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Renovando la Vida Después de los 40
Renovando la Vida Después de los 40
Renovando la Vida Después de los 40
Libro electrónico225 páginas3 horas

Renovando la Vida Después de los 40

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Información de este libro electrónico

¡Bienvenidos a este viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal! En "Renovando la vida después de los 40", Aquí, en este punto crucial, descubriremos que la vida adquiere una nueva dimensión, se vuelve más interesante y rica en posibilidades.

Al reflexionar sobre los años vividos, nos damos cuenta de que, a partir de los cuarenta, experimentamos un florecimiento interno extraordinario. Nuestra capacidad de amar y brindarnos a los demás se expande, al igual que nuestra responsabilidad sobre nuestra propia vida. Nos convertimos en arquitectos conscientes de nuestro destino, tomando decisiones fundamentales que moldearán nuestro camino. El derecho a soñar, hacer planes y establecer metas realistas se vuelve una parte esencial de nuestro trabajo, dotando de significado a cada una de nuestras acciones.

Es como si, a los veinte años, nos embarcáramos en un viaje en una pequeña barca con un solo remo, dejándonos llevar por corrientes impredecibles y a menudo tumultuosas. Luchamos por mantener el control, pero nuestra capacidad de dirigir nuestra embarcación es limitada. Sin embargo, al acercarnos a los cuarenta, adquirimos un segundo remo gracias al conocimiento y la experiencia acumulados. A medida que enfrentamos tempestades y disfrutamos de arcoíris, ganamos la capacidad de tomar las riendas de nuestra vida con mayor destreza y control.

En este libro, abogamos por la construcción de un modelo propio, uno que no está predefinido por expectativas basadas en la edad, sino que se alinea con nuestro proceso personal. Reconocemos que, si bien para algunos puede parecer que llegar a los 40 es el comienzo de un declive marcado por pérdidas y cambios negativos, en realidad representa una oportunidad para construir una vida plena. Desde una visión realista y saludable, enfrentamos el desafío de crear modelos que nos permitan una auténtica construcción personal, activando aspectos creativos que quizás ni siquiera hemos descubierto.

En "Renovando la vida después de los 40", proponemos un proyecto que abarca las décadas de la vida adulta, desde la segunda mitad de la vida hasta la vejez. Buscamos vivir estas etapas con calidad, conservando y transformando nuestra identidad, elaborando el pasado, estableciendo metas, tomando decisiones y realizando tareas propias de esta etapa. Enfocándonos en el presente, liberándonos de las cargas del pasado y las expectativas irrealizables del futuro, decidimos vivir de la mejor manera posible y actuar en coherencia con nuestra construcción personal.

Este libro es una invitación a explorar las posibilidades infinitas que se abren ante nosotros al entrar en esta etapa trascendental de la vida. A través de historias, ejercicios prácticos y reflexiones profundas, descubriremos cómo renovar nuestra vida después de los 40, cómo encontrar el equilibrio entre nuestras responsabilidades y nuestros sueños, y cómo abrazar nuestra propia capacidad para dirigir nuestra barca en este río llamado vida.

¡Únete a esta aventura de autodescubrimiento y transformación! "Renovando la vida después de los 40" te guiará hacia una vida llena de propósito, plenitud y autenticidad.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 may 2023
ISBN9798215477403
Renovando la Vida Después de los 40
Autor

Cecilia Cadena

Cecilia Cadena Ramos (Bogotá, 1960), con estudios universitarios en Psicología y especializaciones en Pedagogía y Docencia Universitaria, Gerontología, Neuropsicología Clínica. Atiende psicoterapia individual, pareja y familia, es docente universitaria, conferencista y facilitadora de grupos. Como Neuropsicóloga, es experta en la valoración de aspectos fundamentales en la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez, en temas como el neurodesarrollo, la cognición, la personalidad y procesos de envejecimiento: deterioros, demencias y cuadros específicos. Ha escrito textos para estudiantes universitarios en Psicología del desarrollo (ciclo vital), psicología de la personalidad (todas las edades) y de la comunicación entre otros. En su vida personal, es casada, madre de tres hijos y abuela de tres nietos, con disfrute por los espacios familiares, la lectura y la música.

