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Cómo funciona la industria de la ayuda: Política y práctica del desarrollo internacional
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Libro electrónico408 páginas5 horas

Cómo funciona la industria de la ayuda: Política y práctica del desarrollo internacional

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Arjan de Haan abordaba cuestiones fundamentales de la industria de la ayuda con el objetivo de dar respuesta a una pregunta en torno a la cual el ruido era cada vez más intenso: ¿funciona la ayuda al desarrollo? El autor demuestra de manera casi incontestable que la respuesta a dicha pregunta no solo se antoja imposible, sino que además reducir la discusión en torno a la cooperación internacional para el desarrollo a dicho enunciado es limitado y desenfocado. La complejidad de la noción de desarrollo, su vinculación irreductible con las manifestaciones de la pobreza y la multiplicidad de perspectivas en torno al significado de la ayuda invitaban a analizar la complejidad de la industria de la ayuda. En apenas década y media, el mundo ha cambiado de manera significativa. No obstante, la industria de la ayuda sigue siendo fundamental para superar los retos del desarrollo mundial, quizás más que nunca dadas las realidades globales del cambio climático y la pandemia del COVID-19. Pero ¿cómo funciona realmente esta industria? ¿Qué prácticas sigue y con qué efectos?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 jul 2023
ISBN9788413527871
Cómo funciona la industria de la ayuda: Política y práctica del desarrollo internacional
Autor

Arjan De Haan

Doctor en Historia Social por la Erasmus University Rotterdam (Países Bajos). Director de programas en el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), su investigación se centra en las políticas públicas y la pobreza en Asia. Ha sido coordinador del programa en política social del Instituto de Estudios Sociales en La Haya, donde también ha desarrollado la base de datos de Índices de Desarrollo Social. Antes de eso, trabajó en el Departamento de Desarrollo Internacional de Reino Unido en Londres, India y China, y dirigió la Unidad de Investigación sobre la Pobreza en la Universidad de Sussex. Ha publicado numerosos trabajos y es coeditor de la Canadian Journal of Development Studies.

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    Cómo funciona la industria de la ayuda - Arjan De Haan

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    Índice

    PRESENTACIÓN

    PREFACIO

    CAPÍTULO 1. ¿POR QUÉ SE IMPUGNA LA AYUDA?

    CAPÍTULO 2. DEFINIENDO EL SECTOR DE LA AYUDA AL DESARROLLO

    CAPÍTULO 3. ¿PUEDE LA INDUSTRIA DE LA AYUDA DEJARSE LLEVAR?

    CAPÍTULO 4. LA EVOLUCIÓN DE LOS ESTUDIOS SOBRE EL DESARROLLO

    CAPÍTULO 5. APLICACIÓN DE PROYECTOS DE DESARROLLO

    CAPÍTULO 6. LA IMPORTANCIA DE LA GOBERNANZA

    CAPÍTULO 7. TEMAS TRANSVERSALES

    CAPÍTULO 8. ¿QUÉ ES LO QUE FUNCIONA? ¿ Y CÓMO LO SABEMOS?

    CAPÍTULO 9. RETOS ACTUALES

    LISTADO DE SIGLAS

    BIBLIOGRAFÍA

    NOTAS

    Arjan de Haan

    Cómo funciona la industria

    de la ayuda

    Política y práctica del desarrollo internacional

    Traducción de Libertad González Abad

    SERIE DESARROLLO Y COOPERACIÓN

    DIRIGIDA POR ESTEBAN SÁNCHEZ MORENO

    TRADUCIDO POR Libertad González Abad

    DISEÑO DE CUBIERTA: PABLO NANCLARES

    © Arjan de Haan, 2023

    EDICIÓN EN LENGUA INGLESA © LYNNE RIENNER

    PUBLISHERS, INC., 2023

    ESTA EDICIÓN SE PUBLICA EN COLABORACIÓN CON LYNNE RIENNER PUBLISHERS, INC.

    © Los libros de la Catarata, 2023

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    © Instituto Universitario de Desarrollo

    y Cooperación (IUDC), 2023

    Donoso Cortés, 63

    28015 Madrid

    Tel. 91 394 64 09

    IUDCUCM@UCM.ES

    Cómo funciona la industria de la ayuda.

