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La legendaria gran guerra: La batalla de Frey
La legendaria gran guerra: La batalla de Frey
La legendaria gran guerra: La batalla de Frey
Libro electrónico397 páginas5 horas

La legendaria gran guerra: La batalla de Frey

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Información de este libro electrónico

Tras un gran periodo de paz en el continente Frey, el magno Imperio de Glaret ha emergido de su letargo para declarar la guerra a todos los reinos del territorio, manando el desasosiego y la incertidumbre en los corazones de los dirigentes de los pueblos que, hasta este punto, gozaban de una paz que se pensaba inquebrantable.

Con la guerra avecinándose a cada paso y la oscuridad cerniéndose sobre el continente, los reinos se vieron obligados a reestructurar sus ejércitos en orden de soportar la arremetida de Glaret, al mando del cruel rey Camil, cuyas ambiciones y maldad han crecido de manera inimaginable.

Ante el gran poderío del Imperio Oscuro, como Glaret es conocido en Frey, el reino de Artericia, uno de los más imponentes, no pudo hacer más que sobrevivir y retener la amenaza lo suficiente para escapar a tierras foráneas, al excelso reino de Saffier, con el que una alianza fue fundada, previendo que la amenaza de Glaret no podría ser refrenada fácilmente.

Ahora, con el Imperio de Glaret exudando un poder sin par, conquistando naciones enteras, las fuerzas de Artericia dirigiéndose a Saffier y estos últimos organizando su ofensiva, la batalla de Frey ha dado inicio y solo culminará cuando el bando del bien, o el bando del mal, caiga derrotado.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 may 2023
ISBN9788411448819
La legendaria gran guerra: La batalla de Frey

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    La legendaria gran guerra - Norman Leguizamón Contreras

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Norman Leguizamón Contreras

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1144-881-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Dedicatoria

    Quisiera dedicar primeramente esta obra a mis padres, sin quienes este proyecto no hubiera podido darse. Les agradezco infinitamente por darme la vida, por siempre estar ahí para mí, por su infinita paciencia conmigo y por creer en mí y en este libro.

    Quiero dedicar esta obra a mi sobrinita Valentina, quien siempre me saca una sonrisa y ha hecho mejor mi vida, a mis hermanos por estar pendientes de este proyecto y confiar en mí, a mis amigos John, David, Rubén, Gabriel y Camilo por todas sus palabras de apoyo, sus buenos deseos, sus muestras de admiración y esa lealtad férrea que tanto los caracteriza.

    Y finalmente, esta obra está dedicada a toda persona que a lo largo del tiempo me ha brindado una palabra, un momento, un gesto y hasta una sonrisa cuando ha visto mi trabajo. De verdad que cada detalle, por mínimo que este sea, se ha transformado en gran motivación y esta obra es fruto de dicha motivación.

    A todos, mil y mil gracias, y esta obra es para ustedes.

    Norman Fabián Leguizamón.

    Prólogo

    A la fecha en la que tengo el gusto de escribir este prefacio, la cultura popular ha evolucionado a tal punto que, en el ámbito del entretenimiento se han acuñado los términos de «Universo expandido» y «Universo compartido», los cuales, en términos de cómics o historietas, se venían trabajando desde hace mucho tiempo, pero es gracias al masivo éxito de franquicias como el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) que estos conceptos se han popularizado y hasta normalizado en la cultura popular moderna. Y con esta pequeña reflexión, es importante preguntarnos si en la literatura contemporánea sucederá lo mismo y de una manera tan preponderante como sucede en el cine y la televisión, en donde es tan importante mantener la cohesión en dicho universo que lo que suceda en una película repercute directamente en la siguiente y en muchas películas subsecuentes, o en su contraparte de la pantalla chica.

    Y no digo que sea gracias al cine o los cómics que tenemos universos compartidos y expandidos, ya que los llamados Spin Off son (tal vez) el génesis de este recurso, y su presumible inicio fue en 1941 con la comedia radial Fibber McGee and Molly, en donde uno de sus personajes secundarios pasó a tener su propio show.

    Para concluir esta parte, concretamente un servidor piensa que los universos de historias que se cuentan de manera antológica, se han popularizado gracias al cine y la televisión, y definitivamente han marcado la pauta para una nueva tendencia en la cultura popular.

