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Entre realismos
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Libro electrónico836 páginas11 horas

Entre realismos

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Este libro colectivo surgió del interés de establecer un diálogo a partir de los realismos de Zubiri y de Lonergan con el giro realista del siglo XXI. En el armado del texto surgieron también las voces del realismo científico y del realismo analógico.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ago 2023
ISBN9786078931071
Entre realismos
Autor

Francisco Vicente Galán Vélez (coord.)

Francisco Vicente Galán Vélez. Profesor e investigador de tiempo completo del Departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México (Ibero). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). También es profesor en el Instituto Superior Intercultural Ayuuk, en Oaxaca. Entre sus áreas de interés están la epistemología, la metafísica, la metodología filosófica y la filosofía del juego. Es especialista del pensamiento de Bernard Lonergan. Autor del libro: Una metafísica para tiempos posmetafísicos: la propuesta de Bernard Lonergan de una metametodología (México: Universidad Iberoamericana, 2014). Coordinador y editor del libro: La fascinación del deporte: Cuerpo, práctica, juego y espectáculo (México: Ediciones Navarra, 2019).

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    Entre realismos - Francisco Vicente Galán Vélez (coord.)

    Imagen de portada

    Entre realismos

    Entre realismos

    Francisco Vicente Galán Vélez

    (Coordinador)

    Universidad Iberoamericana

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2023 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Primera edición: junio 2023

    ISBN: 978-607-8931-07-1

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    ÍNDICE

    Prólogo, por Mauricio Hardie Beuchot Puente

    Introducción: Para un diálogo entre realismos, por Francisco Vicente Galán Vélez

    SECCIÓN I Realismo poscontinental

    ¿Por qué realismo poscontinental? Sobre el nombre del giro realista de la filosofía en el siglo XXI, por Ernesto Castro

    Principios para un nuevo realismo feminista, por María J. Binetti

    La inmanencia de otro mundo, por Quentin Meillassoux

    Una defensa del correlacionismo débil, por Laureano Ralón

    SECCIÓN II Xavier Zubiri

    Defender la realidad: ontologías realistas de Xavier Zubiri, a Manuel De Landa y Graham Harman, por Karla Castillo Villapudua

    Dos argumentos sobre la realidad absoluta, por José Alfonso Villa Sánchez

    Reología, un realismo nuevo, por Carlos Sierra-Lechuga e Ignacio Clavero Fernández

    Sobre el problema del conocimiento de la esencia en la filosofía de Xavier Zubiri, por Fernando Esau Ortiz Santana

    Acto, alteridad y realidad: para una metafísica hebrea, por Antonio González

    SECCIÓN III Realismo científico

    Verdad y realidad en el realismo científico actual (analítico y continental), por Isabelle Thomas-Fogiel

    El realismo científico desde la perspectiva del tomismo analítico, por José Antonio Pardo

    El semirrealismo es un realismo de propiedades bien detectadas: entrevista con Anjan Chakravartty, por Laureano Ralón

    SECCIÓN IV Lonergan y el realismo analógico

    Sobre el concepto de realidad: un diálogo entre la ciencia ficción y la filosofía, por Ahmed Edmundo Cervantes Espino

    Arte y realidad: aproximación hermenéutica a las posiciones de Lonergan, Gadamer y Gabriel, por Fernando Aurelio López Hernández

    El realismo de Bernard Lonergan y los oficios de la filosofía, por Jeremy D. Wilkins

    La realidad de los unicornios según Gabriel, Zubiri y Lonergan, por Francisco Vicente Galán Vélez

    Sobre los autores

    Agradecimientos

    PRÓLOGO

    Mauricio Hardie Beuchot Puente

    El libro colectivo que ahora tenemos en nuestras manos versa sobre el realismo. Después de mucho tiempo, en el que se lo excluyó, sobre todo en ámbitos de filosofía posmoderna, el realismo ha vuelto. Regresa como nuevo y, además, como poscontinental. Esta última denominación, se nos dice, obedece a que, aun cuando este realismo recibe la herencia de la filosofía continental, va más allá de ella, abarcando otras latitudes. Entre ellas, nuestro país.

    Es sabido que el nuevo realismo, aunque tuvo algunos antecedentes, fue desatado como movimiento por Maurizio Ferraris. Él es buen amigo mío, y en un congreso en Morelia me presentó a Markus Gabriel, que se sumó al naciente grupo. Después escuché conferencias sobre otros de sus seguidores, como Quentin Meillassoux y Graham Harman. Hay varios más que se han afiliado a esta empresa realista.

    El motivo de la denominación poscontinental del nuevo realismo es lo primero que se nos explica, por parte de Ernesto Castro. Nos dice que se trata de un realismo nuevo, porque está ocupando el lugar que había ocupado hasta ahora la filosofía posmoderna, hoy en franca retirada. Ella, con su relativismo excesivo, minaba la epistemología y la ontología, por lo que ahora se trata de renovarlas.

    Quentin Meillassoux nos habla de la inmanencia de otro mundo. Resuena aquí su insistencia en lo contingente que es el universo, lo cual se recoge en ver algo inmanente en él. Está a tono con su idea de que se puede hablar de Dios, pero de uno que va construyéndose al paso que se desarrolla el mundo.

    Laureano Ralón defiende un correlacionismo débil, el cual permite hacer crítica del conocimiento enlazando al sujeto y al objeto para ver si están correlacionados, es decir: si tienen correspondencia el uno con el otro. Esta manera de ver fue criticada por el propio Meillassoux y sus seguidores, pero ha sido reivindicada recientemente. No parece tener sentido una epistemología en la que no se puede saber si el objeto es captado adecuadamente por el sujeto.

    Por su parte, María J. Binetti añade la consideración de un nuevo realismo feminista. Es algo muy necesario, importante e interesante, pues nos brinda la perspectiva de la mujer, para incorporarla en el nuevo realismo global que comentamos. Se inserta en el realismo sin más, que es lo que nos ocupa.

    Karla Castillo Villapudua nos habla de las ontologías realistas, desde Xavier Zubiri hasta Manuel De Landa y Graham Harman. Zubiri es uno de los grandes defensores del realismo. Por eso, del realismo radical de Zubiri se ocupa Antonio González. Asimismo, del conocimiento de la esencia según Zubiri trata Fernando Esau Ortiz Santana. Además, de lo que Zubiri llamaba la reología disertan Carlos Sierra-Lechuga e Ignacio Clavero Fernández. Y José Alfonso Villa Sánchez agrega dos argumentos sobre la realidad absoluta. Todas ellas son aproximaciones que nos enriquecen. El realismo de Zubiri ha sido decisivo, y sus tesis siguen vigentes hoy en día.

    Viene enseguida el tratamiento del realismo científico. De él, tanto del continental como del analítico, nos habla Isabelle Thomas-Fogiel. Otra perspectiva añade José Antonio Pardo, que es la del tomismo analítico. En efecto, varios tomistas han adoptado las herramientas lógico-lingüísticas de la filosofía analítica y las han aplicado a su labor filosófica. Y sobre el semirrealismo como un realismo de propiedades bien detectadas dialogan Anjan Chakravartty y Laureano Ralón, en una entrevista que este último hace al anterior.

    Sigue después un apartado sobre Bernard Lonergan y el realismo analógico. Ahmed Edmundo Cervantes Espino atiende el realismo analógico, aplicándolo al concepto de realidad en un diálogo entre la ciencia ficción y la filosofía. Lo hace muy bien, y eso lo coloca como perteneciente al movimiento de la hermenéutica analógica, la cual tiene este tipo de realismo. Por su parte, Fernando Aurelio López Hernández aborda la realidad en el arte, al trasluz de las posiciones hermenéuticas de Lonergan, Gadamer y Markus Gabriel. Francisco Vicente Galán Vélez se pregunta si existen los unicornios, y lo resuelve a partir de las posturas sobre la realidad y la ficción en Gabriel, Lonergan y Zubiri. Hay, además, un ensayo sobre el realismo y el isomorfismo que la realidad mantiene con nuestra mente según Lonergan, el cual está a cargo de Jeremy Wilkins.