    Política y práctica del desarrollo internacional

    isbne: 978-84-1352-787-1

    ISBN: 978-84-1352-739-0

    DEPÓSITO LEGAL: M-18.684-2023

    THEMA: GTP/KCM/JPSN

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    Presentación

    La obra How the Aid Industry Works: An Introduction to International Development fue publicada en un mundo notablemente diferente al mundo en el que se publica esta edición de Los Libros de la Catarata. En efecto, este libro fue escrito y publicado por primera vez en 2009, cuando la Gran Recesión aún no había mostrado todo su efecto performativo en las desigualdades a nivel global. Ya en ese momento su impacto fue sobresaliente, tanto por la solidez de su análisis en torno a las políticas y programas de cooperación para el desarrollo como por el carácter provocativo de sus argumentos. Ya en ese momento Arjan de Haan abordaba cuestiones fundamentales de la industria de la ayuda con el objetivo de dar respuesta a una pregunta en torno a la cual el ruido era cada vez más intenso: ¿funciona la ayuda al desarrollo? El autor demuestra de manera casi incontestable que la respuesta a dicha pregunta no solo se antoja imposible, sino que, además, reducir la discusión en torno a la cooperación internacional para el desarrollo a dicho enunciado es limitado y desenfocado. La complejidad de la noción de desarrollo, su vinculación irreductible con las manifestaciones de la pobreza y la multiplicidad de perspectivas en torno al significado de la ayuda invitaban a analizar la complejidad de la industria de la ayuda. Y eso es lo que el autor ofreció en 2009.

    En apenas década y media, el mundo ha cambiado de manera significativa. La constatación de los efectos sociales e institucionales de la Gran Recesión mostró la necesidad de replantear la noción de desarrollo. En dicha línea, en 2015 la narrativa de la Agenda 2030 sitúa a la industria de la ayuda ante el reto de abordar el desarrollo en su vinculación no solo con la pobreza, sino también y de manera patente con el bienestar, interpelando a las instituciones para demostrar que las políticas y programas de ayuda son o pueden ser eficaces. Que la ayuda tiene o puede tener un papel en la construcción de un desarrollo sostenible también en su dimensión social.

    A este escenario se añadieron pronto las consecuencias inmediatas y futuras de la pandemia COVID-19, cuya estimación se encuentra aún en curso. Nos referimos, por tanto, a dos crisis globales (la Gran Recesión y la pandemia) que han planteado nuevos retos de desarrollo en un nuevo escenario de desigualdad, emergencia climática e incertidumbre global. En este nuevo escenario, la alianza entre Los Libros de la Catarata y el Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid presentan la actualización que Arjan de Haan ha hecho de Cómo funciona la industria de la ayuda (nuestra traducción), desde la convicción de que esta obra ofrece claves innovadoras para comprender los retos que afronta no solo la industria de la ayuda, sino la cooperación internacional en general. Una obra que ofrece claves para interpretar los destellos distópicos de esta globalización y su impacto desigual en el planeta.

    Esteban Sánchez Moreno

    Director de la Colección Desarrollo y Cooperación

    Prefacio

    El desarrollo internacional, o la ayuda, es un gran negocio que gasta anualmente unos 250.000 millones de dólares en las economías de menores ingresos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), adoptados por las Naciones Unidas en 2015, proporcionan un marco unificador para la ayuda y han sido asumidos por muchas empresas privadas, así como por organismos oficiales de ayuda. Sin embargo, los ODS unifican a las agencias de desarrollo solo a nivel normativo; el marco no incluye acuerdos sobre cómo debe prestarse la ayuda y cómo debe medirse su impacto, ni sugiere mecanismos de rendición de cuentas.

    En 2007, el Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico señaló que el número de organizaciones de ayuda era desconcertante, y ese número ha seguido aumentando. China se ha convertido en un actor mundial en el sector de la ayuda; muchos países más pequeños han puesto en marcha programas de ayuda y los donantes privados han pasado a desempeñar un papel cada vez más importante. Se ha escrito mucho sobre lo diferentes que son estos nuevos programas de ayuda de los antiguos. Sin embargo, esos antiguos donantes también han operado de formas muy variadas, en función de sus propias circunstancias políticas e institucionales.