    Y ¿por qué inicio este libro hablando de este tema?

    Bueno, en este libro usted se encontrará con una historia épica y fantástica que, de hecho, hace parte de un universo compartido y expandido, así que, para mí es importante que visite cada capítulo con la plena intelección que absolutamente todo lo que va a encontrar hace parte de un colosal universo de fantasía, e incluso usted formará parte del mismo al atestiguar lo que ocurre en sus páginas.

    La Legendaria Gran Guerra - La Batalla de Frey es una obra que, por sí misma, cuenta una historia, de manera que usted no necesita saber qué ocurrió antes o qué ocurrirá después de la misma, sin embargo, pese a su independencia, los personajes, parajes, eventos y el curso de los mismos fungen como una pieza en un magno rompecabezas que puede decidir armar completamente si es su deseo conocer toda la historia, o puede decidir armar una sección si es su deseo conocer únicamente una parte de la misma. Sea como sea, la presunción de contar una historia como antología es la de brindar disfrute al espectador de una manera no lineal; que sea usted quien decida cómo y hasta dónde quiere vivir la experiencia, y que sin importar hasta qué punto logre empaparse, quede satisfecho.

    De la misma manera, huelga clarificar que lo anteriormente mencionado es la razón por la cual el presente trabajo literario no recibe el nombre de La Legendaria Gran Guerra, sino que contiene un subtítulo que enuncia de manera más clara los acontecimientos ocurridos dentro de estas páginas. En virtud de esto, cada nueva aventura en esta saga tendrá como título principal La Legendaria Gran Guerra, pero contará con un subtítulo distintivo.

    Ahora ahondaremos un poco en otro término muy interesante por estas fechas, y es el de Narrativa Transmedia, el cual se define como la técnica utilizada para hacer de una historia una experiencia a través de múltiples plataformas.

    Para aclararlo con mayor prolijidad, la obra que visitamos hoy (La Legendaria Gran Guerra) no solamente es una historia que pretendemos desarrollar como una antología, también tenemos la aspiración de narrarla en formatos como son los libros, cómics o historietas, animaciones y videojuegos; de tal manera que se cree una experiencia completamente inmersiva en torno a la narración.

    Así pues, si usted, amigo lector, se encuentra interesado en dar el paso siguiente tras la lectura de este libro y armar las demás piezas del rompecabezas, debe tener claro que se topará con una experiencia totalmente audiovisual, así como en esta ocasión es literaria, y le invitaremos a tener la mente lo suficientemente abierta para saber disfrutar a plenitud de cada entrega en esta obra Transmedia.

    Habiendo hecho estas dos aclaraciones tan importantes para contextualizarle acerca de la expansión de la historia, de la misma manera quiero dar luz acerca de los elementos (además del título) que conectarán cada pieza entre sí.

    Como hilo conductor tenemos que en el mundo fantástico que recibe el nombre de Dalín se suscitó hace centurias un evento de dimensiones cataclísmicas conocido como La Legendaria Gran Guerra: un conjunto de disputas que, por su carácter devastador, fueron llamadas como colisiones, que los seres del mundo (a partir de ahora identificados como dalianos) correspondientes a humanos, elfos, enanos, dragones y otros seres de leyenda, libraron por generaciones en contra de un ser de magno poder y prominente maldad, el cual, en la tradición de los dalianos recibió el nombre de Zwart.

    Tras siglos de interminables guerras los héroes más valerosos de todas las razas en Dalín finalmente lograron su cometido de destruir aquella deidad oscura, pagando el precio de sus vidas en una explosión tan poderosa que terminó por destruir el continente Lufa, en donde la quinta y última colisión tuvieron lugar y, a partir de dicho momento, una nueva era de paz dio inicio. Este periodo fue rubricado en la historia del planeta como un «después», recibiendo el nombre de Era del Renacer.

    Ahora, La Batalla de Frey ocurre algunos siglos tras la derrota de Zwart, pero dicho evento solamente fungirá como punto de referencia sin llegar a ser un hecho preponderante. Nuestros protagonistas se verán enfrentados con un conflicto de índole similar, pero el artífice del mismo tendrá otra faz; no obstante, es algo que usted, amigo(a) lector(a) irá desvelando a medida que avance en las páginas de este libro.