    Uno de los primeros autores que leí de estudiante fue Zubiri (en su libro Naturaleza, historia, Dios), y me ayudó mucho a introducirme en el campo de la filosofía, para mí desconocido. Por eso le tengo un gran aprecio. Además, me tocó estudiar a Lonergan en ese tiempo de aprendizaje, por lo que me benefició grandemente su epistemología. También lo enseñé, como profesor adjunto de Francisco Quijano, especialista en ese autor (dirigió la traducción castellana del Insight). Asimismo, he escrito acerca del realismo de Markus Gabriel (un artículo en la revista filosófica de la Editorial Herder, de Barcelona), el cual me resulta muy interesante, aunque no pueda aceptarlo en su totalidad. Por otro lado, yo he propuesto un realismo analógico, que Ferraris ha incorporado al movimiento del nuevo realismo, y ha reconocido mi hermenéutica analógica como un instrumento adecuado para el realismo. Este nuevo realismo analógico ha sido bien representado por Edmundo Cervantes en el libro que comento. Además, dicho realismo analógico está siendo desarrollado por José Luis Jerez, filósofo argentino, y por Luis Eduardo Primero Rivas, como una nueva epistemología.

    El propio Ferraris reconoce que unos diez años antes de que él promoviera el nuevo realismo como movimiento, yo ya hablaba de un realismo analógico como algo nuevo, dada la postración epistemológica y ontológica en la que entonces se encontraba la filosofía. Lo importante es que colaboremos en esta empresa tan urgente para el pensamiento de hoy.

    Todos esos enfoques nos enriquecen. Por diversos que sean, están dirigidos a una misma finalidad: la de rescatar el realismo. Y esto es algo que necesitábamos en nuestra filosofía actual, después de mucho tiempo de relativismos extremos que llevaron al escepticismo. De ahí que este libro colectivo sea muy oportuno, muy actual y muy benéfico para todos.

    INTRODUCCIÓN: PARA UN DIÁLOGO ENTRE REALISMOS

    Francisco Vicente Galán Vélez

    1. EL GIRO REALISTA

    El presente libro surgió de la inquietud de tratar de establecer un diálogo entre filósofos del realismo especulativo y del nuevo realismo con Zubiri y Lonergan, autores del siglo XX, que sostuvieron posturas realistas fuertes. En el proceso de elaboración del libro, surgió felizmente el realismo científico como otro muy importante interlocutor.

    El siglo XX fue para la filosofía una época de divisiones profundas. Más allá de las escuelas y las disidencias infinitas que siempre han existido, las cuales no son tanto un defecto de la filosofía sino parte de su fortaleza, y más allá de las divisiones y subdivisiones de los campos especializados en la propia historia de la filosofía y en los nuevos temas que surgieron, se dio la división entre tradiciones con pretensiones totalizadoras y fuertemente excluyentes. Ferrater Mora (1) les llamó imperios, cada uno con su método, sus clásicos, congresos, publicaciones, etc., y enumeró tres, hasta que con la caída del muro cayó también el marxista, y quedó la gran división que permanece entre analíticos y continentales, división que, con notables y brillantes excepciones, parece ahondarse.

    Más dañina que esta división, que lo es porque desdeña el trabajo que se hace en el otro lado, en el siglo XX surgió una radicalización de posturas que comenzaron desde el siglo XIX y llevaron a plantear un dilema paralizante de la actividad filosófica como tal. O se acepta que el único conocimiento genuino es el de las ciencias naturales, o bien se considera, fruto del giro lingüístico, que todo conocimiento es deudor de un contexto lingüístico sociohistórico irrebasable. El naturalismo es una postura que en general se acepta más en la tradición analítica, mientras que el relativismo ha sido dominante en la tradición continental y se exacerbó en la segunda mitad del siglo XX con la posmodernidad. En ambos extremos de esta alternativa el trabajo filosófico queda desdibujado. Se presenta al servicio o de los intereses de las ciencias naturales, con un fuerte énfasis reduccionista, o a los de las ciencias sociales, con la igualación de la validez de toda narrativa, sin que la filosofía re-encuentre su orientación propia y sin que pueda responder a una tarea cultural apremiante, la de recordar su papel mediador de disciplinas cognoscitivas, y saberes culturales, por su vocación de recordar la totalidad y complejidad de lo real.

    Vivimos una cultura altamente diferenciada, y sólo integrada desde la funcionalidad del sistema económico. Se necesitan tareas de mediación en el campo cognoscitivo, en el de las diversas morales y en el de la política. (2) Es en el terreno cognoscitivo donde se reclaman de modo especial y urgente la interdisciplinariedad, la interculturalidad y la atención a un pensamiento no reductivo y a la vez riguroso. Se necesita, como ha sostenido Habermas, una filosofía que sea vigilante e intérprete, acorde con una racionalidad comunicativa y dialogante. Estrechar la racionalidad a la instrumental científica, presentar una razón que aparentemente no está situada, cuando en el fondo se aprecian solamente los logros de la cultura hegemónica moderna ilustrada con acento anglosajón, es no estar a la altura de esta tarea. Pero señalar que no hay hechos sino interpretaciones; defender, como denunció Boghossian, la tesis de la validez igual, y así equiparar el conocimiento científico con relatos míticos; argumentar que todo conocimiento es una construcción social, es llevar las cosas al otro extremo, y confundir el diálogo con una colección de voces a las que se les quita su pretensión de validez. Las filosofías renuncian a su aspiración de conocer la realidad y, en muchos casos, se vuelven estridencia y sofisticación del ingenio, para tener sus cinco minutos de gloria. Lo nuevo y más reciente se vuelve el criterio de lo valioso en ambas tradiciones: en la analítica, por querer asemejarse al conocimiento científico, que tiene criterios más sólidos de cancelación y falsación de hipótesis; en la continental, por su simbiosis con la sociedad líquida en la que habitamos.

    Sin embargo, desde finales del siglo XX y sobre todo en los inicios del XXI, surgieron voces que clamaban por una vuelta a posiciones realistas. Esto se dio principalmente en la tradición continental, ante los excesos de la posmodernidad relativizante por un pensamiento en exceso hermeneutizador, que asumió como dogma el dictum nietzscheano de que no hay hechos, sino interpretaciones. La historia de Maurizio Ferraris es representativa de este cansancio. De haber sido un entusiasta de Derrida y del pensamiento débil de su maestro y amigo Gianni Vattimo, Ferraris fue uno de los primeros en proclamar simbólicamente la despedida de Kant, que permitiera volver a la ontología, al discurso de lo que es, más allá de nuestros intereses e interpretaciones. (3)

