Santos, huacas y otras yerbas: Curanderos del siglo XXI
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Santos, huacas y otras yerbas - Mariana Gálvez Vásquez
Mariana Gálvez Vásquez (Lambayeque, 1998)
Es una periodista y escritora nacida en Chiclayo, Perú. Es Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC); y, actualmente, es becaria en la maestría de Estudios de Medios Internacionales que ofrece la Hochschule Bonn-Rhein-Sieg, la Universidad de Bonn y el medio internacional Deutsche Welle en Alemania. Trabajó en la producción de programas culturales e informativos en TV Perú y RPP TV. Además, fue docente de narrativa y televisión en Toulouse Lautrec. Ha publicado investigaciones sobre el género narrativo del podcasting y los nuevos medios digitales.
ORCID: 0000-0002-9611-1930
A Jaime, por las conversaciones y el debate.
A Sebastián y a Lolita, por el apoyo moral (e inmoral).
A mi abuelo, por enseñarme a respetar la tradición.
A mi abuela, por enseñarme a amar las letras.
A mi mamá, por creer en mis sueños.
Agradecimientos
Quiero usar estas líneas para reconocer a mi familia: Verónica, Marina, Pepe y Luciana. Gracias por su apoyo incondicional.
Gracias a los curanderos y espiritistas que entrevisté para este libro, especialmente a Deissy Olaya, Vicente Nolasco, Orlando Vera y Ramón Fernández.
Mi agradecimiento eterno a Lucho Millones y Renata Mayer, por acompañarme en este proceso y guiarme a entender al curanderismo desde la antropología. Gracias también a Jaime Pulgar Vidal por ser un gran profesor y amigo, y por apoyar el proyecto desde el inicio, a pesar de su miedo de que le haga brujería.
Gracias a Leonardo Cevallos por la ilustración de la portada, una reimaginación de los curanderos de las icónicas vasijas mochicas. Gracias a Martín González y a Alexandra Plasencia por su creatividad y amor por la fotografía. Gracias a Sebastián Fernández por las ediciones, revisiones y consejos.
Agradezco a mi equipo de Editorial UPC, especialmente a Fernanda Arris. Gracias a mi promoción de periodismo y mis profesores, a mis compañeros de trabajo y amigos, que nunca me dejaron de pedir el libro. Ahora, aquí está.
Prólogo
Es difícil resolver las distancias entre ser creyente y mantenerse como observador. Una posibilidad de lograr ese equilibrio es la que ha experimentado Mariana. Curiosamente, nos lo explica diciendo que su obra tratará de contar de aquellos (los curanderos) que dejaron de ser meros observadores de la divinidad que los rodeaba
. ¿Es acaso Mariana uno de ellos?
Quizá la autobiografía sea el camino posible para transitar entre el testimonio de quien mira y la fe del creyente. Las páginas que leo están escritas en primera persona, y les permiten abrir la posibilidad de jugar (historia o ficción) entre esos dos mundos.
Me gusta que se haya preocupado en mirar el pasado precolombino, eso habla muy bien de su vocación como periodista, preocupada en eludir la superficialidad. Las correctas menciones de la señora de Cao de la sociedad Moche y del rol que se atribuye al Willaq Umu de los Incas nos dan la certeza de un suficiente manejo del pasado precolombino. Su definición de periodismo, preguntarse qué cosas reales son interesantes de contar
, colocan a la autora en una razonable manera de entender su carrera.
Entra al meollo de su trabajo mencionando a dos maestros curanderos de prestigio: Santos Vera, de Túcume, y Eduardo Calderón, de Las Delicias (Moche), con lo que nos presenta un aval inmejorable para referirse a ese oficio en el Norte del Perú. Es una referencia profesional y un territorio de calidad misteriosa. La autora trata de colocar a su propia familia en circunstancias similares, pues ubica el teatro de este trabajo en Chiclayo, la más importante ciudad del departamento o región de Lambayeque.
