El Océano Mortal
Por Louis Kicha
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Un intrigante misterio de ciencia ficción de alcance mundial. Un sencillo descubrimiento se convierte en una catastrófica pesadilla. El tiempo se acaba y el profesor Ricardo García y la doctora Katherine Gibbs intentan derrotar a un enemigo tan poderoso que el destino del planeta pende de un hilo.
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El Océano Mortal - Louis Kicha
OCÉANO MORTAL
––––––––
LOUIS P. KICHA
Océano mortal. Copyright© 2016 por Louis P Kicha. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso por escrito del autor, excepto donde lo permita la ley.
Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia y no deben interpretarse como reales. Cualquier parecido con eventos, lugares, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia.
ISBN-10: 1533322384
ISBN-13: 978-1533322388
Los océanos están llenos de sorpresas
.
- Profesor Ricardo García
Para Pete y Annie
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a mi esposa y mejor amiga, Fern, por su increíble apoyo y asistencia en este esfuerzo mío. Durante el proceso, ella me animó, ayudó, halagó, sugirió, corrigió y amó. A ella le dedico este libro con cariño.
...Y para el Dr. Neil deGrasse Tyson, ¡sigo creyendo que Plutón es un planeta!
Algas
Las algas son plantas diminutas, por lo general ignoradas por la mayoría de las formas de vida terrestres. Sin embargo, son esenciales para las criaturas a las que sirven de alimento. Las algas son la base de la cadena alimentaria, desde diminutas plantas y animales hasta depredadores como tiburones, ballenas dentadas y humanos. También desempeñaron un papel fundamental en la evolución de la vida en la Tierra. Una clase de alga, la zooxantela, vive en una relación simbiótica con los corales y es un tipo de alga muy importante. Hace miles de millones de años debido a la naturaleza volcánica del planeta primitivo, la atmósfera de la Tierra primordial estaba compuesta por gases que serían extremadamente tóxicos para la vida actual, como el óxido nitroso, el dióxido de azufre, el dióxido de carbono, etc. A lo largo del tiempo, las diminutas plantas utilizaron el proceso de fotosíntesis, que convirtió la luz solar en alimento liberando oxígeno gaseoso, subproducto de esta reacción. Lentamente, la composición de la atmósfera cambió a una mezcla predominante de nitrógeno y oxígeno, lo que permitió el desarrollo de la vida, tal como se la conoce hoy. Se puede argumentar que las algas son posiblemente las formas de vida más importantes del planeta.
Radiación cósmica
––––––––
Los rayos cósmicos son partículas subatómicas cargadas de energía que se originan en el espacio exterior. Pueden producir partículas secundarias que penetran en la atmósfera y la superficie terrestres. Normalmente sus impactos son insignificantes. Sin embargo...
CAPÍTULO 1
Tiempo: Cero
Era un cálido día de verano frente a los Cayos, Florida. En el Océano Atlántico, cerca de Cayo Largo, a una profundidad de 13 metros, un bólido de partículas cósmicas del espacio profundo atravesó un grupo de zooxantelas, una especie de alga que vive en una relación simbiótica con el coral. Estas le proporcionan los nutrientes. Las zooxantelas se encontraban en capas sobre una cabeza de coral. El impacto directo desgarró el ADN en el núcleo de la célula, la mitocondria y los cloroplastos, lo que provocó su separación. El ADN se reensambló en un genoma totalmente diferente de la forma original.
Esta estructura alterada creó mutaciones horribles en la célula, lo que resultó en una tasa reproductiva acelerada, crecimiento rápido y una distorsión total de la capacidad fotosintética de la célula. Los cloroplastos recién reconstituidos se transformaron en formas deformes de sí mismos. En lugar de producir oxígeno como subproducto de la fotosíntesis, comenzaron a producir dióxido de carbono (CO2) y dióxido de azufre (SO2). La célula comenzó a reproducirse y duplicó el número de células cada 20 minutos (un ritmo similar al de las bacterias), en lugar de cada 70 a 100 días, lo normal para las zooxantelas. Este rápido crecimiento exponencial pronto reemplazó a la colonia de zooxantelas normales
en la cabeza del coral. En cuestión de horas, las zooxantelas mutadas lo cubrieron. La liberación constante de CO2 y SO2 alteró el microambiente del agua alrededor del coral al combinarse con el agua creando ácidos carbónico y sulfúrico, lo que la volvió ácida.
Químicamente:
2SO2 (g) + O2 (g) + 2H2O (l)—-> 2H2SO4 Ácido Sulfúrico
CO2 + H2O—-> H2CO3 Ácido carbónico
Esta agua ácida causó estrés en las formas de vida como el coral y las plantas diminutas, ya sea matándolas o haciendo que sus procesos normales fueran menos funcionales. Además, se produjo una disminución del oxígeno disuelto.
