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Chile y América Latina: Democracias, ciudadanías y narrativas históricas
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Libro electrónico429 páginas5 horas

Chile y América Latina: Democracias, ciudadanías y narrativas históricas

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En 2010, la mayoría de los países latinoamericanos conmemoraron 200 años de vida independiente, dando lugar a diversas celebraciones y festejos públicos que, con gran boato, rememoraron los hitos, personajes y símbolos patrios que a lo largo de esas dos centurias dieron vida a los Estados nacionales. Al mismo tiempo y, al igual como sucedió durante las celebraciones del Centenario, la coyuntura también fue propicia para el surgimiento de reflexiones críticas respecto de los caminos transitados y de las posibilidades futuras de cada país. Entre los temas abordados, destacaron discusiones acerca de los procesos de formación de las nuevas repúblicas, las rupturas y continuidades de los sistemas políticos, los conflictos que amenazan a las actuales democracias, los problemas de representación ciudadana, la creciente brecha entre ricos y pobres, y la permanencia de instituciones de corte autoritario.
IdiomaEspañol
EditorialRIL editores
Fecha de lanzamiento26 jul 2023
ISBN9789560113900
Chile y América Latina: Democracias, ciudadanías y narrativas históricas

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    Chile y América Latina - Consuelo Figueroa

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    M. Consuelo Figueroa G.

    (editora)

    Chile y América Latina

    Democracias, ciudadanías y

    narrativas históricas

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    Chile y América Latina

    Primera edición: mayo de

    2013

    © M. Consuelo Figueroa,

    2013

    Registro de Propiedad Intelectual

    226.934

    © RIL® editores,

    2013

    Los Leones

    2258

    7511055

    Providencia

    Santiago de Chile

    Tel. Fax.

    (56-2) 22238100

    ril@rileditores.com • www.rileditores.com

    Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

    Epub hecho en Chile • Epub made in Chile

    isbn 978-956-284-983-8

    Derechos reservados.

    Prefacio

    M. Consuelo Figueroa G.

    En 2010, la mayoría de los países latinoamericanos conmemoraron 200 años de vida independiente, dando lugar a diversas celebraciones y festejos públicos que, con gran boato, rememoraron los hitos, personajes y símbolos patrios que a lo largo de esas dos centurias dieron vida a los Estados nacionales. Al mismo tiempo y, al igual como sucedió durante las celebraciones del Centenario, la coyuntura también fue propicia para el surgimiento de reflexiones críticas respecto de los caminos transitados y de las posibilidades futuras de cada país. Entre los temas abordados, destacaron discusiones acerca de los procesos de formación de las nuevas repúblicas, las rupturas y continuidades de los sistemas políticos, los conflictos que amenazan a las actuales democracias, los problemas de representación ciudadana, la creciente brecha entre ricos y pobres, y la permanencia de instituciones de corte autoritario.

    Fue en ese contexto cuando un grupo de académicos de la Facultad de Ciencias Sociales e Historia y el Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (ICSO), de la Universidad Diego Portales, inició un ciclo de reflexión que apuntaba al estudio de esas y otras temáticas, poniendo énfasis en dos aspectos que parecían centrales. Por una parte, promover una discusión multidisciplinar que, nutrida desde las miradas provenientes de la sociología, la politología, la antropología y la historiografía, propiciara un diálogo amplio tendiente a pensar los problemas desde distintas posiciones analíticas y, por otra, incentivar el uso de enfoques metodológicos que privilegiaran perspectivas comparadas, centrados particularmente en el estudio de problemáticas regionales latinoamericanas dentro de un marco global. En las discusiones tomaron forma algunas materias específicas que marcaron el debate y que aludían a conflictos generalmente invisibilizados y de larga data, asociados con las violencias implícitas en las narrativas históricas nacionales, las formas de exclusión ciudadana según categorías de género o raza, o con los nuevos modos de concebir las ideas de democracia en el marco de Estados neoliberales.