    En su manera de contar esta vuelta al realismo, Ferraris señala dos annus mirabilis. (4) El primero es 1997, porque en él hay varios sucesos muy importantes, entre los que enuncia la aparición de su libro Estetica razionale. (5) Para Ferraris la vuelta al realismo implica una recuperación de la percepción sensible, más allá de la manera kantiana de dar cuenta de ella. En ese año aparece también el panfleto de Sokal y Bricmont, que fue un verdadero escándalo. Un trabajo aparentemente riguroso sobre física cuántica, con jerga posmoderna, el cual fue aceptado para su publicación por la revista Social Text. (6) El caso Sokal se presentó como el traje nuevo del emperador posmoderno y, junto al texto de Bruno Latour sobre la muerte de Ramsés II, se volvería el caso paradigmático de los excesos relativistas. Ferraris menciona también que ese año apareció Kant y el ornitorrinco de Umberto Eco, (7) trabajo que considera en consonancia con su Estetica. Sin embargo, dice Ferraris, esos escritos fueron voces que clamaban en el desierto antirrealista, pues ese mismo año se dieron algunos acontecimientos no sólo académicos sino también culturales y políticos, justamente en esa línea del alejamiento de la realidad. Ferraris alude tanto a la idea de Baudrillard de que la Guerra del Golfo fue sólo una ficción mediática y a la declaración de Karl Rove, consejero de Bush, Jr., de que Estados Unidos puede crear su propia realidad, como a la interpretación no tradicional que hizo Ratzinger del caso Galileo, apelando a Rorty y a Feyerabend. Lo que Ferraris quiere mostrar, y en esto es diferente de otros autores del giro realista, es que no se trata de una posición meramente académica, sino algo que ha permeado a la cultura toda, con importantes consecuencias. Tema que desarrolla profusamente en su Manifiesto del nuevo realismo (8) con la tesis del realytismo, y en un trabajo más reciente sobre las fake news y la posverdad. (9) Ahí Ferraris menciona cómo nos hemos vuelto sujetos deseosos de opinar y tener likes en las redes, igualando todos los discursos a sus efectos mediáticos.

    Para Ferraris hubo un segundo año milagrosamente realista, que es el más relatado, y es el de 2006, en el que se publicaron los libros de Meillassoux (10) y Boghossian. (11) Con Meillassoux empieza la historia del realismo especulativo, cuyo nombre, como es muy conocido, proviene de la propuesta de Ray Brassier de designar así la reunión fundacional de 2007 en Londres, a la que asistieron, además de Meillassoux y Brassier, Grant y Harman. La idea de la correlación, que aparece en Después de la finitud, fue la idea dominante de esa reunión, así como la propuesta de ir más allá de este dogma del pensamiento poskantiano, según el cual sólo hay un objeto para un sujeto de conocimiento, que también debe pensarse únicamente en relación con ese objeto, sin que sea posible ir a un gran afuera. Meillassoux lanza como pulla realista el enunciado ancestral, por ejemplo, el fósil del cual el geofísico afirma que tiene 3 millones de años de antigüedad y es, por lo tanto, anterior a la aparición de la vida humana. El correlacionista responde diciendo que eso es para nosotros. Con ello los enunciados científicos quedan desprovistos de su reclamo de situarse en una realidad que es así y no sólo para nosotros. Por este afán de salir de la correlación se propuso el nombre de realismo. El adjetivo especulativo apuntaba a un regreso a la ontología, la cual parecía sepultada en el pensamiento contemporáneo, consecuencia también del contextualismo sociohistórico. (12) Además de estas dos motivaciones, y en cierto modo ligado a la primera, de ir más allá de la correlación, encontramos un afán del realismo especulativo por quebrar el pensamiento antropocéntrico. Intento que enlaza con la deconstrucción posmoderna del sujeto de la filosofía moderna, pero ahora se pretende ir más lejos con la demolición, hasta las raíces judeocristianas.

    El miedo al conocimiento, de Boghossian, proviene de un contexto diferente, pues se inserta de lleno en la tradición analítica de su autor. El libro, cuya intención es ir a un público no especialista, presenta una fuerte oposición a las tesis construccionistas y relativistas en el terreno epistémico. A Boghossian le parece inexplicable que estas tesis cuenten con tanta aceptación, sobre todo entre académicos provenientes de las ciencias sociales. El relativismo del gusto, o incluso el de la moral, parece hasta cierto punto aceptable, pero defender que un hecho como la causa de la muerte de Ramsés II, o la justificación epistémica del heliocentrismo, dependen de un determinado sistema o racionalidad, puesto que hay diversas y alternativas racionalidades, parece algo altamente contraintuitivo. Su aceptación por antropólogos y científicos sociales es, en mucho, según Boghossian, una consecuencia del pensamiento poscolonial, el cual, pretendiendo curar los excesos de una única perspectiva hegemónica, termina yéndose al otro extremo. Se afirma, con razón, que, en muchos casos, lo que se considera obvio o natural es en realidad una construcción social que obedece a ciertos intereses sociales, pero de ahí se pasa a la afirmación de que toda postura es una construcción social de este tipo. Esta posición fue defendida también por Rorty, autor importante en la formación filosófica de Boghossian, contra quien en mucho el libro apunta sus baterías.

    Señala Harman que Gabriel fue quizás el primero en notar la coincidencia del año en que aparecieron los trabajos de Meillassoux y de Boghossian. (13) Aunque se puede encontrar cierta coincidencia de temas, por considerar al correlacionismo como una forma radical de relativismo, me parece que hay una gran diferencia de motivos que importa en nuestro tema: el pensamiento del francés responde más a una motivación ontológica (de hecho, Meillassoux no llamó a su pensamiento realismo, sino materialismo especulativo) y el del norteamericano, a una preocupación eminentemente epistemológica. (14) Y aunque el término realismo implica una tensión entre ontología y epistemología, como podremos constatar a lo largo de los trabajos de este libro, en el caso de Boghossian tiene sentido asociarlo a un giro realista, como hace Ferraris, pero no a lo especulativo. Boghossian no tuvo nada que ver con el realismo especulativo, aunque sí con el nuevo realismo, al cual su nombre quedó ligado.

    Nuevo realismo fue el término que en 2011 Ferraris propuso a Gabriel en Nápoles para designar una reunión que éste organizaría en Bonn en 2012, a la que también fue invitado Boghossian. (15) Este término ha sido, desde luego, aceptado y difundido hasta la fecha por Ferraris, pero también por Gabriel. Como señalamos, con nuevo realismo Ferraris alude a una tendencia que quiere impulsar no sólo en el terreno académico sino en el cultural más amplio. Se trataría de combatir la posmodernidad relativizante, que niega los hechos y reduce todo a interpretaciones. Gabriel acepta el nombre y también publica bajo él, pero en el alemán hay una motivación más tradicional. Él es un especialista del idealismo alemán, y pertenece a una generación de alemanes que ya están abiertos y permeados por la filosofía analítica. Gabriel se opone al constructivismo, pero no es su principal enemigo, sino el reduccionismo cientificista.

    Tenemos entonces una paradoja que ha sido ampliamente comentada: ¿cómo nombrar una cierta tendencia que se gestó bajo el término realismo especulativo en autores muy diversos? ¿Tiene sentido a su vez buscar una denominación común para los del especulativo y los del nuevo? El primer nombre, ya mencionamos, no fue aceptado por el propio Meillassoux. Brassier ha tomado un camino incluso opuesto al de romper la correlación, retomando el kantismo analítico de Wilfred Sellars. Harman tiene una posición muy particular del realismo, que uno de sus críticos principales ha denominado la vuelta al noúmeno. (16) Y Grant es más bien un especialista de Schelling que retoma su concepto de naturaleza en una dirección en la que no dice mucho llamarle giro realista a su trabajo. Eso, por hablar de los cuatro originales. Lo que se dio después de ellos fue un giro más bien especulativo que realista. (17)

    Con el nombre nuevo realismo tenemos también la paradoja de querer agrupar posturas de un talante muy diferente. La de Ferraris, de dejar la epistemología por la ontología a partir de la sensibilidad, a un autor formado en el idealismo alemán le puede sonar a realismo ingenuo, mientras que al italiano le suena a idealismo la tesis de la ontología de los campos de sentido de Gabriel. El realismo de Ferraris se basa en gran parte en su pretendido rescate de la sensibilidad, y el de Gabriel, en el juicio verdadero. Pero, en descarga de lo que estoy diciendo, está el hecho de que ambos han aceptado el nombre, y, bajo él, han tenido cobijo diversas reuniones y publicaciones organizadas por ellos, a las que incorporaron a autores analíticos como Boghossian, Searle y, poco antes de morir, el propio Putnam.