Pero como la línea genealógica no suena convincente, Mariana lo nota, y prefiere convertir a la ruidosa provincia de Chiclayo en todo un espacio donde la magia
envuelve a sus pobladores, lo que en términos familiares se explica por la figura de su madre, culpable
de la normalización de los hechizos en la cabeza de Mariana y de su hermana Luciana. En este proceso, destaca el baño de yerbas al que se sometió la mamá cuando la autora del texto comentado era una niña.
Todo lo dicho tiene un ingreso para el lector en la inicial búsqueda de Mariana de un mercado dedicado a preparar pociones para encantos, recoger yerbas mágicas y orientar a los clientes en pos de curanderos hábiles. Le costó trabajo y varias páginas descubrirlo en el propio Mercado Modelo de Chiclayo, en la sección dedicada a ese menester, que también existe en todas las provincias del Perú.
En adelante, el texto presenta a varios brujos
a los que se les pregunta sobre su arte
y su vida. Así es como desfilan ante los ojos del lector: Vicente Nolasco Alejandría, Deissy Olaya de Vera; y el caso estrella con el que cierra su investigación: Ramón Fernández Julca, narrando con detalle las mesadas, limpias y curaciones en las que participó bajo su dirección, mencionadas con menos prolijidad en los maestros precedentes. Un acercamiento al tema, simpático y atractivo, del cual fui testigo.
El texto nos acerca al Maestro Curandero, con todo el realismo posible. No se trata de competir en pompas ni monumentos con las religiones establecidas, pero lo que nos ofrecen las sesiones es algo diferente: la capacidad de acercarse de persona a persona con lo que entendemos como lo sobrenatural. Nuestra conversación con ellos lleva la intimidad de poder narrar sufrimientos o contar alegrías escondidas a alguien que, en cierta forma, es igual a nosotros, pero que, al mismo tiempo, sabe las maneras de enfrentar problemas a partir de nuestra propia miseria.
Sabemos la larga historia de las persecuciones que han tratado de desaparecer este arte pero los miles de años en los que ha seguido ejerciéndose son prueba de su fortaleza, y de la urgencia con la que se le necesita.
El trabajo es bueno por la cercanía emocional que tiene la autora con el tema, y por las ganas que le puso a mostrar lo que sabe. El texto nos dice que pudo escribir mucho más, y que cada acercamiento con lo que se supone que sea el más allá la conmovió, y es así como logra transmitir esa sensación al lector.
Luis Millones
Historiador y antropólogo
atoqmillones@gmail.com
Lima, junio de 2019
Introducción
Con una rápida búsqueda en Google, lo descubro.
Me han mentido.
Me siento incómoda. ¿Cómo es posible?
Me han mentido.
Mercado de brujos en Chiclayo
. ¿Cómo?
Cuando me dijeron: ¡Ah!, en Chiclayo hay un lugar en el que venden piel de serpiente, cartílago de tiburón, ancas de rana, ¡el mercado de los brujos!
, pensé que seguro se trataba de otro lado. Algún mercadillo recóndito y escondido entre las decenas de pueblos jóvenes que decoran la Panamericana Norte. No había forma de que yo hubiese olvidado tales cosas.
Viví casi toda mi vida en Chiclayo y, aunque me mudé a Lima, nunca he perdido el contacto ni he olvidado sus rincones. ¿Cuál es ese mercado del que me hablan y del que no he escuchado? ¿Dónde se esconde? ¿Quién va? ¿Qué ocurre allí? ¿Por qué nunca fui?
Pero me he engañado a mí misma. El mercado no me es ajeno ni extraño. Habré estado ahí unas diez veces, cien veces, mil veces. En sus pasillos he comprado flores, cuadernos, frutas, trupán. Hasta calzones. He estado ahí, y no solo en el mercado, sino en el mismísimo pasillo de la brujería
. Como ese bolsillo en el lado izquierdo de tu pecho al que nunca le das bola. En el mismo lugar. Justo en el corazón de Chiclayo.
Desde la Plaza de Armas, basta que guíes tus pasos hacia el norte. Tropiezas con la aorta. Entre la municipalidad que resucitó de las llamas y el célebre hotel Royal