    Al mismo tiempo, se acordó alejarse de las tradicionales miradas autocomplacientes y celebratorias, así como de los análisis circunscritos y aislados dentro de las fronteras impuestas por los Estados-naciones, para situarnos en una reflexión que complejizara, tensionara y des-centrara el debate sobre la construcción histórica y actual de esos Estados. En este sentido, la conmemoración del Bicentenario constituyó un momento clave para re-visitar críticamente no solo las trayectorias de las repúblicas independizadas en las primeras décadas del siglo XIX, sino igualmente la constitución de Estados-nacionales como entidades individualizadas y diferenciadas entre sí.

    Al respecto, ha sido común que los estudios, provenientes tanto de las ciencias sociales como de la historia, reconozcan al Estado-nación como el marco analítico natural que, como tal, dotaría de un sentido de universalidad sus saberes disciplinares. Ciertamente, el influjo ejercido por las formas de conocimiento derivadas del pensamiento europeo occidental ilustrado ha jugado aquí un papel clave, convirtiendo al Estado-nación en el sujeto de acción y el objeto de estudio por excelencia. Hacer frente a la naturalización de este tipo de aproximaciones es uno de los propósitos que persiguió este proyecto. Desde esta perspectiva, la propuesta fue traspasar los límites de esa supuesta universalidad para abordar aquello o aquellos que han quedado cautivos de la exclusión.

    Algunas de las interrogantes que resultan clave en este debate se relacionan con las siguientes preguntas: ¿cómo abordar conflictos, tantas veces obliterados, sin desatender las heridas que provoca el largo silencio en que han estado sumidos? ¿Cuáles son las coordenadas que nos llevarían a la constitución de un Estado más democrático e inclusivo? ¿Cómo repensar la historia nacional, en perspectiva comparada, de modo de terminar con las exclusiones discursivas y prácticas? ¿Cuáles serían los elementos que debieran informar conceptos, en la actualidad tan elusivos, como democracia, ciudadanía o Estado-nación? ¿Cuáles son los desafíos actuales que debiéramos enfrentar en la consecución de un futuro menos violento y más integrador?

    Para ello, el libro que se presenta se articula en torno de tres ejes temáticos como resultado de las reflexiones y debates producidos en el seminario internacional organizado por el ICSO y la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales en 2010, titulado Chile y América Latina en el Bicentenario: ciudadanías, democracias y narrativas históricas, en que participaron todos los autores aquí incluidos, además de los politólogos Hernán Cuevas y Cath Collins; y en el panel Nuevas ciudadanías: tensiones y disputas en el Chile del Bicentenario, presentado en el Congreso LASA-Toronto en el mismo año, al que concurrieron Hillary Caroll Hiner, Claudio Barrientos, Rolando Álvarez y Consuelo Figueroa, que, además, contó con los sugerentes y lúcidos comentarios de la historiadora Heidi Tinsman, constituyendo un decisivo aporte al desarrollo de sus respectivos trabajos. Los ejes de discusión son los siguientes:

    El Estado-nación desde los márgenes. Tradicionalmente los Estados-nación han sido concebidos como entidades originadas desde un centro nodal –histórico, geográfico, social y político– que actuaría con una lógica de expansión centrífuga desde el poder hacia sus márgenes. De hecho, la gran mayoría de los estudios abocados al análisis politológico, historiográfico, antropológico y sociológico acerca de problemáticas de carácter nacional, siguen esta misma lógica. Si bien existen importantes investigaciones centradas en las experiencias de sujetos o localidades regionales, suele suceder que estos siguen siendo pensados como tales –es decir, periféricos en relación al núcleo principal. La propuesta en este apartado es escudriñar en los relatos históricos, formación de identidades y construcciones discursivas de la nación, desde esos otros lugares/otros sujetos, pero concebidos, ahora, como núcleos de producción autónoma y dinamizadora de políticas, significados, imaginarios y decisiones dentro del orden nacional. La propuesta es des-centrar el análisis, situándonos en las antípodas de la tradicional concepción del Estado-nación.