    Un estudio del Banco Mundial del año 1998 concluía que la ayuda exterior en diferentes épocas y diferentes lugares ha sido… muy eficaz, totalmente ineficaz y todo lo demás (Banco Mundial, 1998). Veinticinco años después, esa conclusión sigue siendo válida, y los académicos y periodistas continúan elogiando los éxitos de la ayuda, como en la lucha contra las enfermedades, y condenando su fracaso, como en Afganistán o en África, donde la economista de origen zambiano Dambisa Moyo concluyó que la ayuda está muerta.

    Frente a esta complejidad cada vez mayor y a las diferencias en la forma de evaluar los resultados de la ayuda, este libro ofrece una visión general de las prácticas de la industria del desarrollo internacional. Se ha escrito mientras la pandemia de COVID-19 sigue muy presente y la crisis climática va en aumento, exigiendo ambas una mayor acción y solidaridad mundiales. Los trascendentales cambios que se están produciendo en el orden político y económico mundial están creando presiones opuestas sobre la industria de la ayuda con sus orígenes en la posguerra. Las economías emergentes reclaman su lugar en los foros mundiales, mientras que el populismo en los antiguos países donantes y los debates sobre la descolonización influyen en los debates internacionales sobre el desarrollo. El 11 de septiembre de 2001 y la invasión de Ucrania representan momentos de intensificación de las tensiones mundiales con importantes repercusiones en la industria de la ayuda.

    El libro pretende llenar un vacío en la bibliografía sobre desarrollo internacional, centrándose en una descripción de las prácticas de ayuda en todo el mundo: qué son, cómo han evolucionado y cuáles son los debates en torno a ellas. Las descripciones de las prácticas y los debates se ilustran con ejemplos de proyectos y programas en contextos específicos. Muchos de los ejemplos se basan en mi experiencia personal en India y China, aunque, por supuesto, no son en absoluto representativos de todos los países en desarrollo.

    La experiencia de impartir un curso sobre las prácticas del desarrollo internacional a estudiantes universitarios de la Universidad de Guelph, en Ontario, me proporcionó la motivación y la idea para este libro. Los estudiantes, generalmente conscientes de la crítica del desarrollo internacional, suelen estar comprometidos con la causa de este mismo desarrollo, pero carecen de base suficiente para evaluar la crítica. Suelen manifestar su deseo de conocer mejor las prácticas y de hacerse una idea de los múltiples enfoques de la ayuda internacional. En 2005, experimenté una escasez de textos básicos que pudieran introducir a los estudiantes en las prácticas del desarrollo internacional; en 2022, con una industria de la ayuda aún más compleja y con el creciente papel de las economías emergentes y de los actores del sector privado, este sigue siendo el caso. Pero también han cambiado muchas cosas, lo que me ha motivado a escribir esta nueva edición. Espero que sea de utilidad para los estudiantes de desarrollo internacional, así como para los profesionales, administradores y gestores del desarrollo que busquen perspectivas diferentes sobre la compleja industria de la ayuda y su lugar en las relaciones y la política internacionales.

    El texto es lo más neutral posible, en el sentido de que ofrece los argumentos de defensores y detractores, pero también analítico, ayudando al lector a comprender las prácticas desde distintas perspectivas. El libro no es ni una defensa ni una crítica de la ayuda al desarrollo; no es ni optimista ni pesimista. Dada la diversidad de prácticas de desarrollo y de formas de medir los resultados, puede resultar imposible evaluar si la ayuda funciona. Siento mucha simpatía por muchas de las críticas al desarrollo internacional, pero también creo que unos comentarios más sistemáticos y bien informados pueden hacer que la ayuda sea más responsable.