––––––––
Y siguió creciendo exponencialmente...
CAPÍTULO 2
Tiempo: Dos años después del evento inicial...
Frente a la costa norte de Cuba, un grupo de sensores del lecho marino conocido como Matriz #6 estaba distribuido a lo largo de una cresta submarina. Los sensores fueron accionados por la diminuta disminución de oxígeno disuelto en el agua, resultado del paso de los rayos cósmicos y la alteración de las zooxantelas. La señal se transmitió a través de un satélite geosíncrono dedicado hasta un centro de computación en una instalación llamada Ingeniería Marítima ubicada en Malabar, Florida, en la costa atlántica central de Florida. El ordenador registró el evento pero no activó una alarma ya que la lectura estaba en un nivel tan bajo que se atribuyó a una falla en los sensores.
Melbourne Beach, ubicada en la costa este de Florida, era uno de los últimos lugares sin descubrir
en el estado. Los residentes se esforzaban por mantenerla oculta de las masas del resto del estado. Ubicada cerca de Melbourne en la costa este central, Melbourne Beach tenía la reputación de ser bastante exclusiva y un poco extravagante para una comunidad pequeña. Con solo 3 kilómetros cuadrados, la comunidad ofrecía amplias playas vírgenes, dunas increíbles, excelente surf y pesca.
Para las familias, Melbourne Beach ofrecía buenas escuelas y recreación para los niños y para los residentes mayores, una vida fácil. Grandes restaurantes salpicaban la ciudad y había una colonia de artistas instalada en un conjunto de casas adosadas frente al océano. Había una universidad privada llamada Sunland College que ofrecía uno de los principales programas de Ciencias Marinas del país. Aunque estaba apartada, siempre se podía volar al Aeropuerto Internacional de Melbourne o conectarse con el mundo usando la Interestatal 95 o la autopista de peaje de Florida. En definitiva, era un lugar especial.
CAPÍTULO 3
Ingeniería Marítima era una pequeña empresa de investigación y desarrollo cuyas labores eran la detección submarina de fenómenos naturales y artificiales. Fundada por los doctores Pam Casey y Bob Saunders, Ingeniería Marítima fue diseñada para ser un centro biológico marino que identificara nuevas especies con fines alimentarios, medicinales y farmacéuticos.
Pamela Jean Casey, de 36 años, era la directora ejecutiva. Era bajita: 1,45 m., cabello castaño corto y penetrantes ojos azules. A pesar de su tamaño, había que respetarla. No temía a nadie. Pam nació en Boston, Massachusetts, pero creció en Newport, Rhode Island. Sus padres eran obreros; su padre trabajaba como tipógrafo en el periódico local y su madre era secretaria de una escuela primaria. En la escuela, Pam sobresalió en ciencias y matemáticas. Se graduó quinta en su clase de secundaria y fue aceptada en diez universidades. Decidió asistir a la Universidad de Brown para su pregrado donde recibió una Licenciatura en Biología. Pam aplicó a la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y fue aceptada en el programa de posgrado en Ecología Marina. Después de obtener su maestría y doctorado, aceptó una posición postdoctoral en la Institución Scripps de Oceanografía en La Jolla, California, donde conoció a su futuro socio y colaborador, Bob Saunders. Pam no estaba casada, no tenía hijos y vivía en una casa en la orilla este del río Indio. Compartía su apartamento con sus dos gatos. Buceadora consumada, también disfrutaba tocar teclados y saxofón así como coleccionar artefactos mayas. Era una feroz competidora.
Robert (Bob) Saunders, de 45 años, era el cofundador de Ingeniería Marítima y su ingeniero jefe. Medía 1,80 m., cabello negro canoso y ojos azules. Nació y creció en Wichita, Kansas. Sus padres eran maestros; su papá enseñaba educación física en la escuela secundaria y su madre enseñaba quinto grado. Bob era un estudiante promedio, pero se destacaba en el fútbol y en el campo a través. Obtuvo una beca de atletismo para la Universidad de Kansas, pero se distrajo con una chica y en fiestas. Suspendió la universidad durante el primer año. Después de dejar la universidad, Bob se alistó en la Marina de los Estados Unidos durante seis años y se desempeñó como técnico de mantenimiento de reactores nucleares. Tres de sus años los pasó en el mar a bordo de un portaaviones de propulsión nuclear. A pesar de ser un niño de Kansas, el océano lo sedujo. Sabía que pasaría su vida cerca del mar. Dejó la Marina y fue a UCLA, donde obtuvo una licenciatura en Física con una especialización en Biología. Realizó sus maestrías y doctorados en Oceanografía Física en la Universidad de Carolina del Norte. Bob obtuvo una beca posdoctoral en la Institución Scripps de Oceanografía. Estaba divorciado, tenía un hijo y vivía con su novia Lori en un apartamento junto al Atlántico, al sur de Melbourne Beach. Tocaba la guitarra, coleccionaba vino, le gustaban las carreras de coches y era radioaficionado.