    Partiendo del estremecedor impacto que provocan en América Latina y el mundo las macabras persecuciones, las torturas sistemáticas, la desaparición de personas, los secuestros y la persistente represión desatada en Argentina durante la llamada Guerra Sucia, instigada por la última dictadura militar de ese país, Ludmila da Silva Catela propone revisitar la historia narrada desde el Estado-nación, hurgando en sus intersticios, de forma de develar otras memorias –marginales al relato hegemónico– acerca de las prácticas de violencia allí ejercidas. En este caso, la autora apela a una reescritura de la hasta entonces aceptada historia nacional, para dejar ver el trasfondo oscuro que encierra.

    Por su parte, Consuelo Figueroa analiza un ámbito aparentemente imparcial y objetivo como es el territorio y la geografía, en tanto disciplina de estudio, de manera de develar los influjos que llegan a tener este tipo de relatos descriptivos, pretendidamente neutros, en la racialización y deslegitimación de algunos sujetos respecto de su pertenencia a la nación y el ejercicio de sus derechos ciudadanos. Estudiando los textos escolares de geografía publicados entre las décadas de 1880 y 1930 en Chile, la autora expone los mecanismos a través de los cuales las descripciones geográficas definen la existencia legítima de algunos sujetos como nacionales, en relación con su actuación protagónica en una temporalidad cronológica, y la violenta exclusión de otros, a partir de su reclusión en una naturaleza indómita, hostil y, fundamentalmente, a-histórica.

    En relación al capítulo de María Luisa Méndez y Modesto Gayo, este busca problematizar los discursos sobre identidad nacional producidos en el marco de la conmemoración del Bicentenario en Chile. Para ello, sus autores indagan en las complejas relaciones existentes entre una idea singular de identidad nacional vis a vis la pluralidad y diversidad de las identidades regionales. Tomando en cuenta la constitución altamente centralista del Estado chileno en los 200 años de historia desde su independencia en adelante, los autores abordan las paradojas que entraña la actual aplicación de políticas regionalistas, tendientes al fortalecimiento de identidades regionales, y el robustecimiento de un discurso de identidad nacional singular que, lejos de oponerse en términos de los intereses involucrados, los alinea dentro de un mismo imaginario de pertenencia.

    Los debates en torno a la democracia. El concepto de democracia ha sido tal vez uno de los que más debates, enfrentamientos y pasiones ha generado durante la última centuria, especialmente en América Latina, donde la recurrencia de golpes de Estado y dictaduras ha marcado la pauta de, prácticamente, todo el siglo XX. Sin embargo, esta misma persistencia de la democracia como expresión política y símbolo máximo de los anhelos del Estado-nación ha devenido en la proliferación de nuevas características y particularidades que debieran nutrir, según distintas posiciones y sujetos, el significado del término. Los estudios que aquí se presentan abordan el estudio de algunas formas y contenidos que ha adquirido, en la actualidad, el concepto de democracia para algunos sectores específicos.

    Es el caso del artículo de Rolando Álvarez, quien analiza, desde una perspectiva comparada, el papel jugado por las elites económicas y empresariales de Perú y Chile en las décadas de 1980 y 1990. Situados ambos países en una coyuntura particular, signada por la instauración de sistemas neoliberales en contextos autoritarios y dictatoriales, estos grupos han sido concebidos como uno de los pilares centrales de los posteriores procesos de recuperación de las democracias y de la mantención de un crecimiento económico sostenido. Sin embargo, alejándose de las tradicionales interpretaciones que explican su actuar como meros poderes fácticos, como grupos convencidos de su papel en la consolidación de las democracias o bien como defensores de intereses corporativos a partir de políticas cortoplacistas, el autor se imbuye en las trayectorias seguidas por estos grupos para develar el carácter proyectual e ideológico de sus acciones en el ámbito político, lo que devendrá en una nueva concepción de la democracia, de corte neoliberal, estrictamente sujeta al devenir económico.