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    Renovando la Vida Después de los 40 - Cecilia Cadena

    Renovando la Vida Después de los 40

    ––––––––

    Cecilia Cadena Ramos

    Bogotá, 2025

    DEDICATORIA

    A todos aquellos, hombres y mujeres, que quieren ser constructores conscientes de su vida y desean caminar hacia la vejez viviendo el presente en plenitud.

    AGRADECIMIENTOS

    A ti mi Dios, por la vida que me has dado y dejarme conocer la perfección de tu creación.

    Quiero dar las gracias a mis padres, Eduardo y Myriam, porque al recibir su amor, observar su manera de vivir, de enfrentar los momentos difíciles, disfrutar su alegría y sus detalles, facilitaron que se formara en mí, un corazón sensible dispuesto a encontrar significado en cada momento de la vida. A mis hermanos con quienes aprendí a vivir, a conocer y compartir los sabores agridulces de la vida.  A mis hijos, fuente de amor y conocimiento. A mis nietos que me muestran lo maravilloso de crecer en la vida, tanto en años como en existencia plena.

    Doy las gracias a todas las personas que buscaron mi apoyo a través del servicio de psicología, ya que sus vivencias y el proceso terapéutico, son inspiración para la realización de este libro.

    A mis estudiantes, con quienes he descubierto verdades alentadoras acerca de aprender a envejecer.

    Agradezco a Álvaro Díaz, con quien nací al interés por la Gerontología, quien me animó siempre a escribir esta obra, además de que en el proceso de su realización escuchó, leyó, corrigió, ayudándome siempre a mejorar el producto.

    CONTENIDO

    Introducción

    Pensar y sentir en el presente

    La experiencia de Julia

    El proceso para armonizar lo mental y lo emocional

    Cómo enfrentamos las emociones

    Redefinir el pasado

    Experiencias terapéuticas

    Tendencias en la relación del adulto con su infancia

    Cómo sanar el pasado

    Mi identidad

    La Identidad y el Ciclo Vital

    La identidad se expresa desde un nombre propio

    La identidad es autoimagen: mi yo corporal

    La identidad es proyección social

    ¿Quién es Usted?

    4. Tomar decisiones

    El caso de Yolanda

    Decisiones y consecuencias

    ¿Qué decisiones debo tomar ahora?

    5. Las tareas propias de la edad adulta media

    Crecer interiormente

    Adaptarse a los cambios físicos de la mediana edad

    Encontrar satisfacción y éxito en la vida profesional

    Asumir la responsabilidad social de los adultos

    Revitalizar el matrimonio

    Llevar a los hijos a la vida adulta

    Reorientar los roles sexuales

    Reorientarse hacia los padres que envejecen

    Desarrollar redes sociales

    El tiempo libre

    Encontrar nuevo significado a la vida

    6. La mujer y La menopausia

    Menopausia y Climaterio

    Tratamientos Hormonales

    Osteoporosis

    7. El Hombre y la próstata

    Posibles enfermedades de la próstata

    Tratamientos

    Prevención

    Cirugía

    8. La pareja en la mitad de la vida

    La pareja con hijos adolescentes

    Parejas funcionales y disfuncionales

    La pareja y el nido vacío

    El erotismo en la madurez

    9. Modelos teóricos acerca de la mitad de la vida

    Teoría de Eric Erikson

    Teoría de Roger Gould

    Teoría de Daniel Levinson

    Teoría de George Vaillant

    Teoría de Robert Peck

    Teoría de Robert Havighurst

    Teoría de Charlote Bulher

    Teoría de Bernice L. Neugarten

    10. La Espiritualidad y el sentido de la vida

    Fe

    Perdón

    Paz interior

    Satisfacción con la vida

    Creencias y práctica religiosa

    El Credo Optimista

    Bibliografía

    - INTRODUCCIÓN -

    No estamos limitados por nuestra edad, sino que nos vemos liberados por ella.