    Al ser una con grandes dosis de acción y aventura, esta obra literaria pretende alcanzar a un público joven en su mayoría; no porque un servidor piense que una persona madura no pueda disfrutar leyendo acerca de combates feroces en un mundo de dragones y seres de leyenda, sino porque, a partir de cierta edad, los lectores más ávidos pueden estar buscando una obra con menor frenetismo y más densidad argumental y filosófica, aunque la presente goza de estos elementos. Por eso, si usted es una persona joven, créame que va a encontrar una historia sin igual, la cual no se arrepentirá de haber leído, y si usted es una persona mayor, permítame exhortarle a conocer a estos entrañables personajes y permítame darle la bienvenida a esta gran aventura que ha sido construida con la guía de la cultura popular a través de la historia, como la trilogía de El Señor de los Anillos de Peter Jackson, el Legendarium de J.R.R. Tolkien, El Viaje del Héroe de Joseph Campbell, series televisivas como Game of Thrones, videojuegos como Final Fantasy y los siempre célebres cómics y animación japoneses con obras clásicas como Slayers, Tenku no Escaflowne o Magic Knight Rayearth, por nombrar algunas de mis referencias.

    Y como seguramente ya se habrá dado cuenta, las mitologías, en especial la mitología nórdica, en donde encontramos los elfos, enanos, dragones, gnomos y demás, aparte de un gran panteón de dioses y leyendas heroicas, han sido otra de las grandes inspiraciones y orientadores para la realización de la obra principal, con cada una de sus ramificaciones.

    Así pues, con la frase «Roba de los mejores» se le ha dado vida a La Legendaria Gran Guerra como un todo y a La Batalla de Frey como una parte integral de la misma.

    Y sin más que aportar en este texto introductorio, quiero invitarle a ponerse cómodo, a preparar la bebida de su preferencia y a desconectarse de la tecnología durante los próximos minutos para disfrutar de esta aventura a plenitud. Y no me queda más que agradecerle de antemano por darse la oportunidad de ser parte de esta experiencia.

    ¡Muchas gracias!

    1 - Una nueva alianza

    Iluminado por los primeros rayos de la mañana, un torum, ave de plumas doradas y pico largo, delgada y elegante, rauda volaba sobre un vasto y azul mar, cuyas olas golpeaban bruscamente las montañas; mismas montañas que el ave sobrevoló con gran placidez y, como si de un velo se tratase, las colosales rocas se hendían para dar paso a una vista majestuosa de la ciudad de Arcan, capital del reino de Saffier, la cual cubría todo el valle hasta donde el ojo pudiera ver. Sus bellas calles blancas, delimitadas por los rejados rojizos vistos desde el cielo, hacían juego con el plumaje del torum que surcaba el cielo para acercarse a las murallas del palacio Smaral: una construcción semejante a un gran cúmulo de cristales cual espejos brillantes, que se erigía hacia todas las direcciones, asemejándose a una gran amatista.

    Dicho palacio había permanecido como símbolo del reino por miles de años y había sido una fortaleza implacable, siempre erguida en momentos de guerra y un refugio para los más débiles, por lo cual, Smaral siempre se conocería como el escudo y la espada de Saffier.

    Al terminar su vuelo, la majestuosa ave se posó en el ventanal de una de las murallas. En su interior se presentaba una habitación gigantesca con grandes pilares de mármol en las esquinas, paredes azul aguamarina con texturas que remembraban el océano en movimiento. Lámparas delgadas y elegantes en las esquinas, un enorme y lujoso candelabro en el centro de la habitación, decorado con pegasos de oro a cada lado, también una gran cama con dosel, la cual reposaba en el muro del fondo, apuntando directamente a los grandes ventanales de dos metros por los cuales la luz del sol se filtraba en todo su esplendor, y finalmente una silla azul coronada en su espaldar con águilas doradas, sobre la cual descansaba una joven rubia, ojos color rosa y rostro delicado, piel tan suave como la seda y una mirada apacible que tranquilizaría hasta al más atribulado de los hombres. No era otra que Aniria, la princesa del reino de Saffier, hija del rey Rufus y la reina Vicka.