    Aludiendo también a las variaciones experimentadas por el concepto de democracia durante el período de transición en Chile, bajo la institucionalidad que ofrece la Constitución de 1980 promulgada bajo dictadura, Claudio Fuentes escudriña en las tres fases de reformas constitucionales impulsadas por las elites políticas –1989, los cambios parciales de la década de 1990 y 2005–, de manera de analizar las razones últimas que motivaron ese tipo de cambios y no otros. En su estudio, el autor distingue dos ciclos, con su punto de inflexión en 2005. El primero, que se extiende desde 1988 a 2005, se vincula con lo que denomina «democracia autocontenida», caracterizada fundamentalmente por los intentos por desbaratar los enclaves autoritarios impuestos por la dictadura. El segundo, iniciado en 2006, apunta a una profundización del concepto de democracia, signado por el reconocimiento de derechos sociales, políticos, civiles, económicos y culturales, el perfeccionamiento de las instituciones de representación y la descentralización del poder del Estado.

    Por su parte, María Teresa Zegada sitúa su estudio en el debate acerca del carácter pretendidamente universal y homogeneizante con que se ha impuesto la idea de democracia y participación ciudadana a partir de las ideas eurocéntricas en el caso boliviano. Haciendo un recuento histórico de la trayectoria constitucional, la autora analiza, desde el contexto actual de crisis y transformaciones que están verificándose en ese país, las posibilidades y límites de la permanente exclusión de las mayorías indígenas. Su trabajo, elaborado desde una perspectiva comparada con la experiencia de otros países latinoamericanos, ilumina con gran acierto las tensiones, aún irresueltas, como señala el título de su artículo, acerca de las concepciones de democracia y ciudadanía en clave liberal decimonónica, cuando estas se instalan en realidades políticas y socioculturales plurales y heterogéneas.

    Reformulaciones de la ciudadanía. Uno de los principales desafíos a los que se enfrentan los actuales Estados nacionales está vinculado con las distintas formas de inclusión y exclusión que ellos mismos generan. Si bien la ciudadanía ha sido uno de los modos clásicos de inserción/expulsión respecto de la nacionalidad y participación en la institucionalidad estatal, emerge la interrogante sobre qué tipo de ciudadanía es la que estos han privilegiado y siguen privilegiando. Los artículos que aquí se proponen discuten, justamente, los conceptos de ciudadanía en un sentido amplio, desafiando la tradicional idea que la asocia con la mera participación electoral o con ciertos derechos civiles básicos, pero claramente restrictivos. Desde esta perspectiva, y a la luz de las transformaciones políticas, sociales y económicas acaecidas en las últimas décadas junto con los nuevos debates académicos develadores de los fuertes grados de violencia que ha supuesto el concepto de ciudadanía tradicional, se plantea la reformulación del concepto, a partir del estudio de sujetos y categorías analíticas tradicionalmente ignoradas.

    El artículo de Ana Cárdenas analiza, justamente, las transformaciones que, en la práctica, ha operado el concepto de ciudadanía social moderna a partir de la reconfiguración de los mercados de trabajo introducida por economías más abiertas y desregularizadas. Para ello centra su estudio en el sector informal de trabajo, es decir, aquel situado en los márgenes de las normas estatales de regulación laboral y, por lo mismo, enfrentado a una desprotección del ejercicio de los derechos ciudadanos como fueron concebidos por las sociedades industriales, urbanas y modernas. A partir de varios estudios de casos de hombres y mujeres profesionales dedicados al teletrabajo a domicilio, una de las modalidades expandidas con mucha fuerza en el último tiempo en Chile, Ana Cárdenas analiza las reconfiguraciones que está adquiriendo el concepto de ciudadanía social, abordando los límites y posibilidades que ofrece.

    Hillary Hiner, por su parte, analiza las transformaciones sufridas, en estas últimas dos décadas en Chile, por la experiencia ciudadana de mujeres pobladoras en relación con el tema de violencia de género y políticas aplicadas desde la institucionalidad estatal. En términos epistemológicos, se sitúa en una noción de ciudadanía que podríamos definir como radical, toda vez que, apartándose de las estructuras sociales formales, la concibe desde las experiencias cotidianas de dominación, y las luchas por igualdad en la diferencia. Así, partiendo de la experiencia de un grupo de mujeres que se organizaron en una de las poblaciones de Talca, hacia mediados de los años ochenta, para hacer frente a las violencias provenientes tanto del Estado como de su entorno familiar, la autora da cuenta de las tensiones que emanaron, después de la recuperación de la democracia en el país, y que devinieron en la pérdida, por parte de esas mujeres, no solo de protagonismo, sino del derecho al ejercicio ciudadano real.