    Pero si además se quiere juntar a los autores del realismo especulativo con los del nuevo, parece que tenemos que adoptar un nuevo nombre que no sea ninguno de los anteriores. Agrupar a los del especulativo bajo nuevo realismo, como hace el libro pionero de Mario Teodoro Ramírez, (18) no hace justicia a los primeros, además de que se pierde el adjetivo especulativo. El autor dominante, hemos dicho, fue y sigue siendo Meillassoux, y habría que ver qué tanto él se reconoce como nuevo realista. A su vez, agrupar a los del nuevo con los del especulativo, que en el caso de Gabriel tendría sentido, tiene el problema de que Ferraris y Gabriel quisieron asumir otro nombre.

    Ernesto Castro (19) se ha ocupado espléndidamente del tema, y el lector podrá acudir al ensayo que presenta en este libro: "¿Por qué realismo poscontinental? Sobre el nombre del giro realista de la filosofía en el siglo XXI", el cual resume algo de su libro principal, por lo menos en su alegato de lo inadecuado de ambos nombres. Menciono, por ejemplo, su aguda observación sobre qué tiene exactamente de nuevo este realismo así como su reproche de que este nombre se usó 100 años atrás. Por ello propone, de manera que parece convincente, llamarle realismo poscontinental.

    Castro también alude a algo muy importante que está en el corazón de este libro. Realismo es un término con una pluralidad de acepciones, la mayoría de las cuales son reacciones a determinadas tesis que niegan que existan ciertas entidades o que conozcamos algo. Por ello la novedad o el mismo término no tienen tanto sentido como los problemas a los que se quiere dar solución. Más que ver la pertinencia de un nombre para agrupar a diversos autores, la pregunta obligada es qué es el realismo. Para Castro "el realismo filosófico (20) es la tesis de que existe una realidad independiente de nosotros que puede conocerse de algún modo". (21) La tesis nos sorprende, dice Castro, pues aparentemente es algo obvio. Según Lonergan, hay un realismo ingenuo proveniente de la primera orientación de la actividad consciente, compartida con algunos animales, a la que llama configuración (pattern of experience) biológica de la experiencia, la cual es extrovertida, pues el alimento y el peligro están afuera. De dicha orientación viene la noción cuasi innata de que lo real es lo que existe ya-ahí-ahora-afuera-realmente. (22) En el mundo del sentido común encontramos también la actitud realista como espontánea. Sin embargo, el origen de la filosofía está en el asombro, y en pasar al cuestionamiento y al plano reflexivo. Del desarrollo filosófico vinieron posiciones escépticas, y en el paradigma moderno, desde los cuestionamientos de si se puede conocer la realidad exterior al sujeto así como si la realidad es independiente de la mente que la percibe, hasta las diversas posiciones constructivistas contemporáneas, que niegan el acceso al gran afuera del que habla Meillassoux. El realismo filosófico no es entonces el realismo ingenuo inicial, sino algo que viene después de diversos cuestionamientos a éste. Castro señala también que hay una parte ontológica y otra epistemológica en el realismo filosófico. La parte ontológica a su vez se puede subdividir en dos posiciones: defender la existencia de una realidad, y afirmar que esa realidad es independiente de nosotros. La parte epistemológica sostiene que la realidad se puede conocer de algún modo. Notemos que la discusión ontológica de la independencia o no de la realidad nos lleva poco a poco a la parte epistemológica. Pensar que lo real depende de lo que alguien quiera creer suena más a locura que a filosofía, no así señalar que el conocimiento que tenemos no es de la realidad, sino de la representación nuestra y que por lo tanto no conocemos la realidad, sino una realidad para-nosotros, una realidad entrecomillada.

    Castro señala que hay tres posturas que han negado en parte o totalmente la tesis del realismo filosófico, y que por ello éste sería una respuesta a ellas: el nominalismo, el idealismo y el escepticismo. En casi 80 páginas de la introducción de su libro Castro va desarrollando dichas oposiciones, mostrando con mucho acierto que el problema del realismo filosófico viene desde la antigüedad clásica, y va tomando diversas formas en cada periodo, que llevan la discusión a nuevos planos, sin que se pierda completamente el pasado filosófico.

    El nominalismo problematiza qué tipo de entidades existen, negando realidad a entidades abstractas. En el escepticismo se plantea el problema de la relación entre el ser y el pensamiento, y se cuestiona que podamos conocer la realidad. En el pensamiento moderno se pondrán en duda la existencia y el conocimiento del mundo externo. El idealismo establecerá una identidad entre ser y pensar, tesis que encontramos desde Parménides hasta la identificación gadameriana del ser que puede ser comprendido con el lenguaje, pasando por Hegel. Cuando los idealismos afirman que la realidad depende de nosotros, es fundamental ver cómo se entienden esa dependencia y, sobre todo, nosotros. El punto es que hay tantas formas de realismo como formas de oponerse al nominalismo, al idealismo y al escepticismo. (23)

    En mi opinión, un realismo filosófico adecuado debería defender las dos tesis de la parte ontológica, poniendo énfasis en que la relevancia mayor está en el asunto de la independencia; no en vano Xavier Zubiri empleó la feliz expresión de suyo para referirse a lo real. Que la realidad es independiente de lo que queramos pensar o no es justo lo que encontramos, con distintas expresiones, como ir más allá de la correlación, más allá del antropocentrismo, la realidad como tal, aunque no hubieran existido los seres humanos. Sin embargo, si estas expresiones se toman en sentido literal, claramente se cae en una contradicción performativa: hablar de algo como si uno no hablara. Por ello el tema de fondo parece ser el del conocimiento o no de la realidad. Lonergan subraya especialmente esto en la caracterización del realismo. El libro Insight propone al lector tres cuestiones, que, le pide, se pongan en primera persona, pues el hecho es que todos en cierto modo ya sabemos lo que es conocer: ¿qué es lo que hago cuando conozco?, ¿por qué si hago eso es conocimiento? y ¿qué es lo que conozco cuando conozco? A esta última pregunta el realismo responde afirmando que conocer es conocer la realidad, es más, no se puede conocer otra cosa que no sea la realidad. Por su parte, el idealismo responde que lo que se conoce son nuestras ideas, nuestras representaciones o fotografías de la realidad, pero no la realidad. Para el idealista conocemos una realidad, así entrecomillada, pues es fruto de nuestra actividad cognoscitiva, pero no algo independiente, o algo que es de suyo. Para expresar que el juicio verdadero es conocimiento de la realidad, Lonergan emplea la expresión que el juicio alcanza el incondicionado virtual. Nuestro conocimiento no es incondicionado de suyo, pues nuestras intelecciones pueden ser meras ocurrencias. Por inteligentes que seamos, siempre debemos preguntar si nuestras teorías, ideas, especulaciones, realmente son así, y entonces debemos pasar por el procedimiento riguroso de ver si tenemos la evidencia suficiente para afirmarlo. Cuando esto se consigue tenemos entonces algo que, habiendo condiciones, las ha satisfecho, es incondicional por la fuerza (virtual) del procedimiento racional.