    Stu Mittleman

    Cuando salía de mi adolescencia, mi padre cumplía cincuenta años y secretamente pensé con cierto pesar, en lo viejo que se estaba poniendo y en el sin futuro en el que seguramente entraría su vida.  ¿Qué podría vivirse después de cumplir 50 años, diferente de las reuniones familiares y la evolución de los hijos? En mi limitado y juvenil pensamiento se tejía la idea de que en su vida ya habría acabado el amor como vivencia exuberante, colmado de deseos, celos, pasiones, conquista, ilusiones y sueños. Consideraba que con mamá vivían un amor residual convertido en adorable compañía y que por supuesto, nadie diferente a ella podría mover o despertar ilusiones y mucho menos pasiones, en su corazón agonizante posesivamente ocupado por el amor a nosotros, sus hijos.

    Tenía la pobre imagen de que su vida transcurría entre ir a trabajar y llegar a casa a descansar, sin que nada emocionante interfiriera con su rutina habitual, sin que en sus pensamientos pudieran vivir algún tipo de confusión pues ya lo había vivido todo y descubierto todo, de manera que conocía la inmodificable verdad de las cosas de la vida, que se mantendrían sin variación en la suya.

    Entonces pensaba que la vida tenía un sentido especial en la infancia y la niñez, porque había mucho que hacer y mucho que crear: se estudiaba, se aprendía y se construía una forma de ser, una estructura de la personalidad que se hacía visible en la adolescencia y en los años de juventud,  desde un modelo aceptado por todos, que tenía algunos pasos clave y se constituían en una guía a seguir para llenar los requerimientos de lo que socialmente es adecuado para una persona en formación cuya estructura permanecería inalterable a lo largo de la vida,  con la que se recorría el camino, de alguna manera poniéndonos a salvo de los embates rebeldes de la autonomía. Como si se escribiera un libreto desde unos parámetros personales y sociales que habría de cumplirse, el cual se editaba desde los altibajos de la juventud y determinara de antemano la forma como se vivirían la juventud, la madurez y la vejez.

    En otras palabras, la vida realmente se vivía en mitad del tiempo, hasta los 35 o 40 años. Los otros años eran para dejar pasar el tiempo, disfrutando de lo conseguido hasta el momento o soportando los errores de las decisiones tomadas en la juventud. Tenía una explicación bastante simple y unidireccional para la existencia de viejos felices y de buen genio y viejos tristes o amargados. De alguna manera creo que no era la única en pensar de esa manera; por el contrario, dicha creencia está implícita en la mente de muchísimas personas, hombres y mujeres, cuando estamos en la juventud, porque la cultura ha escrito una especie de guion que seguimos al pie de la letra y que nos limita para vivir la vida en toda su realidad.

    Es como si nos encontráramos con la vida partida en dos mitades: la primera mitad con objetivos que incentivan la producción y el status, además de los de reproducción y crianza, con modelos de organización que la estimulan; en tanto, la segunda mitad de la vida no cuenta con modelos de organización propios, lo que favorece la instalación del deterioro y el desvalimiento y por lo tanto niega la vida.

    A medida que empecé a aproximarme a esos años de la mitad de la vida empecé a comprender que cuando yo creía que una persona tenía el camino definido, en realidad apenas comenzaba y podía siempre tomar nuevas decisiones y por lo tanto la vida es una tarea hasta el final de la misma.

    Ahora que recorro mis años que corresponden a la etapa de la mitad de la vida, y haciendo un viaje retrospectivo a los años vividos, encuentro que, a partir de los cuarenta, la vida se pone más interesante. Todo en mi interior ha crecido más: mi capacidad de amar y dar de mí misma, mi responsabilidad sobre mi propia vida, mi capacidad para tomar decisiones, hecho fundamental en esta época; mi derecho a soñar, a hacer planes, a plantearme metas realistas que orientan mis acciones y le dan sentido a mi trabajo, mi capacidad para regular los tiempos: trabajar, dedicar tiempo a la familia, divertirme, descansar...  Podría afirmar que hacia los 40 años es cuando con mayor fuerza y claridad nacemos a una vida personal, conscientemente construida y autónomamente decidida,  y que ese modelo deficitario bio-médico que encaró el envejecimiento como un proceso hacia el deterioro, donde lo que predominan son las pérdidas y  el desvalimiento, debe ser cambiado por un modelo bio-psico-social en el que podamos mirar el envejecimiento como un proceso de cambio, crecimiento, complejo, multidimensional, es decir, en el que están presentes las diferentes áreas: el cuerpo, el pensamiento, las emociones, las actividades, las actitudes, las relaciones consigo mismo y con los demás, la familia, las redes sociales, teniendo en cuenta las características universales, culturales e individuales.

