi amado, las estrellas
Capítulo 25
Ya no os llamo siervos
Capítulo 26
Diálogo amoroso y silencio
Capítulo 27
Es la voz del Esposo
Capítulo 28
El Gran Desconocido
Recapitulación
Notas
Florilegio by Alfonso Gálvez.
Copyright © 2023 by Shoreless Lake Press.
American edition published with permission. All rights reserved. No part of this book may be reproduced, stored in retrieval system, or transmitted, in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording or otherwise, without written permission of the Society of Jesus Christ the Priest, P.O. Box 157, Stewartsville, New Jersey 08886.
Second Printing
New Jersey U.S.A. — 2023
ISBN: 978-1-953170-33-0
ISBN: 978-1-953170-34-7 (e-book)
Published by
Shoreless Lake Press
P.O. Box 157
Stewartsville, New Jersey 08886
www.alfonsogalvez.com
NOTA A LA 2ª EDICIÓN
Se ha conservado el texto original, pero se han actualizado las referencias de muchos de los poemas a la nueva edición de los mismos, que revisó el autor en 2020 y que están publicados bajo el título: Cantos del Final del Camino
.
INTRODUCCIÓN
Un estudio en profundidad sobre la naturaleza de la Poesía tropezaría enseguida con el misterio. Y lo mismo puede decirse, ya más en concreto, con respecto a la Poesía religiosa, que también plantea cuestiones difíciles de resolver.
Probablemente muchos despacharán el problema asegurando que la Poesía no tiene nada que ver con el misterio. Y en cuanto a la Poesía religiosa, se apresurarán a decir que no es sino el arte poético de contenido específicamente religioso. El tema, sin embargo, es mucho más complejo de lo que puede parecer. No es posible honestamente dar por solucionadas ciertas cuestiones que, si bien pueden parecer sencillas a primera vista, no dejan de mostrar su extraordinaria profundidad a poco que se las considere.
El problema de la Poesía es uno de los muchos que, nada más ser planteados, todo el mundo cree conocer su solución. Pero que, sin embargo, llegado el momento de explicarlo, nadie es capaz de hacerlo de manera por completo satisfactoria.
La Poesía es la expresión de lo Bello —el Pulchrum— por medio de la palabra, ya sea oral o escrita. Lo mismo que la Pintura se vale de la imagen o la Música del sonido.
Pero el Pulchrum, junto con el Bonum y el Verum —los llamados transcendentales—, son a su vez la epifanía o mostración del Ser. ¹ De ahí que lo que a menudo se presenta como Poesía, pero cuyo contenido es nulo puesto que nada dice, o bien porque carece de belleza, en realidad no guarda mucha relación con lo que podría ser considerado como producto de las Musas de la Poesía. Aunque aquí no vamos a detenernos en un tema que ya ha sido tratado por mí con cierto detenimiento en otros lugares de mis obras. ²
En cuanto a la Poesía religiosa, podría definirse como aquélla cuyo contenido se delimita dentro del espacio de las creencias de la Religión. Desgraciadamente, si se tienen en cuenta las condiciones, aquí establecidas como necesarias, para calificar una composición literaria como auténtica Poesía, pronto se hace patente que la (verdadera) Poesía religiosa es asombrosamente escasa.
Ante todo, porque no pueden confundirse dos cosas tan distintas como son el verso y la poesía. Por supuesto que esta última puede configurarse tanto en forma de verso como en prosa…, siempre que la belleza se encuentre contenida en cualquiera de las dos modalidades. Por eso ha de tenerse en cuenta que una obra literaria no puede considerarse poética por el mero hecho de estar elaborada de modo versificado; sino que es preciso, además, que en su contenido resplandezca la belleza, expresada en este caso mediante la palabra. De ahí que, en cuanto a los temas de carácter religioso, un mero verso piadoso, por fervoroso que sea, no cumple todavía por ese simple hecho con las condiciones que exige el verdadero arte poético.
En este sentido, entre la escasa producción religiosa a considerar como verdaderamente poética, la poesía mística de San Juan de la Cruz sobresale como un producto aislado cuya indudable categoría está fuera de discusión. Existen otras poesías religiosas, no muy numerosas, dignas también de ser consideradas, como algunas rimas místicas de Santa Teresa, el famoso anónimo a Cristo Crucificado No me mueve mi Dios para quererte, ciertas Odas de Fray Luis de León, o algún soneto de Baltasar de Alcázar.
Quizá extrañe al lector la falta de citas de otros poetas clásicos de la Lengua Castellana. Circunstancia que no se debe a otra cosa que al hecho de que apenas si han cultivado la Poesía religiosa. Y en cuanto a las pocas composiciones que Lope de Vega, por ejemplo, dedica a la Poesía religiosa, nada hay que decir sino que no parecen ser precisamente de lo mejor de su obra. Por lo demás, poco puede decirse de los poetas más modernos en lo que se refiere a la Poesía religiosa, y menos aún si tenemos en cuenta las condiciones que consideramos necesarias para conceder valor poético a una composición literaria. Y con respecto a los contemporáneos, sólo resta hacer una comprensiva alusión a la gran multitud de poetas religiosos actuales, cuya ambición y buena fe son casi tan grandes como su falta de inspiración poética.