    Por último, Claudio Barrientos analiza las tensiones y paradojas que han emergido a raíz de las demandas de reformulación del concepto de ciudadanía para avanzar hacia nociones más inclusivas y plurales impulsadas por los movimientos indígenas de las últimas décadas en Chile frente a los gobiernos de la Concertación. A este respecto, el autor pone especial énfasis en la violencia con que estos gobiernos han respondido, manifiesta tanto en las políticas represivas aplicadas contra esos movimientos como en las prácticas discursivas que han terminado por diluir el conflicto en temáticas que no alteren las bases de la constitución del Estado nacional chileno. En un agudo análisis, el autor reflexiona sobre la naturaleza del Informe de Verdad Histórica y Nuevo Trato, en el marco de los informes de verdad producidos en las últimas décadas en el país, dando cuenta de las particularidades y contradicciones del primero en relación con la reescritura de una historia nacional, en pretérito, acerca de problemáticas que persisten en la actualidad.

    La invitación es, entonces, a seguir debatiendo y profundizando el análisis acerca de este tipo de asuntos y otros que suelen quedar en el olvido, no obstante su preeminencia en la configuración de nuestras sociedades. Esperamos que estas contribuciones permitan alimentar la discusión sobre las sociedades latinoamericanas desde perspectivas plurales y diversas, y que, en lo posible, favorezcan la generación de nuevas preguntas, miradas, sujetos y problemáticas para así evitar los peligros que conlleva su silenciamiento, y propender a la constitución de democracias y ejercicios ciudadanos más variados, tolerantes e inclusivos.

    El Estado-Nación desde

    los márgenes

    Pureza y nación

    Masacres, silencios y órdenes políticos¹

    Ludmila da Silva Catela²

    Desde los albores de la constitución de la República Argentina, la eliminación del «otro» fue una acción regular y periódicamente sustentada por el Estado a modo de imponer«la paz». Atacar a un adversario interno hasta provocar su exterminio o aniquilamiento fue una práctica posible, legitimada por los más diversos argumentos y formas de imposición simbólica. Así, ha decantado un esquema cultural argentino de una matriz de pensamiento y acción que ha acompañado la historia de la formación y consolidación del Estado y la cultura nacional. Se sabe que los modos de construcción y producción de la alteridad de aquellos sectores indeseados para el proyecto de la nación arribaron a una formulación diáfana en la oposición sarmientina «civilización y barbarie», dicotomía irreconciliable y asociada con otros pares de oposiciones binarias como cultura/naturaleza; sagrado/profano o bien/mal. La impronta de estos esquemas en un inconsciente nacional colectivo, se expresa en los modos de hacer política, aun la practicada por aquellos grupos que explicitan algún grado de repudio, crítica y reflexividad sobre esa matriz. La razón del uso de la violencia para imponer «la paz», tuvo a lo largo de estos dos siglos un factor común: la negación de la humanidad de ciertos «otros» que, tratados como enemigos políticos portadores de impureza moral, pueden y deben ser exterminados.

    Frente a la pregunta de cómo la desaparición de personas, la apropiación de niños, la tortura, el secuestro, los centros clandestinos de detención, las fosas comunes, fueron posibles, no debemos ni podemos aislar esta experiencia extrema de otras análogas sucedidas en el territorio argentino.

    En este texto realizaré un análisis sobre continuidades en el uso de la violencia para la anulación del indeseado: indio, comunista, subversivo u otro, a lo largo de la historia de la constitución de la nación argentina. Importa menos recorrer una descripción general o una historia lineal de las masacres, que ver las continuidades y rupturas de esos procesos de eliminación, así como la elaboración de silencios, olvidos y ciclos de memorias en torno de los modos en que las masacres se tornaron visibles o se silenciaron. Para esto es necesario pensar las memorias y las violencias en plural, indagando allí donde la memoria dominante evidencia olvidos y silencios.