    Con una mirada profunda y circunspecta, la princesa Aniria meditaba acerca de la más reciente situación del reino y del continente Frey.

    El reino de Glaret había declarado la guerra oficialmente a los países cercanos, ya que buscaba expandir su territorio y explotar los recursos naturales lo máximo posible para lograr un imperio industrializado. Dicha ambición había subyugado a los países del oeste, y a pasos agigantados la amenaza se acercaba cada vez más a Saffier, que se encontraba ubicada en el centro del continente, tan solo unos miles de kilómetros alejado del conflicto.

    Reflexionando acerca de esto yacía Aniria con su mirada fija en la decoración del suelo; de pronto, súbitamente sus ojos se dirigieron a la ventana, hacia fuera del palacio, notando una silueta a la distancia, y casi de un salto la princesa se levantó y corrió hacia el balcón atravesando los grandes ventanales. Su tempestuosa salida hizo que el torum volara despavorido.

    Con su torso inclinado hacia delante y sus manos descansando en la barda de granito, la joven princesa observaba detenidamente cómo una fortaleza flotante se acercaba lentamente. Se trataba del mismísimo palacio del reino de Artericia, uno de los primeros en caer ante el poderío de Glaret.

    Al tiempo que los soberanos de Saffier emergieron de su castillo para recibir la inesperada visita, la mirada incrédula de la princesa se dirigía hacia ellos con algo de extrañeza, en ese momento Aniria volvió su espalda, levantó su gran faldón sosteniéndolo de las puntas y corrió hacia los pisos inferiores para encontrarse con sus padres.

    El rey Rufus, un hombre alto, de cabello castaño, cortado elegantemente en forma de hongo, cubriendo su frente hasta la altura de sus cejas y el resto de su cabeza hasta debajo de sus orejas, de mirada tranquila y pacífica, vestido de capa dorada y roja y otros atuendos reales decorados con ornamentos intrincados; y su esposa, la reina Vicka, una mujer delgada, de piel clara y cabello celeste como el mismo firmamento, muy bella, bastante delicada en su caminar y en su forma de hablar; siempre vistiendo elegantemente, pero sin ser muy ostentosa, acorde a su belleza.

    Ambos observaban la fortaleza flotante con una mirada de satisfacción al tiempo que ráfagas de viento agitaban sus vestiduras. Lentamente el imponente palacio detuvo su vuelo a escasos cien metros del castillo, quedando así suspendido en el aire, dando una imagen semejante a dos titanes mirándose mutuamente; uno desde el aire, y otro desde tierra.

    Pasos de tacones resonaron desde el interior del palacio Smaral.

    —Padre, madre ¿qué está pasando? ¿Qué hace el palacio de Artericia aquí? —dijo la joven Aniria.

    —No te preocupes, hija, ellos vienen en son de paz.

    El palacio de Artericia se presentaba como una fortaleza construida en su mayoría por alquimia... Su exterior era protegido por un campo de fuerza hecho con magia; contenía seis motores mágicos que se encargaban de la levitación y su área completa era comparable a la de una localidad en una ciudad pequeña. Esto último obedecía a dos motivos.

    En primera instancia, el palacio de Artericia brindaba cobijo a centenares de aspirantes a soldado, quienes durante años entrenaban incansablemente sin posibilidad de regresar a sus hogares, ya que en tiempos de guerra era imperativo acrecentar los ejércitos; por el contrario, gracias a este sacrificio por parte de los valientes aspirantes, sus familias gozaban de protección y sustento por el reino.

    El segundo motivo obedecía a la posible intromisión de espías o asesinos sombra…

    Si un enviado de un reino enemigo llegase a penetrar las defensas del castillo, tanto príncipes como princesas y reyes estarían en riesgo, por tal razón, la fortaleza contenía cerca de un millar de habitaciones y sin un mapa era imposible llegar a todas; en otras palabras, era un laberinto para cualquier individuo que llegara de fuera.

