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Los enemigos del fin del mundo: Judíos, herejes y demonios en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)
Los enemigos del fin del mundo: Judíos, herejes y demonios en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)
Los enemigos del fin del mundo: Judíos, herejes y demonios en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)
Libro electrónico1159 páginas14 horas

Los enemigos del fin del mundo: Judíos, herejes y demonios en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)

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Trabajo documental, reflexión teórica y debate historiográfico se articulan aquí, en pocas palabras, para ofrecer una lectura posible del estrecho vínculo entre "política" y "religión" en la Baja Edad Media y la temprana Modernidad, un problema clave para la comprensión de las sociedades premodernas.
 
Frente a una tradición historiográfica que reducía el Fortalitium fidei a un simple manifiesto "antisemita", el presente libro ofrece una nueva lectura de la voluminosa y polifacética obra de fray Alonso de Espina (O.F.M.), escrita en torno de 1460. El análisis del antijudaísmo radical de este teólogo y predicador popular castellano se conjuga aquí con el estudio de su propaganda anti-conversa y con el examen detallado de su temprana demonología. La apreciación de conjunto de los objetivos del texto permite mostrar de qué modo el fraile construye discursivamente a los diversos "enemigos de la fe" –en su doble dimensión (individual y escatológica) y en su múltiple naturaleza (judíos, herejes, sarracenos, demonios)– en concordancia con su particular diagnóstico de la coyuntura que atravesaban entonces los reinos hispanos. Las diversas aristas del lenguaje teológico-doctrinal que reúne Alonso de Espina en su Fortalitium fidei (la homilética, la heresiológica, la eclesiológica, la apocalíptica) son puestas al servicio del discurso polémico y, como corrobora el presente libro, se revisten de una innegable potencialidad política.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 feb 2023
ISBN9788416467228
Los enemigos del fin del mundo: Judíos, herejes y demonios en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)

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    Los enemigos del fin del mundo - Constanza Cavallero

    coleccion

    Constanza Cavallero

    Los enemigos del fin del mundo : Judíos, herejes y demonios en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV) - 1a ed. - Buenos Aires : Miño y Dávila editores, 2016.

    Archivo Digital (Descarga y online)

    ISBN 978-84-16467-22-8

    IBIC HRAM7, HRAM9, HBLH

    © 2016, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl

    Edición: Primera. Mayo de 2016

    Armado y composición: Eduardo Rosende

    Diseño: Gerardo Miño

    Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Página web: www.minoydavila.com

    Mail producción: produccion@minoydavila.com

    Mail administración: info@minoydavila.com

    Redes: Twitter, Instagram, Facebook

    Dirección postal: Miño y Dávila s.r.l.

    Tacuarí 540. Tel. (+54 11) 4331-1565

    (C1071AAL), Buenos Aires, Argentina.

    portadilla

    A Victoria.

    Índice

    Agradecimientos

    Introducción

    CAPÍTULO I. El antijudaísmo en el Fortalitium fidei

    1. Introducción

    2. Antijudaísmo e identidad cristiana

    3. Antijudaísmo versus antisemitismo

    4. El antijudaísmo medieval

    5. El caso hispano

    6. El antijudaísmo cristiano del fraile de Espina

    7. Conclusión

    CAPÍTULO II. Judíos, conversos y malos cristianos

    1. Introducción

    2. El criptojudaísmo y las razones de la Inquisición: litigios historiográficos

    3. Hacia la elucidación del sueño ideológico

    4. Judaísmo y criptojudaísmo: la incredulitas y la burla como amenazas

    5. Judaización por ósmosis en las otras herejías del Fortalitium fidei

    6. El temor al mestizaje

    7. Los silenos y el Cíclope

    8. La encrucijada entre dos modelos de cristianismo

    9. Conclusión

    CAPÍTULO III. El lenguaje heresiológico y la construcción de la herejía conversa

    1. Introducción

    2. El lenguaje de la herejía

    3. La inflación de la herejía en la Iglesia post-gregoriana

    4. Inestabilidad y cambio en el lenguaje de la herejía (siglo XIV)

    5. La concepción de herejía en el siglo XV

    6. La herejía de inventar herejías

    7. La denunciante fama

    8. La construcción de una herejía desde el espacio público897

    9. Conclusión

    CAPÍTULO IV. Los combates del demonio en el ámbito cultural ibérico

    1. Introducción

    2. La demonología cristiana en suelo hispano: historiografía e historia

    3. Los demonios de Espina: matriz agustiniana, matiz franciscano

    4. Espina y las brujas: la idiosincrasia de la demonología ibérica

    5. Así en la Tierra como en el cielo

    6. Demonología y política

    7. Conclusión

    CONCLUSIÓN

    BIBLIOGRAFÍA CITADA

    foto

    Agradecimientos

    Este libro es una versión revisada de mi tesis de doctorado, culminada en 2013. Y es, además, sin duda alguna, resultado de un esfuerzo compartido. Por este motivo, no puedo sino expresar mi más sincera gratitud a todos aquellos que han contribuido de un modo u otro a su realización. En primer lugar, a quienes me han brindado su confianza, consejo y apoyo en calidad de director y codirector de este trabajo de investigación: Fabián Campagne y Ariel Guiance. Luego, a quienes, sin ocupar esos roles, colaboraron igualmente en mi formación y estimularon mi interés por la historia medieval y moderna, por diversos caminos: Alejandro Morin, Paola Miceli, Eleonora Dell ’ Elicine, Rosana Vassallo, Alicia Schniebs, José María Monsalvo Antón, Pablo Cavallero, mi grupo de paleografía, mi querido equipo del DyTEM y mis compañeros de la cátedra de Historia Moderna de la Facultad de Filosofía y Letras. En particular, quiero agradecer a Dolores Castro, Santiago Peña, Carolina Losada y a mi colega preferido , mi amigo, mi compañero, Ismael del Olmo.

    Agradezco también a los diversos organismos que han posibilitado la realización del presente trabajo de investigación: el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y el Instituto de Historia de España Claudio Sánchez-Albornoz de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Quiero agradecer, también, al Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de la Universidad de Salamanca y a la Asociación Universitaria Iberoamericana de Posgrado por haberme permitido disfrutar de una estadía de investigación en el viejo continente, cuyos resultados también recoge el presente libro.

    Finalmente, doy muchas gracias con todo mi amor a mis seres más queridos por haberme acompañado con paciencia y cariño mientras yo dedicaba horas a la lectura y a la escritura de este trabajo. Juntos pasamos reveses muy duros en estos años y compartimos, también, cada logro conseguido y cada momento de felicidad. Sin ellos, mis padres y mis hermanos, mi familia entera, mis amigas y amigos de siempre, mis compañeros de vida, nada de esto habría sido posible.

    Introducción

    Quis, quid, ubi, quibus auxiliis, cur, quomodo, quando?¹

    El presente abordaje de la historia peninsular en el Otoño de la Edad Media parte de la noción de ‘alteridad del pasado’, fundamento sólido que invita a comprender este último en su sentido propio y dife­rente ². En esta clave, proponemos una aproximación a diversos aspectos de la historia de las sociedades cristianas del pasado tomando como objeto de estudio central el discurso adversus inimicos de un combativo monje franciscano de la decimoquinta centuria: fray Alonso de Espina.

    A partir de las palabras que este último escribió circa 1460, consideradas dentro del universo sociocultural del que forman parte, este libro intenta indagar en las estructuras de significación socialmente establecidas respecto, sobre todo, de aquello que hoy en día conceptualizamos como ‘política’ y ‘religión’. El planteo propuesto, tendiente a insistir en lo antiguo y en lo ajeno en detrimento de lo propio y lo contemporáneo (tomando palabras de Borges), obliga a sopesar dichas nociones –tomadas aquí como punto de partida, por su valor hermenéutico– a fin de que sean reconsideradas a la luz del análisis histórico y la reflexión conceptual.