    En las relaciones cotidianas, en la interacción entre los individuos, entre los grupos sociales y la nación (con sus agentes y especialistas), la violencia (étnica, urbana o política) conduce formas de comunicación, aguda manifestación reguladora de las relaciones sociales. En la tensión entre fuerzas «pacificadoras» y energías disparadas en un «conflicto» se delimitan los lugares y perfiles de víctimas, victimarios y espectadores. En síntesis, la reflexión sobre la violencia implica, desde un punto de vista antropológico, analizar los conflictos generados por relaciones de violencia como elementos constitutivos de las relaciones sociales, culturales y políticas. Por otro lado, orienta la mirada hacia las formas concretas de su manifestación, situadas local e históricamente: ¿qué personas o grupos se enfrentan o apelan a la violencia frente a hechos que consideran «injustos»? ¿Qué los lleva a matar y morir por sus concepciones políticas, sociales o étnicas? ¿Cuáles son las condiciones que motivan, a estas personas, a desatar este tipo de procesos?

    Tomando como eje y punto de referencia la última dictadura militar argentina, con sus características locales y su expansión nacional, propongo una mirada hacia atrás a partir de la pregunta sobre cómo –y qué aspectos– el uso de la violencia puede revelarnos sobre las maneras de imponer visiones de mundo y delimitar grupos, o sobre las formas de las comunidades de pertenencia y los mecanismos de exclusión que giran en torno a la idea de nación.

    Generalmente, cuando se piensa en un relato (el guión de un museo, la estructura de un manual, el discurso de un acto político, las guías en un sitio de memoria) que intente explicar los modos de construcción del enemigo y sus métodos para exterminarlo, se construyen respuestas con materiales históricos del corto plazo o con memorias cortas relativas al pasado reciente. Es lo que ha sucedido con respecto a las narraciones y memorias de la década del setenta en Argentina, como si este período hubiese sido una excepción histórica. No es casual que, ante la pregunta sobre la última dictadura militar las respuestas varíen en márgenes temporales bastantes acotados. Estos pueden retrotraerse, como máximo, hasta la década de 1960, la década de 1950 y, en un extremo, hasta la de 1930. Las respuestas generalmente están mediadas por las posturas políticas e ideológicas de quien intente considerar el origen político de la tragedia como modo de explicación. De esta forma, aparecen, como argumentos principales, eventos concretos de la historia, tales como la proscripción del peronismo, el Cordobazo o la persecución al comunismo. Cada una de estas explicaciones anuda comunidades de pertenencias políticas e identitarias muy fuertes y excluye, claramente, otros posibles relatos, actores y recorridos para comprender la complejidad del pasado reciente.

    Mi intención es entender y explicar lo que implica trascender el interés ideológico, personal y colectivo. No busco una «memoria completa», sino una memoria compleja, con sus grises y claroscuros, sus continuidades y rupturas.

    1 Una primera versión de este texto fue publicada digitalmente en el volumen 3 de la Revista Digital del Goethe Institut. 2010. http://www.goethe.de/ins/ar/cor/prj/bic/pub/vo3/es6626077.htm

    2 Doctora en antropología cultural. Académica de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Investigadora del Conicet y directora del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba.

    1. Una campaña al desierto…

    ¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes

    de América siento una invencible repugnancia sin

    poderlo remediar […]. Se los debe exterminar

    sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el

    odio instintivo al hombre civilizado.

    Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)

    Todos sabemos, por haber estudiado en los manuales escolares, los libros de historia, los relatos televisivos, las novelas de ficción o el cine, algo sobre la Campaña al Desierto emprendida en la década de 1870 por el general Roca³ y pensada y conceptualizada intelectualmente por el Instituto Geográfico Argentino, creado en 1879. De esa Campaña se guardan, en la memoria colectiva, imágenes y representaciones que abarcan diversos episodios⁴. No es una memoria homogénea, sino más bien polarizada entre quienes argumentan que allí hubo un genocidio y quienes aún hoy la defienden como un modelo de contacto y civilización⁵. Sin embargo, como idea central, dos imágenes aparecen en pugna: por un lado, la expansión de la «civilización» sobre el territorio «desierto» que debía conquistarse y, por otro, las grandes redadas a poblaciones indígenas masacradas en nombre de esa expansión. Es singularmente llamativo como, cuando aprendíamos esto en la escuela, raramente nos preguntábamos «…pero si había un desierto, ¿cómo era posible que se masacraran pueblos enteros?». El odio al indio construido desde intelectuales nacionales como Sarmiento u otros, la constitución de imágenes sobre el «miedo al malón», la construcción de un mal engendrado en estas tierras a partir de la idea del «salvaje» y un modelo de patria donde el «blanco» era sinónimo de progreso, entre otras cuestiones, constituyeron poco a poco, políticas donde el exterminio, la eliminación y la desaparición de ese otro-indio eran necesarias para construir un nosotros «los argentinos».

    El libro Pureza moral y persecución en la historia, de Barrington Moore (2006), intenta comprender cuándo y por qué unos seres humanos asesinan y torturan a otros, a los que se presenta como una amenazadora fuente de contaminación por mostrar ideas religiosas, políticas, étnicas y económicas diferentes. Para el autor, es evidente que el elemento más importante de este problema lo constituyen las ideas antiguas y las que se tienen en la actualidad sobre el propio concepto de «contaminación», que no es, en caso alguno, estanco, sino que cambia con el tiempo. Lo interesante, entonces, es descubrir en qué clase de contextos aparece y reaparece esta combinación de ideas y de acciones. Moore parte de una pregunta general: ¿hasta dónde debemos remontar nuestra investigación en busca de formas de pureza moral con poderosos componentes de violencia? Su respuesta es obvia, como él mismo afirma, en el Antiguo Testamento se recogen acontecimientos tales como la invención del monoteísmo y las luchas sangrientas que fueron compañeras de su propia expansión y arraigo. El monoteísmo, en su más directo sentido de creencia en un Dios y solamente uno, implica necesariamente encontrarse en posesión del monopolio de la gracia y la virtud que distingue a sus miembros de otras religiones parecidas y competidoras. La competencia fue, y sigue siéndolo, bárbara y cruel. Podemos agregar aquí que, de manera similar, cuando se piensa en una y solo una posibilidad de construcción de nación, la idea de contaminación aparecerá y se resignificará a lo largo de la historia.

    Durante más de un siglo hubo pocos contra-relatos de la Campaña al Desierto. En términos de construcción de la memoria oficial y dominante, la nación incluyó a Roca en el panteón de los héroes nacionales, bendiciendo con su nombre pueblos, calles, estatuas, e incluyendo su imagen en libros escolares, fechas conmemorativas y, por supuesto, en los billetes de circulación cotidiana en el mercado de intercambios monetarios. Así, su figura ha sido producida, distribuida y usada para referenciar la nación, el «nosotros». Fue a partir de las propuestas de diferentes intelectuales argentinos como Osvaldo Bayer⁶ y de los procesos de re-etnización, que la memoria dominante comienza a ser cuestionada, apareciendo otras versiones en el espacio público. Se intenta cambiar los nombres de calles, se realizan actos de repudio frente a estatuas de los antes pretendidos héroes nacionales y aparecen en escenas las «tan temidas» y «desaparecidas» comunidades indígenas como «nuevos» actores sociales⁷.

    Esta re-lectura de la Campaña al Desierto empuja al espacio de lo público a diversos grupos que se creían «exterminados», como los huarpes, los wichis, los pilagá y otros. Son ellos, a partir de las acciones de sus caciques –y, debe decirse, de un grupo de historiadores, antropólogos y abogados­– que quienes pueblan de otras memorias que, hasta ese momento, habían circulado por el espacio privado, siendo transmitidas de generación a generación. Memorias subterráneas ni olvidadas ni silenciadas, sino estratégicamente guardadas en la transmisión oral y, generalmente, a través de los idiomas nativos. Como todo proceso de memoria que explota en el espacio público, sus ondas expansivas son difíciles de determinar. Lo interesante de este proceso fue la recuperación de múltiples capas de memorias. En palabras de uno de los líderes wichis: «… nosotros transmitimos a nuestros hijos que la civilización mostró como trofeo, muchas veces, los testículos de nuestros antepasados y que nos querían encerrar como a animales sueltos. Pero ¿qué saben de nosotros…? No saben nada»⁸.