    Un gran orbe convergente entre tonalidades azules y esmeraldas descendió del palacio flotante con dos personas en su interior. Se trataba del rey Yel y la reina Varedia, los monarcas de Artericia. Ambos altos, delgados y de rasgos refinados. El rey con su cabello de un tono semejante al de la reina Vicka y la reina con el suyo de un tono castaño y lacio; ambos de mirada serena, ambos parecidos en su actuar, amén a las costumbres formales de Artericia, arraigadas en todos sus habitantes, sobre todo en los de la realeza.

    —Bienvenidos a nuestro reino, rey Yel y reina Varedia —exaltó el rey Rufus levantando ligeramente su mano para estrechar las de sus visitantes

    —Lamentamos profundamente haber tenido que venir en circunstancias tan desafortunadas—manifestó el rey Yel mientras los cuatro reyes se dirigían hacia la puerta del palacio, donde la princesa Aniria aguardaba con algo de recelo.

    —Princesa Aniria, bienaventurado sea este día por brindarme la oportunidad de verla de nueva cuenta —declaró afablemente el rey Yel en tanto él y su esposa hacían una corta reverencia, a lo cual Aniria respondió de la misma manera.

    —Ofrezco mis más humildes y profundas disculpas. Ya que la guerra viene de su territorio, no sabía qué esperar con su visita —significó la princesa con pesadumbre.

    La reina Varedia sujetó gentilmente las manos de Aniria con su mirada fija en sus ojos rosa.

    —Nosotros somos quienes debemos sentirlo, infortunadamente nuestro reino no fue capaz de detener la amenaza de Glaret y hemos tenido que acudir a ustedes para crear esta alianza.

    La reina Vicka intervino en la conversación:

    —Bueno, tenemos muchos asuntos que discutir; por favor, entremos al palacio.

    En lo alto, en las entrañas del castillo de Artericia, los cadetes observaban cómo los cuatro reyes y la princesa se internaban en el palacio de Smaral... Entre dichos cadetes se encontraban Stillia, una chica de mediana estatura, esbelta, cabello negro azulado como un joven anochecer, peinado con cola de poni a un costado, amable, sagaz y bastante extrovertida, con su rostro un poco redondeado, o eso parecía ser por su constante expresión optimista. Lizabel, la más alta e inteligente del grupo, cabello corto de un púrpura semejante al de las bayas cosechadas en primavera, serena y muy agraciada físicamente; su rostro se mostraba tranquilo y parecía de aquellas personas que no aman luchar, pero muchas veces esas apariencias engañan... Y Dinna, la más impulsiva, enérgica y bajita de las tres. Su cabello negro como la noche más oscura, largo pero recogido la hacía ver poco delicada, pero no menos bella que las otras; siempre actuando con algo de impulsividad, mostrándose fuerte, temeraria frente a los demás.

    Las tres chicas provenían del pueblo de Valia, en la región de Vinfil.

    Lizabel, con la calma y la suavidad que la caracterizaban, expresaba sus pensamientos a los demás cadetes mientras observaba atenta las siluetas de los cuatro reyes y la princesa desaparecer en las profundidades del palacio

    —Realmente ignoro si esta alianza nos traerá la victoria con el reino de Glaret. No hay que olvidar que los reinos de Artericia y Saffier fueron enemigos acérrimos en conflictos pasados.

    Al escuchar esto, tanto Dinna como Stillia bajaron sus cabezas con un aire meditabundo, mas, esta última replicó:

    —No existen garantías de que Saffier sea un aliado honorable en esta guerra, pero dada la amenaza inminente para este país, lo más conveniente es que los dos reinos unan sus fuerzas y para ninguno sería inteligente fraguar una conspiración o emboscada. —Tras una breve pausa, Dinna continuó diciendo con un tono más enérgico—: ¿Quieren saber algo? Sin importar los planes de cualquiera de los dos reinos, nosotros simplemente somos cadetes en entrenamiento, poco importa lo que pensemos.

    En ese instante, Lumier, un muchacho de rostro gentil, estatura imponente y cabello del color de los troncos de los árboles jóvenes, quien había estado escuchando esta conversación se acercó con una sonrisa en su rostro.