    Como ha sostenido André Burguière, el giro hacia el pasado no apunta a justificar el mundo en el cual estamos insertos ni a reconciliarnos con él sino que, por el contrario, invita a tomar distancia respecto de él. El estudio de los fenómenos del pasado a partir de grillas de análisis establecidas en el presente, de herramientas conceptuales forjadas en la experiencia contemporánea, permite identificar y mejor comprender los mecanismos de cambio y variabilidad en los modos de articulación del universo sociocultural y simbólico a lo largo de la historia³. En pocas palabras, el presente trabajo parte de una confrontación entre pasado y presente e intenta hacer a un lado la visión del primero como el anuncio y la preparación inevitable del presente⁴.

    El mencionado fraile Alonso de Espina, afamado predicador itinerante de la Castilla de mediados del siglo XV, redactó a fines de la década de 1450 una vehemente apología de la fe cristiana, titulada Fortalitium fidei⁵. En ella, este franciscano puntilloso, terco, agitador e intransigente lidia con los diversos enemigos de la fe cristiana y la ecclesia: judíos, herejes, sarracenos y demonios⁶. Ruega a Dios consuelo, creyendo que la presencia de estos adversarios era particularme preocupante en esta desdichada España, en la cual, por hallarse en los confines del mundo, –dice a la divinidad– se han congregado en ella todas las heces de Tus enemigos⁷. Esta voluminosa obra fue publicada pocos años después de su elaboración (circa 1470) y reimpresa, luego, en numerosas ocasiones⁸. Su gran popularidad en los siglos XV y XVI es innegable, a tal punto que ha sido considerada, al igual que el famoso Malleus maleficarum, un verdadero "best-seller" de la temprana Modernidad⁹. La vasta obra de este franciscano observante, líder de su Orden, ha sido insuficientemente estudiada, tal vez porque aún no ha sido publicada edición crítica alguna de la obra ni tampoco traducción de sus libros a lenguas modernas¹⁰; no obstante ello, es y ha sido citada de modo tan abundante como superficial por numerosos medievalistas e hispanistas, sobre todo en lo que respecta a la virulencia y variedad de recursos con que el fraile castellano alentó la viva polémica adversus iudaeos en el libro tercero del Fortalitium fidei.

    El objetivo medular de este libro consiste en analizar hasta qué punto el discurso de Alonso de Espina reviste destacada importancia para comprender ciertos procesos históricos medulares de la segunda mitad de la decimoquinta centuria en Castilla. Embebido del franciscanismo observante de la época, Espina no sólo deseaba con fervor reformar su orden sino también la sociedad castellana en su totalidad¹¹. En este sentido, con sus escritos y sus prédicas, buscaba seguir fielmente los pasos de los ya entonces canonizados Bernardino de Siena y Vicente Ferrer¹².

    Una serie de indicios devela la importancia que reviste el Fortalitium fidei en la coyuntura histórica que lo vio nacer, expone la necesidad de emprender una lectura más profunda de la obra que la que usualmente han brindado los historiadores (quienes han hipertrofiado su veta antijudía) y deja al descubierto el hecho de que un análisis complejo e integral del tratado es, en la actualidad, una deuda de la historiografía. Señalo concisamente algunos de dichos indicios, los que han impulsado mi labor de investigación.

    En primer lugar, analizado el Fortalitium, resulta notorio que la escasa originalidad que se le ha atribuido no se ajusta a su contenido ni a su trascendencia histórica¹³. El discurso de Espina no constituye un mero compendio de viejas tradiciones sino que, por el contrario, actualiza significativamente ciertas polémicas de cara a la convulsionada coyuntura que atraviesa el reino de Castilla a mediados del Cuatrocientos; incluso incorpora (y advierte sobre) problemáticas realmente novedosas en la época. Me refiero particularmente a la llamada cuestión judeoconversa (complejo fenómeno que emerge con fuerza en el reino tras la revuelta toledana de 1449), a la preocupación del franciscano por las novedosas herejías que –a su entender– pululaban y se extendían de modo furtivo y minaban la fe cristiana, a la importación en territorio ibérico de cruentos bulos antijudíos (historias de profanación eucarística y asesinato ritual) y, por último, al inédito fenómeno de la brujería con el que lidia Espina de forma pionera en el Liber quintus, asunto apremiante en la cristiandad latina desde el segundo tercio del siglo XV. El Fortalitium constituye nada menos que el primer escrito llevado a la imprenta que discurre acerca de semejante fenómeno.

    En segundo lugar, el Fortalitium fidei del fraile castellano, a diferencia de tratados precedentes que forman parte de la literatura polémica cristiana, cuenta con la originalidad de incorporar a los demonios, creaturas inmateriales, junto a los adversarios corpóreos y tangibles de la ecclesia Dei¹⁴. En efecto, tras referirse a los enemigos humanos de la fe en los libros II, III y IV (herejes, judíos y sarracenos, respectivamente), Alonso de Espina dedica el quinto y último libro, titulado De bello demonum, a tratar la guerra de los demonios contra la ecclesia. La significancia de la inclusión de este primer libro específicamente demonológico escrito en tierras castellanas en un tratado de cariz indudablemente polémico es, como veremos luego, una cuestión aún inexplorada por la historiografía.

    En tercer término, Alonso de Espina ha sido recurrentemente considerado el antisemita por excelencia del siglo XV hispano, preocupado meramente por los judíos públicos y ocultos (i. e., los conversos)¹⁵. Una lectura atenta del Fortalitium fidei muestra que esta consideración no es del todo acertada, que merece tanto un replanteo a nivel histórico cuanto una reflexión y problematización a nivel conceptual. Muestra también que las preocupaciones del franciscano son bastante más complejas.

    Por último, el tratado de Espina posee una dimensión perlocutiva sin duda remarcable: las menciones e intervenciones concretas sobre su tiempo presente no son escasas y, además, son sumamente vigorosas. Entre sus acciones más evidentes cabe destacar que el fraile solicita tempranamente el establecimiento de una inquisición en territorio peninsular, presenta la idea de la expulsión de los judíos de los reinos hispanos como una opción factible y conveniente por vez primera en el reino y alienta la gran cruzada contra los musulmanes en pos de lograr, como objetivo último, la liberación de Tierra Santa¹⁶.

    La presente investigación propone un análisis complejo que interrelacione los diversos aspectos recién mencionados, entre otros, atendiendo a sus posibles conexiones e implicancias y ahondando tanto en las condiciones de posibilidad que habilitaron tales discursos como en sus complejos corolarios históricos, en el marco de una Castilla atravesada por rebeliones nobiliarias, guerra civil, conflictos bélicos con reinos vecinos, guerras con los moros en el sur, enfrentamientos banderizos urbanos, tensiones cada vez más agudas entre cristianos y judíos y, finalmente, perpleja ante la aparición del novedoso problema converso. Este abordaje, al conjugar las diversas variables antedichas, aspira a realizar una contribución significativa a la disciplina histórica proveyendo a la historiografía un abordaje novedoso no sólo del discurso adversus inimicos (demonológico, heresiológico, antijudío y anti-sarraceno) propio del ámbito peninsular sino también de procesos histórico-políticos controversiales ligados estrechamente a dicho discurso. Me refiero a la creciente persecución de la disidencia religiosa, a la radicalización del antijudaísmo, a la evolución del fenómeno herético y el discurso heresiológico, al establecimiento de los llamados estatutos de limpieza de sangre en la España tempranomoderna e, incluso, a las formas de legitimación del poder y a los vínculos entre ‘política’ y ‘religión’ en un período que no es sino la antesala de la absolutización de los poderes monárquicos, de la formalización de la ortodoxia como una cuestión de derecho público y de la generalización del principio "cuius regio, eius religio", que tendría lugar décadas después en el marco de la Reforma protestante y la (Contra)reforma católica.