CAPÍTULO 4
Durante su estadía en Scripps, Pam Casey y Bob Saunders hicieron investigaciones sobre invertebrados marinos que podrían tener una gran importancia médica para los humanos. Esta colaboración fomentó una gran confianza y respeto entre ellos. Pam formuló una hipótesis para localizar nuevas especies de invertebrados que ampliaría el trabajo del científico de invertebrados marinos más importante del mundo, el Dr. Ricardo García. Sin embargo, tendría que hacerlo a su ritmo. Cuando Pam informó a Bob al respecto, este aprovechó la oportunidad. Compró sensores de uso estándar que registraban la temperatura, la salinidad y los niveles de oxígeno disuelto. Usando tecnología láser y micro ordenadores para modificar el diseño, logró el objetivo de medir el movimiento de microfluidos creado por cnidarios y ctenóforos (esencialmente medusas y corales) que se deslizaban sobre los sensores. Después de rediseñar los sensores para que usaran cámaras submarinas remotas, pudieron identificar nuevas y exóticas especies. Bob realizó cientos de pruebas en las aguas de San Diego con gran éxito. Eso tomó la mayor parte de un año hasta que los dos socios solicitaron una patente sobre el diseño, que recibieron de inmediato. Acumularon una gran cantidad de datos y fotografías. Enviaron una serie de artículos científicos a diferentes revistas revisadas por colegas de Ciencias Marinas sin el conocimiento de Scripps.
Cuando la gerencia de Scripps se dio cuenta del trabajo independiente, la pareja fue confrontada y se produjo un escándalo. Hubo una batalla legal en los tribunales en cuanto a la propiedad de la propiedad intelectual y los derechos exclusivos de los materiales. Después de seis meses de disputas legales se llegó a un acuerdo que resultó en las renuncias de la Dra. Pamela J. Casey y el Dr. Robert P. Saunders de la Institución Scripps de Oceanografía con la estipulación de que no se emprenderían más acciones si, y solo si, la pareja no competía con Scripps en ninguna parte de la costa del Pacífico. Ahora desempleada, la pareja decidió implementar un plan de negocios para sus operaciones.
Dado que su trabajo requería un océano y la costa oeste no era una opción, miraron hacia el este. Pam pensó en la costa norte del Atlántico, pero Scripps había notificado a la Institución Oceanográfica Woods Hole en Massachusetts sobre los problemas legales y las restricciones a la pareja. Así que la elección lógica era mirar más al sur. Pam se puso en contacto con un amigo, agente inmobiliario en Florida que manejaba propiedades comerciales disponibles. El agente encontró un pequeño edificio aislado que se ajustaba a las necesidades de la pareja en Malabar, Florida. Visitaron el sitio y decidieron que era adecuado. Se negoció y firmó un acuerdo de compra; Pam y Bob pagaron la hipoteca y las cuotas y luego tomaron posesión de la propiedad. Llamaron a su nueva empresa Ingeniería Marítima
. Ahora tenían nombre, edificio y el uno al otro; lo único que hacía falta era conseguir personal y financiación. Pam y Bob regresaron al sur de California, empacaron sus productos y se mudaron al este, a Melbourne Beach.
CAPÍTULO 5
La financiación vino en forma del Departamento de Defensa (DoD). En el Pentágono, una funcionaria de bajo nivel con un doctorado buscaba en la literatura científica cualquier posible investigación con aplicaciones de defensa. Encontró un artículo titulado Ocho cnidarios y ctenóforos de aguas profundas no descritos anteriormente
por la Doctora Pamela J. Casey y el Doctor Robert P. Saunders, en una revista de investigación de ciencias marinas. El artículo en sí no tenía prácticamente ningún interés, pero el método de detección era interesante. La funcionaria llamó a su supervisor, quien a su vez llamó a su jefe y así sucesivamente en la cadena de mando hasta llegar a la Oficina del Contralmirante Royce Hart. Hart era un veterano de 30 años de la Marina, que tenía una habilidad asombrosa para encontrar armas y sistemas no convencionales. Llamó a su ayudante de campo, teniente comandante, Jerry Hobson, y le pidió que localizara a Casey y Saunders. Las llamadas iniciales a Scripps no fueron productivas ya que la gente seguía bastante molesta por todo el asunto Casey/Saunders.