    Las personas del sector de la ayuda que conozco están muy comprometidas y han aportado importantes contribuciones, reconocidas por los socios de las zonas pobres del mundo. Las organizaciones internacionales han contribuido —aunque quizá no lo suficiente o no lo bastante rápido— a atajar la crisis del VIH/SIDA, y a menudo se han enfrentado a la resistencia del Norte, pero también de los gobiernos del Sur. Aunque a veces el Banco Mundial ha dado consejos equivocados, y no cabe duda de que necesita una reforma, creo en la observación de Sebastian Mallaby, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, de que la mayoría de los empleados del Banco se habían incorporado a la institución porque querían luchar contra la pobreza (Mallaby, 2005: 47). No creo que las organizaciones no gubernamentales sean en general mejores, o peores, a la hora de prestar ayuda. En este libro intento no tomar partido, sino ayudar a los lectores a formarse su propia opinión.

    Por último, unas palabras sobre el título del libro, en particular la referencia a la industria de la ayuda. Según mi experiencia, el mundo del desarrollo o de la ayuda internacional es —y debería ser— una industria, una rama de la actividad económica. Aunque utiliza dinero público (de los contribuyentes) y donado voluntariamente, los administradores profesionales, muchos de los cuales tienen largas carreras en el desarrollo internacional, desembolsan los fondos de manera profesional, con procedimientos e informes generalmente estrictos. El libro de Silke Roth (2015) es un excelente relato de lo que mueve a estas personas. Aunque muchos de estos funcionarios están bien pagados y, de hecho, a menudo vuelan en clase business en lugar de en clase turista, la mayoría de las personas del sector de la ayuda están comprometidas y son trabajadoras.

    Utilizo la palabra ayuda en lugar de desarrollo¹. El resultado deseado de la industria es el desarrollo, sin dejar a nadie atrás, como se afirma en el marco de los ODS, pero el enfoque de este libro es cómo la industria de la ayuda contribuye a este objetivo, y esto es sobre todo a través de la prestación de asistencia financiera. Muchos argumentan que la palabra ayuda sugiere un desequilibrio en las relaciones de poder. Estoy de acuerdo, y creo que las relaciones deben ser mucho más igualitarias; reconozco que los términos que utilizamos —incluidos los de este libro— pueden reforzar las relaciones de poder (Khan et al., 2022). Pero la forma en que funciona el sector sigue siendo principalmente desembolsando ayudas, y muchos de sus defensores siguen expresando actitudes paternalistas. Aún queda camino por recorrer para que la industria se convierta en una industria del desarrollo. Cambiar simplemente el lenguaje no cambiará las prácticas.

    Los estudiantes del programa de desarrollo internacional de la Universidad de Guelph me dieron la motivación para escribir este libro. Durante mi breve estancia allí, me sorprendió su interés y compromiso con las cuestiones de desarrollo internacional. Kendra Warner me prestó una ayuda excelente en la preparación de la bibliografía del libro. Presenté parte del texto en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya y aprendí mucho sobre la importancia de reconocer la posición desde la que uno escribe. Desde entonces he tenido la oportunidad de hablar de prácticas de ayuda con estudiantes de las universidades de Carleton, Ottawa y McGill, y con mis colegas del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo. Mi estancia en Ottawa, en territorio no cedido algonquin anishinaabe, también me ha hecho comprender mejor las profundas raíces de las prácticas coloniales en las que operamos.

    Trabajando para el Departamento de Desarrollo Internacional de Reino Unido (DFID) en China, fui testigo de la aparición de un nuevo mundo de ayuda internacional, con especial énfasis Sur-Sur, y de una transición históricamente única de receptor de ayuda a donante. Me inspiraron mucho colegas y amigos como Qiao Jianrong, Sun Xuebing, Sarah Cook, James Keeley, Li Xiaoyun, Huang Chengwei, Adrian Davis, John Warburton y Ellen Wratten. Presenté el trabajo en el Centro Internacional para la Reducción de la Pobreza en China y me beneficié de las numerosas preguntas y comentarios que allí se hicieron.

    También he aprovechado los comentarios, sugerencias y debates de Shahin Yaqub, Rosalind Eyben, Paul Shaffer (sobre todo en el capítulo dedicado al seguimiento y a los métodos de análisis de la pobreza) y de Max Everest-Phillips (sobre la política de la ayuda). En Canadá, trabajando para el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, me he beneficiado de las ideas y la amistad de Federico Burone, Fred Carden, Adrian Di Giovanni, Coleen Duggan, Tarik Khan, Kerry Max, Rohinton Medhora, Martha Melesse y muchos otros.