    A estas preguntas que Castro considera fundamentales en el realismo, debemos agregar una problemática que el lector encontrará sobre todo en los trabajos sobre Zubiri, aunque también aparece en los del realismo científico, y es la de la esencia de las cosas. Lo que Zubiri retoma de la sustancia aristotélica y lo lleva mucho más allá: al asunto de la sustantividad. Esto es fundamental en el realismo zubiriano. Lo real presenta una alteridad y una firmeza que no depende del sujeto que conoce, sino que es de suyo. El conocimiento de la realidad tiene que ver principalmente con esto. Pero no es algo fácil, ni algo que se pueda intentar al margen del conocimiento científico, tesis en la que coinciden Zubiri y Lonergan. Por ello, aunque siempre estamos ya instalados en la realidad, la realidad de fondo, lo que las cosas son de suyo, es algo que se presenta como un polo heurístico de lo que Zubiri llama la marcha de la razón. La esencia sigue pareciendo un asunto de una metafísica superada, y por esa razón está prácticamente ausente en el realismo poscontinental. De modo que parece capital entrar en este diálogo entre realismos, más allá de las dicotomías, y ampliar el panorama del quehacer filosófico, rescatando también voces del pasado que deben ser apropiadas críticamente con los logros presentes. Voces cuya interpelación sigue vigente.

    2. HACIA UN DIÁLOGO ENTRE REALISMOS (24)

    El libro inicia con el realismo poscontinental, pues, como dijimos, fue el que levantó la voz ante los excesos relativistas. Ya hemos mencionado que el nombre proviene de Ernesto Castro, quien lo planteó en su tesis doctoral, tal vez la primera en lengua hispana que se ocupó del tema, y que diera origen al libro mencionado. En el ensayo inaugural "¿Por qué realismo poscontinental? Sobre el nombre del giro realista de la filosofía en el siglo XXI", Castro argumenta a favor de su propuesta, y por qué no realismo especulativo ni nuevo realismo, punto que ya comenté. Lo que no se ha mencionado es que Castro postula que ese nombre expresa la unidad de este giro realista. Para Castro los autores de esa corriente son deudores de la herencia filosófica de la tradición continental, pero su novedad está en que, al abrirse a cuestiones de la tradición analítica, y también de la dialéctica, quieren ir más allá de esa herencia. Castro expone las tesis de los seis autores principales y cuestiona hasta qué punto son realistas según la respuesta que cada uno de ellos ofrece a las dos cuestiones canónicas del realismo disputadas: el estatus de los conceptos universales y la existencia del mundo externo.

    El ensayo de María J. Binetti, Principios para un nuevo realismo feminista, será sin duda polémico. Cierta línea del feminismo fue de las corrientes que más impulsaron las tesis constructivistas. Binetti destaca las "teorías queer". Para el posfeminismo queer la diferencia sexual es una construcción sociolingüística, producto del régimen cultural heteronormativo, que exige ser deconstruida y reconstruida bajo nuevas configuraciones transgenéricas. El objeto del constructivismo posmo-queer es, por lo tanto, la eliminación de la heteronorma cultural mujer-varón y su sustitución por indecidibles representaciones identitarias o géneros psicoafectivos, que cada postsujeto discursivo es libre de armar o desarmar con la asistencia del mercado tecno-fármaco-pornográfico. La fragmentación indetenible y el relativismo psicologista en los que remata la posmodernidad queer exigen del pensamiento feminista un renovado esfuerzo por establecer paradigmas ontológicos, epistemológicos y políticos robustos, capaces de devolvernos a la tierra firme de lo real y, en especial, a la realidad de la diferencia sexual, fundamento del proyecto político feminista y su reclamo de igualdad sustantiva entre varones y mujeres. Binetti intenta delinear un nuevo realismo feminista articulado en diez principios. Lo más polémico está en que, enemiga jurada de las posturas constructivistas, retoma la idea de esencia. Como mencioné, este tema es prácticamente inexistente en el realismo poscontinental, pero Binetti apunta, muy atinadamente, que la exigencia de ir más allá del antropocentrismo implica retomar este tema de la tradición clásica con los énfasis y matices contemporáneos. Binetti concibe la esencia como un principio autodiferencial, material y sintético de la realidad femenina así como del sentido femenino, generador y natal, de la realidad, planteando la pregunta de si la identidad femenina puede establecerse como diferencia originaria: arquetipo de ex-sistencia y conceptualidad.

    Tenemos después la traducción del texto de Quentin Meillassoux (QM) La inmanencia de otro mundo, inédita en español al momento de iniciar esta edición, hecha por Pedro Sosa. Desde antes de Después de la finitud, en su tesis doctoral, QM había presentado una especulación muy polémica sobre la inexistencia divina, la cual no aparece en su libro capital, pero sí fue posteriormente retomada. QM defiende como absoluta la tesis de que todo es contingente y lo que llama el principio de irrazón y el hipercaos. Todo es posible, incluso que Dios pudiera existir. Dios no existe como quiere el fideísta, pero tampoco es imposible que exista como afirma el ateo. QM especula cómo el materialismo puede dar cuenta de la esperanza escatológica planteada por la religión sin postularla como algo necesario, ni algo trascendente, a este mundo. El dios necesario y trascendente de la metafísica y la religión representa un escándalo para el sufrimiento de las víctimas inocentes del mal. Pero el ateísmo nihilista tampoco da cuenta de la exigencia de justicia. La divinología de QM nos muestra que lo fundamental en el francés no es tanto el realismo cuanto la posibilidad de un pensamiento especulativo sobre lo absoluto.

    La sección termina con el ensayo, muy crítico a planteamientos como el de Meillassoux, que ofrece Laureano Ralón en Una defensa fuerte del correlacionismo débil, a través de un diálogo sostenido con el idealismo trascendental de Kant y el naturalismo trascendental de Wilfrid Sellars. Ralón argumenta que el correlacionismo no se puede impugnar como si tuviera un significado uniforme. De Kant heredamos varias correlaciones que resultan ineliminables, pues estructuran y vuelven inteligibles los distintos estratos de una realidad multidimensional que siempre es relativa a una escala. Además de la correlación sensible, experiencial y mayormente subjetiva que asociamos con la realidad humana y la experiencia cotidiana, hay una correlación objetiva y formal que remite a lo que en la primera Crítica Kant llamó lo empírico en sí, esto es, un espacio paramétrico en el que se manifiestan y pueden medirse las cualidades primarias de los objetos físicos. También habría una correlación postulada por el realismo científico (y ya no meramente empírico) que de alguna manera nos conecta con una realidad metafísica, pero no dogmática, concebida a la luz de los hallazgos de nuestras mejores teorías científicas. Esa correlación remite, entre otras cosas, a los entes subatómicos postulados teóricamente por la mecánica cuántica y su modelo estándar de partículas. Dichos entes son fenomenológicamente imperceptibles, pero teóricamente observables. Para Ralón el realismo científico ya estaría de algún modo presente en un determinado Kant. Siguiendo a Sellars, y a diferencia de Harman, Ralón argumenta que esos componentes que trascienden la experiencia sensible no son meros conceptos, postulados teóricos o ficciones heurísticas, sino que existen realmente en el mundo físico y evidencian la complejización sin límites de un universo en constante expansión. Si para algunos filósofos asociados con el giro especulativo, ontológico o realista en filosofía poscontinental, el siglo XXI está dejando de ser kantiano, Ralón plantea que hay más realismo en Kant (de vuelta, en un determinado Kant) que en Husserl, Heidegger, Harman o Meillassoux. Además, Ralón sostiene que el propio Sellars nos ofrece una solución mucho más racional y razonable para el problema del antropocentrismo mediante su crítica a la imagen manifiesta del pensamiento. Dicha solución no requiere abandonar la correlación epistémica (la complementariedad entre sensibilidad y entendimiento), sino reconocer que hay otras realidades más allá del mundo fenoménico que nos revela la correlación sensible, experiencial.