El teniente Hobson hizo una búsqueda en Google
y dio con Ingeniería Marítima en Malabar, Florida. Llamó a la compañía y habló con Pam Casey sobre ir a investigar su sistema de sensores. Ella lo invitó a venir al día siguiente. A la mañana siguiente, Hobson organizó un vuelo desde la Base Conjunta Andrews en Maryland hasta el Aeropuerto Internacional de Melbourne. Tres horas y media después, un Gulfstream IV del gobierno aterrizaba en Melbourne.
Después de aterrizar, Hobson subió a un coche de alquiler y salió del aeropuerto conduciendo los 35 minutos hasta Ingeniería Marítima. Se detuvo en el edificio sin ventanas ubicado en los matorrales de Florida y aparcó en un solar adornado con conchas de bivalvos trituradas. Al salir del automóvil, el hombre de la Marina caminó hacia la puerta y llamó. Golpeó tres veces más hasta que la puerta se abrió con un chirrido.
—¿Puedo ayudarle? —gruñó un Bob Saunders cansado y sin afeitar.
—Buenos días, soy el teniente comandante Jerry Hobson. He venido desde Washington para hablar con los doctores Saunders y Casey.
—Soy Saunders, ¿qué puedo hacer por usted?
—La Marina está interesada en su sistema de detección para su posible uso como herramienta de seguridad nacional.
—¿Qué está pasando, Bob? —preguntó Pam cuando dobló la esquina y vio a Bob hablando en la puerta.
—Un tipo de Washington quiere ver nuestros sensores —respondió.
—¿Trajo efectivo? —preguntó a modo de broma, mientras llegaba.
—Señora —respondió Hobson—, soy el teniente comandante Jerry Hobson. Hablamos por teléfono ayer. Represento al Contralmirante Royce Hart, Director de Proyectos Navales Especiales en el Pentágono. El almirante Hart está muy interesado en su sistema y le gustaría verlo por sí mismo. Si queda satisfecho de que hace lo que usted dice que hace, está dispuesto a financiar el desarrollo de este sistema. Si no le importa, ¿podría mostrarme los conceptos básicos? De esta manera puedo hacerle saber al Almirante si vale la pena un viaje a Florida.
Bob y Pam intercambiaron miradas.
—Bueno, entre Comandante. Será un verdadero placer mostrárselo —respondió Pam.
Hobson entró en el edificio. Pam y Bob lo llevaron a una pequeña habitación donde le ofrecieron un asiento. Bob instaló un ordenador portátil y comenzó a mostrarle los diagramas, gráficos e imágenes. Después de pasar unos 30 minutos mirando el ordenador, dijo:
—Déjeme hacer una llamada al Almirante. ¿Cuándo estaría disponible, doctora? —preguntó Hobson.
—Hoy, mañana, cuando sea conveniente —dijo Pam—, nosotros, eh, no tenemos muchas actividades en estos días, ¿eh, Bob?
Bob sonrió. El teniente Hobson sacó su móvil y marcó un número.
—Con el Almirante Hart, por favor.
Momentos después, dijo:
—Sí, señor, pueden reunirse con usted mañana a las 07:30. Sí señor, el aeropuerto de Melbourne es el más cercano. Sí señor, creo que aquí encontrará lo que busca; gracias Señor.
Colgó y se volvió hacia Pam.
—Señora, el almirante volará mañana y se reunirá con ustedes a las 07:30 horas.
Pam estaba boquiabierta.
—Eh, sí, estaremos aquí.
—Gracias señora; señor.
Hobson les estrechó la mano y partió hacia un hotel cerca del aeropuerto. Cuando el auto se fue, Bob se volvió hacia Pam y le dijo:
—¿Qué carajo acaba de pasar?
—No tengo la menor idea. Supongo que será mejor que nos comportemos de la mejor manera.
Ambos socios recogieron sus cosas y se dirigieron a sus autos.
—Nos vemos a primera hora.
—¡Sí, qué descanses!
CAPÍTULO 6
A las seis y media de la mañana siguiente, un jet T-38 con insignias de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Melbourne. Rodó hasta una parte remota del aeropuerto junto a un gran hangar solitario y apagó los motores. Esperando en la pista estaba el teniente Jerry Hobson vestido con su uniforme caqui de verano. El toldo se abrió y los dos pilotos se quitaron los cascos; el hombre mayor en el asiento trasero se pasó la mano derecha por el pelo.
Después de desabrocharse los arneses, colocaron sus cascos en sus asientos y se pusieron de pie. Ambos descendieron por la escalera empotrada a lo largo del fuselaje. Una vez en la pista, el fornido piloto con un traje de vuelo verde saludó a Jerry Hobson. Hobson le devolvió el saludo mientras caminaba hacia el almirante. El piloto del asiento delantero, el coronel de la Fuerza Aérea John Scardelli, siguió al almirante después de revisar el tren de aterrizaje del T-38.
—Jerry, te presento a John Scardelli, mi chofer. Aceptó traerme a esta reunión.