    El Fortalitium fidei fue redactado con anterioridad al desenvolvimiento de procesos medulares de la historia castellana: entre otros, la unificación de los reinos ibéricos, la puesta en marcha del Santo Oficio de la Inquisición, el fin de la reconquista de la Península, la expulsión de los judíos y la conquista de América. Así pues, destaca en importancia por brindar un acercamiento privilegiado a los discursos y las prácticas sociales relativos a los enemigos de la fe en las décadas inmediatamente previas a la emergencia de tales acontecimientos. Los procesos que culminarían en hechos históricos de tal envergadura se muestran en la obra del fraile en una fase de conformación, ebullición y creciente legitimación. En aquellas décadas, la voz del famoso predicador popular Alonso de Espina se hacía oír vivazmente entre sus contemporáneos en lo tocante a estas cuestiones entonces acuciantes; resulta llamativo que, siglos después, reaparezca meramente como un eco lejano y repetitivo a oídos del hombre moderno preocupado por comprender este período particular de la historia.

    Estudios sobre el Fortalitium fidei

    Para todos aquellos que han escrito acerca de la historia de los judíos y del antijudaísmo en la Castilla tardomedieval, la alusión a Alonso de Espina y su Fortalitium ha sido prácticamente compulsiva, puesto que dicha obra no sólo ha sido considerada un verdadero hito del antijudaísmo castellano del siglo XV sino que además, al decir de Norman Roth, constituye (junto al Pugio fidei de Ramón Martí) el tratado de polémica antijudía más potente que se haya escrito alguna vez en la historia¹⁷. Si bien es y ha sido citado innumerables veces, los estudios específicos sobre el Fortalitium fidei son escasos y, en gran medida, restringidos: el franciscano combatió a herejes, judíos, sarracenos y demonios en su Fortalitium pero los historiadores han solido reducir el estudio de tan ingente obra al Liber tercius, dedicado a los judíos y las innumerables alusiones al Fortalitium suelen ajustarse a este mismo recorte.

    Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, la postura antijudía de fray Alonso de Espina ha sido el foco e interés principal de la gran mayoría de los abordajes de la obra. Esto no resulta sorprendente: el fraile ha pasado a la historia por el tan mentado antisemitismo expresado en su opus magnum –en ella, el fraile efectivamente priorizó de modo notable la guerra de los judíos contra la Iglesia, al menos en cantidad de folios–¹⁸. Por otra parte, resulta necesario señalar que las múltiples referencias al Fortalitium fidei han sido incorporadas en trabajos de mayor escala de análisis, destinados a explorar la historia de los judíos en la Península o la historia de la Inquisición. Hubo que esperar hasta mediados del siglo XX para que aparecieran los primeros estudios específicos sobre el Fortalitium fidei (o, mejor dicho, sobre el Liber tercius) y éstos no fueron sino breves y eventuales aproximaciones¹⁹. Neta­nyahu retomó su estudio en un artículo de 1976, destinado a refutar que el fraile de Espina fuera de origen converso, como se creía hasta entonces, y, más tarde, en su célebre libro de 1995, The origins of Inquisition in Fifteenth Century Spain²⁰. También, en 1985, Françoit Berriot dedicó un breve artículo al Fortalitium, en el cual sostiene que, a través del discurso de Espina, se torna posible para el historiador acceder al pensamiento de aquellos a quienes el fraile buscaba reprobar: herejes, judíos y musulmanes²¹.

    Ahora bien, no sólo la obra de Netanyahu recuperó esta obra en latín de proporciones masivas en la década del ‘90²². Una serie de aproximaciones diversas demuestran que resurgió entonces un interés más general por la obra. Gracias a estos nuevos aportes aparecidos en las últimas décadas, fue matizado (aunque no superado) el enfoque que priorizaba rotundamente la cuestión judía y judeoconversa tal como éstas aparecen tratadas en el Liber tercius. Destacan, entre los autores que emprendieron su estudio en el decenio de 1990, Alisa Meyuhas Ginio, profesora de la universidad de Tel Aviv, y Steven McMichael (O.F.M. Conv.), teólogo de la University of St. Thomas. La primera ha escrito una serie de artículos sobre el Fortalitium que corrieron la mirada momentáneamente del Liber tercius y la situaron en ciertos aspectos de los libros cuarto y quinto, dedicado a los musulmanes y demonios respectivamente²³. Estos estudios confluyeron luego en un libro dedicado enteramente a la obra de Espina, escrito en 1998²⁴. La autora presenta en él un análisis general del contenido del Fortalitium, analizando los ataques de los distintos enemigos de la fe en el plano doctrinal de la polémica interreligiosa y en el plano existencial, es decir, en el ámbito del enfrentamiento cotidiano, sin dejar de hacer especial hincapié en la preocupación de Espina por la cuestión judía y judeoconversa. McMichael, por su parte, ha desmenuzado cuestiones teológicas específicas de la polémica judeocristiana contenida en el Fortalitium: dedicó su tesis doctoral a analizar el debate judeocristiano en torno del carácter mesiánico de Jesús (en particular, el uso de ciertos pasajes del libro de Isaías en dicha polémica). Luego, redactó un artículo dirigido a indagar el debate judeocristiano respecto de la necesidad de observar o abrogar la ley mosaica, otro a estudiar la última consideratio del libro tercero –en donde Espina discurre acerca de la conversión de los judíos en el fin de los tiempos– y, finalmente, un último trabajo en el cual releva el modo en que Espina concibe la oración en el cristianismo, el judaísmo y el Islam, en el marco de la polémica interreligiosa²⁵. Asimismo, otros dos autores han emprendido el estudio del Fortalitium: José María Monsalvo Antón, en un artículo donde disecciona los distintos registros discursivos reunidos en el Liber tercius, y Ana María Echevarría Arsuaga, quien dedica gran parte de su tesis doctoral al Liber quartus de la obra de Espina²⁶. Esta última autora (profundizando el primer paso al respecto dado por Meyuhas Ginio) ha rescatado la guerra de los sarracenos contra la fortaleza de la fe del descuido historiográfico y, destacando la importancia histórica del Fortalitium, sostuvo que éste fue "one of the best works about compare religions in his time"²⁷.

    En los últimos años aparecieron nuevas, aunque episódicas, aproximaciones al Fortalitium fidei. En 2005, Rosa Vidal Doval, a partir del análisis del proemio de la obra de Espina, ha mostrado la significación que cobra en ella la alegoría arquitectónica de la fortaleza²⁸. Luego, en 2009, Juan Caro García defendió en Sevilla una tesis doctoral sobre el Fortalitium, inédita hasta el momento, en la cual esboza la tesis, sin lograr demostrarla, de que la obra de Espina era un suerte de catecismo para conversos apoyándose en una edición y traducción propias –poco rigurosas– del incunable lionés de 1487. En 2012, Cándida Ferrero y Raúl Platas publicaron un capítulo sobre la vinculación entre dos milagros de la Virgen relatados en el Fortalitium y la cuestión conversa y, en 2013, Monsalvo Antón presentó un breve capítulo en el que recupera investigaciones previas sobre el Liber tercius, antes mencionadas²⁹. Finalmente, también en el año 2013, la ya mencionada Vidal Doval publica un trabajo sobre el abordaje del judaísmo y la cuestión conversa en la obra de Espina. Si bien este trabajo estaba aún inédito cuando terminé de escribir la versión original de este texto, como tesis doctoral, recojo algunos de sus principales aportes en el presente libro³⁰.

    Ante este corpus bibliográfico resulta evidente que el Liber secundus, dedicado a lidiar con la herejía, y el Liber quintus, primer libro estrictamente demonológico escrito por un teólogo del ámbito hispano en la Baja Edad Media, han sido las porciones menos estudiadas de la obra de Espina³¹. Mi estudio abordará cabalmente el Fortalitium, considerándolo una totalidad que sólo adquiere plena coherencia y significación en su conjunto, al tiempo que pondrá especial énfasis en estos dos aspectos menos estudiados del discurso de fray Alonso de Espina: sus discursos demonológico y heresiológico. Dichos aspectos, a su vez, conforman campos específicos de la disciplina histórica sobre los cuales queda aún mucho por recorrer.