    La segunda sección explora el realismo de Xavier Zubiri (1898-1983), filósofo vasco cuyo pensamiento no ha tenido la recepción que sin duda merece. Si el realismo filosófico, como hemos dicho siguiendo a Castro, viene después de determinadas tesis radicales, el de Zubiri procede de establecer algunas precisiones respecto de la fenomenología de Husserl y, en parte, de la de Heidegger. La realidad es algo que nunca puede ponerse entre paréntesis, ni siquiera plantearse cómo es que accedemos a ella, pues Zubiri muestra que siempre estamos radicalmente instalados en ella. Tesis central que encontramos en sus minuciosos análisis sobre la aprehensión primordial de realidad. Zubiri ha sido ampliamente estudiado en relación con la fenomenología, pero el lector ahora encontrará la comparación con el realismo poscontinental, que en cierto modo tiene también una raíz fenomenológica, a la que trató de sobrepasar.

    En Defender la realidad: ontologías realistas de Xavier Zubiri, a Manuel De Landa y Graham Harman, Karla Castillo Villapudua explora las diversas acepciones del concepto de realidad como un arma que pueda contrarrestar los relativismos posmodernos de la filosofía y haga viable su compromiso ontológico. Un primer eje esboza de manera mínima la marginalización de la realidad a partir de algunas filosofías posmodernas. El segundo eje realiza un breve bosquejo de la filosofía realista de Zubiri. El tercero analiza el rescate de la realidad en realistas poscontinentales como M. De Landa, Q. Meillassoux y M. Gabriel. Por último, Castillo reflexiona sobre los alcances subversivos de volver a pensar la realidad desde la filosofía contemporánea.

    El ensayo de José Alfonso Villa Sánchez, Dos argumentos sobre la realidad absoluta, ofrece en una primera parte un análisis detallado de la postura de Meillassoux, para proceder a una aguda crítica de ésta. Villa cuestiona si Meillassoux logra realmente superar el correlacionismo. En la segunda parte ofrece un contraste con la postura de Zubiri, para el cual la realidad tiene siempre un carácter absoluto, de incondicionalidad. En su análisis del realismo zubiriano Villa implica también la importantísima tesis que mencionamos de la sustantividad de las cosas.

    Este contraste entre el realismo fuerte de herencia zubiriana y los realismos especulativos y nuevos lo continúan Carlos Sierra-Lechuga e Ignacio Clavero Fernández en su trabajo intitulado Reología, un realismo nuevo. Los autores exponen su propia propuesta, que se inspira y prosigue el trabajo de Zubiri, a la que denominan reología. El ensayo consta de tres apartados. En el primero sólo se ofrece un panorama meramente expositivo de las aportaciones de Ferraris, Meillassoux, Gabriel y Graham Harman. En el segundo, que es el fundamental, se presenta la reología, concebida, sobre todo por Carlos Sierra-Lechuga, como una metafísica de la realidad. La tercera parte presenta algunos aspectos problemáticos suscitados por la confrontación entre los nuevos realismos y la filosofía de Xavier Zubiri, proyectando a la reología como respuesta.

    En Sobre el problema del conocimiento de la esencia en la filosofía de Xavier Zubiri, Fernando Esau Ortiz Santana se enfoca en el tema de la esencia, ya tratado por Villa, como algo fundamental en el realismo de Zubiri. Varias posturas escépticas han negado que se pueda conocer la esencia de las cosas. Para Zubiri no es así; sin embargo, dicho conocimiento es posible a través de un largo, arduo y riguroso procedimiento, que Zubiri denomina comprobación. Ortiz Santana reconstruye la teoría del conocimiento de la esencia zubiriana a partir de Sobre la esencia e Inteligencia y razón.

    Al final de esta sección tenemos el ensayo de Antonio González, Acto, alteridad y realidad: para una metafísica hebrea. El autor recorre pensadores hebreos clásicos y contemporáneos para analizar cómo se entretejen en la metafísica hebrea los conceptos de acto y alteridad. Antonio González, uno de los mayores conocedores de la obra zubiriana, busca con ello poner en evidencia aspectos centrales del pensamiento de Zubiri, que bebió de dicha metafísica, y del lenguaje que la hace posible, para contrastar varios conceptos respecto de la metafísica griega.

    La tercera sección está dedicada al realismo científico. En primer lugar el lector encontrará el ensayo de Isabelle Thomas-Fogiel, Verdad y realidad en el realismo científico actual (analítico y continental). Thomas-Fogiel se propone analizar uno de los múltiples tipos de realismo contemporáneo, a saber, aquel que adopta un compromiso realista secundado por el quehacer científico. Su objetivo es poner en evidencia la estructura común e invariante que subyace a la diversidad de variantes de esta expresión filosófica, de corte analítico, pero también continental. La autora trata de clarificar las operaciones más fundamentales que son llevadas a cabo por algunos referentes de este realismo científico, con miras a justificar sus principales afirmaciones. Pero a la vez trata de mostrar los límites de esta posición, sin caer en un punto de vista externo, es decir, una posición que de antemano se juzgara como más prometedora (por ejemplo, la de un realismo fenomenológico, ingenuo, o incluso un relativismo o un idealismo). Se trata de realizar una crítica interna que haga explícitas (Brandom) las implicaciones y los presupuestos que sus referentes admiten, para luego, en última instancia, confrontar esos elementos con las exigencias iniciales que ellos mismos adoptan como punto de partida. Al exponer la estructura fundamental del realismo científico, que para la autora es la misma a pesar de sus diversas transformaciones (parte I), lo que se propone es una suerte de ejercicio metafilosófico en el que se visibilizan los principios del realismo, respaldados por la ciencia, así como los gestos de sus exponentes para poder decir lo que dicen (parte II). El objetivo último de Thomas-Fogiel es exponer la contradicción principal sobre la que reposa el actual realismo científico.

    En El realismo científico desde la perspectiva del tomismo analítico José Antonio Pardo analiza el importante desafío filosófico que plantea el uso de un lenguaje no observacional. Una manera de encararlo, señala Pardo, es adoptar una postura antirrealista. Empero, el antirrealismo reposa sobre una concepción problemática de la relación de predicación, en la cual a ésta se la confunde con la de pertenencia. Pardo sostiene que, apoyados sobre la distinción fregeana objeto y función, es posible dar cuenta de la relación de predicación en los términos del realismo moderado defendido por Tomás de Aquino y algunos filósofos tomistas recientes. De acuerdo con esos términos, el significado de un predicado corresponde a una forma sustancial. Con base en esta tesis puede desarrollarse otra según la cual la parte teórica de las teorías científicas describe aspectos reales del mundo, justamente los que corresponden a las formas sustanciales.

    Para finalizar esta tercera sección, el lector encontrará la entrevista de Laureano Ralón al filósofo canadiense Anjan Chakravartty, intitulada El semirrealismo es un realismo de propiedades bien detectadas. La entrevista fue publicada originalmente en inglés en el portal de divulgación académica Figure/Ground y traducida al español por Axel Eljatib. En ella Ralón indaga sobre la novedosa concepción de realismo científico desarrollada por Chakravartty, titular de la cátedra Appignani Foundation y profesor de filosofía de la Universidad de Miami. (25) En sintonía con Sellars y el Kant analítico, Chakravartty sostiene que la tarea del realismo científico consiste en explorar el mundo inobservable que trasciende la realidad empírica, y remite a la correlación metafísica que Ralón defiende en su ensayo. Dicho realismo recibe el nombre de semirrealismo para diferenciarse tanto del realismo de entidades como del realismo estructural. Es, ante todo, un realismo científico de propiedades bien detectadas, esto es, de propiedades categoriales y disposicionales que permiten a los entes subatómicos entrar en relaciones selectivas con otros entes de su misma escala de realidad y comportarse como se comportan en virtud de esas alianzas.