    —¡No se preocupen, chicas! Ustedes no han estado mucho en el ejército de nuestro país, pero los más antiguos sabemos que, pese a que Saffier ha tenido conflictos con nosotros en décadas pasadas, este reino es honorable y en momentos de tribulación como este, se acostumbra dejar las alianzas en papiro.

    —¿En papiro? —cuestionaron las tres al unísono.

    —Sí, Saffier es un reino con reglas inquebrantables, y una de ellas es dejar un manifiesto de las alianzas y las guerras en papiros sagrados; por lo tanto, nunca serán capaces de fraguar una estrategia a nuestra espalda.

    Al tiempo que conversaban, los pasos acelerados de un cadete provenientes de los demás alojamientos se escuchaban acercándose... Se trataba de Deril, uno de los líderes de pelotón, quien se notaba algo exaltado, pero sin perder nunca la compostura

    —La teniente Naísha ha dado la orden inmediata de reunir a todos los cadetes para la ceremonia de alianza entre las dos naciones. —Al escuchar tales palabras, los veinte cadetes del alojamiento observaron a su compañero con miradas que pasaban de la sorpresa al alivio y del alivio a la alegría.

    —Un momento… ¡Creí que los reyes tendrían que deliberar acerca de este asunto! —dijo uno de ellos.

    —No, al parecer los asuntos de la alianza se han tratado a la distancia mientras Glaret dominaba otros reinos. En orden de ganar tiempo, la firma y la ceremonia de la alianza se efectuarán esta misma noche para poder iniciar las estrategias marciales en la mañana.

    Lizabel, Stillia y Dinna dirigieron sus miradas una a la otra en total silencio con un poco de miedo, pero el momento fue interrumpido por Vergil, quien se presentaba como un muchacho de cabello corto, rubio, delgado y de buena estatura, que, al saltar de uno de los camarotes se posó frente a ellas y, mirándolas con extrema confianza, manifestó:

    —¿Qué sucede, muchachas? Parece que tienen miedo.

    Dinna lo fulminó con la mirada.

    —¡No todos los que estamos prestando nuestros servicios al reino somos amantes de la sangre como tú, Vergil! —Al tiempo que lo retiraba rudamente con su mano izquierda para abrir el paso y alejarse de él.

    Las tres chicas pasaron de Vergil con disgusto y este último observó algo confundido en tanto pensaba para sí mismo en voz alta: «Pero ¿qué les pasa?».

    Lumier, posando su antebrazo derecho sobre el hombro izquierdo de Vergil, conversó con él al respecto.

    —No te preocupes por ellas, son nuevas en el cuerpo de cadetes. Es natural que tengan algo de miedo.

    —No comprendo cuál es la razón de unirse a los cadetes de Artericia si no están dispuestas a luchar —replicó Vergil algo desconcertado.

    —Bueno, según supe, las tres chicas vienen del pueblo de Valia —expresó Lumier de vuelta.

    —¿Ese sitio rural en donde no hay nada? —preguntó Vergil aún más sorprendido.

    —Bueno, sin ánimo de ser cruel, Valia es un pueblo de granjeros, ahí no existe la ciencia o la tradición marcial, por lo mismo es casi una villa sin ninguna oportunidad de prosperar. Al parecer estas muchachas quieren algo mejor para sus familias y sabemos que el reino brinda cobijo a las de los cadetes por sus servicios —relató Lumier con tono serio.

    —No pensé que personas de un pueblo perdido en el mapa pudieran ser capaces de llegar a ser miembros del cuerpo de cadetes —dijo Vergil mientras observaba las siluetas de las tres chicas alejándose.

    —Ya sabes lo que dicen: «La necesidad tiene cara de dragón». —Lumier palmeó suavemente la espalda de su camarada al tiempo que emprendía la carrera buscando salir de la habitación y seguir a sus pares.

    Al oeste, más allá de las montañas, el reino de Larka sufría los embates de un despiadado enemigo...

    Un estruendo comparable al rugido de cien dragones, seguido de un destello, daba paso a una inmensa explosión que hizo temblar la tierra de manera atemorizante y dejó a su paso los cuerpos sin vida de miles de soldados.