    Por último, resulta necesario destacar que ninguno de los estudiosos mencionados ha abordado el discurso de Espina considerando la tradición manuscrita sobreviviente de la obra de este autor, ni ha comparado las diversas ediciones incunables disponibles del Fortalitium (la única excepción respecto del primer aspecto mencionado es el artículo de Vidal Doval de 2005: la autora desarrolla su análisis a partir del manuscrito oxomense de 1464, aunque sólo estudia allí el proemio y las miniaturas de la obra). La mayoría de los restantes autores ha trabajado únicamente sobre una edición del texto: en general, la nuremburguesa de 1494. El presente trabajo, rompiendo con esta tendencia, representa una innovación metodológica en este sentido, que torna más riguroso el estudio del Fortalitium fidei.

    Punto de partida

    Se ha dicho que los aspectos demonológico y heresiológico (fuertemente ligado, este último, a la cuestión del criptojudaísmo y la prehistoria de la Inquisición) conforman campos específicos de la disciplina histórica sólo tangencialmente abordados por la historiografía especializada en lo que refiere al siglo XV en el ámbito cultural hispano. Ni en sentido general ni en lo que refiere específicamente al discurso del fraile castellano que aquí nos ocupa la heresiología y la demonología han sido suficientemente ponderadas por la mirada de los historiadores. La importancia de completar este lugar vacante en las bibliotecas de los hispanistas adquiere particular relevancia si se tiene en cuenta que ambos elementos, sus características y corolarios, han sido usualmente puestos en relación. En la enciclopedia de brujería más importante de los últimos tiempos (la Encyclopedia of Witchcraft editada por Golden) se recupera una visión extendida en el campo académico, a saber, la interpretación de la moderación y escasa incidencia del fenómeno brujeril en la Península Ibérica, refiriendo como factor explicativo fundamental la presencia de conversos y minorías culturales al interior de la sociedad cristiana. Estos últimos, convirtiéndose en el principal objeto de preocupación y persecución y acaparando la atención de teólogos, predicadores, juristas, obispos e inquisidores, habrían dificultado la radicalización del discurso demonológico cristiano y la propagación de la caza de brujas³². También ha sido considerado un factor de primordial importancia la presencia de tribunales inquisitoriales modernos en suelo hispano (instaurados, justamente, con el fin de acabar con la pretendida amenaza de la herejía judaizante). Caracterizada por su carácter centralizado y pregonando una actitud escéptica hacia la brujería, una práctica regulada y comedida de la tortura y cierta hostilidad hacia las persecuciones masivas, la Inquisición habría entorpecido la escalada de violencia que protagonizó el discurso demonológico en el corazón de Europa y la praxis represiva que aquella acarreaba³³.

    Estas vinculaciones e implicaciones etiológicas son usualmente mencionadas por los historiadores pero pocas veces demostradas o analizadas en detalle³⁴. En trabajos previos, he estudiado de qué modo específico se engarzaba la cuestión judía y judeoconversa en el discurso demonológico del obispo castellano Lope de Barrientos (1382-1469), analizando de modo interrelacionado sus tratados antisupersticiosos y sus escritos en defensa de los convertidos del judaísmo, en el marco de la gran controversia inaugurada por la rebelión toledana de 1449³⁵. En el presente trabajo, ha sido escogido el Fortalitium fidei con un propósito semejante y con el aditamento insoslayable de que las diversas problemáticas mencionadas se ponen en juego por vez primera en la historia de Castilla en un único texto, en una única obra. Espina lidia con el criptojudaísmo y con otras tantas herejías, torna inseparables la cuestión judía y judeoconversa, debate acerca de demonios y de brujas, propone explícitamente la necesidad de instaurar una inquisitio en el reino y busca persuadir vivazmente a príncipes y magnates al respecto, todo en una única obra que tuvo pronto un enorme éxito editorial.

    Por estos motivos, considero que el análisis del Fortalitium brinda la oportunidad de estudiar los mecanismos y relaciones de poder que han permitido la elaboración y extensión en Castilla de un discurso demonológico (y, también, heresiológico) distintivo, propio del área peninsular, que luego tendría larga vida pero que se gestó en las décadas previas al establecimiento del Santo Oficio de la Inquisición en los reinos peninsulares. Pérez ha sostenido que la originalidad española en materia brujeril radicó en el modo en que los tribunales encargados de juzgar y sentenciar a los reos (tribunales de la moderna Inquisición) interpretaron y definieron el delito de las brujas: como herejía. Ahora bien, el pronunciamiento por escrito de Alonso de Espina en materia brujeril tiene lugar dos décadas antes del inicio de la actividad inquisitorial en la Península y cuando ya se habían encendido en otros sitios de Europa las primeras hogueras contra las temidas maleficae. En este sentido, pienso que las décadas centrales del siglo XV conforman un período privilegiado para el estudio de los discursos y las relaciones de poder y saber (más que de las instituciones en sí mismas, que no son sino efectos de dichas relaciones de poder) que moldearían y habilitarían, luego, determinados dispositivos de dominación en el ámbito cultural hispánico. Como ha indicado Foucault: se debe analizar las instituciones a partir de las relaciones de poder y no a la inversa y, por lo tanto, el punto fundamental de anclaje de las relaciones –incluso si ellas están corporizadas y cristalizadas en una institución– debe ser encontrado fuera de una institución³⁶. Es en gran medida sobre la base de este vacío historiográfico, de este punto de partida, que planteo la tesis medular de la presente investigación –que sintetizaré a continuación– y las diversas tesis subsidiarias que desarrollaré luego a lo largo de los capítulos.

    Una noción fundamental franquea las distintas secciones del presente trabajo y las dota de unidad, a saber, que el discurso adversus fidei inimicos de fray Alonso de Espina contenido en el Fortalitium fidei resulta clave para desentrañar o echar nueva luz sobre una serie de procesos históricos decisivos que tuvieron lugar, todos ellos, en las últimas décadas del siglo XV castellano y a los cuales considero estrechamente vinculados entre sí. Me refiero a: (a) la radicalización del antijudaísmo y la consecuente expulsión de los judíos de 1492; (b) la creación del judaizante como sujeto herético y la expansión de la compleja y multifacética herejía conversa en el reino de Castilla; (c) la instauración de la Inquisición en territorio hispano; (d) la conformación de un discurso demonológico distintivo, propio del ámbito cultural peninsular (caracterizado por su moderación y mesura); (e) el avance sobre el reino nazarí, último bastión musulmán en la Península; y, finalmente, (f) el proceso de reconfiguración y progresiva centralización del poder en los reinos ibéricos.

    El presente trabajo aspira demostrar que el Fortalitium fidei de Alonso de Espina constituye un hito insoslayable en la historia de los procesos referidos y que tuvo una verdadera eficacia política, un carácter disruptivo, en la segunda mitad del siglo XV³⁷. Esta hipótesis primera y general engloba y atraviesa los capítulos que componen el presente libro y resulta clave para la comprensión y el tratamiento de las múltiples vetas del discurso del fraile castellano. El despliegue de esta hipótesis inicial obligará, en ocasiones, a reflexionar acerca de ciertas nociones fundamentales de la cultura tardomedieval y tempranomoderna en su contexto mismo: entre otras, ‘heresis’, ‘tolerantia’, ‘fama’, ‘conversio’, ‘fides’, ‘ecclesia’ y ‘caritas’, considerando al mismo tiempo el lenguaje que las incluía, articulaba y les daba sentido. Su desenvolvimiento plantea, asimismo, la necesidad de repensar, en última instancia, ciertos conceptos usualmente empleados por el historiador, como utillaje teórico, para analizar y describir la cultura hispana del período: me refiero fundamentalmente a la dupla conceptual ‘antijudaísmo’/‘antisemitismo’ y a términos cardinales como ‘religión’ y ‘política’.