    La aparición de las comunidades indígenas en el espacio público, silenciadas y despojadas de todos sus derechos, o, mejor dicho, «incorporadas» bajo la noción de ciudadano argentino por el Estado nacional que, durante años, ni siquiera las reconoció en sus censos, es, a mi modo de ver, por lo menos inquietante. Vale aquí la pregunta de Pierre Nora sobre los procesos sociales de la memoria y, más específicamente la pregunta: ¿para qué sirve la memoria? Nora resalta que esta, a diferencia de la historia, se caracteriza por sus reivindicaciones de emancipación y liberación, a menudo popular y siempre contestataria. Al mismo tiempo, la reivindica como la historia de aquellos que no tuvieron derecho a la historia y reclaman su reconocimiento. Así, las memorias sociales y colectivas de este siglo que surgen de «(…) la insondable desgracia del siglo, del alargamiento de la duración de la vida, del recurso posible a los testimonios de sobrevivientes, de la oficialización también de grupos y de comunidades, ligadas a su identidad, su memoria, su historia (los tres términos son equivalentes)», tienen la pretensión de proveernos de una «(…) verdad más ‘verdadera’ que la veracidad de la historia, la verdad de lo vivido y de lo recordado –recuerdo del dolor, de la opresión, de la humillación, del olvido–, cualquiera sea, en síntesis, la parte de reconstrucción y de reconducción artificial de esta memoria»⁹.

    Así, Nora da pistas para comprender por qué, a más de un siglo, estas memorias emergen y revelan otros despojos, otros muertos, otras masacres. Lo que se concebía como una «domesticación del indio» para «civilizarlo», hoy es traducido y denunciado como aniquilación que se inició con la constitución de la nación, pero que se ha perpetuado, a lo largo de los años, bajo un proceso de reinvención de la oposición civilización/barbarie, en cada nuevo evento. Ante los peligros de «malón», el Estado nacional y la sociedad «blanca» temerosa respondieron con enfrentamientos, sangre y eliminación del otro, entendido como enemigo y, fundamentalmente, como un ser contaminante de la «pureza» nacional. Así en la región del Chaco argentino se sucedieron procesos de eliminación en San Javier (1904), Fortín Yunka (1919), Napalpí (1924), El Zapallar (1933) y Rincón Bomba (1947), por citar los más conocidos y públicos. La imagen que ofrece un cacique pilagá, en su denuncia de estos hechos, resume parte de esta historia en el mismo momento en que se produjo. Sin embargo, lo que resulta interesante es que, en su relato, ha incorporado las nociones de impureza y deshumanización con las que han sido consideradas en la matriz civilización y barbarie. En sus palabras, «… siempre quisieron barrer la maleza del patio, domesticando y matando al indio, para que la civilización avance…»¹⁰.

    3 «Recordemos que entre 1879-1889 la República Argentina llevó adelante la conquista militar del espacio pampeano-patagónico –proceso incorporado a la conciencia histórica común con el nombre de Conquista del Desierto– y, entre 1884-1917, expandió sus fronteras sobre el nordeste en la región chaqueña –acontecimiento conocido como Conquista del Chaco, del Desierto Chaqueño, del Desierto Verde, etc. Estos hechos, precedidos entre 1874 y 1875 por la Campaña de los Andes, de la Puna o «de Susques», contribuyeron con su resultado a la cristalización de la estructura de la República Argentina tal como hoy la concebimos bajo la matriz Estado-nación-territorio» (http://www.a-r-w-e-b.com.ar/isociologia). Como resultado de este proceso fueron exterminados, en los territorios de Pampa,

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