    Es como si a los 20 años, cuando empezamos a dar forma y hacer elecciones hacia una vida de pareja, o de comunidad, o de soltería, eligiendo una carrera universitaria o un trabajo,  viviendo, sintiendo, experimentando, descubriendo, cometiendo errores, conociendo nuestras capacidades, saltando de unas metas a otras; como si subiéramos en una barca con un sólo remo y la dejáramos correr por las variadas corrientes, entre aguas apacibles, aguas de corrientes fuertes con vientos, mareas y remolinos, aguas con grandes piedras,  luchando con ese único remo por afrontar las circunstancias, sin tener los suficientes elementos para dirigir nuestra embarcación, para evitar caer en los remolinos o ser golpeados por la piedras. Un sólo remo nos deja cierto nivel de control, aunque un poco dependiendo del azar y fuerza de las corrientes, igual que un modelo creado desde lo externo nos va llevando por la vida.

    Los años nos traen el vivir, el aprender y poco a poco al transcurrir el tiempo casi sorpresivamente vamos pensando y sintiendo con claridad lo que no queremos vivir, lo que no queremos repetir, lo que queremos lograr, lo que nos es agradable y lo que nos es insoportable. Entonces, vamos entrando a los 30 años, no sabemos qué pasará con el río, pero somos más conscientes de la existencia de sus cambios, y de la necesidad de dirigir la barca con dos remos. Yo lo comparo con la experiencia de subir a la barca a enfrentar al río con un solo remo a los 20 años, y lograr tener dos remos hacia los 40 años, a fuerza del conocimiento y la experiencia que se logra. Se podría pensar que se llega a los treinta años viviendo tempestades y arco iris, luego a los cuarenta con unas capacidades y fuerzas que nos permiten tener mayor control de nuestra barca, de nuestra vida.

    Se requiere entonces, construir un modelo propio, que no está programado para incluir o excluir vivencias acordes con una edad específica, sino coherentes con un proceso personal. Es posible que para algunas personas la llegada a los 40 años sea la entrada a una carrera en picada hacia las pérdidas y cambios negativos establecidos homogéneamente para hombres y mujeres, y que esto favorezca posturas de conformismo, depresión y derrota. Pero justamente desde una sana visión más realista, el desafío es crear modelos para una verdadera construcción personal que se apoya en un nuevo contrato con la vida y en activar aquellos aspectos creativos que no hemos utilizado y tal vez ni siquiera hemos descubierto.

    En este libro, estoy aludiendo a la necesidad de proponer un proyecto que abarque en forma original, dinámica, autónoma y solidaria, esos años, esas décadas que se extienden a lo largo de la vida adulta y que incluyen esos años desde la segunda mitad de la vida y hasta vejez, para vivirlos con calidad, es decir, conservando y transformando la identidad, elaborando el pasado y proponiéndose metas, tomando decisiones, realizando tareas propias de esta etapa, viviendo el presente sin los pesares por el pasado, ni el inalcanzable ideal futuro, sino el presente como lo que realmente se tiene, decidiendo  la mejor manera de vivir y actuando cada día en coherencia con esa construcción personal.

    A lo largo de las páginas de este libro, el lector irá comprobando por qué y cómo nuestro crecimiento es un proceso permanente, es lo único que no termina a lo largo de la vida, ya sea que lleguemos a los treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta, ochenta o cien y más años. Hay una etapa de la vida muy especial para replantear ese crecimiento y llenarnos de nuevas o aplazadas ilusiones, conquistar nuevas metas, a enfrentarnos con decisión y confianza a los nuevos retos que nos trae la vida, después de los cuarenta.