    En la cuarta y última parte del libro se aborda principalmente el realismo de Bernard Lonergan (1904-1984), pero también hay un ensayo que se ocupa del filósofo mexicano Mauricio Beuchot, creador de la hermenéutica analógica y precursor del giro realista. (26) En el ensayo Sobre el concepto de realidad: un diálogo entre la ciencia ficción y la filosofía, el autor, Ahmed Edmundo Cervantes Espino, intenta un diálogo, dividido en tres momentos, entre ciencia ficción y filosofía. El primero consiste en plantear, a partir de la película intitulada Twelve Monkeys, la duda ontológica, que pretende mostrar la indistinguibilidad entre lo real y lo irreal, el sueño y la vigilia, concepto rastreable en la obra de Platón y de Descartes. El segundo momento se centra en la exposición del concepto de realidad propuesto por Mauricio Beuchot, llamado realismo analógico. El tercer y último momento pretende cuestionar e increpar al realismo analógico, remarcando la duda ontológica con base en los conceptos de simulación, simulacro e hiperrealidad estipulados por Jean Baudrillard, con el objeto de determinar los límites y los alcances que tiene este concepto de realidad con respecto de la distinción entre lo real y lo irreal, tomando como referencia distintas obras de ficción, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Jorge Luis Borges, en el ámbito literario, y Matrix, Inception y The Truman Show, desde el ámbito cinematográfico.

    Fernando Aurelio López Hernández, en Arte y realidad: aproximación hermenéutica a las posiciones de Lonergan, Gadamer y Gabriel, esboza, a partir del escenario posmetafísico contemporáneo, las propuestas de tres autores para los cuales no es posible separar el fenómeno artístico de su dimensión ontológica: la de Lonergan, cuya filosofía fundamental señala la relevancia de la autoapropiación de la conciencia del sujeto, proceso que sólo culmina mediante la experiencia artística; la de Gadamer, a quien le parece que la experiencia artística es como una inmersión en un juego cuya autonomía le otorga un plus de significación a la realidad fenoménica y, por último, la de Markus Gabriel, quien a partir de su crítica a la idea de que sólo es real aquello de que es objeto de estudio de la Física, analiza breve pero profundamente la relevancia ontológica del arte aun con —y a pesar de— la estetización onmicomprensiva del mundo capitalista globalizado. El trabajo se cierra con un breve ejercicio de interpretación de tres obras de Malévich, con el ánimo de encontrar las dimensiones ontológicas descritas por los tres filósofos referidos.

    Jeremy Wilkins, en El realismo de Bernard Lonergan y los oficios de la filosofía, presenta los rasgos más destacados de la postura de Lonergan, poniendo el énfasis en la autoapropiación de la estructura intencional del sujeto humano, que está siempre ya abierta y orientada a la realidad no como algo enfrente, sino como el misterio en el que estamos inmersos y del cual participamos. Wilkins define el realismo de Lonergan a partir de la actividad de suscitar preguntas y buscar responderlas. Si para Kant la mente se relaciona inmediatamente con sus objetos a través de la intuición sensible, para Lonergan la mente se relaciona inmediatamente con sus objetos, al preguntar acerca de ellos. Las respuestas se refieren a los objetos porque responden a las preguntas, y no porque se relacionen con representaciones. No es que algo sea real por razón de que lo entendamos: es el conocimiento de lo real lo que se da en y a través de las respuestas correctas a nuestras preguntas. La autoapropiación como la primera y fundamental tarea de la filosofía lleva a un cuádruple desarrollo de ella: teoría de las operaciones cognitivas, epistemología, metafísica crítica y ética existencial.

    La sección y el libro culminan con La realidad de los unicornios según Markus Gabriel, Xavier Zubiri y Bernard Lonergan. En ese ensayo se comparan tres autores para los que no se debe señalar que el ser está por encima de lo real, y que hay la división de entes reales e irreales. Los unicornios son el pretexto para profundizar en la noción de realidad de esos tres autores, que están a la base del proyecto de este libro. Cuando el autor escuchó por primera vez a Markus Gabriel, quedó impresionado por el planteamiento fuerte en contra del naturalismo cientificista, la tesis de la pluralidad de campos de sentido y, principalmente, por la fuerza que se da al juicio verdadero para conocer qué es real y qué no. La realidad de los unicornios aparece en diversos campos de sentido, pero de ellos no se puede afirmar lo que sea. Al autor le pareció que esto era lo más cercano a la postura de Lonergan, para quien la realidad de algo no se conoce echando un buen vistazo a lo que está ahí afuera, sino, como se menciona en el trabajo anterior, haciendo preguntas y buscando las respuestas correctas. ¿La leyenda de los unicornios surgió en el pensamiento de la India? ¿Es el cuerno un simbolismo de qué? ¿Las películas y dibujos animados de unicornios aún tienen éxito? Con Zubiri encontramos una tesis muy parecida a la de Gabriel en lo que se refiere a la campalidad de lo real. Zubiri destaca también que no se trata de la ficción de la realidad, sino de la realidad en ficción. Sin embargo, el énfasis central está en la aprehensión primordial de realidad de la inteligencia sentiente, tema que no aparece en Gabriel. La postura del alemán nos lleva más allá de los reduccionismos, pero tal vez la pluralidad infinita de campos de sentido, a pesar de los énfasis anticonstruccionistas de Gabriel, nos vuelva a situar en la posmodernidad relativizante, pues alguien podría afirmar que hay un campo de sentido de las víctimas y otro de los verdugos, y que podría haber verdad en cada uno. La invitación de Beuchot sería a un realismo analógico, más cercano a la equivocidad, pero que no quiere perder la unidad no totalizada del misterio de la realidad.

    FUENTES DOCUMENTALES

    Eco, Umberto. Kant y el ornitorrinco. Barcelona: Lumen, 1999.

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    Wolfendale, Peter. Object-oriented Philosophy: The Noumenon’s New Clothes. Falmouth: Urbanomic, 2014.

    1. José Ferrater Mora, La filosofía actual (Madrid: Alianza, 1986). Este libro tuvo muchísimas ediciones, pues Ferrater lo iba actualizando.

    2. Véase Francisco Galán Vélez, Una metafísica para tiempos posmetafísicos: la propuesta de Bernard Lonergan de una metametodología (México, Universidad Iberoamericana, 2014).

    3. Cf. Ernesto Castro, Del pensamiento débil al nuevo realismo. Bajo palabra. II Época 22 (2019): 429-40.

    4. Maurizio Ferraris, Surgimiento y desarrollo del Nuevo Realismo. Estudios Filosóficos LXVIII (2019): 417-34.

    5. Maurizio Ferraris, Estetica razionale (Milán: Raffaello Cortina, 1997).

    6. Alan Sokal, Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity, Social Text (Spring/Summer 1996): 217-52.

    7. Umberto Eco, Kant y el ornitorrinco (Barcelona: Lumen, 1999). Eco estuvo en la reunión de Nueva York de 2012.

    8. Maurizio Ferraris, Manifiesto del nuevo realismo (Madrid: Biblioteca Nueva, 2013).

    9. Maurizio Ferraris, Posverdad y otros enigmas (Madrid: Alianza, 2019).

    10. Après la finitude: essai sur la nécessité de la contingence (París: Seuil, 2006). Después de la finitud: ensayo sobre la necesidad de la contingencia (Buenos Aires: Caja Negra, 2015).