    Capítulo 1

    ¿Por qué se impugna la ayuda?

    El desarrollo internacional es un gran negocio. Los flujos oficiales globales de ayuda del Norte al Sur superan los 150.000 millones de dólares anuales. En las últimas décadas, China, India, Turquía, Brasil y otros países han potenciado su papel como proveedores de ayuda y, con ello, han introducido enfoques diferentes. Las filantropías privadas internacionales han cobrado importancia y los recursos de la Fundación Bill y Melinda Gates, por ejemplo, superan el presupuesto anual de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La Fundación Gates fue también un importante donante para el desarrollo de las vacunas contra el COVID-19.

    El sector de la ayuda también es muy complejo. En 2007, el presidente del Grupo de Trabajo de Eficacia y Calidad de la Ayuda del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD), el organismo de la Organización para la Cooperación y el Desa­­rrollo Económico (OCDE) que reúne estadísticas dispersas sobre la ayuda y promueve la coordinación entre los donantes, señaló lo siguiente:

    Un profano en la materia podría sentirse desconcertado por la cantidad de actores, fondos y programas de ayuda. La última vez que la OCDE hizo recuento, había más de 200 organizaciones bilaterales y multilaterales que canalizaban la ayuda oficial al desarrollo. Muchos países en desarrollo pueden tener más de 40 donantes que financian más de 600 proyectos activos, y puede que aún no estén en vías de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Cedergren, 2007).

    Esa complejidad se refiere únicamente a los organismos oficiales, cada uno con sus propias estrategias y principios. Las asociaciones público-privadas han aumentado la complejidad y el número de donantes no deja de crecer.

    En los países en desarrollo suelen operar decenas de donantes que financian cientos de proyectos. Además, donantes como Estados Unidos tienen múltiples agencias dentro del gobierno responsables de diversas actividades de ayuda.

    Las políticas de las agencias, aparentemente siempre cambiantes, tienden a ser inaccesibles para los forasteros, y los procedimientos para el desarrollo de proyectos son largos y complicados. El lenguaje de la industria de la ayuda es a menudo intrincado, con muchas siglas. La ambición de la industria de la ayuda es amplia y no ha dejado de crecer: en 2015, en las Naciones Unidas, todos los países acordaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible: 17 objetivos con 231 indicadores.

    Aumenta el interés por la ayuda al desarrollo. Catástrofes como los terremotos de Gujarat y Haití, el tsunami asiático y el brote de ébola movilizan a gobiernos y sectores de la sociedad civil, incluidas las comunidades de la diáspora. El ciclón de 2008 en Myanmar y el terremoto en China dieron lugar a un mayor protagonismo de la comunidad internacional. En los países de la OCDE, el interés por el desarrollo internacional suele estar alimentado por celebridades que abogan por causas específicas, como Madonna, Angelina Jolie, Rihanna, Idris Alba, Oprah, Bono y Bob Geldof, o la organización WE Charity, con sede en Toronto, que moviliza a los jóvenes de Norteamérica y Reino Unido².

    La coalición Jubileo 2000 promovió con éxito el alivio de la deuda de los países más pobres y endeudados, y la campaña Make Poverty History (Hacer que la pobreza pase a la historia) de 2005 defendió un aumento sustancial de los compromisos de ayuda. Esto incrementó la concienciación y el interés en el sector de la ayuda mucho más allá de la anterior defensa popular del alivio, como se vio durante la emergencia del Sahel a finales de la década de 1970. La antiglobalización y otros tipos de protestas similares suelen poner al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional (FMI) en el punto de mira de la opinión pública mundial, y las protestas de 2007 contribuyeron a la dimisión del presidente del Banco Mundial.