Tampoco debe sorprender al lector la circunstancia de que nunca traigamos a colación en nuestros trabajos a poetas extranjeros, salvo alguna rarísima excepción. La razón de este proceder estriba en que la Poesía es intraducible a otra lengua distinta a la de su nacimiento. Pues las ideas o conceptos se pueden expresar, a través de la prosa, según variadas y múltiples maneras que, en definitiva, no dependen exclusivamente de unas determinadas palabras (para algo existen los sinónimos y la multitud de estilos literarios) ni, por lo tanto, de un idioma determinado. Mientras que en la Poesía, por el contrario, su contenido depende a la vez de los conceptos y de las palabras expresamente utilizadas en este caso. Y siendo estas últimas absolutamente diferentes al traducirlas a otra Lengua, pierden con el cambio la belleza de la expresión (el concepto puede ser el mismo, pero no la palabra que lo expresa). Sin contar con las exigencias de la rima y con el hecho, por demás indiscutible, de que una misma palabra puede ser bella en un idioma (dentro o fuera del mismo contexto) pero no en otro, por más que se refieran al mismo concepto.
Por otra parte, el verdadero arte poético, expresivo en este caso de elevados sentimientos religiosos o místicos a través de la belleza del lenguaje, no precisa utilizar necesariamente palabras piadosas o de carácter religioso, tal como queda demostrado claramente, por ejemplo, en la poesía de San Juan de la Cruz.
Por lo demás, tampoco conviene apresurarse en identificar la poesía religiosa con la poesía mística. Pues, si bien es cierto que toda poesía mística es religiosa, no toda poesía religiosa es mística. Y si ya en el ámbito de la Espiritualidad cristiana se admite una diferencia, incluso esencial, entre la simple oración y la oración contemplativa, semejante diversidad habrá de ser tenida en cuenta también, mutatis mutandis, con respecto a esas dos clases de poesía religiosa. Sin olvidar lo dicho más arriba acerca de que lo piadoso no es sinónimo de lo bello.
A veces se tiende a creer que la poesía religiosa, por el hecho de serlo y puesto que la belleza es un ingrediente necesario del carácter poético, no puede faltar nunca como elemento de su contenido. La verdad, sin embargo, es que lo bello no va necesariamente ligado a lo religioso, de primera intención al menos. En la Biblia aparecen textos muy expresivos en sentido contrario: Soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y abyección para la plebe, ³ por no aludir a otros muchos de los Profetas e incluso también del Nuevo Testamento. Pues el propósito de la Biblia no es artístico sino didáctico, sin que obste para nada el hecho de contener libros tan eminentemente poéticos como El Cantar de los Cantares.
Alguien podría objetar, no sin cierto fundamento, que la sublime gloria de la tragedia de la Cruz, unida a la bondad de Dios por la cual ha otorgado al cristiano la posibilidad de compartir los sufrimientos y la muerte de su Hijo, poseen la inefable belleza que se podría esperar de uno de los más grandiosos designios divinos. Sin embargo, también debe tenerse en cuenta que la magnificencia que se desprende de tales gracias, concedidas tan generosamente al hombre, solamente es perceptible en el ánimo del discípulo de Jesucristo por vía indirecta, tanto por lo que hace a su contenido y efectos a percibir como por lo que se refiere al ámbito de la pura reflexión. Lo cual guarda poca relación con la Estética, cuyo esencial carácter consiste en mostrar el objeto meramente como Pulchrum, directamente y sobre todo ante la percepción sensorial del ser humano. No es la reflexión, sino la Estética, la que se relaciona con la contemplación directa del Pulchrum; y ya decía Santo Tomás que la belleza es percibida por el hombre a través de los sentidos de la vista y el oído.
Este libro es un sencillo comentario a algunas de las composiciones del autor, recopiladas especialmente en el opúsculo Cantos del Final del Camino, ⁴ en forma de breves capítulos y sin tratar de profundizar demasiado (en temas de por sí ya muy difíciles), a fin de que sea accesible a una gran mayoría de personas.
Puesto que el fin principal de la Poesía no es otro que el de manifestar sentimientos que de otro modo serían inexpresables, procurando para ello llegar hasta lo más íntimo del alma, o allí adonde no puede llegar la simple prosa, parece que el comentario a una obra de carácter poético no dejará de ofrecer dificultades. Por lo general, la explicación en prosa llana del contenido o significado de una obra poética no suele satisfacer a casi nadie. Tal como se desprende, por ejemplo, de la obra en prosa de San Juan de la Cruz, en la que el contraste entre la brillante belleza de sus poesías y la aspereza y complejidad de su prosa es bastante notorio; sin contar con que no siempre resulta patente el paralelismo que el Santo pretende establecer entre el lirismo de sus luminosas estrofas, de una parte, y las conclusiones doctrinales correspondientes, de otra.
Y con todo, si la Poesía es capaz de alcanzar rincones del alma a los que no puede llegar la prosa llana, tampoco ella es capaz de decirlo todo. Pues, siendo cierto que el corazón humano ha sido dotado de la capacidad de amar, con posibilidades de infinitud que, por eso mismo, nunca se pueden ver saciadas —hasta que no descanse en Ti, según decía San Agustín—, de ahí que la simple prosa siempre podría añadir algo a la Poesía; o al menos roturar para ella nuevos campos,