    Las diversas secciones que componen el presente estudio, si bien pivotan sobre hipótesis particulares y gozan de cierta autonomía, desde una visión holística son afluentes de esta tesis primordial recién esbozada y permiten demostrarla paulatinamente y en diversos frentes, desde distintas aristas. En el capítulo primero, escrito sobre todo a partir del Liber primus y el Liber tercius del Fortalitium, argumento en favor de la plena pertenencia del radical y virulento discurso antijudío de Alonso de Espina a la plurisecular tradición cristiana. El antijudaísmo cristiano es pensado como el envés de un relato cristiano que constantemente se actualizaba y ajustaba al presente del decir y, por lo tanto, como un antijudaísmo que adquiría características propias en cada caso, moldeadas por circunstancias históricas específicas, sin dejar por ello de estar alineado con una tradición cristiana capaz de abarcar y amortiguar sus fuertes oscilaciones, en virtud de su notable flexibilidad. Sostengo, en este sentido, que incluso los relatos antijudíos más violentos contenidos en el Fortalitium no constituían un discurso de nueva naturaleza en la Baja Edad Media, como se ha solido afirmar, sino que fueron construidos a partir de una matriz simbólica y hermenéutica profundamente cristiana. En otras palabras, intento demostrar que no es posible hallar fundamentos raciales o realidades biológicas, en el Fortalitium fidei, que permitan hablar de un fenómeno como el antisemitismo en la Castilla de la época³⁸. A pesar de lo dicho, sostengo también que no es preciso afirmar que el antijudaísmo expresado en el Fortalitium adolece de falta de originalidad o que puede ser justamente descrito como una mera summa del antijudaísmo medieval. En mi opinión, el discurso adversus iudaeos de Espina funde los diversos horizontes semánticos de la tradición antijudía cristiana, los porta consigo a la vez que, conjugándolos, forma algo nuevo. Su estudio permite vislumbrar las preocupaciones específicas y más lacerantes de este predicador y teólogo de mediados del Cuatrocientos. Revelar dichas preocupaciones, en su contemporaneidad, permite también afirmar que Alonso de Espina no sólo tenía por objeto deslegitimar, desprestigiar o criminalizar a los judíos en su discurso sino, sobre todo, denunciar el mal accionar, a ojos del fraile, de gran parte de la sociedad cristiana –sobre todo los más poderosos del reino– en relación con los judíos e intervenir activamente en la realidad de su tiempo. En este sentido, la tesis fundamental del capítulo primero es que la radicalidad del discurso antijudío del franciscano puede ser explicada, en gran medida, haciendo hincapié en la verdadera polémica en la que el fraile se veía envuelto: no tanto la controversia judeocristiana (dado que la voz judía, en el Fortalitium, aparece fagocitada por el relato cristiano, anquilosada a la fuerza) cuanto un significativo debate al interior del cristianismo respecto del modo de proceder ante los judíos.

    El capítulo segundo hace hincapié en la interrelación existente entre el Liber tercius, dedicado a la guerra de los judíos contra la fortaleza de la fe, y el Liber secundus del Fortalitium fidei, consagrado a lidiar con diversas herejías. Sostengo allí que el discurso antijudío de Alonso de Espina no puede ser bien entendido sin abordar simultáneamente su postura acerca del problema herético. Afirmo, asimismo, que sus preocupaciones en materia heresiológica rebasaban ampliamente el temor al tan mentado y temido criptojudaísmo: el fraile de Espina muestra una fuerte inquietud no sólo ante este último sino también ante los diversos corolarios de la difuminación de las fronteras identitarias y las distintas formas de mestizaje e hibridación cultural resultantes de las conversiones masivas de fines del siglo XIV y del siglo XV. En efecto, Espina no sólo impugna la herejía criptojudía sino también una amplia gama de heterodoxias vinculadas, a sus ojos, con la cuestión conversa pero que van más allá del judaísmo clandestino: combate cierto relativismo religioso, irenismo o, incluso, escepticismo y ciertas descreencias, desobediencias y heterodoxias que, surgidas en los intersticios del mestizaje cultural, parecían ser el enemigo y el peligro más acérrimo de un personaje como el franciscano, situado en el ala más fanática de la sociedad castellana del siglo XV³⁹. Al respecto, resulta necesario subrayar que, sin duda, el franciscano destaca como figura protagónica en su época entre los herederos del bando toledano (es decir, el ala anti-conversa de la sociedad castellana) y su Fortalitium fidei está atravesado, en gran medida, por la controversia político-teológica que marcó la historia del reino desde 1449 en adelante, es decir, desde que se produce en Castilla la primera revuelta anticonversa de la historia peninsular⁴⁰. Sin negar lo dicho, pretendo demostrar que lo verdaderamente sugerente del ‘49 no fue tanto la imposición de una limpieza de sangre de índole racial por vez primera (aspecto que ha sido enfatizado usualmente en los abordajes de la revuelta) sino el hecho de que, a partir de dicho acontecimiento, haya emergido con fuerza una nueva forma de otredad en el reino castellano, una otredad interna, una otredad porosa⁴¹. El capítulo segundo apunta a poner de manifiesto que esta nueva otredad, compleja como era, estaba fuertemente ligada al mundo converso (así lo percibían los castellanos mismos) pero que, no obstante, estaba conformada por enemigos familiares que no eran simplemente "iudei occulti. Asimismo, intento mostrar cómo el fraile castellano instiga a las autoridades a actuar ante el desfiguramiento de las antiguas fronteras culturales y jerarquías sociales que tanto lo inquietaba. Sostengo, por lo tanto, que detrás del antijudaísmo radical y de la postura anti-conversa del fraile emerge la propuesta de un modelo de cristianismo intransigente, rígido, inclemente ante cualquier desvío de la fe. Dicha postura representa una posición que no carecía de opositores a mediados del siglo XV, por lo cual los paradestinatarios" del Fortalitium fidei no podían ser sino sus propios correligionarios y, específicamente, la más alta jerarquía del reino⁴².

    El capítulo tercero demuestra en qué medida el Fortalitium fidei resulta una pieza fundamental en la construcción discursiva de la herejía judaizante que comienza en 1449 y que culmina exitosamente, podríamos decir, en 1478, año de promulgación de la bula Exigit sinceras devotionis affectus. El discurso de Espina, sobre todo el desplegado en el Liber secundus, resulta clave para dar entidad a un grupo de difícil definición e identificación pero que tendrá un peso simbólico ineluctable en las últimas décadas del siglo XV y en los siglos siguientes: el de los judaizantes. Tras la revuelta toledana antes mencionada, emergió en Castilla el argumento –rechazado por la alta jerarquía del reino– que sostenía que los conversos eran particularmente sospechosos en su fe y que debían ser objeto de pesquisas inquisitoriales; pese a que este discurso, a mediados de siglo, fue el arma privilegiada de los rebeldes toledanos para levantarse contra el régimen monárquico (acusado de proteger a los judíos y amparar a los conversos judaizantes), pocas décadas más tarde, el mismo discurso se convirtió en el argumento fundamental no para arremeter contra la política real sino, por el contrario, para lograr el establecimiento de una institución clave para el fortalecimiento del régimen: la Inquisición. Asimismo, pese a las opiniones prevalecientes a mediados de siglo en contra de la exclusión de los conversos de cargos, privilegios y libertades propias de todo cristiano, avanzó en las últimas décadas de la decimoquinta centuria y, sobre todo, en el siglo siguiente, la aceptación de la segregación institucionalizada de los conversos sobre la base de los llamados estatutos de limpieza de sangre. El capítulo tercero analiza en qué medida las intervenciones de Alonso de Espina en la Castilla de su época resultan ineludibles para explicar en términos históricos y conceptuales este cambio radical que se produce en el discurso hegemónico castellano, que primero tildó de herejes a quienes discriminaron a los conversos en 1449 y, tan sólo tres décadas después, fueron estos últimos, los mismos conversos, quienes se convirtieron en blanco privilegiado de la persecución inquisitorial. El vuelco en la actitud de las máximas autoridades del reino respecto de la cuestión conversa se vio favorecido, a mi entender, por las mencionadas intervenciones de Espina, que resultaron en una reformulación del concepto mismo de herejía mediante la utilización y apropiación original de ciertos desarrollos tardomedievales del lenguaje heresiológico. Destaco, en pocas palabras, la originalidad de los modos en que el fraile se apropia del lenguaje medieval de la herejía a fin de moldear y expandir el temor respecto de un nuevo sujeto herético: los "iudei occulti".