    Del humo emergían varias figuras de diferente tamaño. Cuatro de estas figuras se revelaban como colosos de hierro: autómatas, cuyas acciones obedecían únicamente a los requerimientos de su dueño. Dichos colosos de hierro tenían la capacidad de disparar magia elemental de sus armas y poseían el poder en sus espadas para destruir las imponentes murallas del palacio Larka.

    Otras figuras correspondían a caballeros negros. Todo un ejército que, de manera altera, caminaba con la victoria asegurada erigiendo sus espadas y sus estandartes. Detrás de estos últimos, a paso lento debido a su peso, se acercaban diez acorazados que, impulsados por sus ruedas, hacían temblar la tierra aún más que las explosiones.

    Los acorazados eran capaces de disparar magia elemental a grandes distancias y no existía arma o guerrero capaz de hacerles un solo rasguño. Ese era el poderío que manifestaba el imperio de Glaret, que claramente había subyugado a su contrincante en este asedio.

    Tras la facción atacante se encontraba el gran acorazado Turmgander, un vehículo de quince metros movido por magia flotante, protegido por un campo de fuerza mágico y una armadura dorada totalmente impenetrable. En lo alto de dicha edificación se encontraba el tejedor de este conflicto: el monarca de Glaret, Camil.

    El rey de Glaret, un hombre de una complexión grande, musculoso, cabello corto y del color del atardecer. reposaba suavemente sobre su armadura negra. Su tez clara convergía con esto último y sus ojos brillantes como el fuego rivalizaban con su mirada fría apreciando atentamente una victoria más de su imperio.

    Dicho aspecto lo dotaba de un halo de misterio y lo mostraba como un ser atemorizante.

    Tras de sí, en la cama doble con espaldar dorado y cobertor azul, jugando con una rosa negra se encontraba en ropa interior su esposa, la reina Vilie, una mujer seductora y sexual, de cuerpo voluptuoso, mirada altera y cruel, cabello largo y holgado, de tono escarlata, semejante a la sangre derramada en el campo de batalla, tez blanca y ojos púrpura que parecían brillar de excitación al escuchar los gritos de horror de sus contrincantes.

    Camil, quien por el gran ventanal de esta habitación observaba de brazos cruzados toda la matanza, giró su cabeza ligeramente hacia atrás y de reojo observó a su esposa al tiempo que esbozaba una sonrisa discreta pero obscena.

    —Otro reino ha caído...

    Entretanto en Saffier, en el palacio Smaral, los cuatro reyes y la princesa Aniria se encontraban sentados alrededor de la mesa redonda de oro sólido tratando los temas inherentes a la invasión del imperio de Glaret.

    El rey Rufus señaló con su dedo índice un punto del mapa del continente Frey que reposaba sobre la mesa.

    —Teniendo en cuenta el gran poder marcial del que Glaret dispone y el tiempo que ha tardado en conquistar cada reino, podemos inferir que, mientras hablamos, es el reino de Larka o tal vez Muril el que sufre el asedio en este momento, por lo que, de ser así, en aproximadamente un mes tendríamos que estar listos para recibirlos.

    El Rey Yel y su esposa Varedia observaron fijamente a este último con una expresión preocupada.

    —Si logramos entrenar tanto a los cadetes de Saffier como a los de Artericia bajo una misma estrategia, lo más probable es que consigamos la alianza más poderosa en la historia de Frey—resolvió vehementemente la reina Varedia.

    —¿Tienes alguna estrategia en mente? —cuestionó con curiosidad la reina Vicka.

    —En tiempos antiguos los monarcas de Artericia solían apelar a estrategias diseñadas para realizar un único ataque. Se las llama «Estrategias serpiente» ya que tratan de ser sigilosas y atacar con potencia absoluta cuando el momento sea oportuno —replicó el rey Yel.

    —¿Estrategia serpiente? —preguntó el rey Rufus con curiosidad.

    Varedia intervino para responder:

    —¡Sí! Recuerdas las serpientes de cristal, ¿verdad? Estas buscan a su presa, se acercan lentamente en las sombras y, cuando es el momento, arremeten con todo su poder para obtener la victoria de un solo movimiento... Si prolongamos el combate, lo más probable es que con el poder bélico de Glaret, nuestros reinos perezcan en el intento, así que lo mejor es aplicar esta estrategia.

    Por otra parte, en el palacio de

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