    - I. PENSAR Y SENTIR EN EL PRESENTE -

    Los hombres viven por intervalos de razón, bajo la soberanía del humor y la pasión

    Sir Thomas Brown

    La experiencia de Julia

    Hace un año, recibí en consulta a Julia, trabajadora de la Universidad, con 46 años de edad, quien llevaba 15 años en su trabajo gracias a una alta calificación de desempeño, aunque mantenía permanentes conflictos con las personas con quienes compartía espacios laborales, pues tenía la sensación de que los demás hacían cosas por mortificarla y causarle dolor. Los sucesos a los que hacía referencia podrían tratarse de nimiedades tales como que alguien le hubiera querido ayudar a colocar un material en su lugar, con lo que ella reaccionaba alegando invasión de tareas o de autoridad; tales dificultades no se limitaban solamente al medio de trabajo, sino a otros espacios personales; por ejemplo, con relación a los hijos mantenía una actitud sobreprotectora y había generado en ellos altas dosis de miedo frente a rutinas como irse solos a casa o participar activamente en una clase en sus colegios; contaban con muy pocos amigos pues difícilmente los dejaba relacionarse con otros por el peligro a las heridas que pudieran causarles.

    En el edificio donde vivía Julia, hubo un daño interno en una tubería que filtraba agua a diferentes apartamentos, por lo que se requería revisar los que estuvieran comprometidos, a lo que ella se opuso rotundamente: ella pensaba que iban a romper su apartamento porque no la querían. Cuando se presentaba al servicio de salud del cual yo formaba parte, la más natural demora o alteración en la hora de una cita, era motivo para las más exuberantes reclamaciones con quejas escritas a dirección, en donde naturalmente ya no daban demasiada importancia a sus versiones por ser tan repetitivas, aunque sí sembraba animadversión hacia su persona.

    La sensibilidad de Julia vivía al borde del colapso y por lo tanto su estado de ánimo era bastante inestable; fácilmente se entristecía y permanentemente se angustiaba al punto de que el médico le recomendó asistir a Psicología y estaba a punto de prescribirle calmantes, lo que en ella despertó un nuevo motivo de preocupación. Además, la acompañaba un gran sufrimiento ya que muchas veces ella se daba cuenta de lo desproporcionados que podían haber sido sus comportamientos, de lo apremiante de sus pensamientos y no sabía qué hacer para obtener un poco de paz interior. Sabía que tenía pensamientos y conductas erróneas, pero no sabía discernir exactamente en dónde podía estar lo inadecuado. Por esto, decidió aceptar el apoyo psicológico que el médico le recomendó.

    Cuando iniciamos el proceso, ella llegó haciéndome un recuento detallado de todos los peligros que tenía que enfrentar en los diferentes contextos en los que se desarrollaba su vida, incluyendo una relación matrimonial que había terminado recientemente en separación, por motivos que a mi parecer eran poco claros para una decisión tan radical.

    A medida que fuimos avanzando en la terapia, ella manifestaba que realmente no quería actuar así, estaba consciente de que algo malo pasaba y no entendía qué era. Lo primero fue darse cuenta de que había aprendido a pensar así desde algunas situaciones concretas de su vida cuando estaba muy joven y cómo las emociones habían quedado pegadas a esa época, de manera que aunque Julia tenía 46 años, sus emociones se expresaban como cuando era una niña. Las reacciones que en una época habían sido útiles para enfrentar situaciones adversas en las que realmente había personas que le podían hacer daño, se habían vuelto repetitivas e inamovibles a lo largo de su vida y tanto sus pensamientos como sus reacciones eran desactualizados.

    Por tanto, fue necesario revisar ese esquema, y a través de la terapia ayudarle a mirar el presente con más realismo y permitir que ella enfrentara sus emociones, las reconociera y fuera consciente de que podía reaccionar en coherencia con la realidad, no sólo con molestia sino con alegría, tristeza o hasta temor... sin que la vivencia de una emoción implicara involucrar todos los sectores de su vida, más bien orientando la misma en el contexto adecuado.

    Julia poco a poco fue avanzando hacia un equilibrio entre sus emociones y sus pensamientos, en coherencia con su realidad. Parte de su tratamiento consistía en llevar un diario en el que escribiera cuando sintiera que las emociones se salían de control, y requiriera escuchar su propio corazón y su mente; este ejercicio le facilitaría un encuentro consigo misma, y en uno de esos días escribió lo siguiente:

    "Querido diario, tus páginas son el lugar en el que mis lamentos guardan su eco, mis inconformidades esperan encontrar alivio, dejando que cada letra sea

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