    Luego, el capítulo cuarto propone una comprensión contextualizada del mencionado carácter idiosincrático del discurso demonológico hispano. Cabe recordar, al respecto, que, mientras que el turbulento siglo de la resolución del Gran Cisma y del movimiento conciliarista ha visto nacer, en la Europa extrapirenaica, una teoría y una praxis represiva inéditas, que llevaron al paroxismo el creciente temor al diablo (a saber, el estereotipo brujeril y las primeras cazas de brujas de la Europa Moderna), los teólogos, inquisidores y predicadores de origen hispano –oriundos de tierras en las cuales el paradigma del aquelarre nunca habría de arraigar– parecen haber sostenido una postura divergente, más cauta y moderada. La tesis que estructura el capítulo cuarto es que, atendiendo al modo en que Alonso de Espina aborda la cuestión demonológica, sobre todo en el Liber quintus del Fortalitium, la originalidad del discurso ibérico sobre el demonio no puede ser bien comprendida sin atender a la importancia concreta que cabe adjudicar a la presencia de minorías religiosas y culturales en el mundo hispano de la época y las inquietudes y temores que dicha presencia generaba en la mente de personajes como Alonso de Espina. La idiosincrasia de la demonología hispana, definida de forma consensuada por los historiadores como moderada, se ajusta, en gran medida, a la percepción que teólogos, juristas y predicadores, por caso Espina, tenían del peligro que representaba la presencia, juzgada peligrosa, de judíos, musulmanes, herejes judaizantes y malos cristianos en territorio peninsular, constituidos como otros-colindantes u otros-internos, según el caso⁴³. Este ajuste se produce en varios sentidos: en primer lugar, trasparece en la consecuente falta de necesidad de un otro-imaginado como podría ser el estereotipo de la bruja (forjado en otras regiones de la Europa occidental en forma contemporánea a la aparición del problema converso en los reinos hispanos). El judeoconverso, en particular, parece emerger en distintos sentidos como una figura sustitutiva de la de la bruja y comparable con ella: ambas pusieron frente a frente formulaciones teóricas y discursivas de la alta cultura teologal, por un lado, y creencias folklóricas, por el otro. En segundo lugar, y más importante, la demonología moderada que presenta el fraile castellano permite explicar desde la filosofía (o teología) de la historia cristiana los ataques que, a ojos de Espina, sufría la ecclesia. Las supuestas embestidas perpetradas por los diversos adversarios corporales de la fe son pensadas e interpretadas por el fraile de modo tal que quedaban incluidas dentro de la historia providencial del cristianismo, en la proximidad de los tiempos apocalípticos. Luego, en tercer lugar, al ser descritos los demonios como enemigos espirituales de cada hombre y, al mismo tiempo, instigadores de los enemigos corporales de la sociedad cristiana toda (herejes, judíos, sarracenos), el discurso demonológico que presenta Espina le permitía hacer hincapié en la doble dinámica envuelta en la macro-guerra que describe el Fortalitium fidei, que combinaba el plano individual y el plano colectivo. En último término, la inclusión de un libro demonológico en un tratado de polémica inter (e intra)religiosa permitía hacer hincapié en el drama metafísico que enmarcaba la economía cristiana de la salvación. Este énfasis no era menor: estando ausente semejante dimensión metafísica en el universo simbólico judío, diversas herejías combatidas por el fraile (frutos tal vez del mestizaje y las conversiones masivas) descansaban sobre cierto principio de inmanencia que la demonología cristiana eficazmente venía a refutar. El vínculo con el demonio daba entidad a los inimici fidei (es decir, los constituía como tales) y, de este modo, dotaba de cierta unidad a los diversos ataques que –según el fraile– blandían aquellos contra la fortaleza cristiana. Los distintos frentes de guerra que describe el franciscano se aunaban en un único plan demoníaco que era común a todos ellos, que los abarcaba.

    Finalmente, la conclusión de la presente tesis, recuperando los aportes parciales de los diversos capítulos, hará hincapié en el contenido que cabría identificar como político del Fortalitium fidei y, a partir de ello, expone una reflexión sobre dicho término y sobre la concepción, dinámica y legitimación del poder y la expresión de los conflictos en los albores de la Modernidad, destacando su estrecha imbricación con fenómenos y creencias de carácter religioso. Recuperando aportes de la teoría política contemporánea, la historia cultural y la historia de los lenguajes políticos, la conclusión aspira a definir dinámicas históricas y brindar herramientas conceptuales, construidas ad hoc a partir del análisis histórico (sobre todo, el concepto de zoepolítica), destinadas a definir los complejos vínculos entablados entre ‘política’ y ‘religión’, en su propia especificidad, en el marco de la Europa antiguorregimental y, más estrictamente, en el período que oficia de bisagra entre el Medioevo y la Modernidad, un período de cambio vertiginoso en la Península Ibérica, en los albores del proceso de absolutización del poder monárquico y creciente persecución de la disidencia. A partir del estudio del Fortalitium fidei, se indicará en qué medida los elementos determinantes del vínculo social, del juego de legitimación y de los modos de expresión de la violencia operaban dentro de una concepción histórica determinada que no concebía la ‘religión’ y la ‘política’ como dos esferas autónomas sino que imbricaba el presente terrenal de la sociedad y su ordenamiento con el origen divino y el destino escatológico de la humanidad. Asimismo, se demostrará en qué medida dicha concepción histórica, que moldeaba el perímetro de la societas christiana y pretendía rellenar, también, su superficie, estaba agrietada en su interior y portaba consigo ciertas ambigüedades cuya resolución poseía corolarios posibles muy divergentes entre sí. Algunos de estos últimos tuvieron ciertamente lugar en el curso de la historia, otros fueron abortados y otros sobrevivieron subrepticiamente para resurgir luego, transformados, en nuevos contextos y con renovada fuerza.

    En pocas palabras, creo que el Fortalitium fidei, un texto rico en relatos legendarios y pleno de argumentos polémicos en materia religiosa, invita a abordar el complejo y polimorfo gran relato del cristianismo medieval en sus propios límites, es decir: a) en los contornos mismos de la identidad cristiana, i. e. la frontera que define al cristianismo como unidad homogénea a partir de la diferencia respecto de la imagen del otro (el judío y, también, el hereje y el musulmán); b) en el extremo en que el relato cristiano linda con el relato ajeno e interacciona con él (sobre todo, aunque no exclusivamente, el elaborado por –o atribuido a– la tradición judía); c) en las orillas, no siempre claras, que diferencian y avecinan a estos otros entre sí y que forman parte, también, de criterios identitarios propios del cristianismo, forjados desde su propia matriz; d) respecto del epílogo del relato cristiano: el fin de los tiempos que aún no llegaba, la esperada parusía, meta y fin de la epopeya salvadora; e) en sus límites cronológicos, puesto que la decimoquinta centuria que aquí nos ocupa ha sido definida como el extremo temporal del relato cristiano en tanto sistema de creencias colectivo y aglutinante ("la fin de la puissance unificatrice du récit –afirma Boureau– se confond avec la lente clôture des temps médiévaux"⁴⁴) y, finalmente, f) en sus límites internos, es decir, en sus aporías, en sus ambigüedades y contradicciones, en los espacios grises que auspiciaron de caldo de cultivo para dar maleabilidad al relato cristiano en el ámbito más concreto e histórico de las relaciones de poder.