    Junto con la preocupación por aliviar las privaciones en el Sur, los problemas de seguridad mundial centraron de nuevo la atención en los esfuerzos de ayuda mundial. En Estados Unidos, tras los atentados terroristas del 11-S, el desarrollo cobró importancia tras una década de relativo olvido y pasó a considerarse uno de los pilares de la seguridad nacional junto con la defensa y la diplomacia (Brainard, 2007a; Natsios, 2006). La guerra de Irak fue importante para los programas de ayuda. Afganistán se convirtió en un importante receptor de la ayuda de muchos países; la retirada estadounidense de Afganistán en 2021 fue seguida de debates sobre el impacto que tuvo y puede tener la ayuda en este contexto (Shah, 2021). La creciente interconexión mundial ha aumentado la preocupación por los efectos indirectos que se perciben del subdesarrollo, incluso en forma de migración y terrorismo (Bermeo, 2017).

    El creciente populismo en los países de la OCDE ha puesto bajo presión los programas de ayuda³. Algunos países redujeron sus compromisos de ayuda y la orientación de la misma cambió. Por ejemplo, en Europa, sobre todo desde el rápido aumento del número de refugiados que llegaron en 2015, la disuasión de la migración se ha convertido en una consideración cada vez más importante de la ayuda al desarrollo, a pesar de las advertencias de los expertos de que es poco probable que esa ayuda logre ese objetivo. El Fondo Fiduciario de Emergencia de la UE para África (FFUE) para la estabilidad y para abordar las causas profundas de la migración irregular y los desplazados en África se convirtió en un instrumento político clave para integrar la ayuda con las políticas exteriores y de inmigración⁴.

    Tanto la pandemia de COVID-19 como la crisis climática han dado de nuevo a los debates sobre la ayuda al desarrollo una dimensión diferente. Ambas han puesto de relieve la naturaleza global de los retos de las políticas públicas, con llamamientos a respuestas globales unificadas, pero también marcadas diferencias Norte-Sur, incluidas las preocupaciones en torno a la desigualdad global de vacunas, la falta de compromiso por parte de los países del Norte, principales responsables del cambio climático, para financiar las inversiones necesarias en las economías de menores ingresos y, en términos más generales, un debilitamiento del multilateralismo (Benner, 2020) y una gobernanza global impugnada (Chaturvedi et al., 2020).

    La ayuda se ha estudiado desde distintos ángulos teóricos, como se describe en el capítulo 4, y estos pueden resumirse en una serie de opuestos. Las perspectivas realista y marxista se centran en el papel que desempeña la ayuda en el mantenimiento de las relaciones de poder mundiales; los especialistas de tradición liberal hacen hincapié en la ayuda como reflejo de la colaboración entre Estados. Las teorías socialdemócratas destacan que la ayuda exterior es una expresión de normas e ideas que contribuyen a mejorar la calidad de vida; los enfoques posmodernistas se centran en las prácticas de la ayuda como discurso y forma de ejercer el poder. La entrada de nuevos donantes como China ha aportado aún otras perspectivas.

    Por último, gran parte de la bibliografía hace mucho hincapié en la gestión de la ayuda, lo que ha sido criticado por algunos analistas, que destacan la importancia de las relaciones personales en la ayuda. Coincido con Carol Lancaster (2007) en que ninguna de estas teorías explica adecuadamente las complejidades de la ayuda: sus principios siempre reflejan una combinación de motivos y las prácticas de ayuda adquieren su propia dinámica en las instituciones responsables de su aplicación, como todas las políticas. Al final de este libro, tras un debate sobre cómo se mide el impacto de la ayuda, los lectores deberían poder emitir sus propios juicios sobre estas opiniones.

    El resto de este capítulo destaca los principales debates sobre la ayuda: si debe aumentar, si la forma en que se concede es eficaz y si se está volviendo irrelevante ante el aumento de los flujos financieros privados a través del comercio y las remesas. Esto no cubre todos los argumentos sobre la ayuda. En particular, no aborda la cuestión de si la ayuda puede reducir la pobreza, cuestión que se plantea a lo largo de todo el libro. Espero que el libro ayude a los lectores a formarse su propia opinión.