    11. Fear of Knowledge: Against Relativism and Constructivism (Oxford: Oxford University Press, 2006). El miedo al conocimiento: contra el relativismo y el constructivismo (Madrid: Alianza, 2009). Ferraris también menciona los libros de Figal, De Landa y Grant. Véase Surgimiento y desarrollo del Nuevo Realismo: 429.

    12. Con la excepción, tal vez, de la ontología de Deleuze.

    13. Graham Harman, "Fear of Reality: On Realism and Infra-Realism. The Monist 98 (2015): 128.

    14. Harman hace una comparación de ambos, a los que llama idealistas, desde su peculiar manera de entender el realismo. Véase Graham Harman, Fear of Reality: On Realism and Infra-Realism.

    15. La conferencia Prospects for a New Realism se celebró del 26 al 28 de marzo de 2012; en ella también participaron, entre otros, Searle y, por videoconferencia, Putnam. En 2011 hubo dos conferencias previas organizadas por Ferraris, en las que el italiano ya utilizó el nombre. En una de ellas, On the Ashes of Post-Modernism: A New Realism?, participó Boghossian.

    16. Peter Wolfendale, Object-oriented Philosophy: The Noumenon’s New Clothes (Falmouth: Urbanomic, 2014).

    17. Paul Gratton, Speculative Realism: Problems and Prospects (Londres: Bloomsbury Academic, 2014).

    18. Mario Teodoro Ramírez, coord. El nuevo realismo. La filosofía del siglo

    xxi

    (México: Siglo XXI Editores/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2016).

    19. Ernesto Castro, Realismo poscontinental. Ontología y epistemología para el siglo

    xxi

    (Madrid: Materia Oscura, 2019).

    20. Las cursivas son mías.

    21. Ernesto Castro, Realismo poscontinental. Ontología y epistemología para el siglo

    xxi

    , 19.

    22. Bernardo Lonergan, Insight: Estudio sobre la comprensión humana (México/Salamanca: Universidad Iberoamericana/Sígueme, 1999).Véase, especialmente, Introducción y capítulo 8.

    23. Ernesto Castro, Realismo poscontinental. Ontología y epistemología para el siglo

    xxi

    , 24. Según Rorty, la oposición idealismo-realismo ya no tiene ningún interés filosófico, el tema es ahora el antirrealismo propio del pensamiento antirrepresentacionista, lo cual tiene relevancia en la discusión del realismo científico contra posturas pragmáticas instrumentalistas. Richard Rorty, Introduction: Pragmatism as Anti-Representationalism, en John P. Murphy (ed.), Pragmatism: From Peirce to Davidson, 1-6 (Boulder, Colorado: Westview Press, 1990).

    24. Esta segunda parte de la Introducción es fuertemente deudora de lo que cada autor escribió como un resumen de su trabajo, el cual finalmente se decidió no incluir.

    25. Chakravartty es el autor del artículo Scientific Realism de la Stanford Enciclopedia of Philosophy. Anjan Chakravartty, Scientific Realism, The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2017 Edition), ed. Edward N. Zalta. https://plato.stanford.edu/archives/sum2017/entries/scientific-realism

    26. Por ejemplo, Mauricio Beuchot, La propuesta de un realismo analógico-icónico. En coord. José Luis Jerez, El giro ontológico (Buenos Aires: Círculo Hermenéutico, 2015), 43-54.

    Sección I

    REALISMO POSCONTINENTAL

    ¿POR QUÉ REALISMO POSCONTINENTAL? SOBRE EL NOMBRE DEL GIRO REALISTA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XXI

    Ernesto Castro

    1. ¿POR QUÉ NO REALISMO ESPECULATIVO NI NUEVO REALISMO?

    En mi tesis doctoral, la primera escrita en castellano sobre el giro realista de la filosofía en el siglo XXI, acuñé la expresión realismo poscontinental para bautizar dicho giro filosófico, en vez de recurrir a las etiquetas más frecuentes de nuevo realismo o de realismo especulativo. (27) En este artículo expongo las razones que me llevaron a preferir esa fórmula sobre sus alternativas. En resumidas cuentas, realismo poscontinental expresa mejor la genealogía intelectual de filósofos tan distintos como Markus Gabriel y Maurizio Ferraris (los sedicientes nuevos realistas) o como Quentin Meillassoux, Ray Brassier, Graham Harman e Iain Hamilton Grant (fundadores involuntarios del realismo especulativo en 2007). Para ser más exactos, mi neologismo captura mejor la unidad y novedad de esos seis autores. Nuevo realismo alude a su novedad, pero no la define. Además, en la historia de la filosofía ya tenemos un grupo de autores que se calificaron a sí mismos de neorrealistas o novorrealistas: los abajofirmantes del manifiesto que encabezó Edwin Bissell Holt en 1910 contra el dualismo epistemológico basado en la distinción sujeto-objeto. (28) Por lo que se ve, el membrete nuevo realismo no es ni mucho menos nuevo y, como todos los membretes remitidos a relaciones de novedad y antigüedad, está condenado a sufrir los estragos del tiempo. Nada envejece más rápido que lo nuevo.

    En cuanto al realismo especulativo, sólo uno de los cuatro fundadores de esa presunta escuela intelectual, Harman, sigue aceptando ese rótulo; y no porque crea que describe adecuadamente sus teorías filosóficas, sino porque desde el inicio entendió que era una marca popular de la cual se podían extraer muchos réditos mediáticos y académicos. Basta con ojear su lista de publicaciones, con más de quince libros impresos en la última década, para calibrar hasta qué punto tenía razón (y astucia). (29) Menos prolíficos o más cautos en su escritura, los demás padres fundadores del realismo especulativo se han ido apartando de esa locución. Meillassoux siempre se consideró más materialista que realista especulativo; una de las tesis principales de su filosofía de la facticidad es que la realidad que se intuye intelectualmente a través de la especulación matemática no es una realidad cualquiera, sino una material, carente de vida e inteligencia. (30) Para Meillassoux que haya vida e inteligencia —dos de los cuatro Mundos (con mayúscula) sobre los que se apoya su irreligión divina— es un milagro, un acontecimiento radicalmente inesperado. Si fuera por su filosofía práctica, sostenida sobre la esperanza en la resurrección de todos los muertos (el cuarto Mundo de la irreligión divina), no se podría considerar a Meillassoux un realista en ningún sentido de la palabra. Nada más lejos de su irreligión divina que la Realpolitik.

    En lo que respecta a Brassier, que fue quien acuñó la expresión realismo especulativo, durante la última década se ha ido alejando de François Laruelle y Alain Badiou, que eran sus principales maestros cuando organizó el congreso fundacional del realismo especulativo, y se ha ido aproximando al padre de la filosofía posanalítica, Wilfrid Sellars, cuyo pensamiento, más que como realista, debe calificarse como naturalista. Este matiz no es trivial. El realismo básicamente sostiene la tesis de que existe una realidad independiente de nosotros que, a pesar de todo, puede ser conocida por nosotros. Como se puede ver, ésta es una posición filosófica genérica, abstracta, lisológica, que puede significar muchas cosas, dependiendo de cómo definamos términos tales como realidad, existencia, conocimiento, independencia y nosotros. El naturalismo, en cambio, es un tipo concreto de realismo, que por conocimiento entiende exclusivamente el ofrecido por las ciencias naturales; y, en el caso del naturalismo sellarsiano, por nosotros entiende sujetos a los que se les presupone creencias e intenciones. He aquí la famosa distinción de Sellars entre la imagen científica y la imagen manifiesta —o humanitaria, podríamos decir nosotros—, que Brassier ha asumido recientemente, poniendo entre paréntesis el nihilismo y la tirria a la fenomenología de sus anteriores periodos filosóficos. (31)

    ¿Esto significa que Brassier ya no es

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