    El Fortalitium, la fortaleza de la fe de Espina, brinda entonces la posibilidad de estudiar las diversas aristas del gran relato cristiano in media res y en sus propios términos: la religión se constituía entonces en una suerte de lengua, un instrumento de comunicación y de conocimiento que funcionaba como "el medium simbólico, a la vez estructurado y estructurante que tornaba posible la forma primordial de consenso y cimentaba un suelo compartido para el disenso, en tiempos en que se debatía, en el seno mismo del cristianismo, quiénes eran los verdaderos" voceros e intermediarios de la divinidad y, luego, quiénes encarnaban la fuente monopólica de respuestas autorizadas y criterios legítimos de acción⁴⁵. Dicha lengua expresaba entonces una especie de ventriloquia trascendental por medio de la cual aquello dicho en la tierra se interpretaba como si proviniera del cielo⁴⁶. Los litigios terrenales que dicha lengua vehiculizaba resultan tan importantes históricamente como los reveses metalingüísticos que, según veremos, comenzaban a ponerla en jaque. El universo cultural al que nos aproximaremos, en este sentido, es pensado como un campo de dispersión de lenguajes que se excluyen unos a otros: la cultura no es un objeto único, ya que no se opone a ningún otro, ni un objeto eterno, ya que no se rompe jamás ni un objeto tranquilo (…) en cuyo seno todo el mundo se reúne sin conflicto. Como sostuvo Barthes, si entendemos así la cultura, "¿dónde está entonces el trabajo de la cultura sobre sí misma, dónde sus contradicciones, dónde sus desgracias?"⁴⁷.

    CAPÍTULO I

    El antijudaísmo en el Fortalitium fidei

    Aceptar una ortodoxia es heredar, siempre, contradicciones no resueltas⁴⁸.

    — (…) Es la fe la que las hace verdaderas, no las reliquias las que hacen verdadera a la fe.

    — Precisamente. También yo pensé que una reliquia vale si encuentra su justa colocación en una historia verdadera. Fuera de la historia del Preste Juan, aquellos magos podían ser el engaño de un mercader de alfombras; dentro de la historia verdadera del Preste, se convertían en un testimonio seguro⁴⁹.

    1. Introducción

    La eficacia del cristianismo a lo largo de la Edad Media, de acuerdo con Alain Boureau, dependió en gran medida de su capacidad y aptitud para actualizar una y otra vez, en distintos contextos y circunstancias, su relato original y fundante: el de la Encarnación de la divinidad. Fue la interpretación y prolongación del relato de la vida del Dios-Hombre en la Tierra, contenido en las Escrituras, lo que permitió fijar preceptos, dogmas, tradiciones y ritos a lo largo de la historia de la Iglesia militante ⁵⁰. Propongo interpretar los discursos que serán estudiados en el presente capítulo como parte de este constante proceso creador y recreador del cristianismo (ratificando la ambigüedad de esta frase: el cristianismo es quien crea y, al mismo tiempo, quien es recreado una y otra vez).

    Antes de proceder al estudio, cabe señalar dos cuestiones de importancia. En primer lugar, creo necesario tener en cuenta que los aspectos más formales o explícitos del cristianismo construidos a partir del relato testamentario de la vida de Jesús –es decir, el dogma, la doctrina, la liturgia– se alimentaban de e iban acompañados por un complejo universo de códigos y discursos, no necesariamente canónicos, que vehiculizaban, también, aspectos no menores del mensaje cristiano y que podían ser incluidos dentro de lo que Boureau llama "le grand légendier chrétien"⁵¹. En segundo lugar, cabe subrayar que el conjunto de relatos forjados a partir de la matriz evangélica logró constituirse en columna vertebral de la ecúmene cristiana no sólo a partir de la construcción de identidades y semejanzas respecto de la vida y las enseñanzas de Cristo (como sucede en el caso de la hagiografía, sumamente útil para ajustar el mensaje y el legado escriturario a cada momento de la historia) sino también por medio de narraciones de variada forma y contenido que se ocuparon de legitimar la delimitación de las fronteras del cristianismo a partir de la definición y exclusión de lo diferente (es decir, de la heterodoxia y del otro-no-cristiano). Mediante este doble movimiento de identidad/diferencia, el cristianismo pudo convertirse en un sistema de creencias colectivo "producteur de pensées et de structures"⁵².

    En función de lo dicho, propongo estudiar en el presente capítulo el uso y la evocación de algunos tramos específicos del relato cristiano llevados a cabo por fray Alonso de Espina en la coyuntura espaciotemporal específica que nos incumbe, el reino de Castilla en la segunda mitad del siglo XV, de cara a uno de los problemas fundamentales que surcaron la época: la cuestión judeoconversa. No es casual que el discurso de un fraile resulte pertinente a la hora de abordar el relato cristiano teniendo en cuenta que, desde el siglo XIII en adelante, fueron los miembros de las órdenes mendicantes, encargados de transmitir y desplegar la narración cristiana a partir de aquel relato primigenio, los principales hacedores del legendario cristiano. Espina fue reconocido por su labor como predicador itinerante en su época y, como se ha dicho, el Fortalitium fidei ha sido considerado –junto al Pugio fidei de Ramón Martí– el tratado de polémica antijudía más potente que se ha escrito alguna vez en la historia⁵³.

    2. Antijudaísmo e identidad cristiana

    La pregunta por la identidad cristiana suele estar cubierta de referencias al judaísmo, obligadas tanto al rastrear el origen mismo de la secta a partir de la matriz abrahámica cuanto al analizar la historia de dicha identidad, forjada en todo momento en relación de semejanza y diferencia respecto del judaísmo y del judío. Si bien la lucha anti-herética y la rivalidad con el Islam resultan factores igualmente importantes dentro del proceso de construcción identitaria del cristianismo por oposición (o por vía negativa), el presente capítulo hará foco, fundamentalmente, en el antijudaísmo cristiano, es decir, en el rico legendario tardomedieval forjado en torno del judaísmo y en las aristas específicas del relato cristiano que son puestas en juego en la polémica adversus iudaeos. Si bien el fraile de Espina combatió a herejes, judíos, sarracenos y demonios en su Fortalitium, pasó a la historia por su dura postura hacia los judíos y conversos y, ciertamente, su obra prioriza ampliamente la guerra de los judíos contra la Iglesia, tanto en densidad como en extensión. Por este motivo, el antijudaísmo de Espina será abordado en este primer capítulo: el mayor impacto histórico que alcanzaron sus escritos corrió de la mano de su potente contra iudaeos, pese a que otras facetas de su obra –sobre todo sus aportes como heresiólogo y demonólogo, que exploraremos luego– resultan, a mi entender, sumamente ricas⁵⁴.

    Ahora bien, pese a que el discurso antijudío de Alonso de Espina ha sido la faceta mejor estudiada de su obra, ha sido también, en mi opinión, erróneamente definido como antisemita por la gran mayoría de los historiadores y ha sido considerado, además, un simple compendio de las distintas corrientes del antijudaísmo medieval existentes hasta el momento, poco novedoso o innovador⁵⁵. Creo que ambas afirmaciones son inexactas y que su revisión permitirá repensar el uso y la evocación del relato cristiano en el Otoño de la Edad Media y, también, comprender los modos de actualización de la identidad cristiana en la Castilla del siglo XV, en una centuria donde los contornos de dicha identidad son particularmente fluctuantes. El objetivo del presente capítulo será, pues, resituar el discurso de Espina dentro del movimiento ya descrito de interpretación, transmisión, actualización y constante evocación del relato fundamental del cristianismo, cuyas recreaciones, aun con matices y variaciones, continúan formando parte del cristianismo y de su devenir histórico.