    Compromiso internacional para aumentar la ayuda

    Muchos afirman que no se presta suficiente ayuda. El economista Jeffrey Sachs ha abogado enérgicamente por más ayuda, incluso cuando era asesor de Kofi Annan, ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y con respecto a la creación de las Aldeas del Milenio, en las que se invirtieron más de 100 millones de dólares (Sachs, 2005; Munk, 2013). En Canadá, el antiguo dirigente político Stephen Lewis criticó en conferencias emitidas a nivel nacional a los países ricos por incumplir sus compromisos de ayuda (Lewis, 2005). La campaña Jubileo 2000 abogó por el alivio de la deuda. Las organizaciones de la sociedad civil abogan por invertir los flujos financieros netos de los países más pobres a los más ricos, incluido el traslado de beneficios de las multinacionales a paraísos fiscales. Los activistas climáticos sostienen que la financiación de los países ricos al Sur es insuficiente, incluso a la luz de la responsabilidad de los países ricos en los crecientes daños climáticos.

    Los llamamientos para aumentar la ayuda han sido habituales al menos desde la Segunda Guerra Mundial y la ayuda oficial ha seguido siendo una marca con valor que se cree que mejora la reputación de generosidad de los líderes nacionales (Kenny, 2020). Aunque el interés público sube y baja, los estudios sugieren que existe un apoyo público continuado a la prestación de ayuda. Por supuesto, los cambios políticos en los países donantes, como por ejemplo el auge del populismo en las dos últimas décadas, pueden modificar significativamente los enfoques de la ayuda, aunque se equilibran por los defensores dentro de los países, así como por la participación de estos en los foros mundiales.

    El periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial fue testigo de la financiación a gran escala a través del Plan Marshall, que proporcionó apoyo en infraestructuras a Europa. La ayuda a los países en desarrollo, centrada en la asistencia técnica y la cooperación, se apoyó en la teoría del desarrollo que identificaba las carencias financieras como el principal obstáculo al desarrollo. En 1951, una comisión creada por el secretario general de la ONU recomendó aumentar la ayuda a 5.000 millones de dólares anuales para ayudar a los países a aumentar el crecimiento económico hasta el 2% (Riddell, 2007: 27). Las organizaciones de voluntariado empezaron a ampliar su labor en los países en desarrollo.

    En 1969, una comisión creada por Robert McNamara, recién nombrado presidente del Banco Mundial, y presidida por el primer ministro de Canadá, Lester Pearson, publicó Partners in Development (El desarrollo, empresa común), que se convirtió en uno de los informes oficiales más citados para defender un aumento de la ayuda. El informe instaba a los países ricos a dedicar el 0,7% de su renta nacional bruta (RNB) al desarrollo internacional, y a alcanzar este nivel de financiación en el año 1975. Defendía un aumento simultáneo de la eficacia de la ayuda y se centraba en el desarrollo, con una atención menos explícita a la pobreza. El objetivo fue adoptado formalmente por las Naciones Unidas en 1970 y ha figurado en los debates internacionales desde entonces. Los niveles de ayuda aumentaron durante la década de 1970, pero el gasto medio no se acercó al objetivo.

    Este optimismo en torno a 1970 no duró mucho y fue rápidamente seguido por la relevancia en el ajuste estructural y la estabilización de las economías. Surgió la fatiga de la ayuda, basada en la percepción de que la ayuda no había dado resultados. No obstante, a lo largo de la década de 1980 continuaron los llamamientos para aumentar la ayuda, como aquellos en respuesta a las sequías y hambrunas en el Sahel y Etiopía, por parte del Banco Mundial en informes sobre África, y a través de la creciente participación de las ONG. Los niveles de ayuda siguieron aumentando.

    La década de 1990 —al final de la Guerra Fría y con problemas económicos y presupuestarios en países donantes como Estados Unidos y Japón— fue testigo de reducciones de la ayuda. El descenso de esta a los países más pobres puede haber sido incluso mayor que el descenso general (Browne, 2007). Las cantidades de ayuda a los países aliados, incluidos los regímenes corruptos y represivos, disminuyeron, pero simultáneamente los donantes pueden haber reducido su atención a los conflictos y la violencia en los países en desarrollo. Con la transición hacia las economías de

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