    Antijudaísmo y cristianismo fractal

    Ioan Petru Couliano, apoyándose en un punto de convergencia entre los planteos de Mircea Eliade y de Claude Lévi-Strauss, remarca el carácter sistémico de toda religión compleja –por caso, el cristianismo– y afirma que aquello que se pone en juego en determinado momento de la historia no es una religión en su totalidad sino solamente algunos restos incompletos de ella. Para pensar la religión y la historia desde esta perspectiva, Couliano recurre a la teoría geométrica del fractal y afirma que, a imagen de éste, una religión es, en principio, un sistema infinitamente complejo y, luego, la parte específica de ese sistema que es escogida en determinado momento de su historia: de este modo –continúa– sólo una parte infinitesimal del fractal está presente en cualquier momento preciso que podamos llamar ‘ahora’⁵⁶. Así pues, siguiendo a Couliano, toda religión, al igual que un fractal, puede ser definida, en el plano meramente analítico, como un sistema que comprende todas sus posibles ramificaciones y que abarca las múltiples posibilidades que puedan derivarse de su estructura elemental, aunque sólo algunas de ellas existan o hayan existido históricamente y otras permanezcan en estado de latencia. Desde esta visión, toda religión, en tanto sistema complejo, poseería en sus premisas o elementos fundantes ciertos puntos ambiguos o incompletos que habilitarían posibles ramificaciones. Estas últimas, según Couliano, forman parte constitutiva del fractal y, aunque su expresión histórica se dé en diferentes épocas y espacios, todas ellas conviven sincrónicamente en el sistema religioso idealmente concebido⁵⁷. A partir de esta comparación, el autor logra referir con claridad la complejidad de los sistemas religiosos e incluir en ellos sus indefinidas manifestaciones (es decir, cada ahora de la religión), sin que ninguna de estas posibilidades históricas comprenda al sistema en su totalidad, siempre excedente, y –lo que es tal vez más significativo– sin que ninguna escape de él.

    Si nos cuidamos de que este modelo teórico no nos nuble la historicidad indiscutible del cristianismo (y lo utilizamos, más bien, con el fin inverso), la imagen del fractal puede resultarnos útil para comprender un aspecto particular del cristianismo tardomedieval: la dimensión antijudía de la sociedad cristiana de la época. Esta dimensión, cabe decir, era entonces parte constituyente del sistema complejo del cristianismo. La utilización de dicha imagen nos permite pensar que el antijudaísmo que enarbola Espina, aun con sus discursos criminalizantes y sus libelos de sangre, comparte una propiedad fundamental de todo fragmento de un fractal: a saber, la iteración constante de un mismo patrón de base, de un denominador común mínimo, a partir del principio de autosimilaridad, es decir, de la similitud (no identidad) de la parte dada respecto de los datos iniciales y más elementales del sistema. En otras palabras: el antijudaísmo hispano tardomedieval, más radical que el antijudaísmo del primer milenio y que el testamentario, puede ser considerado una ramificación del fractal cristiano, que, como tal, se mantenía dentro del sistema, puesto que se presentaba como una recreación, en dimensiones y circunstancias diversas, de la figura inicial del cristianismo: el relato del acontecimiento sin fin, la vida terrenal de la divinidad.

    Si avanzamos por este camino, primero habría que dar por sentado que el antijudaísmo forma parte, en alguna medida, tal vez como esbozo germinal, de la configuración inicial del cristianismo, de la identidad cristiana misma. En este sentido, abundan los trabajos, no carentes de discusiones y matices, que examinan los rasgos antijudíos presentes en los textos neotestamentarios⁵⁸. Asimismo, existen elementos determinantes, propios del cristianismo, que permiten medir la importancia del antijudaísmo en la conformación de la cristiandad. Considero que dos de ellos son fundamentales, uno heredado de la matriz judía y otro que fue una creación novedosa de la religión cristocéntrica: el carácter monoteísta del cristianismo y, luego, su pretensión de universalidad.

    Respecto del primer punto, lo que resulta crucial, como indica Assmann, no es tanto la creencia en un solo y único Dios sino que el monoteísmo implica una distinción entre lo verdadero y lo falso: "between the true god and false gods, true doctrine and false doctrine, knowledge and ignorance, belief and unbelief"⁵⁹. Al igual que el resto de las llamadas religiones del libro, el cristianismo construye, a partir de dicha distinción fundamental, un concepto de verdad intransigente, heredado del judaísmo, que no puede ceder ante otras verdades sino tan sólo excluirlas o deslegitimarlas como tales⁶⁰. La unicidad religiosa, con este carácter exclusivo y excluyente, pronto se traduce en desprecio, rechazo, superación o negación de cualquier otra creencia religiosa, considerada falsa u obsoleta.

    En el caso del cristianismo en particular, la unicidad y la veracidad se unen indefectiblemente a la figura de Cristo (Yo soy… la verdad, Juan 14, 6). Para los cristianos (como Espina mismo dejará en claro), la verdad no halla fundamento definitivo en sí misma, ni en la Ley Mosaica, sino que se adhiere a ese Yo evangélico, Dios mismo hecho hombre⁶¹. Si tenemos en cuenta lo dicho, el hecho de que los judíos no reconocieran a Jesús como el Mesías inviste al cristianismo, desde sus orígenes, de una identidad propia frente al judaísmo (expresada, en gran medida, en el tópico Iglesia versus Sinagoga, muy vigente en la literatura y la iconografía cristianas y presente, naturalmente, en el Fortalitium fidei)⁶². La nueva religión, aun presentándose como heredera y punto culminante de la Antigua Alianza, implicaba una fuerte ruptura respecto de la escatología judía y un desafío peligroso al corazón del judaísmo en razón del carácter antinómico –y por lo tanto herético– propio de cualquier mesianismo: en efecto, como dijo el Apóstol a los cristianos de Roma, Cristo supuso el fin a la ley (Romanos 10, 4)⁶³. Los cristianos se erigieron como los nuevos depositarios exclusivos de la verdad superadora de la Ley. Esta idea de veracidad exclusivista, heredada del judaísmo, resultó escandalosa sobre todo a los judíos, por paradójico que parezca. Mientras que los paganos veían el intento de monopolizar la verdad como un desatinado fanatismo, para judíos y cristianos la verdad era sólo una, excluyente⁶⁴. El Fortalitium fidei refleja estas ideas con claridad⁶⁵.

    En segundo lugar, la pretensión de universalidad del cristianismo adquiere relevancia porque fue tan necesaria para la superación del judaísmo como para dar forma a la religión naciente. La instancia mesiánica implicaba, inevitablemente, la apertura de una nueva época, un nuevo kairos, caracterizado por la universalidad del mensaje divino: "Cristo es el fin de la ley –decía, como vimos, Pablo de Tarso– para que todo el que cree reciba la justicia" (Romanos 10, 4). Como indica Poliakov, el apóstol de los paganos tomó una decisión crucial al eximir a los prosélitos del cristianismo de las normas de la Antigua Ley (en particular, de la circuncisión)⁶⁶. Al afirmar que ya no había judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer sino que todos eran uno en Cristo (Gálatas, 3, 28), anunció –tal como interpreta Badiou– un modo novedoso de comprender la universalidad que implicaba una ruptura respecto del judaísmo. Reconocido por muchos como el auténtico fundador del cristianismo, verdadero hacedor de la cristología, Pablo concibió la universalidad a partir de la adhesión a una idea, a un pensamiento: Jesús resucitó⁶⁷. Según explica Reyes Mate, la universalidad envuelta en la teología paulina no sería entonces una adición de identidades (lo judío más lo griego más lo romano), ni la pertenencia a una esencia común (la humanidad) sino consecuencia de un acontecimiento singular que afecta al todo: la presencia del Mesías Jesús que hace de todo hombre heredero de la promesa (Gálatas, 3, 23-29)⁶⁸. A partir de la venida de Cristo, acontecimiento singular universalmente predicable, que interpeló a todos los individuos con independencia de su condición, la identidad comenzó a ser definida, por vez primera, en términos religiosos, la unidad comenzó a ser pensada sobre la base de un credo común, sin reparar en rasgos étnicos ni lingüístico-culturales⁶⁹. Nuevamente Espina escribe de modo contundente al respecto⁷⁰.

    A partir de lo dicho hasta aquí, cabe concluir que, en lo que respecta al vínculo con el

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